Versículo XX. Enganchado.
—Valente, Rubén, Álvaro, Derrick, Ciro y Félix son descendientes de Azazel
—¿Azazel?— exclamó Adam, ya había escuchado ése nombre antes, cuando llevaba clases de historia, mitología y esos temas que, en ese entonces, no le interesaban del todo.
—Según me dijo Sandy— continuó Edmundo, —hace algunos años Azazel embarazó a algunas mujeres; cuando ellas dieron a luz murieron pero los bebés no. Sin embargo por ser mitad demonios iban a ser adoptados, o algo así, por unos dioses; pero como estos no los quisieron los seis se quedaron en el purgatorio, hasta que escaparon.
—¿Y eran ellos?
—Así es; te lo había dicho antes, ese niño no me daba mucha confianza.
—Pero quién iba a saber que era un demonio—, se desparramó en el sofá.
—Y que Roxanne los estaría buscando— agregó e imitó a su amigo; ambos estaba sentados en el sofá más grande de la sala de estar.
—¿Conoces a la muerte?— abrió los ojos como platos y giró para encararlo cuando hizo aquella pregunta.
—¿A Roxanne? Eeh... sí—, eso no se lo había mencionado antes.
—¿Cómo es que sabes quién es?
—Yy-yo... cuando tú...
—Ed, dímelo; no quiero que me ocultes las cosas, por favor.
Y no es que Edmundo quisiera ocultárselas, simplemente creía que existían asuntos que no tenían caso ser mencionados o que no le correspondía decir.
Así que inhaló profundo armándose de valor; —el día que tú... el día que Eivan y tú sellaron el trato Sandy me dijo quien era en realidad y Roxanne también estaba allí. Yo no creí que fuera la Muerte, simplemente en mi mente la Muerte tendría otro aspecto, pero no; era una joven que vestía a la moda.
—Ya la había visto antes pero no sabía que era la Muerte— declaró apoyando su espalda.
—¿Ah, sí?
—Cuando Eivan me llevó a un bar llamado La Caverna, Roxanne estaba allí. Ellos dos se... se besaron— se sorprendió lo mucho que le costó decir lo último, como si al remembrar aquella escena algo le molestara.
—¿Y?— Edmundo le incitó a continuar.
—Y luego Eivan quiso que me uniera a ellos; me reusé y huí, entonces fue cuando un hombre quiso manosearme; Eivan apareció y amenazó con matarlo.
—Oh, vaya— exclamó conectando las pieza; antes Adam había mencionado un bar donde sucedió "algo".
Una noche me llevó a un club nocturno, ocurrió algo y pues... él amenazó con matar a un hombre; yo le pedí que no lo hiciera, que no quería que alguien saliera lastimado por mi culpa.
—Supongo que ésa es su naturaleza— musitó Adam.
—¿Eh?— el otro no comprendió.
—Sí, ya sabes; los demonios de la lujuria y la Muerte, supongo que para ellos todo siempre gira en torno a los placeres carnales.
—No lo creo— se aventuró a hablar, —al menos puedo apostar que no todos son así.
—¿Lo dices por Sandy?— Adam subió los pies al sofá y abrazó sus rodillas.
—Sí, así es— respondió seguro; —cuando supe todo esto no niego que tuve ganas de huir, primero no lo pude creer y luego tuve miedo, pero algo me dijo que debía confiar en ella y ahora no me arrepiento.
—¿Insinúas que debí acceder a lo que Eivan sugirió aquella noche en el bar, con la Muerte?
—No no no— sacudió ambas manos en forma negativa, —me refiero a que tal vez deberías, no sé, ser menos... desconfiado.
—¿Cómo dices?
—Mira— se acomodó, flexionó una pierna y la subió al sofá para poder ver de frente a su amigo, —Eivan hasta ahora no te ha obligado a hacer algo que no quieras, tampoco te ha hecho daño; es más, te salvó de ése sujeto en el bar y también esta vez.
—O sea que... ¿Es un demonio con buenas intenciones?
—No, no lo sé; sólo digo que no te abrumes, trata de relajarte un poco, ¿sí? Ve el lado positivo de las cosas.
Marí subió de un salto al sofá, en medio de los dos, y luego apoyó sus patas delanteras en las piernas de su amo.
—¿Ver el lado positivo?— acarició la pequeña cabeza de su mascota.
—Sí, recuerda lo que te dije: sólo nos queda seguir y sobrellevar las cosas; así que deja de preocuparte demasiado y vive, disfruta.
Edmundo, a través de charlas con su novia, había deducido muchas cosas y creyó que lo mejor era aconsejar a su amigo para que de alguna forma también contribuyera con lo que Roxanne había tratado de remediar. ¿Por qué? Pues porque para Adam emparejarse y ser el "alma gemela" de Eivan era el mejor escenario en esa situación; de otra forma, su alma vendida sería una más en el averno.
Adam permaneció pensativo por varios segundos, la idea de ser un poco más confiado no parecía tan mala, si Eivan no fuera un demonio; aunque ahora que lo analizaba durante las situaciones que habían vivido la presencia de él de alguna u otra forma le había transmitido seguridad y calma, eso era algo que le ocurría inconscientemente y no lo podía negar.
—Pero lo que aún no me explico es la forma en la cual aparecieron llamas— trató de regresar al asunto de los "demonios adolescentes".
—¡Ah! Eso fue porque el fuego emanó de ti.
—¡¿Eh?!
—Layry me dijo que esos jóvenes demonios aún tienen muchas lecciones por aprender y una de ellas es no tocar lo que ya tiene dueño, por eso cuando él intentó tomarte a la fuerza sucedió eso.
—No creo que sea verdad, desde un inicio los cuatro me atacaron y no pasó nada— explicó Adam.
—Probablemente porque al principio fue un juego, pero cuando las cosas van en serio aparecen las flamas, es una forma en la cual la propiedad de un demonio está protegida; eso me dijo Layry.
—Vaya, parece que tú y ella se cuentan muchas cosas— dijo; luego, casi al instante temió por algo: que Sandy le hubiera dicho sobre el deseo que Adam usó para que Edmundo obtuviera un ascenso; aunque por lo que dijo después y en la forma en la que se comportó pareció que no fue así.
—Pues— Edmundo se sonrojó ligeramente, —podría decirse que sí.
Adam sonrió, le parecía gracioso y tierno el hecho de que su amigo estuviera así de enamorado.
—Por cierto— Edmundo intentó cambiar el tema; —¿ya sabes de la gran feria que hay en el oeste de la ciudad?
—¿Una feria?— y es que cuando eran estudiantes les encantaba ir a las ferias, aquellas donde habían atractivos juegos mecánicos y podían ganar algún enorme oso de peluche tirando dardos, y aunque nunca obtenían ningún premio ostentoso, más que posters de artistas del momento, ellos solían pasarla muy bien.
—Sí, y deberíamos ir, como en los viejos tiempos— sugirió entusiasmado Edmundo.
—¡Claro!— no dudó en aceptar; probablemente hacer algo diferente y recordar los ayeres le vendría bien.
—Perfecto, ¿entonces qué te parece si vamos mañana, saliendo de la oficina?
—Me parece genial.
...
..
.
—¿Ya estás mejor?— Layry apareció en un extremo de la cámara.
—¿Eso te importa?— refutó Eivan, quien se hallaba sentado en una gran roca volcánica, porque en las cavernas de las faldas de un volcán era donde se había ido a refugiar.
—¡Claro! Eres mi hermano menor.
El alto bufó, —jodida hipócrita.
—¡Oye! Yo solo quería saber si las heridas que te hicieron esos chiquillos ya habían desaparecido—, miró el moreno rostro, el cual ahora lucía como si nada hubiera sucedido. Tal como él mismo le había dicho a Adam las heridas hechas por seres similares entre sí tardaban un poco más en cicatrizar. Lo mismo había ocurrido con la Muerte, cuando Edmundo la conoció las marcas hechas por el Destino eran recientes y evidentes, en cambio la vez que Adam la vio en el bar ninguna marca surcaba su rostro.
—¿Y por qué te interesaría?
—Ya te dije porqué— frunció el ceño y se acercó hasta quedar a sólo un metro de él, —Eivan; con todo lo que ha sucedido hasta ahora, ¿no te has dado cuenta de nada?
—¿De qué cosa?
Layry entrecerró sus ojos, analizándolo, luego dijo lo que notó; —corrijo; ya te diste cuenta, ahora sólo debes admitirlo.
Eivan se incorporó y se sentó en el borde de la piedra, segundos después ella hizo lo mismo a su lado.
—Hablemos con el corazón en la mano.
—Layry, nosotros no tenemos corazón.
—Es un decir, imbécil.
Gruñó por cómo fue llamado, pero ya no tenía ganas de debatir.
—A ver— continuó Layry, —Dime ¿Qué sentiste cuando el chiquillo besó a Adam?
—Quise matarlo— dijo sin chistar.
—Bien; ¿Y qué sentiste cuando Nahid tocó y se quedó con Cristinne?—; en el pasado varias personas le habían vendido su alma a Eivan, así que el Layry pensó en enumerar algunos para comparar las situaciones.
—Nada.
—¿Y cuando me acosté con Armando?
Él soltó la risotada; —¿Bromeas? Lo detestaba, por algo te lo presté antes de confinarlo al infierno.
Ella hizo una mueca y un sonido gutural de disgusto, luego prosiguió con su razonamiento y su intento por hacer que Eivan de una vez aceptara lo que estaba ocurriendo en su cabeza y en sus sentimientos. Ya antes había mencionado el hecho de que Adam podría convertirse en su debilidad, pero eso no era suficiente.
—Como sea; lo cierto es que con Adam estás experimentado cosas diferentes, eso debes admitirlo, y mejor aún, dejarte llevar; sino le harás daño. ¿Quieres hacerle daño?
—No.
—¡Entonces allí lo tienes!— palmeó su omóplato, —no lo asustes, trata de acercarte a él de otra forma, no como su verdugo, ése que ahora es dueño de su alma; trata de ser el dueño también de su corazón.
—Es fácil para ti— no quiso quedarse callado, —estás acostumbrada a las cosas extrañas.
—No son extrañas— se puso de pie; —cuando estás con la persona indicada ya nada es extraño.
—¿No te has dado cuenta de lo ridícula que te ves cuando estás con Edmundo?— trató de herirla, porque así era cuando no quería quedar expuesto.
—¿Y crees que me importa lo que los demás piensen? El ridículo eres tú Eivan. Dime. ¿Cuándo nos ha interesado lo que los demás piensen? Siempre hacemos lo que se nos da la gana; siglos pasado follabas en público y nunca te importó lo que los demás dijeran. ¿Por qué ahora es diferente?, ¿Por qué ahora te preocupa que piensen que eres un ridículo por aceptar lo que Adam provoca en ti?
Y contra eso no pudo debatir, quiso contraatacar pero sólo boqueó como pez fuera del agua porque no tenía respuesta para esas interrogantes.
—Bien— exclamó Layry tras unos segundos de silencio, —además de venir a buscar y ver cómo estaban tus heridas, tengo una noticia de Roxanne; los seis semi-demonios ya están de regreso en el purgatorio, se quedarán un tiempo allí hasta que Rowman decida cómo castigarlos—; y se desvaneció dejando al moreno solo de nuevo.
...
..
.
Lunes por la mañana, en las oficinas de la editorial todo transcurría como siempre, o mejor dicho, de manera sospechosa para Adam.
—No están los bocetos de Félix— dijo Adam al entrar a su cubículo y revisar uno de los cajones que solía cerrar con llave.
—¿Eh?— Edmundo que estaba a varios metros de él se acercó.
—No están; el viernes los dejé justo aquí, eran primeros los bocetos que hizo.
—No no; Layry me dijo que todo rastro de ellos desapareció, ninguna persona en este oficina lo recuerda, sólo tú y yo.
—¿Pero por qué?
—¿Cómo que por qué? Pues porque no era humano, ninguno de ellos lo era, por eso ahora nadie nota su ausencia.
Exhaló, aún debía acostumbrarse a esas cosas, en cambio para su amigo incluso las explicaciones de esos sucesos parecían lógicas y "normales".
Cuando Edmundo tomó el elevador para ir hasta el piso en donde estaba su oficina, Adam se dejó caer en la silla giratoria; pensaba que jamás se acostumbraría a todo eso, que en cualquier momento podría aparecer algún ser sobre natural, engañarlo y atacarlo, así como sucedió con Félix; pero en el fondo, debía admitir que albergaba la esperanza y la certeza de que, sucediera lo que sucediera, Eivan lo salvaría; porque a pesar de todo le "pertenecía".
Las horas transcurrieron sin mayor problema y cuando dio la hora en punto del fin de la jornada, Adam salió disparado hacia el elevador, estaba feliz por dos cosas, en primera porque Laura le dio el día libre ya que había dicho que había un evento importante al cual asistirían sólo los directivos y unos cuantos más; y en segundo lugar porque iría a la feria con su amigo, eso sería una perfecta distracción y escape de su "retorcida realidad". Estaba tan entusiasmado que incluso comenzó a tararear una canción sin sentido.
Las puertas de metal se abrieron y apresuró el paso hacia la oficina de su amigo, tocó a la puerta y nadie respondió, así que se aventuró a abrir.
—¿Ed?— lo llamó, —es hora de irnos— asomó la cabeza pero el lugar estaba vacío.
Cerró de nuevo y escuchó murmullos a su espaldas; otra puerta lejana, de una oficina más grande se había abierto.
—Claro, señor—, vio a Edmundo salir y estrechar la mano de alguien que se había quedado dentro de ese lugar. La puerta se cerró y el amigo de Adam, cabizbajo y bastante pensativo, se encaminó hacia su propia oficina.
—¿Sucede algo?
—¡Adam!— al parecer no lo había notado; —¿qué haces aquí?
—Yo... vine a buscarte; dijimos que iríamos a...
—¡La feria!— él completó la frase y se golpeó la frente con la palma de su mano; —¡lo olvidé! Le prometí al señor Leal que hoy debían estar listos unos bocetos, aún me falta hacer dos y debo corregir algunos; sólo espérame unos minutos y yo...
—No te preocupes— lo interrumpió y sonrió tratando de esconder su desilusión; —podremos ir mañana.
—¿Mañana?— rascó su nuca, —mañana será la exposición de arte y pintura en el museo de la ciudad, también habrán algunas conferencias y Laura y Ernesto quieren que los acompañe; la verdad no sé hasta qué hora termine el evento.
—Oh, bueno; entonces el fin de semana o en cuanto tengas tiempo.
—En verdad lo siento— llevó ambas manos a la altura de su pecho y juntó las palmas, pidiendo perdón.
—Pierde cuidado, Ed— lo tomó por los hombros y lo giró para empujarlo y encaminarlo hasta su oficina; —y será mejor que te des prisa, sino dará la media noche y no habrás terminado; si regresas a casa muy tarde puedes pescar un resfriado.
Edmundo sonrió por la actitud de Adam, su personalidad siempre le hacía preocuparse por los demás en vez de hacerlo por él mismo.
Después de dejar a su amigo en su oficina Adam tomó el elevador; se había esforzado bastaste en convencer a Edmundo de que no había problema y que todo estaba bien, y aunque estaba seguro de que no había funcionado del todo, no quería interferir en el ahora nuevo trabajo de Edmundo, no quería interferir en sus sueños.
Llegó al piso deseado y dejó el cubículo de metal, cruzó la recepción y salió del edificio. Los últimos rayos de sol pintaban el cielo y ya se sentía el frío en el ambiente. Acomodó su bufanda hasta taparse la nariz y metió las manos en los bolsillos, dispuesto a emprender la caminata al paradero más cercano e ir a casa.
—¿Por qué no le dejaste ver tu decepción?— escuchó la voz de Eivan pero no se inmutó, pareciera como si inconscientemente estuviera esperando oírlo en cualquier momento.
—¿Qué decepción?— atacó con otra interrogante, sin voltear a verlo, sólo disminuyendo un poco la velocidad de sus pasos.
—Vamos Adam; tú querías ir a la estúpida feria. ¿No?— se mofó.
—No quería, quiero ir; y no es estúpida— estuvo a punto de levantar la voz pero no sabía si Eivan era visible para los demás, no quería parecer un demente.
—¿Qué te detiene?
Lo pensó, en realidad si era por el hecho de "ir" no existía ningún obstáculo, pero era una costumbre ir "con" su amigo.
—Nada.
—¿Y?
—Pues que...
—Edmundo te decepcionó y dice llamarse amigo, eso sólo demuestra la hipocresía de los humanos.
Entonces detuvo su andar, giró sobre sus talones y lo encaró, —no es hipocresía; además su trabajo es importante.
—¿Más importante que tú?
—Tal vez, y si es así no me molestaría— a esas alturas ya no le importaba si alguien lo "veía hablando solo".
Eivan observó detenidamente aquellos ojos avellana, parecían furiosos, pero a la vez honestos. —¿Eso es lo que piensas?— cuestionó el demonio.
—Una vez me pediste que no me quedara callado contigo, que dijera lo que sentía y pensaba; y sí, eso es lo que pienso: no me molestaría que Edmundo me hiciera a un lado por novia y por su trabajo, eso es lo que siempre ha soñado.
—¿Y qué hay de ti?
Buena pregunta, desde que ocurrió el accidente había echado por la borda sus sueños, luego con el pacto perdió todas esperanzas de conseguir lo que sea porque pensó que hiciera lo que hiciera al final su cuerpo y alma ya tenían un destino.
—¿Que qué hay de mí?— suspiró, —tienes razón, yo también haré lo que deseo, y lo que deseo ahora es ir a esa estúpida feria—; y caminó en sentido contrario al anterior.
Iría a divertirse porque no sabía cuándo sería"su hora" y no quería arrepentirse por no haber realizado ciertascosas; no era porque fuera a hacer maldades o acciones trascendentes, sino esaspequeñeces, como ir a la feria, que lo hacían sentir bien y vivo aún.
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