Versículo VII. Oscuridad.
Sitael era uno de los arcángeles del Creador, sus grandes alas blancas y brillantes parecían emanar una luz propia, y como cada cierto número de siglos, una pluma de ellas caía a la tierra. Pero en esta ocasión, por primera vez, había aterrizado sobre una mujer embarazada: Lucila esposa de Dominic; los humanos que serían los padres de Edmundo.
Por eso Roxanne había dicho que él era parte de Sitael y no había usado el término "hijo", ya que en sentido estricto no lo era.
Aún estando en la iluminada y fría sala de espera del hospital el par de demonios escuchó atento la explicación breve de la Muerte.
—¿Por qué crees que tiene un efecto diferente en ti; eh?— cuestionó a Layry, —jamás hubieras podido congeniar tan bien con un humano cualquiera, ¿cierto?—, sonrió, pero ahora ese gesto carecía de burla.
—Yy-yo... nunca pensé que eso fuera posible— musitó, clavando la mirada en sus zapatos.
—En cambio Adam, cuando llegue su hora, morirá como cualquier humano— se acercó al moreno, —pero lo que lo hace especial es ese resplandor que emana de él; cosa que creo ya has notado—, colocó una mano en su fuerte hombro, —la razón de ese brillo es su personalidad alegre y positiva que ha sido resaltada gracias a la compañía de su amigo Edmundo.
—¿Eh?—, la miró con desdén.
—Eivan, ¿Nunca has escuchado que los humanos dicen algo así como, dime con quién andas y te diré quién eres? Déjame explicarte que aunque parezca una tontería algo tiene de razón. Adam ha pasado gran parte de su vida a lado de su amigo, considerándolo como su familia, estrechando lazos y algo de su naturaleza divina se la ha pegado.
—Es la explicación más estúpida que he escuchado—, rió él.
—Estúpido sería el hecho de que dos demonios de la lujuria se enamoraran. ¿O no?—, contraatacó y se puso de puntas para rosar los labios de Eivan con los propios.
—¿Entonces Edmundo nunca morirá?—, Layry intervino de nuevo tras unos segundos, restándole importancia a la posición en la cual estaban aquellos dos.
—No exactamente, pero eso no quiere decir que no sufra o que no enferme, aún tiene una parte humana—, se alejó un par de pasos; —debo irme, tengo una tarea que cumplir. ¡Ah! Por cierto, no dejen que Adam haga lo que me corresponde, aún no es su hora—, guiñó el ojo y se esfumó.
—¿Que no haga qué?—, exclamó Eivan, pensando en que lo que había dicho la Muerte no tenía sentido.
—Ignórala, a veces es difícil saber si está bromeando o no— le respondió su hermana.
Y en instantes, por los altavoces se escuchó que llamaban a un doctor a la sala de urgencias al mismo tiempo que algunas enfermeras corrían por los pasillos; al parecer Roxanne había cobrado una vida.
...
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Le costó bastante abrir los ojos, ya que la luz le molestaba; gruñó ante su esfuerzo. Se frotó el rostro con ambas manos antes de que la puerta de su habitación se abriera.
—Ed, me alegra que hayas despertado—, exclamó al cerrar tras su espalda; habían pasado casi dos días.
—¿Sandy, qué ha suced...?— y antes de que pudiera terminar la pregunta, la muchacha se abalanzó hacia él para abrazarlo; el repentino apretón le causó un ligero dolor pero no se quejó, sólo correspondió al gesto como pudo.
—No sabes lo preocupada que estaba por ti— confesó antes de separarse y ayudarle a recostarse bien de nuevo; y en verdad lo estaba, al menos hasta que Roxanne le dijo la verdad sobre su naturaleza.
Sacudió la cabeza ligeramente intentando recordar lo sucedido pero no tuvo éxito; —¿qué fue lo que pasó?
—Un accidente— explicó y se reprendió a sí misma por enésima vez el no haber estado en la tierra en el momento justo para poder prevenirlo, pero también sabía que nada podía hacer contra el destino; todo era tan contradictorio; —iban camino a las oficinas de la editorial.
Entonces, gracias a esas palabras las escenas llegaron a él, causándole una repentina punzada en la cabeza; —¡ahg!—, se quejó llevándose la mano a la sien y cerrando los ojos fuertemente.
—Yo creo que a ti te van mejor los paisajes, siempre llenos de luz y cosas felices.
—¿Cosas felices?
—Sí, ya sabes; plantas, animales, arcoíris, ríos; ése tipo de cosas.
Escuchó la melodiosa risa de Adam, —¿a eso te referías con cosas felices?
—Por supuesto; en cambio yo creo que me he vuelto experto en temas oscuros y de muerte.
—Seguramente y sólo porque Sandy te ha hablado del arte del siglo VI y del oscurantismo resulta que ahora te crees un experto.
Segundos después el automóvil fue severamente sacudido, notó como el cuerpo de su amigo, a pesar de tener puesto el cinturón de seguridad, se golpeaba bruscamente contra la silla del conductor que estaba frente a él, intentó hacer algo para evitar que se lastimara pero en ese instante todo dio vueltas al mismo tiempo que los vidrios de las ventanas estallaban y las astillas prácticamente salían volando incrustándose en todas partes; luego, el ambiente se tornó oscuro por unos instantes.
Parpadeó muchas veces antes de poder enfocar su vista, ahora del rostro de Adam emergía sangre.
—Ey— musitó, entonces al tratar de tocarlo y hacer que despertara se percató de que el vehículo estaba de cabeza, sólo sus cinturones los mantenían pegados al asiento.
—Adam—, volvió a hablarle pero no respondía, sus ojos seguían cerrados y sus cejas bañadas en el líquido rojo. Su respiración se aceleró, sin embargo no pudo llamarle por tercera vez ya que nuevamente la oscuridad se lo tragó.
—¡Adam!— exclamó agitado al mismo instante que retiraba la mano de su sien.
—Tranquilo— dijo Sandy y se sentó a su lado, —él está bien.
—¿Dónde? Quiero verle— demandó.
—Está en la habitación de al lado; aún descansa—, respondió de la manera más calmada que pudo; ella sabía que eran como hermanos.
—Pero está bien, ¿cierto?
—Sí. Ahora llamaré al médico para que te revise y luego te acompañaré a ver a Adam si así lo deseas— se incorporó para ir a la puerta.
—Gracias— exclamó y bajó la cabeza, apretando las sábanas con el puño.
...
..
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La persona en la cama de la habitación 55E parecía dormir plácidamente, su pecho subía y bajaba de manera acompasada y tranquila.
Las sábanas le llegaban hasta las costillas, sus brazos estaban estirados a los costados y su cabeza se encontraba vendada. Las tiras blancas de tela no dejaban ver ni uno de sus cabellos, ni sus cejas, ni sus ojos; sólo su nariz y boca estaban libres.
Eivan se encontraba recargado en la pared, junto a la ventana, con los brazos cruzados sobre su pecho, mirando a Adam y con el pitido del electrocardiógrafo inundando sus oídos.
Las palabras de Roxanne aún estaban en su cabeza. Ese humano era especial, literalmente; todas sus características resaltaban y eso lo tenía enganchado. Era algo difícil de explicar incluso a sí mismo: tocar y ser tocado ya no era lo único que le daba placer, ahora con solo mirarlo se deleitaba. Entonces, ¿Qué sentiría cuando fuera al revés, cuando Adam lo observara de verdad, cuando sus miradas se cruzaran? Y una pregunta mejor: ¿Qué sucedería cuando acariciara su piel? Estaba seguro de que eso sería el mayor goce que pudiera experimentar.
Algunos rayos de sol comenzaron a teñir el cielo cuando un quejido seguido del rechinido del colchón llamó su atención; pensó que tal vez Adam estaba despertando, pero no fue así, sólo se había quejado y removido entre sus sábanas.
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Edmundo apretó los puños, Sandy estaba sentada a su lado y el doctor de pie frente a él.
Traumatismo cráneoencefálico, desprendimiento de retina; no comprendía esos términos, sólo sabía que no era algo bueno.
—Pero aún hay esperanza, eso se puede remediar con un trasplante de cornea o algo así, ¿verdad?— se mordió el labio, ya que en resumen no había muchas probabilidades de que cuando le retiraran el vendaje pudiera volver a ver.
El hombre mayor negó con la cabeza, —lo dudo; se golpeó en una zona delicada de la cabeza, además de que algunos pedazos de vidrios le hicieron varios cortes; la verdad es que es un milagro que haya sobrevivido.
No sólo Adam tenía sorprendido a los médicos, también Edmundo que parecía recuperarse rápidamente.
Bajó el rostro, —¿Ya le dio la noticia?
—No, todavía; creí conveniente hacérselo saber primero ya que en los datos del joven usted es el único contacto en caso de alguna emergencia.
Y viceversa, ellos sólo se tenían el uno al otro.
Respiró hondo; él tendría que estar allí cuando su mejor amigo recibiera la peor noticia de su vida.
—Sandy, por favor— señaló la silla de ruedas que estaba en la esquina de la habitación, ella supo lo que quería y fue hasta el artefacto; luego entre ella y el hombre canoso ayudaron al chico convaleciente a subir en ella, ya que aún no podía caminar bien. Irían a la habitación 55E.
El doctor los dejó solos por unos instantes para atender un llamado imprevisto así que la silla fue empujada por Layry, quien sentía algo extraño en su interior, varias emociones se arremolinaban en su pecho, era su empatía por Edmundo; los humanos eran muy complejos. ¿Cómo podían sobrevivir unos simples mortales con tantos sentimientos golpeándolos a la vez?
Se detuvo frente a la puerta de cristal; claramente podían ver el perfil de Adam, estaba dormido; no podía ver sus ojos ya que estaban bajo una gruesa venda, pero lo pudo imaginar por su respiración tranquila. Y allí, al fondo de la habitación pudo ver a su hermano. No le sorprendió, ya que por las palabras de Roxanne había deducido todo. Adam era el nuevo pasatiempo de Eivan, pero, ¿hasta dónde había llegado?
"Estúpido sería el hecho de que dos demonios de la lujuria se enamoraran."
La frase de la Muerte ahora parecían tener sentido, sino, ¿Por qué mas estaría Eivan allí? Él era de los que follaban y se largaban.
Pero las palabras de su novio humano lo sacaron de sus cavilaciones y la dejaron atónita por unos instantes.
—¿Quién es él?— exclamó Edmundo.
Sandy parpadeó varias veces, estaba segura de que nadie podía ver a Eivan, excepto ella; entonces, ¿por qué Edmundo lo había notado?
—¿Lo conoces?— volvió a indagar removiéndose en la silla de ruedas.
—Yy-yo... ee-es un amigo.
—¿Un qué?— frunció el ceño, no molesto sino más bien confundido, —¿y qué hace aquí?
—Le pedí que me acompañara—; y entonces decidió comunicarse telepáticamente con su hermano.
—¿Eivan, qué carajos haces en este lugar? ¡Te han descubierto!
—No digas tonterías.
—Edmundo puede verte y preguntó quién eras; así que si deseas quedarte aquí no digas mucho, yo hablaré por ti.
Sandy abrió la puerta y empujó nuevamente la silla para entrar el lugar y habló antes que los demás.
—Eivan, espero no haberte hecho esperar mucho— musitó para evitar despertar a Adam.
—¿Eh?— ladeó la cabeza no estaba de humor para juegos.
—Ed—, se acuclilló al lado de su novio; —él es Eivan, un amigo que acaba de llegar a la ciudad; hemos sido cercanos desde hace muchos años, espero no te moleste que haya venido—, porque una historia inventada no le haría más daño a nadie. ¿O sí?
Edmundo negó con la cabeza; Sandy se puso de pie y encaró a su hermano; —Eivan, él es Edmundo, mi novio.
Listo, había hecho algo que nunca imaginó: lo había presentado "formalmente" ante un miembro de su familia. Pero entonces, las sábanas se revolvieron y Adam gruñó, el efecto de la anestesia estaba pasando y una enfermera y el doctor que antes le había dado la noticia a Edmundo entraron justo en ese instante.
Eivan se acercó y lo observó removerse; el joven comenzó a mover sus manos sobre la cama buscando algo y luego tanteó su propio cuerpo, era obvio que estaba desubicado.
Cuando llegó a su cabeza siseó de dolor, pero eso no lo detuvo. Con cuidado intentó sentarse y siguió con su labor, aún no identificaba lo que lo envolvía.
—Señor— le llamó la enfermera, —tranquilícese por favor—; le empujó suavemente para que volviera a recostarse.
—¿Dd-dónde estoy?— habló con voz temblorosa y algo ronca.
—Está en el hospital del distrito norte; no toque el vendaje— explicó ella. Sandy aprovechó que la atención de todos estaba en Adam y tomó a su hermano del antebrazo para sacarlo de allí; si Edmundo notaba que nadie más podía ver a Eivan entonces no habría forma de explicarlo.
Antes de abandonar el recinto, Sandy le echó una mirada a su novio para indicarle que lo esperaría fuera.
Mientras eso sucedía, el doctor revisó unos papeles que estaban sujetos a una tabla junto a la cama, miró las máquinas y aparatos e hizo unas anotaciones.
—¿Podría... podría quitarme esto?— balbuceó Adam tocando las telas de su cabeza y parte de su cara.
—Joven, el accidente fue bastante aparatoso, sufrió un golpe muy fuerte y es un milagro que esté con vida, no es conveniente que se mueva mucho—; el médico parecía no querer dar detalles por el momento, al menos hasta que Edmundo se lo indicara.
"Es un milagro que esté con vida", otra vez esas palabras.
—Quiero ver a Edmundo— exigió y se llevó las manos a la cabeza con la intención de levantar los vendajes un poco y observar por debajo.
—No se precipite— dijo el hombre mayor y después permaneció pensativo por unos instantes, luego para tranquilizarlo exclamó, —en unos minutos se las quitaremos.
—Pero yo quiero verlo...
—Aquí estoy— por fin habló Edmundo, ya que durante ese tiempo solo se había contemplado a su amigo, no se imaginaba el haberlo perdido, por eso daba gracias a que "un milagro" hubiera ocurrido.
—¿Ed?— con dificultad intentó sentarse, tratando de ignorar el dolor en sus extremidades, —¿eres tú?
—Sí— contestó impulsándose con sus brazos para llegar con la silla hasta la cama; —soy yo. Pero no te muevas demasiado, te puedes lastimar—; le tomó del ante brazo, deteniendo su intento por deshacerse del vendaje.
—Esto es muy incómodo— hizo un mohín con los labios; —quiero que me lo quiten, ya no me duele nada—; mentía, sí le dolía todo el cuerpo, lo que sucedía era que le tenía un poco de miedo a la oscuridad; en el pasado solía dormir con una tenue lámpara encendida pero últimamente y también gracias a la compañía de Marí había podido apagarla.
—Tranquilo, todo estará bien—, acarició su brazo; luego miró al doctor, pensó que era hora de darle la noticia.
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Por varios minutos, tal vez horas, Sandy y Eivan miraban a través de la puerta de vidrio, hasta que uno de ellos quiso romper el silencio.
—Así que... encontraste a un humano al cual acechar— exclamó ella; —¿Ya lo tocaste?—; y cuando mencionó "tocar" obviamente se refería a otra cosa, eran los hijos de los demonios de la lujuria, ¿qué otra cosa habría querido decir?
Sonrió de lado, —¿Acaso eso haría la diferencia?
—¡Claro!— frunció el ceño, —si la situación con él no es como siempre, follar y follar, entonces sí es diferente—, explicó.
Bufó, —No es importante.
—Lo es— se acercó para susurrar, —recuerda que el hecho de que seamos inmortales no quiere decir que nuestro destino no esté escrito también.
—¿Qué insinúas?— entrecerró los ojos.
—¿Qué no le prestaste atención a Roxanne? — apretó la mandíbula recordando aquellas palabras.
"¿Por qué crees que tiene un efecto diferente en ti, eh?... Jamás hubieras podido congeniar tan bien con un humano cualquiera, ¿cierto?"
Luego continuó reprendiendo a su hermano, —por algo ocurren las cosas; por alguna razón el camino de Edmundo y el mío se cruzaron— tuvo una sensación extraña; ésa plática acerca del destino ya la había tenido antes; sí, con Adam.
—Al diablo con eso— exclamó.
—No Eivan; no lo entiendes— sacudió la cabeza, —mejor dicho, no lo quieres aceptar. Te burlas porque dices que me he vuelto débil por un humano, pero tú también has cambiado, ¿sino qué carajos haces aquí cuando podrías estar en medio de una orgía en cualquier parte del mundo?
Abrió la boca para contestar algo ingenioso, para las palabras se le quedaron atoradas cuando el sollozo de Adam inundó sus oídos; volteó y lo vio deshecho en lágrimas, unas que brotaban de unos ojos sin chispa, grises; sin vida.
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Cuando escuchó las palabras del médico pensó que era un error, pero con la mano de Edmundo sujetando la suya, dándole fuerzas, supo que no era mentira, que ahora ya no podría ver ningún otro amanecer ni el cielo azul que tanto amaba.
Aún así, mantuvo sus esperanzas hasta el último momento, cuando las vendas fueron retiradas; pero por más que parpadeó las imágenes que esperaba jamás aparecieron. Fue entonces cuando rompió en llanto sin poder evitar que un grito desgarrador se le escapara; ahora estaría hundido en la oscuridad... Para siempre.
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