Capítulo 30: Cielo estrellado
14 de diciembre, 2018
Desde lo sucedido aquella noche del concierto, Dainan estuvo actuando raro, hace un tiempo que había dejado de hacerlo, pero desde ese día nuevamente estaba extraño. Se desviaba fácilmente de nuestras conversaciones, como si estuviese pensando en algo que le preocupara demasiado, y se iba sin decir alguna palabra. Y yo tenía el pensamiento de que su comportamiento se debía a algo mucho más personal y privado.
Visité su casa, mas no ingresaba a su habitación para verlo, solo me quedaba en la sala. Me sentía incómoda, porque la mamá de Dainan, y al igual que su hermana actuaban muy extrañas conmigo, evadían las preguntas que les hacía con respecto a su salud. No me quedé con la incertidumbre del no saber, por eso fui a la empresa de su papá, y él también evadió todas las preguntas que le hice.
En efectivo, algo me estaban ocultando.
El frío ingresa por la ventana que fue abierta gracias al viento del exterior. El verano ya se estaba yendo, y en su lugar el invierno hacia su entrada triunfal con garúas, lluvias y granizos. En el instituto, los profesores dejaron de darnos tareas y trabajos, ya que la graduación estaba a la vuelta de la esquina y debíamos prepararnos.
Reviso los contactos de mi móvil, leo el nombre de Dainan y en verdad quise llamarlo, pero aun sigo arrepentida de cómo lo traté esa noche, mi mente estaba llena de recuerdos tormentosos, las duras palabras de Alice me carcomían por dentro, eso solo hizo que actuara sin razón,
Recordé entonces que agendé el número de Sebastián en el móvil.
Decido llamarlo, porque no lo hice esa noche—¿Hola? —escucho su voz.
Carraspeo mi garganta—Hola, soy Aurora.
Silencio por unos segundos.
—¿Cómo estás? —preguntó—
—Bien y tú.
—Agobiado, he estado trabajando desde muy temprano.
Suspiro—Entiendo, quería conversar contigo, pero mejor te llamo después, lo más prudente es que descanses.
Me detiene—Tengo tiempo, conversemos.
Hice una larga pausa, antes de hablar—Sebastián, perdóname.
Sentí como si un globo después de estar tanto tiempo presionado, por fin se haya reventado dentro de mí, se lo he dicho por fin, después de haber tenido dolores de cabeza por la culpabilidad. Tenía bien claro que, si hoy no lo llamaba, lo iba hacer otro cualquier día, porque yo sé lo que significa el rechazo, también lo que es vivir sin un perdón.
—¿Por qué te disculpas?
—Por no corresponderte.
No me responde, y yo tampoco digo algo, lo agarré desprevenido, seguramente ya olvidó ese tema, pero volví a traérselo, haciéndole recordar que mis sentimientos hacia él son nulos.
—También debo disculparme contigo—susurra—, aquella vez te besé porque me di cuenta que tus ojos nunca iban a brillar por mí. Estuvo mal lo que hice, —escucho que expulsa aire de su boca—perdón, perdóname Aurora...
No tardó en sollozar.
Escucho que llora, su respiración se entrecorta, él trata de detenerse, pero se le es imposible. Mi corazón se arruga pequeñito, me sobo el pecho para evitar llorar. Solo me quedo callada, escuchándolo maldecir por lo bajo y llorar como si lo estuviera haciendo por primera vez. Me replanteo por quinta vez en el día si de verdad soy la culpable de su situación.
—Oye, detente—le dije, y él ríe entre sollozos—me harás llorar a mí también.
Ríe un poco más y se detiene—¿Puedo pedirte un favor?
Sin sudarlo, respondo—El que tú quieras.
—Me gustaría escuchar, aunque sea solo una vez, que me quieres.
Boto aire de mi boca, presionando el móvil entre mis dedos. Un favor tan fácil de pedir, pero difícil de dar. No puedo hacerlo, no cuando Sebastián sufrió un rechazo por mi parte. Él al igual que yo, nos enamoramos a primera vista, y es tan doloroso crear sentimientos desde el primer momento que conoces a alguien, y después enterarte que la otra persona, no tiene ni la mínima intención de sentir algo por ti.
Duele.
A él le duele.
—No te preocupes, si no quieres—
—Te quiero—lo dije—Sebastián, en verdad te quiero. —repetí con fuerza.
El querer a un amigo, es diferente. Sé con certeza que Sebastián ahora está feliz de haber escuchado por primera vez un te quiero de mi parte, y yo también estoy feliz de haberle confesado ese sentimiento de amistad que siento y sentiré por él. Quizás no compartimos el mismo amor, pero sí diversas ocurrencias que ambos no olvidaríamos jamás.
—Gracias—dice por lo bajo—, y Aurora, ¿sabes algo? —pausa—Siempre serás esa chica de la que me enamoré por su valentía y atrevimiento. Una chica furia que, en el peor momento, saca sus garras para atreverse a defender y atacar.
Me hace reír, él me acompaña, y reímos sin parar.
—Chico fuego, te prohíbo que me olvides. —limpio con mi mano una lágrima de alegría que resbaló por mi mejilla.
—Anotado—él ríe—¿Algo más, princesa Sofía?
Entreabro la boca—¿Cómo...?
—¿Cómo sé que te llamas Sofía, si nunca me lo dijiste? —termina por mí la pregunta que estuve a punto de formular.
Asiento—Sí.
—Bella es fácil de corromper, —él ríe, y yo me pongo seria—me hizo saber que solo te llaman Sofía cuando están molestos contigo o porque a veces tus palabras incomodan a la otra.
Suspiro—Pues sí, mi segundo nombre solo es usado para los peores casos.
—Cambiaré esa tonta tradición, a partir de hoy te llamaré Sofía. —frunzo el ceño, incomprendida.
—Me sentiré mal, porque pensaré que estás molesto conmigo o que cometí algún error—me sincero.
Él exhala con fuerza—¿Alguna vez has investigado lo que significan tus nombres?
—No.
—Yo lo investigué por ti, y Sofía significa sabiduría. —sonrío—Aurora, significa amanecer. A mí en particular me encantan esos significados, es por eso que algún día escribiré un libro y se llamará: "La sabiduría del amanecer"
Elevo las comisuras de mis labios en una sonrisa—Me sorprendes.
Siento un leve calor en las mejillas acentuarse de manera precipitada, poniéndome nerviosa, entonces veo la hora del móvil, ya es tarde, pronto lo noche caerá, y mis papás vendrán del trabajo. Debo alistarme para conversar mañana con ellos y por fin hacerles saber lo que quiero estudiar.
Mi mente está más tranquila, porque por fin conversé con Sebastián y me alegra haber quedado de nuevo como amigos, así como empezamos. Guardo unas ropas recién lavadas en el ropero, y un santiamén me sobresalto al escuchar unas piedras golpear mi ventana con fuerza. Camino lento hacia allí, aun con las ropas en mis manos. Observo a través de la ventana, y abajo se encontraba Dainan vestido con una polera negra, su cabeza estaba cubierta por la capucha y tenía las manos dentro de su bolsillo.
Rápidamente abro la ventana. —Hola.
Él alza la comisura de su labio lentamente—¿Puedes bajar?
Mi corazón palpitó enloquecido al verlo, sé que no han pasado años ni meses como para que me sintiera tan emocionada, pero solo un día sin verlo me bastó para comprender que, sin él, estaría decaída, sola, incomprendida, y sobre todo angustiada. Amo a Dainan, lo amo con todo mi ser, él lo es todo para mí, no es solo mi novio, también es mi mejor amigo, en el que le confiaría hasta mi vida.
—Sí—dejo a un lado la ropa—¿Me esperas en la puerta?, bajo dentro de unos minutos.
Él asiente.
Me hago una cola baja, también me abrigo con un casacón de polar, cambio mis zapatillas de casa por las que son para salir, luego aplico un brillo labial en mi boca. Antes de salir, agarro una bufanda de lana y mi móvil. Comienzo a bajar las escaleras.
Me apuro en abrir la puerta.
Ahora puedo ver a la perfección el rostro de Dainan, está tan pálido que parece un muerto, tiene los labios resecos y rajados, sus ojos achinados, rojos y demacrados. Su cabello está cubierto por la capucha y sus frágiles manos las esconde en su bolsillo. Su débil aspecto me deprime, y me sorprende, entonces él al notar mi silencio y mi angustia, da unos pasos lentos que se me hacen eternos.
Me abraza, pegándome a su pecho. Esconde su rostro en mi cuello, sus manos sujetan mi cintura con fuerza, como si estuviera impidiéndome huir, sin embargo, jamás lo haría. Me aferro a él, hundiendo mi rostro en su pecho, ambos nos quedamos en el silencio abrazados, comprendiendo que nos extrañamos con la misma intensidad.
Poco a poco nos separamos, y entonces tomo la iniciativa de rozar mis labios con los de él, sabía a alcohol y a tabaco. Hace mucho que no sentía eso en su boca, ni tampoco olía, pero cuando él lo hacía, es porque había problemas. Algo sucedía con Dainan, lo sabía cómo la claridad del agua, por eso debía mantenerme al margen.
Lo beso con velocidad, olvidando por completo que, a raíz de nuestra discusión, él enfermó, olvidé que su aspecto me enfurecía y entristecía, también olvidé que algo me ocultaba. Me devolvió el beso con ferocidad, dejándose guiar por mí. Y cuando sentí su lengua tocar la punta de la mía, abrí la boca un poco más y le dejé que me besara con más intensidad. Le devolví el beso con más intención. No tenía ni la menor idea de lo que estaba haciendo: sólo le seguía. Este beso sabía dulcemente a un: "Te extrañé"
Nos separamos, pero él se quedó allí, con su frente pegada a la mía. Ambos teníamos la respiración entrecortada.
—Aurora—jadeó Dainan, una sonrisita le bailaba en la comisura de los labios y los ojos le brillaron al mirarme—Te amo desde ese día que me defendiste, te amo desde esa tarde que no te importó salir lastimada, te amo desde que preferías jugar conmigo antes de usar los recesos con tus amigos, te amo desde que cambiaste tus trencitas por colitas mal hechas. Amo todo de ti.
Sus palabras desestabilizaron mi entorno.
—Te amo. —repitió muy cerca de mi oído—Perdóname por mi actuar de estos días, estuve con diversos problemas que—
Lo detengo, y tomo su rostro con mis manos. —Tranquilo amor, todo está bien.
—¿No estás molesta conmigo? —frunció el ceño.
—¿Por qué lo estaría? —se agacha apenado—Mientras que nosotros nos tengamos el uno al otro, todo estará bien. Te amo Dainan.
Lo inclino hacia mí, dejando su rostro a milímetros del mío. —Definitivamente no merezco tenerte como novia. Eres demasiado para alguien tan poco como yo.
Beso la punta de su nariz, apretujando sus mejillas—Deja de decir tonterías. —dicho eso, lo besé.
El beso empezó siendo uno delicado y torpe, después pasó a ser uno violento, pero con miles de sentimientos puros e inofensivos. Arrugué su polera con mis manos, él bajó las suyas por mis costillas hasta llegar a mi trasero, y apretarlo como si fuesen dos almohadones suaves.
Me hizo jadear sobre su boca, él también lo hizo. No aguantamos más y él me alzó hacia arriba, enredé mis piernas por su abdomen, sin dejar de besarnos. Subió conmigo por las escaleras, hasta llegar a mi cuarto y dejarme con cuidado sobre la cama. En un abrir y cerrar de ojos, nos despojamos el uno al otro de nuestras prendas.
—Quiero que me beses—pedí, casi en un hilo de voz.
Me fijé en su cuerpo, ya no era el de antes, él había adelgazado, también se le había caído el cabello. ¿Cómo no pude darme cuenta que estaba enfrentando sus preocupaciones, solo?
Su torso tenía una fina capa de sudor, ambos estábamos entrando en calor, a pesar que afuera hacía frío. Él se acercó hasta la orilla de la cama, para tocarme las piernas, sus caricias subieron por mi entrepierna, y descansaron en mi vientre.
—¿En cualquier parte de tu cuerpo? —tuve que controlar la respiración, mientras que él pellizcaba mi piel.
—Sí—respondí.
Se inclinó sobre mí, besando mi frente, la punta de mi nariz, mejillas, después besó mis labios, succionándolos, sin hacerme doler. Con la rodilla me separó las piernas, y pronto sus manos me quitaron por arriba de la cabeza, mi sujetador blanco de encaje.
Contempló la vista que tenía en frente por segundos, él me comía el cuerpo con la mirada. Pegó su cuerpo al mío con delicadeza, siguió besándome los labios, para después, descender hasta mis pechos. Los besó y mordió, provocando que arqueara la espalda y jadeara sin control alguno. La primera vez que lo hicimos, fue suave, pero después aprendimos a subir de nivel, ya no aguantábamos lo despacio, aprendimos a hacerlo con fiereza, pero siempre con ese amor que nos teníamos desde siempre.
—Te reto a que digas que me amas.
Siguió besando mis pechos, como si fuesen algún manjar que él disfrutaba probar.
—Qué reto tan fácil—reí, con las manos en la frente, aguantando entrecortar mis palabras.
—Aún me falta formular el reto completo. —dijo para luego bajar hasta mi vientre.
Sentí su respiración, mis bellos se pusieron de punta, el sudor bajaba de mi frente a las mejillas. Entonces comprendí lo que me iba hacer, y estaba casi segura que perdería ese reto.
—Te reto a que digas que me amas, mientras te voy besando aquí—su dedo se instaló en ese punto sensible.
Jadeé con locura, pero él me calló con su mano. Abrí los ojos, y él estaba observándome con esos ojos azules que me hipnotizaron tontamente por meses, también me sonrió, llevándome a ese mundo mágico que yo creé: "Dainanlandia", el mundo de Dainan y sus miles de sonrisas que cautivan.
Retiró su mano con lentitud—Acepto el reto—dije, relamiendo mis labios, hidratándolos.
Su expresión se avivó, y nuevamente bajó su rostro hasta quedar a milímetros de mi punto sensible. Su respiración entró dentro de mí, poniéndome nerviosa, deseosa, ansiosa. Se arrodilló, tiró de mí, y pronto su lengua trazó círculos sobre la parte más sensible de mi anatomía. No sentía dolor, solo sentía pasión, una pasión descontrolada, no es la primera vez que él me hace esto, y la verdad es que ya perdí la cuenta de todas las veces que me llevó al paraíso. Abro la boca para decirle que lo amo, pero de mi boca solo salían gritos y jadeos.
—Dilo, o no dejaré que vayas al paraíso—soplé con cansancio, solo me quedaba poco para llegar a mi límite, y si no cumplía el reto, no iba llegar, por eso volví a abrir la boca, pero su lengua sobre mi anatomía frágil, me impedía juntar las palabras.
—Te... —jadeé—yo te... —volví a jadear, sin control.
Sus movimientos aumentaron, él en verdad quería hacerme perder. Doblé las rodillas, pero sus manos me regresaron en el lugar, eso iba ser más difícil. Ya no quedaba casi nada para llegar al límite, por eso cerré los ojos, y hablé con dificultad.
—Te amo... —logré decirle, temblando.
Me ayudó a llegar al límite, con la espalda arqueada, sudor en todo el cuerpo y lágrimas de satisfacción en los ojos. Tenía tantas emociones contenidas, en verdad mi cuerpo lo había extrañado, y yo extrañé ese poder que desde un principio tuvo en mí. Con cuidado se echó a mi lado, destapó la sábana, para luego cubrir nuestros cuerpos del frío que ingresó por la habitación.
—¿Tienes agua caliente? —preguntó, y yo solo cerré los ojos agotada.
Asentí a duras penas.
—Durmamos una hora, luego bañémonos juntos. —besó mi frente.
Me abrazó contra su cuerpo, apoyé mi mejilla en su pecho, sintiéndome como si me hubiese bebido un litro de felicidad dulce. Lo abracé con fuerza y cerré los ojos, estaba agotada. Dainan empezó a pasar sus dedos por las hebras de mi cabello, de arriba abajo, acariciándolo hasta que sentí el verdadero cansancio apoderarse de mí.
Caí en un profundo sueño, estaba demasiado feliz de haberme reconciliado de una forma tan pasional con él. En uno de mis sueños, soñé que ambos viajamos a otro país, también tuvimos unos lindos momentos juntos. Esa tarde fue inolvidable, jamás creí que llegaría a un punto de mi vida y decir que estoy tan enamorada de alguien y quiero estar con él por el resto de los años que vienen.
Me despertó dos horas después, porque me vio dormida profundamente, y al parecer soñaba algo, porque no dejaba de sonreír. Nos bañamos juntos, como la primera vez que lo hicimos en su habitación, él enjuagó mi cuerpo, yo el suyo, después nos besamos, y esos besos pasaron a mordiscos, y de pronto mi espalda ya estaba contra la pared, Dainan arremetía con fuerza contra mí, pero siempre siendo cuidadoso de no lastimarme.
Después de esa sesión, que duró como media hora, por fin decidimos cambiarnos. Me abrigué con una chompa roja gruesa de algodón, también cubrí mis piernas con unos leggins negros. Dainan se vistió con su misma polera y pantalones.
—Vayamos al monte—comentó, mientras yo humectaba mi rostro con una crema.
—¿Ahora? —pregunté, dejando el pote de crema en mi escritorio.
Caminó hasta mi ropero y de allí sacó una secadora, la cual me olvidé de entregarle a mamá.
—Sí, pero antes secaré tu cabello—lo enchufó cerca de mi cama, y con unas palmaditas leves a su lado, me invitó a sentarme.
Dejé la toalla de mi cabello colgada en una silla, —Puedo secarlo con la toalla.
Giró hacia mi lado, con suavidad colocó su mano en mi cintura, dándome la vuelta, y quedando a espaldas de él. Llevé mi cabello hacia atrás, y Dainan se encargó de sujetarlo en una cola. Encendió la secadora, y el viento caliente que salía de allí no solo calentó mi cabello, sino también gran parte de mi cuello y espalda.
Siguió secando mi cabello, al parecer le gustaba. Hacía masajes en mi cuero cabelludo y con las puntas de sus dedos, me hacía cosquillas, también aprovechó en besarme la nuca, fue un beso que me cogió de improviso, me causó una corriente eléctrica desde la nuca hasta el coxis. Esas simples acciones me vuelven loca de amor.
Mi cabello parecía laceo, por eso lo dejé suelto y solo adorné mi cabeza con una vincha de rosón rojo. Tomé las llaves de la casa, mi móvil y con un poco de dinero, ambos salimos de mi casa agarrados de la mano. Pasamos caminando por los mismos lugares, para llegar al monte, esta vez no fuimos perseguidos por una jauría de perros, al parecer ellos ya no estaban.
—Llegamos—dijo, observando la gran vista de la ciudad.
Situé mi cuerpo a su lado, también observando esa vista que me enamoró desde la primera vez que la vi.
—¿Vinimos a ver la ciudad?
Su mano nuevamente toma la mía, entrelazándolo a mis dedos. —Hoy vinimos a ver las estrellas. —me guía hasta la arena, para luego ayudarme a echarme a su lado, ambos observamos el cielo regado de miles de estrellas brillando, e iluminándonos.
Le señalo unas estrellas unidas, con mi dedo índice—Esas estrellas forman un osito, y las de allá—señalo otras estrellas—, forman una especie de nube.
Cuando miramos al cielo nocturno vemos millones de puntos luminosos. Los puntos luminosos todos sabemos lo que son: estrellas. Sin embargo, alguna vez escuché a mamá decir que las estrellas son personas que fallecieron, y en algunos libros leí que existe la teoría que las personas muertas se convierten en una luminosa estrella, ya que desde arriba pueden proteger a los que más aman.
—¿Crees que esas formas que crean las estrellas sea en realidad el baile o la unión de personas que alguna vez existieron? —me preguntó, y giré media cara para observarlo y él estaba con la mirada fija en el cielo.
—Mamá me dijo que las estrellas son personas ya no existentes en la tierra—volví la vista al cielo, sonriendo.
El viento frío del invierno y de la noche me heló por completo el cuerpo, mis dientes empezaron a tiritar, y mi cuerpo a temblar. Dainan se percató que estaba con frío, por eso pasó su brazo por mi hombro, apegándome a él, y cubriéndome con su cálido cuerpo.
—¿Menos frío? —mi mejilla la pegué a su pecho, aun observando el cielo.
Asentí—¿Tú cómo estás? ¿No sientes frío?, podemos ir a una cafetería.
—Estoy bien—besa mi cabeza—, contemplemos un rato más el cielo estrellado.
Eso hicimos, seguimos observando el cielo, abrazados.
—¿Te imaginas que algún día uno de los dos parta al cielo? —preguntó, y yo me separé de él, con el semblante frío y el ceño fruncido, dándole a entender que su pregunta me puso nerviosa, y algo confusa.
Meneo la cabeza—No puedo imaginarme sin ti, Dainan—contesté, observando detenidamente cada uno de sus ojos. Pude notar miedo en ellos, al igual que unas ligeras lágrimas.
—Y yo sin ti—cerró los ojos, limpiando esas numerosas lágrimas—Siempre que me imagino sin ti, me da miedo, tristeza, angustia. Tú me generas tantos sentimientos en uno, Aurora.
Lo beso lento, saboreando sus labios, él siguió mis movimientos. Sus manos sujetaron mi cintura, y yo acaricié su delgado cabello. Mi corazón siempre latía con fuerza, a veces pienso que Dainan lograba escuchar mis incompetentes latidos, los cuales retumbaban en mi pecho, y de alguna manera ese pensamiento me avergonzaba.
—Nunca más vuelvas a hacerme esa pregunta.
—Por la garrita de gato, te lo prometo. —alza mi mano hasta su boca, y enseguida besa mis nudillos de forma suave. —Por cierto, tengo un regalo para ti. —susurró sobre mis labios—Cierra los ojos.
Obedezco.
Escucho el sonido de algo que no podía distinguir de qué era, el sonido de los carros también se filtraba con aquel sonido. Como niña pequeña me emocioné solo de escuchar la palabra: regalo. Mis manos se impacientaron sobre mis piernas, y emocionada mordí el interior de mi mejilla.
—Ábrelos.
Los abrí, y delante de mí un pequeño collar con el dije de una estrella brillaba en la oscuridad de la noche. Tapé mi boca sorprendida, el collar se veía tan frágil, hermoso, encantador, me faltaron palabras para describir aquel regalo tan perfecto Lo único que brillaba no era el collar, sino también mis ojos que no dejaban de contemplar ese accesorio tan bello.
—¿Te gusta?
¿Qué pregunta era esa? ¿Cómo no iba gustarme aquel tremendo regalo? A parte venía de Dainan, o sea era imposible que algo de él no llegue a encantarme o gustarme. Le arrebato el collar de sus manos, para enseñárselo.
—Esta preciosidad—alzo el collar—, no me gusta, ¡me encanta!
Sonríe, enseñándome por millonésima vez sus hoyuelos—Te lo pondré, así que voltéate.
—¿Me lo dices como chico malo o como chico bueno? —suelto una risita.
Chasquea su lengua—Miren quien hablaba que Bella era una pervertida e hija de la lujuria, cuando tú no te quedabas atrás. Resultaste ser toda una cajita de pandora, Aurora.
Entrecierro los ojos, volteándome.
Le entrego el collar, él lo recibe y en unos segundos tenía ese esplendoroso collar adornando mi cuello. Agacho la mirada, tratando de observar el dije de estrella que brillaba en mi pecho, con mis manos palpo el collar, y no dejaba de mirarlo, porque en realidad me encantaba.
—Gracias—seguía mirándome el pecho—, me encanta.
—Piensa que esa estrella soy yo—dijo, y yo levanté la mirada—siempre te acompañaré, nunca te dejaré sola.
Mis mejillas se ruborizan—Eres una estrella que llegó a mi vida solo para iluminarla, por eso jamás dejaré que te apagues, quiero que siempre brilles para mí.
Sonríe—¿Te parece si tú eres mi cielo?
Ladeo la cabeza—¿Tu cielo?
Asiente de forma lenta—Soy la estrella que solo le pertenece al cielo, el único cielo que quiero ver al despertar.
—El cielo es tan grande como mi amor hacia ti.
—La estrella es tan brillante como mi corazón, el cual solo brilla por ti.
Incluso en la noche más oscura, las estrellas te enseñan el camino hacia la luna. Dainan es esa estrella que se encargó de iluminar mi camino y con él encontré mi propia luna.
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