Capítulo 22. «Muñeca de trapo»

Oscuridad. Pura e interminable oscuridad.

Los susurros de Zedric como consuelo, diciéndole que todo iba a estar bien. Los gritos de Nathan, que no parecía conforme con aquel plan, y, después...

Silencio. Un profundo silencio. Ni siquiera la carreta avanzaba ya, no se escuchaban los pasos de las personas afuera. Amaris comenzó a respirar con rapidez, no teniendo en su mente cabida para lo que estaba sucediendo.

En un momento todo estaba demasiado tranquilo, y, al siguiente, ya no había nada.

Entonces la puerta de la carreta se abrió, y Amaris tuvo a Ranik frente a ella. Sus ojos no tenían emoción, su rostro estaba serio, más no parecía tranquilo, ni cómodo, más bien parecía estar...

Permanentemente enojado.

Tenía unas esposas en sus manos. Las alzó y se las puso a Amaris, luego dijo:

-Baja, te daremos comida.

Amaris no podía dejar de mirarlo. Todo ese tiempo alejada de él se había sentido demasiado largo. Incluso su voz se sentía extraña, como lejana. No era él, más se veía como él.

-Ranik... -rogó. Él la detuvo, contestando:

-No lo intentes. El Ranik que buscas se ha ido hace mucho tiempo. Ya te lo había dicho mucho antes, pero tampoco en ese entonces pusiste atención a mis palabras.

Amaris sintió que su respiración se cortó. Ranik la condujo en la oscuridad, así hasta que llegaron al campamento del Reino Luna. Era mucho más extenso que el del Reino Sol, e incluso también tenía bestias furiosas, dragones blancos, y cientos de corceles en sus filas. Se notaba que Alannah quería terminar con todo de una vez, trayendo a sus fuerzas más poderosas sin temer el excederse.

La gran diferencia que había entre este campamento y el del Reino Sol era la falta de unidad. Había muchas fogatas, todas calladas y apagadas, que separaban a todos sus guerreros más que acercarlos. En el otro campamento solo había una gran y gigante fogata, enorme, y siempre se organizaban fiestas y rituales a su alrededor. Todos se conocían, todos se hablaban.

Amaris fue conducida por Ranik a la fogata que estaba más lejana de la casa de campaña real. Aquello hizo que se sintiera más tranquila, y, al mismo tiempo, mucho más cómoda para hacer lo que quería hacer, hablar con su amigo.

Ranik tomó la olla que hervía en la fogata y virtió un poco de sopa en dos platos para ellos. Uno se lo tendió a Amaris, que lo aceptó con energía. No había comido nada en todo el día y su estómago crujía por el hambre.

-¿Por qué volvió por mí? -preguntó Amaris después de haber terminado el primer plato de sopa-. ¿Qué es lo que quiere?

-No puedo responderte -contestó Ranik. Comía con lentitud, como si estuviera obligado a hacerlo. No parecía disfrutar nada, (como antes, que hacía comentarios sobre el cielo, las estrellas, contaba historias de su pueblo o sus viajes de antes), sino que hacía todo con un enojo latente, seriedad, y como por obligación.

-¿Por qué? De todos modos no puedo hacer nada para salvarme. Me atraparon, ganaron, Alannah debe de estar muy satisfecha en estos momentos.

Solo entonces Amaris pudo ver su emoción. Sus ojos se centraron en ella, penetrantes. Físicamente Ranik se veía igual que siempre, joven, lleno de energía, inmaculado, pero con un aire despreocupado que no podía evitar, típico de él.

-No hemos ganado, ni de cerca -contestó Ranik, luego agregó-: Y no tienes ni idea de lo que Alannah planea.

-Pero tú sí -contestó Amaris en voz baja-. Tú puedes ayudarnos.

-No. Yo no le sirvo a Alannah, le sirvo a la Luna. La Luna merece gobernar, y por eso es que estás aquí. Creí que lo sabrías después de todo aquel despliegue que hizo ella para traerte aquí.

-Entonces, cuando dijo que la Luna me quería ya, era exactamente eso -dijo Amaris con lentitud, sin creerlo. Ranik la miraba fijamente, como sino pudiera creer que fuera tan estúpida-. ¿Cuánto tiempo tengo?

-No mucho -respondió él.

🌙🌙🌙

-No tenemos mucho tiempo -le dijo Amaris a Zedric de forma telepática-. No importa que haya prometido que no habrá guerra si...

-Si ella tiene tú cuerpo y todo ese poder -contestó Zedric-. ¿Dónde estás? Tal vez aún podemos alcanzarte. En una emboscada las cosas pueden...

-No. Una emboscada no servirá de nada -insistió Amaris-. Es claro que ella está un paso adelante de nosotros. Necesito traer a Ranik de vuelta, aún sin el poder del cetro. Tal vez así podamos escapar juntos.

-Pero, si escapan, ella te buscará -contestó Zedric con enojo y celos latentes-. Voy a investigar cómo es qué quiere hacer el ritual de transmisión de almas, y la forma en que puede detenerse. ¿Está bien?

-No, no está bien -Amaris estaba en tan mal estado que no podía, incluso, ocultar su irritación-. Aún con todos los planes que hagamos ella parece estar un paso adelante, siempre. Tenemos que rebasarla, pero no sé cómo.

-¿Recuerdas que su poder es ver el futuro? Ella sabe lo que pasará, porque en eso es en lo que se especializa.

A Amaris se le iluminó la mente. Recordó todas esas palabras horrorosas una vez dichas a Piperina, y el odio latente que la Luna le tenía.

-Lo único que puede detenerla es...

-El poder de Erydas -completó Zedric, leyendo sus pensamientos.

-Mántente cerca de Piperina -pensó Amaris-. Cerca, cerca, nunca demasiado lejos. Ella es la única cosa que no puede leer la Luna. Yo... -Amaris carraspeó, no sabía que podía hacerlo mentalmente, pero era parecido a perder la concentración por unos segundos- Buscaré. Buscaré en el futuro lo que harán conmigo, y cuando ambos lo sepamos, detendremos a la Luna.

🌙🌙🌙

Amaris trató de llamar a su poder tantas veces que perdió la cuenta. No llegaba. Apenas si podía mantenerse despierta, agotada por tantos días en vela, por las horas que la habían hecho caminar sin descanso, y todos esos golpes que Alannah le había dado cuando se había sentido agotada, cansada, o tan solo un poco animada. Ella podía notarlo todo.

Pasaron muchas aldeas y pueblos, pero todos parecían iguales. Amaris se sintió mucho más tranquila cuando el agua del mar pareció estar más cerca, con aquel olor salino y la brisa cercanos a ella. Conocía el camino que estaba tomando, y sabía hacia donde se dirigían. Las tierras Dolphinsea, dónde el mar rodeaba todas las cordilleras y ciudades vecinas, hogar de otro de los más grandes y antiguos templos del continente.

Tal vez el palacio de la Isla Real era el más grande y acordonado de todo el reino, y su historia se remontaba hasta mucho tiempo atrás, pero los templos de los Dolphinsea habían sido los primeros del continente, dedicados completamente a la adoración y contemplación de la Luna. Las primeras colonias se habían acentado ahí, así hasta que la Isla Real había sido localizada, la religión se había alejado hasta las islas de adoración y las provincias fueron divididas para mantener el orden.

El más grande templo de adoración se hallaba en la ciudad de Delamarinos. Llegaron al amanecer, cuando solo los comerciantes y forasteros estaban despiertos. Ahí estaba el palacio de los Dolphinsea, (en la parte más baja y lejana de la ciudad), y los templos, (en la más alta). Llegaron primero al palacio, donde Ilum esperaba con todas sus tropas y sirvientes. El recibimiento de Alannah estuvo lleno de fanfarria, las banderas estaban alzadas hasta lo más alto, él vestía con sus ropas más elegantes y todos, sin alguna excepción, la observaban. Parecían idolatrarla.

Ranik siempre iba a su lado. Sus ojos observaban a la multitud, buscando algún tipo de amenaza. Cuando estuvieron dentro, (porque las murallas del palacio lo separaban del pueblo y sus residentes), Alannah gritó:

-¡Alejen a esos pueblerinos de aquí! -miró a Ranik, que la observaba con atención-. Que todo mi ejército se instale en las afueras del palacio, y que, por amor a la Luna, los mantengan lo más lejos posible de aquí. Estoy cansada de las flores y los gritos de devoción. Me hacen sentir como una estafa, una muñeca de trapo que menean de aquí para allá, y sí...

-Eres sólo una muñeca -musitó Amaris por lo bajo, no pudiendo evitar mantenerse callada-. Tan falsa, tan hipócrita...

-¡Cállate! -gritó Alannah de nuevo, ardiendo de la furia-. ¿Quieres que te golpee de nuevo? ¿No estás cansada de recibir mis regaños?

Alannah sonrió ladeadamente, por fin concentrando su mirada en ella, para luego acercarse y tomar el rostro de su hermana en sus manos.

-No voy a fingir ciega devoción hacia tí -contestó Amaris-. Ni por comida, ni por buen trato, no después de lo que hiciste.

-Estás acostumbrada a fingir -contestó Alannah. Sus ojos, azules y fríos, parecían apunto de estallar- . Estuviste meses fingiendo falsa devoción hacia mí, mientras dejabas que Piperina se pudriera, presionada por mí. No la ayudaste a salir de ahí, porque eres total y completamente inútil.

-Yo sé amar -contestó Amaris-. La única forma en la que podía traer a Piperina de vuelta era fingiendo que tenía devoción hacia tí.

-Pero no lograste nada.

-¿Y tú?

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