Con tus propios ojos
[No saben cómo me gustan los fics sobre los soulmates, ya que se me hace una dinámica interesante cuando se trata de los de hilo rojo, colores, escribir en tu brazo, etc. Más nunca escribí sobre ellos yo que recuerde, así que ando emociona con este día.
Espero que lo disfruten]
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|| [OS] |Día 2: Soulmates| La prueba definitiva para saber si tenías un alma gemela, era por tus ojos, algunos los tenían distintos desde nacimiento y otros al momento que perdían el contacto con su destinado. ||
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Aang siempre tuvo unos ojos grises, por lo que ha llegado a pensar que puede que aún no encuentre su alma gemela.
Puede que sus enseñanzas como nómada aire le dicten que la persona que le pertenece el otro ojo está destinada a él, nunca se especifican el calibre de aquella futura relación. Es por eso que es muy raro que los destinados en los Templos Aire terminen juntos como pareja, hasta el monje Gyasto era prueba de ello, le había contado que su ser destinado se volvió su amigo, y a pesar de vivir en templos distintos seguían teniendo buena comunicación.
Aang se cuestiona muchas cosas sobre su propia alma gemela ¿Cómo sabe si no es otro nómada aire con el mismo color de ojos? ¿Cómo sabrá que su ojo no le pertenece? ¿Puede ser alguien de una nación distinta? ¿Y si su alma gemela sentía algo muy distinto a lo que él sentía?
Varias preguntas hacía, algunas obtenían respuestas y otras solo eran respondidas con la frase «Con el tiempo lo sabrás». Esas palabras aún resuenan en su cabeza, incluso cuando alista sus cosas y escapa del templo.
Le hubiese gustado preguntar más sobre las almas gemelas al monje Gyatso.
Porque sería la última vez que lo haría.
[~]
Cuando Zuko nació, había dos hechos importantes a destacar; la primera es que nació con suerte, el parto se había complicado para su madre, muchos decían que nacería muerto o incluso sin fuego en su interior, y por fortuna, logró sobrevivir y era maestro fuego. A pesar que su llama era muy débil.
La segunda, él había nacido con heterocromía; sus ojos eran de distinto color. Su ojo derecho era dorado, lo había heredado de papá; todo un linaje de ojos color oro está con él.
Pero el izquierdo, era gris, ni siquiera algún café que podría tornarse rojizo; era gris como las mañanas nubladas en la playa.
Era un color horrible.
No le gustaba ese color, y sabía tampoco le gustaba a su familia... bueno, casi todos.
«Tal vez sea el ojo de tu alma gemela»
Eso decía mamá, ella le hablo sobre las almas gemelas; los describía como un vínculo fuerte que existía entre dos personas que podría trascender hasta el tiempo. Aquel vínculo era tan poderoso que ambas almas están destinadas a encontrarse de alguna u otra forma sin importar lo que pase.
Papá siempre decía que eran mentiras, las almas gemelas eran un problema para los nobles y de la realeza. Que eran historias para entretener a los plebeyos felices con sus miserables; cuentos para dormir a los niños y soñar una mejor vida.
Azula varias veces se burló que pronto llegaría su novia del futuro.
El único que parecía tomarse en serio las palabras de su madre, era su tío Iroh. Más no cree que su opinión cuente, después de todo, el tío Iroh era algo fanático de las historias de amor.
A veces él cantaba baladas de amor con una enorme sonrisa en compañía de Lu Ten.
Eso fue antes... ahora ya no sonríe como solía hacerlo.
Ya no cree en aquellas historias de amor... se han desvanecido al igual que su madre.
Aunque quisiera enfrentar al destino, demostrar que sería reconocido como el príncipe heredero y que él tenía el valor de ser llamado así.
Ya no tiene un rumbo fijo, solo una misión; encontrar al Avatar.
Piensa en ello mientras mira los glaciales azules flotando en el agua y el frío calándole los pulmones.
Pero también piensa, que lo único bueno de ese Angi Kai, era que su padre apuntara a ese lado de su cara, porque ahora no se nota tanto aquel horrible ojo gris con el que nació.
[~]
Cuando Aang despertó, se sentía un poco extraño; le picaba mucho el ojo izquierdo, así que cuando Appa decidió nadar hasta la aldea, quiso aprovechar el tiempo del viaje para conocer a esos hermanos.
― ¿Katara, cierto?―ella siente con la ceja alzada― ¿Tengo algo en el ojo?―preguntó acercándose demasiado a ella.
Ignoro el sonrojo en sus mejillas, más no duro mucho tiempo aquella cercanía, el hermano de Katara; Sokka, los separó casi al instante alegando que aún no podían confiar en él.
―Lo siento, es que me pica mucho el ojo―exclamo rascándose con el dorso de la mano.
―Tal vez sea alergia, ya los tienes de distinto color.
Aang parpadeo ante la explicación de Sokka, no pudo agregar nada más porque Katara intervino.
―No creo que sea tan malo, tu ojo izquierdo tiene un bonito color dorado como el sol.
Sokka se quejó de lo meloso que fue la descripción de su hermana, dando inicio a una pelea entre los dos hermanos. Por otro lado, Aang seguí sin comprenderlo, y con una pregunta atorada en la garganta.
«Mis dos ojos... ¿Ya no son grises?»
[~]
Zuko sentía un cosquilleo en el ojo, no era la primera vez. Cada vez que lo sentía, parecía que estaba en un sueño agradable que no quiere ser interrumpido, eran una de las pocas cosas agradables de tener el ojo de otra persona; minimiza el dolor de su cicatriz.
Aunque también se enfurece por el cosquilleo alegre de ese ojo, tal parecía que su alma gemela se la pasa increíble mientras él se encuentra teniendo una miserable existencia todo por culpa de aquel estúpido ojo gris. De todas formas, se apropiara del cosquilleo como suyo.
Hoy era el día.
El fin de su búsqueda y su enfrentamiento con el Avatar.
Arribó sobre la pequeña aldea y exigió la presencia del Avatar, ni siquiera ese campesino de agua lo detuvo, él había sido claro a su orden y también con las consecuencias que sucedería con aquella aldea si no lo entregaban.
Fue muy rápido.
Había sido arrollado por alguien montado en un pingüino-nutria.
Lo enfrentó y sus miradas se cruzaron, no sabía si su sorpresa era porque el Avatar era solo un niño o que sintiera que lo ha conocido casi todo su vida.
Que era lo que hace tanto tiempo buscaba.
[~]
A veces le ardía el ojo a Aang, como un dolor persistente de una vieja herida, se ha acabado todos los ungüentos traía consigo cuando se escapó del templo... cuando cometió aquel error.
Se sentía solo, no es que Katara y Sokka fueran mala compañía, los aprecia mucho que decidieran viajar con él hasta el Polo Norte, pero sigue abrumado de saber que es el único Nómada Aire en el mundo y también la última esperanza para terminar una guerra que le puso un fin a su gente.
Tantas presiones y decepciones se iban acumulando en su espalda, más sentía que no tenía el derecho de llorar ahora, aun no era el momento, no lloro a su tiempo y tiene que tragarse sus tristezas para concentrarse en lo importante.
Pero la soledad no se minimiza, y más cuando tiene una idea de quien le pertenece el ojo dorado.
Supo que era él cuando Zhao lo capturo, y sin muchas palabras, lograron una casi perfecta armonía al escapar...
Solo para que unos días después, lo volviera a ver para pelear, incluso si eran peleas; había armonía en ellas cuando se enfrenta a su persona destina.
Aang se siente solo, sin su gente y sin la alma gemela que esperaba tener.
Tiene que disimular, aguantar el llanto y sonreír para parecer fuerte, o lo suficientemente tonto para que nadie se dé cuenta lo mucho que le afecta.
[~]
Zuko a veces tenía muchas ganas de llorar, es normal que el ojo con la cicatriz lagrime en algunas ocasiones; pero había un sentimiento distinto, no derramaba lágrimas y las pocas veces que lo hacía era cargado del sentimiento de profunda tristeza y soledad.
Aunque hubo una vez que lloro de alivio y conmovido, más solo eso ocurrió una vez. Zuko también llora, más sus lágrimas son de ira y frustraciones al no conseguir algún progreso; el llanto que está reteniendo el ojo gris, es más triste. Muy similar al llanto que hizo las primeras noches de su destierro o la primera vez que cumplió años fuera de su nación.
Después de eso, decidió ya no festejarlo y hasta a veces olvida su cumpleaños.
Ese llanto de soledad era uno que conocía bien.
Se siente extraño.
Es que es extraño que tenga sentimientos tan similares.
« No es justo »
Piensa mientras ve la tormenta de nieve que no parece cesar y como ruge con más fuerza el viento; a pesar que sabe que no tiene algún plan si lo encuentran o que tenga pocas posibilidades de ganar.
Siente algo de paz.
Y sabe que es por él.
El Avatar.
La tranquilidad de su presencia al meditar es muy distinto a la inquietud que experimenta dentro de su mente en busca de una respuesta junto al miedo de fracasar.
Ese sentimiento lo conoce también, pero para Zuko, eso nunca lo detuvo y le da valor para seguir adelante con su objetivo. Sabe que el Avatar estará bien, pero no sabe si eso es bueno o malo para él.
Es abrumador que compartan ciertos sentimientos y que los conozca. Esto no lo hace más fácil, su misión es capturarlo, tiene que verlo como la mayor amenaza para su nación.
Pero a cada paso que se encuentra, solo puede pensar, que también es como él.
Un niño que quiere regresar a casa.
Tiene que quitarse esas ideas de la cabeza, fue lo peor saber que su alma destina era él.
Aunque, lo único que puede agradecer de ello...
... es que calmara su dolor en el ojo.
[~]
Zuko se despertó sudando en frío, se había desmayado y ahora se encuentra en la habitación de algún barco de su nación.
Lo poco que recuerda es el Avatar flotando y luego un rayo impactando en él.
Había recibido una réplica del dolor, lo suficiente para dejarlo inconsciente, necesita lavar su cara; quiere refrescarse un poco. Pero aquella inocente acción solo le hizo darse cuenta de que fue la peor decisión que tomo.
Junto a la jarra del agua, había un espejo, no supo porqué se detuvo a mirarse en él, pero algo no estaba bien en su rostro. Tuvo que pasar un rato hasta que se dio cuenta que el ojo en su cicatriz era el suyo.
Tenía sus dos ojos dorados.
Sus manos le temblaron y el aire en sus pulmones escasea.
Varias veces soñó con recuperar su ojo y lo maravilloso que sería no tener un alma gemela. Pero está no era la sensación que esperaba, tampoco la reacción de su cuerpo por aquel descubrimiento.
« ¿Él... murió? »
Sentía que no podía respirar y el fuego en su interior parecía quemarlo por dentro, eso no era posible por la falta de aire dentro de su cuerpo. Rasgó su ropa en un intento desesperado por respirar y poder refrescar el fuego que solo crecía.
No se estaba muriendo, pero su cuerpo reacciona de aquella forma al no enfrentarse en esa posibilidad.
El horrible sentimiento de culpa crecía junto con los temblores, ya no pudo estar de pie y en rodillas busca respirar de nuevo.
« Lo maté »
« Lo maté »
« Lo maté »
« ¡Es mi culpa! »
Las lágrimas salen por si solas, tiembla ante los pensamientos que inundan su mente y mira en el espejo en la espera que el ojo gris regresé a su lugar.
No paso mucho tiempo cuando sitio una bocanada de aire fresco inundar su pulmones.
Era casi como volver a nacer.
Fue refrescante y tan aliviador que su cuerpo se calma en unos segundos de volver a sentir como los pulmones funcionan con tranquilidad.
Cuando al fin vuelve abrir los ojos delante del espejo.
El ojo gris ha vuelto.
Pero el sentimiento de culpa permaneció.
[~]
Aang sabía que Zuko los estaba siguiendo desde el comienzo.
Más no dijo nada, estaba sintiendo todos los sentimientos de Zuko en este momento.
La culpa, casi lo quema vivo.
Y cree que no es metafórico, sino que literal.
Había escuchado sobre ese tabú de los maestros fuego que al no controlar tan bien su fuego control con sentimientos tan intensos, podrían quemarse vivos con su propio fuego.
Esa era otra razón no querer aprender fuego control.
Aunque quisiera ayudarlo y darle mano, aún está un poco molesto con él; paso el día del Eclipse y obtuvo señales dispersas de Zuko sobre lo que haría.
Él estuvo muerto, de forma temporal.
Y Zuko seguía en dualidad al respecto sobre que bando escoger.
No quiere estar molesto con él, solo que está cansado de no saber que era para él.
Un aliado o un enemigo.
Sabe que ahora es honesto al pedir que le enseñara fuego control, reconoce que hay un cambio en él.
Pero sigue dudando que los sentimientos de Zuko seguirán por ese rumbo, que prometa no lo volverá a lastimar y que no cumpla con ello.
O peor, que él se volviera a lastimar con aquellos pensamientos.
Confiara en él.
Incluso yendo solos en busca de reconectar con los antiguos maestros del fuego. Aang no quería sacar el tema de las almas gemelas, tampoco Zuko; ambos tenían ese acuerdo silencio de no mencionarlo, más reconocían que eran el alma gemela del otro.
Aang no sabe si el miedo al rechazo sea propio o el de Zuko.
Pero todo cambia cuando el fuego se inundó de colores.
Aquel ritual, fue de lo más improvisado que hicieron para intentar complacer a los dragones. Pero de alguna forma, la armonía de sus almas fue lo suficiente para seguir los pasos de aquella danza.
En espera de un veredicto de los maestros originarios, dio como resultado un espiral de fuego rodeándolos.
Ambos comprendieron el miedo.
Ambos entendieron el calor y vida que emana de ellos.
Y el pequeño roce en sus manos, pudo callar los pensamientos y ver otro significado juntos.
[~]
La guerra finalizo, después de pelear consigo mismo en busca de una respuesta, Aang logró quitarle el fuego control al Señor del Fuego Ozai y con ello traer el equilibro de nuevo.
Algunos si esperaban la muerte de Ozai, y no podía exceptuar a Zuko de ello. Pero sabía que él tampoco quería que Aang tuviera las manos embarradas de sangre.
Los siguientes días fueron agitados, desde la espera que Zuko se recuperara del rayo y los preparativos de la coronación.
Les dio algo de tiempo de pasarlo juntos.
Pero al verse, antes de la coronación, fue casi como volverse a ver después de tanto tiempo lejos y el sentimiento cálido que tuvieron con los dragones volvió a estar en el pecho de cada uno.
Como si ese momento era al que siempre estuvo destino a suceder.
Aunque los sentimientos en algún futuro pudieran cambiar.
O en el peor de los casos, recuperar el ojo y ver a su alma gemela partir.
Ese recuerdo seguiría cálido en sus corazones.
―Entonces... ¿somos amigos?―preguntó Aang.
―Sí, lo somos―respondió Zuko con una sonrisa.
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