41. RIO ESTIGIA

El río Estigia en la mitología griega constituía el límite entre la tierra y el mundo de los muertos, el Hades, al que circundaba nueve veces.
La leyenda también cuenta que el Estigia volvía invulnerable cualquier parte del cuerpo que se sumergía en él.

El sol apenas estaba saliendo, llenando el bosque de un color celeste muy suave, parecía desearles suerte con un beso en la frente de lo extrañamente hermoso que estaba el día. A pesar de ser invierno la temperatura había subido hasta los diez grados, casi no había viento y el cielo estaba despejado.

Todos y cada uno de los chicos llevaba un arma, algún tipo de armadura (ya sea una verdadera chaqueta antibalas o un simple pedazo de metal atado con alambres) y por sobre todo una capa llena de tripas de caminante.

Con facilidad se metieron entre los muertos, internándose en el bosque espeso que rodeaba el laboratorio. Con un gesto de la mano de Annabeth los cuatro grupos se separaron en diferentes direcciones.

El primero estaba dirigido por Poseidón quien guiaba a la cabaña Apolo y los hombres de Grover junto con este último y su novia Enebro. Ellos serían los llamados por la líder "niños del bosque" ya que se montarían en árboles para cubrir desde lo alto a los combatientes.

El segundo grupo seguía a Reyna, en él se encontraban todos los pertenecientes a la cabaña Ares, Hades y Hermes. Solían ser los más fuertes y habilidosos combatientes por lo que atacarían por el frente.

Comandados por Jason estaba las cabañas Zeus, Afrodita, Demeter y Hefesto quienes iban por la izquierda para cubrir ese lado de posibles ataques.

Por último, el grupo conformado por la cabaña Atenea, Hecate, Dionisio e Iris. Estos seguían a Annabeth y Percy fielmente. Atacarían por la derecha.

Los "niños del bosque" silbaron en unísono aceptando que estaban todos en sus posiciones, y esperaron...

1...

2...

3...

Cada quien comenzó a atacar a cada depredador que no había encontrado su muerte en el campamento, habían pocos, pero aún así se encargaron de ellos. No estorbarían y dejarían en desventaja a Gaia.

Varios de la cabaña de Atenea lograron detener a una de dichas bestias. La cosa se retorcía intentando liberarse pero tantas personas sobre ella le hacía la tarea imposible.

Annabeth se acercó, con su arma en alto y una sonrisa ladina, de fondo, los zombies se volvían locos al escuchar una batalla y no encontrar quien era el ser vivo que la estaba produciendo.

La rubia se inclinó teatralmente para que se vea bien delante de la lente que suponía sería una cámara:

-Ya hicimos el primer movimiento, Gaia. La guerra empezó.


En la sala de controles, Gaia estaba completamente seria. Will estaba allí, no entendía el motivo por el que lo mantenían mirando ya que en realidad lo que veía le hacía subir sus esperanzas de que lo sacaran de allí.

Luego del mensaje de Annabeth, esta se inclinó y remató al último depredador, haciendo que la última cámara con el mundo exterior desapareciera.

-Comience el plan 0304 y abran las puertas. -mandó la mujer, de un movimiento grácil se giró a enfrentar al rubio- Espero que estés listo para encontrarte con Di Angelo, porque créeme, tus amigos no tienen ni una mínima oportunidad.

Ahora las cámaras mostraban los pasillos del laboratorio, en ellos se veían grupos de guardias portando grandes y mortales armas, depredadores dando vueltas por las salas más amplias y una en particular mostraba a Connor y Katie... de una forma poco tranquilizadora para Will.

-¡Basta por favor! -Katie ya había comenzado a rogar del dolor, no sólo estaba extrayendo más sangre de la que deberían sino que una cuchilla estaba adentrándose en su ojo izquierdo, intentando sacarlo de allí. - ¡NOOO! -con un último y horrible "plop" su hermoso ojo verde esmeralda la abandonó.

Katie seguía gritando hasta tal punto de que creía que se quedaría sin cuerdas vocales.

-¡¿POR QUÉ LO HACEN?! -gritaba Connor, él también se encontraba atado de pies y manos a una camilla. Este se movía tanto que parecía que se voltearía- ¡NO ME IGNOREN HIJOS DE PUTA! -las barbaridades salían de su boca, una tras otra como una catarata, apenas recordaba a la chica pero no podía dejarlos hacerle lo que quisieran. La castaña se había desmayado por fin.

-Hay partes del cuerpo del Doctor Tártaro que están podridas y la Doctora Gaia pidió que las extrajéramos de ustedes.

Connor estaba aún más confundido, ¿como se pudren las parte del cuerpo? No entendía mucho de medicina, pero no creía que el doctor Tártaro fuese un caso normal.

Katie se había desmayado, y la máquina a la cual estaba conectada hacia un pitido muy suave, esperaba demasiado tiempo para repetirlo, demostrando que su consciencia estaba no sólo dormida sino que también muy débil.

Los doctores comenzaron a cerrar su herida, el chico apartó la mirada ya que su estómago se encontraba revuelto, estos hombres se encargaban de limpiarla aunque de una manera muy brusca. Hasta parecía que lo hacían a propósito.

Connor se quedó callado intentando recuperar algo de su memoria, lo que sea, una pequeña parte. Quizás si se mantenía en silencio no lo notarían y lo dejarían en paz, necesitaba tiempo para buscar dentro de sí algún rastro de aquella chica. ¿Como era su nombre? Katie Gardener. Tenía ese recuerdo de ayudarlo a salir de la Legión, pero debía haber más. ¿Cuanto había pasado de eso? ¿Donde se encontraba?

El momento que temía llegó y uno de los médicos se volteó hacia él.

-Connor Stoll, dime, ¿cuál es tu más reciente recuerdo?

-Es una escena final, antes de dormirme, estaba en un vehículo junto con mi hermano, esa chica, una rubia, un chico llamado Percy, una chica llamada Annabeth y un par de personas más. Salíamos de La Legión, nos dirigíamos al campamento mestizo.

El hombre anotó algo corto en su libreta y volvió a examinarme.

-Luego le extraeremos más sangre, -decretó. Ya no le estaba hablando a él- miren lo pálido que está, si continuamos morirá y no nos serviría.

Dicho eso otro de los hombres se acercó a él y le sacó la aguja que se enterraba en su piel. Ahora entendía de donde salían esos pinchazos.

-¿Quienes son ustedes? -preguntó débilmente Connor, aunque claramente sus palabras fueron ignoradas.

Todos abandonaron la sala, dejando a Connor atado a la camilla igual que Katie, solo que la pobre ahora también estaba inconsciente.

Afuera, de nuevo bajo la hermosa luz solar de la mañana, los campistas estaban pasando desapercibidos entre los zombies, su idea era mezclarse entre los muertos, ser parte de esa unidad, lograr inculcarles un ritmo.

La clave era caminar con la mirada perdida, habían descubierto que el contacto visual les alertaba de la presencia de un no muerto. Debían moverse lentamente, sin detenerse a hablar o lo que sea.

Es por esto que el plan debió ser repasado tantas veces, ya que, sin poder hablarlo, si alguien no recordaba que hacer de seguro sería hombre muerto.

Nico logró diferenciar a Percy entre la multitud, y ambos, al chocar sus dos hermosos colores de ojos, recordaron la charla que compartieron la noche anterior.

La noche había estado más fresca de lo normal, por lo que medio campamento media sangre se encontraba dentro de sus cabañas, tapados con miles de mantas y camperas hasta las orejas, intentando conservar el calor. La otra mitad debía hacer guardia, nada podía interferir con lo que pasaría la noche siguiente.

Y dos chicos se encontraban entrenando bajo la luz de la luna.

El viento movía sus cabellos, a Percy que estaba de frente había donde venía este los quitaba de su cara pero había sus embestidas con la espada más lentas. Nico en cambio debía luchar contra Percy y contra su cabello alborotado. Se había hecho una cola de caballo en un intento desesperado de poder distinguir algo pero no le daba resultados.

El golpe del metal contra el metal era una de las únicas cosas que se escuchaba además de las hojas moviéndose constantemente.

Por fin, de un movimiento rápido, Percy logró quitarle de su espada a Nico, le apuntó al pecho y le sonrió con suficiencia.

-Buena esa, ¿quieres otra ronda? -Lo felicitó el más bajo, su respiración hacía que hablara entrecortado. Con la tela de su brazo se secó un poco el sudor de su frente.

-Ya es tarde, deberíamos limpiarnos e ir a dormir.

Nico, con un asentimiento de cabeza, lo acompañó a guardar las espadas y juntos caminaron hacia las duchas.

Como imaginaron, el lugar estaba desierto, esperaban que aún quedara algo de agua caliente.

Las duchas eran continuas por lo que comenzaron a hablar mientras se enjabonaban.

-¿sabes? -comenzó Percy- confío plenamente en Annabeth, pero aún así, estoy muy asustado. Mis manos tiemblan.

Nico soltó una risita.

-Ya lo creo, además, ustedes tienen una tarea muy complicada.

-Todos lo tenemos...

-Deja la modestia de lado, admite que te aterra fracasar ya que no sólo es la más difícil sino una de las más importantes. Si ustedes no llegan a tiempo a poner los explosivos nadie llegará a tiempo y nos quedaría una gran parte del laboratorio que aún podría usarse. Además cargan con los más peligrosos.

-Como dije, estoy aterrado. -decretó Percy, apoyando su brazo en la pared, dejando que el agua corriera por su espalda, intentando desesperadamente tranquilizarse- ¿y tu? ¿Nervioso?

-Ansioso, sé que sacaremos a Will de allí. Solo espero que este bien...

-Lo estará, es más fuerte de lo que parece.

Nico se quedó demasiado perdido en sus recuerdos de la brillante sonrisa y sus hermosos rizos para responderle al ojiverde.

-Nico...

-¿si?

-Puedo confiar en ti, ¿verdad?

-Claro, ¿qué pasa?

Ambos cerraron las duchas y comenzaron a secarse.

-No creo que pueda hacerlo. Tengo mucho miedo y sé que Annabeth es muy habilidosa pero ¿y si algo le pasa? Nunca me lo perdonaría.

-Yo... -Pero antes de que Di Angelo pudiese decir lo que sea, Percy volvió a interrumpirlo.

-No necesitad decir nada si no quieres, solo quería sacarlo de adentro. Oh dioses, debes creer que soy un fracaso.

-¿Por tener miedo? Nunca. Y a propósito, tengo una idea.

-¿Para deshacerte de mi miedo?

-Para hacerte invencible, vi que funcionó en Reyna, de hecho en su dedo.

Justo en ese instante ambos terminaron de ponerse su ropa interior y salieron, solo para mirarse por unos segundos.

-Estoy dentro, ahora dime, ¿cuál es tu plan?

De nuevo en el presente, Percy siguió a Nico por entre los  árboles. Lentamente pasando al lado de diferentes caminantes, uno más podrido que el otro. Hasta llegar a la orilla de un río. Parecía bastante normal pero ambos sabían que no lo era. Si mirabas de donde venía podías identificar el edificio.

-Es aquí, prepárate. -le señaló Nico.

Percy se quitó la capa con tripas, su armadura, su abrigo, los zapatos y el pantalón. Aunque el día estaba muy bonito su piel se puso de gallina por los vientos frescos.

Nico le alcanzó una soga y él se la pasó por su cadera.

-Prométeme que luego de cinco segundos me sacarás. No menos, no importa cuanto grite.

-Lo prometo.

Percy miró el río unos segundos y corrió hacia adentro.

Iba a comenzar a gritar, pero en un ataque de heroísmos se sumergió casi por completo. Como Di Angelo aseguró, luego de cinco segundos sacaba a un muy dolorido Percy.

El frío ya no era un problema ya que su cuerpo estaba en llamas. Las gotas le estaban quemando la piel, sentía como sus células cambiaban, ¿era eso posible? No lo creía, pero allí estaba la sensación. Sus ojos estaban seguramente rojos pero ni siquiera podía abrirlos. El único punto de su cuerpo que no dolía era una parte de su espalda que no había sumergido.

La cuerda una ver en contacto con el aire comenzó a deshacerse cosa que preocupó al chico que no se retorcía de dolor en la hierba.

Rápidamente, Nico tomó la toalla que había traído en su mochila y comenzó a secarlo. Hasta le sacó las prendas mojadas dejándolo sin vergüenza desnudo en el suelo.

Cuando se aseguró de haberlo secado, intentando mirarlo lo menos posible comenzó a vestirlo.

Percy volvía en si. No lo suficiente como para volver al bosque pero por lo menos no estaba muerto. Comenzó a toser intentando librar su organismo de diferentes sustancias. El agua parecía adecuarse a él, ayudándolo y protegiéndolo de cualquier mal venidero.

Nico estiró su brazo y con su mano acercándose de manera lenta tocó la piel del chico.

Las cicatrices pasadas se habían ido, al tacto parecía muchísimo más suave, como piel de bebé. Percy se removió cuando sintió la fría mano de Di Angelo contra él pero no había mucho para hacer ya que por ahora, cada movimiento que realizara le generaría un dolor inaguantable.

El estómago comenzó a contraerse y parecía como si un fuego se instalara en él. Por un momento, Percy pensó que moriría, que no había servido de nada. Estaba tan nervioso, no podía fallarle a Annabeth, era imposible que alguien la cuidara mejor de lo que él lo haría. Pero no, algo mucho mejor pasó: por su esófago sintió subir el vomito y por fin pudo sacarlo de su organismo.

Nico, con mucho cuidado de no tocarlo más de lo necesario lo ayudó a voltearse para que no se atragantara, poco a poco, el organismo del mayor se limpió completamente y por fin logró que las llamas se apagaran. El otro observó el extraño vómito; era sangre y algunas sustancias que no tenían nada que ver con comida.

-Percy, ¿sigue doliendo? -preguntó Nico al ver que el otro comenzaba a sentarse.

-Casi nada, se siente extraño solamente. -la voz que usó era mucho más ronca que la anterior, podía ser tanto por el río como el hecho de que sacó gran parte de si.

-¿Estás listo para la prueba?

Percy asintió y Nico sacó una daga negra, la empuñó fuertemente y la pasó sobre la piel de su brazo derecho. Aunque la intentó clavar repetidas veces ni una gota de sangre salió. Ambos se miraron, Nico sonreía ampliamente, Percy podía decir que el chico estaba orgulloso de sí mismo porque su plan había tenido éxito mientras que él hacía una mueca de molestia. Si, claro que estaba feliz, pero no podía dejar de sentirse ajeno en su propio cuerpo.

-¿Te duele si te toco? -le preguntó Nico, mientras pasaba su mano por el brazo bronceado.

-Para nada.

Entonces Nico se tiró a abrazarlo. Al principio, Percy se sorprendió, pero rápidamente le devolvió el abrazo.

-Vamos, Annabeth debe empezar con su plan dentro de poco y será mejor volver a mezclarnos.

El ojiverde se levantó con algo de ayuda del otro y comenzó a caminar. Había habido un enorme cambio en él, y no sólo en su piel que ahora era más impenetrable que cualquier armadura, sino en su forma de ver el mundo. Él ya no estaba en peligro, pronto, Gaia se daría cuanta de que él era el peligro. Nadie se volvería a meter con sus amigos nunca más.

Antes de internarse en el bosque, Nico lo hizo detenerse, levantó su remera por la parte de atrás y pasó suavemente la daga por allí, haciendo solo un pequeño pinchazo del cual salió solo un poco de sangre.

-¿Tengo un punto débil? -preguntó Percy.

-Así parece, de todas formas no creo que sea demasiado importante por ahora. Recuerda que tu espalda es cubierta por Annabeth.

Más confiado, volvió al campo de batalla.

Will estaba muy nervioso, luego de ver ese último video de Annabeth encargándose del último depredador que quedaba afuera y entender que estaban preparándose para defenderse de sus amigos lo habían escoltado hasta su habitación nuevamente, lo habían tenido allí por más o menos media hora y él dudaba que sea porque no tenían tareas para él, es más, estaba casi seguro de que era algo planeado; esperarían a que se volviera loco pensando en qué pasaba fuera.

El rubio escuchó por fin que alguien abría su puerta, era otro guardia que sin decir nada le hizo un gesto para que lo siguiera y Will supo que había perdido cualquier puesto que haya alcanzado, actualmente no responderían sus preguntas.

Caminaron por los pasillos, a su lado pasaban varios guardias armados con grandes y pesadas armas, una más potente que la otra. Su cara era neutral y fue cuando Will supo que estas personas no tenían corazón. Sabía que Gaia era una perra pero aún había conservado esperanzas de que algunos de ellos pudiesen unirse a su grupo... toda esperanza se había perdido, si habían elegido unirse al laboratorio entonces no había que tenerles compasión.

De nuevo, algo en el pecho de Solace se rompía, pero ya no dolía, como si viese los pedazos de su corazón hacerse trizas pero no escuchara el impacto con el que lo hacían, parecía actuar por inercia.

Quizás, comenzó a reflexionar, estar allí es lo que causaba la frialdad, es decir, te corrompían y humillaban de tantas maneras inimaginables que era imposible salir igual que como entraste.

¿Eres la misma persona que entra en el río y que sale del río? La respuesta era no, a cada segundo cambiamos, aprendemos, pasamos por diferentes experiencias. Pero, no solo cambiamos nosotros, el río también corre y no es el mismo río al que entramos. ¿Y si los filósofos veían mal esto? ¿Y si no éramos sólo la persona? ¿Y si éramos también el río?

Will se sentía como uno, en especial uno que quedaba cerca de la casa de verano de su padre, donde pasaba uno bastante peligroso y turbulento en el que aprendió a andar en Kayak. Quería llorar a mares, al mismo tiempo romper lo que lo transitara. Quería romperse él mismo para reconstruirse gracias a nuevas aguas que provinieran de algún deshielo.

Por fin llegó a la sala de operaciones y vio a Katie sin uno de sus ojos en la camilla, al otro lado de la ventana. Se fijó en el cuerpo al otro lado y sus ojos celestes se cruzaron con los de Connor. El chico estaba completamente sorprendido y podía notarse en su cara. En cambio Will permaneció inescrutable, con cara de póker, cosa que le sorprendió muchísimo al otro chico que estaba acostumbrado a su humor feliz y sus expresiones exageradas.

Will ahora no parecía él, era su sombra. En vez de ser el chico luminoso y divertido, era un dejo de lo que fue, más oscuro y calmado.

-¿Que necesitan de mi? -le preguntó a uno de los doctores que salía de allí.

-Vas a tener que hacer algunas transfusiones y operaciones.

-¿A quién exactamente?

No recibió una respuesta directa, el médico sólo se volteó, de nuevo guardando secretos y aclarando de esta forma que Will estaba muy abajo en la cadena alimenticia de allí, que no se emocionara con preguntas que no le gustarían las respuestas.

Supo que debería seguirlo por lo que sin mirar una última vez a Connor con una de sus típicas miradas de "todo saldrá bien" que este recordaba de La Legión comenzó a caminar por otra serie de pasillos.

Connor no podía respirar correctamente, ¿Que tan perdido estaría si ni siquiera Will podría mostrarse positivo?

Por un momento pensó que quizás ese no era Will, que estaba viendo cosas que no eran, pero sus ojos y su cabellos eran algo que no cualquiera tenía, esas pecas eran difíciles de copiar, su complexión de la que cualquiera tendría envidia también. No, Connor no estaba teniendo visiones, ese era Will.

Muchas preguntas se amontonaron en la cabeza del pobre, para las cuales, al igual que Will, sabía que no serían contestadas.

Espero que estén listos, porque la historia se está terminando y yo terminé el colegio, espero pronto poder hacer un maratón. Espero que comenten muchísimo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top