38. HEFESTO
Dios del fuego y la forja
Annabeth estaba muy confundida cuando la habitación se sacudió la primera vez.
La fiebre había empeorado demasiado, tanto que habían tenido que atarla y amordazarla a la cama. Con sus alucinaciones empeorando, había conseguido quién sabe como un objeto considerablemente filoso y había intentado matar a sus compañeras de cuarto, ella alegaba que eran Gaia aunque no la haya visto nunca.
Fue por eso que cuando la sala se sacudió, Annabeth Chase se encontraba atada.
-¿Que fue eso? -preguntó Thalia con voz rasposa y una fiebre que bien podría tenerla atada igual que Annabeth a la cama.
-Voy a investigar... -dijo Piper pero Thalia le ordenó que se quedara acostada. Si la morena se levantaba, lo más seguro es que siga perdiendo más sangre.
Clarisse había perdido la vista y los dolores de cabeza la mataban, Enebro no sentía sus músculos y Miranda aún no despertaba. Fue por eso que Lou, quien solo tenía vomitos y mareos debió levantarse lentamente de la cama y llegar hasta la puerta.
-¡Mamá! ¡Papá! -gritaba la rubia, ni siquiera estaba segura de por qué los llamaba, ¿es algo que se hace cuando tienes miedo no? Annabeth estaba tan confundida que no tenía idea de qué hacer, ni siquiera recordaba por qué la habían atado ni donde estaba.
La puerta se abrió de golpe, pegándole a Lou y tirándola inconsciente a un lado. Del otro lado aguardaba una criatura horrible; un depredador, con sus garras y sus ojos vacíos.
Thalia se irguió igual que Piper a un lado de las camas, aunque sabían que poco podrían hacer si la bestia decidía que no eran necesarias.
De pronto, la hoja de una espada cruzó el pecho del depredador, el bicho gigante se volteó una vez que el arma estuvo fuera de su sistema pero quien se que había salvado a las chicas ahora corría lejos de su habitación, llevándosela en el proceso.
Todas se miraron entre sí, completamente confundidas. Y entonces, la enfermería se sacudió nuevamente. Todas volvieron a gritar.
-¿Que hacemos? -preguntó Piper, la sangre ya comenzaba a salir por su nariz.
-Ustedes deben encontrar un refugio, yo puedo ayudarlos. -dijo Thalia, quien intentando dar un paso trastabilló y terminó en el suelo.
-Ni sueñes que iras, estás igual de mal que todas nosotras aquí.
La discusión terminó cuando pasos se escucharon corriendo por el pasillo y su salvador entró preocupado por la puerta, cerrándola detrás de sí.
Percy tenía una pinta horrible, tanto que Thalia se sorprendió (incluso conociéndolo) que haya podido ganarle a un depredador. Su pelo negro estaba lleno de sangre de caminante, igual que su cara, pero esta además estaba llena de moretones y pequeños cortes, su ojo derecho estaba muy inflamado, su ropa hecha trizas, alguien había cortado el pantalón de una de sus piernas para poder curarle una herida, la cual se veía bastante mal ya que la piel alrededor estaba algo diferente aunque Thalia no podía concentrarse tanto para saberlo.
Con los cuatro pasos que necesitó para llegar a Lou que estaba tirada en el suelo se dio cuenta de que estaba rengo.
-¿Que pasó contigo, Jackson?
-muchísimas cosas, y aunque no lo creas, hoy me siento mejor que nunca.
Percy se agachó para comprobar que la chica en el suelo estuviera bien, y con su ayuda, logró ponerse de pie.
-¿Puedes explicarnos que está pasando afuera? -preguntó Enebro a los gritos, la lengua era el único músculo que aún podía utilizar e iba a aprovecharla.
-Gaia mandó otra ola de monstruos, hay muchísimos depredadores, igual que los que habían en Nueva Roma y... algo distinto.
-¿Que hacemos? -Está vez era Clarisse.
-Deben venir conmigo, tenemos un plan de escape.
-¿plan de escape? -Percy estaba detestando todas las preguntas que tenía que contestar, solo quería poder besar a Annabeth en paz, aunque sabía que aunque se callaran no lo haría. No era un buen momento para contagiarse.
-Somos muy pocos para detener a tantos monstruos.
-¿Monstruos? -escucharon a Annabeth decir de fondo, por eso, todos se voltearon a verla- ¿Percy? -sus ojos grises se enfocaron en él y por un segundo el chico sintió que volvía a respirar, Annabeth se acordaba de él.
-Si, listilla, soy yo. -el se acercó a ella y tomó sus frías manos entre las suyas.
-¿Quien eres? -de nuevo, su mundo de esperanza amenazaba por romperse. Antes de que Percy lograra responder, ella continuó hablando- ¿el campamento está en llamas?
-Está siendo atacado, pero no. -respondía Percy, intentando ignorar el nudo en su garganta.
-Si el campamento está siendo atacado... -intentar razonar cada oración le dolía- pero aún no hay fuego... -Su mente brillante seguía amenazando con volver a funcionar, ya no sentía la necesidad de querer huir- y Percy aún no me abandonó...
-Nunca lo haría. -afirmó él, apretando el agarre de sus manos, las cuales aún no había soltado y no quería hacerlo por un buen rato si por él fuera.
-Todas fueron alucinaciones. -Los oídos de Annabeth zumbaban y hacer que los engranes de su cerebro se muevan de nuevo estaba costando mucho más de lo esperado, debía hacer un esfuerzo sobrehumano.
-¡es lo que tratábamos de decirte! -le gritó exhausta Thalia pero Piper la calló.
-Yo... yo estoy enferma... y... y la medicina no sirve en mí.
Una nueva sacudida de la enfermería.
-Lo siento Annie, pero no hay tiempo para esto. -le dijo Percy y la desató- vas a tener que dejar de pensar y venir conmigo.
La intensidad con la que lo dijo mirándola fijamente a los ojos le pareció completamente familiar a Annabeth, su voz era como acariciar terciopelo y ella se sintió todos estos días como si estuviese arrastrándose en papel de lija.
-Aun no sé quién eres, pero puedo ir contigo, aunque no puedo dejar de pensar, eso sí que no.
Percy tomó en brazos a Enebro, la única que no podría seguirlo con sus propios pies y Lou cargó con Miranda quien era muchísimo más liviana.
-Puedo vivir con eso, listilla.
Annabeth se irguió y corrió detrás suyo, tomó de la mano a Clarisse y la guió a través de los pasillos llenos de gente que huía igual que ellos. Al salir, un chico se llevó por delante a Thalia, al voltearse, notó que tenía los ojos inundados en sangre. Comenzó a gritar pero comenzó a atragantarse con la misma sustancia roja, intentaba escupirla pero era demasiada; luego de unos horribles momentos terminó muerto en el suelo, manchándolo todo. Fue por eso que a pesar de estar completamente mareada, la chica tomó a Piper en sus brazos y le gritó que se relajara, porque sabía que si seguía haciendo movimientos terminaría como aquel muchacho.
Annabeth y Percy iban delante del grupo, detrás de las chicas, muchos otros campistas comenzaban a seguirlos. Todos se sentían más seguros sabiendo que los lideres eran ellos.
-Voy a darte esta daga, -le dijo el chico mientras corrían- deberás protegerlas a todas.
-¿por qué querría protegerlas? Me ataron a la cama por días y ni siquiera las conozco.
Percy sabía que era el virus hablando pero se sorprendió de lo mucho que perjudicaba esta horrible enfermedad y se alegró de haber salido ileso de ella.
-Cuando las recuerdes te arrepentirás de no haberlas salvado.
Antes de que pueda completar la idea, otro depredador apareció por una puerta a unos metros de ellos.
-¿Cómo matamos eso? -preguntó la rubia.
-¡Todos hacia atrás! -Les ordenó el pelinegro- Tienes que clavarle la daba por dentro de la boca, hacia el cerebro.
-¡Tarea fácil! -respondió en un tono sarcástico Annabeth.
Los dos se tiraron a atacar a la bestia delante suyo. Annabeth pasó por entre sus largas patas y clavó su daga en la pierna del animal aunque no logró hacerle ningún daño, la coraza era muy fuerte. Percy mientras tanto debía ocuparse de sus garras delanteras.
La rubia se dio cuenta de que el chico mantenía toda su energía concentrada en él y recordó lo que le dijo que hacía falta para matarlo. Solo tenía una opción: subir a su espalda y clavarle su cuchillo.
Dio un par de pasos hacia atrás y corrió hacia la espalda de esa cosa, se impulsó con sus piel y se colgó de su cuello. La bestia soltó un gruñido y se movía intentando tirarla. A pesar de eso, Annabeth pudo subirse a sus hombros y clavar la daga dentro de su boca y atravesando el cerebro.
El depredador cayó de frente y ella parada como una campeona.
Sin perder un segundo siguieron corriendo, al abrir la puerta de salida se encontraron con un panorama horrible; cientos de depredadores y una cosa horrible, muy parecida a los depredadores pero letal de otra forma. Esta cosa volaba y de su boca salía un líquido verde que al caer sobre algo lo destruía completamente.
Leo estaba corriendo, en su cabeza pasaban mil cosas e imágenes al mismo tiempo: Calipso, aún no había podido siquiera verla, apenas llegaron se encontraron con este ataque y Frank le dijo que vaya a ver si podía poner en funcionamiento a su plan. Pensaba también en que pasaría si no podía despertar al dragón; destrozos, muchas más muertes, la guerra perdida, todos estarían muertos y los que no desearían estarlo antes de caer en las manos de Gaia. ¿Como es que los habían sorprendido con la guardia tan baja? Era otra gran pregunta del latino, siempre habían guardias, podías ver venir a esas criaturas kilómetros antes de que aparezcan, incluso tenían un plan de escape por si las veían venir.
Tenía miedo y adrenalina. Corría esquivando ramas y raíces, tenía un machete en la mano pero sabía que si algo aparecía delante suyo no podía hacer mucho. ¿Por qué tenía que dejar tan lejos a Festus?
Por fin lo visualizó, se sacó su mochila con lo que había juntado durante el viaje para arreglarlo y se puso manos a la obra.
Las piezas iban y venían, sus manos trabajaban a la velocidad de la Luz y evitaba pensar en los gritos que se oían de fondo; tanto de lamento como de miedo puro.
-Vamos, vamos, por favor... tienes que funcionar...
Cuando creyó que debía andar decidió probar encenderlo. Se paró unos pasos apartado, por si decidía atacarlo apenas lo veía pero nada pasó, el dragón ni siquiera prendió las luces de sus ojos.
-Esto debe ser una broma...
Volvió a apagarlo y posicionarse en el centro de control, arreglando nuevamente algunos cables y cambiándolos de lugar. Se quemó un par de veces los dedos pero el dolor era muy pequeño comparado con su desesperación.
Más y más gritos.
-Debes encenderte... por favor.
Cerró todo y volvió a darle energía, esta vez las luces de sus ojos comenzaron a encenderse y los motores parecieron entrar en calor.
-¡Si! -con ese grito de satisfacción algo hizo corto circuito y de un momento a otro todo se apagó nuevamente. - No, no, no, no.
Varios circuitos estaban quemados y que el motor estaba algo averiado en ciertos lugares. Luego de arreglarlo y cerciorarse de que todo estaba de maravilla volvió a encenderlo.
Nico estaba peleando junto a Reyna, le daba la sensación de ser imparable; enemigo que se cruzaba con ellos, enemigo que terminaba su corta vida delante suyo. Ambos peleaban muy bien y hacían un buen equipo.
-¡detrás tuyo!
Y clavó su espada, luego sacó su arma y le metió un tiro en su boca, mandándolo a suelo.
Aún así, ganando cada batalla, sabía que estaban perdiendo la guerra por una amplia mayoría. Solo era cuestión de tiempo para que las balas se acaben.
Él sabía que los pocos sanos sólo funcionaban como una distracción para que los enfermos logren ser subidos a las camionetas y todos se vayan lo más lejos posible y ver qué hacer. No podía pensar en perder mucha más gente, sino...
No quería pensar en qué pasaría si Gaia ganaba, ya que si lo hacía él se entregaría con moño y todo a ella. Nunca permitiría que le haga más daño a Will.
Vio por el rabillo de su ojo el característicamente esponjoso pelo de su hermana menor y se prendió una llama de esperanza: al menos uno de sus seres amados tendría un final feliz.
Porque Nico se aseguraría de ello. Si no lograban ganar esta batalla, se aseguraría que ambos se vayan en el primer auto que saliera lejos del campamento, si ganaban (de alguna loca manera) e iban a la guerra haría que Hazel se quede lejos del campo de batalla y protegería a Frank como sea. De esta forma, sea cual sea su final, su hermana tendría una vida feliz a la larga. Hazel Levesque era la mejor chica que conocía y a la que más amaba, se merecía un hermoso final.
Reyna también merecía tranquilidad, era la mar fuerte y poderosa persona sobre la tierra según su manera de ver el mundo, y era por esto que sabía que lograría conseguir su propio final feliz. A su manera y con sus términos.
Deseaba estar allí cuando eso pase; cuando al fin todos sus amigos sean felices.
Muchos gritos resonaban en el campamento y nadie podría hacer nada para evitarlo. Nico sabía que faltaban tan solo cinco minutos más para que Reyna mandara a todos que retrocedan a los vehículos.
Sabía que el maldito campamento media sangre estaba condenado al mismo destino que el romano.
Delante suyo y de Reyna aterrizó una figura muy horrible; tenía cuerpo de depredador pero con unas alas de murciélago que le daban un aire de demonio, sus ojos negros te hacían saber que no era más un humano pero sus rasgos gritaban "es familia".
Nico casi dejó caer su katana de la sorpresa y la tristeza. Su cara era como la recordaba; piel color marrón claro, algunas pecas, rulos, forma redonda. A pesar de la figura que le impusieron a lo que anteriormente fue su cuerpo, reconocería donde sea al gracioso chico. Esa cosa era Cecil.
-¡NOOO! -en vez de embestirlo optó por correr de allí. A donde sea.
Reyna se había quedado helada y cuando planeaba atacarlo por su cuenta, la criatura salió corriendo a perseguir a Di Angelo.
Nico se movía peligrosamente por el campo de batalla, ni siquiera se molestaba por esquivar las garras.
Era obvio que no fue una coincidencia que lo hayan mandado y que dejaran su cara tan limpia y fácil de reconocer. Gaia había mandado a ese horrible bicho que anteriormente había sido uno de sus mejores amigos con la intención de perjudicarlo, de matarlo por dentro.
Y para mandar un mensaje: Will no está a salvo.
Uno de los depredadores, en un movimiento para atacar a un campista, lo lastimó en el brazo sin querer y lo mandó al suelo. Sus ojos estaban humedecidos en lágrimas de odio y frustración.
Lo que antes fue Cecil se paró un segundo delante suyo, como burlándose de él, y estiró una de sus garras, con el fin de agarrarlo y llevarlo con ellos.
Casi podía escuchar a Gaia riendo, sabiendo que le había hecho el jaque mate, jactándose de que no le quedaba otra opción más que irse con ella, encadenado, a su muerte.
Cuando de repente una llama gigante de fuego atravesó el campo de batalla detrás suyo, quemando las alas de esa horrible cosa delante suyo.
Los dos miraron hacia donde provenía el fuego, solo para que unas enormes y robóticas garras tomaran a la criatura en sus brazos y la lanzaran al aire, subiera su hocico y lanzara una violenta ráfaga de fuego.
Al igual que la primera criatura que apareció en el campamento siguiendo a Annabeth, Piper, Clarisse, Kayla y Austin por el bosque, esta también era débil ante el fuego. Por lo que con un enorme estallido que hizo que lloviera ácido que quemaba la piel, se desintegrara.
Sobre el dragón estaba Leo, quien lo manejaba por un control remoto que había creado él mismo y había vinculado con la bestia de metal. Todos los depredadores dejaron lo que estaban haciendo y comenzaron a correr para atacar al dragón. Eran muchos y Leo ya no sabía cómo defenderse. El dragón no servía si solo huía de estas bestias sanguinarias.
Reyna salió de su shock y comenzó a gritar órdenes.
-¡Encierren a los depredadores! ¡Manténganlos a la izquierda!
Todos los campistas que quedaban obedecieron.
-¡Nico! -Percy había llegado a su lado rengueando.
-¡Percy! -No tenía más que decir, era tonto preguntarle como estaba considerando que tenía una herida enorme en su pierna.
-Los vehículos están listos, podríamos irnos ahora mientras se entretienen con el dragón.
De pronto, varios campistas venían desde el lado en el que estaban los autos listos para irse, traían más armas y ganas de ganar.
-No creo que sea necesario, -Por primera vez en la tarde, tuvo una gran esperanza surgiendo de su pecho- no creo que perdamos esta batalla.
Percy sonrió y vio a Annabeth gritar igual que Reyna órdenes por lo que tomaron sus armas y se unieron a las chicas.
Los depredadores comenzaron a dispersarse, algunos era obvio que corrían hacia el bosque.
-¡Que no se escapen! -gritó Annabeth y todos comenzaron a correr tras ellos, lanzando cuchillos y cerrando el paso, facilitando la tarea a Leo para que los quemara a todos y cada uno.
Mientras tanto, en las camionetas, la situación no se veía esperanzadora. Muchos habían muerto por los esfuerzos desmedidos. Aún no habían llegado los nuevos medicamentos a ellos, ni siquiera sabían que habían, por lo qué no podían hacer nada para impedir que sus corazones se detengan.
Muchos lloraban del dolor, otros no podían gritar y se estaban quedando sin aire.
Todos los que podrían ayudar se habían ido a combatir a los depredadores y defender el campamento por lo que solamente les quedaban sus propias manos.
Era una situación desesperante; saber que estás en un lugar muriendo, lleno de gente que está igual que tú o peor y que solo te quedan tus dos manos pero que poco pueden hacer ya que apenas puedes sentirlas.
Otros estaban bien pero no podían moverse, y escuchaban a varios gritando por favor que los ayuden y a pesar de querer hacerlo, solo podían mirarlos empeorar rápidamente.
Grover escuchaba a Enebro gritar a unos metros suyo, se estaba ahogando ya que alguien se había caído sobre ella y la estaba matando. El hombre comenzó a deslizarse pero ya no sentía sus manos, le quedaban pocos minutos a Enebro.
No sentía casi nada y su cabeza dolía, además de que sus ojos amenazaban con cerrarse, perder la consciencia.
-¡Ayuda! -pedía su chica.
"Estoy yendo" pensaba él, quería que alguien la ayude pero sabía que sería inútil desear cosas que nunca pasarían.
Se seguía arrastrando, avanzaba muy poco.
Entonces sintió sus piernas, y se paró, por fin llegó a ella y pudo mover al chico de encima suyo. La chica quería llorar pero ni siquiera podía hacerlo.
Grover tenía una migraña de muerte pero ahora que podía moverse no pararía. Se acercó a otro chico y comenzó a sanarlo con lo que tenía, a otro le devolvió su hombro al lugar que va. Ayudó a voltearse a uno que iba a atragantarse con su propio vómito.
Su cabeza dolía mucho, sus ojos se cerraron y cayó como una bolsa de papas al suelo.
Por fin, luego de varios horribles pero esperanzadores minutos quedaban solo dos depredadores con vida. Ninguno se había podido escapar, los habían detenido formando una cadena humana, parecía que Gaia se había resignado a siquiera salvar algún depredador y había decidido que se quedaran allí solo para intentar matar a todo lo que sea posible antes de que los matasen a ellos.
Los tres corrieron en diferentes direcciones y se tiraron el suelo, todos se quedaron confundidos por un segundo hasta que las tres explosiones se produjeron.
Cuerpos de los más cercanos volaron por los aires, salpicando sangre en la ropa de todos. Varios otros se quemaron, a otros les caían cuerpos del cielo.
-¡Annabeth cuidado! -Percy vio que la explosión podría afectarle a la chica y se tiró sobre ella. Sintió mucho calor en su espalda pero no le importaban las quemaduras que pudiera provocarle su acción o las cicatrices que le quedarían. Él tan solo quería garantizar la seguridad de la chica.
La batalla había terminado.
La imagen final de esta que tuvieron todos los campistas que se voltearon a ver el dragón fue la de Calipso llegando a Leo quien se estaba bajando de la criatura preocupado y ser tirado al suelo de un abrazo y un beso muy pasional por la chica.
Uno de los enfermos llegó como pudo al campo de batalla y le comentó al primero con el que se cruzó que las cosas en las camionetas no estaban para nada bien para luego colapsar en la tierra.
[...]
Ya era de noche y ahora, podíamos contar con los dedos de una sola mano los que no estaban heridos o enfermos.
En realidad, no habían. Todos estaban bastante mal pero estaban también felices porque sabían que Gaia debía estar arrancándose el cabello del odio por haber perdido.
Sally y Poseidón estaban mucho mejor, ya podían pararse y sus síntomas habían casi desaparecido. A la mujer ya no le venían las nauseas constantes y el hombre podía sentir sus músculos nuevamente. Por lo que cuando la puerta de su cabaña sonó, ellos fueron los que abrieron fácilmente la puerta.
Del otro lado vieron una cabellera rubia que extrañaban hace varios días.
-Hola, me llamo Annabeth, ¿aquí vive Percy Jackson?
Los dos se miraron sorprendidos; entonces supieron que su hijo no había exagerado siquiera un poco, Annabeth realmente no recordaba nada.
-Soy Sally, -la voz de la mujer tembló- si, él está en su habitación.
-¿Puedo pasar a verlo?
-Siempre... -Se le escapó en un suspiro.
-Gracias.
Con esto, Annabeth entró a la residencia, bastante sorprendida por lo azul que era dentro y el sentimiento de hogar que el lugar le provocaba.
Tocando la puerta primero y recibiendo una afirmación de que podía pasar, se adentró en la recámara.
Percy estaba acostado en la cama, alguien ya se había encargado de la herida en su pierna y las quemaduras del primer grado en su espalda. Su cara estaba igual de mal que como la vio cuando había abierto la puerta más temprano en el ataque.
Lo único diferente fue su sonrisa, la cual se agrandó al verla.
-Hola, que sorpresa que pasaras a verme. -le dijo en un tono neutro, pero Annabeth no era tonta, podía notar que se esforzaba para que el entusiasmo no se notara en su voz.
-Yo... estoy muy confundida. -dijo, cerrando la puerta detrás de si y apoyándose en ella para mirarlo.
-¿Puedes contarme que es lo que te confunde?
-No tengo recuerdos, mientras estuve en esa habitación blanca tenía visiones en las cuales veía al campamento en llamas y a mí misma gritándote, llamándote con todas mis fuerzas pero tú te ibas y me dejabas sola. No tengo idea de por qué ya que no apareces de otra forma en mi memoria pero... sé que eres alguien importante, no soy tonta, no hubiese temido tanto a que te vayas si mi subconsciente no te conociera desde antes. Además, mírate, estás así de lastimado por salvarme, primero para intentar traer remedios y luego me cubriste de esa explosión.
-Nunca te abandonaría y no es mentira.
-Lo se, -dijo de una manera suave- de alguna forma eso es un hecho en mi cerebro.
-¿me creerías si te dijera que somos pareja?- Annabeth no pudo evitar sonrojarse y reír nerviosamente, Percy Jackson era un chico claramente hermoso incluso debajo de tantos golpes y heridas. - ¿Que? -Percy se unió a su risa nerviosa, ya que tenía miedo de la respuesta a su siguiente pregunta- ¿no crees que te diga la verdad?
-Es que... -el corazón de Percy se estrujaba por cada segundo que la rubia movía sus manos nerviosamente buscando las palabras adecuadas- No parece probable. ¿Como es que me quieres o crees que soy suficiente?
-¿disculpa, que?
-Eso que oíste. Tu eres fuerte, un líder, todos te siguen, te apoyan y te quieren. Hay muchas chicas hermosas en este campamento, ¿por qué escogerme a mí?
-Annabeth Chase, tú eres la única chica que quiero y voy a querer siempre. A veces creo lo contrario, creo que yo no soy suficiente para la co-lider del campamento media sangre.
-¿Yo?
-Espero que tu memoria vuelva pronto para que sepas lo genial que eres, y espero que encuentres un espejo pronto, para que veas lo hermosa que eres también.
Annabeth se removió incómoda.
-Gracias... por todo pero, aún no te recuerdo. ¿Podrías dejar esto para después?
-Si, lo siento.
-Está bien. -un silencio incómodo- ¿Puedo hacerte una pregunta?
-Claro.
-Es sólo que... esta cama parece tan familiar, y el aroma qué hay en la habitación y... y tu. Tu me eres muy familiar Percy Jackson. -sus mejillas enrojecieron- ¿Puedo simplemente quedarme a tu lado? Parece el único lado en el que quiero estar.
-Es lo que más feliz me haría.
~~~•~~~•~~~•
No quería dejarles un mal sabor de boca así que les regalo un momento Percabeth lleno de ternura. Los quiero muchísimo y estoy feliz porque fue mi cumpleaños y la pasé de la mejor manera con las personas que más quiero (obviamente de mi vida cotidiana porque daría demasiado por haberlos podido invitar también). Quiero darles un mensaje ya que el capítulo fue más que nada de acción: no se crucen de brazos nunca. Se que la vida puede verse dura y solitaria a veces, se qué hay momentos en donde uno simplemente no aguanta más y cree que nada podrá parar el dolor que sentimos. Y no, el secreto no está en que una pareja caiga del cielo (o caer del cielo hacia una pareja en el caso de Leo), la felicidad vive en uno aunque no exclusivamente en uno. Puedes encontrar la felicidad en un amigo, en un conocido, en un desconocido, en una actividad o deporte, en ir al psicólogo, en hablarlo, en sacar todo, en gritar. El mensaje es que a veces uno tiene que dar el primer paso y sacar todo lo que tiene adentro de cualquier manera que no sea dañina. La felicidad está en los pequeños momentos, así que por favor si alguien te hace feliz recuerda decírselo seguido, y no con la idea de que quizás sea la última vez que se lo digas o con que con eso vas a iluminar su vida, sino para decirlo y sacarlo de ti. Por favor, vivan que la vida es hermosa muchas veces, y una mierda en otras, es por eso que no vale la pena pensar todo tanto. Simplemente vivan.
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