Parte única
Mañana sería un día muy especial. En unos minutos, cuando el reloj marcara las doce, cumpliría oficialmente dieciocho años.
Mis ojos divagaban a través de mi ventana, observaba con mucha atención las estrellas, aquellas luces brillantes que se dejaban ver en el cielo nocturno y parecían jamás querer irse. Me parecían la cosa más hermosa del mundo y era un pasatiempo para mí el observarlas de noche.
Pero luego, como era de esperarse, de mis ojos comenzaron a escapar pequeñas lágrimas, que luego se convirtieron en un llanto desconsolado. Mi vida por fuera parecía ser perfecta, más por dentro me sentía más sola y vacía que nunca. Como si la vida no tuviera sentido, como si fuera hecha para el fracaso y estuviera destinada a ser odiada y maltratada por todos.
Entonces, lo escuché.
Oí como el búho que solía visitarme todas las noches se apoyaba con delicadeza en el borde de la ventana. Mi único y valiente compañero. Él era quien me escuchaba en silencio cuando lloraba y no tenía a quien contarle mis más profundos secretos, a quien le confesaba mis mayores miedos y todo el mal que en mi vida habitaba. Suspiré aliviada de por fin tenerlo a mi lado, secando mis lágrimas con el dorso de mi mano. Sin mirarlo aún, estiré mi mano para acariciar su pequeña cabeza. Sus suaves plumas se sintieron reconfortantes bajo mi tacto. Una pequeña sonrisa se instaló en mi rostro.
— ¿Qué te trae hoy por aquí, Zahir? —pregunté como solía hacerlo cada noche en la que él aparecía. Él simplemente ululó. Volví a acariciarlo en silencio, ignorando el hecho de que él jamás podría responderme.
Pero luego, algo muy extraño pasó.
El ave extendió sus alas y se colocó frente a mí, abriendo sus dos enormes ojos de par en par. Lo contemplé de frente y aprecié sus hermosos ojos dorados mientras me observaba fijamente de una manera bastante extraña y escalofriante.
Muy cuidadosamente, el búho se acercó a mí hasta apoyar su pico sobre mi nariz, sin perder de vista mis ojos ni por un segundo. Creí que Zahir ya se había vuelto loco de remate, pero luego pasó algo que no pude llegar a entender ni ahora ni en ese entonces.
En sus ojos, observé muy atentamente como el color dorado que llevaba en sí, cambió lentamente a un color distinto, convirtiéndose en algo completamente antinatural y raro.
Sus ojos se habían vuelto azules.
Un azul tan intenso y oscuro que se podría comparar con la más profunda noche.
Bajo mis pies, sentí un líquido frío escurrirse entre mis dedos. Luego comprendí qué era: agua, tan azul y oscura como la del mar, que subió lentamente por mis tobillos, se enredó en mi cuerpo y mojó cada extremo hasta llegar a mis brazos. Logrando que mi piel se erizara al sentir el contacto de mi piel con el agua fría.
Por el rabillo del ojo, pude notar que el agua se encontraba en toda la habitación, mojando toda mi recámara, incluyendo mi cama y mis trabajos escolares. Traté de mover mi rostro, de dejar de observar los grandes ojos del búho para que esto parara, pero... no podía. Ni mi cuerpo ni mis ojos querían moverse. Mis ojos parecían no querer separarse de los del búho, solo observar las inigualables esferas que tenía en frente.
El agua lentamente comenzó a desaparecer y sentí que mi cuerpo estaba más ligero al irse. Me encontraba tensa pensando que el búho, mi compañero de la vida y el único que se pasaba las noches escuchando mis deseos y súplicas; pensaba matarme. Que me ahogara en la insípida agua sin dejar rastro de la causa de mi muerte. Pero me sentí aliviada al saber que no fue así.
Pero luego, de manera breve y veloz, sus ojos volvieron a cambiar de color, pero ésta vez cambiaron a un verde brillante que me recordaba a un prado y sus hermosas plantas. Un verde intenso que podría desarmar a cualquiera.
Y una vez más, sentí algo tocarme los tobillos y enroscarse en mis piernas. Ésta vez no era algo líquido, no era agua, no. Lo que estaba subiendo por mi cuerpo y apretando mis extremidades, era una serpiente. Apretujaba de sobremanera mi cuerpo, sentía como si me estuviera exprimiendo, como si fuera un limón y me estuviera usando para condimentar la comida.
Hasta que llegó a mi garganta. Y pensé que mi vida ahí terminaría. Que todo se reduciría a eso: morir en manos de un búho, hechizada por sus extraños ojos y asesinada por una serpiente que se enroscó al rededor de mi cuello y lo oprimió hasta asfixiarme.
Ahora, imagina que la serpiente me soltó, que el búho voló lejos de mí y que al día siguiente volvió como todas las noches e hice como si nada hubiera pasado.
Si, imagínalo, porque eso no fue lo que pasó.
Los ojos del búho cambiaron a un color rojo. El terror en los míos era notorio, y miré aterrada sus cambiantes ojos justo antes de caer en la inconsciencia por la asfixia.
Desperté con la noticia de que mis padres, aquellos seres de los que tanto me había quejado frente al búho pero que a pesar de todo, los amaba con toda mi alma; habían muerto misteriosamente.
Y sospecho, que todo fue obra del búho. Aquel que no pude sacar de mi cabeza desde aquella descabellada noche. Aquel búho que se convirtió en la razón de que me metieran en este psiquiátrico. Nadie me creía que un búho había matado a mis padres porque yo se lo había pedido esa misma noche. Luego de ese día, jamás volví a verlo de nuevo.
En ese momento, fue cuando me di cuenta de qué tan equivocada estaba al desear frente al búho que en mi cumpleaños número dieciocho, mis padres me dejaran en paz de una vez por todas, que desaparecieran de mi vida y me dejaran ser libre como él lo era.
Desde ese día, aprendí la lección. Una frase que se quedó en mi memoria de por vida:
Ten cuidado con lo que deseas.
Ésta historia la he escrito para el concurso de "Cazadores de escritos" de CaveCrew.
Espero que sea de su agrado❤
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