Capítulo 7 El tiempo mismo y el alquimista supremo.
Keira abrió los ojos y sintió el aroma de las flores, la calidez del viento rozando sus mejillas y comenzó a conectarse. Primero por medio de sus manos, que fueron tocando las sábanas, sintiendo la suave textura y luego con sus piernas, las movió despacio y entonces, se sentó. No había nadie en la habitación, pero estaba el bolso de su madre, así que supuso que estaría hablando con el médico.
Se llevó una mano a su espalda y sintió una punzada horrible, que le recorrió la columna como si fuese electricidad.
Entonces las palabras de Steven, vinieron junto con el viento, un "Yo también te amo" lejano, un susurro que le llegaba hasta el alma y el dolor se disipó.
Alexandra ingresó y la besó en la frente mientras la abrazaba con cuidado.
—Hija mía, has despertado. Qué alegría, mi pequeña —pasó su mano por su frente, como cuando era niña.
—Madre, estoy viva. Ay madre, pensé que moriría.
—Pero no, estás viva.
—¿Y Steven? El vino, lo recuerdo. Dijo que me amaba, él me ama, madre —dijo con alegría y sonriendo a pesar del dolor de la espalda.
Alexandra negó con la cabeza y tomó sus manos.
—Lo sé, vino y te trajo las flores y dijo que te amaba. Pero sabes bien que no deben estar juntos.
—Madre, no hacemos daño a nadie.
—El poder de ambos, puede ser el suficiente para destruir todo, para que el tiempo se detenga y tome el rumbo que sea. Para que los alquimistas pierdan el dominio de sus emociones o sus transmutaciones dañen a todos. Hija mía, por eso se prohibió la unión de ambos bandos. En especial por ti y Steven.
—No entiendo ¿Por qué por nosotros?
—Tú eres el tiempo mismo, Keira y Steven el alquimista supremo. Líderes que no deben estar juntos, el tan solo tacto cariñoso, puede traer caos. En un pasado, una lady como tú y el supremo como Steven, trajeron caos, pero también una solución. Hija es para protegerte.
—¿Entonces me explicas como sacar de mi alma lo que siento por él? —preguntó comenzando a llorar.
Amelia volvió a la casa de Steven y recogió todas sus pertenencias. Se sentía vacía, sin vida, llena de sombras y solo algo la impulsaba. Un deseo de venganza, una idea oscura de destrucción y eso fue el motor para sentir como la cadena de oro, iba volviéndose frágil, pero de a poco.
Steven apareció detrás de ella. Tenía la mirada diferente, entre tranquilidad y caos, un intermedio sabor de calma antes de la tormenta.
—Amelia, deberás vivir en la Ciudad de Almas, ya no eres una alquimista.
—Lo sé, Steven. Solo vine por mis cosas —dijo pasando a su lado y susurrándole —Ojalá perezcas de la peor forma,alquimista supremo.
Pasaron los días y Keira comenzó a caminar y a mejorar.
Steven entonces fue a visitarla, para disgusto de Alexandra.
—Mi amor. Por fin puedo verte —dijo Steven mientras acariciaba su cabello y la besaba con dulzura.
Keira sintió cosquillas y una felicidad inmensa que parecía no caber dentro de sí.
—Te escuché ese día, pero no podía responderte. Te amo Steven y no importa lo demás, yo solo quiero estar a tu lado.
—Keira. Amelia me ha llamado alquimista supremo, apenas entiendo eso pero...sé que significa y si es así, es peligrosa nuestra cercanía.
Volvió a besarla y ambos sintieron que el tiempo iba siendo más lento y las emociones intensificaban su poder. Pero ninguno dijo nada y se fundieron en un profundo beso.
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