Versículo XXIII. Suicidio.

Decir que "había vuelto a nacer" era poco para describir esa sensación de armonía que se instaló en su pecho; había pasado la noche y parte de la mañana con Eivan, y eso había sido fenomenal.

Porque sí había sucedido. ¿Cierto?... Su mente no lo había engañado. ¿Verdad?

Se sentó con cuidado, temiendo que por todo lo ocurrido alguna incomodidad lo asaltara sin piedad, pero no fue así, únicamente fue una sensación soportable, y eso fue la evidencia de que sí había sucedido. Buscó a su alrededor algún indició de Eivan pero no encontró siquiera su gabardina, la cual podía asegurar que cuando se la quitó la había arrojado lejos, muy cerca de la puerta.

Suspiró y miró el reloj digital sobre mesita de noche, eran las dos cuarenta de la tarde; no había de qué preocuparse, excepto por buscar alimento puesto que su estómago comenzó a gruñir.

Se colocó su ropa interior y una playera larga y blanca antes de salir de su habitación. Marí ronroneó enseguida, pegándose a sus pantorrillas y reclamando alimento.

—Lo siento preciosa— la tomó por las costillas para cargarla, —en verdad lamento no haberte dado de cenar— caminó hacia la cocina con ella, —pero si te sirve de consuelo, yo tampoco he comido desde ayer— le explicó, ella sólo respondió con un maullido.

Sirvió un poco de alimento para gato en el tazón y se lo ofreció, luego buscó algo de comer; se preparó un rápido emparedado y jugo.

Con el plato en la zurda y el vaso en la diestra se dirigió a la sala; entonces lo vio, aquél peluche en el sofá más grande. Cuando pasó con Marí en sus brazos justo enfrente de ese mueble el oso no estaba allí, eso podía jurarlo.

—¿Eivan?— le llamó; pero sólo hubo un silencio. Dejó lo que traía en la manos en la mesa del centro de la sala y tomó asiento junto al peluche, lo tomó entre sus brazos y lo apretujó contra su pecho. Era estúpido que algo tan infantil como un muñeco pudiera recordarle a él. —¿Eivan?—; volvió a decir su nombre, pero la respuesta fue la misma: nada.

Entonces pensó lo obvio, de día era menos probable que los demonios anduvieran por la tierra. ¿No es cierto?

...

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Blah, blah, blah...—, desde hacía una hora que eso era lo que Edmundo escuchaba. No negaba que las obras de arte, fotografías y demás cosas le llamaban mucho la atención; pero el parloteo sobre las inversiones, ganancias, flujos de efectivo y el mercado potencial no era algo que él entendiera demasiado, y menos si un hombre mayor que hablaba de manera lenta y pausada era el encargado de explicar los detalles. En verdad se estaba esforzando por no bostezar; hasta que en la reunión se anunció un receso y cada grupo se retiró de la sala con la promesa de regresar en una hora.

—Iremos a un café que está a un par de cuadras. ¿Vienes?— le preguntó Ernesto; mientras que Laura y Felipe estaban a unos pasos más adelante discutiendo sobre lo interesante que era todo eso.

—Claro, pero primero necesito hacer una llamada— explicó; Ernesto asintió y le dio alcance a los otros dos.

De inmediato marcó el número que usaba para comunicarse con Layry, ya que después de pasar la noche en su apartamento la demonio había "desaparecido"; pero eso no era lo extraño, sino que lo hubiera hecho cuando no habían desayunado juntos. Debía admitir que Layry era un ente demasiado curioso, nadie pensaría que el café era su mayor debilidad, dejando a veces el sexo en segundo término.

No contestó, y debía aceptar que le preocupaba un poco, aunque tampoco era para tanto, es decir, Layry no era alguien que pudiera correr peligro. ¿Cierto?

Tras su par de intentos fallidos decidió llamar a Adam; eso también estaba pendiente, ya que aunque su novia le había dicho que lo no hiciera, él quería hablar y disculparse.

—¿Ed?

—Hola Adam. ¿Ocupado?

—En realidad estoy relajándome en mi día de descanso. ¿Y tú?

—Yo me aburro aquí, esto no es para nada divertido.

Adam se echó a reír por el tono de decepción que percibió, —¿Ah no?

—No; sólo hablan de números, pensé que los autores de los murales explicarían sobre lo que los inspiró, ya sabes. ¡Arte!

—Ed; no deberías estar quejándote; es una gran oportunidad, aprovéchala.

—Si— suspiró, —pero en ocasiones como estas creo que preferiría hacer nada; o ir a divertirme— guardó silencio y tocó el tema por el que había hecho la llamada; —¿Sabes? Sobre lo de ayer, la verdad lo lamento; yo propuse lo de salir juntos, en verdad quería ir a divertirme contigo y recordar los viejos tiempos pero metí la pata; a veces que creo que soy demasiado torpe.

—Pierde cuidado, ya te dije que te lo tomes a pecho.

—¿No estás molesto?

—No, por supuesto que no.

—¿Ni siquiera porque Eivan te siguió? Tal vez si yo hubiera estado contigo él no...

—¿Cómo sabes que me siguió?— interrumpió.

—Yy-yo... Layry me dijo que lo vio seguirte cuando saliste del edificio. Lamento si te hizo pasar un mal rato.

—No no; para nada.

—¿Eh?

—Creo que... hemos arreglado nuestras diferencias— confesó.

...

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—¡Al fin regresan; par de malnacidos!— exclamó Nahid desde su imponente silla de piel. Layry y Eivan habían entrado al recinto con un caminar pausado y sereno; ahora estaban de pie frente al atrio.

—¿Para qué nos estab..?

—¡¿Para qué?!— el señor de las tinieblas interrumpió a la mayor de los hermanos; —¿Para qué más los necesitaría, eh?—, se puso de pie; —han descuidado los siete infiernos, los Balrogs están insoportables y todo por su culpa.

—¿Nuestra culpa?— Eivan frunció el ceño; pero su gesto sólo logró enfurecer más a Nahid.

—¡Sí; su maldita culpa!— bajó los escalones de piedra y se acercó a ellos; —les dije muy bien que no descuidaran su deber, que nunca olvidaran de donde provienen.

—No lo hicimos— se defendió Layry.

—¿Ah, no?— acercó su rostro peligrosamente a ella; —¿entonces me dirán que no han desatendido la muralla y que Cancerbero no se ha devorado más almas de las que debe?

—Nosotros no...

—¡Calla Eivan!— gritó el mayor, —las condiciones las sabían muy bien; ahora compensaran el tiempo perdido.

—¿Cómo?— se aventuró a preguntar Layry.

—¿Cómo más?— se mofó; —se quedarán aquí por unos cuantos siglos.

—¡¿Qué?! ¡Eso no es justo!— Eivan apretó los puños a los lados de su cuerpo.

—¡¿Justo?!— Nahid alzó la voz; —¿pretendes hablarme de justicia?—; y con la diestra lo tomó por el cuello y lo apretó.

—Calma— intervino Layry, ya que sabía que el señor de las tinieblas sería capaz de romperle el cuello con un sólo movimiento a su hermano, eso no iba a matarlo pero definitivamente dolería como el infierno, —nosotros nos quedaremos por el tiempo de desees.

—Oh no— sonrió de lado, —no sólo se quedarán, sino que también serán confinados a las mazmorras por desobedientes.

...

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Hacía tiempo que ir de compras no era tan relajante y "normal"; sinceramente desde el accidente nada había sido normal, y ahora se sentía en paz. No sabía la razón exacta pero intuía que era por Eivan. La seguridad que le transmitía ése ser sobrenatural era extraña y reconfortante a la vez.

Aún era de día, pero estaba ansioso porque la noche llegara y Eivan estuviera de regreso; anhelaba estar entre sus brazos de nuevo, escuchar su profunda voz y perderse en sus oscuros ojos; nunca antes alguien había provocado tantas sensaciones en él.

Adam observó una tienda donde se exhibían tizas y lápices especiales para dibujo, entró al establecimiento dispuesto a admirarlos y entonces recordó algo curioso: antes que todo empezara él tenía sueños extraños, unos donde un ser sin rostro lo observaba.

Así que cuando estuvo de regreso en su apartamento entró a toda prisa a su recámara, sacó del cajón los bocetos y se sentó en la cama a admirarlos. Si antes era una inevitable sospecha ahora se convenció al cien por ciento de que era Eivan. Entonces recordó las palabras de Edmundo justo después de hacer el pacto y comenzó a sacar sus propias conclusiones.

—¿Recuerdas cuando Sandy te habló del destino? Pues así es como debían ser las cosas, yo debía enamorarme de Sandy; y tal vez tú... tú debías vender tu alma.

—No tiene lógica; pude ahogarme en llanto y en mi depresión y quedarme invidente para siempre.

—Pero no lo hiciste; decidiste recurrir a algo que hace un par de meses considerabas imposible.

¿Qué quería decir todo eso? Si Edmundo aceptaba que el destino lo había hecho enamorarse de Sandy, entonces tal vez su destino no era sólo vender su alma; sino...

—¿Enamorarme?— musitó con la zurda en su pecho mientras que con la otra mano sostenía una de las hojas con trazos hechos con tiza. ¿Podría ser esa la respuesta a lo que sentía; a la necesidad que se había desbocado la noche anterior?

Respiró profundo tratando de relajarse; un cosquilleo suave recorrió su cuerpo al pensar en él. ¿Eso era estar enamorado de verdad?

Sonrió para sí mismo, cuando volviera a ver a Eivan esa noche estaba seguro de que lo atacaría con preguntas sobre su nuevo descubrimiento, y sobre su futuro.

...

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La habitación estaba totalmente oscura; tanto que aún siendo demonios les costó un poco adaptarse a las tinieblas del lugar.

—No pensé que se lo tomara a pecho— declaró Eivan cuando se sentaba en el suelo, recargando su espalda en la húmeda y fría pared del calabozo, haciendo que las cadenas sonaran ya que sus cuatro extremidades estaban aprisionadas por grilletes.

—Creo que lo que debería sorprendernos es que haya tardado tanto en llamarnos— Layry imitó la pose de su hermano, ambos estaban en las mismas condiciones: como prisioneros.

—Si— contestó el más alto y luego guardó un silencio prolongado.

—¿Sabes?— se aventuró a hablar ella luego de varios minutos; —lo único que lamentaré será no ver de nuevo a Edmundo— sonrió tristemente; y miró a su hermano, aún en las penumbras podía notar su rostro, parecía perdido en sus cavilaciones.

—¿Piensas en Adam?— inquirió.

Asintió y declaró, —creo que ya lo extraño y solamente he pasado una noche con él.

—Yo... yo no sé qué decirte hermano; creo que estoy igual o peor que tú— estiró el brazo para tocar su hombro y dejar en evidencia que lo comprendía, apoyaba y compartía esos sentimientos; luego agregó —lo peor de todo esto es que pensarán que los dejamos.

Y eso hizo que Eivan frunciera el ceño; la idea de quedar como un maldito aprovechado ante su humano de repente no le gusto mucho, le estrujaba el estómago y le causaba un malestar tremendo.

—No estoy dispuesto a permitir que Adam piense que sólo lo usé.

Layry viró el rostro violentamente para mirarlo mejor; nunca antes a su hermano le importaron las apariencias y sus recientes palabras demostraban su cambio radical, incluso demostraban que ya no tenía miedo a parecer débil.

—¿Y qué es lo que quieres hacer?

—Escapar. ¿Qué más? No pienso quedarme aquí por mucho tiempo— declaró él.

Layry sonrió, —Bien, escapemos.

Pero antes de que pudieran siquiera ponerse de pie; el chasquido intermitente de una lengua se oyó, luego Nahid se materializó negando con la cabeza al ritmo del sonido que él mismo estaba emitiendo.

—Sinceramente— habló, —desearía no haber escuchado eso; saben que es imposible escapar del averno. ¿Verdad? Pero lo peor es haber deseado ir en contra de mis órdenes— se acercó a ellos y se acuclilló para quedar a su altura, —ahora, por querer escapar recibirán un castigo más fuerte.

...

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...

Los días pasaban y Edmundo se estaba quedando sin uñas.

—¿Has tenido alguna noticia de Eivan?— preguntó justo cuando entraba al cubículo de Adam; ya era viernes, hora de partir para no regresar sino hasta el próximo lunes.

—No Ed, no ha vuelto a aparecer— respondió con un deje de tristeza; mentiría si dijera que no lo echaba de menos; sólo había pasado una noche con él y ya lo extrañaba. Tomó sus cosas y salió directo al elevador en compañía de su amigo.

—Algo no anda bien— declaró él cuando estuvieron fuera del edificio.

—¿Qué cosa?

—No sé; me siento inquieto, muy preocupado y no sé porqué; además Layry no se hubiera ido sólo así como así.

Adam se mordió el labio inferior; noches anteriores había llorado en silencio porque había tenido la idea de que él no era nadie para Eivan, que sólo había sido usado; pero por alguna razón aún no lo podía sacar de su mente.

—Tal vez Eivan sí se fue para siempre— musitó.

—No lo creo; algo me dice que no fue así— dijo Edmundo y desde entonces estuvieron en silencio.

Sin hablar más de lo necesario, perdidos en sus pensamientos, tomaron un taxi.

—¿Puedo quedarme un rato contigo?— pidió Adam cuando el vehículo aparcó en la acera de enfrente del edificio, no quería estar solo.

—Claro— respondió, y ambos bajaron del auto.

Una vez dentro del elevador el silencio volvió a invadir el ambiente, hasta que llegaron a la puerta del departamento de Edmundo y se encontraron con alguien inesperado.

—¿Marí, pero cómo llegaste aquí?— exclamó Adam al caminar rápido para acuclillarse frente a la gata que parecía estar esperándolos.

El dueño del apartamento le echó una mirada al animal e intuyó que algo en verdad andaba mal, o que por lo menos había algo "muy" anormal en la situación.

Adam tomó a su mascota en brazos y entró detrás de su amigo.

Después de asegurarse de cerrar la puerta para que ningún vecino chismoso notara lo que probablemente estaba a punto de suceder, Edmundo dejó sus llaves sobre el mueble y encaró a Adam, o mejor dicho, a Marí.

—¿Tú sabes dónde está Layry?

—¿Eh?—, Adam frunció el ceño, ya que su amigo había hecho una pregunta que obviamente no podía responder.

—No te hablo a ti, sino a Nicole.

—¿Quién es Nicole?

—¿No te lo ha dicho?— y es que "supuso" que ya lo sabía, pero con la angustia de los últimos días no había podido confirmarlo.

—¿Qué cosa?

—Marí no es Marí, sino Nicole. Ella es un ente mágico o algo así. ¿Por qué crees que apareció en tu casa cuando todo esto comenzó?

—¿Qué? Yo no entien... — se quedó con la palabra en la boca ya que un halo de luz tenue emanó del animal, poco a poco quedó suspendido en el aire y entonces Adam soltó al gato dando un par de pasos hacia atrás, viendo sorprendido cómo lentamente sus extremidades fueron alargándose y su rostro deformándose hasta tomar la apariencia de uno humano; en pocos segundos ya tenía ante sus ojos a una muchacha vestida con una túnica blanca.

—Hola Adam— le saludó, este boqueó un par de veces sin emitir sonido.

—Nicole, dime por favor. ¿Sabes dónde está?— Edmundo llamó su atención.

—Lo lamento— lo miró afligida, —mi única misión es estar cerca de Adam, no tengo información más allá de eso.

—¿Y no puedes indagar con alguien, algún dios?

Negó con la cabeza; —Bastet no se involucra en asuntos que tienen que ver directamente con demonios; sabes que mi presencia aquí es gracias a tu madre celestial— se refería al arcángel Sitael.

—Y ella— tragó saliva, —mi madre celestial. ¿Podría ayudarnos?

Negó nuevamente, —no lo creo; ella y Layry son entes totalmente opuestos— explicó.

Suspiró tratando de pensar en algo que pudiera ayudarle, algo o alguien que pudiera darle aunque sea una pista, entonces un extravagante ser llegó a su mente; —¡Roxanne! Ella debe saber.

Nicole pareció pensarlo unos segundos, luego meneó la cabeza afirmativamente, —sí, ella podría saber algo, pero contactarla no es fácil.

—¿Cómo la llamo?— indagó.

—Roxanne sólo aparece cuando quiere, o cuando la situación lo amerita— Nicole se encogió de hombros levemente, —ya sabes, es la Muerte.

—¿Qué es todo esto?— por fin Adam salió de su letargo; durante toda la charla anterior había estado escuchando atento, tratando de comprender y atar cabos pero aún habían algunas cosas que no quedaban claras, así que decidió preguntar directamente; —¿Quién es Bastet?

Bastet es una deidad, guardiana de la familia y la armonía, ella me envió aquí para hacerte compañía— explicó Nicole.

—¿Por qué lo hizo?

—Porque un arcángel se lo pidió, la madre celestial de Edmundo intervino también por ti.

—¿Un arcángel es su madre celestial; cómo?

—Por medio de una pluma, una pluma de sus maravillosas alas cayó sobre la madre biológica de Edmundo.

—¿Por qué yo no sabía todo esto? ¿Qué otras cosas me ocultas, Ed?— lo miró ceñudo.

Edmundo no le había dicho lo de la vida pasada y la intervención de Roxanne en el curso de su historia, pero no sabía si era un buen momento para hacerlo.

—Adam, yo...

—Dímelo Ed— pidió, —dime la verdad.

Él miró a Nicole, como buscado su aprobación y esta asintió suavemente. Ella, al estar de alguna forma conectada con Adam sabía que aunque pareciera lo contrario, la verdad le haría bien y aclararía muchas dudas que albergaba su corazón respecto a sus sentimientos y Eivan.

—Tu destino era estar con Eivan— explicó y trató de resumir la historia; —en una vida pasada tu alma y la de Eivan debieron estar juntas, pero por un descuido no fue así, y ahora se han encontrado.

—¿Y tú lo sabías; por eso dejaste que vendiera mi alma?— frunció el ceño aún más.

—No, no fue por eso; esa fue tu decisión.

—¿Lo fue?— cuestionó irónico, —¿En verdad fue mi decisión o fue cosa del destino?— e hizo comillas con los dedos al decir la última palabra.

—Adam, tú no entiendes.

—No, no entiendo nada y al parecer a nadie le importa explicármelo. Quiero estar solo— dio media vuelta y se encerró en el baño. En ese momento sólo quería evadir la presencia de quien le había ocultado "algunas cosas" y poner en orden sus pensamientos. Se miró al espejo un momento, antes de abrir el grifo y mojarse el rostro.

Un silencio sepulcral inundó el apartamento después del portazo que profirió Adam.

—Yyy... ¿No hay alguna manera de llamar a Roxanne?— preguntó Edmundo a Nicole luego de unos segundos, retomando el tema inicial; pensó que la rabieta de Adam no era algo grave.

—No lo creo. Ya te dije, sólo hay dos posibilidades: que ella quiera venir a pasear a la tierra, justo a este lugar; o que las condiciones así la obliguen; y créeme, aún no es la hora, ni la tuya ni la de Adam.

El chico permaneció pensativo, luego inhaló profundamente antes de declarar; —entonces haremos que la situación lo amerite.

Nicole no entendió en un principio; pero luego abrió los ojos enormemente al ver al humano tomar un afilado cuchillo de la cocina y dirigir el filo hacia su propio cuerpo.

—No lo hagas— pidió la chica.

—Es la única manera.

—Pero... tu madre celestial se preocupará— explicó.

Edmundo sonrió levemente, —creo que ella entenderá que debo hacerlo.

—No, no, no— Nicole negó con la cabeza; luego sellevó ambas manos al rostro, cubriéndose los ojos para no seguir viendo cómo lasangre salía a borbotones. 

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