Habían pasado ya varios años después de la muerte de mi papá, mi mamá decidió que deberíamos mudarnos, ella decía que no quería estar viviendo en donde papá había pasado sus últimos días, además casi siempre que estábamos en la sala recordaba ese momento y sus ojos se ponían rojos por las lágrimas, así que decidimos mudarnos a un vecindario no muy lejos de aquí, ella había buscado por días un lugar hasta que lo encontró, vendimos la casa y nos propusimos a mudarnos; mientras viajábamos en el auto pensaba en ese día, era triste dejar el hogar donde había pasado ya catorce años de mi vida y donde había convivido con mi padre nueve de ellos; me asomé por la ventanilla y me percate de lo lindo que era el lugar, las casa estaban grandes, casi todas tenían afuera un árbol grande y frondoso que decoraba la entrada, había niños jugando en el patio otros andando en patines o en bicicleta, también personas adultas sentadas en el desván o platicando en la banqueta, mientras pasábamos la gente nos observaba, nos veían como extraños.

― Creo que era obvio― mencioné en mi mente.

Al llegar a la nueva casa me sorprendí, era enorme, bueno al menos más grande que la casa anterior, era de color rojo con un gran árbol en la entrada

―Me encantaban los árboles.

Además terminaba como en punta, era de dos plantas, aparte del color rojo tenia franjas blancas en las orillas de las ventanas y la puerta, en el frente de la casa podía observar una banca color blanco y unas cuantas figuritas que decoraban la entrada, me cautivo una figurilla en especial, está era una manzana, en medio de ella se podía observar una hendidura en forma de corazón y más adentro creo que podía ver dos personas, la verdad no distinguía bien pero eso me pareció.

Mi mamá me tomo de la mano y me adentro a la casa, mis ojos brillaban, era aún más hermosa que por fuera, mi mamá había escogido muy bien la casa.

― ¿Te gusta? ― me preguntó y yo asentí con una gran sonrisa.

Entonces decidí explorar toda la casa, corrí por todos lados, la cocina era pequeña pero creo que aun así mi mamá cocinaría algo rico para mí, salí al patio trasero.

― ¡Un patio trasero! ― grité, aunque pensé que parecía niño pequeño.

Después corrí a ver dónde sería mi habitación, le pregunte a mamá y me indicó que era en la parte de arriba, salí disparado, subí las escaleras y había un pasillo, abrí la primera puerta y encontré un baño, seguí y abrí la siguiente puerta, encontré un cuarto con una cama enorme.

―Creo que este es de mamá― me dije.

Entonces solo quedaba una puerta al final del pasillo, abrí la puerta y vi mi cuarto, tenía una cama pequeña perfecta para mí, un buró estaba a un costado de mi cama con una lámpara de escritorio, tenía dos ventanas, en una podía ver el patio trasero y en la otra podía observar la casa de al lado, me recosté en la cama y miraba el techo, estaba contento por la nueva casa, pero aún me sentía triste por la muerte de mi papá y la mudanza.

― ¡Kenny baja y ayúdame a preparar de comer! ― gritó mi mamá.

― ¡Ya voy! ― dije y me apresure a bajar.

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Después del incidente y pasado un día, mi mamá se encontraba mucho mejor y lista para volver conmigo a casa, los policías le comentaron que papá había sido arrestado por sus actos de maldad, le otorgaron ocho años de cárcel y una carta de restricción judicial para que al salir no se pudiera acercarse a nosotros, lo cual me puso muy contento, no es que no quisiera a papá pero si mi mamá no resultaba lastimada me ponía feliz.

Cinco años después de lo ocurrido, mamá y yo trabajábamos en la florería, estábamos arreglando un auto con flores para una quinceañera, yo colocaba un arreglo de rosas blancas en el cofre del auto mientras mi mamá se ocupaba de adornar las puertas del auto, ella le daba unos toques hermosos con listones de colores haciendo que el auto quedara padrísimo y que la quinceañera se luciera, le dimos los últimos toques y quedo un bello auto para una linda quinceañera.

―Era linda ― pensaba.

Después de haber terminado y que la quinceañera se fuera en su hermoso auto y toda contenta por el detalle, me percate que un auto nuevo pasaba por el vecindario y detrás un camión de mudanza.

― ¿Se muda alguien Jame? ― mencionó mi mamá.

―Eso parece― le afirmé.

Estaba un poco emocionado porque la única casa que estaba a la venta era la de a un lado de la nuestra, era emocionante tener nuevos vecinos.

―Tal vez una chica― pensé.

Ya eran las siete de la tarde y teníamos que cerrar, pero antes debíamos regar las plantas para que no se marchitaran; rato después caminamos a casa.

―Tenemos que llevar algún presente― dijo mi mamá.

Mi mamá sabía preparar cosas riquísimas, entonces preparo un pay de manzana.

―Mmm que rico mamá― dije oliendo el pay.

Lo bueno es que preparo dos, uno para los vecinos y el otro para cenar, nos dirigimos a las casas de al lado a entregar el delicioso pay de manzana, mi mamá toco la puerta y segundos después abrieron.

―Es usted― me precipité a decir algo asombrado.

― ¿Perdón? ― me miro algo confundida.

―Sí es usted, la señora que estaba en el hospital aquella vez, estaba llorando y yo le dije que todo estaría bien, perdone si le hice sentir mal es día― agache la cabeza.

―Oh eras tú, no te preocupes ya todo paso― me dijo con una sonrisa haciendo que me sintiera bien.

Mi mamá con cara de confusión decidió presentarse.

―Hola mucho gusto soy Yaneth te traigo este pay de manzana para darte la bienvenida al vecindario y creo que a mi hijo le conoces― dijo acariciándome el cabello.

―Hola mucho gusto, Cristi, oh no te hubieras molestado, gracias y si al parecer nos habíamos conocido en una situación algo extraña, bueno pero pasen están en su casa.

Pasamos y entonces vi a el chico de la vez pasada, aunque un poco más alto y mayor, portaba unos jeans azul cielo, una playera negra con un estampado de alguna banda de rock, tenía el cabello negro un poco más largo que antes, su rostro seguía fino y sin imperfecciones, me acerque a saludarlo.

―Hola― mencioné con una sonrisa.

―Hola eres el chico de ese día― dijo algo sorprendido.

―Sí, ese mismo, soy Jame mucho gusto― dije estrechándole la mano

―Kenny, el gusto es mío― dijo apretando mi mano.

Mientras tomaba mi mano logre ver de nuevo sus ojos cafés claro, su mano era grande y suave, no rasposa como las que tenía papá; entonces nos dirigimos al comedor para tomar un trozo de pay con una taza de café caliente, mientras comíamos la señora Cristi, le contaba cómo es que me conocía y lo que paso en ese entonces; terminamos de comer ese rico pay de manzana, mi mamá y Cristi aún continuaban platicando de cómo era el vecindario.

―Sígueme― dijo Kenny.

Yo le seguí detrás, subimos las escalera y nos dirigimos a uno de los cuartos supongo que era su habitación, tenía unos posters de bandas de rock pegadas en las paredes y algunas figurillas en el buró a un lado de su cama, él se sentó en la orilla de su cama mientras yo seguía observando su cuarto, me percaté de que una de sus ventanas daba vista a la mía.

―Es la ventana de mi cuarto― mencioné.

― ¿A si?

―Sí, esa de ahí es mi habitación, creo que estaremos muy cerca― dije señalando

―Eso parece― dijo sonriendo.

Rato después me hablo mi madre para regresar a casa.

―Vamos Jame es hora de irnos.

Me despedí de ellos y regresamos a casa; al llegar subí a mi cuarto, prendí la luz y me senté en la cama, me quite los zapatos y me desvestí para ponerme la pijama, mientras lo hacía note que la ventana estaba descubierta y al otro extremo se encontraba Kenny asomándose, me había quitado los pantalones, entonces todo espantado me deje caer al suelo para que no me viera.

― ¿Me habrá visto?― pensaba.

Todo apenado me arrastre para llegar a mi armario y ponerme el pants gris, después me dirigí a la ventana y lentamente me asome para ver si aún seguía ahí, al parecer no estaba y su luz estaba apagada, mi corazón latió muy rápido en ese momento pero ahora solo me preguntaba si me había visto, apagué la luz del cuarto y me dirigí a mi cama, me recosté pero no dejaba de pensar en lo que paso, finalmente me acomodé y quede dormido.