Versículo II. Instinto y voluntad.
Sandy era la chica que Edmundo conoció en una de las galerías de arte de la ciudad.
Edmundo había ido en busca de inspiración para uno de sus dibujos, le habían pedido que plasmara algo que transmitiera el sufrimiento humano, así que se coló a una de las salas donde se exhibían pinturas y esculturas abstractas, debía haber algo que disparara su imaginación e inspiración.
Fue allí donde vio por primera vez a la muchacha, que parecía estar observando minuciosamente una imagen donde varias formas humanoides ardían en llamas.
Se paró junto a ella y miró el mismo cuadro tratando de buscar qué era lo interesante en la imagen.
—El infierno no es como lo pintan, literalmente—, habló, parecía haberlo dicho más para sí misma.
—¿Ah no?— indagó Edmundo, —¿y cómo ha de ser?— la miró de soslayo.
—La gente sufre por presenciar lo que más le duele y lastima, la pérdida de algún familiar, el descubrimiento de alguna traición; el peor castigo no sólo es el dolor físico—; sacó las manos de sus bolsillos y giró para poder encontrarse con él.
—Vaya, parece que sabes mucho sobre eso—; Edmundo también giró para encararla.
—No es que lo sepa; es sólo lo que me imagino—, sonrió; —mi nombre es Sandy—, se presentó.
—Edmundo—, contestó con el mismo gesto.
Y fue desde entonces que sus encuentros empezaron a ser más frecuentes, tal vez por obra del destino.
—Te gusta el arte, ¿eh?— cuestionó Adam al llevar la segunda cucharada del postre hasta su boca, ya había escuchado bastante de la persona que acababa de conocer pero quiso preguntar algunas cosas más; —dime, ¿cuál es tu favorito?
—Todo lo referente a la Edad Media; los siglos V y VI fueron buenos— respondió tranquilamente.
—¿Buenos? ¿Qué tuvo de bueno ese siglo, qué no era de los bárbaros?— preguntó curioso.
—La caída de Roma y el Oscurantismo— contestó Sandy.
—¿Eh?— Adam frunció el ceño mientras Edmundo veía divertido a las dos; él estaba seguro de que Sandy tendría un buen argumento contra su amigo.
—Por algo suceden las cosas, sin esos dos acontecimientos quien sabe qué sería de la humanidad; puede que sean hechos extraños, incluso considerados bárbaros y crueles, pero por alguna razón el destino es así.
El pelirrojo rió, no de manera burlona, sino porque simplemente le causó un poco de gracia ya que tenía entendido otra cosa por la palabra "destino", —¿no has escuchado eso de que nosotros somos los dueños de nuestro propio destino?
—Lo he escuchado; pero también creo que hay algo más grande que la humanidad, algo que no puedes manipular; por ejemplo— se aclaró la garganta, —el hecho de que hayas nacido; o el hecho de que a alguien se le haya hecho tarde y vaya rápido en su automóvil ocasionando un accidente y en consecuencia un embotellamiento, o simplemente que tú estés aquí, debatiendo conmigo, en este preciso momento cuando deberías estar camino al trabajo.
Adam miró su reloj de pulsera y abrió los ojos en demasía, hacía cinco minutos que debieron abandonar el restaurant para llegar a su trabajo, —¡Ed!— exclamó y se puso de pie, —llegaremos tarde—; sacó unos billetes de su bolsillo y los dejó sobre la mesa.
Sandy se echó a reír al momento de que Adam le clavaba la mirada con molestia fingida; —tú— dijo, —eres buena, admito que has ganado esta vez.
—Señor Montejo, cuando desee podemos seguir con esta charla— inclinó la cabeza suavemente.
El nombrado sonrió, —sólo llámame Adam, los amigos de Edmundo también son mis amigos.
Se despidieron y cada quien tomo su camino, por supuesto los dibujates salieron disparados de allí.
—Me agrada— exclamó Adam una vez que estuvieron un par de calles lejos, deteniéndose para esperar un taxi.
—¿De verdad?— en verdad la opinión de Adam era importante para Edmundo.
—Es algo tímida al principio, pero no niego que sus palabras son sabias—, alzó la diestra para hacer que un vehículo se detuviera.
—Hoy mismo hablaré con ella; le diré lo que pienso y lo que siento—; abrió la puerta del taxi para que el pelirrojo entrara.
—¿En serio?— se mostró sorprendido y emocionado; —¿te declararás?
—Ella es la indicada— suspiró; —yo lo sé.
—A la quinta avenida, número tres— indicó Adam al chofer y luego volvió su atención al Edmundo; —¿cómo lo sabes?
—Sólo lo siento.
—¿Sólo lo sientes? Ésa no es una respuesta lógica, Ed.
—Es que nada lo es— sonrió, —cuando te enamores lo sabrás—, ensanchó más su sonrisa.
Adam sólo lo observó e imitó su gesto, estaba feliz por su amigo; pero luego recordó la hora; —¿podría darse prisa?— le pidió al conductor.
—Lo siento señor, parece que hubo un accidente cerca de aquí y todos los vehículos están rodeando la zona, por eso hay más tráfico en esta calle.
Exhaló y se acomodó en su asiento, no quedaba nada más por hacer, salvo rogar que Felipe no los reprendiera por llegar unos minutos tarde.
~*~
—¿Así que por aquí andabas?
Layry caminaba por un solitario callejón y escuchó unos pasos a sus espaldas seguidas de la profunda voz de su hermano menor. —Sí, ¿tiene algo de malo?
—No lo sé— alzó los hombros de manera despreocupada, —nunca vengo de día a este lugar, así que no sé si es malo o no.
A diferencia de Layry, a Eivan casi no le gustaba la luz brillante, prefería las tinieblas y por esa razón sólo visitaba la tierra por las noches, además de que era cuando había más diversión para él.
—¿Por qué hiciste eso?— preguntó Layry.
—Sólo era un humano con prisa, ahora jamás llegará a tiempo— sonrió.
—No debiste intervenir, sabes que eso es trabajo del Destino y de la Muerte—; se refería el reciente accidente de tránsito; Eivan había estado involucrado, ella lo había sentido.
—No lo maté— explicó de inmediato, —sólo tuvo un contratiempo.
Layry hizo una mueca, —sabes que si la Muerte se entera de que...
—Ya te dije que no murió—, rodó los ojos; —a veces eres tan obediente y ridícula que dudo que seas un demonio.
~*~
Adam se mordía el labio inferior y Edmundo la uña de su pulgar derecho. Sus dibujos estaban siendo minuciosamente evaluados por sus tres superiores inmediatos.
Laura era de las mejores diseñadoras, sólo debía tener la pc correcta frente a ella y hacía maravillosos dibujos e imágenes de la nada.
Ernesto, el más joven de los tres, prefería el dibujo a mano alzada, por eso se llevaba tan bien con Edmundo y Adam, ya que sus técnicas eran parecidas.
Y Felipe, el más difícil de persuadir, todo debía ser perfecto y excelente para él, pocas veces la improvisación y espontaneidad lo convencían.
Los labios de Ernesto se curvaron en una sonrisa, y cuando Laura hizo lo mismo el par de novatos respiró tranquilo, dos de tres ya era ganancia.
—¿Por qué las brujas parecen modelos?— exclamó Felipe.
—No creí que fuera conveniente que parecieran orcos travestis—; Edmundo explicó usando la descripción que en el pasado Adam había dado; Ernesto casi se atraganta al intentar retraer su risa; Laura simplemente apretó los labios; por su parte Felipe sólo levantó una ceja.
—¿No cree que un cambio en las brujas sería bueno?— intervino Adam en ayuda de su mejor amigo; —el hecho de que sean malas no quiere decir que sean feas; yo conozco a mucha gente que es bonita y es muy mala.
—Estamos hablando de una historia de fantasía, de brujas, no de personas— dijo Felipe; a veces Adam era demasiado inocente, pero no esta vez, ya que se defendió bien.
—Es lo mismo, este es un cuento para niños, si les ponemos brujas muy feas, aprenderán a desconfiar de la gente que no es agraciada físicamente.
Tras un par de segundos en los que Felipe no contestó, Laura sonrió y comenzó a aplaudir.
—Adam, tu argumento es bueno— dijo ella; —me has convencido—, miró al otro chico, —ambos me han convencido, su trabajo es prometedor.
—Su técnica es sencilla, de calidad— intervino Ernesto, —me gusta la mezcla de colores y cómo manejan las sombras.
Ellos miraron a Felipe, que aunque en ese caso no tenía la palabra final ya que la mayoría había hablado, tuvo que dar su veredicto antes de exhalar a manera de rendición; —sus trabajos serán llevados al departamento de dirección y al de edición bajo nuestro visto bueno; todo dependerá de lo que digan allá arriba.
Adam no pudo evitar sonreír de felicidad, sería la primera vez que uno de sus trabajos tendría la oportunidad de ser publicado; de inmediato abrazó a Edmundo y lo estrechó con fuerza.
—Oye, no puedo respirar— se quejó.
—Lo siento, es que... no lo puedo creer.
—Aún no ha sido aprobado del todo— Felipe salió con su típico argumento negativo, —así que no se emocionen demasiado.
—No le hagan caso— intervino Laura ondeando la diestra, —mejor vayan a casa, han trabajado bastante estos días, merecen un descanso, nos vemos... ¿el lunes está bien?
—¿Eh?— ambos la miraron sorprendidos, era apenas martes, eso quería decir que tenían más de un fin de semana para disfrutar; —¿es en serio?— preguntó Edmundo.
—Por supuesto— dijo Ernesto y señaló sus trabajos, —con esto terminado no hay más que hacer, además la repartición de los nuevos proyectos será el lunes.
—Perfecto— sonrió Adam.
~*~
Eran las cinco de la tarde y caminaba por las concurridas calles de la ciudad, no quería regresar a lo que desde que tenía memoria llamaba casa, ver el sufrimiento en el averno ya no le causaba tanta diversión. De repente su móvil sonó, porque eso sí, hacía unos meses se había hecho de un departamento, de cosas normales y de una identidad, por eso ahora ante los humanos su nombre era Sandy.
Sonrió sabiendo quién era y contestó.
—¿Si?
—Sandy, ¿podemos vernos?— el chico al otro lado de la línea sonaba muy entusiasmado.
—Pero hace tan sólo un par de horas que...
—Es algo importante, de verdad; quiero verte—; las palabras del humano retumbaron en su cabeza.
—Claro—, contestó, —¿voy a tu apartamento?
—No, yo voy al tuyo ¿en treinta minutos está bien?
—Ed, ¿cuál es la prisa?— rió.
—Ya lo sabrás— él también rió antes de colgar.
Estaba lejos de su apartamento, pero esfumarse tras una cortina de humo para aparecer en él a la hora acordada no era problema, por eso no le preocupaba la distancia ni en tiempo.
Siguió con su caminata hasta que, sin planearlo, llegó al club nocturno el cual desde hacía casi un año no pisaba.
El edificio parecía en ruinas, por la hora lucía abandonado; sólo después de las diez de la noche cobraba vida. Su hermano menor y ella solían divertirse en ese lugar.
—¿Extrañas este club?—; Eivan apareció nuevamente a sus espaldas.
—No, para nada— sonrió de lado; la verdad es que la vida llena de excesos ya le estaba cansado, Layry no le veía sentido al hecho de sólo follar y beber por el resto de la eternidad.
—¿Y qué haces aquí?
—Sólo recordando lo infeliz que era al sólo vivir de esto.
—¿Infeliz?— el moreno levantó una ceja; —no recuerdo que te hayas quejado cuando le hiciste una mamada a todo un equipo de futbol, o cuando nosotros...
—¡Ya! ¿Quieres callarte?— frunció el ceño y lo miró con molestia.
—¿Qué? ¿Ahora te arrepientes?
Cerró los ojos por unos segundos y arrugó la frente; suspiró y se rindió —me voy, es inútil hablar contigo.
—¿A dónde vas? Pensé que el averno ya te tenía hastiada.
—No iré a ese lugar— comenzó a caminar para alejarse y luego desaparecer al atravesar una cortina de humo.
Eivan gruñó, la verdad era que él también ya se estaba fastidiando, no negaba que el sexo era bastante placentero con los humanos, y qué mejor si lo mezclaba con alcohol, tabaco y otras sustancias, pero eso sólo era momentáneo; después de una buena sesión de besos y caricias lo único que lo motivaba era buscar un espécimen diferente, una pelirroja tal vez, o morena, o rubia, incluso hombres; había probado de todo. Sin embargo no admitiría su aburrimiento y molestia, jamás lo haría, porque él era consciente de su naturaleza como demonio, y creía que eso es lo que debía hacer, esa era su esencia.
Regresar al averno sería probablemente encontrarse con sus padres en plena reconciliación y aunque la idea de acecharlos era tentadora no era novedad para él, ya lo había hecho varias veces y en ese momento no le apetecía mucho mirar mientras se masturbaba.
Resopló y se cruzó de brazos al momento que se recargaba en una de las paredes del club nocturno; faltaban aún varias horas para que abriera y la gente en busca de diversión llegara y no le apetecía viajar al otro lado de mundo, hasta entonces, ¿qué haría?; hacía relativamente poco que había ocasionado un accidente así que no tenía ganas de repetirlo.
¿Qué es lo que hacía su hermana en la tierra que le parecía tan entretenido como para no estar en el averno y hacerle "reflexionar sobre los excesos"?
¡Bingo!
Así mataría su tiempo, la acecharía, así tal vez encontraría un nuevo pasatiempo.
~*~
Subió las escaleras del modesto edificio, en el tercer piso se encontraba el apartamento de Sandy.
No llevaba un regalo ni nada, confiaba en sus palabras y en que ella sintiera lo mismo por él, era sólo intuición, instinto; aún así las manos le sudaban.
Se detuvo frente a la puerta color crema y respiró profundo un par de veces antes de tocar con los nudillos.
Los pasos de la dueña del lugar se escucharon y luego el sonido de los cerrojos al ser removidos.
—Ed, no pensé que fueras tan puntual—; exclamó sonriente Sandy al abrir y dejarlo pasar, en realidad faltaban tres minutos para que fuera exactamente la hora acordada.
El pequeño recibidor tenía un espejo en una de las paredes, al lado de un sofá color café; en realidad era una estancia sencilla.
Entró al lugar, aún no había pensado en las palabras exactas que emplearía, así que usó esos segundos para acomodar sus ideas de manera rápida.
—¿Qué es lo que era tan urgente?— indagó al no recibir siquiera un saludo efusivo del recién llegado.
—Sandy— la miró serio, —lo que quiero... para lo que quería verte es porque— inhaló tomando valor, —me gustas. Hemos estado saliendo últimamente y creo que ha sido lo suficiente como para darme cuenta que me gustas y que quiero estar a tu lado; —exhaló y esperó unos segundos antes de continuar, —Y creo que tú sientes lo mismo por mi. Si estoy en un error, dímelo.
Silencio, nada salía de la boca de Sandy, estaba procesando la información. Por supuesto que ella sentía algo extraño al estar con ese humano, es más, el sólo hecho de recibir una llamada suya la hacía sonreír como una verdadera idiota, como nunca antes pensó hacerlo; jamás se imaginó que algún día podría sonreír sin lujuria con un humano; ella era un demonio, se suponía que lo único que debería hacerla feliz era el placer carnal y el sufrimiento de los demás; pero no, ya se había dado cuenta de que algo en ella había cambiado, sólo por ese chico. Poco a poco la perspectiva hacia los humanos por parte de la hija de aquellos dos demonios de la lujuria fue cambiando; además de que sus tareas que consistían en atormentar a algunos seres desafortunados se fueron aplazando, ya que prefería reunirse con aquél humano que no tenía nada de especial, a excepción de su vivaz sonrisa, sus comentarios tontos y risa, a veces nasal, que la hacían sentir diferente.
—¿Sandy?— arqueó las cejas preocupado al pasar un tiempo considerable y no recibir respuesta; —tú... ¿no quieres?
—Yo... — tragó saliva al pensar que iba a responder y aceptar algo sin precedente alguno, —sí quiero; me gustas Ed.
Su gesto de preocupación se borró y en vez de eso, su labios se curvaron en una sonrisa relajada y llena de felicidad.
Ella dio un paso y depositó un beso en sus labios, uno sencillo, sin buscar su lengua; nada comparado con lo que estaba acostumbrada a dar y recibir en aquellos centros nocturnos de mala muerte.
—¡Pero qué carajos!—; Eivan, que observaba desde el otro lado del espejo, presenció aquella escena y si bien no se sorprendió por ver a su hermana besar a alguien, porque de hecho ya la había visto hacer eso y más, estaba estupefacto por el diálogo entre ellos.
Parpadeó varias veces tratando de asimilar su descubrimiento; entonces, como si hubiera sido iluminado, la respuesta más lógica para él llegó a su cabeza.
De seguro Layry estaba tan fastidiada de lamonotonía de la vida nocturna en la tierra y la del averno, que había ideado unnuevo plan para entretenerse; sí, eso de seguro era, y pensándolo bien no eramala esa propuesta de vida, había subestimado a su hermana, en definitiva Layryera una genio.
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