Por años fui un cero. Nadie para nada, nada para nadie. Una espina, una molestia. Tanto que me hicieron creer que era insuficiente para todos, que no podía completar ni lograr nada, que por más que me esforzara no cambiaría nada. Así, el dolor creció en mí. Me llevó al odio.

Odio a mí, odio a mi mamá, a mi papá, a mi hermano...a mi alrededor, a todo.

Mi papá me abandonó. ¿Por qué lo hizo? ¿Hice algo mal? Me preguntaba de pequeña. Comencé a creer que fui la causante de que se vaya, el error que nunca esperó...pero que llegó. Yo, Olivia Windler. Una simple niña...que solo quería el cariño de sus padres. Y nunca...hasta el día de hoy...lo obtuvo.

Mi madre, al parecer tampoco me quiso desde un principio. Comencé a afirmar que yo era el problema de todo. Todo rondaba sobre Jonas. Todo el tiempo. Jonas, mi hijo Jonas, mi querido Jonas, mi bebé. Por años...por todo mi tiempo existente. Y ella...no se daba cuenta de que yo estaba ahí, esperando un halago de ella, un te quiero...un abrazo.

Pero todo amor tiene su transformación a dolor.

Era un día de lluvia. Truenos casi que rompían mis tímpanos. Me asustaban cuando sonaban. Si mirabas al cielo te dolía la vista... y mis manos, congeladas.

Abrí la puerta de mi casa. Estaba sola, mi mamá tenía un turno con su doctora y Jonas debía estar en atletismo.

Debía.

Subí. Fui a mi habitación. Temblaba. No dudé en tomar el primer abrigo que vi y ponérmelo como capa. Comencé a preparar las cosas para darme una ducha caliente...pero escuché un ruido. Como si se hubiese caído algo.

Jonas. No lo dudé. Otra vez no fue a atletismo.

-¿Jonas?- grité, mientras caminaba a su habitación y dejaba agua por cada paso que daba hasta allí.

Abrí la puerta...y todo el odio que guardé estos años... finalmente detonó.

-¿Amor...? ¿Jonas...?- mi supuesto novio, y mi hermano, desnudos...en su cama. Haciendo lo que yo no hacía con él hace meses. Todo parecía dar vueltas, mi vista comenzó a nublarse y otra vez...fui un cero.