Versículo Extra (1/3). Vida.

El ceño ligeramente fruncido y los labios apretados denotaban su concentración; un par de trazos más y sonrió. Su obra de arte estaba terminada.

—Eivan— llamó a su modelo; —Eivan—, repitió al ver que no se movía.

Adam bajó del banco y se alejó del caballete para aproximarse al muchacho moreno que yacía en una incómoda posición a algunos metros de él en una silla de madera.

—Eivan— le habló y lo sacudió suavemente.

—¿Eh?— pareció más un sonido gutural del de cabello azabache, quien se frotó los ojos con el dorso de la mano.

—He finalizado, ya puedes ir a cambiarte.

Debido a la próxima línea de ropa primaveral que la firma de "Ramses y Roxanne" lanzaría, tanto Edmundo como Adam debían terminar con cientos de bocetos, y él había tenido la genial idea de pedirle a su novio que modelara, aunque este se quedara dormido durante la última hora que tardaba en "afinar los detalles"; si era un boceto Eivan seguía sin entender porqué tardaba tanto.

—Bien, no me demoraré más de cinco minutos y luego podremos ir por el regalo— sonrió y luego le plantó un beso en la nariz a Adam antes de salir disparado a los vestidores.

El rostro de chico se iluminó, adoraba las demostraciones de afecto de Eivan.

...

Soltó un suspiro y luego asintió; todas las especificaciones que Roxanne le había dado le parecían confusas, pero aún así debía hacer su trabajo.

—Claro; la próxima semana sin falta te haré llegar el portafolio— explicó Edmundo.

—Eso sería perfecto; así si son necesarias algunas correcciones aún habrá tiempo— sentenció la rubia al otro lado de la línea.

"Algunas correcciones", cómo quisiera Edmundo que esas palabras fueran ciertas, ya que para Roxanne "algunas" no significaba exactamente algo que se pudiera contar sólo con los dedos de las manos.

Se despidió y cortó la llamada, luego aventó el teléfono inalámbrico en el sofá individual mientras se desparramaba en el más grande. Definitivamente adoraba su trabajo, pero aborrecía lo detallista y caprichosa que podía llegar a ser su jefa: Roxanne.

De repente alguien llamó a la puerta, miró su reloj de pulsera y se golpeó la frente con la palma de la mano, había olvidado que tenía una cita, bueno, no era exactamente una cita: había quedado en ir a comer al departamento de sus vecinos. Desde la mudanza de Sandy y Eivan, Adam y el menor de los hermanos se habían vuelto casi inseparables, tanto que ocurrió lo que él supuso: se enamoraron y ahora ya tenían tres meses de "noviazgo oficial"; por eso era algo común que se reunieran para compartir los alimentos, sobre todo ése día, que era el cumpleaños de Sandy.

Como impulsado por un resorte, se incorporó y fue directo a abrir la puerta.

—Ho-hola Ed— saludó la muchacha; —ya pasan de las dos y como no llegabas pensé que... pensé que tal vez te había ocurrido algo.

Edmundo sonrió, le agradaba que Sandy se preocupara por él, pero el hecho de que tartamudeara y se mostrara un poco nerviosa cuando estaban a solas le producía "algo"; y hoy iba a ser el día en que le diría lo que le estaba ocurriendo.

—Lo siento— se disculpó para después decir con sarcasmo, —me entretuve hablando por teléfono con mi adorada jefa y el tiempo pasó volando—; hizo amago de salir y Sandy comprendió, así que dio un par de pasos hacia atrás para darle espacio y permitir que cerrara la puerta de su apartamento.

—Eivan y Adam llamaron para avisar que ya están en camino— explicó ella cuando descendían por las escaleras.

—Ése Adam— chasqueó la lengua, —mientras yo escucho todas las peticiones de Roxanne, él se la pasa jugando por allí.

Sandy rió, —no creo que tu jefa sea tan mala—, era un hecho de que ni Sandy ni Eivan la conocían en persona, sólo la habían visto en la televisión.

—Créeme, sí lo es— sentenció cuando llegaron al apartamento.

—Todo tiene un lado positivo, incluso las personas— agregó cuando abría la puerta.

—Pues el de Roxanne ha de estar bien escondido— ironizó.

—Adam dice que es muy atenta.

Edmundo bufó y tomó asiento en el pequeño comedor; —solo con él es así, creo que le ha tomado cariño, en cambio a mí me odia.

—No creo que te odie.

—Deberías escucharla—, se llevó los dedos índices a su sien, estiró su piel para que sus ojos lucieran más rasgados e imitó la voz aguda de Roxanne, —¿qué son esos garabatos horrendos?, ¡Edmundo, hazlo de nuevo!

Ante la exagerada imitación Sandy no pudo más que echarse a reír, en verdad Edmundo se veía ridículo.

—¿Ya empezaron la fiesta sin nosotros?—, indagó Eivan, quien había entrado al apartamento junto con Adam.

—No no— Sandy se limpió las lágrimas que la risa le había causado, —Edmundo está haciendo imitaciones.

—¡Adam, precioso, me alegra que estés aquí!— Edmundo continuó con su dramatización haciendo mucho más chillona su voz.

—¡Oye!— se quejó el nombrado frunciendo el ceño, —Roxanne no me habla así.

...

..

.

—Aquí está la lista de las almas que debes llevar al limbo—, Rowman le ofreció un pergamino a la chica.

—¿A todas?— preguntó. Ella no parecía tener más de veinticinco años, de piel clara, cabello oscuro y labios rosáceos.

—Sí; pero ten cuidado con la de Adam Montejo.

Ella frunció ligeramente el ceño; —¿Por qué, qué tiene de especial?

Rowman exhaló y miró al firmamento, buscando la estrella que dictaba el destino de aquél humano, —él debe permanecer en el limbo por un tiempo; luego su alma regresará a su cuerpo dependiendo de lo que haga su pareja, Eivan Escalante.

De inmediato la chica buscó aquél nombre en la lista, pero no lo halló; —no comprendo— dijo.

—No es importante que sepas la razón, lo único que te diré es que Eivan estará a prueba; y tú debes cumplir con tu tarea. ¿De acuerdo?

Aún no estando del todo convencida, ella asintió, una hoz se materializó en su diestra y salió del recinto.

—¿Es necesario hacer eso?— una silueta con dos grandes alas blancas apareció, parecía haber estado escondida detrás de uno de los pilares; —si algo le sucede a Adam, mi Edmundo también sufrirá.

—No te precipites Sitael, tu pequeño hijo sabrá sobre llevar las cosas; él es muy fuerte.

—Aún no puedo creer que Adam esté destinado a sufrir tanto; primero perdió la vista, luego vendió su alma, cuando por fin encontró el amor Nahid se llevó a Eivan, y ahora que volvieron a empezar desde cero su alma estará en el limbo— el ángel resumió parte de su historia; —parece algo muy cruel.

—El destino de cada uno está escrito en las estrellas, la misión de Adam Montejo es muy importante, él es quien que pudo cambiar el corazón de un demonio de manera tan repentina y ahora lo único que hará será confirmar la entereza del corazón de Eivan— explicó; —si su amor es tan fuerte como dicen, entonces no habrá complicaciones.

...

..

.

—Gol... Gol... ¡Goool!— exclamó mientras estrujaba el recipiente con palomitas de maíz entre sus manos, mientras Adam sonreía, no porque le gustara el soccer, de hecho entendía muy poco sobre ese deporte, sino que su gesto facial se debía a la felicidad de Eivan. Era inevitable para el pelirrojo hacer eso; cada vez que su novio era feliz él también lo era.

—Debo seguir entrenando para poder jugar tan bien como él— Eivan señaló el televisor. Después de comer la pizza y el pastel, Sandy había agradecido mucho el regalo de parte de aquellos dos, que no era otra cosa más que un despertador con forma de un animal de granja; y ahora se encontraban mirando aquél programa.

—Ya eres muy bueno— dijo Adam, —eres la estrella del equipo.

—Pero no es suficiente cariño, debo ser el mejor de los mejores.

Eivan, además de trabajar en una firma de abogados, y ser el modelo de Adam los fines de semana, pertenecía a un equipo de futbol local.

Las exclamaciones de euforia del joven se escuchaban por todo el apartamento, incluso hasta el comedor, que era donde Edmundo estaba a punto de expresar sus sentimientos; cuando llegó el momento se aclaró la garganta y habló.

—Sandy, tú mm-me...— inhaló tomando valor, —me gustas. Nos conocemos desde hace algunos meses y creo que ha sido lo suficiente como para darme cuenta de que me gustas y que quiero estar a tu lado; —exhaló y esperó unos segundos antes de continuar, —y creo que tú sientes lo mismo por mi... si estoy en un error, dímelo.

Silencio, nada salía de la boca de la chica, estaba procesando la información. Por supuesto que ella sentía algo por su vecino.

—¿Sandy?— arqueó las cejas preocupado al pasar un tiempo considerable y no recibir respuesta; —Tú... ¿no quieres?

—Yo... — tragó saliva al pensar que iba a responder, —sí quiero; en realidad me gustas Ed.

Su gesto de preocupación se borró y en vez de eso, su labios se curvaron en una sonrisa relajada y llena de felicidad.

Ella dio un paso y depositó un beso en sus labios, un sencillo y casto roce que a ambos los hizo sentir en las nubes.

...

Lunes por la mañana, Eivan caminaba apresurado, faltaban escasos minutos para las ocho en punto y aún le quedaban un par de calles para llegar a su oficina. Gruñó y echó a correr, no quería llegar tarde, mas bien no podía llegar tarde, sino su jefe lo reprendería, él era muy estricto en ese aspecto.

¿Pero por qué se le estaba haciendo tarde? Pues porque la noche anterior la había pasado en el departamento de Adam, por eso no había querido salir de la cama, además de que la distancia a recorrer era prácticamente la doble.

Exhaló un poco más relajado cuando estuvo dentro del ascensor.

—Tres minutos Escalante, llegas tres minutos tarde— la voz de Beatríz, la recepcionista del lugar, fue lo primero que escucho cuando las puertas de metal se abrieron.

—¿Se dio cuenta?

—Por supuesto que sí, ha estado llamándote; quiere los papeles del caso Jiménez.

—Debe ser una broma, no son ni las ocho con cinco minutos— miró su reloj de pulsera para corroborar lo que él mismo decía.

La chica se encogió de hombros, nada podía hacer contra los deseos y ocurrencias del jefe.

Y en efecto, al ingresar a la oficina de su jefe recibió una reprimenda; Eivan sólo ofreció incontables disculpas y prometió que no ocurriría de nuevo.

Definitivamente había iniciado su jornada laboral con el pie izquierdo; pero su día se puso peor cuando recibió esa llamada.

Estaba inmerso entre bastante papeleo, revisando que todos los documentos estuvieran en orden para poder gestionar lo de la pensión alimenticia del caso de divorcio que su jefe le había asignado, cuando el teléfono sobre su escritorio sonó.

—Eivan— era Beatríz, —tienes una llamada, es tu hermana.

—¿Sandy?— de inmediato revisó el bolsillo de su saco, su teléfono móvil no estaba; de seguro lo había olvidado en la mesita de noche del apartamento de su novio; —dile por favor que estoy algo ocupado y que...

—Sabes que si no fuera urgente tu hermana no te habría llamado a este número— lo interrumpió, luego añadió, —está en la línea dos.

Beatríz tenía razón, así que exhaló y oprimió un par de botones del artefacto para comunicarse con su pariente.

—¿Eivan?

—Sandy, creo que dejé el móvil en... — trató de explicar, pero por segunda ocasión consecutiva fue interrumpido.

—Ed ha tratado de localizarte desde hace horas— no le saludó, fue directa y no sonaba muy tranquila.

—¿Qué sucede?

—Es Adam; está en el hospital. 

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