Versículo XV. Primer deseo.
Marí fue quien le dio la bienvenida con un maullido antes de enredarse entre sus piernas.
—Hola bonita— la saludó, arrojó sus llaves sobre la mesita más cercana y se acuclilló para acariciarla, —¿me extrañaste?
Respondió con un ronroneo.
Entonces se dio cuenta de algo, que el lugar estaba en penumbras, así que de inmediato se puso de pie para prender las luces; qué tal si al demonio se le ocurría aparecer de la nada, no quería llevarse sorpresas.
Exhaló aliviado cuando notó que todo estaba en orden. La puerta de cristal que daba al balcón estaba perfectamente cerrada al igual que la mayoría de las ventanas, sólo dejaba abierta una, para que Marí pudiera respirar aire fresco.
Caminó hacia la cocina seguida de su mascota, le sirvió un poco de leche y luego regresó sobre sus pasos a la sala.
—¿Te gusta tu nueva vida?— aquella voz le erizó la piel. El demonio de tez morena estaba cómodamente sentado en el sofá.
—Ee-ehh...
—No me digas que no disfrutaste ver el amanecer de nuevo y los colores en tus estúpidos dibujos.
—No son estúpidos.
Eivan levantó ligeramente una ceja algo sorprendido; la primera reacción del mortal había sido un titubeo y ahora al defender su trabajo se había mostrado firme, incluso un poco molesto.
—No son estúpidos— repitió, luego agregó nuevamente temeroso, —y sí, me gustó.
—Eso es lo mínimo que esperaba, ya que no fue gratis— sonrió tétricamente.
El gesto de temor pasó a uno duro. ¿Acaso el demonio se estaba burlando de él? Entonces recordó su gran idea.
—Ya tengo el primer deseo— dijo ignorando el comentario de aquél ente.
—¿Tan pronto?— se removió para acomodarse mejor y palmeó suavemente el colchón de junto, —ven y dime.
—¿Eh?
—Vamos precioso, no muerdo; a menos que ése sea tu deseo.
—Por supuesto que no.
Inocente, pero a la vez directo y firme; eso le agrado, tanto que sólo atinó a carcajearse.
—Ven— dijo nuevamente cuando recobró al aliento, —quiero escuchar lo que deseas.
Otra vez el temor invadió su cuerpo y haciendo acopio de todas sus fuerzas dio los pasos necesarios para llegar hasta el sofá.
Posó su trasero en el cojín y se removió de tal forma que quedó lo más lejos posible de él; era un sillón donde fácilmente cabían tres personas así que la distancia entre ellos era notoria.
—¿Qué será?— habló del demonio, —¿Fortuna tal vez?
—No, quiero algo más sencillo— bajó la mirada.
—¿Más sencillo?— arqueó las cejas, —en realidad nada sería difícil— alardeó.
—Entonces deseo que— carraspeó, allí se iría su primer deseo y estaba seguro de que valía la pena; consideró que ya había sido demasiado egoísta y que lo que estaba por pedir era lo justo, —deseo que el trabajo de Edmundo sea aceptado y publicado por la editorial.
La mandíbula del alto amenazó con descolocarse, —¡¿Qué?!
—Ya lo oíste, deseo que los maravillosos dibujos de mi amigo sean aceptados— y levantó el rostro para mirarlo a los ojos, para demostrarle que no era broma.
—Pp-pero... — y soltó una risita, —eso no te beneficia.
—¿Y? Dijiste que podía pedir lo que yo quisiera. ¿O no?
—Sí, eso dije.
—Entonces eso es lo que quiero.
—¿No prefieres que acabe con el mierda de tu jefe, ése que les impide ascender?— levantó una ceja, mostrándose soberbio.
—¿Qué? ¿Tú cómo...? ¿Me sigues?— abrió sus avellanados ojos desmesuradamente.
—Tengo que cuidar lo que ahora me pertenece. ¿No, precioso?
Inhaló profundo tratando de calmarse y de hacerse a la idea de que de ahora en adelante el demonio podría vigilarlo a cualquier hora.
—¿Entonces?— el demonio habló después de unos segundos de silencio sepulcral.
—¿Ee-entonces qué?
—¿Cual será tu verdadero deseo?
—¡Ése! Ya te lo dije.
—¿Es en serio?
—¿Parece que estoy bromeando?— frunció el ceño.
Eivan sonrió de lado, —no.
Adam observó cómo el demonio aún sentado se acomodó hasta separar ambas piernas, cerró los ojos y posó las manos en sus rodillas, luego comenzó a decir palabras aparentemente sin sentido; agudizó el oído y notó que era un idioma desconocido. Parecía un cántico espeluznante que le dio escalofríos.
El ritmo de las palabras fue acelerando y luego hubo un pequeño temblor, Adam se sobresaltó pero antes de que pudiera hacer algo como gritar y meterse bajo alguna mesa el sismo cesó; las palabras del demonio comenzaron a ser más lentas y de repente se detuvieron.
Abrió los ojos y exhaló.
—¿Qq-qué fue eso?—, preguntó Adam, con las manos en el pecho y la mirada llena de temor.
—Presenciaste, en pequeña escala, el poder del averno.
—¿Ee-el poder del av...?— hasta decirlo le daba miedo.
—Eso quiere decir que tu deseo ha sido concedido— se puso de pie y acomodó su gabardina, —ahora debo irme, la noche me llama— sonrió ante sus propias palabras; —ah, y una cosa más; pronto vendré por ti.
—¿Eh; qué no dijiste que me llevarías hasta que me muriera? ¡Oh no! ¿Llegó mi hora?
Eivan, al ver el gesto del humano pasar de molestia, sorpresa y luego angustia al decir cada una de sus oraciones no pudo más que reír descontroladamente; en verdad Adam era único.
Era la primera vez que reía de esa manera, lo admitió, pero sólo para sí mismo.
—No seas ingenuo; nunca te diré cuando será tu hora. Vendré por ti como parte del trato; recuerda que también tu cuerpo es mío. Ahora ve a dormir— movió la cabeza señalando la puerta de su habitación.
—No tengo sueño— por supuesto que sí tenía, pero al saber que un demonio rondaba cerca era obvio que no pegaría el ojo.
—Claro que lo tienes— y se acercó a él para sostener su cuello con ambas manos, acariciándole debajo de las orejas.
—Nn-no, no tengo—; sintió que esas fuertes manos le quemaron la piel, su tacto era tibio y suave, pero firme y fuerte a la vez.
—Sí, si tienes— le miró a los ojos, aquellos preciosos ojos que poco a poco se fueron cerrando antes de que su cuerpo quedara inerte.
...
..
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El despertador sonó haciéndolo gruñir, sacar su brazo derecho del grueso edredón y buscar a ciegas el artefacto para apagarlo.
No tuvo éxito así que se incorporó y se quejó al haber tanta luz en su habitación, otra vez había olvidado cerrar las cortinas la noche anterior.
Se sentó en el borde del mullido colchón, tomó el despertador y lo calló.
Bostezó ruidosamente, sin taparse la boca; extendió los brazos hacia arriba y una vez que hubo exhalado todo el oxígeno, se frotó los ojos.
—¡Oh dios!— exclamó al recordar todo; no había dejado las cortinas abiertas, se había quedado dormido en la sala contra su voluntad a causa de él.
De inmediato revisó su ropa, era la misma de anoche cuando llegó de comer pizza con su amigo; eso quería decir que el demonio no lo había visto desnudo, aunque ¡era un demonio!, pudo haber... ¡No! No quiso siquiera imaginarlo. Prefirió apresurarse, darle de desayunar a Marí, darse un baño y salir de allí; cualquier lugar, incluso su pequeño cubículo lleno de lápices era mejor.
...
..
.
Cuando llegó a la puerta del edificio de su centro de trabajo se encontró con Adam, quien sostenía un vaso de café en cada mano.
—Gracias— musitó Edmundo al recibir el que le ofreció, luego agregó, —no es usual verte aquí tan temprano.
—No pude dormir más.
—¿Eivan apareció?— y Adam casi escupe su café en el ascensor al escuchar aquella pregunta, ¿acaso su amigo también la espiaba? No no no, de seguro se estaba volviendo un paranoico, se relajó cuando Edmundo explicó, —Sandy me dijo que... que Eivan ha estado muy cerca de ti, aunque no lo puedas ver.
—Ss-supongo que sí; sellamos un trato— y tras suspirar la campanilla anunció que llegaban al piso deseado.
—¡Ed!— apenas se abrieron las puertas, Ernesto apareció frente a ellos, —tenemos buenas noticias— y lo rodeó por los hombros.
Adam sonrió ligeramente y no le molestó ser excluido por unos instantes, intuía lo que venía.
—¿Qué?— la mandíbula de Edmundo amenazó con descolocarse, no podía creer lo que escuchaba.
—¿Porqué te sorprende?— indagó Ernesto sin que se le hubiera borrado la sonrisa, hasta él mismo estaba feliz de dar un aviso como ese, —yo siempre confié en tu talento y el hecho de que los de allá arriba lo hayan reconsiderado no debería ser una sorpresa— señaló con el pulgar hacia el techo refiriéndose a los departamentos de edición que se encontraban un par de pisos más arriba.
—Pp-pero... Felipe dijo que...
—Y no mintió, pero como te dije, lo reconsideraron— explicó apoyando ambas manos sobre su escritorio, su oficina no era tan grande ni lujosa como la de Felipe pero era mucho más cómoda.
—Eso quiere decir que... ¿El trabajo de Adam también fue aceptado?— porque era algo lógico, Felipe había dicho "todo o nada"; pero las palabras de Ernesto lo desconcertaron.
—Me temo que no, sólo aceptaron el tuyo.
—¡¿Pero por qué?!— las palabras "por qué" y "pero" se estaban volviendo bastante habituales en su vocabulario.
—No lo sé Ed; fue una decisión extraña, ellos no suelen hacer eso y yo creo que es mejor que dejes de cuestionar, mejor disfruta de ello.
Ése era un consejo razonable, pero aún así se sentía un poco mal por Adam.
Agradeció y salió de la oficina de Ernesto para dirigirse a su cubículo, pero antes haría una pequeña escala.
—¿Puedo pasar?— indagó tras tocar en el marco donde debería haber una puerta, porque eso sí, todos los que laboraban en ésa área, a excepción de Laura, Ernesto y Felipe, no tenían "privacidad", sólo paredes que dividían sus áreas de trabajo.
—Claro—, Adam viró en su silla giratoria para encararlo, segundos antes había estado concentrado en un par de trazos que Laura le había pedido perfeccionar; o mejor dicho, pretendía estar concentrado en el papel ya que su mente divagaba inquieta por el deseo que había pedido y el resultado de este.
—Adam— dijo antes de jalar un pequeño banco circular de madera haciendo que emitiera un leve chirrido, se sentó con las piernas abiertas apoyando el pie izquierdo en uno de los descansos, era una pose bastante cómoda; —Ernesto me habló sobre los dibujos que fueron mandados al departamento de edición; y... —los ojos expectantes de Adam por un momento lo hicieron flaquear, no quería hacerle daño pero debía hablarle con la verdad así que continuó, —el departamento de edición reconsideró nuestros trabajos pero... sólo uno fue aceptado.
El ahora pelinegro quería felicitarlo, sin embargo pensó que lo mejor era esperar hasta que Edmundo "le diera la noticia completa", sino sería demasiado sospechoso; así que sólo mantuvo la mirada y lo incitó a proseguir, —¿Yyy...?
—Y eligieron mis bocetos— exhaló, preocupado.
—¡Ésa es la mejor noticia que he escuchado en días!— sonrió ampliamente.
—¿Qué no escuchaste? Sólo fue aceptado uno.
—Y fuiste tú, te lo mereces Ed.
—No entiendo—, bajó la pierna del descanso, —dijimos que estaríamos juntos en esta aventura.
Así era; cuando decidieron iniciar, cuando apenas eran "novatos", prometieron nunca rendirse, qué esa sería la gran aventura y el camino hasta alcanzar y cumplir sus sueños, los dos.
—Que uno lo haya logrado es mejor que ninguno; en verdad, estoy feliz por ti— lo dijo de corazón, sinceramente.
—Adam, yo no...
—Ed— lo interrumpió, —basta ya; mejor gózalo y sigue trabajando duro— levantó el puño a la altura de su rostro en un gesto para darle ánimo.
Tardó poco más de un par de segundos en reaccionar, pero por fin se relajó al momento que sus labios se curvaron en una sonrisa; era un alivio saber que Adam no estuviese enojado, sino todo lo contrario. Entonces se preguntó cómo era posible que un alma tan bondadosa y honesta fuera a terminar en el averno; pero casi inmediatamente recordó las palabras de su novia, los demonios no hacían ningún pacto ni trato a no ser que el humano lo aprobara, y Adam lo había decidido; además, por lo que la Muerte había relatado, su amigo debía encontrarse con Eivan, tarde o temprano.
En cuanto Edmundo se retiró, Adam suspiró para serenarse, debía actuar lo más normal posible; y no era porque no estuviera feliz por su amigo, porque en realidad sí lo estaba; sino porque no quería distorsionar mucho la realidad, suficiente tenían con el hecho de haber regresado el tiempo hasta el día del "accidente".
Así que para actuar de manera normal, debía hacer cosas normales, por lo que se dedicó a terminar el boceto que Laura le había encargado.
Tomó su lápiz favorito y comenzó su labor; y no fue hasta después de la hora de la comida que terminó. Miró satisfecho su obra y se puso de pie para entregarlo.
Con la enorme hoja de papel salió de su cubículo, no sin antes acechar un vistazo en el de su amigo, el cual estaba vacío, supuso que estaba con Ernesto; así que continuó su camino hasta la oficina de Laura.
—Adelante— escuchó su voz indicándole que podía abrir la puerta color caoba. Hizo lo mandado sin imaginar que no estaría sola con ella.
—Aquí está— dijo al momento que avanzaba hacia el escritorio de cristal para entregarle el trabajo; cuando llegó junto al par de sillas, que se suponía que los invitados debían ocupar, notó que una no estaba vacía.
Un joven, tal vez de su misma edad, de cabello rubio cubierto por un gorro de tela color negro le observaba curioso, ante ello Adam sólo atinó a sonreír como señal de un gesto amable.
—Adam— lo llamó Laura, —él es Félix Macías; se integrará a nuestro equipo.
Asintió sabiendo lo que quiso decir, "Félix ocuparía el lugar de Ben".
—Félix— habló ella ahora dirigiéndose al chico rubio, —él es Adam Montejo, será tu tutor hasta que se finalice el periodo de prueba.
—¿Tutor?— Adam frunció el entrecejo confundido, sabía que habían asignaciones de ese tipo en la empresa pero nunca pensó que él sería elegido para ser uno.
—Félix es bueno, sólo le falta pulir su estilo; tu trabajo es de los mejores, por eso creí que tú serías el indicado.
—Wow— exclamó el rubio al mirar la gran hoja de papel que Adam no había soltado, —¡es genial!
—Yy-yo... no es mío— explicó, porque en realidad no lo era; él sólo le había agregado algunos detalles.
—Basta de ser modesto Adam— la reprendió Laura con una sonrisa, nada congruente con el tono de voz que deseaba tener.
—Prometo ser el mejor alumno— exclamó Félix al ponerse de pie y cabecear a manera de una sutil reverencia.
Adam sólo atinó a imitar su gesto; en definitiva eso de ser "mentor" sería algo nuevo y en cierta forma lo agradecía, de esa manera evitaría pensar en que Eivan pudiera estarlo acechando todo el tiempo.
Sólo nos queda seguir y sobrellevar las cosas...
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Ernesto lo había llevado a otras oficinas, donde él mismo le había presentado a los editores que escogieron sus dibujos.
—Muchacho, eres todo un artista— dijo el que parecía más viejo.
—Gracias— respondió algo apenado.
—Creo que el detalle de las brujas fue perfecto— dijo un hombre bigotón.
—Esa idea se la debo a mi amigo; él criticó mis primeros bocetos— explicó.
—Pero al final quien la plasmó fuiste tú; por eso el crédito es tuyo— insistió el sujeto.
Edmundo no pudo más que asentir, parecía que a esos hombres no se les podría convencer de lo contrario.
Pasaron los minutos y después de la hora de la comida, en la cual compartió mesa con Felipe, Ernesto y otros hombre de edad avanzada, siguieron hablando del proceso y de los planes que tenían para sus dibujos y de la posibilidad de asignarle la propuesta de los personajes de una "saga entera de relatos cortos".
Hasta que notó el reloj, ya se había pasado cinco minutos de la hora en la que finalizaba su jornada; entonces quiso salir corriendo de allí, porque ése día Sandy lo esperaría en la entrada del edificio y no podía esperar por contarle la gran noticia y compartir su felicidad con ella.
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Contrario a lo que pensó, después de entregarle su trabajo a Laura sintió que las horas pasaron más rápido, eso porque ahora tenía a Félix a su lado todo el tiempo, mirando lo que hacía, elogiándolo y preguntando muchas cosas. Nadie dijo que ser "un tutor" sería fácil.
—Es algo tarde, creo que es hora de irnos— exclamó Félix al momento que se ponía de pie, puesto que había estado ocupando el banco circular de madera. Faltaban cinco minutos para la hora de salida.
Adam recogió sus lápices mientras se despedía de su "nuevo pupilo", ya que el joven dijo que tenía que llegar a casa pronto.
Apagó las luces de su cubículo y salió del lugar, tomó el elevador y cuando las puertas se abrieron al detenerse en el vestíbulo, se encontró de frente con alguien que no pensó encontrar.
—Ho-hola, Sandy— saludó nervioso.
—Hola Adam— sonrió. El nombrado debía admitir que la sonrisa de la novia de su amigo le daba un poco de miedo desde que supo sobre su verdadera naturaleza; y más cuando agregó, —qué bueno que te encontré a ti primero; me gustaría que habláramos de tu primer deseo.
Y tragó saliva de manera pesada. ¿Acaso estaba en problemas, había infringido alguna regla?
—Ss-sí, claro— caminó para salir de ascensor y dejar que otras personas lo ocuparan.
Se dirigieron a un área menos transitada y entonces la demonio habló.
—Sé que lo usaste para ayudar a Edmundo.
—Era lo menos que podía hacer.
—¿Lo hiciste por obligación?
—¡No!— respondió al instante, luego agregó; —creo que es muy talentoso, su trabajo debe ser reconocido y no truncado por alguien como Felipe.
—¿Entonces, él no lo sabe?— arqueó sus cejas, aquellas que enmarcaban sus chispeantes ojos.
—No; y por favor, no se lo digas. Pensará que no lo merece— explicó.
Sandy le miró y sonrió levemente; no podía creer que estuvo escrito en las estrellas que la esencia de ésa chica, inocente y bondadosa, fuera a ganarse un lugar en la vida de su pecaminoso hermano; y que ahora gracias a la intervención de la Muerte en realidad sucedería.
—No lo haré; aunque creo que fue un desperdicio de deseo.
—¿Por qué?— levantó el rostro y se mostró confundido.
—Yo lo pude haber hecho; él sólo tenía que pedírmelo.
—Ed nunca lo haría; él nunca pediría algo que pareciera egoísta.
"Ni tú tampoco", quiso agregar, porque los conocía, notaba la similitud en sus auras; y eso hizo que se le ocurriera una inocente broma.
—Si sigues usando tus deseos con él me pondré celosa; y créeme, no te conviene ver a un demonio así— dijo seria.
—Oh no, no no no— Adam agitó sus manos violentamente en forma de negación.
Sandy forzó una sonrisa tétrica para ocultar por unos instantes las ganas que tenía de reírse en su cara por la expresión de miedo; hasta que estalló a carcajadas; —eres muy ingenuo; por supuesto que sé que nada entre ustedes sucedería, son como hermanos.
Entonces Adam exhaló aliviado, estaba seguro quesi seguía así podría morir de un paro cardiaco; de repente la campanilla del elevador sonóindicando que alguien había descendido hasta el vestíbulo, las puertas seabrieron y dejaron ver a un sonriente Edmundo.
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