46. HADES
Dios del inframundo
[quería narrar en primera persona así que... cada apartado es que es una persona diferente, no se preocupen, creo que es bastante obvio quien es cada uno]
Un guardia caía al suelo lanzando su último grito de agonía, la bala qué pasó su cabeza arrastró sangre consigo manchando el suelo de rojo, pintándolo con horror. No me daba miedo el horror ya que este y la gloria van de la mano.
Mis brazos estaban acalambrados, mi pecho subía y bajaba rápidamente, sin intenciones de frenar en algún momento. Como debía ser, junto con Clarisse liderábamos la batalla, corríamos entre los pasillos, disparando balas de plomo a cualquier enemigo que pudiese venir por delante.
-¡Malcolm, ¿cuánto falta para llegar a las escaleras?! -grité mientras Clarisse, en un movimiento rápido había tomado a un guardia por el cuello y yo clavé mi daga en su sien. El chico era el poseedor del mapa que habíamos encontrado, él nos guiaba para llegar lo más rápido posible al último piso.
-Hay que girar un par de veces más: izquierda, izquierda, seguir derecho por varios metros y llegaremos.
A mí otro lado se posicionó Thalía, apuntaba al frente y tenía una sonrisita en su cara, no estaba segura por qué la tenía, no creo que sea por el hecho de matar, sino por venganza. Phoebe había muerto en manos de ese horrible laboratorio, también la mayor parte de sus compañeras cazadoras, claro que podía entender su felicidad al mandarlos al otro mundo. Sus ojos azules eléctricos dejaron de mirar un segundo al frente e hicieron contacto con los míos, una pequeña corriente de felicidad volvió a impulsar mi cuerpo y respondí su sonrisa. Quizás lográramos salir de esta.
De la habitación de al lado de donde Mitchell caminaba salieron al menos diez guardias, comenzaron a disparar dándole de lleno al chico y mandándolo inmóvil al suelo, varios más fueron alcanzados pero yo no sabía sus nombres. Para el momento que devolvimos el fuego se habían cargado a varios de los nuestros. El suelo cada vez rebosaba más del tinte rojo y varios se manchaban sus manos aferrándose a cuerpos sin vida, llorando la reciente pérdida.
Lacy, una chica de quince años había dejado su arma de lado para abrazar a Mitchell, le había cerrado sus ojos y negaba con su cabeza haciendo que su cola de caballo se mueva de un lado al otro.
-No, por favor, no.
Varios intentaban consolarla, al igual que a los de alrededor, muchos otros simplemente pasaban de ella y se adelantaban siguiendo a Clarisse por los pasillos.
No noté que me había quedado estática mirando los cuerpos, ya había visto a gran cantidad de gente morir pero nunca alguien se había tirado en el campo de batalla a llorar por la pérdida. Una mano en mi hombro me sacó del estupor en el que me encontraba.
-¿Estás bien, Rey? -Me preguntaba Thalia, sus ojos ya no me parecían tan centelleantes y su sonrisa había desaparecido completamente.
-Si, vamos. Clarisse se adelantará demasiado.
Antes siguiera de que me dé la vuelta, la pelinegra me detuvo.
-No creo que debas seguir al frente, tomate unos pisos de descanso, te vamos a necesitar fresca arriba.
Pero yo no soportaba esa mirada, Thalía intentaba consolarme, hacerme saber que no estaba sola y que estaba bien ser débil, el problema es que actualmente no había lugar para la debilidad. Los llantos de Lacy resonaban en mi cabeza dándome una sensación de resaca, esto era la guerra, ya habría tiempo para llorar a los caídos.
Comencé a pensar en todos los amigos que perdí, recordaba los cálidos ojos de Marvel, mi vecino, con quien había logrado escapar y sobrevivir unos días. Recuerdo cuando Rachel llegó a La Legión, Octavio aún no estaba por lo que era relativamente tranquila, por varios días había sido mi mejor amiga. Se pasaron por mi cabeza varios rostros que nunca más volví a ver, varias sonrisas que no se volverían a repetir, risas musicales y abrazos cálidos como un día de verano. Muchas personas se habían perdido, muchas aún seguían aquí, aunque lo único que cuenta ahora mismo es ganar. La victoria no se hace amiga de debiluchos sensibles, ella te pone a prueba, te mide, te castiga, hace que quieras darte por vencido, simplemente abrazar un cuerpo muerto mientras lloras en un pasillo con suelo rojizo. Pero hoy no es el día en que verán a Reyna Avila Ramírez Arellano llorar, no hoy.
Aparté la mano de Thalía de mi hombro y caminé hasta donde Lacy lloraba, había otra chica que intentaba convencerla de levantarse pero no estaba teniendo resultados, más que nada porque había comenzado a llorar también.
-¿Lacy, no? -le pregunté para llamar su atención, ella asintió sin mirarme- Vamos, no es momento para esto.
La vi fruncir el ceño enojada, quizás sea entendible, su mejor amigo estaba sin vida en el suelo pero había aprendido que lo único irreversible es la muerte. Su amiga ahora intentaba llamar mi atención:
-No te preocupes, Reyna. Ya alcanzaremos el grupo. -ví como por nuestro lado varios pasaban, seguro siguiendo a Clarisse, quizás hasta haya llegado a las escaleras.
-No, vengan, es hora de seguir.
Lacy se volteó con lágrimas resbalando por sus cachetes:
-¡¿como puedes ser tan insensible?! ¡Mitchell murió justo al lado mío! ¡Él era mi familia!
Thalía se había acercado a la discusión, sabía que si me volteaba vería o a un ceño fruncido en señal de reproche o a una cara de perrito mojado decepcionado de mí. Ellas aún no lo entendían.
-Lo se, ¿si? Yo también perdí seres queridos; amigos, parejas, hermanos, padres, tíos, abuelos, todo. Esta es nuestra última batalla Lacy, debes levantarte y seguir por ahora, te prometo que no estarás sola, sólo debes llegar al piso de arriba. Quizás pienses que la muerte de Mitchell sea trágico pero lo único trágico sería que pierdas más tiempo aquí, te separes del grupo y mueras. Él está muerto, y aunque nunca quisiste formar parte de un ejército actualmente estás dentro de una guerra. -tomé aire y me tranquilicé un poco, no había notado que me había alterado tanto- Ven conmigo, juntas lograremos vivir. Te prometo que ningún daño es irreparable para ti, aún eres pequeña y te queda mucha vida que vivir.
-Fue mi culpa. -susurró en un lamento ahogado - Si hubiese reaccionado antes no le hubiesen disparado.
-nada de esto es tu culpa, ni suya. Las personas aquí dentro son malvadas y harán lo que sea para destruirnos. Por favor, no te eches la culpa porque tú no hiciste nada mal, es más, vienes muy bien. Eres una chica muy apta para esto, sé que lograrás vivir.
Lacy se lo pensó un momento, iba a seguir mi camino, si ella no quería salvarse entonces no había nada que hacer, cuando la veo levantarse muy erguida y con su arma en mano. Nunca me había detenido a ver sus ojos, a pesar de tener ¿cuánto sería? ¿Unos quince años? Tenía un brillo especial, como de un tipo de tranquilidad y comprensión que nunca había visto. Había estado buscando eso por bastante tiempo, lo había dado por perdido una vez que acepté que mi hermana no volverá a mí, sin embargo allí estaba: tranquilidad, plenitud. Sus ojos eran idénticos a los de Hylla. Que mundo extraño, cuando dejas de buscar algo, lo encuentras. Me vi reflejada en sus pupilas; tenía sangre en mi rostro y mi cabello estaba muy desaliñado pero aún me reconocía a mí misma, eso nadie me lo quitaría.
Lacy me sonrió entre sus lágrimas:
-Vamos, el grupo se alejará demasiado sino. -Su respuesta me llenó de orgullo y antes de poder liderar el paso ella comenzó a correr, arrastrando a su amiga consigo.
Supuse que lo indicado sería seguirlas, por lo que rompiendo un poco con mi entorno como si fuese una pieza de cristal haciéndose añicos contra el suelo, me sacudí todo tipo de pensamiento que no fuese llevar a mi pueblo a la gloria. Eso sí, por un momento, fue necesario mirar a Thalía, solo para asegurarme que ella aún estaba allí.
El momento fue roto por unas pisadas viniendo de detrás nuestro, quizás tenía razón cuando dije que estábamos muy lejos. Una figura se asomó por la esquina y volvió a ocultarse justo un segundo antes de que las balas de Thalía se inserten en él.
-¡espera! -gritó y reconocí la voz de Parker por lo que bajé yo misma el arma de mi amiga.
-Lo siento, ya pueden salir.
Allí estaban Parker, Connor, Travis y, en los brazos de este último, Katie. El gemelo que había sido retenido por Gaia estos últimos días se quedó boquiabierto al verme, miró a Travis y este simplemente se rió un poco.
-Su memoria fue borrada, no tenemos idea aún de cuánto ya que no hablamos mucho.
-Entonces, al parecer, no recuerda que yo esté viva. -afirmé. Connor asintió y parecía querer darme un abrazo.
Fui yo quien rompió los metros que nos separaban y lo estrujé contra mí.
Quizás eso era lo que yo buscaba; en vez de enfocarme en lo que perdí debería pensar en lo que gané, debería concentrarme en las personas que actualmente están conmigo y como no debo alejarlas. No soy un robot sin sentimiento, soy una adolescente de carne y hueso que necesita a los demás.
En esta guerra morirán muchos, pero sobre todo, acaba de irse la Reyna que conocían. La estoy enterrando junto con este maldito laboratorio.
~~~•~~~•~~~•~~~•
Quizás estar solo en una batalla no sea lo más recomendable, menos si estás en un edificio lleno de guardias esperándote detrás de cada puerta esperando por matarte, pero aún así, lo hago.
El hecho de no tener a nadie que te cubra la espalda es incómodo, más cuando llevas tanto tiempo rodeado de personas que te olvidas lo que era este solo.
No es como que no supiese que es estar solo, antes del Apocalipsis no tenía gran cosa; mi madre había muerto cuando tenía ocho años, nunca conocí a mi padre y mi familia me consideraba una abominación, el pequeño que llegó para arruinarle el futuro a mi madre. Desde esa edad me la pasé entre el orfanato y las casas de acogida. Nunca había llegado a alguna familia que me quisiese en su vida, todos se quejaban por lo mismo: antisocial, tan tímido que ya es frustrante, sarcástico, malas energías. Siempre fui él rechazado. Es por eso, que no puedo decir que el Apocalipsis es lo peor que me haya pasado, al contrario, luego de mi hermosa infancia llena de paseos al parque, visitas al taller y la sonrisa cálida de mamá, yo diría que es lo mejor que me pudo haber pasado.
Aquí, había dejado mi etapa gris atrás, yo no debía ser ese huérfano de mal comportamiento. Yo era Leo Valdez, un chico con una nueva familia, alguien que había logrado hacerse de un confiable grupo de amigos. Es por eso que esta soledad me incomodaba, todo lo referido a este plan me ponía los pelos de punta. Volver a tener que estar completamente solo era lo que más temía y, sin embargo, sabía que yo era el único con las habilidades necesarias para poder hacerlo.
Aún en el pasillo del tercer piso más alto podían escucharse los sonidos provenientes de la guerra de abajo, otra cosa era la orquesta digital que llegaba desde el primero que según Annabeth era la sala de controles. Al parecer, los científicos estaban viendo todo lo que pasaba abajo por cámaras.
De espaldas a mí había un guardia, me acerqué sigilosamente y le clavé un cuchillo en el cuello, dejándolo desangrándose en silencio en el suelo.
Nunca le des la espalda a algo que no sea la pared.
La puerta que estaba cerca de nosotros se abrió rápidamente y lo primero que alcancé a ver fue un arma, me tiré contra la puerta, cerrándola fuertemente sobre la muñeca de quien sea que esté detrás.
Disparó una vez pero falló completamente, al momento siguiente su arma se encontraba en mis manos y abrí violentamente la puerta. El hombre se agarraba la zona afectada con dolor y odio en su mirada. Ni siquiera dudé en reducirlo de un disparo en la cabeza.
Había hecho un hallazgo; la minisala donde estaba era un puesto de vigilancia de los pasillos, por lo que me decidí por echar un vistazo a los que seguirían. Varios guardias pero nada de lo que no pueda encargarme. Iba a seguir con mi cuenta, como muchas veces anteriores lo había hecho pero algo me impulsó a mirar hacia una cámara de unos dos pisos abajo...
Quizás el viejo Leo estaba muerto, quizás incluso ese no era el verdadero Leo Valdez, comencé a pensar.
¿Quien es Leo Valdez?
No soy un maldito, no pienso sólo en mí, no soy un antisocial. Pasé por muchas transformaciones pero siempre fui la misma persona; una de buen corazón, que no tiene problema de arriesgar su vida por la de los demás.
A dos pisos de diferencia estaban Jason y Piper siendo emboscados por un gran tumulto de guardias. Pronto su suerte se acabaría y se encontrarían acorralados.
Yo no voy a permitir que eso pase, ¡porque Leo Valdez es un maldito y sensual héroe!
Tomé un par de granadas de mi mochila y corriendo como alma que lleva el diablo comencé a volver sobre mis pasos hacia unas escaleras a las cuales les había echado el ojo hace unos momentos. Pasé por delante del hueco gigante que había abierto Festus y escuché sus rugidos intentando esquivar las defensas aéreas del laboratorio. La ametralladora en el techo ahora parecía una genial idea, no puedo creer que en su momento la hayan colocado. Al parecer, Gaia pensaba mucho acerca del futuro.
Disminuí mi velocidad cuando los disparos se escuchaban cerca y asomándome para asegurarme que mi objetivo era el correcto y la granada no iba a dar contra la cabeza de Jason, la arrojé.
Poco tuvieron para hacer los guardias más que gritar cuando se produjo la explosión, matando a cuatro de los siete que había visto, ahora, se habían volteado y pensaban devolverme el fuego. Un cuchillo se clavó en la parte trasera de la cabeza de uno, lo que me permitió todas hacía detrás de otro pasillo con mejor ángulo y rápidamente les disparé a los restantes.
Por un segundo el cruce entre varios pasillos donde me encontraba se quedó en silencio. Pero solo fue un momento, ya que, al notar la tranquilidad, la puerta que ahora estaba abierta dejaba a la vista a unos ojos caleidoscopicos muy simpáticos. Al verme, se apresuró a salir de su escondite.
—¡Leo! —gritó felizmente mientras corría a abrazarme— gracias, no sabes cuánto te lo agradecemos.
Su cuerpo era cálido, supongo que tanto como el mío, Piper siempre había sido una buena amiga y consejera. Fue una de las primeras en apoyarme al comentar que pronto sería padre, siempre que tengo alguna duda del corazón recurro a ella. Aún así, nunca supe hasta ese momento lo mucho que yo significaba para ella. No necesitó palabras para expresar su alegría al verme, y que bueno que no lo hizo, porque de haber dicho algo no le hubiese creído. Solo me bastaba con ver como los colores en sus ojos cambiaban y como las lágrimas se aglomeraban en ellos, me gustaba estar en sus brazos ya que me apretaban muy fuerte, apenas dejándome respirar.
Piper era más que mi amiga, ella era mi familia.
Entonces alguien más se unió al abrazo, por su colonia (no me pregunten como aún luego de una batalla su perfume aún se sentía) supe que era Jason.
Nunca me había sentido así, como que no debía huir, nunca más estaría solo, ahora tenía una familia y no estaba confirmada solo por Cali y mi futuro hijo, sino por todos aquellos amigos que fui haciendo en el camino y que ahora eran hermanos para mí. Sentía que podíamos hacer lo que sea, como ganar esta guerra.
Los tres tomamos al unísono la decisión de separarnos del abrazo, de mi mochila saqué dos pistolas cargadas mientras Piper volvía a poner su cuchillo en su cinturón.
-¿fuiste tú quien lo lanzó? -le pregunté con asombro.
-Bueno, todos estuvimos entrenando ¿no?
Miré a Jason y este tenía una sonrisa torcida, casi burlona, si no fuese porque sus ojos estaban llenos de amor.
-¿Cuál es la tarea? -preguntó Jason, sacando el seguro de su pistola.
-Debemos limpiar el último piso, y conseguir corriente de la computadora principal, suficiente para que nuestras bombas exploten. -le respondí, volviendo a apuntar mi arma hacia el frente.
-Andando. -mandó Piper y los dos la seguimos.
~~~•~~~•~~~•~~~
Quizás esto era algo lógico, es decir, el humano es un ser vil, codicioso, frío. Es el único animal que hace cosas puramente por maldad. Quizás por esto merecíamos morir; el propio humano había sido el causante de semejante enfermedad que causó la muerte y pena de todo el mundo alrededor del globo, entonces él mismo era el culpable de su muerte. Quizás si morimos hoy el mundo florezca nuevamente y los animales vivan libremente, correteando por lo que alguna vez fue una ciudad.
Pero entonces volteo a verla, está a cada paso más débil, siento que cada vez carga más peso en mí, como si de a poco si estuviese rindiendo o perdiendo la consciente (si, eso último suena mucho más factible). Sus ojos grises amenazan con cerrarse y tengo miedo de que si lo hacen no vuelva a abrirlos siendo ella misma, es por eso que aprovecho cada segundo que puedo para observarlos. Estoy seguro que ya notó que la estoy mirando de más pero no creo que tenga fuerzas para reírse sobre eso, ni siquiera para hacer algún chiste o comentario. Ni siquiera creo que pueda pronunciar en todo el trayecto hacia arriba otro de sus "te amo" pero puedo vivir con eso. Puedo vivir sabiendo que llegaré arriba.
Nico y Will están adelante, el rubio parece muy distante, cada vez que Nico intenta acercársele se aparta, si quiere decirle algo al oído para atacar por sorpresa a algún zombie que haya más adelante le pide que hable un poco más fuerte. Sé que es un poco difícil para el azabache pero aún así trabajan juntos.
-Quédense aquí un momento, nos encargaremos de una de esas cosas que parecen arañas qué hay más adelante. -Me informó Nico, a lo que yo asentí.
Los dos se fueron y yo no pude evitar mirar su pelea, Nico había sacado su espada y Will poseía un arma del cuerpo de un guardia. El Segundo le disparaba mientras el primero atacaba a la cabeza. El de ojos oscuros se movía con una agilidad casi extraordinaria para un ser humano lo que me hizo comenzar a pensar si realmente nunca había practicado esgrima antes del Apocalipsis. Will se mantenía siempre con un metro o dos de distancia de esa cosa, siempre cambiaba de lugar evitando las filosas patas.
La pelea parecía ir bastante bien y entonces siendo unas pisadas detrás.
Por dónde habíamos llegado se acercaba como podía otro zombie, de esos con los dientes afilados que nos habíamos enfrentado debajo, lo me llevaba a creer que estos seres habían encontrado otra manera más rápida de subir que nosotros.
Debí dejar a Annabeth sola en el suelo y tomé mi espada. Se sentía bastante pesada, mis brazos me temblaban, estaba haciendo mucho más esfuerzo del que podría dar cargando a la listilla pero eso es lo de menos.
Con un movimiento rápido, su cabeza rodaba por el suelo y su cuerpo cayó estrepitosamente, llamando la atención momentánea de la araña gigante que combatían los otros dos.
Nico aprovechó el momento y clavó su katana en la cabeza de esa cosa, haciendo que esta también caiga al suelo.
De nuevo, todos nos levantábamos a nosotros mismos y volvíamos a la marcha, pero entonces, una pared se rompe delante nuestro, cinco de esas cosas lo habían perforado de un golpe y nos miraban amenazantes.
Realmente me hubiese asustado, yo diría cagado en cima, si no fuese porque sin el sostén de esa pared, el techo se cayó sobre nosotros, mandándonos no solo un piso más abajo de nuevo, sino que enterrándonos de una manera dolorosa.
Escuché el grito de Nico por mi izquierda, aunque solo me concentré en no soltar la mano de Annabeth.
No se cuantos segundos pasaron pero por suerte el suelo dejó de temblar y yo pude intentar evaluar la situación. Annabeth cayó a mi lado y tenía los ojos abiertos, al parecer la caía había servido para despertarla. Yo no podía decir lo mismo ya que algo hacía presión contra mi espalda y no me dejaba moverme.
-¡Nico! -llamé a gritos, mientras Annabeth se arrastraba fuera de los escombros- ¡Will! -Él polvo me secaba la garganta.
-¡por aquí! -gritó en respuesta el rubio.
-¡estoy atorado, necesito ayuda!
-¡AAAAH! -Nico gritaba desde otro lado, supuse que Will estaba indeciso, mirando hacia ambas direcciones intentando pensar a donde ir primero.
-¡salva a Nico! -gritó Annabeth con fuerzas que no sabía que tenía a mi lado- ¡yo saco de aquí a Percy y vamos hacia allá!
Miré a Annabeth que estaba arrodillada delante mío, aún se veía horrible pero si había podido salir de allí entonces se debía estar recuperando. Sus ojos iban de un lado al otro del lugar que parecía más bien una cueva. No sé si podía ver algo, pero les aseguro que yo, a través del polvillo, no lograba distinguir nada.
-listilla, dime, ¿como ayudo?
-Quédate bien quieto, voy a intentar un par de cosas, pronto estarás libre. -dicho esto, se paró con bastante dificultad e intentó sacar el peso que tenía en mi espalda levantándolo con sus manos - Es inútil, Annie. Ya intenté levantarme.
-Nada es inútil, tú solo quédate calladito. -Me reprendió con su voz rasposa.
Ahora, intentaba sacar rocas de arriba mío, todas de cemento, que debía empujar evitando que caigan en mi cabeza. De fondo, pudimos oír dos disparos.
Luego de tirar unas siete rocas de cemento aún no sentía que el peso que me mantenía en el suelo disminuyese. Además, el oxígeno aquí abajo se me estaba agotando y cada vez debía hacer más esfuerzos por respirar.
Annabeth intentó levantarme de nuevo... nada.
-Véte, -le dije, cuando se tomó su cabeza, debía dolerle muchísimo para demostrarlo- encuentra a Will y Nico, deben irse.
Morir allí no parecía tan malo; había cambiado mi libertad por la de Annabeth habiendo tomado su mano y desviarla de la muerte. Aún así, sus ojos grises me miraron con furia, yo podía ver una tormenta en ellos.
-Deja de decir idioteces.
Sus ojos volvieron a escanear el lugar unos segundos, entonces exclamó de asombro y comenzó a poner en marcha su plan. Trajo varios fierros y a todos los colocó debajo del montículo que me mantenía cautivo. Luego, con mucho esfuerzo, cargó pesadas rocas y las depositó sobre ellos, haciendo un peligroso equilibrio.
Cuando logró colocar el quinto, sentí menos presión y del otro lado algo se había caído.
-¡sal apenas puedas! -Me gritó ella, mientras corría cerca de mí a levantar aún más con sus propias manos.
Annabeth gemía del esfuerzo que hacía, sus músculos se marcaban dolorosamente en sus brazos y piernas. Yo también empujaba desde donde estaba, y puedo asegurarles que el cielo debía pesar menos que esto.
Y entonces, con un pequeño "pop" salí de allí, y una luz brillante pareció iluminar nuestro camino... en serio, no es metafórico o poético, en serio parecía una luz, solo que era un destello producido por el disparar de una bala. Seguimos ese sonido y esa momentánea luz por una pequeña grita que nos llevó ver a qué se estaban enfrentando Will y Nico del otro lado de los escombros.
Parecía un chiste, pero del otro lado de la araña mutante que los atacaba había otro enorme hueco en el muro, el cual daba justo al lugar por donde pasaba el ascensor (el cual podríamos llamar si un idiota no lo hubiese destruido... ¡oh! Cierto que yo fui ese idiota). Si bien el ascensor en sí no nos serviría, había algo positivo; en unas de las paredes había una escalera pequeña que supongo que se usaba si el ascensor se averiaba en algún entremedio entre los pisos.
La escena que presenciamos me preocupó un momento: la araña estaba aplastando el lugar donde debería haber estado el cuerpo de Nico, y Will corría hacia allí entre lágrimas.
¿Habíamos llegado tarde? Escuché a Annabeth contener el aliento, su brazo se aferró más a mi cuello.
De pronto, la araña comenzó a sacudirse y el brazo de Di Angelo salió desesperado en señal de auxilio. Will no dudó un momento y de un empujón (Wow, ahora todos sacaban súper fuerza) logró quitarle el animal que lo estaba asfixiando de encima.
Entonces vi la escena más tierna que iba a poder presenciar en el piso -2 luego de un derrumbe: Nico con su cara de agradecimiento y sus ojos desbordando amor que sabía que no iba a ser correspondido en ese momento... ¡y se equivocó! En un momento de llanto intensivo, Solace lo abrazó fuertemente contra él, tomó sus mejillas y los besó apasionadamente.
A Annabeth se le escapó un "aaaww" que fue tan rasposo que parecía más bien un rugido, me volteé a ella y la besé dulcemente sobre sus partidos labios. Estábamos vivos por los pelos y esos besos celebraban el poder seguir intentando vivir.
-Debería estar arriba, -Me dijo la listilla apenas nos separamos- comandando el ejército.
-Esos vagos deben aprender a vivir sin ti, listilla.
-¿estás pensando lo mismo que yo?
-cuando salgamos de este infierno, pienso ser un simple jardinero.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top