Capítulo 17. «Desconcierto, frivolidad»

❄️❄️❄️

Las misiones de inteligencia no eran cosa de Connor.

Él siempre salía a hacer reconocimiento, a misiones de riesgo, y, en general, no dejaba el campo de batalla. Era algo innato, se le daba fácilmente debido a la naturaleza salvaje que vivía en él.

No estaba hecho para fingir, ni para ser doble agente, él prefería hacerlo todo sin pensar, sin ser alguien que no quería ser.

-Esto parece interesante -murmuró Alannah con lentitud, bajando la voz y acercándose a él como llevaba haciéndolo desde que empezaran a leer y buscar nuevas cosas de la muerte. Ambos estaban sentados al lado de uno de los estantes, muy cerca el uno del otro, y ella tenía un libro grande y azul frente a sus ojos-. «La energía está representada por un dios, pero, aún así, tiene vida propia. Se habla, desde tiempos remotos, de la existencia de una diosa de la muerte. Se dice que ella es bella, fuerte, y que es más una manifestación de energía, una imagen, que un ser pensante como nosotros»

-¿Una muerte aparte de la qué ya conocemos? -preguntó Connor, entrecerrando los ojos-. ¿No el dios de la muerte es Skrain?

-Ellos sólo son títeres. Una unión que mantiene la conexión con aquellas fuerzas lejanas, un sacrificio de poder a cambio de más poder aún -insistió Alannah-. Tal vez deberíamos de hacer un sacrificio, tratar de conocerla...

Alannah estaba cansada y se notaba. Sus ojos estaban entornados, sus gestos, lentos, también eran prueba viviente de su estado. No habían descansado desde el día anterior, cuando Connor había salido a la luz del día para cazar, mientras que ella había ido a su campamento para ponerse de acuerdo con su ejército y descansar un poco en los aposentos de su esposo, si es que realmente lo había hecho.

-Deberías de dormir -insistió, mostrándose preocupado por ella. En realidad su propuesta tenía una doble intención, porque necesitaba librarse de ella, sólo así podría encontrar algún libro que le permitiera librarse de Ranik y su poder sobrenatural.

Alannah negó con la cabeza y se inclinó sobre él. Connor se sintió sumamente incómodo, su corazón comenzó a latir rápidamente, porque no había estado tan cerca de una chica nunca en su vida.

-Dormir es para débiles -dijo-. Además, necesito encontrar algo antes de comenzar con la guerra.

-¿Encontrar qué? -preguntó Connor, realmente interesado. Alannah se inclinó aún más cerca de él, apretándolo entre sus brazos.

-Una cosa -dijo. Connor no entendía lo que ella quería decir, pero Alannah se escuchaba tan cansada que no insistiría en hacerla pensar más-. Eres muy bueno por no insistir en querer saber más, pero es que... -Connor mantuvo aún más su silencio, porque parecía funcionar- es tan duro para mí...

-Alannah, no creo que sea correcto que estés tan cerca de mí -Connor se irguió en su propio lugar, tratando de alejarla-. Traeré las mantas que tengo, y te prepararé un lugar donde acostarte. O, si quieres, puedo llevarte de vuelta con Ranik, que te ha de estar esperando...

-Esto tiene que ver con él -dijo ella secamente, molesta. Su tono de voz fue bajo, como si quisiera admitirlo, pero al mismo tiempo no quisiera que él lo escuchara.

-¿Ranik? ¿Pero no todo estaba bien? ¿Cómo es qué, después de todo lo que los separó, y de todo lo qué los mantuvo cerca de nuevo, de qué volviera de la muerte, de que estuvieran unidos de nuevo, todo se arruinó?

Lágrimas. Alannah estaba llorando. Todo en ella parecía estar mal. No era lo que Connor había imaginado.

-Lo traje de vuelta porque lo quería a él, y lo quería conmigo. Recordaba su atenta forma de tratar a los demás, lo inteligente que era...

-Pero...

-Pero ahora no es nada de eso. Ahora él es tan... -suspiró- Él ya no tiene emociones. Ahora él ya no es él mismo, lo perdí para siempre, así que quiero arreglarlo. Estoy tratando de que vuelva a la normalidad, pero sin que...

-Sin que sea el de antes, porque si vuelve a ser el de antes por completo, entonces tal vez no estaría de tú lado, porque Amaris...

-¡Es qué todo se trata de ella! -Alannah se separó, y comenzó a mirarlo con resentimiento y enojo latente-, él la amaba. La amaba muchísimo. Nunca se pondría de otro lado, siempre la defendería, la idolatraba, y sino fuera por Zedric...

-Sino fuera por Zedric estarían juntos -adivinó él.

-¿Por qué? -sollozó-. ¿Por qué Amaris tiene tanta suerte? Ambos son tan buenos, tan perfectos, y los dos están enamorados de ella, la quieren demasiado, tanto que no verían a nadie más. Tanto que Ranik, con toda su perfección, nunca me vería como algo más, ni nos daría una oportunidad.

-Pero lo que ustedes tienen ahora no es auténtico -murmuró Connor con cuidado, temiendo ir demasiado lejos-. ¿Por qué dejas que vaya más lejos, por qué?

-Porque nunca he tenido a nadie que me quiera de forma auténtica. Nadie que lo dé todo por mí, ni creo que lo tenga alguna vez, a menos que yo me lo dé a mí misma. Todo lo he tenido que conseguir por mis propios medios. Y esto, que creí que funcionaria, ¡No funcionó!

Connor apretó los labios. Ella lo abrazó de nuevo, con fuerza, y él insistió:

-Deja de hacerte esto a ti misma. No conseguirás las cosas así, teniendo una opinión pobre de tí misma, de lo que puedes lograr. Tampoco puedes forzarlo, porque pasará lo mismo que pasó con Ranik. ¿Y si sólo lo dejas ir? Creo que estaba mejor allá, a dónde pertenece.

-¿Tú qué puedes saber de eso? -preguntó Alannah, seria-. No sabes nada.

-Sí sé lo que es. Yo también la perdí a ella así. Ella se fue, dejó todo, me dejó a mí, porque la muerte era su destino. Yo lo acepté, la dejé ir. Y ahora...

-La princesa que no conocías. Con la que dijiste que no tuviste nada, ¿Hablas de ella?

-Sí.

-¡No cuenta, no la conocías! Yo hice todo esto para traerlo de vuelta, y que las cosas estén yendo tan mal...

Connor estaba perdiendo el rumbo de las cosas. Cansado de pelear, tomó el rostro de Alannah entre sus manos, miró fijamente sus ojos azules claros, y tratando de parecer sincero, dijo:

-Está bien. Te entiendo, pero quiero que dejes de temerle a estar sola, ¿Sí? Ahora me tienes a mí, me tienes a mí, yo te quiero, ¿Y sabes? Es auténtico.

Alannah no respondió. Sólo le devolvió la mirada de forma intensa, como sino pudiera despegarse de Connor. Estiró su mano, la posó en si barbilla, y se acercó a él lentamente, cada vez más, hasta que, inevitablemente, se besaron.

Connor no sabía cómo reaccionar ante eso. Lo que había dicho lo había dicho para convencerla. Llevaba conociendo a Alannah toda su vida, pero nunca había visto este lado de ella tan cálido, débil, frágil. Entonces estuvieron entre ellos todas estas conversaciones sin sentido que le hacían darse cuenta de lo fría y loca que ella estaba.

Tenía envidia, tenía celos, tenía rabia, todo junto. Justificaba sus errores, hablaba con tranquilidad de lo que le había hecho a Amaris, Adaliah, a Piperina. A sus hermanas, a las que realmente la querían. Este amor que, profesaba, nunca había tenido.

Aún así, sentía esta atracción hacia ella, atracción que venía de su ser animal y salvaje. El beso no fue malo, y, para su desgracia, tuvo todo lo frívolo que él mismo se había jurado jamás tendría con alguien.

Cuando se separaron, varios segundos después, Alannah se recostó en sus brazos y, por fin, quedó dormida.

❄️❄️❄️

Buscar sin ayuda de Alannah se sentía mucho más tranquilo. No estaba ahí para regañarlo por abrir mal algún libro, por leer mal alguna cita, o simplemente por cualquier cosa. El punto es e que ya no estaba sobre él, y eso era bueno porque podía buscar sin reparos, leyendo rápidamente sin profundizar, como a él le gustaba.

Necesitaba encontrar el libro que Alannah había usado para su primer conjuro. Necesitaba poder deshacer el hechizo sobre Ranik, sólo así pondría las cosas más balanceadas.

Buscó por horas. Alannah llevaba demasiado tiempo durmiendo, y se le hacía extraño, pero de todas formas siguió buscando, sin detenerse. Él mismo también estaba cansado, pero el sentimiento de que el conocimiento estaba ahí, a la vuelta de la esquina, hacía que no pudiera detenerse.

Pasó el tiempo y no pudo evitar quedar dormido.

-Mira, alguien nuevo.

Connor no tenía claros sus sentidos ni lo que estaba sucediendo. Así, subió la mirada lentamente, encontrándose con una existencia que no era la suya.

A su alrededor todo era distinto, no estaba en la amplia biblioteca, con todos sus amplios estantes, el olor a polvo y viejo, y todos esos colores. En vez de eso estaba en el cielo, sobre las nubes y frente a él había un sofá brillante, gris, y despampanante. Sobre él estaba un hombre joven, fuerte, con ojos llamativos y cabello gris, casi blanco, como glaseado.

-¿Quién eres tú? -preguntó, mareado-. ¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué todo se siente tan real?

-Mi nombre es Conrad -dijo, con una sonrisa gigante y macabra en el rostro-. No muchos me conocen, no le daría el placer a cualquiera. ¿Tú quién eres? Tal vez si me das algunas pistas sepa porque estás aquí -al ver qué Connor no contestó, y lo cohibido que estaba, agregó-: ¿Por qué no contestas, qué es lo qué te silencia?

-Es que yo... yo creí que usted me había traído aquí.

El hombre sonrió. Connor no solía usar honoríficos ni ser muy formal, pero este ser tenía una forma de actuar tan prepotente, altanera, y confiada de sí misma que muy fácilmente se notaba que era alguien sabio, poderoso, y mucho más anciano de lo que parecía. La definición perfecta de un dios.

-¿Y por eso tengo que saber quién eres? -se burló. Luego se estiró en su asiento, quedando por completo acostado, se llevó las manos a los ojos y comenzó a tallárselos, como si tuviera sueño o algo parecido. Ya con un tono de voz menos animado, contestó-: Mira, la cosa es esta. Yo no decido quién aparece aquí, no todo el tiempo. Eso es cosa de mi padre.

-Señor, este, Conrad, perdón, no sé cómo referirme hacia usted, pero, el punto es... -Conrad entrecerró los ojos, inquisitivo, por un momento más serio de lo que Connor podía dar cabida-. Soy un ser de pobre entendimiento. Necesito que me explique bien para que pueda entender, se lo ruego...

-Es difícil para los seres humanos entrar en confianza cuando se trata de hablar con nosotros -analizó Conrad lentamente, como si se tratara de un asunto sumamente serio. Fue curiosa la forma tan fugaz en que cambió de humor y de enfoque, y Connor, de alguna manera, estaba comenzando a acostumbrarse a qué los dioses fueran así-. Somos seres inmortales, con más sabiduría y poder del que puedan asimilar, pero también, y en contra parte, nos vemos cómo ellos... Me puedo ver de tú edad, o hasta incluso menor, y por eso no sabes cómo dirigirte hacia mí, porque en mi rostro no se ve toda mi experiencia, ni todo el dolor, o la felicidad, o el sufrimiento por los que he pasado. No se ve nada, porque todo es una imagen. ¡Una simple imagen! -una risa incipiente salió de sus labios, y volvió a erguirse en su lugar-. En otros reinos me han llamado Morfeo. Morfeo, un dios de los sueños, cuando mi nombre siempre fue Conrad, Conrad, y estuve mucho más arriba que los dioses de esos humanos que, como los tuyos, son meros títeres. Refiérete a mí como quieras, que yo no cambiaré la forma en que te trate. Solo, por favor, ya no me cuestiones quién soy.

-No lo haré -contestó Connor. Conrad asintió, y siguió hablando:

-La vida es bastante curiosa. Todos huyen de la muerte, de la apariencia, corren hacia las banalidades. ¿Sabes? La única persona que conozco a la que no le importa su apariencia es a mi padre. Él se ve como lo que es, un viejo, lleno de canas, arrugas, pero con una mirada tan viva y tan poderosa que solo unos cuantos realmente han podido soportarla. A él no le importa como se vea. Pero bueno, él es el creador de todo, tampoco es como que su apariencia realmente cambie algo. Es el dios absoluto, la divinidad misma. Él es, y todos los demás somos gracias a él. Su poder rebasa cualquier esfera, y, exactamente, esto mismo es lo que hace que esté tan ocupado. Que divida y reparta trabajos a nosotros, sus hijos, sus subordinados. Por eso no sabía que venías, porque él te trajo aquí, y yo, ahora, tengo que averiguar qué es lo que haré contigo.

-Pues no sé -Connor seguía cohibido, más aún tenía energías para pensar en sus problemas en el mundo real-, ¿Qué quiere que le diga, que puede hacer usted por mí?

La sonrisa de Conrad se extendió. Enseguida se levantó, fue directamente hacia Connor y puso uno de sus dedos en su frente.

-Oh, ya sé quién eres -dijo, satisfecho-. Hace poco tú amiguita me visitó. Ella es tan buena, tan simple, y tan atractiva... Sus ojos son de un color verde que pocas veces ves en el mundo. Ese diosesillo tuyo, Erydas, es demasiado remilgado y sobreprotector, tanto como para dejar en sus hijos una marca, cual ganado.

-Hablas de... ¿Piperina? -Connor casi estaba seguro de que se trataba de ella, pero no lo suficiente, razón por la que preguntó-. ¿Está viva?

-Lo estaba. Ella estaba tan mal, pero tan mal, que su mejor refugio era mi mundo, no podía evitar soñar y yo, como el dios benevolente que soy, le dí un poco de mi ayuda.

-Gracias, muchas gracias -dijo Connor, aliviado-. Ella...

-De verdad es muy especial. Lo sé. No todo es seguro en esta vida, pero si es seguro lo buena que ella es -Conrad sonrió, divertido-. Así que... ¿Para qué te trajo aquí papá? Tengo que averiguarlo.

-¿No es fácil saberlo para tí, así como lo sabe él?

-No. Él lo sabe todo, sabe tanto, pero tanto, que hasta podría parecer morboso. Nos conoce como nadie más, porque él lo sabe todo. Hasta los puntos más oscuros le son conocidos.

-Bueno... -Connor suspiró-. Le hablaré de la que, por ahora, es mi más fuerte motivación. Resulta que uno de mis mejores amigos, (y que era sumamente poderoso ya de por sí), fue revivido por la hermana malvada de Piperina, la chica que usted conoció y ayudó recientemente. El problema es que hay una guerra en puertas, y él no tiene consciencia de sí mismo, presa de un fuerte hechizo, así que, con todo su poder, y con todas sus posibilidades, ahora tiene el gran cetro, creador de dioses, y es, por añadidura, casi invencible. Necesitamos algo que pueda detenerlo, de lo contrario...

-Lo que tú más deseas es que vuelva a ser como era antes -se burló Conrad, divertido-. ¿Sabes lo difícil qué es eso? La magia de restauración es bastante íntima. Una cosa es devolverlos a la vida sacándolos del Inframundo, (como hicieron con la chica que amabas), y otra es revivir, hacer ritos mundanos y banales para traerlos de vuelta. Es algo antinatural, y eso mi padre lo odia, tanto como para poner muchas trabas en su camino. Si ella pudo hacerlo, quiere decir que...

-Que lo hizo con el hacedor de dioses. Ese cetro, como tú lo llamaste, es uno de los muchos regalos que mi padre le ha dado a sus favoritos. Es obvio que lo hizo a propósito, pero...

-¿Pero qué? -Connor estaba perdiendo la paciencia, y eso parecía divertirle al dios-. ¿El mismo hacedor puede volverlo a lo que fue?

-El mismo hacedor puede volverlo a matar. Pero, si quieren que siga vivo, entonces... -entrecerró los ojos, luego volvió a acercarse a Connor, tocando de nuevo su frente por unos cuantos segundos- Ella tiene que hacerlo. Amaris, con el amor que ambos tienen entre sí, tiene que traerlo de vuelta. Pero sólo si usa el cetro, y solo si sabe el conjuro que usó Alannah para borrarle sus sentimientos.

-Justo como habíamos pensado -dijo Connor, sorprendido. Luego volvió su vista de nuevo a Conrad, y, lleno de curiosidad, preguntó-: ¿Por qué su padre haría esto, darse la molestia de hacer que usted nos ayude?

Conrad rodó los ojos.

-Porque es un señor prepotente que tiene que tener todo bajo su control y equilibrado, pero no puede tomarse la molestia de hacer que las cosas vayan bien haciendo que vayan bien, sino que le gusta hacer experimentos ridículos e insignificantes con todas sus creaciones.

-¿Experimentos?

-La vida en sí misma es un experimento. Él crea distintas formas de vida y deja que evolucionen hasta que de convierten en dioses. Nunca, ni por asomo, deja que el mal triunfe, aún cuando él, como símbolo del equilibrio mismo, también tiene una parte mala dentro de sí mismo.

-Por eso es que nos ayuda -entendió Connor-. Para equilibrar las cosas y entretenerse en el proceso.

-¿Ahora entiendes porqué todo esto tiene un poco de sádico, bochornoso, y loco? Como sea, te he dicho lo que tienes que saber, así que ahora puedes volver a la conciencia. Te daré algo de tiempo, pero cuidado, porque si tú amante despierta no me haré responsable por lo que haga.

-¿Qué? -fue lo único que Connor tuvo tiempo de decir. Tan rápido habló una luz blanca tapó su campo de visión y sus miembros se desvanecieron, trayéndolo de nuevo a la conciencia.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top