Versículo X. Susurro.
Sin dejar que nadie le ayude, dando tropezones, se encerró en su cuarto.
Recargó su espada en la puerta y se deslizó hasta sentarse en el suelo, triste, ya no podía llorar más, se había cansado; así que sólo abrazó sus piernas y se quedó allí.
..
—¿Cómo es posible que...?— el dueño del apartamento ni siquiera pudo terminar su pregunta, se le quebró la voz; tampoco quiso decir la palabra suicidio; agachó la cabeza sin poder reprimir sus lágrimas; no quería imaginarse algo así.
—Calma— exclamó Sandy y se acercó para rodearlo con los brazos, Edmundo se refugió en ella.
Eivan resopló y viró el rostro, no quería presenciar una escena tan cursi y dramática, era demasiada perturbadora, sobre todo por esa extraña sensación que le causaba en el pecho.
—¿Por qué?— sollozó el humano, —¿por qué Adam quiere hacer eso?
—Dale tiempo; está asustado, debe aceptar las cosas.
—Él no es así— la voz de Edmundo sonaba lastimera, —Adam me dio las fuerzas para volver a ser yo; ¿por qué yo no puedo hacer lo mismo por él?—; se refería a cuando se conocieron, cuando Edmundo era demasiado callado y retraído. Sandy comenzó a frotar su espalda, sin saber cómo más reconfortarlo.
¿Qué tipo de palabras de aliento podría decir una demonio?
Marí maulló y entonces lo tres notaron que la gata comenzaba a rascar la puerta de la habitación que pertenecía a Adam, luego de unos instantes esta se abrió y el animal entró.
El pelirrojo pudo escuchar las pocas palabras de su amigo, su mejor y único amigo, su familia.
Abrió sólo lo necesario para que la gata entrara y volvió a cerrar.
—Creo que... en verdad soy un cobarde— exclamó, recordando las palabras del sujeto desconocido; ese que llegó justo a tiempo para detenerlo. ¿Sería él su salvador?
Marí maulló y se subió en su regazo, ya que Adam seguía sentado en el suelo.
—No quiero ser una carga para Edmundo— le explicó a su gata, —pero tampoco quiero que esté triste por mí, no quiero que sufra por mi culpa; él debería tener una vida feliz al lado de Sandy y no estar atado a una inválido como yo.
Marí ronroneó y con sus patas delanteras se apoyó en su torso para comenzar a lamer la mejilla salada.
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Ya no quería estar allí, el ambiente era abrumador, se suponía que al ser un demonio él debería causar estragos, hacer sufrir a los demás, causar agonía; y no al revés.
Giró sobre sus talones y decidido a marcharse, pero antes de dar el cuarto paso, Edmundo le habló.
—Gracias Eivan; si tú no hubieras estado aquí para impedirlo no sé qué habría sucedido—, sorbió su nariz y se despegó de su novia para poder mirarlo.
¿Qué se supone que debería responder? Era un demonio, nunca nadie le había agradecido de corazón. Los únicos "gracias" que había escuchado habían sido después de los favores sexuales.
—Sí, descuida— dijo al detener el paso; —debo irme.
—¿Eivan, irás a casa?— intervino Layry, refiriéndose al averno.
—No, ese lugar ya no es de mi agrado—, contestó y siguió su camino hacia la salida.
Sin haberse movido de su lugar, Adam seguía atento a lo que ocurría fuera de la habitación, sólo había escuchado unas cuantas frases de él, "Sí, descuida... debo irme"; pero no podía negar que existía cierta textura que envolvía sus palabras hasta convertirlas en algo hermoso, seductor, sexy.
Ahora que había prestado más atención ya sabía su nombre: Eivan. ¿Quién sería este hombre? Nunca antes había oído de él.
...
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¿Cómo mierda era que alguien de su linaje, hijo de un par de demonios puros, estaba en ese escenario?
Colocó uno de sus antebrazos bajo su nuca y se acomodó mejor, estaba recostado en el techo del edificio donde Edmundo vivía.
Miró su mano, aquella que había tenido contacto con el humano. Recordó su textura, tan suave, fino, cálido... perfecto.
—El destino de todos está escrito, incluso el tuyo; él aún no debe morir; y tú ya no estarás sólo para siempre...ahora detenla.
—¡Si serás idiota; usa tu imaginación!
Estúpida situación, estúpido malestar en el pecho, estúpida Roxanne y sus estúpidas palabras confusas.
Los humanos eran extremadamente complejos, pero Eivan sólo ansiaba poder descifrar a uno; a Adam.
—Daría lo que fuera por recuperar la vista... pero como no es posible pensé en acabar con todo esto.
Y entonces, esa frase, junto con la última de Roxanne embonaron perfectamente, como dos piezas de un jodido rompecabezas; si Adam daría lo que fuera y el Muerte le sugería usar su imaginación, a ambos les tomaría la palabra.
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Tras confirmar que Adam estaba dormido en su cama junto con Marí; ambos se dirigieron a la recámara de Edmundo donde allí él le pidió a Sandy que se quedara a su lado hasta que pudiera conciliar el sueño y así lo hizo.
Layry tragó saliva, nerviosa, al ver a su novio humano dormir, sus pestañas estaban aún húmedas. Acarició su frente y luego cerró los ojos, concentrándose, tratando de entrar en su mente para saber qué es lo que había, si estaba teniendo pesadillas. Sorpresivamente no fue tan fácil; tal vez porque había estado evitando hacer uso de sus poderes de demonio era que la práctica se había perdido. Y una vez de que se cercioró de que descansaría tranquilo salió de allí.
—Tengo la solución—, Eivan se materializó ante ella en el pasillo; apenas comenzaba a atardecer y las sombras que se formaban en el corredor ayudaban a que su llegada pareciera más teatral.
—¿Solución a qué?— frunció el ceño.
—En el hospital, Roxanne dijo que no eran nuestros humanos ya que no habíamos hecho ninguna unión; y hoy Adam dijo que daría lo que fuera por recuperar su vista— sonrió.
Abrió los ojos en demasía ante lo que estaba pensando, —no—,negó con la cabeza, —no pensarás que Edmundo lo permitirá, ¿cierto?
—¿Y quién es él para decidir?— arrugó la frente, —el trato será con Adam.
—No creo que venderte su alma sea la mejor opción.
—Layry, velo de esta forma, Nahid dejará de estar tocándome las pelotas si llevo un alma más al averno.
Aspiró hondo y al momento que dejó escapar el aire de sus pulmones entre cerró los ojos, luego le hizo una cuestión de la cual dependería su apoyo para esa idea; —hermano, quiero que me digas la verdad. ¿Lo harás solamente con el objetivo de que Nahid deje de joderte, o es que hay una razón que no solamente te beneficiaría a ti?
Porque si Eivan pensaba que esa dichosa solución también le causaría alegría a Adam, si simplemente esa propuesta no era del todo egoísta, quería decir que su esencia de demonio estaba cambiando.
Por unos segundos guardó silencio, luego soltó la risotada; —¿Qué coño estás insinuando? ¿Crees que necesito otra razón?
—No sé, dímelo tú—, dio un paso hacia el demonio, —ya que fuiste tú el que apareció de la nada para evitar que Adam se lastimara, fuiste tú el que llegó anunciando que tenía una solución cuando nadie te la ha pedido—, clavó el dedo índice en el pecho de su hermano menor; —si hubieras dejado que se cortara las venas habría sido castigado por intervenir en su propio destino, entonces cuando muriera su alma se iba ir directo al purgatorio, de donde sería más fácil reclamarla en el averno, Nahid estaría feliz de tener más residentes en el infierno y no te jodería; eso hubiera sido más sencillo y menos cansado que todo el ritual que sugieres— remató.
—¿Y qué mierda quieres escuchar?—, arqueó las cejas.
—La verdad; quiero que me expliques la razón por la cual no lo has poseído para saciar tus deseos carnales, la razón por la cual no te le has aparecido para tentarlo, la razón por la cual lo sigues acechando y no te has aburrido de él como normalmente lo haces con todos los humanos—, enumeró.
—¡Porque eso ni siquiera yo lo sé!— respondió al instante levantando la voz; después ambos quedaron en silencio.
No lo sabía. ¿Desde cuándo un demonio no podía explicarse sus propios deseos?
Tragó saliva, nervioso, temeroso de lo que imaginaba le podría estar sucediendo. Se estaba volviendo débil ante un humano.
—Creo que con eso me basta por ahora—, Layry se relajó, —será mejor que empieces a idear cómo le propondrás que te venda su alma; yo veré cómo hacerle para que Ed no se oponga— explicó y luego se desvaneció, dejando al demonio sólo en el pasillo ahora en penumbras, perdido en sus pensamientos y con un mar de sensaciones raras.
...
..
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—¿Dónde estoy?—, exclamó escuchando su propia voz retumbar; la zona estaba en penumbras, era otro de sus inusuales y oscuros sueños; la diferencia era que este se sentía más real, incluso podría decir que había sido transportado a otro lugar fuera, muy lejos de su acogedora habitación.
Caminó hacia el frente un poco dudoso, temiendo caer por un precipicio o que hubiera algo desconocido.
—Adam— una voz aterciopelada y sensual le llamó, algo le decía que ese timbre profundo lo había escuchado antes.
Tragó saliva y siguió avanzando hacia el frente; —¿quién eres?
—Soy quien puede sacarte de esta oscuridad.
—¿Qué; de qué estás hablando?— se detuvo.
—Un pacto— exclamó la voz y una silueta se materializó frente a él; era alta, vestía una gabardina larga, se notaba su cabello largo hasta las orejas, que enmarcaba su rostro el cual no podía distinguir.
—¿Uu-un qué?— tartamudeó debido a la sorpresa de tener al sujeto tan cerca y repentinamente.
—¿Qué darías por ver de nuevo la luz?—, ahora fue un susurro, un sensual susurro.
—Yy-yo... — aspiró hondo pensando, llegando a la conclusión de que intentar quitarse la vida sí había sido un acto de cobardía, él no era así; pero por otro lado no quería ser una carga para su amigo, eso era injusto, por eso dijo la verdad; —cualquier cosa, daría lo que fuera—, respondió firme.
—¿Tu alma por ejemplo?— musitó.
—Incluso mi cuerpo si eso lo remedia—, y miró fijamente a su interlocutor, intentando ver más allá de las sombras que ocultaban su rostro.
El sujeto levantó la diestra y la colocó en la mejilla del muchacho, le acarició; Adam cerró los ojos ante lo cálida que sintió esa caricia.
—¿Estás seguro? No habrá marcha atrás—, se acercó y susurrando cerca de su oído sentenció, —una vez que hayamos cerrado el trato, serás mío—, y no se movió, quedó en espera de su respuesta.
—Lo estoy; te daría mi alma y mi cuerpo si así pudiera recuperar la vista—, apretó los puños a los costados de su cuerpo; había dicho lo que pensaba y sentía; en verdad anhelaba poder ver otro amanecer.
—Bien—, dio un par de pasos hacia atrás, deshaciendo el contacto de su mano con la mejilla de la mortal, —entonces pronto regresaré para darte lo que quieres y después poder reclamar lo que será mío; pasarás junto a mí la eternidad en el infierno—, luego se esfumó, dejando una ráfaga gélida en el ambiente.
Adam se abrazó a sí mismo, temblando de frío y por el temor. ¿En verdad había sido un demonio el que se le había aparecido, o simplemente su mente le hacía pesadas bromas y estaba teniendo pesadillas? Cayó sobre sus rodillas y se hizo un ovillo; cerró los ojos y se acurrucó en el suelo, suave pero frío. ¿Nieve? No lo sabía, sólo cerró los ojos y se durmió al instante.
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Ésa mañana de viernes Adam estuvo muy callado; ninguno de los dos había querido tocar el tema del día anterior pero tampoco existía algún tema de conversación. Sólo Marí maullaba de vez en cuando.
—Adam— le llamó por fin, —yo.... quiero decir que... — suspiró, —lo siento; lamento no saber cómo manejar las cosas, soy un inútil; jamás entenderé como te sientes, yo la verdad no...
—Basta Ed— interrumpió y dejó a tientas la cuchara dentro del tazón de cereal que estaba desayunando; —no te culpo; es sólo que yo tampoco sé cómo sobrellevar esto—; ambos se estaban diciendo lo obvio, pero desde aquél accidente ninguno de los dos lo había hecho, así que en realidad era necesario hablar.
—Lo siento— volvió a hablar el dueño del departamento.
—No es tu culpa—, una ligera curva se dibujó en sus labios, recordando la primera charla que tuvo con la novia de su amigo, sobre el arte de la Edad Media, el Oscurantismo y eso, Sandy había dicho muy convencida: "Por algo suceden las cosas, sin esos dos acontecimientos quien sabe qué sería de la humanidad; puede que sean hechos extraños, incluso considerados bárbaros y crueles; pero por alguna razón el destino es así".
¿Cuánta razón notaba ahora en esas palabras? Así que solamente citó algunas partes, —por algo suceden las cosas, por alguna razón el destino es así.
Edmundo miró las hojuelas de cereal comenzar a hundirse en la leche de su tazón, no le gustaba la tristeza en el tono de su voz, Adam no solía ser así, debía haber algo que pudiera hacer o decir; así que habló con la verdad, dijo lo que sentía.
—Adam si yo pudiera hacer algo, incluso cambiaría mi lugar contigo.
Otra vez hubo silencio, roto únicamente por el ronroneo de Marí.
—¿Sabes?— musitó ignorando, o más bien, evitando responder a lo anterior; —cuando dije que daría lo que fuera por volver a ser la de antes no mentí.
—Supongo que sí, me imagino cómo te sientes pero...
—No— interrumpió de nuevo, —hablo en serio— tragó pesado, lo que estaba a punto de decir, en días anteriores le hubiera parecido una reverenda estupidez, pero ahora parecía una opción, —incluso vendería mi alma si pudiera.
—¿Qué cosas estás pensando? No, no debes decir eso—, y su negativa no eran porque pensara que si mencionaba algo como eso "mágicamente" el diablo iba a aparecer, no; sino porque no lo quería escuchar rendirse al buscar una solución que parecía fácil y loca, demasiado loca.
—¿Por qué no?— se encogió de hombros ligeramente, —después de hacerlo disfrutaría lo que me quedara de vida antes de que se llevara mi alma a donde sea que se las lleva.
Edmundo abrió la boca para decir algo pero luego se quedó inmóvil. ¿Con qué argumento debatiría eso?... Además, esas cosas no existían ¿Cierto?
Un par de golpes en la puerta rompieron esa atmósfera extraña. Ed se levantó y fue a atender.
—Sandy; no te esperaba tan temprano— exclamó, ya que solían verse después de medio día, y en ese momento eran las ocho de la mañana, en una hora debía estar en las oficinas de la editorial.
—Hay algo importante de lo que debemos hablar—, al responder, la demonio miró sobre el hombro de su novio mortal, notando que Adam se encontraba dándole la espalda, en el comedor.
—Claro, pasa— se hizo a un lado para que pudiera entrar.
—No— dijo al instante, no deseaba que el otro escuchara lo que tenía que decir, o mejor dicho, confesar, a pesar de que Eivan le había comentado que ya había entrado en sus sueños la noche anterior; —en privado— explicó.
Edmundo la miró extrañado por unos segundos pero luego le echó un vistazo a su inquilino, quien se había reclinado para poder acariciar a la gata que apoyaba sus patitas en su pantorrilla.
Exhaló y habló en voz alta, —Adam, estaré aquí afuera unos minutos—, no esperó respuesta, pero supo que lo había escuchado; salió del apartamento haciendo que Sandy retrocediera un par de pasos y cerró tras su espalda.
Cuando estuvieron en la soledad del pasillo, sólo con la luz de la mañana colándose por uno de los ventanales, bajó la mirada, no sabía cómo decirlo.
"¿Qué crees? Soy un demonio y uno de los míos quiere el alma de Adam".
No iba a ser tan sencillo.
—¿Qué sucede?— Edmundo tomó su rostro entre sus manos para poder tener contacto visual.
—Es que... — sin zafarse de su agarre desvió la mirada.
—No—, negó con la cabeza, —no me digas que quieres dejarme—; la atrajo hacia él y la abrazó fuertemente; —no, por favor Sandy.
Entonces permaneció estática por unos instantes, con los brazos a los costados; pero luego correspondió al gesto y susurró muy cerca de su oído; —no seas tonto Ed, nunca haría eso—; cuando esas palabras abandonaron sus labios sintió un golpeteo en su pecho, tal vez era lo que llamaban corazón o simplemente era la falta de oxígeno gracias al potente y repentino abrazo al que fue sometida.
—Lo que menos quiero ahora es quedarme solo; yo quiero darle fuerzas a Adam, pero para eso te necesito a mi lado.
—Te prometo que no me iré a ningún... — y en un ágil movimiento el humano no la dejó hablar más, hizo presión sobre su boca con sus labios. La besó confirmando lo dicho antes: la necesitaba.
La demonio llevó la diestra a la nuca del mortal para profundizar el contacto y dejarle en claro que lo que pretendía prometer antes de ser interrumpida por ese ardiente beso era cierto.
—Me quedaré contigo, para siempre— susurró Sandy sobre sus labios.
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