Capítulo 32. «Títeres»
En la tranquilidad de la penumbra pueden suceder muchas cosas. Están esos momentos silenciosos, esa poca vista, la necesidad que, ante todo, hace que tengamos que enfocar nuestra mirada, agudizar los sentidos.
Está el susurro del viento, el mover de las hojas, los pasos animales, murmullos, suspiros entrecortados, promesas eternas, dolor, lágrimas, sufrimiento, amor, existen tantas variaciones de una misma oscuridad, que, en ocasiones, es difícil distinguirlas.
Amaris pensaba en esto mientras Calum la conducía lejos de la multitud. Apenas si podía ver, pero poco a poco sus ojos se fueron acostumbrando a la oscuridad, así que pudo notar las elevaciones de los arbustos, los pocas vueltas que poco a poco iban dando, y, para cuando Calum se detuvo, ella ya sabía que lo harían.
Escogió un lugar en específico en el que antes se había reunido con Zedric y dónde Adaliah y Piperina habían hablado unos días antes. El rincón de las rosas.
Calum se giró hacia ella. Esa sonrisa suya se hacía cada vez más macabra, lentamente añadiéndole un toque nuevo a su ya de por sí característico carácter burlón. Era una sonrisa ladeada, pero esos ojos añadían un no sé qué a la combinación que mantenía todo diferente a como era antes. Era una sonrisa meditada que parecía antinatural, y todo eso tenía que ver obviamente con su nueva imagen de dios en proceso.
—Sé que no es difícil para tí creer que me haya convertido en esto —dijo, mientras se sentaba en la banca más cercana—. Pero para mí sí lo fue, literalmente fui elegido para algo con lo que he estado luchando toda mi vida, y lo que creí que ya había resuelto. La ira, el dolor. Antes estaba intentando que eso dejará de definirme, pero fue erróneo, porque no hay cosa que me defina más ahora. Solo ve esto.
Calum alzó la mirada. Al igual que el sabio había hecho en el ritual, lanzando fuego hacia las llamas cual dragón, él lanzó su propia llama hacia el cielo. Era roja, poderosa, y para nada amarillenta o anaranjada. El color de la furia.
—Es maravilloso —musitó Amaris—. Y no me cuesta creer que hayas querido un cambio. Tal vez es exactamente por ese cambio por el que tú ahora tienes este poder. Conoces la ira, todos la conocemos, pero tú te sobrepusiste a ella, la dejaste ir.
—Es por eso que he querido hablar contigo. Tienes un don magnífico de discernimiento. Puedes entender las cosas mucho más rápido que los demás, y no sólo eso, sino que también tú poder, el desquebraja los hilos del tiempo, ayuda en esto. Ven —la tomó de las manos, apretándolas levemente— Te lo mostraré. Cierra los ojos —le apretó las manos. El gesto fue diferente al de Zedric, más controlador que cariñoso. Entonces, explicó—: Esto me ha hecho ver las cosas de forma distinta. La energía en todo su esplendor es una sola cosa. Todo está unido, aún cuando no lo parezca. Tal vez ahora esté en el camino para convertirme en el dios de la ira y la guerra, pero aún tengo mi poder del fuego y la luz conmigo. El fuego y la luz son parte de mi poder, porque la luz me deja ver en las emociones e inspiraciones de los demás. No es algo de lo que se pueda huir, ¿Sabes? Y eso me hizo ver qué los poderes en sí se unen, con la luz que tienes en tú poder puedes ver y sentir las emociones de personas en el pasado, la luz de tú interior te guía a usar el agua e influir en ella. Es la luz la que nos hace quiénes somos, la que nos da entendimiento, la que nos hace inteligentes. Junto con tú luz y la mía, veremos lo que he querido saber desde que desperté. Verás, la ira no es solo un mecanismo o sentimiento que nos invita a defendernos, osea, la guerra. La ira es un conjunto de sentimientos que, juntos, emergen en un conjunto de acciones, todas diferentes.
—¿Y qué tiene que ver esto conmigo? ¿No puedes ver la ira cómo es, como era, y como será?
—No. Sólo puedo sentir la ira que existe ahora. No la que existió, ni la que existirá. Tú eres la que puede ver ese plano, ver el pasado, el futuro. Quiero ir específicamente a un punto del pasado que se encuentra firme en mis pensamientos, y el que creo que tiene la clave de todo.
—Me estás asustando, Calum. Ni siquiera Zara es tan tenebrosa como lo eres tú en este momento. Me haces sentir curiosidad, ansias, y miedo al mismo tiempo.
—Eso es lo que provoca el poder —musitó Calum, serio— Miedo, más que otra cosa. Miedo incontrolable, y, después de eso, cobardía. No serás cobarde, ¿O sí?
Amaris negó con la cabeza. Obviamente no era cobarde, pero la realidad era de que sí, ver a Calum de esa manera era sorprendente. Increíble, magnífico, asombroso. Podía encontrar muchas definiciones para lo que él era.
—Hagámoslo —contestó. Tomó aire, y lo siguiente lo dijo con rapidez, mientras tomaba su mano—: Zedric me dijo una vez que eres talentoso, pero talentoso de esa manera en la que puedes ser bueno para entender las cosas, y que digas que yo lo soy, que este, discernimiento que tú tienes, yo tengo también, entonces eso es un halago.
Calum asintió. Ambos cerraron los ojos, uniendo su poder en una fuerza conjunta. Enseguida Amaris pudo sentir la energía de Calum invadirla, junto con una necesidad constante de buscar, encontrar, resolver.
—La irá es distinta a como la tenemos en nuestra mente —explicó Calum—. Es insatisfacción, búsqueda, una necesidad de cobrar o tener algo más. La ira podría relacionarse con la venganza, con la fuerza, hasta con el amor. Los sentimientos, en realidad, son uno, solo que siempre se están deformando, y así es como les ponemos nombre.
Calum guió a Amaris a uno de sus recuerdos. Estaba redireccionando su poder, y buscando en él las pequeñas porciones de ira que habían esparcidas. Así, la llevó a un momento en el que ella, hacía varios meses, no había sido más que una observadora. Llegaron a la parte el pasado en la que Calum, Zedric, y Sir Lanchman habían ido a visitar a Cara. Todo se veía distinto a como Amaris lo había visualizado, había pequeñas hebras de poder a la vista, así como también podía distinguir la ira, fuerte, viniendo de Cara, y enfocada directamente a Sir Lanchman.
—Esto es lo que yo recuerdo —dijo él—. Y aquí, en el pasado, puedo entrar en su mente sin que ella pueda impedirlo. Es más, no entraré, solo leeré lo que su ira quiere decir.
Leer a la ira, como Calum le había llamado, era algo complejo pero entretenido. Él atrajó hacia sí mismo el hilo de ira que salía de ella, luego tejió, como si se tratara de un suéter o alguna prenda parecida. Esta se deformó hasta parecer una especie de manto, que, brillante, empezó a hablar, la voz de Cara, la apariencia de su ira, pero materializada de tal forma que Amaris pudiera verla.
—Yo, Cara Lanchman, no soy quien creía que era. Nunca fui una humana, nunca fui normal, y mi padre me hizo creer que lo era para que, yo misma, encontrara mi destino. La hija de dos dioses no es una simple mortal, la hija de dos dioses es una diosa. La hija de dos dioses que siempre creyó que estaba buscando su destino sola, sin ayuda. Esto no es lo que esperaba que fuera en un principio, no es autodescubrimiento, ni algo que yo me haya ganado. Todo de mí es una mentira.
—Alto. ¡Para esto! —exclamó Amaris—. ¿Eso quiere decir que Cara es hija de un dios? ¿Ese dios es Sir Lanchman? ¿Y Sir Lanchman, por su parte, se unió en un tiempo a la diosa Virnea? ¿La diosa con la que el Sol engañó a la Luna? ¿Sir Lanchman es el Sol? ¡Sir Lanchman es el Sol!
—Y eso es lo que tiene furiosa a la Luna. Más que la guerra misma, la pérdida de poderes, ¿No crees que la Luna estuvo todo este tiempo observando la forma en que el Sol y Virnea tenían algo, tenían una hija? ¿La forma en qué el Sol, libre, andaba por ahí con un cuerpo, mientras que ella no podía hacerlo, estando atada a un astro, observándolo todo sin poder hacer nada?
—Ahora me siento mal por la Luna. Ella no se merecía esto.
—Ustedes no se merecían esto. Se ven como títeres, movidos de un lado al otro en una guerra de la que ni siquiera forman una remota parte, y obligados a luchar, a ganarse un poder que nunca quisieron. Pierden la oportunidad de tener una buena vida y, después de ella, descansar.
Salieron de la visión. Amaris le soltó las manos a Calum, y dijo, con el ceño fruncido:
—Tú también eres parte de esto. Tú, incluso, has ganado un nuevo poder antes que nosotros.
—Tal vez. Es cierto que no me lo esperaba. Estuve mucho tiempo deseando tener algo más, que todo fuera diferente, ser poderoso. Yo era codicioso, y tal vez por eso es que ahora manejo la ira. Ahora entiendo, incluso más que antes, que todas mis motivaciones eran vanas y vacías.
—Es como un balde de agua fría. Saber que eres un títere, movido de un lado al otro, sin descanso —musitó Amaris con lentitud. Luego, lentamente, y tratando de ignorar el hecho de que ya conocía al Sol, murmuró—: Tenemos que regresar. Deben de estarnos esperando.
—Amaris —Calum la detuvo de la mano antes de que se fuera— No le digas a nadie. Tenemos que resolver las cosas antes de que sepan que sabemos. Mantén tus escudos arriba, por si Sir Lanchman llega a aparecerse por aquí.
—¿Qué hay de Zedric? Él tiene que saberlo. Si el Sol está de nuestro lado, entonces tal vez tenemos un buen aliado. No puedo ocultarle nada a los demás, es difícil para mí.
Calum suspiró.
—Trata de hacerlo. Cuando no tengas opción, ese será el momento en el que debas revelarlo a él, a Piperina, y a todos los demás.
🌸🌸🌸
N/A. Pues sí, estuve desaparecida un rato porque me robaron mi celular y no tengo otro lugar para escribir. Cómo sea, ya estoy de vuelta,esperen actualizaciones constantes que no pasen de una semana de separación.
Besos,
Angie. <3
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