31. POMPEYA


Pompeya fue una ciudad de la Antigua Roma enterrada por la violenta erupción del Vesubio el 24 de agosto del año 79 d. C. y sus habitantes fallecieron debido al flujo piroclástico. En sus proximidades se levanta la moderna y actual ciudad de Pompeya.

Percy:

Al salir de la tienda supe que todo ya estaba perdido.

No es como si solo fueran un par de depredadores, ni siquiera todos los monstruos con los que habíamos peleado hace menos de un mes atrás. Sino que era una horda de depredadores, ni un solo zombie, nada se acercaba a ellos, como si hasta los muertos supieran que era mejor mantenerse lejos de esos dientes de tiburón y esas garras afiladísimas.

Como siempre mi primera reacción fue desenfundar a Contracorriente y blandirla frente a mí, defendiéndome. Jason aún se veía cansado y las arrugas en sus ojos y su frente denotaban lo harto que estaba de esto, Nico por su parte se notaba furioso, uno podía sentir las vibras que desprendía su cuerpo intentando contenerse para atacar sabiamente.

Reyna era otra historia, tenía su escopeta apuntando a todo lo que se moviera y era seguida por sus perros de caza, una imagen bastante aterradora. Su arma tenía un gran retroceso y pegaba en su hombro pero no parecía molestarle en absoluto.

Alrededor nuestro, las tiendas se incendiaban, las personas gritaban, las armas se disparaban en todas direcciones y las bestias envestían.

-¡Reyna! -un chico apareció desde detrás de la tienda, estaba despeinado y se veía bastante cansado.

-Aaron, informe.

-Esas bestias nos atacan, conté al menos cincuenta, no creo que logramos salir de esta.

Con una última mirada dura dirigida hacia nosotros, Reyna tomó del brazo al chico y desapareció entre las tiendas y los tender.

Mis dos amigos y yo nos miramos, ¿qué debíamos hacer? Nico era lo más importante a salvar y proteger a toda costa pero los campistas de Júpiter eran necesarios para la guerra que se avecinaba. No era correcto dejarlos.

-Seguiremos las órdenes de Reyna, combatiremos por ellos y como última opción tomaremos una camioneta y no iremos derecho al campamento. ¿Oyeron? -les dije firmemente sobre el ruido.

Ambos asintieron.

Con armas en alto corrimos intentando ayudar a todo aquel que sea posible.

El lugar se caía a pedazos pero los campistas no se rendían, eran como guerreros espartanos enfrentándose a los persas. Aún aunque no haya la más mínima chance de ganar ellos continuaban esforzándose, dejaban todas sus fuerzas en defender su hogar.

Pisé una muñeca de trapos y la tristeza me inundó, allí debían haber niños. De nuevo me encontré con una tristeza abrazadora; nadie merecía vivir así. Era mi deber ayudarlos.

Un depredador se presentó frente a nosotros y los tres lo envestimos, Jason y Nico con sus pistolas y yo con Contracorriente. Intentamos aplicar la misma táctica que habíamos hecho hace unas pocas horas atrás pero era imposible. Parecía que aprendían de los errores de sus iguales y evolucionaban a cada momento.

En menos de media hora de lucha el fuego había comenzado a consumir Nueva Roma, y no solo la parte del campamento, sino todos los alrededores. Pocas personas salían des bosque completamente aterrorizados con lo que veían, contando como vieron morir a casi todos los de su poblado.

De nuevo esa sensación de sentirse inútil volvió.

Nunca podría salvarlos a todos, a veces hay batallas en las que estamos destinados a perder.

Mis fuerzas se acababan muy rápido. Nico me gritaba que ataque en ciertos lugares o saltara un ataque, el problema es que ningún plan funcionaba. Ni siquiera el ejército que se había formado en U lograba detener a los monstruos de penetrar en la comunidad.

Mientras esquivé a una de las garras de un depredador logré ver a una  niña, debía tener siete años o menos porque solo contaba con una daga pequeñita en sus manos. En sus ojos podía ver el miedo.

Escapé de la bestia que intentaba matarme perdiéndome entre las cabañas y logré dar con la niña.

Su melena rubia estaba desordenada y sus ojos claros me eran completamente familiares.

-Rápido, debes seguirme, si te quedas aquí morirás.

No era algo bueno decirle a una niña tan pequeña que podría morir pronto pero era la verdad y no es bueno ocultarles las cosas a los niños. Eso nunca termina bien. Era livianita así que la saqué de donde estaba alzándola en mis brazos y corrí con ella hacia algún lugar más seguro.

La dejé dentro de una de las camionetas más cercanas a la salida.

-Si alguien se sube y te dice que irá al campamento media sangre quédate con él, te encontraré allí. Soy Percy.

-Ximena.

Su vocesita me llenó de calor el pecho y mi motivación volvió.

-Tranquila, saldremos de aquí, lo prometo.

Cerré la puerta y me encaminé de nuevo a la lucha. Pegaba estocadas mucho más convencido de lo que hacía, con ganas de acabar por fin con toda esta mierda y comenzar a vivir tranquilamente.

El olor a humo se metía por mis fosas nasales y no me permitía respirar bien, tosía muchísimo e intentaba ver entre tanto desastre.

Vi a Jason vencer a otro depredador pero pronto cinco iban contra él y aunque intenté ayudarlo ya había corrido lejos de mi alcance. De nuevo Nico volvía a estar a mi lado, me salvó de una garra que me atacaba por la espalda y le sonreí.

Su cara estaba llena de moretones y a su lado iba uno de los perros guardianes de Reyna lo que me hizo preguntarme que mierdas había pasado.

De todas formas me devolvió una sonrisa torcida y seguimos intentando defendernos.

La muerte estaba por todos lados y yo me sentía inservible. No podía evitar que cosas terribles pasaran a mi alrededor.

Pronto, los pocos que quedábamos nos reunimos inevitablemente en el centro de la ciudad, armas en alto intentando sobrevivir.

Reyna era una fuerza de ataque potente y me pregunté que habrá sido de ella en su vida pasada pero una simple chica de diecisiete años no suele ser tan buena luchadora y tener a dos perros entrenados a su lado para defenderla.

Ella se mantenía cerca de Nico y trabajaban como uno solo.

-¡Esto es demasiado, no podemos con esto, debemos irnos de aquí! -gritó Jason.

-¡Claro! ¡Es tan fácil para ti decirlo! ¡no es tu campamento el que está en peligro!

-¡Pero si no nos vamos todos moriremos y esto no servirá de nada!

La batalla ya no tenía sentido. Alrededor nuestro habían cinco depredadores para cada uno de nosotros y en las lejanías se amontonaban más y más.

Recordé a la pequeña Ximena que debía estar asustada en la camioneta esperando a que todo pasara.

-¡Esto no tiene sentido! -grité por sobre el ruido llamando la atención de la líder.

-¿Qué...

-¡Nos iremos al campamento media sangre ya mismo! Nadie más morirá aquí...

Luego de unos cinco minutos de duda e intensa batalla, cuando creí que Reyna se había reído internamente de mi intento de liderazgo se volteó a mí y asintió.

-Guíanos a tu campamento, tú dirige, yo protegeré a Di Angelo de cualquier peligro.

Sonreí dándome cuenta de que había tenido éxito y con un silbido llamé la atención de los presentes, intenté hacer una cuenta sobre cuantos éramos pero la adrenalina y mi dislexia me lo impidieron por lo que simplemente anuncié un rápido "síganme" para correr hacia los vehículos.

Me subí junto con Jason y otros dos chicos que desconocía su existencia a la camioneta donde estaba Ximena y arranqué esperando a que todos me copiaran.

Los depredadores no se quedaban atrás y volteaban las 4x4 esperando matar a los que iban dentro.

Vi por el rabillo del ojo a Reyna maniobrar lejos y ser la primera en meterse en el follaje. Respiré por un segundo extra; Nico estaría a salvo.

-Jason voy a necesitar que tomes el volante.

Mi amigo rubio dudó un segundo pero pasó por encima mío y ahora yo estaba de copiloto con la niña rubia abrazada a mí.

-¡Al campamento!

Sin esperar a casi nadie nos metimos en la espesura ay oscuridad del bosque, el camino solo alumbrado por los faroles de las camionetas los cuales te mareaban por el movimiento que sufría esta. El camino no era nada divertido. Los dos chicos de atrás disparaban evitando que los depredadores se acerquen demasiado.

La camioneta de atrás fue alcanzada por los depredadores y en un incendio provocado por la gasolina se estrelló contra un gran tronco. La de adelante era bastante perseguida igual que nosotros.

-¡Cuidado! -gritó la niña en mis brazos quien miraba por la ventana a un lado.

Solo llegamos a voltear la cabeza cuando otro vehículo se estrellaba contra nosotros mandándonos hacia la derecha en un mal movimiento.

Las bestias soltaron un gruñido de felicidad.

Jason peleaba contra el manubrio, intentaba estabilizarnos nuevamente pero podía sentir como la rueda trasera se levantaba cada tanto, como si le hubieran clavado algo como una lanza o algo así. Ibamos bastante rápido y aun así me parecía que éramos una tortuga.

La adrenalina no me dejaba pensar y quería salir corriendo, sentía que sería más rápido que cualquier vehículo, sentía que podría usar el entorno a mi favor, que era una especie de héroe, un semidios o algo por el estilo.

La camioneta solo me estorbaba y estuve a punto de abrir la puerta, tirarme y enfrentarme con mis propias manos contra los depredadores.

Entonces todo gritamos.

Y la camioneta salió volando.

Claro que no literalmente. Los de adelante habían tenido problemas con los monstruos y habían chocado... con nosotros, por irse de reversa.

Pensé que estaba muerto, las ramas filosas se metían por la ventana pero ninguna parecía alcanzarme.

Mi visión estaba borrosa pero podía distinguir a Jason intentando salir de donde estaba, los chicos de atrás estaban de igual manera salvo que a uno se le había clavado algo en su pierna y estaba sangrando y quejándose muchísimo. Ximena se había desmayado y la abracé contra mí cuerpo.

-Hay que salir rápido antes de que vengan más.

Mandó Jason y todos rompimos los vidrios.

-Solo somos cuatro, si nos atacan estamos fritos. -le dije mientras salía de la camioneta con la niña en mis brazos, ahora ni siquiera podría usar la espada.

-Corramos.

Y fue lo único que Jason debía decir. Todos lo obedecimos, incluso las demás campistas que no habían logrado salir con 4x4 se sumaron a nosotros.

Me caí un par de veces, siempre amortiguando los golpes con mi propio cuerpo que de por sí ya dolía bastante para que Ximena no sufra más. Que esté desmayada no significa que deba hacerle peor.

Mientras corría debía centrar mi mente en otra cosa que no sea mi bajo nivel de energía ya que si lo hacía lo más seguro es que me desmayaría.

Si bien era esto lo que quería, correr por mis propios medios, no me sentía cómodo en mi cuerpo. Como si tuviera el motor de un Ferrari dentro de un Falcon. No había manera de correr más rápido de lo que ya lo hacía pero aún así quería hacerlo. Debía hacerlo.

Entonces centré mi mente en lo que me esperaría cuando lograra llegar al campamento: Annabeth, comida, una cama, descanso, mis amigos, ¿buenas noticias? eso esperaba. Esperaba que nadie haya muerto en la expedición de Annabeth. Que regresara con buenas noticias.

Ximena y Annabeth se parecían mucho físicamente, podía imaginarme a mi novia así: con ojos grandes y pelo despeinado, con brazos finos y chiquitos. Podía imaginarme la cara de mi novia cuando le mostrara a la niña y una vez que recupere la consciencia podríamos cuidarla como hacíamos con Oliver. Quizás incluso sean amigos.

Debía llegar a casa.

Pero siempre el destino tiene preparado para mí, algo diferente a lo que yo quería.

Delante nuestro había una congregación de depredadores con las garras levantadas y los dientes listos para despedazarnos. Estaban a tan solo 100 metros.

Abracé a Ximena contra mi cuerpo y me preparé para el final.

Es decir, había escapado al menos cien personas antes que nosotros en las camionetas delanteras, Nico y Reyna seguro llegarían mañana al campamento con ellos y Annabeth se enteraría de las malas noticias. Piper y ella se abrazarían y se consolarían la una a la otra hasta el día que mi líder favorita tanto espera.

Atacarían los laboratorios Gaia y rescatarían a Will de allí.

Nico y él vivirían felices. Todos los demás lo harían.

Una lágrima se escapó por mi ojo y me abracé más fuerte a la niña, tanto que algo me pinchó un poco el pecho pero realmente no le hice caso.

Estaban a tan solo cincuenta metros, gruñían con firmeza, sabiendo que tenían la batalla ganada...

Y entonces una camioneta pasó sobre varios de ellos y se estrelló contra un árbol. Del volante salió una coleta rubia demasiado clara para que sea Annabeth. Enfoqué mi visión mejor y Miranda Gardner hizo contacto visual conmigo.

Mis ojos se abrieron en sorpresa y me encontré rodeado de zombies, todos aun bastante lejos para notar nuestra presencia. Los depredadores que quedaban en pie ni siquiera se fijaban en ellos... grave error.

Escuché un disparo detrás mío y a mis pies caía un caminante.

Una rápida figura irreconocible entre los sesos y sangre de caminante me rodeó en el suelo con su propia capa mugrienta como si fuera un escudo anti todo lo malo del mundo y me olvidé de como era sentirse triste.

Me alegraba profundamente de haber vivido, me alegraba de no haber bajado los brazos en la lucha. Al menos podría verla a ella.

Annabeth me abrazaba y aunque estábamos sobre un caminante y todo a nuestro alrededor olía horrible yo era completamente feliz.

Tomé sus cachetes en mis manos y la besé. Respondió al instante y comenzó a soltar lágrimas que se mezclaban en nuestros labios.

Afuera, supuse que todos hacían lo mismo, por los huecos de la capa que nos cubría podía ver a los caminantes correr.

-Tienes que mancharte con sangre de caminante, Perce. - susurró abriendo el estómago hediondo del caminante que había matado hacía un minuto.

-¿están todas bien? -pregunté mientras dejaba que me ensuciara con sus manos.

-Algo así, son muy rápidos estos, pronto estaremos al descubierto de los depredadores de nuevo. Hay que movernos.

Asentí y nos levantamos del suelo.

Comenzamos a correr detrás de los caminantes y los depredadores estaban completamente confundidos.

-¿Que pasó? -me preguntó la rubia.

-Largo de explicar, ¿por qué se desviaron?

-Largo de explicar.

En sus ojos veía un reflejo de los míos y noté que estábamos igualmente cansados y lastimados.

(...)

Por fin había salido todo bien: dejamos a los caminantes en la zona que se debía, perdimos a lo depredadores y estábamos caminando  tranquilamente por la oscuridad del bosque.

Los ruidos de los búhos no me molestaban, y estaba seguro de que no importaba que esté completamente oscuro. Si Annabeth estaba a mi lado abrazada a mí y tenía a Ximena a salvo en mis brazos todo estaría bien.

-¿Quien es la niña? -me preguntó Annie.

-Se llama Ximena, la salvé en el Campamento Júpiter. Se parece mucho a ti.

-¿Ah sí? ¿en que sentido?

-Físicamente. -respondí simplemente a lo que se vio algo decepcionada.- ¿están todas bien?

-Tanya y Halima murieron. -su respuesta fue cortante como un cuchillo.

Seguimos caminando en silencio por un buen rato, sonaban nuestros pasos cansados por el suelo y cada tanto se escuchaba un murmullo pequeño. Más que nada de parte de las chicas.

Supuse que Jason había tranquilizado a Hazel explicando que su hermano escapó antes que todos porque no se escuchaba por ningún lado su voz.

Los primeros rayos del sol iluminaron nuestros pasos y comenzaba a distinguir mi alrededor mucho mejor.

Annabeth estaba deshecha; ojeras del tamaño de elefantes, mil moretones por cada parte de piel descubierta, muchos cortes, algunos bastante profundos, su ropa estaba sucia, mojada y hecha jirones, su pelo apenas rubio, parecía un nido de ratas, lleno de mugre,sangre seca y hojas. Además de eso estaba tiritando incluso aunque le había dado mi campera varias horas atrás.

Frenó su caminata y mandó que nos sentemos a descansar un momento.

Podía sentir la manera en la que estaban nuestros ánimos: ni siquiera parecíamos vivos.

Supongo que la mayoría se sentía como yo, que no sabía que tenía de especial para haber sobrevivido durante tanto rato.

La culpa nos separaba y nos distanciaba creando pequeñas islas en las que nos aislabamos de los demás.

En las mía estaba con Annabeth sentados contra la enorme raíz de un roble. -

-¿es normal que esté tanto tiempo desmayada? -pregunté, mi novia sacudió su cabeza, como si volviera a la realidad y apartara sus pensamientos por los que preguntaría cuando estemos seguros.

-¿que los pasó para que terminara así?

-Chocamos.

Sin más, Annabeth corrió el pedazo de tela con la que la cubría y la depositó en el suelo para inspeccionarla.

Su suspiro ahogado me hizo saber que algo no andaba bien por lo que me acerqué.

-Lo... lo siento muchísimo, Percy. Ella... ella está...

No debió decir más nada para que yo me dé cuenta de lo que pasaba: en el choque una de las filosas ramas se había incrustado en su pecho. Yo habría muerto si no la hubiera tenido en mis brazos, Jason habría muerto de no haberle cambiado el puesto.

Las lágrimas caían por mi cara y comencé a pegarle al suelo y implorar aire.

Mi garganta se cerraba y la voz de Annabeth sonaba lejos, como proveniente de un sueño.

-Todo estará bien, Percy...

Entonces todo se volvió negro y perdí la consciencia.

Fue una sensación diferente a todas las demás veces que me desmayé. Esta vez tenía la sensación de que si cerraba los ojos nunca volvería a abrirlos y aunque el pánico se acrecentaba yo me perdía en la negrura de mi mente.

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