24. HIPNOS

Era, en la mitología griega, la personificación del sueño.

Calypso:

¿Por qué soy así? ¿Por qué siempre debo perder todo lo que amo?

¿Por qué este chico me estaba cargando? Yo quería morir allí, en el fuego. Si... eso hubiera sido hermoso: morir junto con mi hermana, la única persona que siempre me apoyó. La que siempre me defendió. La inútil Calypso moriría en unos días comida por un zombie mientras que si me hubiera quedado allí podría abrazarla hasta nuestro final.

Me permití levantar la vista para observar cómo todo se incendiaba y dejaba todo atrás. El chico aún así me cargaba, aunque nos alejábamos de los gritos y las órdenes de evacuación.

¿Como era su nombre? Quería decirle que me dejara, que se olvide de mí y corra, de todas formas ya estábamos todos muertos en este mundo podrido.

Leo. Creo que se llamaba Leo.

-Leo, déjame. -le pedí en su oído y mi voz salió mucho más rasposa de lo que creí que lo haría.

-No, y te recomiendo que te agarres fuerte porque vamos a entrar al bosque.

-tus amigos están para el otro lado, no llegarás si me sigues cargando para esta dirección.

Aunque le di buenas y válidas razones no paró de correr ni me depositó en la tierra. En realidad, lo contrario, se aferró más fuerte a mí y continuó con paso decidido.

Escuché unos gruñidos delante nuestro.

-¿te ves capas de caminar por tu cuenta? -casi sin esperar respuesta me puso en el suelo y con el hacha que había trabajado antes mató a un caminante a un metro de nosotros. Aún se escuchaban gruñidos.

-¡Cuidado! -grité para tirarme sobre un caminantes que venía por su espalda, el chico ni lo había notado y si no hubiera hecho eso para este punto el estaría muerto. Lo retuve en el suelo y Leo clavó el hacha de nuevo en su frente.

Ahora mi vestimenta blanca que Octavio insistía en que usara estaba manchada de tierra, sangre y sesos.

Octavio. Esa simple palabra me da náuseas.

Me corrompió de todas las maneras que pudo haberlo hecho; me rebajó, me ridiculizó, me ató, me separó y...

-Calypso... -una mano se posó en mi hombro y me aparté. Había estado tan sumida en mis pensamientos que pensé que sería Octavio. Para mí suerte solo era el chico que me sacó de La Legión. Seguíamos en el bosque lejos de todo.

De repente el aura que nos envolvía cambió, en vez de ver todo tan lejano yo volvía a estar en escena delante de un público con altas expectativas: yo era el personaje principal, debía actuar como una chica valiente que entra al bosque y sale de él con vida, solo había otro actor, mi coestrella, debía actuar de chico astuto y fuerte, entre ambos dominaríamos el entorno y nos convertiríamos en los salvadores de La tierra. El problema era que le habían dado el papel de chica fuerte a mí... una actriz poco experimentada, y el de chico astuto a este elfo latino. ¿Como podía trabajar con este material? Apenas lo conocía, ni siquiera sabía de que era capaz, quizás incluso me mate o sea igual a Octavio... no, no dejaría que sea igual a él.

Decidí observarlo de arriba abajo evaluando mis posibilidades si se volvía contra mí. Si bien soy pequeña no soy una inútil, hice gimnasia artística desde los seis años, soy más fuerte y ágil de lo que aparento, además de que se ve cansado y débil.

Creo que notó que lo miraba porque se enfocó en mí.

-¿estás echándome un vistazo? ¿Que intentas evaluar? ¿Si pase la revisión médica?

Negué y miré hacia otro lado. Decía demasiadas idioteces como para que nos lleváramos bien.

-¿vamos a quedarnos aquí sentados hasta que vengan más caminantes y nos coman o que? -dije mientras me paraba, él me imitó.

-Te estaba dando un momento...

-¿un momento para que? -iba a decir algo pero yo seguí hablando- ¿para aceptar que mi hermana murió? ¿Para darme cuenta de nuestra situación? ¿Para entender que también estamos muertos? -me había acercado a él y golpeaba su pecho con mi dedo índice.

-Tranquila, no lo hice con mala intención, lo siento si te ofendí.

Dicho esto comenzó a caminar y lo seguí.

Lejos de eso, lejos de Octavio al fin.

Me puse a pensar que de alguna loca manera mi vida apocalíptica nunca se había visto más prometedora: estaba lejos de Octavio, teníamos un arma con la que defendernos (me iba a mantener positiva con el hecho de que solo era un hacha), estábamos en un bosque con pocos caminantes ya que la mayoría se concentraban dentro de La Legión, solo éramos dos por lo que no llamaríamos mucho la atención. Estaba lejos de Octavio. Eso era lo mejor.

Recordaba cómo le gustaba besarme, me tomaba desde el cuello de manera demandante y sin mi permiso sus labios chocaban con los míos, al principio recurría a horribles tácticas para que abriera mi boca, luego de un tiempo aprendí a que era mejor simplemente hacer lo que quería sin hacerlo enojar. Metía su lengua y la pasaba por todos lados, contaminando todo a su paso. Recordaba que mientras me besaba le gustaba tocarme, sus manos eran suaves, casi sospechosamente suaves para estar en un Apocalipsis lo que demostraba lo cobarde que era, mientras él no movía un dedo a su alrededor gente moría. Le gustaba que usara ropa blanca aunque no entendía por qué si de todas formas no le prestaba atención y las sacaba de mi cuerpo sin mi consentimiento. Me susurraba que era hermosa, que íbamos a estar juntos siempre, que se aseguraría que nada me pasara nunca y a mí me entraban arcadas. También me agarraron mientras pensaba en eso, pero me recordaba que no estaba allí, que esos días se acabaron.

Mi vida ahora era una hoja en blanco en la cual podría hacer lo que quisiera y yo quería llenarla de valentía. No más miradas de lástima por el pasillo, no más charlas llorando con Will, no más esconderme, no más bajar la cabeza, no más caminar detrás de alguien.

Pasé al lado de Leo mientras sonaba una rama bastante grande del suelo, él me miró y me dedicó una sonrisa la cual no pude responder.

-Así que... ¿Tienes alguna idea, bombón?

-Por favor, no me digas así.

-Está bien, ¿Calypso está bien? -yo asentí- bueno, ¿tienes alguna idea, Calypso?

-Hay que seguir caminando, hasta llegar a algún pueblo supongo. Tú estabas en uno, podríamos ir a ese, seguro nos buscarían allí.

-Desgraciadamente... queda hacía el otro lado, tardaríamos al menos dos semanas en llegar caminando y para ese punto moriríamos de hambre o sed.

-¿Que hacemos entonces? -él claramente no ayudaba.

-Supongo que solo nos queda seguir caminando por esta dirección hasta que algo se presente. -respondió Leo encogiéndose de hombros y noté que sus ojos estaban aguados. No dije nada sobre esto y seguí caminando.

(...)

Nunca había sufrido sed. Es decir, claro que hubieron momentos en mi vida cotidiana donde tuviera ganas de tomar un poco de líquido y por alguna razón (casi siempre era la flojera) no podía servirme nada. Pero querer tomar agua y no tener nada de nada era totalmente diferente a eso. La lengua se te secaba, el cuerpo no funcionaba bien, la vista iba disminuyendo... horrible.

Supuse que Leo estaba igual pero no iba a preguntar. Apenas habíamos intercambiado unas pocas palabras durante el día de ayer y aunque caminábamos no habíamos encontrado otra cosa que unos pocos caminantes.

Mi panza gruñó sonoramente y su panza respondió de la misma manera, ambos levantamos la vista, nos quedamos mirando un par de segundos y él soltó una carcajada, fue corta y seca, tanto que terminó en una tos. Yo solté una pequeña risita, pero aunque no se notó mi humor había cambiado un poco, si quería ser la protagonista positiva que quería ser debía plantarle cara a mi compañero, no bajar la mirada y parecer una princesa (depresiva) en apuros.

Entonces súbitamente una pequeña bolita cayó del cielo. Leo no pareció notarla ya que estaba muy concentrado mirando su hacha, yo me acerqué a donde había caído para notar que no era una bolita cualquiera... ¡era una mora! Alegremente miré arriba. Si, no era temporada de moras pero siempre hay una o dos, es un hecho. Como supuse, arriba, a unos tres metros, colgaban varios ramillos de la fruta.

Lastimosamente... lejos de mi alcance.

-¿pasó algo? -dijo Valdez detrás mío.

-Es un árbol de moras. -le comenté, como no parecía entender señalé arriba y vio el fruto colgando esperando para que alguien lo coma- necesitamos trabajar juntos para conseguirlo.

El latino asintió y se llevó una mano a su pera, de pronto, brilló en sus ojos una idea.

-¿te molestaría mucho sacarte tu cinturón? -fruncí el ceño pensando como eso cambiaría algo- no me mal entiendas... no es nada sexual, tranquila.

-Ya lo se, solo no entiendo cómo eso podría cambiar algo.

-Bueno, aunque te pares en mis hombros apenas llegarías a la primer rama. Con tu cinturón y el mío, colgándolo en la rama que según mis cálculos esta a tres metros y un poco más uno de los dos se colgaría de ellos como una soga y treparía mejor.

Asentí y nos pusimos en marcha con el plan, luego de unos minutos yo estaba colgando agarrada apenas de nuestros cintos, aunque estaba a dos metros del piso chillé como una niña y movía mis pies dando patadas al aire intentando en vano de poder caminar sobre este.

-¡Leeeo! ¡Este plan es un fiasco!

-Tranquila. -dicho esto un nuevo apoyo apareció debajo de mis pies y al mirar comprobé que eran sus manos- Vas a tener que impulsarte en mi y escalar ¿entendiste?

Asentí y obedecí. Gracias a mis años haciendo deporte no fue demasiado difícil llegar a sentarme en la rama.

-Que... impresionante. -escuché decirle y miré al suelo para verlo- Impresionante esa fuerza de brazos.

-Hice gimnasia artística varios años. -le conté mientras, tomando una rama más alta me paraba y comenzaba a caminar hacia dónde colgaban las moras. Mi boca se hacía agua de solo verlas.

-¿son las chicas en mayas coloridas que hacen piruetas?

-Podrías describirlo así. -le dije haciendo una mueca pensando en que si mi profesora escuchara eso se hubiera tirado sobre él... y no de manera amigable.

-Es impresionante... -suspiró.

-¿tú hacías algún deporte?

-Fútbol.

-¿Americano? -dije sorprendida, parecía muy pequeñito y flacucho para eso, además de que todos los que conocía eran unos cabeza huecas.

-Soccer en realidad, soy de descendencia latinoamericana como habrás adivinado. Allí es el deporte más importante.

-¿eso no es un deporte femenino?

-Si, yo también me sorprendí cuando llegué aquí y me dijeron eso. Pero no, es tan importante como aquí el béisbol o el fútbol americano.

Para este punto había llegado a las moras y las arrojé a sus manos, él hábilmente las atrapó.

-Voy a subir más, ya que estoy aquí quizás encuentre algunas más.

-Ten cuidado.

Mientras subía sonreí por su recomendación, aunque sea algo típico que decirle a alguien que escalaba un árbol me pareció lindo de su parte.

Como creí logre sacar muchas más, decidí bajarme porque vi una enorme oruga que preferí evitar. Además ya teníamos lo suficiente para no morir de sed o hambre por lo menos unas cuantas horas más.

-Leo... -llamé desde arriba del árbol y él miró hacia arriba- voy a bajar... podrías... ¿quedarte cerca?

-Tranquila, estoy aquí.

Me colgué de la rama y salté. La caída fue de un poco menos de dos metros lo cual hizo que me asustara pero nada pasara. En el suelo me esperaban las moras y las comí con gusto.

Leo se rió entre dientes al verme y señaló sus labios. Pasé mis dedos por los míos para notar que estaban llenos de jugo rojo.

Ahora sí reí. No porque me haya hecho demasiada gracia estar manchada, supuse que lo estaba pero ya no me importaba.

Reí porque estaba en un bosque pérdida con un extraño en un Apocalipsis zombie, había sido maltratada y violada y aún así estaba allí, buscando unas moras y pasando el rato con un chico random de por ahí. La risa venía desde el pecho y me provocó tener que abrazarme a mí misma para que se apagara un poco el sonido y los caminantes no vinieran hacía aquí. Ya todo me estaba dando igual y al mismo tiempo me comencé a preocupar por vivir, todo lo contrario hace dos días cuando quería aparentar fortaleza pero en realidad estaba muerta en vida.

Simplemente terminé mi larga carcajada mientras Leo me miraba con una sonrisa torcida.

De nuevo no comenté nada y simplemente me preparé para seguir caminando.

(...)

La lluvia el tercer día de caminata había empezado como algo bueno, habíamos estado agradecidos porque la naturaleza sacie nuestra interminable sed. Leo me enseñó que si tomaba una hoja grande y la dejaba ahuecarse con el agua que caía y luego dirigía la punta a mis labios era más fácil de tomar que simplemente abrir la boca y esperar que pequeñas gotitas entren en esta. El problema fue que no paró.

La tierra ahora era barro que se comía mis zapatillas y las de mi compañero, mi ropa blanca no era algo bueno ya que mojada me dejaba casi al desnudo, estar así me daba frío y para colmo la temperatura parecía bajar cada hora.

-¡Allí! -señaló Leo. Un árbol donde la tierra debajo estaba seca, al fin un oasis.

Corrimos hasta allí y nos sentamos mirando la lluvia caer. Claro que cada tanto caían un par de gotas traviesas pero nada comparado con lo que estaríamos pasando si seguíamos caminando sin rumbo.

Abracé mis piernas e intenté darme calor. Leo tomó unas ramitas y de nuevo intentaba hacer una fogata. Digo de nuevo porque cada noche lo intentó e igual nada salía. Esta vez parecía mucho más frustrado, tanto, que decidí ir a su lado e intentar ayudarlo.

-¿no crees que es mejor dejarlo para un momento donde haya menos viento? -le pregunté.

-Justamente es ahora cuando la necesitamos. Mírate, te estás congelando.

-No es nada... -le aseguré poniendo mi mano en su hombro.

-Bueno. De todos modos yo si me estoy congelando y si es algo. -dicho esto estornudó- Oh no, quizás hasta me resfrié. ¿De donde voy a sacar pañuelos o ibupirac en este bosque? ¿Del culo de Tarzan?

-Entonces dime cómo puedo ayudarte.

-¿me taparías el molesto viento?

Asentí y me puse delante de donde venía este. Luego de unos minutos lo escuché reír.

-¡Si! ¡JAJAAA! -su risa estaba desafinada e incrédula.

-¿lo lograste?

-Shh, tengo una pequeña chispa, necesito más ramas.

Se agachó y comenzó a soplar un poco el fuego y cuando este se amplió acercó otra rama, está también se prendió. Y otra, y otra y otra. Hasta que por fin tuvimos una pequeña fogata que el viento no podía apagar.

Acerqué mis manos e igual lo hizo Leo.

-Y tú que no tenias fe en mí. -me dijo con aires de superioridad. Y me reí mientras negaba -deberías confiar un poco más seguido en Leo sexy Valdez.

Yo rodé los ojos y me abracé de nuevo, si bien el fuego brindaba calor aún estaba helada. Una idea cruzo mi cabeza y mi cara tomó color, en serio me sentiría como una tonta preguntando esto pero era lo mejor que podía hacer para sacar el frío.

-¿Leo?

-¿Si?

-¿Podría abrazarte?

Él pareció unos segundos es shock y sacudiendo la cabeza asintió.

Yo me acerqué a él y pasé mis manos por debajo de su remera mojada.

-Disculpa si invado tu espacio personal... pero el calor humano es lo mejor en estas situaciones.

-Ven. -dijo simplemente y me guío para que me sentara en su regazo.

Nada romántico, simplemente dos personas al borde de la hipotermia y la inanición intentando sobrevivir. De fondo se escuchaban algunos gruñidos de zombies lejanos pero no les presté atención. Él movía sus manos ásperas por mi piel intentando calentarla, sus caricias eran relajantes, tanto que decidí apoyar mi cabeza en su hombro justo donde empieza el cuello. Ese lugar estaba sorpresivamente cálido, se rió cuando mi nariz fría se junto con su piel sensible.

-Estás en serio helada, -me dijo casi en un susurro, no hacía falta subir la voz, estábamos muy cerca.- ¿estás segura que no tienes fiebre?

Tomó mi cabeza y con delicadeza apoyó sus labios en mi frente. No dijo nada más por lo que supuse que estaba bien.

-Quisiera meterme dentro de la fogata sin quemarme, tengo mucho frío. -estornudé.

-El fuego es hermoso. -respondió simplemente.

(...)

Reí. Una risa de pura diversión.

Leo y yo corríamos de unos cinco lentos caminantes esperando poder perderlos en vez de acabar con ellos.

La situación había mejorado y empeorado este mes. Parece contradictorio pero es la verdad. Leo y yo nos llevamos mucho mejor, desde esa tarde (y noche) que lo único que hicimos fue abrazarnos y decir comentarios sin conexión en las orejas del otro nos unimos muchísimo más. Leo ya no era un simple extraño para mí, era mi amigo. Por otro lado, necesitábamos encontrar comida, yo cada vez estaba más delgada, lo que antes era un lindo sixpack ahora eran huesos y mis bíceps me habían abandonado. Leo no se encontraba mejor, él parecía más débil cada día, lo único que se mantenía fuerte en él era su carisma, era como si a menos comida y peor viniera la cosa más optimista se ponía.

Fue su idea acercarnos a esos zombies y jugar una carrera, el que este adelante del otro cuando perdamos de vista a los muertos era el ganador.

En algún momento me di vuelta para notar que no había nada detrás nuestro.

-Gané. -le dije triunfante.

Se rió y nos pusimos a descansar en el suelo. Ya eran como las seis de la tarde lo que significaba "hora de buscar un refugio antes de que anochezca". Tomé un pedazo de pasto y me lo llevé a la boca, siempre que tenía mucha hambre hacía eso como para fingir que era comida.

Cuando recuperamos el aliento caminamos hasta un árbol que a unos dos metros tenía un lindo lugar para dormir, como si hubiera crecido así solo para que nosotros pasemos cómodos la noche allí.

Ya era una costumbre a la hora de escalar árboles que Leo me hiciera un escalón juntando sus brazos para que yo saltara más alto y llegará arriba, una vez allí yo extendía mi mano y él se colgaba, suerte que era delgado.

La noche llegó y un búho se escuchaba a la distancia, la Luna llena pegaba de lleno en nosotros logrando que nos tiñéramos de luz blanquecina. Debía reconocer que Leo era un chico lindo.

Quizás mi cerebro me estaba jugando una mala pasada o simplemente era la familiaridad. En realidad estaba segura de que era esto último, es imposible pasar por tantas cosas con alguien y no enamorarte de él pero aún así la Luna le había un favor.

Resaltaba sus facciones finas y sus lindas manos, además de sus rizos. Pude distinguir que estaba sucio, mucho, igual que yo. Teníamos tierra, transpiración y sangre de caminante sobre nosotros y aún así, cuando me miró con sus ojos castaños me tiré a besarlo.

Quería besar a alguien, lo admito. Quizás estaba muy desesperada. Pero Leo es un buen chico y lindo. Quería sentirme querida ¿era eso un pecado?

Como esperé él me correspondió y yo no dude en abrir mis labios, esta vez encantada de hacerlo. Mi lengua y la suya bailaban juntas, no había una que dominara, era un suave vals donde ambos nos mostrábamos lo mucho que apreciábamos la presencia del otro.

Sentí sus manos en mi mandíbula y ladeó mi cabeza para profundizar el beso, yo llevé mis manos a su cabello y acaricié su cabeza rítmicamente, siguiendo los pasos de baile que realizaban nuestras lenguas.

Me eché hacía atrás para que  nos besemos acostados en el duro tronco. Ahora yo lo abrazaba desde el cuello y él de la cadera, acercándonos tanto como podíamos.

No pensaba separarme, ni aunque me dijeran que estaban todos los dioses delante nuestro iba a cortar el beso.

Mantuve mis ojos cerrados tanto tiempo que cuando los abrí me sorprendió la luz aunque sea la mínima. Leo había bajado sus besos a mi cuello y daba pequeños cariños a diferentes lugares de este.

-Te amo. -susurré, no hacía falta decirlo más fuerte.

(...)

Mis recuerdo siempre viajarán a esta noche, cada vez que cierre los ojos volveré aquí.

A esta sala de esta casa abandonada en el medio del bosque, donde Leo pudo asegurar las puertas, cuando habíamos encontrado comida y agua de un lago. Mientras la luz rojiza de la fogata nos iluminaba nosotros nos besábamos de manera no muy dulce.

Siempre voy a volver aquí, por ese primer gemido que se escapó de mis labios cuando Leo puso su mano en mi pecho suavemente.

A cuando me quitó la remera que para este punto a veces me cuestionaba que no tenía sentido mantenerla puesta ya que estaba demasiado rota y sucia.

Al sacarme el corpiño por primera vez y poder admirar mis pechos sin pensar en el hambre, la sed y los zombies. No eran tan asombrosos como hacía un mes y me daba rabia que el cretino de Octavio los haya visto en su mejor momento cuando estaban bien parados y pomposos no como ahora que estaban flacuchos por no tener alimento. Además de que estaban sucios y estaba segura de no oler rico. Me dio odio que Leo no los haya visto cuando estábamos en La Legión, así sabría lo hermosa que en algún momento fui y podríamos hacerlo tranquilos en una cama.

De todas formas fue perfecto cuando comenzó a masajearlos. Cerré los ojos para disfrutar su toque mejor y sentí sus labios en mi clavícula.

Decidí que era hora de hacerlo, era lo que yo más quería y que le den a todo el mundo. Si algo pasaba y me embarazaba iba a tenerlo con una sonrisa porque deseaba cumplir ese sueño tan lejano de ser feliz.

Le saqué su remera y le deposité en el suelo para besarlo. Estaba muy delgado pero aún así era hermoso, simplemente una obra de arte, además el color rojizo de la hoguera lo favorecía, le daba un aspecto de señor del fuego o algo así.

(ADVERTENCIA DE LEMON, si no quieres leer, ve a las siguientes negritas)

De pronto le había sacado su pantalón y tenía su miembro en mis manos, comencé a tocarlo y soltó pequeños gemidos.

-Cali... -suspiraba en susurros.

Esa era nuestra relación: los susurros, no necesitábamos que nadie más que nosotros nos escuchara. Se sentían tan personales.

Haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad sacó mis manos de sí mismo y volteó la situación haciendo que yo sea la que tenga la espalda en el viejo piso de madera. Él depositaba poco peso sobre mí, solo el necesario para que nuestros sexos se rocen y creen la fricción necesaria para encenderme por dentro.

Leo quitó de a poco las prendas que me quedaban mientras pasaba sus manos por los costados de mi cintura, el ritmo se mantenía constante y parecía ir junto con el ruido de las llamas del fuego al quemar ramas.

Se puso entre mis piernas y empujó suavemente dentro de mí. Ni siquiera me contuve en soltar un gemido de placer, no quería contener mi gozo, quería que supiera cuánto me gustaba lo que hacía.

Todo lo malo en el mundo desaparecía con esos hipnóticos movimientos pélvicos que hacía. Se apoyó en sus codos con su cara frente a la mía haciendo que nuestras narices de rozaran y respiremos el mismo aire.

El sonido del fuego era muy acertado, la habitación parecía estar en llamas para mí.

Yo no había sido nunca una santa, es decir, Octavio no había sido mi primera vez, también había visto muchas veces porno. Sabía lo suficiente para entender que si alguien hubiera filmado nuestro íntimo momento hubiéramos dado vergüenza. Ninguno podía hacer grandes movimientos por el cansancio y los dos meses viviendo a base de lo que encontráramos por ahí.

Pero fue la mejor experiencia que tuve.

Eso de "sexo" y "hacer el amor" son dos cosas diferentes es completamente cierto. Se notaba en cada caricia que Valdez estaba completamente sumido en su tarea y yo quería complacerlo, hacerle ver que no era en vano su preocupación.

Luego de que terminara balbuceó un vago "lo siento", supuse que porque notó que yo no había podido llegar al orgasmo como él pero aún así me besó apasionadamente y metió su cara en mis piernas logrando que luego de unos minutos de que mi voz estrangulada pronunciara su nombre varias veces logré estar en el cielo yo también.

(TERMINÓ EL LEMON, tranquilas mentes sanas)

¿Y por qué volvía a este momento? Porque me di cuenta de algo muy importante. No hay herida que el amor no pueda curar, nunca hay que dejar de creer en él. Nunca hay que dejar de creer en que te puedes levantar, juntar tus piezas rotas y que alguien querrá juntar sus propias piezas con las tuyas. Porque aunque viví un infierno no me rendí. No hace falta ser fuerte, a veces hace falta caer para darse cuenta de lo alto a lo que podemos llegar.

Lo que vino después fue incluso tan tierno como el momento en si; Leo me vistió, de a poco fue poniéndome la ropa encima, como si de una muñeca me tratara e iba besando cada zona que cubría.

Al terminar hizo lo mismo consigo y me abrazó. En sus brazos me dormí.

Y me desperté en ellos también.

Todos los días, sin falta.

Incluso ahora que me despertaba de mi sueño en la enfermería, con él que había convencido a Will de dejarlo dormir a mi lado.

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