29. HECATE
Diosa de las encrucijadas
El día se sentía como el humor de Nico: tormentoso y frío, un panorama desesperanzador para el trío de jóvenes que se internaban en el bosque siguiendo las indicaciones de Thalía sobre a donde dirigirse.
Era el segundo día de viaje, en el que supuestamente llegarían al Campamento Júpiter, Reyna ya les había dicho que para que no les pasara como al grupo de cazadoras, quienes fueron emboscadas, debían desviarse del camino que ellas habían tomado medio kilómetro hacia la izquierda y de allí seguir el camino señalizado.
Mientras caminaban por dicho sendero, marcado por las huellas de las camionetas que suponían que entraban y salían constantemente, Percy notó que Nico estaba llorando. Codeó a Jason, quien estaba muy ocupado marcando cosas en el mapa que hacían en una libreta y señaló con la cabeza en la dirección del chico.
-¿Nico? -dijo el rubio llamando la atención del nombrado, este se secó rápidamente las lágrimas y los observó con mirada dura.
-¿Qué?
Nadie dijo nada, a pesar de tener buenas intenciones ninguno de los dos se esperaba enfrentar a un lloroso Di Angelo.
-Lo encon... -pero Jason fue interrumpido.
-Cállate.
-Nico...
-No, ambos cállense, no prometan cosas que no pueden cumplir, intentaremos todo lo que sea posible pero no prometan que todo saldrá bien, porque está muy por fuera de sus manos el resultado de esto.
Los tres chicos volvían a caminar en silencio bajo la llovizna y azotados por el viento, los árboles no ayudaban en nada contra las horribles condiciones climáticas.
-Lo siento... -susurró amargamente Nico- es solo que... siento que es todo mi culpa. Que se llevaran a Will y pusieran el ojo en el campamento.
Percy le sonrió con tristeza y pasó su brazo por los hombros delgados del otro chico, Jason por su parte apoyó su mano en la parte del hombro que quedaba.
-No es culpa de nadie, pero juntos superaremos esto, siempre lo hacemos.
-Aunque creas que está todo perdido... no lo está, incluso aunque creas que no puedes luchar contra lo que el destino te manda... uno debe levantarse. -Percy se sintió completamente feliz de lo bien que habían salido las palabras de su boca.
Los tres suspiraron al unísono.
-¿Cuanto queda? -preguntó Nico para romper el silencio.
-Algo así como... -la libreta de Jason cayó al barro y él se agachó para agarrarla.
Justo en el mismo segundo que una bala pasaba por donde estaba su cabeza. Los tres se dieron vuelta abruptamente, no creían lo que veían. Allí, detrás suyo, a unos cien metros o quizás menos había un hombre de unos cuarenta y algo de años, sostenía un rifle de caza en alto y detrás de él cinco criaturas extrañas.
Eran exactamente lo que Thalía había dicho: figuras humanoides con grandes garras.
-Mierda... -Percy levantó la pistola que le había dado Annabeth, Nico lo imitó con la suya y Jason comenzó a disparar con su KRISS Vector, nunca iba a admitirlo en voz alta pero estaba ansioso de estrenarla.
El hombre se refugió detrás de las bestias las cuales no parecían tener debilidad por las balas de Percy y Nico, quizás si un poco por las de Jason pero aun así se veían muy lejos de poder salir victoriosos de esa batalla.
Percy se sentía desnudo sin Annabeth, su listilla crearía un plan de ataque en menos de lo que otra bala salía del arma de sus amigos y ganarían, ahora, se veía en necesidad de usar su cerebro para salir de allí con vida.
-¡entrégate Di Angelo, y nadie sale herido!
-¡No! -respondió el rubio.
Cuatro de las cinco bestias se acercaron a ellos, una todavía cubría al hombre. Percy decidió guardar la inofensiva pistola de nuevo en su cinturón y sacó a la fiel Contracorriente.
Al cerrar los ojos solo un segundo vio a Hipólito y sintió que la lluvia se convertía en densa sangre, de nuevo se veía ante la necesidad de matar para sobrevivir. Él estaba cansado, quería despertar y contar con que todo eso solo sería un tonto sueño. Pero sabía que era imposible, la amenaza era tan real como la espada que sostenía.
Con un audible grito de guerra, corrió hasta encontrarse cara a cara con uno de los depredadores y los envistió con su espada, hábilmente esquivaba las garras que iban y venían con ganas de rebanarle su cabeza.
Jason por su lado seguía disparando, al igual que Nico quien decidió acercarse para que las balas tengan un mayor efecto. El rubio sintió de repente un enorme dolor en su hombro, al mirarlo notó que una de las balas del hombre a unos metros había impactado allí.
-¡Grace! -intentó en vano llamar la atención el pelinegro menor, pero ya era tarde, sin poder detenerlo, las garras alcanzaron al chico y lo tumbaron en el suelo inconsciente y sangrando.
La primer garra había cortado desde su cachete hasta el lado contrario de su frente, la peor fue la que se incrustó en su torso como un enorme machete rompiendo quien sabe qué órganos y huesos bastante importantes, y la tercera había rajado toda su camisa.
Nico rodó en una vuelta carnero esquivando otra de las envestidas de los depredadores y tomó el arma que su amigo había tirado. Sin un punto fijo comenzó a disparar, más que nada al pecho y a la cabeza de las fieras quienes comenzaban a soltar algunos lamentos.
Percy estaba (en la medida de lo posible) ganando terreno contra la bestia delante suyo, el problema era su piel, parecía no tener debilidad, no importa la fuerza con la que clavara su espada en ella, no cedía ni se rompía. Por su textura era obvio que no era normal por lo que supuso que debieron haberse bañado en el río que Thalía definió como Estigio, creador de pieles inmortales.
-Piensa Perseo, piensa... -susurraba para sí mismo mientras saltaba hacia atrás esquivando otro ataque- ¿Como se derrota a un oponente invencible?
Nico estaba batallando contra lo imposible, tres de esas cosas lo rodeaban, y encima estaba feliz de eso, por lo menos así se mantenía fuera del alcance del fusil del hombre. Continuaba disparando con ansias de que un milagro pasara.
-No debiste dejar el campamento, Nico Di Angelo. -decía el hombre- Solo nos pusiste más fácil la tarea de cazarte.
-Hasta que no esté en alguna jaula dentro de las instalaciones Tártaro entonces no cantes victoria.
Tomó un cuchillo, lo puso en su boca, corrió de frente contra una de las bestias, esquivó sus garras, se impulsó saltando sobre su brazo, aterrizó en su hombro, clavó el cuchillo en su cabeza aunque no logró nada más que romper el cuchillo porque su piel era impenetrable, aterrizó del otro lado dándole un poco de ventaja y disparó al hombre. Esto lo tomó completamente por sorpresa y logró pegarle en la pierna y el torso.
Con un aullido de dolor, el hombre cayó al suelo pero aun quedaban los depredadores y estos no eran oponentes tan fáciles de derrotar.
Al voltearse notó que uno de los depredadores había tomado a Jason y lo ponía dentro de las jaulas que llevaban en su espalda, aun inconsciente.
El ojiverde se estaba cansando, ya no acertaba tantos golpes y uno de los ataques del monstruo había cortado parte de su espalda. Aun así se mantenía de pie.
-¡Nico! -gritó para llamar su atención, el chico le contestó sin mirarlo.
-¡¿Qué?!
-¡Corre!
Y no hubo más que decir, ambos abandonaron todo tipo de batalla, de todos modos no había manera de que sobrevivieran por más tiempo.
Percy ni siquiera respiraba, y todo parecía volverse en cámara lenta a su alrededor. La llovizna se había convertido en lluvia y el pelo se pegaba a su frente.
-Así que esta es nuestra última noche juntos. -Le había dicho Annabeth mientras caminaban de la mano por la orilla del lago.
-No es la última de las últimas, es solo hasta luego.
La chica frenó y él la imitó. Ella puso sus manos en cada una de sus mejillas y lo besó dulcemente, al separarse su cara demostraba verdadera preocupación.
-Tengo miedo, Percy.
-Es normal que tengas miedo, listilla. Es un apocalipsis y nos estamos yendo en misiones separadas completamente peligrosas para rescatar a nuestros amigos de un laboratorio que planea hacer experimentos con nosotros.
-Tengo miedo de que algún día sea la última vez que nos veamos.
Ambos suspiraron y Percy tomó la iniciativa de besarla esta vez. Igual de dulce que la vez anterior pero prolongado, sus labios nunca dejaban de bailar sobre el contrario, moviéndose a un ritmo que solo ellos dos entendían y nunca compartirían con nadie. Llenos de amor y deseo, pasión y esperanza.
El atardecer había caído hace mucho, pero se rehusaban a irse a dormir y enfrentar un nuevo problema al día siguiente.
Percy pasó sus manos por la espalda de Annabeth, incluso aunque tuviera varias prendas puestas podía sentir el calor que emanaba de su cuerpo. Sentía las manos de Annabeth enredarse en su corto cabello y sonreía entre el beso, feliz de estar allí con ella.
Todo valía la pena si se trataba de volver a los brazos de Annabeth Chase.
-Te amo. -declararon los dos al unísono y volvieron a juntar sus labios ya enrojecidos.
Una loca idea había cruzado la cabeza de Percy en ese momento, tan loca y desesperada que decidió llevarla a cabo. Tomó a Annabeth en brazos a lo que la chica soltó una risilla.
-¿Qué haces, sesos de alga?
-Ni idea.
Corrió pasando las cabañas lo más rápido posible y entró en la deshabitada casa grande, desde que Dionisio no estaba, esta se quedaba sola exceptuando a Quirón quien tenía su habitación en el sótano.
Corrió escaleras arriba hasta dar con la primer puerta abierta y entró allí. Depositó a Annabeth en el suelo y la dejó de espaldas a la puerta, volviendo a besarla. La chica estaba completamente entusiasmada y había comprendido para donde apuntaba la alocada cabeza de su novio.
-Percy... -llamó ella pero él no tenía ganas de detenerse, dejó sus labios y comenzó a besar su cuello- Percy en serio, ¿tienes protección?
No iba a mentir, por su mente pasaron un par de bromas estúpidas y memes que había visto en internet.
-No... Mierda.
-Tranquilo, quédate aquí.
Annabeth salió rápidamente y sin dejarlo protestar por la puerta y escuchó sus pasos bajando la escalera.
Ahora que ella no estaba mirando podía desplegar su sonrisa de gato risón. Iba a hacerlo, con Annbeth. Se volteó a ver en que habitación se había metido y descubrió que allí habían un par de cajas que suponía debían tener comida enlatada, un par de libros pero nada cómodo en lo cual recostarse.
-Mierda...
Salió al pasillo y entró en la siguiente puerta, detrás de ella habían aun más cajas. Bufó y se asomó en la siguiente, genial, una sala vacía. En frente había otra puerta pero era un simple baño. Descartada.
En la siguiente... ¡Bingo! una cama y parecía que nadie la había usado hacía bastante tiempo.
Escuchó a Annabeth subir la escalera en silencio y la atrajo hacia él. Guiándola hacia la puerta correcta. De nuevo estaban como habían empezado: Annebeth con su espalda contra la puerta y él besándola apasionadamente.
Ella comenzó a subir su remera hasta que logró quitársela y comenzó a pasar sus manos por su torso logrando arrancarle un pequeño gemido a su novio.
En un movimiento abrupto, la rubia cambió de posiciones y ahora el que estaba acorralado contra la pared era Percy.
-Que intrépida, listilla. De todas formas no me sorprende viniendo de ti.
-¿Ah, no?
-Nop. -dijo volviendo a besarla. Ella se apartó.
-¿Y esto?
-Annie...
Dijo algo confundido cuando comenzó a bajar los besos hasta su cuello, pero no se quedó allí, de repente la rubia estaba de rodillas delante suyo. Al verla así, la molestia en sus pantalones dejó de ser una simple molestia para convertirse en un enorme dolor que necesitaba atender.
Una vez que sus pantalones y boxers no lo cubrían soltó un gemido más alto que los demás, ni quiera quería mirar hacia abajo, temía que si lo hacía terminaría de solo ver sus profundos ojos grises. Tan solo pensar en el calor con que lo abrazaba y la manera dulce en la que lo consentía lo hacía arquear la espalda y creerse en el cielo.
Tomó en sus manos su sedoso cabello ondulado y la obligó a ir más rápido, no podía aguantar más esa suave tortura que le aplicaba con su boca.
De un momento a otro y gimiendo el nombre de su novia se corrió.
Ella estaba completamente a gusto con su trabajo y lo observó un momento allí. Percy podía darse cuenta de que debía lucir ridículo: boca semiabierta, ojos cerrados, desnudo y tratando con todas sus fuerzas de no caerse del placer.
Al no sentir que Annabeth se volviera a aproximar a lo que quedaba de él decidió abrir los ojos.
Justo a tiempo.
La rubia estaba quitándose de espaldas a él y con todo el tiempo del mundo su pullover y su camisa.
La luz de la luna que se colaba por la sucia ventana le daba un aspecto mágico que no podía apreciar por intentar recordar cada pequeña parte de su piel blanca.
Ella ahora estaba desabrochando su corpiño y lo tiró a un lado. Incluso con la poca luz Percy podía apreciar dos cosas.
La primera: Annabeth era perfecta y no tenía ni idea del por qué lo había elegido a él. Solo esperaba que nunca se arrepintiera.
Y la segunda cosa: estaba colorada. Evitaba mirarlo a los ojos, primero posó su mirada en la puerta detrás de él, luego en el techo, pasó al piso y por fin lo miró a los ojos. Gris y verde chocando en la reducida habitación.
En su mano pudo distinguir el envoltorio de papel metálico.
Se subió sus pantalones y su ropa interior en un intento de no caminar hacia ella como un pingüino con una erección y posó ambas manos en la caderas de la chica. Volvió a comenzar otra sesión de besos y ahora ambos pechos se rosaban haciendo que se les ponga la piel de gallina a ambos.
Retrocedieron un par de pasos hacia la cama y se tumbaron allí, sacándose las pocas prendas que los separaban. Desesperados por el roce del cuerpo contrario.
La temperatura subía en la habitación, igual que los gemidos y los ruidos provenientes del colchón cediendo ante lo que pasaba arriba suyo.
Por segunda vez en la noche Percy sintió el calor inundándolo, aunque preguntó a Annabeth si le dolía ella respondía que no y que necesitaba que siguiera. Percy se sintió el más afortunado del mundo ya que necesitaba lo mismo. Aceleró su salida, su entrada se volvía más fuerte y profunda arrancando a Annabeth gemidos más fuertes y constantes.
La piel de la rubia era suave y firme, y deseó poder vivir eternamente para poder ver su cara de placer de nuevo.
Juntó sus frentes y sus alientos se mezclaban pero no importaba.
Percy sentía que estaba al límite pero decidió pensar en cualquier otra cosa: unicornios, Jason en bikini, un zombie en monopatines, cualquier cosa que evite que acabara ya mismo y pudiera darle a su pareja el cielo como ella le había hecho sentir.
Masajeó sus pechos y se llevó uno a la boca, incluso comenzó a dejar un par de marcas alrededor. Aun así quería darle más, lo que sea con tal de que acabara antes que él.
Llevó una de sus manos hasta el punto donde se juntaban y dio con sus dedos inexpertos en el punto más sensible de su pareja arrancándole no un simple gemido sino un grito. Las uñas de Annabeth ahora se clavaban en su espalda y decidió seguir dándole atención a ese punto en particular.
-Percy...
Suspiró ella para acabar arqueando su espalda contra el colchón.
Volvio su atención al camino, aún lo perseguían los estupidos depredadores. Nico iba a su lado, estaba completamente sorprendido por la velocidad del flacucho muchacho.
Si su vida dependía de correr, entonces correría. Según sus cálculos faltaba menos de un kilómetro para llegar a Nueva Roma.
Desde adelante se escucharon unos motores y vieron como una camioneta se acercaba a toda velocidad hacia ellos, sin ninguna intención de frenar.
-¡Cuidado! -Percy saltó a un lado llevándose a Nico consigo, quien no había prestado atención al vehículo dado que estaba mirando hacia atrás para disparar.
Aterrizaron fuerte contra la tierra y como el ojiverde había protegido al otro chico con su propio cuerpo antes de caer, le dolía mucho todo su brazo y el costado de su torso.
Sin perder un segundo los dos se levantaron y vieron como la camioneta atropellaba a dos de los depredadores logrando que un sonido metálico, como el de una lata al estrujarse, saliera de sus cuerpos justo cuando se partieron a la mitad.
A pesar de las rejas que cubrían las ventanas del vehículo 4x4 pudo distinguir a dos chicos al volante. Ninguno era Reyna pero aún así les habían salvado la vida.
Aún habían tres en pie, uno tenía en su espalda a un inconsciente Jason y los otros dos envistieron contra la camioneta intentando romperla. Los chicos aceleraron y fueron de frente contra los monstruos.
No pudieron ver el impacto ya que el que quedaba de acercaba peligrosamente a ellos. Tomó el tronco de un árbol algo joven que estaba a un lado del camino y usó su tronco para lanzarlo contra ellos.
-¡Percy, a la derecha! -el nombrado no recordaba en ese momento cuál lado era la derecha pero esperó que sus reflejos sirvieran de algo.
Por suerte, acertó. El árbol pasó solo haciendo que el viento lo despeinara un poco.
Nico había esquivado el árbol y se acercaba al depredador con ansias de acabar con él. Como las balas de habían agotado tiró a un lado el arma y sacó el sable que lo acompaña desde antes de La Legión para intentar defenderse. Debía admitir que aunque estaba algo oxidado con esa arma el odio que circulaba por su sistema lo hacía moverse acertadamente, como si fuese una especie de máquina de matar.
Aunque a Percy le dolía cada músculo se irguió y fue junto a su amigo. Mientras Nico atacaba por el frente, él intentaba treparse por su espalda para llegar a Jason.
Mientras tanto, de fondo, podían escuchar a la camioneta intentando acabar con los otros dos aunque por la variedad de sonidos y gritos no podían saber quién iba ganando.
Una vez sobre el depredador, Percy se sintió como en un toro mecánico, no podía mantenerse por si mismo ni un momento y las garras intentaban rebanar su cabeza (como de costumbre).
Aún así, Nico acaparaba toda la atención de la bestia, tirando dobleces como si su vida dependiera de eso (por lo menos, la cabeza de Percy si lo hacía).
Luego de varios golpes con Contracorriente logró cortar las correas que mantenían la jaula en la espalda de la bestia de tres metros y Jason cayó rodando al suelo junto con su jaula cilíndrica.
El chico bajó de los hombros del depredador y se posicionó junto con su compañero.
-Esto no funciona. -exclamó el mayor esquivando sus garras.
-No tiene debilidades, o por lo menos, no en la piel.
-No en la piel... no en la piel. -Percy invocó a Annabeth con su mente, ¿que haría ella en esta situación?
Si su piel no puede verse afectada entonces debe tener otro punto débil, y si no es por fuera...
-¡Nico!
-¿Que?
-Necesito que mantengas sus garras ocupadas.
-¡¿Que?!
-Solo hazlo.
De un doblez extraño, una de sus garras se clavó en la tierra. Percy no perdió un segundo y saltó en ellas y volvió a su lugar inicial: sobre la criatura. Ahora, por lo menos tenía un plan.
Se sentó en sus hombros y enredó sus piernas en su cuello, Nico cumplía con su parte, sus garras no intentaban matarlo por ahora. Pero le quedaba poco tiempo.
Estiró sus brazos hasta que Contracorriente estuvo frente a su cara y se la metió por la boca hacía arriba, intentando dar con su cerebro.
Parece que su plan funcionó ya que sus garras cayeron, se tumbó de rodillas y con el movimiento para sacar su espada de su cráneo, el depredador terminó derrotado y sin vida.
Aún no podían festejar. La camioneta estaba en llamas y aún quedaba un maldito en pie. Uno de los chicos estaba inmóvil (aparentemente muerto) en el suelo y el otro intentaba huir de la garras.
Nico tomó más municiones del cinturón de Jason y los puso en su arma, se acercó, repitió el plan de Percy de herirlo por la boca y el depredador estaba acabado.
El chico se acercó corriendo a su amigo tendido en el piso y trató de despertarlo pero no hubo caso. Una línea de sangre corrían por su cien lo que marcaba que efectivamente encontró su fin.
-¡¿Quienes son ustedes?! ¡¿Que... que eran esas cosas?!
(...)
El pueblo estaba en silencio, Jason ya estaba despierto, los tres chicos estaban hablando con Reyna en su cabaña. Ya le habían explicado el plan de Annabeth y todo lo qué pasó con los depredadores de camino aquí.
-Entiendo perfectamente su punto, el Campamento Jupiter acepta su petición. Cualquier cosa por deshacernos de los laboratorios Gaia.
-Entonces ¿todo listo?
-Es necesario que me reúna con Annabeth, quizás pronto vaya para el Campamento Media Sangre.
-¿Crees que es buen momento para dejar a tu gente aquí? No creo que sea necesario que salgas de aquí. -respondió preocupado Jason.
-No puedo arriesgarme a no explicarle las condiciones para unirme a esta lucha, creo que yo estoy sacrificando muchísimo más que ustedes.
-¿A que te refieres?
-Planean traer zombies para colarse en los laboratorios. Yo estoy a tan solo un par de kilómetros de allí. Lo más seguro es que tenga una invasión de caminantes por mucho tiempo.
-Podrías mudarte... -sugirió Percy.
-Aquí tenemos los campos cultivados y una fuente de agua... no planeo dejar este genial punto. Además, no es simplemente el campamento Júpiter, alrededor están los poblados que forman Nueva Roma. Recuerden que manejo muchísima más cantidad de gente que ustedes.
De una estantería, Reyna sacó varios planos y comenzó a guardarlos en una mochila.
-¿Vamos a partir ya? -preguntó sorprendido Nico.
-"Nosotros" -dijo Percy señalando a Reyna, Jason y a él mismo- nos iremos... -se rascó la cabeza y comenzó a pensar- No estoy seguro de cuando nos iremos pero tú te vas a quedar aquí. No pienso arriesgarme a sacarte de aquí otra vez.
-¿De que estás hablando? Tengo que rescatar a Will.
-Y lo harás, pero... -el chico suspiró- piensa esto como un juego, los depredadores intentarán cazarte y hay solo dos puntos seguros: Nueva Roma y el Campamento Media Sangre, cada uno separado por dos días de caminata en medio del bosque (el lugar hostil). Los depredadores te buscan, Nico. Sacarte de nuevo pone en peligro todo el plan.
Jason asintió dándole la razón a su amigo, Nico suspiró resignado.
-Como sea, supongo que puedo ayudar desde aquí. Quizás ayudando a dirigir el pueblo mientras Reyna no está.
-Por favor, Dakota va a necesitar que le den una mano. -concedió la latina.
-¿Cuando partimos?
-A veces creo que Annabeth tiene razón y tienes algas en vez de cerebro. -renegó Nico- Debemos quedarnos hasta que venga a buscarnos con su creciente ejército de muertos.
-¡cierto!
-Es tu propia novia... -y no la escuchas. Iba a reclamar Nico cuando un ruido lo interrumpió.
-Muero por comer algo. -la panza de Jason estaba gruñendo- ¿donde podríamos conseguir algo para comer?
-Vamos al comedor. Dentro de poco es hora de la cena.
Apenas salieron de la tienda, supieron que algo no andaba bien.
Calor provocado por muchas llamas.
Gritos.
Zombies.
Monstruos.
-¡Nos atacan!
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¿Capítulo un jueves? YOLO
A la chica que le prometí contestar dos preguntas... (si, se que sabes que te hablo a vos)... no pude, lo siento.
Pero ahora estoy casi segura de que en el próximo tendrás algunas respuestas.
Gracias a todos por sus votos y comentarios.
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