Capítulo 14. «Lucha por el honor»

-Yian, despierta -mandó Zedric para llamar la atención del joven mencionado. Ya se estaba haciendo costumbre que lo sacaran de sus sueños de aquella forma, entrando a su mente sin algún tipo de permiso.

-¿Ahora qué? -preguntó.

-Llévame a ellas, que me necesitan -dijo Zedric, Yian entrecerró los ojos, tratando de comprender lo que estaba sucediendo, más nada se le venía-. Afuera de tú tienda hay muchos enemigos. Son aliados de la Luna, hijos de la diosa de los talentos, Niezi. Saben copiar, así que, si te tocan, harán lo que tú puedes hacer. Además, y como son inteligentes, fueron directamente hasta Deyanira porque sabían que era la más poderosa.

Yian comenzó a respirar con rapidez, seguro no era eso lo que esperaba.

-¿Por qué no han venido por mí? -preguntó-. ¿Cómo se supone que salga sin que ellos lo noten? No puedo traerte así nada más.

-Si puedes -contestó la voz de Zedric, llena de seguridad-. Concentra tú poder en tí mismo, piensa en un lugar lejano, tanto como para que ellos no puedan verte. Ahí, abrirás un portal que me llevará hacia ustedes. Tan lejos no puedo resolver las cosas.

-Realmente estás al pendiente, ¿No es así? -preguntó Yian, incrédulo-. Es escalofriante.

-Enfócate y has lo que te pido -insistió Zedric antes de irse.

Tan pronto como él se fue la mente de Yian se sintió vacía, sin vida. Por un momento se quedó inmóvil en el mismo lugar, deseando que nada de aquello hubiera sucedido y que las cosas fueran tan fáciles de arreglar como recibir un golpe en su casa de campaña y morir.

Pero aquello no sucedería. Tenía que concentrarse.

Yian cerró los ojos, bajó la mirada y juntó sus manos para tratar de contener su poder. Por un momento esto realmente sirvió, porque sintió que la magia, viva, se arremolinó alrededor de su cuerpo, fuerte y vibrante.

Aquel momento se sintió de vida o muerte, porque, o decidía un lugar al cual dirigirse rápidamente, o su mente actuaría sola y tal vez lo transportaría a un lugar solo, desolado, en el medio de la nada.

No encontraba en su mente algún lugar conocido del desierto al cual ir. Todo siempre le había parecido tan igual, y en cada una de sus misiones...

La iluminación llegó. Yian recordó una de sus muchas travesías al lado de Sir Lanchman, y sus palabras esa misma vez, que había dicho:

-Este quizás sea mi lugar favorito de Erydas. Me recuerda a mí hogar.

Yian sintió que su cuerpo se sobrecargó de energía. Cerró los ojos, respiró dos veces, y, para cuando los abrió, ya no estaba en su tienda. Estaba sobre una trama estatua con forma de sirena, debajo de él había miles de grifos, mantícoras, y unos que otros dragones.

-El palacio oculto de la antigua civilización de las sirenas -dijo-. El más antiguo en la historia de Erydas.

-Ahora llévanos hacia allá -indicó Zedric, metiéndose de nuevo en su cabeza-: Concéntrate en lo que te enseñaré.

Yian siempre había sabido que Zedric era poderoso. Su aura entera denotaba responsabilidad, su porte, elegancia, su mirada, una seguridad que pocos podrían igualar. Aún así, no esperaba que, a tanta distancia, tuviera incluso el poder para transmitirle una sensación, un recuerdo, la ubicación exacta en la que se encontraba.

Y es que, aún con todo su poder, Yian no podía invocar un portal hacia un lugar en el que no había estado. El Reino Sol le era desconocido, mucho más el bosque encantado que, con una sola conexión, Zedric había hecho que Yian ya conociera como la palma de su mano.

Yian extendió su mano y, con las pocas fuerzas que le quedaban, abrió un portal hasta donde Zedric se encontraba. Él fue el primero en pasar, toda su legión viniendo detrás de él con una confianza que le cortó la respiración al pobre chico.

-¿Tan mala es la situación que tiene que traer a toda una legión? -preguntó, con ojos entrecerrados. No fue Zedric el que contestó, sino el último hombre en salir del portal, y que Yian no hubiera reconocido de no haber sido por su tono de voz y personalidad:

-Ellos son la distracción -se mofó Nathan. El aura de oscuridad que lo rodeaba le causó unos escalofríos a Yian que no había sentido desde la primera vez que conociera a Skrain. Su poder era visible, inagotable, tenebroso.

-Bueno, vamos por ellos -dijo Yian para enfocarse en otra cosa aparte del poder de sus aliados. Abrió otro portal, y después de eso esperó a que cada uno de los hombres pasaran para hacer su propia aparición.

El campo de batalla fue tal como Zedric lo esperaba. Su poder le hacía ver las cosas desde una perspectiva más brusca, meramente sensorial, pero en persona, sin la distancia de por medio, le fue más fácil comprender las cosas.

Su vista primero fue arriba, en el cielo, dónde se encontraba Deyanira gritando mientras era rodeada por una esfera de aire. Después fue a los flancos más lejanos de la batalla, dónde Piperina y Tommen luchaban contra dos bestias de piedra, generando temblores cada vez más catastróficos. Terminó observando el centro de la batalla, dónde Amaris, Nainzi, Abimaí y Séneca luchaban al mismo tiempo contra tres chicas idénticas. Sus cabellos eran rubios, largos, casi blancos, más sus ojos eran verdes claros, llegando al pálido gris de la nieve derretida.

Las chicas eran demasiado talentosas. Cada una tenía poderes distintos. La que luchaba contra los dos niños manejaba el aire, la que luchaba contra Skrain el agua, y la que luchaba contra Amaris y Séneca tenía un poder parecido al del fuego, el manejo de la luz.

-¡Por el Sol! -gritó Zedric alzando su espada para indicar que la pelea apenas estaba comenzando. La legión, organizada como ninguna otra que Yian hubiera visto antes, se dividió en dos grupos. El primero fue directamente hasta Piperina, mientras que el segundo permaneció al lado de Zedric.

La pelea se hizo más intensa entonces. La chica alzó las manos, llamando a varios muñecos de arena, y los mandó a combatir contra la legión. Por su parte, Zedric gritó:

-Détente -y, por la expresión en su rostro, se notó que estaba intentado entrar en la mente de la chica-. Ya.

Ella sonrió. De repente un fulgor extraño rodeó su piel, cubriéndola por completo, entonces, cuando todos volvieron a mirarla, notaron que su piel había cambiado, que brillaba como el sol y que parecía tener textura de diamante.

-Me está deteniendo -murmuró Zedric, furioso. Acto seguido corrió hacia ella con todas sus fuerzas, lanzando llamas de fuego sin parar que la chica del aire evadía en un abrir y cerrar de ojos.

-Están concentrando su atención en ti, que ya es un avance -dijo Séneca, que había guiado a todos los que luchaban contra las chicas detrás de él-. Mientras más tiempo pase, más clones tendrá la posibilidad de hacer. La cosa es que sus clones no tienen mucho alcance, así que para terminar con un enemigo difícil tiene que centrar lo más que se pueda de su atención en él, luego atacar.

Y realmente sucedió aquello. Las tres mujeres se voltearon hacia Zedric, y se fusionaron en una sola. El poco poder que su cuerpo desprendió al fusionarse no calló al suelo, sino que todos esos cristales se alzaron como proyectiles directamente hacia ellos.

Amaris alzó un grito al cielo, y con furia incontenible detuvo cada uno de los cristales con su poder del hielo. Así, rodeados por hielo del mismo tamaño, fueron a caer directamente al suelo.

Zedric parpadeó dos veces, impresionado. Se debía de tener muy buena vista para detener tantas armas al mismo tiempo. Nathan, por su parte, y al notar su aturdimiento, actuó tal como un líder, gritando:

-¡Todos vengan detrás de mí, rápido! Me encargaré de ella.

En realidad esto iba dirigido especialmente hacia Tommen y Piperina, que seguían luchando al fondo de aquella llanura. Ellos alzaron la mirada y Tommen, entendiendo enseguida lo que estaba sucediendo, corrió hacia ellos. Piperina no podía creer lo que veía. Había estado tan inmersa en la lucha, que ni siquiera había notado la llegada de sus dos más grandes aliados.

La distracción no le hizo nada bien, porque el monstruo de roca estuvo a punto de machacar su cabeza. Yian, que observaba todo con aire pensativo, actuó rápidamente y se teletransportó hasta ella, tomándola entre sus brazos y, concienzudamente, llevándola hasta Nathan.

Ambos estuvieron entonces frente a frente, y Piperina, divertida, no supo más que decir:

-¿Tan confiado te has vuelto, príncipe de las sombras?

Nathan soltó una sonrisa tímida. Le costaba ver a Piperina en el estado que estaba, tan delgada y medio moribunda. Aún así, estaba frente a él, viva, no importaba su palidez, ni lo marcado de sus pómulos, sino ese brillo de sus ojos totalmente intacto.

-Tengo que hacerme más fuerte si quiero protegerte, creí que, que tú... -contestó. Piperina se sonrojó, y entre toda esa tumultuosa pelea, se inclinó y lo abrazó, diciendo:

-No mueras, yo no lo hice porque pensaba en tí, en mi familia, en Amaris... Sólo no lo hagas.

Nathan asintió. La situación era difícil de asimilar, porque frente a él estaba el enemigo, a su lado la chica a la que quería y no había visto en meses, y, también, como un alcón vigilante, estaba Skrain, con sus ojos chispeando llenos de celos y envidia.

-Esta victoria será en tú nombre, aún cuando yo no la consiga -dijo por último. Acto seguido, cerró los ojos y dejó que las sombras se unieran a él, mandándolas directamente hacia ella, que estaba uniéndose con su mascota de piedra, su apariencia haciéndose aún más grotesca de lo que ya de por sí era. La fusión estaba hecha a la carrera, sus ojos tenían cierto aire brillante y rocoso a la vez, sus piernas eran largas, sus brazos también, tenía la forma de una mujer pero el cuerpo de roca.

-Deja de regodearte y lucha -dijo Skrain, exasperado. Las sombras extendieron más y más, mientras que la chica, luchando, comenzó a lanzar roca tras roca con una rapidez increíble.

Las rocas no sirvieron de nada. Nathan las absorbía con su fuerza, y aunque la chica no se movía tampoco lograba un gran avance. Entonces intentó atacar con fuego, que Nathan de la misma forma absorbió casi por inercia. Cómo último recurso, y sin más que hacer, la chica comenzó a lanzar magia pura, luz en su estado más brillante y poderoso, hacia él.

Nathan sonrió. Esperaba que hiciera exactamente eso. Cuando un mago ya no tiene nada más que hacer, recurre a sacar magia y energía en bruto que es aún más fácil de absorber. A él eso se le facilitaba más que cualquier cosa, extraer energía y apoderarse de lo que sería su mejor arma.

Lentamente la chica fue cediendo, así hasta que estuvo frente a él. Ella soltó un gemido de terror al momento en que la roca se separó de su cuerpo, Nathan tomando con una mano a su mascota y con el otro alzándola del cuello.

Nathan la estaba matando, pero ni siquiera con eso pidió piedad. La única que se atrevió a meterse para calmar las cosas fue Piperina, que llegó detrás de él y posó la mano en su espalda, murmurando:

-Nathan, detente -e, inevitablemente, usando el susurro mortal para detenerlo-. ¡Ya!

Los ojos de Nathan volvieron a la normalidad. Bajó la mirada y vió lo que había hecho, lo tarde que Piperina había llegado para detenerlo.

Amaris se tapó la boca con la mano, ahogando la sorpresa que aquello le traía. Por su parte, Zedric trataba de entender los sentimientos de satisfacción que había visto en su amigo cuando realizaba tal proesa. Aún así, nadie dijo nada, nadie se atrevía a aceptar la realidad de los hechos.

La chica estaba muerta.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top