Capítulo Catorce: Larga vida a la reina Violeta.

Permanezco charlando por un buen tiempo con el alfa de la manada, sobre temas triviales y descubro que es un gran chico, aunque su apariencia tan tierna me ayudaba a hacerme una idea.

—¿En este mundo escuchan música? —pregunto con una sonrisa fingida.

Claro que debían de tener de esos aparatos por algún lado, todo era cuestión de saltar entre mundos para conseguir un móvil. Rudy lleva una mano a su pecho con total indignación, frunce su ceño y abre un poco su boca.

—¿Nos vas a tratar como a unos cavernícolas? —suelta molesto.

—¿Debería?

—Dame uno de esos teléfonos y te enseñaré que puedo usarlo sin problema.

Suelto una estrepitosa carcajada, él me mira con fingida molestia antes de seguirme con su fuerte risa, ambos interrumpimos el gratificante silencio con nuestras fuertes risas. Reímos hasta que nos duele el estómago y pequeñas lágrimas se escurren de mis ojos.

Las risas de Rudy se detienen de golpe, su expresión cambia a una de seriedad y se levanta de su silla. Imito su acción silenciando mi risa, pero sin levantarme de la silla, mirando con extrañeza al chico que permanece con su expresión severa y posición recta. En cuestión de segundos, Caled aparece de la mismísima nada y sus ojos vuelan por toda la habitación buscando algo.

Mi corazón comienza a latir con fuerza como si de algún modo supiese que él me busca. Nuestras miradas se cruzan y una amplia sonrisa aparece en mis labios, me levanto de un salto y corro a darle un largo abrazo, sin darle demasiada importancia a su aparición repentina.

—¿Cómo estás? —susurra cerca de mi oído.

Asiento sintiendo su cálido aliento pasear por mi cuello, provocando que un escalofrío recorra mi espalda y... oh Dios, ¿tan embobada me encontraba con este reencuentro que conteste de un modo tan estúpido a su pregunta.

—¿Cómo estás?

—Sí. —respondo como una estúpida.

Mis mejillas se tiñen de rojo y suelto una risilla nerviosa.

—Bien. Rudy ha sido un gran chico en tu ausencia. —él asiente y deshace el cómodo abrazo, ante mi respuesta coherente.

—Gracias. —Rudy asiente y vuelve a tomar asiento.

—¿Cómo es que logró pasar? —indaga el alfa confundido.

—Larga historia que desconoce esta chica. —responde Caled, luego me mira—. Jordan te esta esperando afuera. 

Sonrio con felicidad al saber que mi mejor amiga también se encuentra en este sitio. Asiento y comprendo que también se trata de una charla privada entre ambos, dejando a los hombres me dedico a subir las escaleras y salir de la maravillosa cueva.

Detallo todo a mi alrededor distinguiendo una... no, unas voces conocidas. Miro como una loca en todas las direcciones posibles hasta ubicarlos en unas mesitas en medio del pueblo, comienzo a caminar rápidamente hacia ellos. 

No podía creerlo, ¿cómo entraron? ¿habrían entrado del mismo modo que yo? Pero, parecían charlan tan animadamente que me daba la sensación de que tenían una relación mucho más cercana de lo que creía.

Mis pasos disminuyen su velocidad y por un instante temo por lo que sea pueda revelar en este lugar. Las decisiones que habrían tomado. Sus vidas. Sus posibles secretos revelados, ¿estaría lista para escucharlo?

Mi mejor amiga es la primera en alzar su mirada y regalarme una gran sonrisa, con sólo ese gesto de su parte, puedo sentir como el peso sobre mis hombros desaparece y me siento feliz. Jordan se levanta y corre a darme un fuerte abrazo que no dudó en devolver. Los chicos nos miran por un instante antes de regalarme una sonrisa de alivio.

Jordan, Eva, Zack, Brennan y Scott esperan pacientemente a que nuestro emotivo encuentro se rompa y tomemos asiento en la mesa. Lo hacemos.

—Princesa, no vuelvas a desaparecer de ese modo. —habla Zack, justo al frente.

Tomo su mano entre las mías y le doy una sonrisa de disculpa.

—Lo siento tanto.

—Nos mataste del susto, en especial a dos personas que iban a enloquecer si no te encontraban. —comenta divertido.

—¿Jordan? —asiente y mi mejor amiga me propina un ligero golpe en el brazo—, y ¿quién más? ¿tú?

Niega con una sonrisa. Frunzo el ceño sin tener la menor idea de quién se puede tratar... aunque bueno, tenía un vago nombre en mi cabeza de quién podía ser...

Mi corazón se vuelve loco con la simple sospecha de quién puede ser. Eva se levanta de su lugar, camina dos pasos para recibir a Rudy con una reverencia y él besa el dorso de su mano derecha, todo con tanta naturalidad, educación y delicadeza, como si estuvieran acostumbrados a esa clase de saludos.

—Reina Eva. —saluda—. Un placer tenerla en nuestro territorio, ¿viene con Caled?

—Exactamente.

Rudy asiente y comienza a alejarse de todos con su semblante relajado, tal vez a ocuparse de sus deberes como alfa, quién sabría. Brennan y Scott son rápidos en seguirle el paso, por último Eva se levantó diciendo que debe de atender una llamada, lo cual es algo raro porque no veo su móvil por ningún lado. Caled tomó asiento al lado de Zack y me mira con una expresión indescifrable.

—Debemos de hablar sobre lo que sucedió —comienza a decir—. No comprendo cómo lograste ingresar si tu... tus ha... —carraspeó su garganta y mira a los demás en busca de ¿ayuda?

—Cómo pasaste el espejo. Son un tanto recelosos con los nuevos. —trata de bromear Zack.

—¿Recelosos? ¿Hay más? —pregunto sorprendida.

—En total hay cuatro espejos, uno fue perdido cuando el reino de Aren fue atacado y derribado. —contesta Jordan, con la mirada fija en la mesa—. Con respecto a recelosos, se refiere que tan sólo habitantes de Horenclow pueden pasar, ningún humano puede hacerlo.

—¡No puedo creerlo! Fui la primera. —chillo de emoción, pero apago mi griterío al encontrarme con sus miradas serias—. ¿Por qué tengo la ligera sospecha de que se trata de algo más?

—Lo que pasa es que tu eres hija de los difuntos gobernantes de Aren. No sabemos si realmente eres una habitante de Horenclow ya que tu marca no se encuentra en ninguna parte de tu cuerpo, no pareces tener la gran necesidad de estar cerca de tu pareja ni mucho menos desprender la energía de tu magia. —suelta de un modo fluido Eva.

Todos la miran con reproche. Mi garganta se seca por la abrupta noticia, pero de algún modo no parece sorprenderme, es como si todo este tiempo lo supiese de algún modo. Me alzo de hombros, restándole importancia a sus palabras.

—¿Cómo era ella? —cuestiono.

Violeta.

El vago recuerdo de ese nombre retumba en mi cabeza.

Damián.

Frunzo el ceño sin comprender de donde apareció ese nombre.

Tomo la mano de Caled tan pronto mi alrededor comienza a sacudirse, cierro los ojos fuerza y el reciente temor desaparece al sentir unos cálidos brazos rodear mi espalda. Abro los ojos, mirando primero a Caled y luego estudiando nuestro alrededor. ¿Dónde estamos?

—Es el reino de Aren. —musita Caled incrédulo—. ¿En cuál año? —cuestiona para sí mismo.

Lo miro sin comprender sus palabras. Miro como una apresurada mujer se acerca desde el fondo de un pasillo, con su respiración agitada y manos temblorosas.

—Es tarde, muy tarde... —musita, pasa frente a nosotros, pero se detiene de golpe—. ¡Ustedes dos! —salto en mi lugar por su repentino grito— vamos, vamos, la ceremonia de coronación está por comenzar.

Asiento y Caled mira con el ceño fruncido todo a su alrededor, jalo de su mano para que avance a mi lado, detrás de la apresurada mujer. Caminamos por largos pasillos, pasando de largo grandes puertas de vidrio que tan una hermosa vista a su interior, nos acercamos a un gran umbral que da a un enorme jardín bajo techo, pasamos bajo él, las personas están sentadas en hermosas sillas blancas, buscamos tres asientos disponibles y al ubicarlos, pasamos por las personas hasta dejarnos caer en ellos.

Estamos tan cerca del pequeño escenario que comienzo a sentirme nerviosa. Las personas murmuran entre ellas, charlando de cosas que tan solo ellos deben de saber. Detallo el escenario que es completamente decorado con flores de distintos colores y unas cuantas telas de color blanco sujetadas para formar un techo, el aroma es dulce debido a las flores y todo se siente tan cálido.

Caled se encoge en su asiento al mirar un hombre.

—No puedo creerlo... —musita atónito—, ese es mi padre.

Miro en su dirección, pero una repentina tela negra cubre mi visión. Acomodo la tela con mi mano libre, temiendo soltar la mano que sujeta la de Caled y dejarlo por fuera de esta situación. 

—¿Qué mierda es esto? 

—Ese vocabulario señorita. —me reprende una mujer a mi lado.

—Lo siento. —musito avergonzada—. ¿Qué es esto? 

—Una capucha. —dice en tono obvio—. ¿En tu mundo no tienen? —lo miro con molestia, antes de soltar unas risillas a su lado.

Todo el salón se inunda de un repentino silencio, obedecemos a la multitud y copiamos su acción. Una repentina melodía de piano se escucha de fondo, un hombre de bata blanca con una corona en sus manos se acerca por el pequeño camino alfombrado de blanco en medio de las sillas, se posa en el escenario. Un ave pasa volando entre todos los espectadores, desprendiendo unas cuantas llamas con su veloz vuelo y mantiene volando cerca del escenario. Giro mi rostro al escuchar unos tacones y mi boca se abre de asombro. 

Una hermosa joven de largo cabello castaño recogido en una larga trenza, brazos cruzados detrás de su espalda y en su brazo izquierdo un tatuaje de una enredadera de flores parece desprender un suave brillo dorado en conjunto con su entallado vestido dorado, contorneando su figura, una gran capa de color blanco se sujeta desde sus hombros y va a caer lejos de sus pies, los tacones del mismo color y una mirada verde resaltan en su blanca piel. Mira con decisión el escenario frente a ella y el ave se posa en su hombro formando una majestuosa obra de arte.

—La mano derecha en alto y repite cada palabra del juramento con fuerza, que tu pueblo escuche la voz de su nueva reina. —la chica asiente, determinada—. Yo la reina Violeta de Aren, prometo cuidar de mi pueblo de las frías guerras, devastadoras consecuencias con personas manchadas de sangre, bendecir a todos con el escudo que protege el reino y dar mi vida por Aren de ser necesario.

La chica repite cada una de las palabras con determinación, con su mirada clavada en todos los presentes. 

—¡Larga vida a Aren! —gritan todos, en cuanto la reina Violeta finaliza su juramento.

El hombre deja caer con delicadeza la corona sobre la cabeza de la chica, finalizando la ceremonia. 

—Larga vida a la reina Violeta. —susurra Caled a mi lado. 

—Larga vida a Aren. —musito, recordando las palabras de la madre de Eva.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top