Capítulo 8. «Despertar»
Lo primero que Piperina vió después de despertar fue un par de ojos azules, oscuros. Había motas oscuras a su alrededor, eran grandes, y el rostro a su alrededor...
Un niño. No podía tener más de doce. Su cara redonda estaba coloreada de rojo, por el esfuerzo, pero fuera de eso parecía sereno.
—Es una reina —dijo—. Nació en el Reino Luna, es de ahí, y... —Piperina creyó que se afligiría y diría algo triste, pero en vez de eso agregó—: Qué vida tan interesante.
—Llevénla a la enfermería —una voz los interrumpió, gruesa, simplemente mandando. La de un rey.
🌙🌙🌙
—Despierta —escuchó Piperina como mandato antes de abrir los ojos de nuevo. Vió entonces a un chico de cabello castaño mirándola, tenía unos ojos verdes que sólo había visto antes en ella misma.
A su alrededor estaba un hombre de cabello gris y canoso, barba, y mirada altiva, el mismo niño que había visto antes de desmayarse, una niña pequeña de ojos grises, y una chica pelirroja.
—¿Qué...? —preguntó, mareada.
—¿Qué pasó? —la chica pelirroja la interrumpió, sus ojos, castaños y dorados, parecían brillar—. Saliste de tú prisión, deseaste ir al palacio escondido que habías conocido una vez, dónde nadie pudiera encontrarte. Es por eso que estás aquí. Buena decisión.
—No entiendo nada —dijo ella. El hombre se adelantó, sus ojos firmes y reverentes, llenos de autoridad palpable.
—Sabemos quién eres. Piperina Stormsword, princesa exiliada, traicionada por su propia hermana. No nos hemos presentado correctamente. Mi nombre es Séneca, y soy el protector de estos cuatro niños. Ella es Nainzi —señaló a la niña de ojos grises—, él Tommen —señaló al chico de ojos verdes—, Deyanira —señaló a la pelirroja—, y Abimaí —al chico de ojos azules oscuros—. Somos exiliados también. Vivimos de ciudad en ciudad, huyendo constantemente.
—Y no es casualidad que estemos contigo —dijo Tommen, que parecía el mayor de todos—, Abimaí tuvo una visión hace unos días, dijo que despertarías aquí y, sin ayuda, morirías.
—No podíamos dejarte sola —completó Nainzi. Piperina entrecerró los ojos.
—Uno por cada elemento —dijo—. Son como una versión alternativa de mis otros tres amigos. Sólo nosotros podíamos abrir las puertas de la muerte, pero si hubieran estado con nosotros...
—Nos hemos mantenido ocultos por una sola razón —Deyanira, notó Piperina, no se abstenía de interrumpir, su tono de voz era prepotente en todo su esplendor—. Una combinación así siempre cambia las cosas. Los cuatro elementos no son buenos juntos, pero solo si los demás conocen esa unión.
Piperina apretó los labios.
—Todo este tiempo necesitamos ayuda y ustedes...
—También hemos tenido problemas —contestó Abimaí. Piperina se sintió helada porque se trataba de un chico igual que Amaris, con poderes de clarividencia que parecían extremadamente poderosos—. Tienes sólo tú perspectiva, y eso es todo. Hay más cosas que ver.
—No tengo sólo mi perspectiva —insistió Piperina—. Tengo amigos poderosos. Amaris también es clarividente, Zedric...
—Nos he mantenido escondidos de ambos —interrumpió, de nuevo, Deyanira—. La cosa es que nuestros problemas también han sido grandes. Nosotros hemos luchado contra dioses, ¿Sabes?
—¿Y yo no he luchado? —interrumpió Piperina—. Hay dioses y lo sé, pero también elfos, y...
—Nosotros hemos luchado contra dioses de las emociones —explicó Tommen—. Tal vez no haya sucedido en un plano material y notable como tú, pero lo hemos hecho. Ahora queremos ayudarte porque, y lo sabes, ambos estamos del mismo lado. Buscamos un fin pacífico y una transición de poderes igual de equitativa que la que tenemos ahora.
—Espera —Piperina se perdió un momento, apenas si podía pensar bien—. ¿Por qué tendrían que luchar contra dioses? No son ellos los que...
—Como sabes —Deyanira sonrió, divertida por su falta de conocimiento—, un cambio de poderes está sucediendo. Los dioses le van a dar su poder alguien más, es el fin de una era y es inevitable. La cosa aquí es que, siendo inevitable, han surgido tres tipos de dioses. Los que saben que sucederá y dejan que el destino lo guíe, los que no quieren su poder y simplemente lo dan fácilmente...
—Como el dios del Inframundo —completó Abimaí, lleno de sabiduría.
—Y los que no quieren perder el poco poder que tienen y, por lo mismo, buscan una solución a sus problemas —siguió Deyanira. No parecía molesta porque Abimaí la interrumpiera. En cambio, había un respeto palpable entre ellos.
—Los dioses se están debilitando. Incluso los más fuertes, como el Sol y la Luna, pierden la conexión que tenían con las fuerzas que les daban poder. Es por eso que buscan nuevos huéspedes, trasladan sus almas a cuerpos de personas que están destinadas a convertirse en dioses. Mientras más cerca está su aproximación, lo fuerte que es esta persona, más fácil es para el dios. Es por eso que buscan poseer a alguien y están obsesionados con eso.
Piperina entrecerró los ojos. Sentía que algo se le estaba pasando. Justo entonces recordó a su hermana, Amaris, y todo el sufrimiento por el que había pasado, la forma en que casi la asesina un espíritu extraño, un espíritu que ella llamó, "poderoso".
—No había escuchado de posesiones excepto por la que mi hermana pasó una vez —observó, con cuidado—. El espíritu se metió en ella y casi me mata.
—Supimos de aquello —contestó Deyanira—. Fue por eso que comenzamos a investigar en primer lugar. No sabíamos en lo que nos estábamos metiendo. Desde entonces hemos tenido muchos problemas, todos los que nos llevaron aquí, hasta tí.
Se notaba que existía una gran historia detrás de eso y se notaba. Piperina notó que Deyanira estaba siendo dura porque todo lo que, a duras penas, había soportado.
—Entonces todo está relacionado —contestó—. Los dioses, con todo su esplendor, son todo menos lo que creemos. Y si es así, ¿Qué dios es el qué intenta robar el cuerpo de mi hermana?
—Eso no lo sabemos —respondió Tommen—: Es una diosa, es poderosa, pero puede ser cualquiera. Se oculta de nosotros con su poder, y no deja rastro en la mente de tú hermana.
—¿Así de poderosa eres, Deyanira? —preguntó Piperina, llena de intriga—. ¿Puedes ocultarnos, entrar a su mente, y al mismo tiempo saber lo que está sucediendo, los peligros que hay?
Deyanira tragó hondo. No le gustaba entrar en detalles, por lo que ella veía.
—Tan poderosa como Zedric, que es lo que realmente te preguntas, no. Él está transformándose poco a poco en algo más grande. Yo... —apretó los labios, hizo su cabello rizado a un lado, luego se acercó a Piperina, la tomó de la mano, y susurró—: No quiero llamar la atención de los dioses. Nunca seré tan buena como él, pero sé usar muy bien mis habilidades. Es por eso que nos he ocultado de todos cuantos he podido, y qué he decidido que deberíamos venir a ayudarte en primer lugar. No será fácil salir de aquí.
—Pero, ¿Por qué?
—No hagas más preguntas —insistió Tommen—. Te enseñaremos por la mañana. Por ahora, duerme.
Piperina nunca había caído en cuenta de la efectividad del susurro mortal. Tan rápido como Tommen lo dijo, aquello sucedió y ella quedó dormida.
🌙🌙🌙
—La efectividad de mi susurro parece haberse detenido mucho con ella. Está despertando demasiado rápido.
Piperina abrió los ojos. Tommen estaba frunciendo el ceño hacia ella, pero eso era lo único que se conservaba igual a lo que había antes de que se durmiera. Antes había despertado en algún lugar oscuro, no se veía nada en absoluto aparte de sus salvadores, mientras que en aquel momento todo era distinto, había luz, arena, y todo un desierto a su alrededor.
—Esto es Alhirbar —dijo la niña, Nainzi, que saltaba de un lado al otro con rapidez, como sino hubiera suelo debajo de ella, de seguro por su poder con el aire—. Es un páramo lleno de aldeas más que una ciudad. Se juntan por tribus, intercambian cosas, saben más de magia que todos en la civilización de la que vienes. Son muy sabios.
Piperina sintió que su garganta se cerraba al escuchar aquello. Las aldeas y el desierto le recordaban a Skrain, y recordar a Skrain le hacía sentirse triste y decaída. Skrain era todo menos quien había pensado que sería. Más que un ser fuerte e inquebrantable, parecía alguien fácil de influenciar y lastimar.
Y él, en vez de dejar sus errores atrás y llevado por el amor, la había traicionado.
—¿Y qué? —Piperina se había quedado muda, pero aún así, a duras penas, consiguió fuerzas para hacer lo que más bien se le daba, quejarse—. ¿Me tendrán cómo prisionera? ¿Me dejarán ir? ¿Qué procede ahora?
—Averiguar la identidad del espíritu que se aloja en tú hermana —contestó Abimaí—. Desearía ser tan bueno como para verlo en el futuro, pero no puedo.
—¿Entonces? —Piperina apretó los labios—. ¿Qué se supone que hagamos?
—Consultar a un experto —contestó Nainzi—. ¡Vamos, levántate, que hayas despertado antes nos da un poco más de tiempo para ir antes de que papá vuelva!
—No creo que sea una buena idea —dijo Tommen—. No le gusta que salgamos solos, puede que se enoje.
—Pero él dijo que el tiempo estaba sobre nosotros —contestó Deyanira, retando a Tommen— Y qué una vez Piperina despertara iríamos a ella.
—¿Quién es esta, "ella"? —preguntó Piperina, mientras que Nainzi, con sus poderes del aire, hizo que Piperina se levantara y todo el polvo cayera de ella—. Yo no...
Nadie le contestó. Enseguida los chicos comenzaron a caminar, Tommen y Deyanira discutiendo, Abimaí tranquilo y con mirada perdida, Nainzi hablando sin parar de otros temas para nada relevantes en el momento. La niña era entretenida pero, aún con eso, Piperina se sentía fuera de lugar, excluida, y al mismo tiempo, recordaba aquella familiar sensación de tiempos anteriores cuando le había sucedido lo mismo.
Por un momento los recuerdos de Amaris, Connor, Ranik, Hiden e Iben platicando lejos de ella vinieron a su mente, mientras que atrás, siguiéndola, estaban Zedric, Ailum y Nathan, todos por su cuenta. En aquellos días Piperina se había sentido excluida hasta que Elena, la otra única persona que tenía el mismo carácter que ella, le había hablado.
Las misiones parecían lejanas, ella se sentía distinta, y, sobre todo, Elena ya no estaba.
—Ella —insistió Deyanira, como diciéndole que no preguntara más—. No digas nada más hasta que ella diga que lo hagas.
Piperina guardó silencio. Pasó a dedicarse a observar las aldeas, todas distintas y bastante llamativas.
En general podría decirse que estaban compuestas de una sola forma. Tiendas, fogatas, personas. La verdad es que, si las mirabas con atención, podías ver lo que las distinguía.
Algunas estaban hechas de fina tela, otras de granito, mientras que lo más común era que fueran de madera fina parecida a la palma. También era diferente su forma, algunas triangulares, otras redondas, o incluso cuadradas. Podías deducir por las que eran iguales la cantidad de aldeas que habían.
Piperina comenzó a imaginar a Skrain corriendo por ahí, siendo un pequeño niño, un joven, un hombre. Sufriendo por haber perdido a su madre, feliz antes de que todo lo malo viniera hacia él. Justo cuando aquello comenzó a hacerla hiperventilar, Deyanira se detuvo y le señaló a ella entre todos los chicos que entrara a la extraña casa de campaña que tenía enfrente. Era la casa más extraña entre todas las que había visto, porque estaba hecho de granito oscuro, brillaba a contra luz y tenía varios símbolos extraños dibujados en el tejado.
—Tommen entrará contigo —indicó—. Ella no deja entrar a más de dos elementos a la vez.
—Está bien —contestó Piperina, conteniendo la respiración—. ¿Quién es ella?
—Una bruja muy poderosa —dijo Tommen—. El poder de clarividencia de Abimaí es fuerte, pero ella puede ver incluso más allá de lo que está frente a nosotros. Es difícil de explicar.
—Lo entenderás cuando la veas —insistió Deyanira, ansiosa y casi empujándola para que entrara—. No hagas ninguna estupidez.
Piperina caminó lentamente hacia la tienda. Era grande, pero aún así tenía que agacharse para entrar. Ya adentro pudo erguirse, y su vista, inquieta, rondó por todo el lugar.
—Impresionante —dijo. Había tantas plantas y hierbas por ahí que su respiración se cortó.
Los colores eran impresionantes, algunos vivos, llenos de magia, otros opacos, negros, nocturnos. Todas esas plantas parecían tener vida propia. También había telas parecidas a alfombras, brillantes, con grabados llamativos o colores vivos.
—Entra, niña, no te distraigas —insistió la mujer del fondo, que tenía cabello rosado y ondulado hasta la espalda, ojos verdes brillantes, cara redonda, piel castaña. En resumen, la magia en ella era extraña. Diferente a cualquier cosa que Piperina hubiera visto antes—. Una hija de Erydas. Tienes un linaje bastante conflictivo. Hacía tiempo que no veía a un semidiós.
Piperina apretó los labios. Tommen no pareció inmutarse por aquella afirmación, lo que ya era un avance.
—Si va a mí hogar encontrará a cuatro —se burló—. Parece que ahora están de moda.
—Los semidioses son una muestra del poder que vuela por el espacio sin protección. Mientras más semidioses hay, más cerca está el reinicio de una era.
—Ya lo he escuchado antes —contestó Piperina, sintiendo a Tommen tensarse a su lado—. La energía busca a nuevos receptores de poder. Personas poderosas. Creo que los semidioses son candidatos bastante fuertes por lo mismo. Aunque, en realidad, creo que es cruel, porque después de tener tanto poder, y tanta vida, y tener que dejarla a uno de tus hijos, que ellos te remplacen...
—Tienes una mente bastante dispersa —la bruja tomó su mano, pasó los dedos por su palma, y suspiró—. Leer a personas como tú es difícil. Tú padre ha cuidado especialmente a los de su clase. No deja que nadie vea su futuro, ni su pasado, los pone como una mancha en el universo. Es por eso que ella no ha podido ver lo que sucede.
—¿Ella? —preguntó Piperina, incrédula—. ¿Quién es ella?
—Para eso hemos venido —dijo Tommen—. Para saber quién es ese espíritu.
Piperina carraspeó. Sentía a la bruja dentro de ella, fuerte, causándole dolor irreparable hasta en sus huesos.
—Estás succionándome —dijo, dolorida—. ¡Para!
El suelo tronó al ritmo de sus palabras. La mujer sonrió, alzó las manos, y comenzó a atraer la magia que venía de ella.
—Esto era lo que necesitaba —farfulló con lentitud—. Qué sacaras un poco de tú poder, pero de forma natural.
La magia de Piperina era verde, el color del elemento de la tierra.
—Entonces, ¿Qué ves? —preguntó Tommen, nervioso. Por un momento el aspecto de la bruja cambió, luego dijo:
—Las cosas están más avanzadas de lo que pensaba. El cambio está a la vuelta de la esquina.
—Y este fantasma... —Piperina contuvo la respiración, la mujer seguía viendo cosas—. ¿Quién es?
—No debería de decirlo. Es peligroso, si ella sabe que yo... —se detuvo, luego miró a Tommen, y le pidió—. Prométeme que antes de que se vayan harás que me olvide de esto.
—Lo prometo —contestó.
—Bueno, ella es poderosa —miró a Piperina—. Desde ahora tienes que mantenerte en silencio, oculta. Eres la única pieza en su tablero que no puede ver. Qué no puede deducir. Tú padre se ha encargado de eso, porque la conoce. Es su madre. No diré su nombre, pero debes de saberlo.
La Luna. La mismísima Luna era la que quería apropiarse del cuerpo de Amaris. Piperina palideció, carraspeó, y luego dijo:
—Pero, ¿Por qué? ¿No estará bien con dejar su poder? Volverá a ser la de antes, tal vez vea de nuevo al Sol, y...
—Ella ya no tiene poder. Es cierto que se ha ligado a la existencia del planeta en el que está para contener su divinidad, pero este poder se marchita, y, cuando vuelva a ser mortal, (si es que lo logra), será una simple humana. Por eso quiere transferir su divinidad al cuerpo de Amaris, y si ella lo soporta... —la mujer entrecerró los ojos—. Deshacerse de todos. Incluso del Sol. Ser fuerte y no ligarse a un planeta, tener un poder incontrolable. Quiere ser más.
🌙🌙🌙
N/A. Lamento la espera que les he dado, pero he estado un tanto bloqueada y al mismo tiempo me fui de viaje, ya terminan las vacaciones y necesito ver lo del trabajo y la escuela...
Cómo sea, espero estar actualizando la siguiente semana sin falta, ya llevo más de la mitad del siguiente capítulo.
Los quiere,
Angie. <3
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