PARTE I
Tiempo actual.
Él estaba acostado pensando en la única chica que ha logrado nublar sus sentidos de la manera en que ella, Anais lo hace.
Tomo el teléfono para llamarla y caía la contestadora hasta que a través de la línea solo se escuchó un sollozo y eso lo puso en alerta llamando toda su atención, su corazón iba desbocado.
—¿An? ¿Estás bien? ¿Qué sucede?—escuchó un suspiro pero no era ella.
—Soy Lucia, su hermana— él se asustó más y ella no sabía cómo decirle a ese chico que su hermana estaba mal—Anais acaba de tener un accidente y está...- sollozó- está muy grave.
Su corazón cayó, era su sol, su único y más grande amor. Esto no podía ser, soltó el teléfono y salió corriendo, corrió y corrió hasta llegar a su casa, toco y salió la abuela llorando, le dijo cuál era el hospital y se fue hacia allá rápidamente.
Al llegar pudo ver a Lucia sentada en la sala de espera y se acercó corriendo.
—Lucia—la llamó— ¿Dónde está?—ella le dijo la habitación y apresuradamente camino hacia allá.
Él entró y al verla conectada a esas máquinas se le rompió el corazón, se acercó y con su mano acaricio su mejilla magullada.
Ella estaba sumida en lo más profundo de sus pesadillas justo donde ella iba en dirección a donde su amigo Jasón y cruzando la calle un auto iba hacia ella a toda velocidad, propiciándole un fuerte golpe en la cadera y lanzándola hacia el otro extremo de la calle llevándola a la inconsciencia.
Abrió los ojos de golpe y Jasón se acercó asustado.
—¿An? ¿Todo bien?—ella parpadeó y asintió.
—Jason...—largo un suspiro—te amo—cerró los ojos y todas las maquinas comenzaron a sonar.
—An... ¡An! Despierta cariño-la movió—por favor An despierta... yo también te amo, no me dejes, no tú—los médicos entraron y lo quitaron de su lado, lo sacaron de la habitación y comenzaron a tratar de reanimarla, ya no se podía hacer nada.
El chico cayo en el suelo frio de ese hospital sollozando, su vida se iba con ella, todos los sueños juntos fueron lanzados sin piedad por el precipicio.
Salió de allí tambaleándose, sentía que se asfixiaba, que su vida se extinguía y que sus terminaciones no respondían.
Caminó y caminó, no quería llegar a su casa todavía. Se detuvo al llegar al observador de pronto los recuerdos lo envolvieron y escuchó su risa, esa hermosa risa. Por su mente pasó todo lo que vivieron y su corazón se comprimió, era catastrófica su ausencia y así será siempre.
Una semana después.
Todo después de enterrarla empeoro, sentir ese vacío en su pecho que lo está llevando al abandono propio de un ser ya no encuentra una razón para seguir.
Solo una semana y ya sentía que no podía, su partida había sido la suya también y eso acumulaba un dolor más fuerte en su ser.
Una semana en donde salir de su habitación era imposible, la lastima reflejada en los rostros de sus padres y su hermana lo perturbaban más.
No sabía si lograría soportar ese calvario.
Tiempo atrás.
Llevaban planeando esta salida hace ya varios meses pero no habían podido efectuarla hasta ese día.
Iban ambos en la camioneta del padre de él hacia la playa, todo estaba preparado y hasta pensaban quedarse a dormir.
Era de madrugada, querían ver el amanecer y el atardecer juntos.
Él tamborileaba sus dedos en el volante al ritmo de la música y ella solo lo observaba, desde el primer momento en que lo vio en la universidad le pareció atractivo, su sola presencia transmitía rudeza y a la vez tranquilidad, le gustó pero siempre ha tenido miedo de confesarlo, su mejor amigo podría ser egocéntrico con los demás pero a su alrededor esa aura fría que siempre cargaba se cambiaba a cálido y amoroso, siempre era así.
Ella desvió su atención a la carretera oscura; él volteo a verla y a su mente llego el día que la vio por primera vez, su delicadeza y su sencillez lo cautivaron, quiso ser arrogante con ella pero su carácter y temple lo detuvieron de golpe, su enigmática presencia lo atrapo.
Ambos se perdieron en lo que a su alrededor ocurría, llegaron a eso de las cuatro de la madrugada. Bajaron todo y armaron la carpa.
Ella quitó sus sandalias de sus pies y maravillada por el olor del mar y la calidez de la arena, camino hacia la orilla y ahí se quedó, poco después sintió la presencia de Jason a su lado y se quedaron mirando el mar.
Él se acercó a ella y le agarro la mano para llevársela a los labios y depositar un beso allí, ella lo miro extrañada y se acomodó un mechón de cabello detrás de la oreja y sonrió.
—An... me gustas—ella sorprendida lo miro-desde el primer día en que te vi.
Ella se alejó de golpe y se acercó más al mar logrando mojar sus pies, abrazándose a ella misma con fuerza, necesitaba recomponerse. Quería gritarle que también le gustaba pero las dudas eran muy grandes, él tenía experiencia y ella solo era una chica inocente que mataría a cualquiera que quisiera acaba con su paz y destrozar su corazón.
—An...-ella volteo furiosa— lo siento— y como podría olvidarse de Alex, su novio-he sido un idiota, lo sé pero esto es puro, es genuino.
— ¿De qué hablas?—le espeto furiosa—tengo novio ¡por Dios! y entonces vienes tu a decir que te gusto, espere meses para que esto pasara pero tú te ibas con cuanta estúpida veías, no es cuando se te dé la gana, me estoy dando una oportunidad, quería sacarte de mí corazón porque sabía que solo me veías como amiga y me sales con esto, no puedo—y salió corriendo lejos de él.
Si, por idiota no lucho al principio y que decidirse ahora que ella esta con alguien es egoísta pero él siempre ha sido así, un idiota egoísta pero que ahora está decidido a no perderla, a luchar por ella.
Salió detrás de ella intentando alcanzarla, quería besarla y nunca soltarla, la necesitaba.
— ¡An!—le agarro el brazo y la pego a él—por favor... te amo, me gustas y lo sé desde el primer momento pero soy un cobarde, uno que no es capaz de luchar por lo que quiere—ella evitaba su mirada, ya en ese punto se sentía perdida.
—Eres un idiota—un golpe—te detesto, eres de lo peor, insensible patán egocéntrico— golpe tras golpe y él no la soltaba-pero me gustas, siempre ha sido así, desde el primer momento—él sonrió y la elevo dándole vueltas mientras ella reía—tengo novio Jay y lo quiero, lo siento.
—Termínale An ¿eres feliz con él?—ella se alejó.
—Sí, lo soy—sonrió—él es maravilloso, con él soy feliz y no me pidas que lo deje, no tienes derecho a tal cosa—él asintió.
—Entiendo, regálame este día—ella lo miro extrañada—¿quieres ser mi novia secreta por hoy?—ella sonrió y negó porque esas cosas nunca salían bien —y me olvido de lo que siento, por favor dime que si—ella lo pensó, que más daba Alex no se enteraría y todo sería igual después o eso quería creer.
—Está bien, solo hoy y mañana hacemos como si nada pasó—él asintió y la volvió a cargar dándole un beso en los labios.
Ella sintió una fuerte corriendo que recorría todo su cuerpo, sentir su sabor, sus maravillosos labios moviéndose delicadamente sobre los suyos.
El amanecer estaba allí, siendo observado por dos almas destinadas a estar juntas pero separadas por sus decisiones equivocas.
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Pasaron todo el día correteando, jugando con la arena, besándose, sintiéndose, dejando marcado ese momento único.
Nadaron por largas horas y luego salieron a comer sumidos en la burbuja que habían creado solo para ellos y ese amor que era completamente una locura y que a la vez era real, autentico y genuino.
Ella se quedó dormida durante la tarde y él salió a caminar, durante su recorrido encontró un restaurant muy hermoso y se prometió llevarla a cenar allí.
Se fue nuevamente a donde estaba ella y se asustó cuando no la encontró, observo todo el lugar y se detuvo al ver aquella hermosa figura en el mar.
Se acercó quitándose la camiseta y lentamente se introdujo en el mar, le agarro la cintura, la pego a su pecho y le habló al oído.
—No deberías desaparecerte así—ella se volteo y le sonrió, él le dio un beso acercándola más, profundizando más, sintiendo su ser mucho más cerca.
—No deberías hacerlo tú-lo reprendió ella al separarse—¿dónde estabas? ya va a atardecer—él sonrió.
—Veía un restaurant de por aquí cerca para ir en la noche—ella sonrió y rodeo su cuello con sus brazos—eres tan hermosa An, desearía que esto fuera para siempre—ella bajo el rostro y él negó tomando su mentón— tranquila cariño, solo olvídalo—y la volvió a besar.
Atardecía pero ellos estaban concentrados el uno en el otro, probándose, acariciándose, sintiendo, viviendo su amor, comiéndose a besos, ella envolvió sus piernas torno a su cintura acercándose más a él, se ansiaban, se necesitaban con locura.
Se separaron agitados, jadeando, juntando sus narices.
— ¿Por qué ahora? ¿Por qué no antes?—preguntó ella.
—No lo sé, por miedo a que me rechazaras quizás—le dio un beso casto—miedo a que no me quisieras.
—Que tonto ¿no notabas como te miraba? moría por ti pero no te dabas cuenta y me canse—sonrió—ahora míranos, aquí viviendo algo que no debe ser, que no debo hacer— posó su frente en su hombro y comenzó a llorar.
—No llores mi amor, por favor—le acaricio el cabello—siento ser un idiota, siento dañar tu paz, siento dañar tu felicidad, siento todo pero no me arrepiento de lo que siento por ti porque es lo más puro y real que he tenido jamás—el amor entre ambos crecía estrepitosamente, su bonhomía lo atrapaba.
Salieron del agua y silenciosamente buscaron su ropa y se fueron a vestir, él pensó que ella ya no querría seguir allí y en efecto, al ver su rostro se dio cuenta que no se equivocaba pero ella no se lo diría y él sería lo suficientemente egoísta para no preguntarle y arruinar la oportunidad de seguir a su lado.
Ya vestidos decidieron irse al restaurant.
Entre besos, caricias y abrazos caminaron hasta el lugar y allí cenaron tranquilos, perdidos en lo que se transmitían en ese momento, en lo que sus almas querían, en lo que anhelaban, en ese amor que los arropaba.
El destapar y dejar que la luz entrara de lleno a ese amor escondido que tenían el uno por el otro hizo que se solidificara, se hiciera más fuerte. Hizo que se dieran cuenta que era algo tan real, aunque inapropiado.
Después de comer salieron del lugar y comenzaron a caminar en silencio, él sabía que ella necesitaba pensar, acomodar todo en su cabeza.
Y después de todo lo que han vivido allí para ambos sería muy difícil continuar, porque sus vidas no eran fáciles y si antes les dolía verse con otras personas, ahora más.
Ella suspiro y él entrelazó sus manos deteniéndola y acercándola a él.
—No pienses, no te tortures... por favor—expresó contrariado, triste.
—¿Cómo quieres que no lo haga?—preguntó—sabes que todo es muy difícil y aun así permití esto, es que si soy tonta—ella se soltó y camino más rápido.
— ¡Espera!—la alcanzo y pego su espalda a su pecho, ya casi llegaban de nuevo a la playa—yo...no sé qué decirte—suspiro—no es un error y no eres una tonta, solo haces lo que tu corazón te indica y no sabes como quisiera que todo fuera diferente, lo lamento.
Ella se soltó y siguió caminando, no quería tenerlo cerca. Se sentó en la orilla del mar y sintió como él se sentaba a unos pocos metros de ella.
Escucharon el rugir de un motor y voltearon, era Alex.
Se acerco echando humo por los oídos y mirándolo con furia. Alex se le paro en frente y quiso golpear su rostro pero Jason lo esquivo y así uno tras otro hasta que Alex termino en el suelo.
— ¿Que te ocurre?—preguntó Jason aún sabiendo que ocurría.
— ¿Creen que soy idiota? ¿Que no me iba a enterar?—ella bajo el rostro y una lagrima se deslizo por su mejilla—Anais... ¿crees que me merezco esto? ¿Lo crees?—Jason lo sonto y él se levanto—¡responde!-le grito acercándose.
—Hey—lo frenó Jason con la mandíbula tensa—no te permito que le grites—Alex sonrió y se alejo alzando los brazos.
—No te quiero volver a ver jamás-la señalo—esperaba más de ti, nunca pensé que fueras así de...—ella levanto el rostro y le volteo la cara de una bofetada.
—No lo digas, no te atrevas—puntualizo—soy lo peor al engañarte, lo acepto pero no te permito que me insultes, no eres quien para juzgarme, no eres nadie para reprocharme nada, recuérdalo no eres mejor que yo—sonrió triunfante—sé todo lo que pasó con ella, fui feliz contigo pero eso no te da el estúpido derecho de insultarme—el sorprendido sonrió.
— ¿Y que mas podía hacer? vivías en una burbuja en donde Jason era como tu dios personal, siempre hablando de él, mirándolo, sonriéndole, me sentía un estúpido infeliz que no podía hacer que te olvidaras de él, no me culpes si un día borracho me bese con otra mientras tu estando conmigo pensabas en él, no seas hipócrita—la dejo muda y él se dio media vuelta y salió de allí como una bala.
Ella se sentó en la arena tapando su cara con sus manos mientras lloraba por lo estúpida que fue, por pensar que con él podía olvidar a Jason y ahora perdió a la única persona que la apoyo y aguanto a pesar de todo.
El se acerco y ella lo detuvo.
—Me gustas como nadie nunca lo ha hecho y quiero que intentemos tener algo serio pero si me llegas a lastimar y te quedaras sin descendencia—él sonrió complacido y se acerco.
—Nunca lo hare An, te lo prometo—y selló la promesa con un beso tan delicado como las caricias de un ángel.
Tiempo actual.
Habían pasado dos meses, los recuerdos no lo dejaban tranquilo y su corazón seguía sangrando, lo peor es que nadie le aseguraba que eso se detendría, que el dolor pasaría y que seguiría con su vida, para él todo había terminando con ella.
Era ya la media noche e intentaba dormir con todas su fuerzas pero era inconcebible, su sueño era inestable, tan frágil como una hebra de cabello que podías arrancarlo y ya o serviría más, así había pasado todas las noches desde su partida, no había forma de que pudiera conciliar el sueño por más de cinco segundo donde solo pensaba en ella, como le estaba pasando en ese momento donde cerraba los ojos pero solo aparecía su rostro y en ese momento algo cambió porque ya no solo era su rostro, también escuchó esa dulce voz que tanto amaba, que extrañaba con locura.
—Jason...te amo—se levantó de golpe abriendo los ojos asustado, eso solo podía ser producto de su imaginación, no podría ser otra cosa así que se levantó completamente de la cama y cerró la ventana que había dejado semi abierta, seguro era alguien haciéndole una broma de mal gusto.
—Jason...nunca quise dejarte—volteo asustado pero se encontraba solo en esa oscura habitación-siempre fui feliz contigo—pensó que eso de verdad tenía que ser una broma porque de que otra forma seria.
—¿Quién está allí? Salga de una vez que no estoy para este tipo de juegos—nadie apareció y eso solo lo asustó más- ¡dejen de bromear! ¡Salgan ya! —gritó perdiéndola calma y la puerta se abrió mostrando a su madre con gesto preocupado.
— ¿Qué ocurre hijo? ¿Con quien hablas? —él la miro con el ceño fruncido y se paso la mano por la cara para luego llevarla a su nuca.
—No ocurre nada mamá, déjame solo por favor-dentro de ella sabía que eso no era algo normal, su hijo ha estado muy deprimido y verlo así le rompió el corazón, parecía un cachorro pedido.
—Cualquier cosa ya sabes dónde estoy—él asintió.
—Esta bien mamá no te preocupes —ella cerró la puerta, él camino hasta su cama y se sentó.
—Siempre voy a estar junto a ti—miro hacia todos los lado encontrándose con la soledad de su habitación nuevamente, sentía la desesperación crecer en su pecho así que pegó su espalda a la pared y subió sus piernas pegando sus rodillas a su pecho abrazándolas. Así pasaron las horas, esa voz no paraba de resonar en sus oídos, no había forma de que se callara y él solo quería que ese tormento se acabara de una vez por todas.
Sentía la presión crecer en su corazón, añorando que eso hubiera sido real y que ella si estuviera en ese lugar, junto a él.
Tres semanas después.
Decir que estaba enloqueciendo se quedaba corto para lo que en verdad le había pasado mientras transcurrían los días, parecía un muerto en vida. No dormía, no comía y no hablaba con nadie, no salía de esa oscura habitación y se sentía el ser más miserable de la tierra.
Su dulce voz lo atormentaba y cuando se dejaba llevar se recordaba que ella estaba muerta y que no podía ser más que una alucinación por el trauma de su perdida pero a veces solo quería sentir el consuelo de su voz, que le dijera cuanto lo amaba y que siempre estarían juntos para después caer mucho más profundo en ese oscuro y putrefacto hoyo en el que se había estado consumiendo.
No había forma de encontrarle una explicación a aquello, así buscara formas de agotar su cuerpo esa voz de igual forma no lo dejaba conciliar el sueño. Enloquecía lentamente, ver tan solo que se acercaba la media noche lo ponía nervioso y ya estaba cansado, tanto que no tenía fuerzas para luchar más.
Esa noche había salido a correr para ver si así ese día no llegaba esa voz, así que mientras corría por el vecindario y escuchaba música a todo volumen se concentraba en que debía salir de eso porque temía por su salud mental, tenía por su vida y no quería eso más.
—Amor...—presiono sus manos en sus oídos haciendo que la música perforara sus tímpanos —vine a contarte una historia de nosotros—él presionó con más fuerza—sé que me extrañas, yo a ti también.
—Cállate por favor—susurró— ¡cállate! —esa vez gritó.
— ¿Por qué? —cerró sus ojos con fuerza y pudo ver su sonrisa lo que hicieron que los abriera rápidamente.
—¡Porque si! No te quiero escuchar ¡ya no! -gritó con más fuerza quitando sus manos de sus oídos.
Las pocas personas que estaban por allí lo miraron extrañados, pensando que necesitaba ayuda. Él los ignoro y corrió hasta llegar para pasar directo a su habitación y en ese momento la voz volvió, comenzó a caminar de un lado a otro sintiendo como se perdía poco a poco.
Esa voz comenzó a relatar el primer día, el día en que se conocieron y lágrimas comenzaron a salir de sus ojos, esto era insoportable y el dolor era insostenible. Entró al baño buscando una de esas pastillas para dormir que le había dejado su madre y que no había querido utilizar pero esa noche necesitaba callar esa voz, necesitaba dormir.
TRES MESES DESPUES.
Esa noche estaba en una fiesta intentando olvidar, tratando de dejar atrás en lo que se había convertido su vida, en el desastre que ahora es.
Se estaba volviendo loco, eso era más que seguro y ya no soportaba la sensación de costumbre que sentía cada vez que la escuchaba porque escuchar la voz de tu mejor amiga muerta no es sano para nadie y eso ya le estaba pasando factura.
Mientras las horas transcurrían intento evitar ver el reloj pero su corazón saltó de miedo al escuchar como el reloj de esa casa marcaba la media noche y temía por su cordura, necesitaba salir de allí.
—Jason cariño—suspiró con pesar—lo de la playa no debió suceder pero igual fue lo mejor que pudimos hacer—sonrió porque eso no debía ser así.
—Me estas volviendo loco—susurró—por favor, déjame en paz.
—Ver el amanecer juntos fue lo mejor—la desesperación comenzó a crecer.
—Déjame en paz—volvió a susurrar mientras trataba de controlarse.
—Nadar juntos...
—Cállate...—advirtió.
-Comer juntos...
—¡Cállate! ¡Déjame en paz! —gritó fuera de sí y todos lo quedaron viendo.
—Seguro esta drogado—dijo una persona a lo lejos y él no aguantó más, salió corriendo de ese lugar sin detenerse ni un segundo, solo corrió sin saber a donde iría porque sentía que se asfixiaba, que acabaría con él mismo para terminar aquella situación.
Se detuvo poco a poco y llegó a un observatorio comenzando a llorar, sintiendo como algo lo consumía por dentro, como se quemaba su alma y como el abismo era tan tentador.
Se sentía triste y vacio, perdido y sin vida.
Las esperanzas lo abandonaron, la razón daba paso a la locura y el momento de encontrarse a sí mismo no llegaba por más que quisiera. Salió de allí corriendo hacia su casa, sentía su cuerpo su cuerpo liviano y antes de poder entrar o si quiera tocar cayó de lleno al suelo inconsciente.
Su mente pasó de blanco al negro y luego a la nada infinita.
Abrió los ojos poco a poco desorientado, miro a todos lados y comenzó a sentir esa desesperación que tan bien conocía, bajó la vista a su brazo y arrancó la vía in importarle el dolor ni la sangre, él no quería estar allí.
Salió al pasillo y se encontró con la mirada de horror de sus padres, los enfermeros venían y él solo se quedó allí sintiendo la sangre bajar por su brazo. Entre dos enfermeros lo llevaron dentro de la habitación para limpiar la sangre y colocarle de nuevo la vía.
Su madre veía como su hijo parecía estar muerto y le dolía, sabía que para él no era fácil, que cada día que pasaba caía más hondo, lo pudo percibir en sus ojos que ya no brillaban como antes. Mientras su padre solo veía a otra persona en el lugar de su hijo, ese y no era el Jason que él crió, su niño y esperaba que no fuera tarde para recuperarlo, para solucionar todo eso.
Jason esperó a que le pusieran todo de nuevo y ya un poco más calmado se dirigió a su madre.
— ¿Qué hora es? ¿Cuánto tiempo he estado aquí?—su madre lo vio con el ceño fruncido y miro su reloj antes de responder.
—Tienes un día aquí y ya va a ser la media noche—sus ojos se abrieron desmesuradamente viendo hacia todos lados, cubriéndose los oídos con mucha fuerza.
—No quiero escucharla, no hoy, no ahora-miró a su madre con suplica y esta observo como esa mirada parecía tan perdida que le partió el corazón-mamá ayúdame por favor, ayúdame porque no sé si lo soporte-sintió un pinchazo y poco a poco fue cerrando sus ojos.
Sofía y José hablaron con el médico y este les dijo que le haría unos exámenes más a fondo y si era lo que temía tenían que tratarlo cuanto antes y con mucho cuidado. Ellos de acuerdo en todo salieron del consultorio, temían que todo lo pasado con esa chica lo hubiese afectado a un punto sin retorno.
—José...su mirada, nunca había visto a mi hijo así, me parte el corazón, se veía perdido, hundido—sollozó—por Dios... es nuestro pequeño.
—A mí también me duele Sofía, es mi hijo y no puedo creer como pudo convertirse en eso que es ahora, como fue que todo sucedió en nuestras narices y no hicimos nada por ayudarlo-ambos entraron a la habitación sin decir ni una sola palabra y lo vieron sentado en la cama comiéndose una manzana.
—Te van a hacer unos exámenes, necesitan descartar cosas&él chico subió su mirada al oírlos y negó sabiendo que lo suyo no estaba en la sangre sino en su mente, tenía que acabar con eso de una vez por todas, ya había dejado que se extendiera demasiado.
—Yo...yo necesito un psicólogo o psiquiatra no sé, lo único que sé es que no estoy bien-suspiró—han ocurrido muchas cosas estos meses—comenzó a decir para luego con voz angustiosa relatarles como había sido su vida desde el momento en que ella dejó de estar a su lado. Ambos se miraron sorprendidos por lo que Jason les contaba y se lamentaban el no haber podido evitar toda esa locura—no quiero que siga, no quiero acostumbrarme a eso, ayúdenme por favor—sollozó y Sofía se acercó a él pasándole la mano por la espalda—quiero ser el de antes, ayúdenme—ella terminó por abrazarlo y él comenzó a llorar entre sus brazos.
Después de eso tenía la certeza de que las cosas mejorarían, de que no había forma de que no se recuperara después de todo y que aunque le doliera en el alma, tenía que dejarla ir de una vez por todas, tenía que dejarla descansar en paz para que él también pudiera hacerlo y además de eso vivir como nunca antes lo había hecho, se merecía descansar y seguir amándola pero sanamente, sin ninguna alucinación o voz que lo atormentara de nuevo.
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