43. TÁRTARO

El Tártaro es un profundo abismo usado como una mazmorra de sufrimiento y una prisión para los titanes. Él también es una entidad primordial al igual que Gea y Crono.


Los gritos y las órdenes parecían muy lejanas a los oídos de Nico, las luces blancas del ascensor obstruían su visión, el nerviosismo inundaba su sistema, apenas podía mantenerse de rodillas, sentía como si el ascensor en vez de descender fuese una montaña rusa. Sentía su propia respiración, bastante forzada y superficial pero allí estaba, aún respirando. ¿Cuanto tiempo iba a poder gozar de algo que daba tan por sentado como vivir? Solo esperaba que el tiempo necesario para ver a Will, actualmente parecía su única preocupación. Nico ya se había olvidado de destruir a Gaia, de salvar a sus amigos, él sabía que no estaba en condiciones para pelear, menos luego de la paliza que le habían propinado para mantenerlo quieto. No estaba en condiciones de asegurar que viviría luego de esto, solo esperaba ver a Will una última vez, no quería tener ese vago recuerdo del chico antes de irse a dormir a su lado.

Con un tintineante sonido, el ascensor llegó a su destino, el para nada aclamado piso -5. Resulta que el edificio era enorme y afuera solo era la punta del iceberg.

El guardia más fornido tomó a Nico del cuello de su remera y lo impulsó hacia arriba. Comenzó a llevarlo de manera poco amable fuera del ascensor y por los pasillos. Apenas salió, notó que el lugar no era como el resto del laboratorio. Mientras arriba era blanco pálido y demasiado iluminado para los ojos de Di Angelo ya bastante acostumbrado a la oscuridad, allí abajo estaba sucio y dos de cada tres luces fallaban. Las paredes tenían manchas de sangre bastante vieja y olía mal, como a humedad mezclado con muerte.

Nico intentaba mirar todo lo que pudiese: a los lados habían puertas cerradas, algunas salas tenían ventanas que daban al pasillo. Dentro, todas coincidían en algo: había algún experimento. En la primera había un zombie de dos cabezas, en otra un perro que parecía radioactivo, también había una mutación parecida a un ogro.

-¿Como que se escaparon? -preguntó un guardia que pasaba corriendo a otro que estaba muy agitado intentando seguirle el paso.

-Nadie sabe cómo, parece qué hay un traidor entre nosotros.

La conversación siguió pero Nico no logró captar nada más de ella. Al pasar por otra puerta, vio que esta tenía barrotes de madera, señal de que la habían clausurado. Esto le pareció importante a Nico y tomó nota mental de eso ya que era una puerta doble, si seguían aquí abajo la estética del laboratorio, esa es la que daba a las escaleras.

-Esta puta mierda de lugar se está viniendo abajo. -comentó otro guardia al pasar.

Todos parecían muy alterados.

Otro vidrio más, la puerta a allí estaba abierta y dentro había un enorme hoyo en el suelo. Nico no distinguió nada más que oscuridad salir de él.

-Dioses, este pasillo es interminable. -se quejaba uno de los guardias que lo escoltaban.

-Lo se, todo para eliminar a esos dos chicos. ¿No podían solo esperarlos cuando el ascensor parara? No, -agregó sarcásticamente- Ellos debían ser así de dramáticos y destruir todo el puto ascensor.

La ventana siguiente, hizo que Nico se congelara. En ella habían dos camillas, en las cuales descansaban dos cuerpos al parecer dormidos.

-Katie... -suspiró Nico con el poco aliento que le quedaba- ¿Connor? -Eso sí que lo había sorprendido. ¿Como mierdas los sacarían de allí?

¿Ya estaban condenados? ¿Tanto o más que él mismo?

Al fin se detuvieron delante de una de las puertas más imponentes, claramente era la sala principal del sector. Uno de los guardias tocó:

-Traigo a Di Angelo.

Esas simples palabras bastaron para que la puerta se abriera y ellos pudiesen pasar. Del otro lado había una sala de espera con sofás desgarrados y una mesa ratona deshecha. Allí había una mujer, tenía la piel color marrón y el pelo bastante oscuro, estaba muy seria, parada justo en medio del lugar, acaparando toda la atención hacia ella.

-Nico Di Angelo, -dijo, con un dejo de burla- Te estuve esperando.

-Quisiera decir que es un honor... mentira, esto es una mierda. Tú eres una mierda.

-No soy la única que estuvo esperándote. -continuó ignorando su comentario. Ella caminó tranquilamente hacia la puerta y la abrió lo necesario para que lograse atravesarla la persona que más quería ver Nico.

El chico pálido se atragantó con su propia saliva y de repente ya no tenía idea de cómo se respiraba.

Will Solace se notaba cansado, esto se reflejaba en su postura encorvada y sus ojeras oscuras, su pelo estaba algo más largo y muy rebelde.

Entonces, cuando ambos se miraron, el tiempo se detuvo. La habitación ahora desaparecía y en escena solo eran ellos bajo cegadores reflectores, había mucha tensión en el ambiente, hasta parecía pasada sobre los hombros. Nico contuvo la respiración notablemente y Will jugó nerviosamente con sus dedos. Aún los separaban tres metros de distancia, lo cual era lo más contradictorio que habían sentido nunca.

Ambos estaban muy cerca, más de lo que habían estado en varias semanas, aunque esos tres metros parecían representar una grieta, una fosa sin fondo que los separaba. Apenas verse, sabían que delante suyo había un extraño.

Nico se enfocó en cómo había cambiado Solace, no de manera física, sino dentro de sus ojos. Sus orbes celestes como el cielo que aún cubría todo el mundo exterior a ese horrible laboratorio estaban algo vacías, parecía que no le veía realmente. En ese momento, Nico se atemorizó de que le hayan dado agua del río de aguas blancas y que sus recuerdos se hayan suprimido, perdido. Pero no, su nerviosismo no era en vano, Will Solace aún lo amaba, ese no era el problema. Eso solo dejaba una posibilidad: habían destruído a Will.

Will por su parte inspeccionó a Nico con la mirada; el chico seguía igual que como lo había dejado, excepto por sus ojos. Los que al verlo se ampliaron sin miedo de demostrarle cuanto lo amaba ahora miraban fulminante a Gaia, esa mirada era tan fiera y peligrosa que la mujer dio un paso en falso hacia atrás, incluso su sonrisa se desvaneció de su cara. Nico había aprendido cosas mientras él estuvo allí encerrado; había aprendido a controlar sus emociones y canalizarlas, había aprendido a dar miedo a los que debía y demostrar afecto cuando se necesitara. Nico desprendía algo que a Will le faltaba... esperanza.

Aunque todo estuviera perdido y estén rodeados de guardias ambos se miraron y supieron que saldrían de allí. Pero, ¿a que costo? Pensaba Will. Él había tenido que matar a mucha gente allí dentro, entre ellos a su mejor amigo, un monstruo como él ¿se merecía a Nico Di Angelo? Al verlo, supo que el chico estaba decidido a vivir, y aunque lo sostenían guardias estaba erguido como nunca.

¿Will podría volver a verse como se veía Nico ahora?

Nico sintió un pinchazo en su cuello y la escena donde eran sólo ellos en el mundo se desvaneció.

-¿Que mier... -Pero no llegó a decir mucho antes de desmayarse, siendo atrapado por los guardias. Lo último que había logrado ver era a Will, abrir los ojos sorprendido pero sin inmutarse demasiado. ¿Que le había pasado a ese hermoso rayito de sol demostrativo?

-Llévenlo adentro, -la doctora palmeó el hombro del rubio- Es tu momento, solecito.


-Annabeth, Annabeth... -Percy estaba sacudiendo a la nombrada, todo estaba oscuro y el aire mucho más denso- Annie, debes despertarte.

La chica abrió los ojos y una oleada de dolor la obligó a volver a cerrarlos. No le dolía una sola parte de su cuerpo, era todo un conjunto, no podías entender donde comenzaba una molestia y terminaba la otra.

-Percy... -ella suspiró su nombre, no podía pensar en otra cosa que el dolor.

-Lo se, ya se que duele pero quédate conmigo. -ella asintió- Voy a levantarte y te llevaré en mi espalda. ¿Crees que lo resistirás? -de nuevo movió su cabeza afirmativamente.

Percy se arrodilló a su lado, pasó sus manos por sus caderas para ayudarla y darle estabilidad pero no servía de mucho contra el fuerte mareo que la arrasaba.

Pronto, y sin darse cuenta como, se encontraba en la espalda del muchacho.

-¿te encuentras bien? -le preguntó él.

-¿no te duele nada a ti? Fuiste tú quien recibió la mayor parte del impacto, deberías tener algo roto.

-Hice algo antes de venir aquí, algo tan arriesgado que no quise contarte para mantenerte tranquila.

Annabeth suspiró.

-Te metiste en el río ¿no es así?

-No fui tan descuidado, llevé a Nico conmigo.

Annabeth decidió no hacer más comentarios y dejar que él la cargara. No se veía nada por lo que la rubia se encargaba de iluminar con la linterna. A lo lejos, uno podía escuchar ruidos de movimiento, o gritos inhumanos, parecía una película de terror y en cualquier momento algo rápido aparecería frente a la cámara, el problema es que esto no era una película.

Esta parte tan por debajo de la tierra, no era igual que el resto del laboratorio, tenían techos más altos, y muchas puertas de vidrio, las cuales estaban rotas y llenas de sangre. Allí abajo había pasado algo importante.

El problema, es que parecía que estaban metidos en un laberinto de espejos, de esos que uno ve en los parques de atracciones. Eso les resultaba casi imposible de transitar. A cada paso, Percy pisaba pedazos de vidrios por lo que no era algo sigiloso, además de que al tener a Annabeth encima se le hacía más pesado y lento el ritmo.

Había un vidrio roto a su lado, y Annabeth, por alguna razón del destino, decidió enfocarlo, en él había un cartel en rojo que decía: "investigación clausurada: riesgo propio".

-Si esto es verdad... -comenzó a pensar Annabeth, susurrándole en el oído a su novio- aquí abajo hay algo tan peligroso que ni Gaia estaba dispuesta a sacarlo a la luz.

Un ruido extraño se escuchó delante y Percy frenó un momento.

-Annie, voy a tener que bajarte.

Ella asintió y el chico la dejó en el suelo, se pinchó un poco la mano pero nada que no se pudiese arreglar. Percy tomó a Contracorriente en sus manos y se acercó lentamente al sonido. Sus ojos ya se estaban acostumbrando a la oscuridad y podía ver que delante suyo, a unos diez metros, había un cuerpo humano. Estaba de espaldas y encorvado, mientras producía unos sonidos raros con su boca.

Percy alzó la espada cuando estuvo a un metro, dispuesto a cortarle la cabeza cuando pisó un envoltorio en el suelo.

La cosa se dio vuelta rápido, solo para mostrar que su boca no era normal; esta se abría en tres largas extremidades, todas con dientes propios y llenas de saliva putrefacta, gruñó de una manera más ronca que los zombies normales y se tiró a a atacar a Percy.

Juntos rodaron por el piso, sobre cristales que nunca pudieron perforar la dura piel del pelinegro, entonces, tomando el control, Percy logró clavar su espada justo en el centro de la horrible boca. 

Se dio vuelta a observar a Annabeth, quien apuntaba con la linterna, la imagen que recibió la chica la asustó; un Percy lleno de sangre, con ojos brillosos por la luz dirigida hacia él y con una mueca un tanto extraña que lo hacía semejarse a una persona demente.

Ambas respiraciones eran lo único que se escuchaba, como si ese horrible mundo subterráneo se hubiese detenido.

-Percy, por favor, vámonos.

El chico asintió y la ayudó a pararse, Annabeth estaba bien salvo porque no podía apoyar su tobillo, lo cual los arrasaría bastante.

-Hey, mira allá arriba. -señaló Percy- Alumbra hacia allá un momento.

La luz fue hacia un hueco en el techo, por el cual convenientemente sobresalía un fierro perfecto para que colgaran una soga. Los adolescentes no perdieron el tiempo y decidieron hacerlo.

-Debería ir primero, -dijo Percy- por si nos encontramos con algo peligroso arriba.

-Lo se, ve. -ella le dio un pequeño beso en su mejilla y comenzó a escalar.

Annabeth se apoyó contra una pared cercana a esperar, ella también se adaptaba a la oscuridad y decidió mirar alrededor: el lugar era una enorme sala en la cual dividieron cuadrículas con vidrios, supuso que para poder experimentar mejor, pero había algo que le llamaba la atención.

Ese era el piso más bajo, por lo tanto, las bases se habrían colocado por allí, y no eran muy fáciles de ocultar.

Percy ya había subido lo suficiente para asomarse y alumbrar con la linterna. Estaba dentro de otro cuarto donde guardaban medicamentos (o lo que supuso que serían medicamentos ya que no tenía ni un poco de conocimiento médico). Alrededor no se veía ningún zombie ni ninguna otra amenaza.

-Aquí no hay nada, listilla. -le aseguró él, volteando a mirarla pero Annabeth no estaba donde la había dejado, sino que comenzó a caminar hacia el centro del lugar- Oh, por el amor a Zeus, ¿que hace esta chica?

Percy debió volver a bajar y seguirla pero desde allí tenía una muy buena vista por sobre todas las pequeñas separaciones. Annabeth tenía los ojos puestos en una columna a varias vueltas de distancia, todo estaba bien... ¡oh mierda!

Había movimiento por la izquierda, Percy no podía saber que era pero se acercaba velozmente a su novia.

Sin más que mirar descendió rápidamente y corrió hasta alcanzarla y tomarla del brazo, le había hecho un poco mal ya que no midió su propia fuerza pero era lo último que importaba.

-¿Qué...

-Shhh, hay algo viniendo hacia aquí, vámonos.

Annabeth y él se escondieron detrás de un escritorio a unos metros y con los ojos fuertemente cerrados se pusieron a escuchar.

Eran varios pares de pasos, todos ligeros y sincronizados, además que mientras más se acercaban más evidente era su putrefacto olor.

Se acercaron, estaban muy cerca, justo detrás del escritorio. El olor no los dejaba respirar bien, Annabeth incluso estaba aguantándose una tos, y entonces sus pasos se detuvieron. Los dos chicos se miraron asustados... y los pasos comenzaron a alejarse. Una vez que estuvieron tan lejos que ni siquiera los escuchaban Percy habló:

-¿Que creíste que ibas a hacer? ¿No pensaste en lo que un paso en falso significa aquí? Dioses Annabeth, yo... -Pero toda queja fue callada por el dulce beso que le regaló su novia.

-Tienes que ayudarme, debemos poner los explosivos en las columnas, entonces el laboratorio se caerá definitivamente.

Percy evaluó en su mente el riesgo... ¡demasiado elevado! Pero al momento en el que iba a negarse y ofrecerle el trato de colocarlos un piso o dos más arriba el escritorio que los mantenía a cubierto voló por los aires dejando ver a la criatura que lo había hecho: tenía varias patas alargadas y claramente gen de arácnidos, su cara era alargada y con varios ojos mirándolos, esperando para devorarlos, además de pelos negros y dos colmillos en su boca. Estaba de cabeza, colgando de una red en el techo.

Entonces la criatura gritó y el descontrol llegó.

Muchas otras de esas cosas respondieron, les había sido imposible calcular cuantos gritos diferentes llegaban pero eran demasiados para combatirlos.

Annabeth sacó su arma y le disparó en la cabeza, falló dos pero acertó en el tercero, mandando a la araña gigante a un lado lejos de ella.

-¡Tenían que ser arañas! -Se quejó Annabeth- ¡no podrían haber jugado con ADN de mariposa!

Varias más se acercaban por la derecha y Percy tomó a Annabeth para ponerla en un lugar más seguro.

-Debemos irnos. -le medio gritó Percy, su cara demostraba miedo en su máxima expresión.

-Antes hay que poner los malditos explosivos.

-Vive hoy, explota a tus enemigos mañana, listilla. 

Varias arañas les cerraban el paso, y Annabeth se quedó un momento atónito; ¿Gaia habría planeado esto? Era imposible, no tenia forma de conocer su mayor miedo.

-¿Que haces parada? Sígueme.

Olvidándose por un momento de su tobillo, siguió a su novio (el cual no le dejaba otra opción ya que tiraba dolorosamente de su muñeca) por la oscuridad.

Percy ahora estaba rodeado y disparaba a diestra y siniestra pero por lo menos la soga estaba sobre sus cabezas, por lo que Annabeth, entendiendo el mensaje, comenzó a escalar. Al llegar arriba tomó uno de los muebles y comenzó a correrlo. Percy llegó unos segundos después y disparaba intentando que los horribles bichos continuaran siempre debajo.

Annabeth logró tirar uno de los muebles al hoyo en el suelo pero necesitaban más peso, Percy corrió al mueble de metal al otro lado de la sala y lo corrió hacia donde se necesitaba. Luego de tirarlo, supieron que sin importar cuánto esfuerzo le pusieran esas cosas en subir, no lograrían alcanzarlos.

Pero habían hecho mucho ruido y al salir al pasillo podían escucharse gruñidos. Incluso se escuchaban pasos en su dirección.

-Olvidemos la parte del sigilo. -dijo Annabeth, cargando su arma nuevamente.

-Buen plan, listilla. Creo que puedo seguirlo.

Piper y Jason continuaron caminando por ese desolado piso, junto a las escaleras de emergencia, donde siguiendo con el patrón del resto des edificio debería haber un mapa y el número del piso donde se encontraban, no había nada, como si ese piso no existiera.

Jason había abierto la puerta para seguir subiendo y olvidar tanto los experimentos sobre lo que habían leído como las puertas que necesitan una autorización para atravesarlas. En cambio, Piper se quedó pensando un momento.

-Pipes, nuestra pequeña investigación finaliza aquí, debemos colocar los explosivos en el piso siete.

Piper había comenzado a contar con los dedos.

-Si mis cálculos son correctos, este, en realidad, es el piso número siete, solo que no está señalizado.

-¿Y qué propones? ¿Que pongamos los explosivos y nos vayamos? No creo, tú lo que quieres es seguir investigando.

-Aquí era donde experimentaban con humanos, nuestros amigos deben estar aquí.

Jason se lo pensó un momento, pero viendo la decisión en los ojos de su novia supo que aunque dijese que no, ella lo convencería en un segundo.

-Bien, pero démonos prisa, y coloquemos los explosivos como medida principal.

Los dos volvieron a internarse en los pasillos, adentrándose en una sección de habitaciones. Todas se veían iguales; blancas, frías y monótonas. El lugar era imperturbable, ni un solo sonido más que las pisadas de los dos chicos y sus respiraciones se escuchaba en todo el pasillo.

Hasta que de repente una puerta se abrió.

Tanto Piper como Jason apuntaron sus armas hacia allí, iban a disparar hasta que vieron que no se trataba de un habitante del laboratorio (o por lo menos, por su aspecto, quedaba claro que no estaba allí por decisión propia). Estaba de espaldas cuando Jason le ordenó que se quedara quieta y con las manos en alto se voltee despacio.

El pasillo pareció detenerse en el tiempo, e incluso rebobinar, volver hacia esos horribles meses donde esos ojos miraban a Jason con lujuria. Piper contuvo el aliento, Jason soltó su arma la cual cayó el suelo cortando algo de tensión y Drew simplemente abrió algo sorprendido los ojos. Allí estaban, los tres reunidos en el fin del mundo de nuevo, aunque esta vez, las probabilidades le jugaban una mala pasada a Drew.

-Bueno, hola Jason. -le dijo la asiática al rubio, mirándolo a los ojos, esta vez, sin intensidad. No sólo su cuerpo estaba muy diferente a cómo la recordaba, sino que su espíritu parecía haberse consumido. Luego se giró a encarar a la otra chica- Piper.

Nadie dijo nada por unos buenos segundos hasta que Piper sacudió su cabeza y se tiró contra ella en un tacle digno de un jugador profesional de Fútbol Americano.

-Tú... -golpe en la nariz- eres... -golpe en la mejilla- una... -golpe en la ceja- hija de... -Drew intentó zafarse pero Piper apoyó su rodilla de manera más dolorosa en su costilla, y le dio otro golpe en la mejilla- puta. -satisfecha con su no muy elaborado discurso Piper la escupió y se levantó del suelo. Jason aún seguía en shock.

Drew se tomó su tiempo en el suelo, ni siquiera podía abrir los ojos y le salía mucha sangre de demasiados lugares diferentes. Cuando se recuperó un poco se sentó y miró a Piper, su novio seguía parado en modo planta.

-Mira... -cada palabra le costaba y para colmo, Piper la interrumpió con una patada en la panza, volviendo a mandarla al suelo.

-Mira a tu madre, no me importa que mierda quieras, solo esperaba que te hayas muerto en la maldita Legión. No quiero escucharte, ni volver a verte, te mereces una muerta lenta y dolorosa y es la única razón por la que no te he encajado una bala en medio de las cejas. Jason sufrió mucho debido a ti, maldita.

Drew rió, era todo lo que Piper había dicho y más, además los había entregado a Gaia, era una perra que solo pensaba en si misma, pero al menos, aún le quedaban algunas ideas. Y tenía un plan porque sin Piper McLean, Percy Jackson no hubiese ganado, Jason no hubiese vuelto y el campamento media sangre nunca hubiese interferido. Ella había sido la voz de la esperanza para los rebeldes, los que le habían sacado su vida de rosas. Además... Jason Grace la amaba, eso era razón suficiente para odiarla.

-¿De que te ríes, perra? -Piper, por desgracia, estaba segada por el odio.

-Eres tan absurda, tan inocente, creyendo que ustedes ganaran esta guerra. Quizás yo muera, pero Gaia tiene demasiados planes para salir victoriosa, no creas ni por un Segundo que tus amigos tienen una mínima oportunidad.

Jason seguía estático, sabía que su novia necesitaba que él la frenara pero él solo estaba parado inmóvil, sus extremidades no le respondían y tuvo que dejar salir las lágrimas que quemaban sus ojos. De nuevo, como en la Legión se sintió sucio.

Piper volvió a tirarse a atacar a Drew pero está con la fuerza que le quedaba se movió a un costado, Jason despertó de su estado de shock y con la respiración acelerada, sabiendo que estaba entrando en un ataque de pánico le pegó una muy débil patada a la asiática, quien con tanto miedo de morir prácticamente ni la sintió.

Piper volvió a la carga pero ya era tarde. Drew logró hacerse con la pistola que había tirado al suelo Jason. Disparó pero no llegó a dar a nadie. Se irguió, tomó a Piper por los pelos y Jason, que estaba a medio metro de distancia se congeló al instante. Otra vez estaba indefenso delante de ella.

-Quieto, Jason. Muy bien. Arrodillado. -el rubio con odio obedeció.

-Si le haces algo te mataré. Vete. Llévate el arma pero déjala, no tienes que hacer esto.

-Es verdad, no debo. -Piper no creía que luego de tantos golpes Drew aún tuviese tanta fuerza, aún así la tenía apresada con una llave de brazo por la garganta y sentía a un lado de su cabeza el cañón de la pistola. Miró a Jason, ambos con ojos llorosos. Culpables. Si no hubiesen actuado tan mal no estarían en esta situación. Pero era Drew; ella, la que les había causado tanto miedo y dolor por meses. Piper iba a decir algo, algún plan para salir de esta cuando: -Pero quiero.

Y Drew disparó su arma a la cabeza de Piper.

Will se encontraba en un aprieto: Gaia le pedía que pudiera hacer que Tártaro volviese a funcionar de nuevo y se adapte mejor incluso que Nico al virus. El problema es que no tenía idea de cómo.

Solo se le ocurría una solución, y esa era pasarle absolutamente toda la sangre de Nico al viejo, dejando morir a su amado. Cosa que no pasaría.

-¿y bien? ¿Que harás primero?

-Bueno, no quiero adelantarme, voy a hacer algunas pruebas con con algo de sangre de Nico y algunas cosas más. Voy a necesitar ara dentro de veinte minutos tres hombres mordidos por caminantes.

-Los tendrás. -le aseguró la doctora y salió de allí rápidamente.

Will no podía sentir nada, ya había pasado la etapa de la tristeza y ahora sólo aceptaba que moriría en ese laboratorio tan privado de luz solar que él tanto amaba. Pero entonces miraba a Nico; aún dormía y sus pestañas largas y negras se apoyaban suavemente en su piel olivácea, su sudor solo la hacía más brillosa y Will sonrió pensando en las veces que había podido besarlo estando así, tan sensualmente mojado. Pensaba en las veces que habían compartido cama y al despertarse temprano admiraba su belleza. Añoraba los días tranquilos que pasaban en el campamento luego de haber salido de la Legión. Deseaba desesperadamente volver el tiempo atrás, que los minutos no pasaran en esa tienda de acampar donde le había llevado el desayuno o en ese lago de noche donde se habían demostrado carnalmente su amor hacia el otro, deseaba no haberse despertado esa noche y poder haber pasado más tiempo con él sin que ese maldito depredador se lo llevase. Ojalá pudiera volver a ser ese Will, pero desgraciadamente, sería uno nuevo, uno que lo llevaría a la muerte.

Sacó de la mesa metálica a su lado una jeringa y extrajo bastante sangre, la depositó en tres frascos diferentes y con una probeta los mezcló con diferentes sustancias: la primera con agua del Río borrador de recuerdos que allí adentro habían bautizado Lete, la segunda con agua del Río Estigio y la última veneno. En su libreta, la cual presentaría a Gaia, tenía otro tipo de vacunas, más creíbles.

Miró el reloj en la pared, aún tenía varios minutos antes de que Gaia volviera, debía hacer que valieran para algo.

Volvió a extraer sangre de Nico y la mezcló con agua del Río Estigio, todas sus fichas estaban en esa, había estado estudiando la composición del río y si eso no era la cura contra la infección entonces el mundo estaba destinado a morir. Cuando la terminó se la guardó en su bolsillo, justo a tiempo ya que si hubiese tardado un segundo más, Gaia y los tres guardias que venían tras ella lo hubiesen visto.

-Aquí traje a tres guardias, todos mordidos hace más de diez horas.

-Perfecto. -nada estaba perfecto, todo estaba saliendo mal, Will moriría pronto pero al menos moriría luchando- Ahora, siéntense aquí que les inyectaré lo que quizás sea la cura.

Los tres hombres dejaron que el adolescente los inyectara, Gaia miraba atenta cada movimiento mientras leía sobre lo que Will había hecho.

-¿Tardará mucho en hacer efecto? -preguntó uno de los guardias.

-La lógica dice que solo unos minutos, pero no lo sé.

Nico no había despertado, por lo que aunque su plan fuese genial, no iba a irse, nunca lo abandonaría.

El primer guardia comenzó a quejarse del sueño, Will hizo como que iba a atajarlo cuando en un movimiento rápido le sacó el arma al segundo, le disparó en la panza, el tercero cayó el suelo sangrando por los ojos debido al veneno y Will apuntó a Gaia. La mujer estaba sorprendida pero tenía una sonrisa burlona estampada aún. La adrenalina en el cuerpo del rubio había subido.

-Rápido, Solace. Muy bien pensando. ¿Vas a dispararme?

-¿Entonces como me obedecerían tus guardias?

-Muy listo, quizás no eres lo que dije la primera vez que nos conocimos.

-¿Cliché? Ah no, si que lo era. Ahora, llama a algún guardia para que traigan aquí a Katie y Connor.

-¿cuál sería el motivo?

-Ellos se irán de aquí junto con... -Se acercó y le sacó su cuaderno de las manos, mientras le apuntaba escribió una última nota de "esta receta es la cura"- el antivirus.

-¿y qué hay de ti y tu novio? ¿Crees que te la haré fácil?

-Tú solo llama a Katie y Connor.

Con eso último, Gaia obedeció, gritando que traigan a los dos allí mismo rápidamente, y que nadie pasase qué no fuesen ellos. Una vez dentro, Will le pasó el arma a Connor y metió en el pantalón de Katie, quien aún estaba muy débil, la libreta.

-Será mejor que se vayan pronto.

-¿y tú, Will? -le preguntó Connor, con una cara de confusión extrema, ¿por qué no irse con ellos? Sería lo más lógico.

-Yo me aseguraré de que logren llegar lejos. Si yo no me quedo con Gaia, ella mandará guardias tras ustedes y Katie está muy mal.

-No... no tienes que... -Katie no podía sacar las palabras de su boca, era doloroso física y sentimentalmente.

-Pero debo, espero que encuentren la felicidad y ganen. Sobre todo: vuelen este maldito laboratorio por los aires. -Con un último abrazo entre los tres, Will se volteó a Gaia- Si ordenas que los dejen irse, prometo traer a la vida a tu esposo.

Al menos, ahora tienen nuevas esperanzas, pensó Will, algo más por lo que luchar; una cura que lograr. Y yo... tanto Nico como yo estuvimos condenados a esto, tanto él como supimos que todo nos traería aquí, desde que lo vi por primera vez en La Legión ambos supimos que donde muera uno lo haría el otro, pero no nos iríamos simplemente así. Yo lucharé, cada segundo que me quede en esta vida lucharé, sólo debo esperar el momento oportuno. Y si no resulta... moriremos juntos en una explosión que será igual de grande que los fuegos artificiales que él hace crecer en mi interior.

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