Capítulo 25. «Sephira se asusta, Sephira huye, o Sephira ayuda»
Sephira no tenía idea de lo que se suponía que tenía que hacer. En su primer viaje ya había visto dragones, a una loca capaz de asesinarlos, a una muy buena chica que parecía amable y destacablemente poderosa, e incluso, (y por sino fuera ya mucho), la forma en que la diosa a la que idolatraba, (la Luna), la poseía.
Y realmente la había poseído. Amaris había tomado la mano de Ranik y había murmurando palabras en un idioma antiguo, haciendo que ambos cayeran al suelo, como si fueran a morir.
En el estado en el que estaba, (del todo fantasmal), tenía una percepción distinta y mucho más amplia de las cosas. Cuando la habían entrenado mucho tiempo atrás, le explicaron que existían distintas formas de viajar, que su percepción de las cosas podía cambiar, que en sus sueños todo podía ser extremadamente distinto y dependía de la capacidad y poder de la persona.
Sabía que podía ser poderosa por eso de que venía de la familia real y ellos tenían mucho poder, pero no...
Tanto.
Podía sentirlo todo. Ver muy lejos, sentir el alma e intenciones de personas cercanas, y eso la había llenado de sorpresa. Entonces, cuando Amaris había caído al suelo, notó como su alma salía de su cuerpo y entraba una nueva. La de la Luna.
-¡Luna!, ¿Eres tú? -preguntó Alannah, llena de excitación. Tenía los brazos alzados, una mirada altiva, y el poder salía por todas partes. El poder de Alannah, a pesar de ser del elemento agua, se veía negro, oscuro, peligroso. Podía ver la magia que salía de ella en forma natural, sentir su esencia en todo su esplendor.
Amaris abrió los ojos. Ya no eran azules oscuros, sino azules claros, clarísimos, casi blancos, como una nube redondeada por el azul del cielo.
-Soy yo -contestó. Su voz era la misma, más parecía furiosa, llena de poder, de experiencia y orgullo. Se notaba la diferencia.
-Entonces, ¿La primera prueba puede clasificarse como satisfactoria? -preguntó ella. Amaris, no, más bien la Luna, se levantó, alzó su rostro, y dijo:
-Sí, satisfactoria. Se siente excelente. Más necesitamos más poder antes de que hagamos la invocación final. En ese caso, este cuerpo no resistirá todo mi poder. Sólo ve esto.
Ella extendió la mano. Todo el mar cercano se congeló instantáneamente, todo el aire se sintió considerablemente más frío, e incluso comenzó a nevar.
-Vaya -dijo Sephira en voz baja. Amaris, la Luna, se giró hacia ella, y dijo:
-Esto es solo un poco de lo que puedo hacer, pequeña.
Sephira apretó los labios. No le parecía real lo que estaba viendo, no era justo, e incluso detrás de todo eso podía escuchar el tono resentido llegar desde la Luna, un resentimiento que había durado años, muchísimos.
-Tarde o temprano tendrá consecuencias -dijo Sephira. La Luna sonrió, y contestó:
-Estoy buscando mi propia justicia -contestó.
🌙🌙🌙
Para Ranik despertar fue exactamente como debería de haberlo sido la primera vez. Sentía que llevaba demasiado tiempo dormido y no sólo cinco minutos. Amaris estaba a su lado, dormida.
Los recuerdos vinieron a su mente rápidamente. Todos esos días, todas esas horas, el dolor reprimido de su mente, la sensación de haber sido corrompido hasta la médula.
Entonces, después de todo eso, comenzó a sentirse culpable. Culpable, dolorido, y con ganas de vomitar. Miró hacia Alannah, que estaba debajo, en el puerto, con ojos furiosos y entornados, entonces, cuando ella le habló, su mente comenzó a actuar.
-¿Ranik? ¿Estás bien? -preguntó. Amaris estaba despertando también a su lado, pero Ranik tenía que ser inteligente. Tenía que pensar y hablar cuidando cada detalle.
-Lo estoy -contestó, con sus pensamientos dando muchas, demasiadas, vueltas.
-¿Ranik? ¿Estás de vuelta?
-No -volvió su vista hacia ella, y aunque le dolió, dijo-: ¿Cuándo volverá ella?
Alannah había extendido su mano para hacer que el hielo formara una especie de camino entre el puerto y la parte en la que Ranik se encontraba, la colina. Él bajó, sintiendo que, aunque la conexión con Alannah se había perdido, ella le mandaba algo. Algo muy específico. Podía reconocerlo.
Alannah tenía una especie de hilo negro de sangre saliendo de su nariz. Una de sus doncellas se acercó, pasándole un pequeño pañuelo blanco, y ella se limpió, forzando una sonrisa hacia Ranik.
-Ranik, esposo. Tú eres mío, y siempre lo serás.
Ranik se acercó a ella. Pasó una mano por su cabello rubio claro, quitándolo de su rostro. Ella sonrió, solo entonces estuvo lo suficientemente cerca como para besarla, y lo hizo.
Sabía que aquello estaba fuera de lugar y que nunca lo había hecho en público, pero era en parte porque a Alannah no le gustaba hacerlo. Se sentía culpable, pero también porque le gustaba dejar a la imaginación de Amaris toda la relación que se suponía que tenía con Ranik. En aquel momento, entonces, realmente estaba usándolo.
Pero Ranik también la estaba usando a ella. Aquello fue suficiente distracción como para que se perdiera en sí misma unos segundos, los suficientes como para que él tomara el cetro y se lo arrebatara a ella.
Ranik tenía el cetro en sus manos. Estaba acostumbrado a tenerlo en su modo anterior, pero ya con su alma completamente restaurada el poder era distinto. Era como si el cetro pudiera alimentarse de su humanidad, de su vida.
Miró a Alannah, notando que estaba frunciendo el ceño, como si notara que algo había cambiado. Ranik tenía que actuar rápido. Estaban lejos de la frontera, pero una buena señal podía hacer que Zedric los notara. Entonces, su mente se iluminó, y, aún cuando realmente no quería hacerlo, se giró hacia Amaris, y murmuró:
-Mentis, abruptus, voltare.
Y así, tan rápido como Alannah había roto la conexión que existía entre Zedric y Amaris, Ranik la volvió a unir. Ella se llevó la mano al pecho, incrédula, mientras que Alannah, que aún seguía teniendo mucho poder, comenzó a respirar con rapidez, llena de furia.
Ranik sonrió. Tenía que distraerla de alguna forma, más ella era más rápida que él, porque había llegado a un punto de poder y evolución física irremediable. Ella alzó su puño y golpeó a Ranik en el rostro, y este, sin más remedio, tomó su cuello y la lanzó por los aires antes de que pudiera hacer algo más.
El agua detuvo su caída. Alannah se giró hacia Amaris antes que hacía Ranik, lanzando miles de dagas de hielo hacía ella antes de que pudiera huir. El poder del cetro era maravilloso, lo que hizo que Ranik pudiera detener el hielo antes de que llegara hasta ella, que aunque tenía más magia en su cuerpo de la que antes tenía seguía estando débil, apenas teniendo control de sí misma.
-¡Así que escuchaste mi consejo! -dijo Alannah, que parecía demasiado calmada para lo mal que estaba su situación-. Estuve preparándome para esto desde hace mucho tiempo, en parte no quería creer que podías dejarme, Ranik, pero sucedió, como me lo temía. ¿Es qué no puedes quererme?
-No de esa forma -contestó Ranik-. Sabes que no.
Los ojos de Alannah demostraron aún más lo afectada que estaba. Estaban inyectados de negro, así que, para cuando estiró su mano, Ranik no tuvo más que ir hacia ella y poner el cetro en su cuello, amenazándola.
-¿Qué impide qué te mate en este momento? -preguntó. La velocidad con la que había llegado hasta ella aún le desconcertaba. Todo parecía más lento, y él, al contrario, se sentía mucho más rápido.
-Tú estúpido corazón y sentido del honor -contestó Alannah. Ranik estaba demasiado rudo, tanto que la sangre negra salió de sus labios, haciendo que ella escupiera en dirección al mar, pero también que Ranik se distrajera por unos cuantos segundos que fueron vitales para el escape de Alannah.
Entonces, y de forma inesperada, un artefacto brillante llegó hasta ella y se posó en su cuello. Era un collar con vida, que tenía una especie de gema brillante en el centro, como él...
-Partí el cetro en dos. ¿Sabes? No fue muy difícil, y fue relajante para mí porque tanto poder suele ser, hasta cierto punto, abrumador. ¡Qué inocencia la tuya al pensar que podría confiar en tí!
Ranik apretó los labios, más no se rindió. Los dos eran casi igual de poderosos, así que sólo tenía que actuar correctamente para poder defenderse de la mejor manera. Usó, entonces, su gran velocidad para llegar hasta Amaris, y la rodeó en un cálido abrazo que ella respondió enseguida.
-Realmente te traje de vuelta -dijo ella. Ranik sintió que su corazón flaqueó por unos cuantos segundos, más, cuando Alannah se llegó a su lado y comenzó a golpear, estuvo preparado. Convirtió el cetro en una larga lanza, y con él comenzó a recibir los golpes de la espada que Alannah, por su parte, había invocado. Era una espada con vida propia, porque el cetro estaba acostumbrado a su dueña y a su poder, Ranik estaba sudando, apenas podía defenderse, menos responder los ataques, ella era demasiado fuerte.
Alannah volvió su mirada por unos cuantos segundos hacia Amaris, que comenzó a doblarse en el suelo de nuevo, débil. Ella le estaba haciendo algo, más Ranik, aún con todo su poder, no podía leer lo que era.
-¿Crees que puedes detenerme? -preguntó Alannah-. Soy, casi, una diosa. No puedes. No con tú alma apenas renaciendo.
Ranik estaba furioso, más no tuvo más opción que recurrir a su antigua táctica y lanzar un fuerte golpe que propulsó a Alannah lejos. Ella estuvo en el mar el tiempo suficiente como para permitir que Ranik se inclinara hacia Amaris y generara una fuerte barrera de hielo a su alrededor que detendría a Alannah el suficiente tiempo como para que Zedric llegara y los ayudara.
-Está tardando demasiado en regresar -murmuró Ranik mientras se inclinaba para intentar curar a Amaris con el poder del cetro-. No entiendo lo que sucede.
-Es Sephira -dijo Amaris entrecortadamente-. Está aquí, usando su poder por primera vez entre visiones, desgastándose para salvarme. Es muy poderosa, más que yo, pero incluso con eso no creo que dure el tiempo suficiente.
Ranik suspiró de alivio.
-Lo hará -dijo. Amaris entrecerró los ojos, cambiando su mirada hacia el cielo, como si notara algo venir. Ranik sabía que Zedric estaba en camino, podía sentirlo. Tan pronto como lo pensó, y justo a tiempo, un portal se abrió frente a ellos, y la salvación estuvo a tan solo unos pasos.
Zedric salió de él. Estaba feliz, radiante, poderoso. Era lo que Amaris causaba en él. Fue directamente hacia ella, la tomó en sus brazos arrebatándosela a Ranik, y la besó.
-Estamos juntos de nuevo -dijo-. Y no dejaré, lo juro, que te separen de mí.
Ranik suspiró. Se había perdido de muchas cosas, olvidando lo que su antigua vida era, y el dolor que le causaba ver a Amaris con alguien más, pero no era sólo eso lo que sentía, sino que también el peso del cetro pesaba en sus manos, como una pesada fuente de poder que también drenaba un poco de él.
Ahora veía todo con claridad y sabía, más que nadie, que el cetro podía ser su salvación tanto como su perdición.
-Vamos -dijo Zedric, sacando a Ranik de su ensoñación-. Antes de que Alannah venga hacia nosotros.
-Vamos -contestó Ranik. Apenas logrando levantarse y entrar al portal que lo llevaría de nuevo a encontrarse con la aventura, el destino, la tristeza, enojo, y ansiedad. Los sentimientos. El amor, todo aquello que Alannah le había robado para evitar que huyera.
Es cierto que Amaris lo había traído de vuelta, pero Ranik no podía sentirse más distinto.
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