32.
—Voy a dar turbos para que me ensambles tu nave.
—Qué chingao'
México miró al francés sin poder creerlo.
—Ya sabes, me gusta tu nave, la grandota.
—No sé de qué me hablas..., pero me voy a arriesgar.
—¿Qué?
—Ulala, señor francés. Yo sí te meto la jeringa.
—¿De qué hablas?
—Eh... De lo mismo que tú.
—¿Qué tiene que ver las jeringas con los turbopropulsores que exporto? —lo miró serio—. Para el ensamblaje de tus naves... Pensaba adquirir una.
—Aaaah... —México rio divertido—. Sí, eso mismo. Para mandarte el avión junto a la exportación de jeringas.
Pero Francia no se creyó aquella explicación.
—Estabas pensando en cosas indecentes, ¿verdad?
—No, no, cómo crees.
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