Capítulo 03: Pobre abdomen, maldito torpe
04 de agosto, 2018
La noche de ayer, antes de llegar a casa, Bella me llamó llorando, preguntándome si podía dormir conmigo, ya que sus padres tuvieron una discusión bastante fuerte, produciéndole tristeza. En estos momentos yo era feliz, de que su mamá y la mía fuesen amigas, porque gracias a ello, Bella pudo dormir en mi casa con absoluta confianza.
Ahora mamá nos está preparando una rica avena de chocolate, y tostadas con mermelada. Bella me despertó temprano, más temprano de lo usual, (en realidad era su obligación) porque en la noche nos desvelamos conversando por horas, y le advertí que, si no me despertaba, faltaríamos a clases.
—En la tarde hablaré con Jacqueline, así que puedes quedarte los días que quieras, Bella. —le habló mamá con su guante de cocina en la mano, sonriente—A veces, nosotros los adultos nos llenamos de estrés, y lo único que provocamos es herir a nuestros hijos con nuestros problemas.
Por mi mente pasaron todas las veces que mis papás discutían o cuando les iba mal en el trabajo y yo era quien pagaba los platos rotos. Tenían esa costumbre de gritarme por todo, sobre todo mamá, ella era la que concurridas veces desfogaba su molestia contra mí. Escucharla ahora, me hacía entenderla un poco, solo un poco...
—Escuché que quieren divorciarse—musitó Bella, con su voz entrecortada, la vi y sus ojitos se aguaron nuevamente.
Posé mi mano sobre la suya y la acaricié para tranquilizarla.
—Tranquila, hija, Jacqueline está muy enamorada de tu papá como para separarse de él. —le regala una suave sonrisa—Solo déjame conversar con ella, dos adultos se entienden a la perfección.
—Se lo agradezco, señora Daniela —agradeció Bella.
Con su camiseta limpió sus ojos lagrimosos.
—Ten, come—le entregué su tostada—¿Quieres avena?
Ella solo asintió.
Me levanté de la silla para ayudar a mamá, a servir la avena. Me dolía en el corazón, ver a Bella llorar. Sentía una presión en el pecho, era como si estuviera compartiendo su tristeza conmigo. Entonces me propuse firme que hoy la haría reír como nunca. A veces las amigas tienden a tomar el rol de hermanas mayores. En esta ocasión yo era ella, y Bella mi hermanita pequeña que necesitaba recuperar su alegría.
No quiso por alguna razón que llamara a Hans, pero en mi interior sabía que algo amargo había entre ellos dos.
Me apegué a mamá, quien movía la avena con una cuchara de palo.
—Mami, ¿debería ir con Bella al cine? —le susurré, procurando no ser escuchada por mi amiga.
Mamá me miró de reojo. —Puede ser, pero primero me cumplen con las tareas—ordenó, sin dejar de mover la avena.
—Entendido, capitana.
Regresé a la mesa para acomodar unos individuales, de paso observé a Bella con su cabello negro azabache ondulado, el cual se encrespaba casi hasta su cuello. Llevaba puesto una camiseta blanca con el estampado de la cara de Harry Styles, y unos pantalones grises cortos de chándal.
—Señorita Collins, ¿sería tan amable de levantarse? —ella alzó su vista casi apagada, para mirarme sin ganas—Quisiera bailar con usted, bella dama, una pieza de Harry Styles.
Me incliné ante ella, ofreciéndole la palma de mi mano.
Observó mi mano, después a mí y finalmente no pudo evitar sonreír—No sería capaz de rechazar una canción de nuestro amor platónico—se levantó y caminamos de la mano hacia la sala.
Yo la seguí, y me adelanté para poner mi playlist de Harry Styles en el reproductor de música.
Cuando sonó: "Sign of the Times", comencé a mover mis manos en el aire al compás de la suave y relajada canción. Luego me acerqué a ella para bailar abrazadas. Yo sobaba su espalda, y ella solo ocultó su rostro en mi cuello, mientras apretaba mi camiseta. Enserio me dolía verla desganada. Era como si aquel aura brillante y parpadeante que la rodeaba, se sofocara con los segundos.
—Tú, no eres una princesa —le susurré al oído—, eres una reina. ¿Y sabes, por qué?
Meneó su cabeza.
—Porque nadie ha podido ser tan feliz como tú—respondí—, las dos sabemos por todo lo que has pasado, y, aun así, seguiste sonriendo. —ella levanta su rostro, para verme, y dolió verla con sus cachetes húmedos—No permitas que nadie borre esa felicidad que te costó crear. —limpio sus mejillas con las yemas de mis dedos—No permitas que los problemas de tus padres sean un obstáculo en tu felicidad.
—Eres única, Aurora—me sonríe—, no sé qué haría sin ti.
—Claro que soy única—le guiño un ojo—¿O has visto en otra parte a alguien que te saque a bailar las canciones de tu artista favorito?
—Ni Hans se atrevió a tanto—dijo esta vez, entre risas.
Poco a poco su aura iba palpitando, la Bella que conocía estaba regresando.
Tomamos nuestro desayuno acompañadas de mis papás, como siempre, mamá y papá discutían sobre a quién le tocaba hacer el almuerzo en la tarde, nadie se inmutó en tocar el tema de Bella y sus papás, primeramente, porque sería incómodo y una grave falta de respeto, por eso preferimos hacerla reír, y alegrarle la mañana con nuestras ocurrencias de familia. Bella Collins, es la persona que más admiro en este planeta, aparte de mamá y papá; ella ha pasado por mucho tan solo siendo pequeña, sufría bullying por ser de contextura delgada, la comparaban con una persona anoréxica, a veces con la maqueta de un esqueleto que teníamos como modelo en el curso de ciencias.
Yo fui en algunas ocasiones su heroína, la que siempre sacaba sus garras ante las personas que la denigraban. Me impresionó su actitud, porque jamás se sintió insegura con su cuerpo, ella siempre se amó tal cual es. ¡Es que yo soy su fan número uno!, aquella niña de diez años seguía siendo tan madura y fuerte como la de dieciocho.
Después de comer subimos al baño, yo tomé la ducha para bañarme con agua helada, para que así mi cabeza estuviera fresca como una lechuga a la hora de estudiar y poder prestar atención a las clases. Mientras que Bella tomó el inodoro para orinar, porque según ella su vejiga estaba a punto de reventar (el drama siempre por delante)
—Tengo ganas de ir a la discoteca—musitó Bella, sentada en el inodoro.
Yo estaba refregando mis brazos con jabón—Sabes que ir a la discoteca es bailar y beber. —le dije—Y yo no sé hacer ninguno de los dos.
—Vale, está bien, entonces ¿qué podemos hacer hoy? —preguntó, y después se levantó para jalar la bomba—Necesito despejar mi mente o me volveré loca.
Enjuago mi cuerpo con el agua—¿Vamos al cine?
—Buena idea, pero, ¿iremos con Hans? —dejé a un lado el jabón para luego verla, la última pregunta me dejó un poco confundida.
—¿No quieres que vaya? —cuestioné, mientras el agua seguía cayendo por mi cuerpo, y al estar completamente limpia, cerré la llave.
—No es eso, solo que... —se quedó un instante, callada—, aunque sí, puedes contactarlo para ir los tres —salí de la ducha, para envolver la toalla en mi cuerpo, y agarré otra para mi cabello.
—¿Yo lo contacto? —traté de verla a través del empañado espejo—¿Ustedes dos...?
Me interrumpió—Solo unos problemas sin tanta relevancia, no te preocupes—estiró su mano hacia su neceser para sacar su cepillo de dientes.
Evité hacer más preguntas, pero no saltaba el hecho que un problema con tanta relevancia había sucedido entre ellos. Cogí mi cepillo, para luego cepillarme los dientes, a la par de Bella. Ambas jugamos de rato en rato con la espuma de nuestras bocas, podía ser asqueroso para algunos, sin embargo, esta era la gran confianza que había entre nosotras.
Yo, como siempre, demoré en cambiarme. Es que siempre era difícil escoger la ropa para ir a estudiar. Tener variedad de opciones, y a pesar de que querer escogerlas todas, no es posible. En cambio, Bella se cambió rápido, ya que trajo un conjunto de ropa definido, ahora está laceándose el cabello, ya que no le gustan sus bailarines rulos.
—¡Mierda, me quemé el dedo! —exclamó, posé mi vista en ella, y estaba lamiendo su dedo pulgar.
Solo reí ante su pequeña quemadura.
A las finales terminé optando por una camisa ancha y un pantalón corto jean. Cuando ya estaba vestida, me senté en la cama para colocarme unas zapatillas. Era algo cómodo, y no me dislocaría el tobillo como esa vez que fui con tacones, ese fue el peor día de mi vida, no pude asistir a natación ni tampoco a mis clases de karate, aparte de quedar en muletas terminé con unas ampollas que me quemaron la piel.
—¡Santo cielo! —exclamó Bella.
Dejé a un lado mis pensamientos, para verla expectante frente a la ventana con la plancha en su mano derecha.
—¿Todo bien? ¿Te volviste a quemar?
Pregunté, y al terminar de amarrarme las agujetas de las zapatillas, me acerqué a ella.
—¿Por qué no me dijiste que el compañero nuevo de cara bonita es tu vecino? —preguntó, sin aun mirarme.
—¿Eh?
Desvié mi mirada de ella hasta la ventana, y juro que en ese instante mi mandíbula casi se desvanece al suelo. El chico nadador, estaba sin camisa, caminando por la habitación de al frente. No podía creer que ese hombre esté mostrando sin pulcro su torso con una toalla envuelta en su cintura. Aquella casa estaba en venta hace cinco meses, pero al parecer, ya compraron. Por lo tanto, no tengo derecho a reclamar, porque está en su casa.
Recordé entonces ese camión de mudanza, era él quien estaba mudándose.
Me distraje cuando comencé a oler quemado.
Vi a Bella, y la plancha estaba humeando. —¡La plancha! —grité, cuando recuperé el habla.
Ella se dio cuenta, y rápidamente se agachó para desconectar el enchufe. Gracias a Dios, ella no tenía ese artefacto en su cabello, porque hubiera resultado ser una tragedia, y más para ella, que su cabello es como oro. Lo cuida con tantas cremas, sérums, y aceites supuestamente para fortalecer las puntas del cabello. No soy profesional ni tampoco llevé cursos de peluquería, pero el poco conocimiento que capté una vez que fui con mamá al salón de belleza, fue gracias a una de las trabajadoras, quien nos indicó que lacear el cabello es dañino para él.
Y si Bella dice amar su cabello, debería saber por lo menos ese dato... En fin, si se lo digo, de todas formas, no me hará caso.
—Aurora, definitivamente vendré todos los días a dormir contigo—dijo, mientras seguía observando la ventana, y empezó a morderse el interior de la mejilla.
—Oh no, claro que no—refuté, alejándome de la ventana, para alistar los libros en mi mochila.
Me imaginé el cómo sería si Bella viniera siempre, creo que sería una catástrofe, porque esa mujer se mueve en la cama como cual lombriz de tierra. Todos los días amanecería tirada sobre el suelo, con el cabello enmarañado y la espalda acalambrada. Definitivamente pelearíamos mucho si viviéramos juntas. Sin dejar de lado el cariño que nos tenemos, obviamente.
—Oh sí, claro que sí. —replicó—No puedo perderme la gran vista que vas apreciar desde tu habitación.
—¿Gran vista? —cuestioné, aun con ese enfado que le tenía a aquel chico de ojos azules.
—Amiga, estás ciega. —dicho esto, se acercó para darme unos pequeños golpecitos en mi hombro. —Te compraré en navidad una lupa para que te des cuenta del hombre que vas a ver todos los días. —dijo saliendo por la puerta.
Aún seguía negándome a aceptar lo atractivo que era Dainan Beresford, pero es que me irritaba el hecho de que, por no haber prestado atención a su estúpido nombre, el director me haya hecho pasar la vergüenza de mi vida.
Rodeé los ojos, para regresar mi atención a la habitación de al lado. Mi compañero de salón y ahora vecino, seguía con la toalla en su cintura, tecleando en su celular como un desesperado, de pronto detuvo lo que hacía, para alzar la vista hacia mi dirección. Tuve dos ataques cardíacos en ese instante, uno por la vergüenza y lo otro por sentir golpes en el estómago.
¿Me estaré sonrojando?, porque siento las mejillas arder en calor. El chico se acerca hasta su ventana, para apoyarse de brazos, con la mirada aun penetrada en la mía. Sin desviar sus ojos, alza una insuficiente sonrisa, que me amarga como un limón sin madurar. Señala con sus manos los cachetes, al principio no entendí su referencia, al cabo de dos segundos lo comprendí: Mis mejillas estaban sonrojadas.
¡Santo Lucifer!
Cerré las cortinas, después me apoyé de espaldas, recobrando la respiración. Me di pequeños golpecitos en el pecho, tratando de olvidar la viva imagen de esos brazos aguerridos y esas manos grandes que al sostener la base de la ventana se le marcaban unas venas palpitantes. Salgo de mi habitación enfurecida para alcanzar a Bella, quien ya estaba subiendo al carro de papá. Él nos llevaría hoy, ya que tenía libre en la mañana.
—¿Señora Dani, sabía que la casa de al lado ya se compró? —preguntó Bella, rompiendo el silencio del trayecto hacia el instituto.
Mamá deja de retocarse la cara, para verla por el espejo retrovisor—Dime Dani, hija y sí, justo en la mañana me encontré con la señora, y me cayó de maravilla, al igual que su hijo.
—¿Lo viste? —inquirí, aun con la imagen de su torso en mi mente.
—Sí, es muy lindo y educado. —enarqué las cejas—Me enteré por su mamá que va al mismo instituto que ustedes.
¿Educado? ¡Bah!
—Y está en nuestro salón. —agregó Bella.
—¿Cómo se llama? —cuestionó papá.
Rodeé los ojos—Dainan Beresford—dije, para luego observar por la ventana—Y dice ser el mejor alumno. ¡Pamplinas!
Dejé de escucharlos, porque no era una conversación que requiera mi atención. Primero dejamos a mamá en su trabajo, después papá nos trajo al instituto, dejándonos en la puerta, y fuimos gratamente recibidas por el portero, quien era un señor bajito, rondando casi los sesenta y algo.
Las clases de hoy transcurrieron con tranquilidad, no me sacaron adelante, ni me hicieron preguntas. Eso era algo sorprendente, ya que la cuarta parte de los profesores aman ver mi rostro de "No sé ni mi nombre", para luego sacarme a la pizarra y hacerme pasar vergüenza, siendo de esa forma el hazmerreír del salón.
En la hora de recreo estuve por ir a comprar con Bella, pero recordé que la profesora de educación física me llamó ayer en la tarde, para inscribirme al concurso de natación, entonces debía ir a su oficina. Tengo entendido que competiré con alumnos de otros grados, siempre y cuando acepten la invitación de la profesora.
Entro al salón y la maestra alza la vista.
—Buen día Evans, toma asiento—ordena.
Revisa unos documentos, y después de unos segundos me entrega una hoja.
—Te inscribirás, ¿verdad?
—Sí, claro que sí. —contesté emocionada.
—Bien, entonces, en esta hoja escribirás tu nombre y apellido completo, junto a tu firma más —indicó—, después que termines me lo entregas.
Asentí.
Cogí un lapicero de la mesa, y escribí todos los datos mencionados. Estoy emocionada de que vuelva a participar después de un año, nuevamente en una competencia. El año pasado gané el primer puesto, desde esa vez, varios profesores de otros institutos e incluso academias de natación me llamaron para que me inscribiera en campeonatos, pero compitiendo a favor de ellos, y a cambio me darían dinero.
No acepté, porque sería una competencia sucia, pero claro que por un instante pasó por mi mente aceptarlo, ¿por qué quien se resiste al dinero?, pero mamá me hizo recapacitar. Aquellos profesores que me ofrecieron dinero, deberían ser más justos y honestos con ellos mismos, y tener un poco más de confianza en sus alumnos.
Terminé de llenar la ficha y se la entregué a la profesora.
—Bien, Evans—da una última revisada a la hoja, y al corroborar que todo esté bien escrito, volvió a mirarme—¿Practicarás conmigo o lo harás por tu cuenta?
—Por mi cuenta—respondí sin pensarlo.
—Perfecto—musitó—Yo te estaré avisando el día de la competencia, lo más probable es que se lleve a cabo el mismo día del aniversario del instituto.
—Muchas gracias.
—A ti Evans, y espero que vuelvas a ganar. —me guiña el ojo.
No pude evitar sonreírle con cariño.
Al salir del salón, me tropecé con alguien. Alcé la vista, y mi día se arruinó al ver a Alice con su cara de insuficiencia y maquillaje exagerado. Bufé en el momento que me observó sin vergüenza, de arriba abajo, y por la cara que me enseñó, logré descifrar que me estaba insultando mentalmente. No había necesidad de que me dijera verbalmente lo que mucho que me detestaba.
—¿Acaso no te das cuenta por donde pasas? —me reprochó, enojada, y limpió su brazo, como si mi cuerpo hubiese ensuciado el suyo.
—Perdón—lo sentí, para luego esquivarla, pero no me dejó—Oye, tengo que ir al salón, dame permiso.
—¿Por qué saliste de ese salón? —su ceño se frunce—¿Te inscribirás a los juegos? ¿Tú serás quien nos represente? —soltó una sarcástica risa.
—¿Tienes algún problema con ello?
—Aurora, no eres inteligente, tampoco buena deportista, ¿enserio nos representarás? ¡Já!
Entrelacé mis brazos—¿No sabes que yo representé al salón B, el año pasado?
—Así es, señorita Rodríguez. —la maestra pasa su brazo por mi hombro, interrumpiéndonos—Evans es la mejor nadadora que tenemos en el instituto, ella no solo representó a salones, sino también al instituto.
—Maestra, ¿enserio ella...?
—Sí, Rodríguez. —Alice, tenía los ojos rojos por el enojo que estaba generándole mi presencia—Ahora las dos vayan al salón.
Entreabrió la boca enojada, pero no esperé a que dijera algo, solo pasé por su lado, obedeciendo a la maestra. Alice, puede ser demasiado inmadura cuando se lo propone, ella piensa que todos estamos a sus pies, o que brilla más que los demás, cuando no es así.
Es hora que baje de la luna y pise tierra.
Bajé las escaleras de dos en dos, apresurándome en llegar, porque solo quedaban cinco minutos de receso. Iba girar a la izquierda para seguir bajando, cuando una persona subió corriendo, haciéndome tambalear en mi sitio, hice fuerza con mis piernas, para no caerme, pero resultó imposible, se dobló mi tobillo y caí al suelo. Empecé a jadear de dolor, mi tobillo se había doblado, y un pulso incesante se me estaba prolongando en todo el pie.
Dirigí mi enfado, hacia esa persona, y quedé en shock al ver a Dainan, observándome asustado.
—¿Por qué no bajas con cuidado? —me reprochó, observándome desde su altura.
Mis ojos lloriquean, y él ríe.
—¿¡Pretendes matarme!? —repliqué enojada y adolorida.
Seguía sentada en el suelo.
—Claro que no. —dijo, sin hacer el mínimo esfuerzo por ayudarme a levantar—Sé más cuidadosa, quizás a la siguiente ya no vivas para contarlo.
—¿Cómo te atreves a burlarte de mí sufrimiento? Eres un ser inhumano. —le cuestioné, mientras retenía la fuerza de mi mano sobre el suelo, para levantarme.
Un hincón en el pie me hizo sobresaltar en mi posición cuando pude quedar frente a frente con él. Es un tipo bastante aguerrido, pero eso no le quita lo torpe. Por su culpa me he doblado el tobillo, y hoy no podré nadar ni hacer karate. ¡Genial!
—Nadie se está burlando de ti, deja el drama.
Muerdo el interior de mi mejilla, controlándome—¿No te disculparás?
—No.
—Ah, ¿no? —enarqué mis cejas, enfrentándolo.
—No, y si me permites, debo irme—pasó por mi lado, empujando levemente mi hombro.
No permití que diera un paso más, lo llamé, y el giró para verme. Estaba relajado, sin ningún sentimiento de culpa. Estaba más que preparada para devolverle la caída, así que retrocedí cojeando, ese torpe no entendía absolutamente nada, pero yo ya estaba sincronizando la patada que iba realizar junto a mi respiración.
Di un paso adelante con el pie izquierdo, ya que estaba adolorido y el derecho lo dejé atrás. Cerré los dos puños y levanté la mano de forma que ambos brazos queden flexionados por el codo y los antebrazos ligeramente elevados. Mi puño izquierdo quedó un poco más alto y adelantado que el derecho, quedándose cerca de mi cintura.
—¿Puedo saber qué haces? —refutó confundido.
—¿Alguna vez has practicado karate?
Mantuve los brazos elevados listos para atacar y mis piernas para golpear.
—No me digas que te crees karateca—sonríe.
¡Esa sonrisa...!
—No me creo, yo soy Karateca. —dije sonriéndole de la misma forma que él lo hacía conmigo.
Di unos saltitos en mi sitio, luego elevé la pierna trasera lentamente para darle una patada, flexionándola de forma que la pantorrilla casi roce el muslo por detrás. En este punto, mis músculos de la pierna estarán contraídos y la parte inferior preparada para darle un golpe rápido y seco. Extendí mi pierna hacia adelante mientras giraba sobre el otro pie, en cuanto hice contacto con su abdomen, presioné fuertemente con mi pie, empujándolo y haciéndolo caer de espaldas.
Rápidamente, recogí mi pierna hasta que quedó en su posición inicial.
—Pobre abdomen, maldito torpe. —le dije, observándolo desde arriba, mientras que el seguía de espaldas contra el suelo.
Y sintiéndome toda una karateca profesional, caminé hacia las escaleras, reprimiendo el dolor de mi pie.
Los compañeros que paseaban por el pasillo, observaron la caída de Dainan, susurrando y riendo, algunos se acercaron hacia él, para auxiliarlo.
Mientras regresaba al salón con los ojos aguados, observé que, por el pasillo del primer paso, Hans corría hacia mi dirección como si su alma se lo hubiese llevado el diablo, y en pleno acto se le cayó el sándwich, pero no le importó recogerlo, por llegar hasta mí.
—Escuché que alguien te dio una patada—revisó mi quijada, después me dio la vuelta para revisarme el cuerpo, también se agachó para tocarme las piernas, y cuando presionó mi pierna derecha, me quejé del dolor.
—Duele, duele.
—¿Quién fue? —preguntó, enojado.
—Nadie me golpeó, solo tropecé con alguien y caí de las escaleras.
Pasa su brazo por mi hombro—Apóyate en mí, te llevaré a enfermería.
Estuvimos a punto de irnos, cuando llegó Bella con su soda casi roseando, totalmente desesperada.
—¡Santo Cielo, Aurora! —también me revisó el cuerpo—¿Quién te dio una patada? ¡Dime!, ¡Ahora mismo le corto las bolas, porque escuché que es un hombre! ¿Quién putas se cree? ¡Maldito de mierda! ¿Cómo...?
—¡Ves, Aurora! —le interrumpió Hans—Dinos quien te pegó, para que vayamos a...
—Ey, chicos—los detuve—¿Quién les dijo que recibí una patada?
Con Hans caminé hacia un banco, y Bella me ayudó a sentarme.
—Todo el salón está hablando que un compañero te pegó—dijo Bella, aun preocupada—, por eso te buscamos por todo el instituto. ¡No estés encubriéndolo, y dinos quien fue! ¿O acaso te amenazó?, porque si ese fuera el caso, ahora mismo me voy a la sala de detención y presento una queja.
Llevo mi mano a la frente, meneando la cabeza—Alguien ha tergiversado la historia.
—¿Qué dices? —Hans frunce el ceño.
Eso era una tontería, por eso no pude contener la risa. Me costó inclusive mantener la compostura, cuando quise detenerme, no pude, porque había caído en un estallido de risas. Tanto Bella como Hans se vieron con las cejas enarcadas, quizás preguntándose si estaba en mi sano juicio como para reírme sin control alguno.
—No entiendo nada—Bella me observó indiferente y confundida.
—Fui yo quien le dio a ese compañero una patada—seguí riéndome—en mi defensa fue porque ese maldito ni sentimientos tiene...
Mis amigos se quedan perplejos, aun desentendidos. Yo detengo mi risa, para limpiar las lágrimas de mis ojos, después solo recuerdo a Dainan tirado en el suelo, totalmente adolorido, y..., dejo de imaginármelo cuando escucho el carraspeo de una garganta. Levanto la vista, y el chico que estuvo en mi imaginación hace un instante, está ahora frente a mí, con sus cejas arqueadas y los labios muy apretados.
Oh... oh...
—¿Aurora, golpeaste al chico nuevo? —dijo Bella, asombrada, con la mano en la boca.
Abro de nuevo mi boca, pero no para reírme, sino para lamentar lo que le hice, pero sentí pánico. Esquivé el contacto de nuestras miradas, también traté de levantarme, pero fallé en el primer intento. El esfuerzo de no sentirme incómoda y avergonzada, me estaba torturando con un mareo que era difícil de controlar.
—¿Alguien más siente una brisa helada? —intervino Hans abrazándose, sintiendo la frialdad de Dainan acorralarnos.
Quiero correr, pero correr es de cobardes, ¿o no...?
—Aurora...—Dainan farfulló entre dientes—Tú...
Bella toma mi mano.
—Aurora, ¿alguien ha visto a Aurora? —dijo, con la voz aguda, tratando de imitar a otra persona. —Amiga te están llamando, let's go.
Sostuvo mi mano con fuerza, y me levantó de la banca. Sin más me ayudó a correr, pasando su brazo por mi hombro.
—¡Me debes una, Evans! —Me amenazó Dainan, gritándome a mis espaldas.
¡Vaya hombre!
—Corre perra, corre. —repetía Bella—Si él viene, estamos muertas.
Mientras nos alejábamos de él, iba recobrando la respiración. —¿Qué demonios pasa con ese chico?
—¡Y yo iba cortarle las bolas! —Bella me abraza, por un lado, y yo suelto una risa, hasta sentir mis mejillas sonrojadas—Oye, y ¿Por qué le golpeaste?
—Por imbécil.
—¡Iuuu! —molesta codeándome—, aquí huele a love, mucho love.
Le fulmino con la mirada—Cállate o...
—¿Acaso no sabes que, del odio al amor, solo hay un paso?
—Déjate de tonteras, lo único que siento por él es mucho enojo.
Menea un poco su cabeza—Amo cuando te enojas. —me da un beso en la mejilla, y yo solo puedo sonreír.
Nos desplazamos por los pasillos del instituto, escuchando los murmullos de todos, aun me veían como una víctima. ¿Quién creería que una pequeña niña, con poca inteligencia intelectual le haya golpeado a un grandulón de cara bonita? ¿Quizás por eso que siguen creyendo que la víctima soy yo, cuando en realidad es el maldito torpe?
—Por cierto, fui tu salvavidas. —Nos detenemos frente al salón—Mañana en la noche le dirás a mi madre que fui a tu casa...
—Bella Elizabeth Collins Lennox—bufé su nombre completo—¿Tú y Hans se reconciliarán con...?
—¿Con sexo? —Dice normal y relajada, como si esa palabra no causara que los compañeros que pasaban por nuestro lado, se quedaran mirándonos iracundos y a unos cinco pasos de nosotras un maestro bebiendo tranquilamente agua de su botella.
Le jalo del brazo, para meternos a los servicios—Oye, más cuidado, ese maestro pudo escucharnos.
—No los entiendo—Se apoya contra el lavabo—Nos enseñan sobre relaciones sexuales, y odian que digamos "sexo"
Me paso los dedos por mi cabello—Suena como si fuese pecado, ¿verdad?
Asiente con los ojos abiertos
—¡Sí!, no sé cuándo normalizaran que los jóvenes, muchos de nuestra edad, ya tuvieron sexo, y mucho.
Me rasco la nuca nerviosa, porque este tema resulta ser frágil para mí. Una vez traté de tener intimidad, con aquella persona que rompió mi corazón, como si este fuese nada más que basura. No negaré el hecho de sentirme incómoda y muy entumecida, porque Bella sabe claramente quien fue esa persona. No quise comentarle nada, así evitaría crear una barrera de hielo entre ambas.
Mi atención vuelve a mi mejor amiga—Cambiemos de tema—Abro el grifo del lavabo—, entonces mañana duermes conmigo en la noche, ¿cierto?
—Claro, claro, y no olvides que debemos grabar una conversación, por si es que mamá te llama y quiere escucharme. —Guiña un ojo, con astucia.
Saca un peine de su bolsillo, y empieza a peinar su cabello esponjoso. No le duró nada el planchado que se hizo en la mañana.
—Ahora dime, ¿por qué le pegaste al chico de cara bonita?
La observo a través del espejo—Ya te dije, por imbécil.
—No, enserio, ¿por qué le pegaste?
Dejo salir un largo suspiro—Porque me hizo caer de las escaleras, y ni se disculpó.
—¿No se disculpó? ¡Menudo imbécil! ¿No recibió modales en casa? ¡Los hombres de hoy día son tan...!
Arrugo las cejas—No todos, eh. Recuerda que Hans es la excepción.
Bella asiente—Cierto, cierto, ¿Qué te parece si le ponemos un apodo a ese imbécil?
Estuve a punto de abrir la boca para afirmar, cuando la puerta del baño se abre e ingresa Alice, con su cabello rubio en una cola alta, falda corta pegado a sus delgadas piernas, y una camisa con escote, dejando al descubierto su pequeño busto. Parpadea un par de veces, observándonos de arriba hacia abajo, y mueve sus finos labios con cólera.
¿Tanto me odia?
—El director te llama, Aurora. —se retoca las mejillas con una esponja rosa, observándose en el espejo— ¿Qué has hecho ahora? Aunque no me sorprende, porque después de todo siempre causas problemas.
Bella la mira mal—Algo que no te incumbe, Alice.
Ella bufó—¿Y tú que ricitos?
Oh no...
—¿Quién te ha dado el derecho de decirme así?
Doy un paso entre las dos, quienes no tardaron en enfrentarse—Ya, basta—Las miro a ambas—Vámonos Bella—le digo, y ella no se mueve.
—Cuando vaya a Europa, hazme recordar que debo comprarte una plancha de cabello que oculte por completo tus rizos, si es que eso es lo que deseas, claro. —Alice no tardó en reírse y quiso salir por la puerta, pero mi amiga saltó como un gato sobre ella, empujándome.
Quise separarlas, no obstante, terminé con arañones en la cabeza. Después de tantos golpes, no tuve más opción que llamar a una maestra. Después de todo el problema, las tres y ese maldito torpe terminamos en detención, y como castigo por haber infringido las reglas del instituto, nos dejaron hacer un trabajo en grupo, la cual sería nuestra nota final del mes.
¡Vaya mañana!
Con Bella pintamos la pared del salón de arte, riendo por tener las manos y el rostro pintado de azul. Seguimos coloreando con témperas el dibujo que desarrolló un salón inferior al nuestro. Ellos debieron terminarlo, pero el director nos ordenó hacerlo por ellos. Nuestro trabajo final es pintar "La noche estrellada" de Vincent Van Gogh. Mi pierna aún me palpita de dolor, pero la compañía de Bella calma todo.
—Descansa un poco, yo terminaré el resto.
Asiento y voy a una de las sillas.
—No puedo creer que Alice solo haya mezclado las pinturas y se haya ido como si nada.
—¡No tomaremos en cuenta su participación!
Meneo la cabeza. —Tenemos que hacerlo, recuerda que el trabajo es grupal.
—¡Encima le regalaremos nuestra nota! —un mechón de cabello cae por su frente y ella sopla, regresándolo a su posición.
Dainan ingresa por la puerta con dos bolsas en sus manos.
—¡Por fin! —Bella se baja de la banca y deja las brochas sobre la mesa.
Dainan saca de una bolsa tres botellas de agua. Nos lo entrega, y después carraspeando su garganta se acerca hacia mí para darme la otra bolsa que no abrió. Lo sostuve entre mis manos con los ojos bien abiertos, y las cejas enarcadas.
—Vayan a sus casas, yo terminaré lo que falta y les daré nuestros nombres al director.
—¡Qué felicidad! —exclamó Bella, dando saltos—Nunca hablé mal de ti, querido compañero. ¡Eres el mejor! —le enseña su pulgar y yo me rio.
Salimos del instituto, y Bella pudo acompañarme solo hasta el paradero de mi casa, después tuve que caminar solita dos cuadras. Al llegar a casa, me percaté que aun sostenía la bolsa que me entregó Dainan en el salón de artes. Sin pensarlo, lo abrí para ver el contenido que ésta tenía, y entreabrí la boca al ver dos cremas mentoladas, vendas, gasas, alcohol, y también un chocolate. Entre todo eso, un papel doblado en dos, captó mucho más mi atención.
Lo desplegué y leí: ¿Sigo siendo un ser inhumano?
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