13. AFRODITA

Afrodita es, en la mitología griega, la diosa de la belleza, el amor, el deseo, la lujuria, el sexo y la reproducción.

5 meses después.

Percy se despertó asustado, soñó que volvía a estar en ese estadio, soñó que mataba a Hipólito de nuevo, una y otra vez. Y entonces no estaba matando al chico. Unos ojos grises lo miraban con lágrimas en los ojos mientras contracorriente se hundía en su estómago.

-Eres un monstruo. -le repetía una y otra vez.

-No, Annie, yo quería salvarte.

-Me mataste, Perseo, eres un monstruo.

-¿Percy? -el nombrado abrió los ojos para encontrarse con los mismos ojos grises de su pesadilla pero no había rastro de lágrimas en ellos. - ¿Estas bien? ya es de día.

-Listilla... que bueno verte. -le dijo con voz ronca recordando donde estaba: dormía incómodamente en uno de los asientos de la Van en la que viajaban la chica rubia que lo despertó, Jason, Piper, Frank, Hazel, Will y Nico. Su tarea era viajar lo más lejos posible matando caminantes y poniendo carteles que mostraran la ubicación del campamento así cualquier sobreviviente que los lea sabría donde buscar.- Tuve una horrible pesadilla.

-¿Quieres hablarme sobre eso? -el chico negó con la cabeza a lo que ella le dio una suave sonrisa de entendimiento ocasionando que Percy sonriera como bobo.- Yo que tu me apuraría, Hazel y Will están haciendo el desayuno.

Dicho esto Annabeth dejó a Percy solo así podría cambiarse su pijama. Afuera, el bosque se extendía basto y tranquilo. Ni señal de caminantes o alguna amenaza.

Annabeth contempló la cicatriz en su brazo causado por Octavio hacía ya un largo tiempo antes de sentarse con sus amigos a recibir el desayuno. La morena y el rubio hacían un gran equipo culinario, incluso allí con una fogata habían logrado hacer unos ricos waffles que adornaban con frutas silvestres.

Piper y Jason estaban abrazados comiendo en silencio, la chica levantó su vista para admirar como la leve luz del sol que se colaba entre los árboles hacía parecer darle a su novio un acento divino. Sin que él se diera cuenta miró la cicatriz en su labio, sus ojos azules estaban concentrados en su plato y veía a su nuez de Adán moverse mientras masticaba. En la curva de su cuello se veía levemente una pequeña marca morada y su mente viajó a la noche anterior.

El bosque emitía sus típicos ruidos nocturnos como el ulular de los búhos, el crujido de las hojas secas contra la brisa otoñal, algún que otro mosquito yendo y viniendo y las últimas brasas de la hoguera. Mientras tanto, dentro de la tienda de acampar, algo más lejos de la Van donde dormían Percy, Annabeth, Hazel y Frank, también se producían ruidos, pero estos eran diferentes.

-Jason... -suspiró la morena cuando este jugaba con sus pezones. Los chupaba, los mordía, los soplaba, los apretaba... Entre tanto Piper pasaba las manos suavemente por el cabello rubio de su novio.

Él bajó hasta el short en el que dormía y se lo sacó junto con sus bragas dejándola completamente desnuda ante él. Aunque hacía cinco meses que nadie les prohibía estar juntos él la seguía mirando como si fuera la primera vez en un largo tiempo que no lo hacía y ella aun se sonrojaba.

-Tan hermosa. -le dijo para comenzar a desabrocharse su propio pantalón. Piper estiró su mano y lo ayudó, luego lo bajó lentamente, haciendo aumentar el tamaño en sus boxers negros.

Una vez que su novio estuvo solo en ropa interior rodó para quedarse arriba y jugar con él un rato. Ahora era ella quien le daba placer a su pareja y le encantaba. La volvía loca ver como estiraba su cuello, arqueaba su espalda, entreabría su boca, liberaba gemidos inentendibles y tomaba su cabello marrón con su mano para acelerar sus movimiento.

Una vez que el chico se liberó gimiendo su nombre volvió a quedar debajo de su musculoso cuerpo. Jason había tomado el preservativo y se lo había colocado antes de entrar en ella. Ambos soltaron el nombre del otro y comenzaron los sonidos de piel contra piel que tanto los volvía locos.

Jason disfrutaba de esa postura: Piper debajo suyo gimiendo su nombre en su oído, diciéndole donde le gustaba y que era toda suya mientras le dejaba marcas en su cuello y en su espalda. Además le gustaba la lenta armonía con la que entraba en ella. Su novia era todo lo contrario a Drew. Su piel era más firme, su entrada más estrecha, su toque más suave y sus gemidos eran música.

Piper necesitaba más de Jason, subió su pierna hasta el hombro del chico y este la acomodó mejor debajo suyo para continuar con lo que hacía. A Piper le gustaba clavar sus uñas en la espalda de su novio con cuidado de no lastimarlo de más. Todo de él la volvía completamente loca.

-Jas... Jason. -murmuró una vez que llegó al orgasmo. El chico la siguió unos minutos después y se tiró a un lado de ella.

Sí, podría vivir su vida de esa manera por siempre. Junto a sus amigos y su novio, recorriendo el mundo en esa Van. Jason se dio cuenta de que su novia no dejaba de mirarlo y volteó a verla. Con sus anteojos quitándole esa imagen de chico malo se veía intelectualmente sexi.

-¿Tengo algo en la cara? -Piper negó y le dio un corto beso.

-Mejor voy a llevarle esto a Nico. -le dijo Solace a su cuñada y ella le mostró su pulgar en asentimiento.

Will entró a la carpa que compartía con su novio justo cuando Percy salía de la Van. Una vez dentro observó a Nico aún dormido. A él le costaba demasiado levantarse pero eso a Will le parecía lo más tierno.

-Nico, traje el desayuno. -dijo sentándose sobre su propia bolsa de dormir. El nombrado, al oler la rica comida, se sentó y miro con los ojos entrecerrados a Will.

-¿quien lo hizo? -preguntó esperando que Percy y Jason se mantuvieran alejados del puesto de chef de esa mañana.

-Hazel y yo.

Con esas palabras el pelinegro prácticamente se tiro a buscar el plato y llevárselo a la boca. Como esperaba la comida sabía completamente deliciosa. Solace solo lo miraba divertido mientras acababa lo que le quedaba de frutas.

-¿Tuviste pesadillas anoche? -le preguntó preocupado corriéndole unos mechones negros de su cara para así poder observar sus ojos oscuros. Desde que Nico le había dicho que sufría de pesadillas había insistido en dormir junto a él, creía que el chico mentía diciéndole que desde que dormían abrazados las pesadillas hubieran cesado pero no tenía idea de lo franco que era. -¿entonces en serio ayuda esto de compartir bolsa de dormir?

-No tengo pesadillas desde que comenzamos a hacerlo así que supongo que sí.

Will sonrió satisfecho consigo mismo, Nico termino su plato mucho antes de lo que el rubio pensó y el menor se tiró a sus brazos. Will no había caído en una buena postura para su espalda pero no tuvo tiempo para protestar cuando unos labios se posaron en los suyos, Nico pasaba sus manos por todo su abdomen y él dejó sus labios para atacar su cuello. El de cabello negro debía morderse el labio para evitar soltar algún gemido que alerte a sus amigos de qué pasaba dentro de la tienda.

Nico dio vuelta a Will haciendo que este quede boca abajo y él sobre su cuerpo aplastándolo.

-¿qué haces Di Angelo? -se rió.

-Pruebo otros ángulos. -respondió y le alzó la remera revelando su espalda llena de lunares y pecas. Will reía cuando Nico hacía eso; al menor le gustaban las pecas y tenía la obsesión de besarlas.

Entonces Nico pegó una lamida y levantó la vista esperando que a su pareja no le hubiera incomodado.

La risa de Will llenó la carpa.

Afuera, todos ya habían terminado su desayuno, incluso Percy. Este se levantó y le tendió la mano a Annabeth para que lo imitara.

-¿A donde vamos, sesos de alga?

-Revisemos el perímetro. No nos esperen para almorzar. -dijo el chico sacando dos latas de frijoles de la bolsa de comidas y las metió en una mochila. Tomaron sus respectivas armas y salieron a buscar... lo que sea.

Mientras la brisa los impulsaba a seguir caminando Percy recordaba con una sonrisa esos cinco meses de amistad con la listilla a su lado. Ella le había ayudado a leer mejor por su problema de dislexia, él, por su lado, le había ayudado a mejorar su nado en el lago del campamento, el apodo que ella tenía para él había venido de un día cuando el chico salió a la superficie tenía algunas hojas de algas en su pelo negro. Él era uno de los pocos que tenía una casa para sí solo ya que sus padres se habían instalado en una cercana al lago y como Annabeth tenía que compartir una incómoda tienda de dormir con varios de sus amigos Ateneos su amigo la invitaba a "pijamadas" muy seguido. Obviamente no dormían juntos, Percy le dejaba su cama, dormía más en el sillón que en sus mantas de color azul pero no le importaba, al menos sabía que su amiga estaría cómoda.

Unos gruñidos interrumpieron sus pensamientos y la rubia llevó su dedo indice a sus labios espetándole que guarde silencio. Se escondieron detrás de un árbol para observar que solo eran tres caminantes.

Annabeth sacó su daga y Percy a contracorriente. Juntos caminaron hacia ellos y antes de que lograran llegar a ellos el chico clavó su espada en el craneo de uno y ella lo imitó con su daga. Cuando quedó solo uno del que ocuparse Percy se tiró sobre el cuerpo y lo retuvo allí en el suelo hasta que su amiga terminara con su vida.

Lo malo de matar zombies son los restos de ellos que quedan en la ropa. Ahora, Percy se encontraba lleno de sangre coagulada y olor a podredumbre mientras que Annabeth tenía sus manos manchadas.

Continuaron andando hasta encontrar una vieja casa en ruinas.

-Este podría ser un buen lugar para dejar otra señal. -dijo la ojigris sacando de su mochila uno de los tantos mapas que decían la ubicación del campamento.

Percy sacó unos clavos y afirmó el mapa de metro y medio a un muro de la cocina de la vivienda.

-Voy a revisar arriba.

-Te acompaño.

Ambos subieron silenciosamente las escaleras y revisaron el lugar por si habían zombies pero no, estaba desierto.

-Debió haber sido aburrido vivir en el medio de la nada.

Pero la chica a su lado no respondió, solo miraba con los ojos bien abiertos a un punto a su derecha, Percy siguió su mirada y la encontró mirando una enorme biblioteca con libros que sus títulos le parecían ilegibles.

-Oh. Mis. Dioses. -Annabeth no podía creer lo que veía, quien sea que había vivido allí era un nerd fanático de Harry Potter. Estaba toda la colección allí, desde los siete libros principales, Animales Fantásticos y Donde Encontrarlos hasta El Legado Maldito. Además de que una varita como las que vendían en el parque temático de esa saga.

-¿Que son Annie? -le preguntó Percy achinando sus ojos e intentando concentrarse.

-Estos, sesos de algo, son mis libros favoritos. Es es mejor regalo que el destino pudiera darme. -suspiró y se sacó su mochila del hombro para comenzar a meterlos allí.

-¿Que es esta rama extraña? -preguntó su amigo tomando en sus manos la varita.

-Es una varita mágica que venden en DisneyLand. El libro trata sobre un chico llamado Harry Potter que descubre que es un mago y va a un colegio para chicos como él llamado Hogwarts. Tiene que enfrentar muchas cosas en el camino... -suspiró pensando en lo mucho que le entusiasmaba volver a leer su saga favorita.

-Suena interesante...

-Lo es, en serio. -su sonrisa no podía ampliarse más y a Percy le pareció la cosa más tierna del mundo.

-Quisiera que lo leyeras para mí. -Ananbeth asintió con una sonrisa y se guardó la varita.- Espero que tenga ropa de mi talla, esta remera huele a muerto.

Al abrir el armario habían dos prendas colgadas en las puertas, una era un traje mohoso y del otro lado un saco que combinaba el negro con el verde. Tenía una bufanda haciendo juego y un escudo con una serpiente pequeña aun lado.

Luego Percy entendería la razón de Annabeth para hiperventilarse al verlo. De todas formas, la rubia insistió en que le quedaría mejor a él.

(...)

Connor volvía a caer al suelo luego de otra paliza recibida de parte de la rubia de ojos verdes que lo miraba desde arriba con otra de sus sonrisas picaras en el rostro.

-Arriba, Stoll. Ya estás acostumbrado a caer así que no te hagas la damisela en apuros.

-Hermano el marcador va mil millones ochocientos cuarenta patata mil para Miranda a cero puntos de tu parte. -renegó Travis.

-¿y tu? No te veo tampoco derrotando mucho a Clarisse que digamos, Trav.

Su gemelo se encogió de hombros.

-Ella era una Ares, -se defendió este- además es como dos veces mayor que ella. -señaló a Miranda.

-Ten cuidado que no te escuche decir eso, Travis.

-El es Travis... -suspiró Connor levantándose- ¿PERO YO SOY STOLL? -Los dos chicos se largaron a reír dejando al que había hablado último mirándolos con amargura.- Como sea. Me rindo por hoy.

-¡TRAVIS STOLL VEN AQUÍ! -dijo Clarisse y el nombrado siguió su voz hasta encontrarla, tenía demasiado miedo para retirarse de la práctica como su gemelo.

Esto dejaba a Miranda parada allí sola con su espada. Veía a Connor irse y se sintió culpable, de alguna estupida forma lo apreciaba, siempre intentaba mejorar pero de igual manera acababa perdiendo. Decidió que seguirlo era lo mejor en lo que podría invertir su tiempo y así lo hizo. Guardo su arma rápido y se abrió paso en el bosque sabiendo a donde iría. No era como si lo hubiera seguido todos los días desde que lo vio en la locura de La Legión. No, claro que no... día por medio.

-Estupida Miranda Gardner, estupido Travis, estupido... Estupido yo.

Había cargado con su espada todo el camino y se encontraba repitiendo movimientos en el claro. La rubia podía mirar con sus ojos verdes claramente lo que fallaba en cada uno: a veces adelantaba mucho el pie y podría perder fácilmente el equilibrio, otras se estiraba demasiado, y a veces simplemente no era un movimiento grácil.

Miranda sabía todo sobre ser grácil. Ella y su hermana iban a ballet desde... wow ni siquiera recordaba su primer día. Simplemente toda su vida se había reducido a ballet. La diferencia más clara entre Katie Gardner y Miranda Gardner (además de sus cabellos) era su motivación para seguir esa disciplina que te da el baile clásico. Katie siempre fue muy femenina, amaba el rosa, las películas de amor, las faldas, las rosas... ella sentía al ballet como una manera de demostrar lo femenina que era y sus bailes siempre estuvieron rodeados de un aura de amor y dulzura. Tiempo después, cuando ya tenía quince años sus coreografía comenzaron a ser más sensuales, extrovertidas y sexys. En cambio Miranda veía el baile como una manera de demostrar su fortaleza, su disciplina, su valentía y resistencia. Le gustaba hacer los saltos que ninguna se atrevía, bailar canciones sobre liberación e igualdad, donde el final no sea "y beso al príncipe" sino "que le den al príncipe, soy mi propia salvación".

Mirando a Connor sabía que él debía tener su propia historia con su hermano. Ser gemelos debía ser incluso más duro que ser la menor. Por primera vez en esos cinco meses que lo observo venir a ese claro en el medio del bosque de la propiedad salió de su escondite entre los árboles.

-No es así como debes sostenerla. -dijo logrando que Connor cortara abruptamente el movimiento que realizaba y se volteara a mirarla.

-Ya te dije que no quiero más lecciones por hoy. Creo que fracase lo suficiente.

La chica se acercó a paso lento, como si él fuera un animal salvaje que con un movimiento brusco se torne incontrolable.

-Podemos intentar otro tipo de clase.

Connor no iba a mentirse a sí mismo. Era un chico de diecisiete años, sí, obviamente que mal pensó lo que dijo la rubia.

-¿como sería eso? -intentó que saliera en tono seductor pero en la última palabra su voz tembló. Miranda no pareció notarlo ya que solo rodó los ojos.

-Así.

Ella se acercó y le corrigió la postura y mentiría si dijera que no lo tocó más de lo que necesitaba. Esa era otra cosa que siempre la hizo sentir poderosa: sabía que era una chica linda, tenía un cuerpo de bailarina, ojos verdes y pelo lacio y rubio. Los chicos caían fácil ante el encanto de las hermanas Gardner y eso siempre la hizo sentir mejor. Pero Connor Stoll se mantuvo firme mientras lo corregía, parecía no notarla, tenía la vista clavada en un punto lejano. Cuando lo enderezó le mostró en su propio cuerpo como debía moverse, no de manera destartalada y poniendo demasiado impulso. Los golpes de la espada debían ser limpio y certeros.

-No puedo, Miranda. No entiendo la lógica de tensar el cuerpo pero dejarlo relajado. -bufó dejando caer sus brazos.

-No te rindas o me replantearé utilizar la técnica de Annabeth contigo.

-¿Y cual es esa?

-Una llave de judo.

Él volvió a la postura rápidamente, las amenazas de Miranda Gardner no era algo que deba tomarse a la ligera. Ella se puso muy cerca de su cuerpo, pasó sus manos suavemente por sus músculos, ya ni siquiera le interesaba corregirlo, solo quería que Connor sienta tanto deseo que la besara de una vez pero ¡NOOO!. El tonto se concentraba más en en serio corregir su postura que en lo que ella le hacía.

Luego de como unas dos horas de entrenamiento duro (para Connor, ya que en realidad lo que Miranda le enseñaba no era más que el calentamiento de una clase moderada de ballet) decidieron descansar.

Connor arrojó su espada a unos metros feliz de que no debía preocuparse por caminantes dentro del campamento y se acostó en la hierba. Miranda se sentó a su lado y se lo quedó mirando poco disimuladamente.

El Stoll se tapaba la cara con su brazo y mantenía el libre elevado también sobre su cabeza por lo que quedaba al descubierto su abdomen levemente marcado. Su pantalón estaba algo bajo dejando ver la parte superior de sus calzoncillos violetas.

-Creo que mejoré un poco ¿no? -eso sacó a Miranda de su discusión mental sobre si pasar su lengua por su estómago o abofetearse por ser una mojabragas.

-Seguro... -no le dio tiempo de pensar una mejor respuesta.

-¿Donde aprendiste tanto sobre postura?

-Antes del Apocalipsis solía ir con mi hermana a ballet.

-¿Te gustaba mucho? -Miranda asintió sonriendo por el recuerdo de estar en el escenario.

-Muchísimo. Era... era lo que me hacía feliz.

-Nunca vi a alguien bailarlo, -declaró el castaño- quizás algún día bailes para mí.

-Necesitaría música para eso. -suspiró pesadamente- Si la tuviera no estaría aquí perdiendo el tiempo que podría emplear bailando.

Connor ya se había acostumbrado completamente a sus bromas sobre odiarlo por lo que rió.

-¿Ibas con tu hermana?

-Sí, siempre hacíamos actos diferentes pero en los entrenamientos diarios estábamos juntas. -Eso último le llamó la atención al chico.

-¿Que significó eso? -al ver que Miranda fruncía el ceño comenzó a explicarse- ¿Que significa que hacían actos diferentes?

-Ah, eso. -ella comenzó a jugar con sus manos, cosa que hacía cuando se ponía nerviosa. Connor había dado en el blanco.- No tenemos la misma... ideología sobre el baile. Ella es tan "chica femenina perfecta salvada por el caballero en brillante armadura" y yo soy más "chica independiente que necesitaba un héroe así que se convirtió en uno". -lo soltó tan fácilmente que Connor no fue el único que se quedó recalculando todo lo que había salido de su boca.

-Te entiendo. -dijo por fin- Ser gemelos... no es lo mejor a veces. Las personas simplemente están tan concentradas en ellos mismos que no ven más allá de sus narices. Soy el gemelo dos. Viví a la sombra de mi hermano. Él siempre fue tan "caballero en brillante armadura" y yo tan...

Se había quedado sin palabras. No tenía ni una definición para sí mismo y eso era algo triste. Pero no para Miranda. Ahora estaba segura de querer besarlo. Pero no como a todos. Quería besarlo para que entienda que para ella siempre sería único.

-Tan único. -le respondió Miranda y en vez de mirarlo decidió que sus manos eran la cosa más interesante. Levantó la vista al color violeta que dejaba la ida del sol en el lugar. Cualquier cosa antes que mirar la cara al chico a su lado.

Connor no podía creerlo. "Tan único". Único él. Sintió a su corazón saltarse un latido y subió la cara de Miranda para que lo vea. Sus ojos verdes lo miraban igual que los marrones claros de él a ella.

Entonces no aguantó más y la besó. Dulcemente. Transmitiéndole en un beso lo mucho que le alegraban sus palabras.

Connor por primera vez no se sintió el Stoll dos.

Miranda por primera vez cedió el control de la situación sin preocuparse por derretirse en su boca. No era debilidad un poco de amor.

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Tuve un fangirleo intenso con el gif ya que siempre me imaginé a los Stoll como los Sprouse. ¿Soy la única?

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