VII
CAPÍTULO VII.
❛❛El que airado procura hacer daño, no se guarda del que le puede suceder❞
Tiempo antes de que Némesis naciera, los mundos eran sometidos bajo el miedo y la muerte de los asgardianos. Odín y Hela eran quienes controlaban, ellos mandaban por encima de todos, uno encima de su caballo blanco llamado Sleipnir y la otra sobre el lobo feroz Fenrir. Mientras que detrás de ellos fieles a su princesa marchaba La Legión masacrando a quienes no estuvieran de acuerdo con ellos.
Eran imparables, la princesa se había convertido en su arma de conquista que dirigió el imperio de Asgard. Uno a uno los mundos los pertenecieron, cayendo a sus pies. Obedecías o morías y su pueblo junto a él. Pero un reino se resistió, habían dicho que no caerían ante Asgard, que no les daría su oro y mucho menos se iban a arrodillar ante esos asesinos. Crearon una barrera con magia que los guerreros asgardianos, ni con el Bifrost pudieron ser capaces de entrar y para Odín era importante tener ese tesoro.
Ya tenía a Eithelheim, reino de los dioses del mar y sirenas que habitaban Midgard, como aliado. Así que ahora quería a Nandor, el mundo de los elfos que abandonaron Alfheim para crear su propio mundo con sus reglas, que tenían el oro que ni el fuego de dragón podía contra el. Su magia era poderosa, su raza era pura ya que no solo se habían quedado en una como sus primos los elfos de la luz, ellos tocaban toda la magia incluido la oscura. Pero era difícil entrar al planeta.
Éowyn Lars, rey de Nandor, junto a su primo Cassian hicieron lo posible para que el ejercito asgardiano no entrara, pero fue en vano. Hela con sus armas echaron la barrera en menos de cinco minutos dando paso a la ciudad dorada. Lo que caracterizaba a Nandor era el oro, sus joyas eran lo más preciado que los reinos deseaban con furor, sus magia y conocimientos antiguos era lo que le faltaba a Asgard para surgir como una verdadera potencia. Imaginarse su planeta, especialmente el palacio cubierto de oro élfico le daba una satisfacción inimaginable al rey.
Pero Nandor, tales como Jotunheim, Svartalheim, Muspelheim y Esgaroth resistió. Y por eso no ganó.
La entrada del Palacio se hallaba entre una montaña, con un puente natural que daba a una cascada, pero por más que lo rompieron para su lástima, los asgardianos solo habían creado uno con facilidad. La tierra y escombros se levantaron cuando echaron las paredes del Palacio para así poder cruzar, las llamas inundaron el lugar mientras se hacían paso en su interior. Éowyn se encontraba junto a su esposa, la reina Amarïe, una híbrida entre un elfo de Nandor y un vanir, quienes con sus soldados dieron lucha con espadas y hechizos.
No duraron mucho, pronto la Legión pudo hacerlos retroceder hasta tenerlos ante la espada y la pared, por lo que no tuvieron otra alternativa que rendirse cuando la vida de su pueblo corría peligro, robaron el oro y para que aprendan la lección de no ponerse contra ellos, Odín asesinó al único hijo de los reyes. Mientras Éowyn ocultaba su dolor y se limitaba a ver con furia al Padre de Todo, Amarïe lanzó un alarido mientras luchaba contra los dos soldados asgardianos que la tenían retenida hasta que pudo salir de su agarre y arrastrarse hasta el cuerpo sin vida de su hijo.
Su dolor e ira fue tan grande que su corazón de oro se había roto en ese preciso instante mientras lloraba encima del cadaver de su primogénito. Amarïe era una bruja, una peligrosa combinación entre Nandor y Vanaheim, la misma que no dudo en agarrar una pequeña rama que había caído de uno de los árboles que decoraba el palacio, arrugarla y tirarla hasta el asgardiano que solo hizo un mohín al sentir los trocitos llegar a su rostro, pero luego todo empeoró.
— Yo Amarïe, hija de Lórien, señor de las almas, maldigo no a ti ni a tu primogénita, si no al próximo hijo que estás esperando —habló la reina aferrada a la mano de su hijo sin vida, Odín comenzó a sentir como algo estaba rodeando su cuello donde los trozos de la rama habían quedado—. Que él pague todos tus errores mientras lo ves sufrir, porque con cada dolor suyo tendrás que sentir el dolor que yo estoy sufriendo ahora y las consecuencias que acarrearán esa decisión.
— ¿Crees que me importa eso? —preguntó el rey bastante seco, realmente era un hombre sin corazón. Amarïe rió sin gracia.
— Tu alma está tan podrida, negra y muerta que la pude sentir a kilómetros, y tu próxima creación llevará el peso de tu ambición. ¿Eres tan insensible y egoísta que arrastrarías a tu propio hijo contigo?
— Lo haría todas las veces que pueda levantar Asgard —la mujer puso una mueca mirando el cadáver.
— Lo lamentarás.
Odín incrédulo miró a su hija quien había levantado su espada hasta la reina, este negó diciendo que este era la misericordia que había gritado momentos antes cuando enterró el filo del cuchillo en el pecho del joven príncipe. Los dejó vivos solo para verlos sufrir al ver como el planeta dejó de tener el brillo y alegría que tenía antes de la invasión. Y con eso se retiraron, cargando todo el oro que pudieron y las reliquias antiguas como trofeos de guerra.
De ese egoísmo meses después nació Némesis que va a cargar con las consecuencias de los actos de su padre, ahora estaba sentada en el trono de Asgard mientras esperaba que sus soldados trajeran a los hombres que habían cometido traición hacia la corona. Habían querido robar en la armería, pero se los descubrió y en su huída intentaron matar a un soldado, el cual ahora descansaba en la sala de curación. Pero a parte de eso, la acusación de traición fue hecha cuando al registrar sus vestimentas estas tenían una carta con el sello de Vanaheim.
Eran espías asgardianos que servían a la reina vanir.
Las puertas se abrieron y un puñado de Einherjar entraron llevando a ambos hombres ante Némesis, al llegar los pusieron de rodillas. Ella se levantó con gracia y bajó las escaleras para pararse frente a ellos, estaba cansada y algo molesta ya que luego de dos días iba a ir a hablarle a sus hermanos pero en el camino Vali la interceptó informándole sobre la situación. Ahora la valentía que sacó en ir a pedir perdón se fue por los aires. Aún seguía con la piel arrugada, sus ojeras bajo sus ojos cansados se podían notar fácilmente ya que la solución que le dijo Hela era totalmente descabellado y prefirió no hacerlo, al menos no aún.
— ¿Les falta algo en Asgard? ¿Comen bien? ¿Tienen una familia saludable? —preguntó con una falsa preocupación, ambos hombres se miraron antes de alzar sus ojos ante ella, uno le dijo que si mientras que el otro negó tener familia—. ¿Entonces porqué hicieron esto?
— No dejaremos que alguien como usted sea nuestra reina —respondió el más joven cuando vio que el mayor no iba a hablar. Némesis ladeó la cabeza y se acercó ante él, llevó su mano derecha donde tenía el anillo con garras para agarrarlo fuertemente de la cara haciéndole un rasguño de paso. Su marca la tapaba la manga de su vestimenta, escondida entre la tela.
— Mirenlo, tan atractivo pero con una lengua viperina que deja mucho que desear, ¿crees que Brynja te ayudara a sacarme de aquí?
El hombre apretó la mandíbula más no se quejó del dolor en su mejilla, la rubia alejó su mano dando un paso hacia atrás esperando una respuesta que lo salve pero hizo todo lo contrario. El joven dio vuelta para agarrar la espada del soldado que lo estaba atajando y en una rapidez que nadie pudo prever enterró la mitad del objeto filoso en el abdomen de Némesis. La rubia jadeó retrocediendo mientras unos soldados apuntaron al hombre con sus respectivas armas y otros preocupados por la reina intentaron acercarse más ella se inclinó agarrando la hoja, atendiendo no cortarse las manos en el proceso, sacó el arma blanca tirándola lejos e hizo presión en su herida.
La sangre manchó sus manos y algunas gotas cayeron al piso dorado, Vali se acercó a ella y puso una mano en su hombro intranquilo por lo que pasó recién, esa herida se tenía que tratar con urgencia. Pero Némesis negó la idea de ir con Eyr a la sala de curación, estaba muy enojada por lo que el hombre hizo así que se volvió a acercar y con su mano derecha manchado de su propia sangre lo agarró del cuello, apretando fuerte también hizo que sangrara debido a su anillo con peculiar forma.
— ¡¿Querías asesinar a tu reina?! —bramó con furia, el hombre gimoteó buscando aire pero el agarre de la rubia lo impedía, claramente.
Némesis estaba luego molesta y ahora su enojo se elevó por los aires, ¡la intentó matar un pueblerino que piensa que no merece el trono! El mismo que estaba creando un plan para quitarla de ahí junto a la reina Brynja. Gruñó al pensar aún más, el trono en un dolor de cabeza y nadie sabe lo que ella estaba haciendo para que su pueblo y sus hermanos —más por lo segundo— vivan mejor y lejos de las horribles mentiras de sus padres. Así que ahora no dudó, estando herida sintió todo el peso que su alma estaba cargando y como la debilidad atrapaba su cuerpo, necesitaba recargar fuerzas e iba a hacer lo último que pensó hacer: devorar la fuerza vital de los jóvenes, ya sean hombres o mujeres.
Abrió la boca obligando al muchacho a hacer lo mismo y así pudo extraer su juventud, volviéndola joven y bella de nuevo mientras que él envejeció hasta que su piel se arrugó totalmente y su cabello castaño se volvió blanco. Entonces lo soltó de forma brusca y el ahora anciano tembló porque su vitalidad se esfumó, Némesis cerró los ojos sintiendo como su ser volvía a ella y como la herida se cerraba, su piel volvió a ser tersa como antes y las ojeras desaparecieron. Volvió a ser ella.
El otro hombre y sus soldados, que pudieron disimular un poco, la miraron con sorpresa y un poco de miedo, especialmente el pueblerino. Sacó el aire de sus pulmones renovada, abrió sus ojos fijándose en el hombre y le pareció divertido su reacción. Le sonrió de lado con picardía antes de darse la vuelta hasta las escaleras que llegaban a su trono pero una voz le detuvo.
— ¿Qué hacemos con ellos, mi señora? —preguntó uno de los soldados señalando a ambos.
— Dejénlos, pueden regresar a Vanaheim que en Asgard no serán recibidos nuevamente y que hablen de la generosidad de su reina —espetó para luego voltear finalmente y perderse entre los pasillos. Los soldados tardaron en reaccionar, en especial Vali que era el que los lideraba, algo malo estaba pasando.
Némesis fue directo a sus aposentos caminando en zancadas hasta finalmente llegar, se acercó con rapidez al espejo para ver si había resultado y no se asustó o le dio asco como cuando Hela le había dicho, en cambio le pareció magnifico. Miró sus manos manchados de sangre, la suya, igual que la mancha que había quedado en su ropa antes de mirar su reflejo de nuevo. Quedó así como un minuto más antes de comenzar a moverse por sus aposentos, para cambiar su ropa y limpiar sus manos.
Al ponerse su ropa de caza pudo evitar miradas de donde se estaba yendo nuevamente, bajó hasta el establo y se subió a su querido caballo. Volvió al bosque y el camino conocido por el que ya había pasado hace pocos días, mucho más confiada que la última vez pues haber probado ese poder fue fascinante. Cuando llegó al Helheim pudo cruzar fácilmente el Gjallarbrú ya que solo tuvo que mostrar la marca a Modgud para saber que era bienvenida.
Y esta vez fue diferente a la primera vez, no tenía miedo ni asco por lo que había en ese lugar, solo caminó sin prestar atención o como si fuera normal hasta el castillo en ruinas, deseaba ver a su hermana y al llegar la pudo ver sentada en su trono.
— Siendo sincera creí que te tardarías más, tienes unas crisis divertidas de ver —la rubia sonrió de lado de forma sarcástica mientras se acercaba hasta el lugar—. Pero dime, ¿te gustó lo que hiciste?
Némesis esta vez sonrió más astuta.
— Quiero más.
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