Capítulo Uno: Por favor, ayúdame.
《—Ayuda. 》
《—¡Ayudamos, por favor! 》
《—Por favor... 》
Gritos desesperantes, lamentos y voces quebradas suplicando por algo que me es imposible de darles. Mi ayuda. Estiro mi cuerpo sobre la cómoda cama, suelto un alto bostezo antes de saltar fuera, tomar mi pila de ropa para este día e ir directo al baño. Abro la ducha y me tomo unos segundos para meditar mi mañana.
Las súplicas, como de costumbre, son todas las noches, donde sueño conmigo sentada frente a un lago pequeño y de agua cristalina, donde esas voces logran comunicarse, hablamos por horas, como viejos amigos poniéndose al día sobre hazañas y situaciones divertidas pasadas.
Saco el jabón de mi cuerpo con el agua de la ducha, al terminar me seco con la gran toalla de color blanco, me visto con un sencillo vestido de color esmeralda y salgo topándome con David, mi padre.
—¡Hola loquita! —saluda con su habitual energía, envolviendo sus brazos en mi cuerpo.
—¡Oye! Deja de llamarme de ese modo. —me quejo, retorciéndome.
—No lo creo querida Saven, no olvidaremos ese día. —reprime una carcajada antes de hacerme a un lado y entrar al baño.
Bufo molesta, camino a mi habitación, cepillo mi corto cabello y me pongo unos botines de un gris brillante y los cuáles, llegan a la altura de mi tobillo. Recuerdo aquel día, cuando una pequeña Saven de ocho años, escucho esas lejanas voces pidiéndole ayuda, ella como cualquier niña, fue ingenua a esos extraños llamados, se levantó a mitad de la noche y llamó a la puerta de sus queridos ancianos, única familia y padres adoptivos:
—Quieren mi ayuda.
Hablé tan pronto abrí la puerta entre las penumbras de su habitación. Ellos se levantaron al escuchar mi suave y preocupada voz. Respondieron con preocupación:
—¿Quiénes querida?
Indagó Chloe con suavidad, las dulces palabras de una madre preocupada por su hija.
—Las voces. Ellos quieren que los ayude...
Recuerdo verme moviendo las manos, señalando distintos puntos en la casa de "dónde" provenían las voces. Mientras movía mis pequeñas y delicadas manos, las voces pedían a gritos de mi ayuda, llamando a súplicas mi nombre, aturdiendo mis sentidos y provocando que comenzará a llorar con fuerza.
—Tranquila pequeña, estamos aquí y no permitiremos que algo te suceda.
Señaló David, tomándome en brazos y llevándome a su cama, tumbando mi pequeño cuerpo en medio de ambos.
Después de ese acontecimiento llegaron otros con mayor fuerza. Por las noches no lograba conciliar el sueño por sus gritos desgarradores, siempre presentes en mis pesadillas. El insomnio dejaba marca en mi rostro y vida escolar, dormía en clases y mis calificaciones bajaron considerablemente. Fui a parar al psicólogo del instituto y uno privado. Nada. Todo seguía igual. Escuchaba las charlas desesperadas de mis ancianos al caer la noche, así que, me armé de fuerza de valor y comience a alejar las voces de mí, ignorando sus peticiones y logrando, con éxito continuar con mi vida. Las calificaciones subieron y ya no dormía en clases. Aunque, como era de esperar, no podría mantener eterno control sobre las voces y en algunas ocasiones me atormentaban en las pesadillas, provocando que despertara gritando y las sesiones con el psicólogo privado no desaparecieran.
Avance a la cocina y salude con un sonoro beso en la mejilla a Chloe. La mujer más dulce, atenta y grandiosa pastelera que he conocido en toda mi vida. Me extiende un sabroso café con leche y varias galletas de chocolate. Las como y saboreo con eterno agradecimiento a Dios por darle tan maravillosa habilidad en la cocina.
(...)
—¡Mejor amiga! —grita Jordan en medio del pasillo al verme llegar.
—Baja la voz, llamas la atención de todos. —musito reprendiéndola.
Pasa un brazo sobre mis hombros, me atrae a su cuerpo en un tierno abrazo que le correspondo al instante y beso su mejilla. Caminamos directo a mi casillero.
—¿Pesadillas? —indaga, pero se siente como una afirmación para sí misma.
—Sí. —respondo sacando el libro de biología.
—¿Qué decían está vez? —continúa con el interrogatorio.
—Lo mismo de siempre —digo cansada y cerrando el casillero—. Ayuda, Saven y por favor. Ahora combínalas y crea diferentes oraciones con esas tres palabras. —me alejo para comenzar a caminar a mi respectivo salón.
Permanezco en completo silencio buscando el número de mi salón y con una Jordan pensativa a mi lado. Como es de esperarse con mi despistada manera de ser en algunas ocasiones, olvido algunas de las ubicaciones de los salones.
—Sabes que te creo. —asiento ante las palabras que rompen nuestro silencio.
—Eres la única que lo hace. —resoplo con fastidio.
El psicólogo trató de diagnosticar esquizofrenia, pero después de una serie de pruebas, fue denegada, mis padres creen que es por el estrés del instituto, mi mejor amiga cree que es por alguna razón que ambas desconocemos, la vidente —loca del pueblo— que visité hace unos días atrás, cree que poseo el mismo don que ella y yo, creo que es alguna tontería que provocó que unos tornillos en mi cabeza se perdieran.
Me despido de mi mejor amiga con un movimiento de cabeza e ingreso al salón de biología.
De lunes a viernes es lo mismo. Clases —algunas con mi mejor amiga y otras en completa soledad con "todos los amigos de clase" o compañeros—, ir a almorzar la insípida comida del comedor y de regreso a casa.
(...)
—Espero que hoy las cocineras tengan amor al cocinar. —habla para sí misma Jordan, camino al comedor. Asiento de acuerdo—. Me muero de hambre, ¿podemos caminar más rápido? —cuestiona al observar cómo me detengo de abrupto.
Miro con detenimiento las grandes puertas que dan a la salida del instituto y unas intensas ganas de salir me inundan.
—¿Pasa algo? —pregunta mirándome, sus lindos ojos cafés muestran preocupación ante mi silencio.
Ni yo sé que me pasa.
《—¡Ayuda! 》
《—Por favor, ayúdame... 》
《—Mi hija... 》
Las palabras de esa mujer calan en lo más profundo de mi ser y siento una punzada en mi corazón.
Ignorando el teatro de preocupación que expresa el rostro de Jordan, comienzo a caminar rumbo a las grandes puertas, cegando mis ojos por unos segundos, gracias a la fuerte luz del mediodía.
—¡Saven! ¡¿qué haces?! —grita a mis espaldas Jordan, con total indignación.
Bajo los tres escalones con apuro, caminando por puro instinto y escuchando los pasos apresurados de mi mejor amiga detrás. Después de esto todo ocurre de un modo extraño, camino, sin idea de a dónde mis pies me dirigen, cruzando las calles sin mirar a ambos lados y esperando no morir en el intento.
《—Su nombre... ella. 》
Miro el centro del pueblo de Farren y al pestañear, me encuentro en otro sitio. Un oscuro pasillo. Miro mi alrededor en busca de Jordan o algo que me ayude a identificar cómo he llegado a este sitio, pero tanta diferencia en mi entorno me hace dudar de realmente conocerlo. Una gran llamarada de fuego ilumina el lugar y luego un fuerte temblor, mi cuerpo se balancea con fuerza provocando que caiga de trasero sobre el frío mármol blanco.
—¡No! Por favor, le suplico... —la voz de esa mujer retumba a mi alrededor.
Me pongo de pie tan rápido como puedo, camino hacia el frente sin tomarme un verdadero tiempo para detallar el lugar y ver en qué parte del pueblo me encuentro. Mi principal pensamiento es ayudar a esa mujer. Su voz me provoca tristeza y mis ojos pican.
—Tienes diez minutos para salvar tu pequeña hija. —un escalofrío me recorre la espalda al escuchar aquella escalofriante voz.
Una ola de desesperación me inunda al escucharlo decir esas palabras y mis pies automáticamente aumentan su velocidad. Corro, subo y bajo escaleras, giro hacia la derecha e izquierda. En algún momento de tantas vueltas me declaro pérdida, pero mi cuerpo impacta con fuerza contra alguien. Me tambaleo hasta lograr mantener el equilibrio y mirar a esa persona.
—Ayúdame, por favor... —súplica y me tiende un bulto.
Identifico la voz de esa triste mujer y acepto el rollo de mantas que me entrega. Trato de detallar su rostro, pero una gran capucha se lo oculta.
—El tiempo se acaba mi reina. —la mujer resopla y miro su cuerpo temblar.
Toma mis hombros, me gira y da unos empujones para que comience a correr sin darme instrucciones o preguntarme quién soy. Obedezco sin pensarlo y corro sin meditarlo demasiado.
《—Saven. 》
Detallo una sombra al fondo del pasillo.
—¡Espera!
《—¡Saven, Saven! 》
El bulto entre mis brazos se retuerce con molestia y se queja. Un bebé.
—¡Ayuda! —le grito y la sombra se detiene—. Gracias a los cielos, una mujer atrás me entrego a este bebé y me parece que necesita ayuda y...
Deslumbro el brillo de un cuchillo ser levantado. Oh mierda.
《—¡Saven! 》
Parpadeo con fuerza y observo el rostro brillante de sudor de Jordan, su respiración agitada y preocupación en sus ojos marrones.
—¿Dónde está el bebé? —cuestiono y la tomo de los hombros—. ¡Dime! Aquella mujer necesita de mi ayuda, debo de regresar, pero... ¡Ese tipo nos iba a matar! ¡Con un cuchillo! —grito en frente de rostro de Jordan y sacudiendo su cuerpo con fuerza.
—¡Saven! —grita apagando mi griterío—. ¿Tan siquiera sabes en dónde estamos? —cuestiona liberándose de mi agarre y enfatizando con un movimiento de manos a nuestro alrededor.
Miro nuestro entorno y un nudo se forma en mi garganta al ubicarme.
—¡En el maldito cementerio! —grita al verme en completo silencio.
En el jodido cementerio...
—Y no sólo eso, ¡te salvé de morir aplastada por un auto! Y, y, cuando logro que me contestes, hablas de una mujer, un bebé y de que querían matarte. No entiendo amiga. —se queja con el miedo desbordando en su voz.
Me acerco y la envuelvo en mis brazos. Siento su cuerpo temblar ligeramente y sus manos frías reposar sobre mis brazos con un fuerte agarre.
—Temí que te pasara algo cuando ese auto estuvo cerca de tu cuerpo... —susurra.
—Lo siento Jordan... yo no sé qué fue lo que sucedió. —admito en otro susurro.
Miro de nuevo mi alrededor. No de nuevo. Por favor...
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