IV
CAPÍTULO IV.
❛❛Tu humo y tus espejos no cambiarán lo que sé❞
Es totalmente impresionante las cosas que uno hace cuando está enojado, Némesis no estaba así al salir de la casa de Bálder pero en el transcurso del camino hasta el Palacio estuvo pensando en todo lo que en menos de veinticuatro horas se enteró y comenzó a sentir mucha rabia. Que los dioses amparen su cerebro por resistir información tan delicada en la forma en que ella lo hizo.
No acompañó a sus hermanos hasta sus aposentos como siempre lo hacía al salir con ellos, esta vez solamente bajó de su caballo, les dijo que se fueran a cambiarse y se fue. Ni siquiera mencionó que iría con ellos luego. El enojo estaba nublándole la vista, imposibilitando que piense correctamente. Y cegada dejó que las sirvientas acompañaran a sus hermanos mientras ella caminaba en zancadas hasta el salón del trono. Sabía que su padre se encontraría ahí, era el día que hacía reuniones con sus comandantes y capitanes del ejército asgardiano, por como estaba oscuro afuera supuso que ya estaba terminando.
Agradeció que llevara unos pantalones y no un vestido, eso iba a entorpecerla. Cuando finalmente llegó no se equivocó, la reunión estaba terminando, los soldados estaban saliendo mientras que Odín se quedó a los pies de su trono de espaldas. Sus pasos no pararon cuando llegó hasta las escaleras y ahí fue donde se detuvo.
— ¿Por cuánto tiempo pensabas mentirme? —espetó lo suficientemente alto. Odín volteó y la miró sobre su hombro a la vez que alzaba una ceja.
— ¿Mentirte sobre qué, princesa? —la rubia lo miró incrédula, se relamió los labios para continúar.
— No sé, tal vez el nombre de Hela te suene —escupió remarcando cada palabra. El rey hizo un mohín fingiendo no entender lo que su hija decía.
— No sé de quien estás hablando, el sol al salir a cazar te afectó parece —bajó un escalón con intenciones de irse. Némesis rodó los ojos antes de sonreír con ironía.
— ¿Piensas que vendré solo porque me siento mal? ¿Piensas que no lo sé? —sacó de su bolsillo el diario de la Valquiria y se lo mostró—. Conozco tus secretos, conozco tus mentiras. ¿Tienes algo que decir ahora?
Le estaba enojando más el hecho de que Odín estaba fingiendo confusión con el tema, suspiró esperando impaciente a que se dignara a hablar pero eso nunca pasó. El rey realmente no pensó que su heredera supiera la verdad, algún día cuando su día llegara se lo iba a decir porque sabía que si él moría, Hela regresaría. Pero por más sorprendido que estuviera porque ella lo descubrió y en poco tiempo, calló y bajó las escaleras para irse.
— No hay nada que decir —se limitó a decir con calma mientras, literal, trataba de huir.
— ¿Te irás y ya? —bufó—. ¿No piensas al menos defenderte o explicar porqué exiliaste a tu propia hija y nos mentiste a todos en el proceso? Sabes como odio las mentiras y sé que escondes más secretos que este, ¿¡pero en serio!? ¡Una hija! —Odín le dio la espalda para salir—. ¡Eres un asesino y un mentiroso! ¡Ya sé que clase de padre tengo!
— ¡Tú no sabes nada! —gritó dándose la vuelta hacia ella—. ¡No sabes el porqué de mis acciones!
— ¡Si lo sé! Lo que dice en este diario y en lo que el pueblo dice de nosotros, ¡de ti! ¡La reina de Vanaheim también lo dijo! ¡Hela es la legítima heredera y es mi hermana! ¿Sabes lo que eres? Un cobarde.
— Cómo te atreves a hablarme así, a tu padre, a tu rey.
— Le hablo a un mentiroso y a un hipócrita —dio unos pasos—. Eres un bastardo y un abusador, solo nos usas y si niegas eso te hago recordar la razón por la que Loki está aquí o como me lanzaste a guerras aún siendo adolescente —por cada palabra que daba se acercaba más, con ojos llenos de enojo y lágrimas—. ¡Yo te admiraba! ¡Eras mi héroe! ¿No piensas en tus pobres hijos? Eres egoísta, ruin y desalmado.
— Y tú eres tal como tu hermana, orgullosa y despiadada.
— Pues tú nos criaste —alzó una ceja con una sonrisa sarcástica—. ¿Por eso la exiliaste? ¿Porque se volvió igual a ti?
— Su sed de sangre, su ambición y vanidad al oro y la guerra sobrepasaba la mía. Tuve que tomar medidas...
— ¿¡MATAR A LAS PERSONAS Y LUEGO HACER COMO SI NO PASÓ NADA!? ¡¿A ESO LE LLAMAS TOMAR MEDIDAS!? —sus manos se hicieron puños y apretó su mandíbula antes de continuar—. ¡Pero claro! ¿Cómo no me di cuenta antes? Todo este oro —miró a su alrededor abriendo los brazos, luego lo miró acercándose más—. Sabes qué, ¡yo también hubiera hecho todo esto para que Asgard sea grandioso pero tú lo ocultaste, así como si nada!
— Némesis... —negó suspirando mientras se sentaba en un escalón.
— Siempre lo haz hecho, ¿porqué me sigo sorprendiendo de lo que eres capaz? ¡Exiliaste a tu propia hija, haces que creamos en mentiras y en que eres un hombre bueno cuando no lo eres! —paró a su lado, Odín se encontraba recostado por las escaleras con los ojos cerrados y respirando pausadamente—. ¿Padre? —llevó su mano hasta la de él pero no se atrevió a tocarla, lo miró y como no se movía su parte más sensible reaccionó—. ¡Guardias, por favor, ayuda!
• • •
Némesis se encontraba recostada por la pared dorada frente a la gran puerta doble del mismo color, con brazos cruzados chasqueó la lengua cuando se fijo mucho tiempo en el oro a su alrededor, ya no era tiempo de admirar sabiendo como fue que vino a parar ahí. Cerró los ojos para no quedarse mirando cada cosa dorada que estaba, básicamente, por todos lados. Su madre estaba adentro junto a Eir para saber que le ocurrió al rey. Mandó la cabeza hacia atrás intentando relajarse pero fue en vano porque volvió a tensarse cuando oyó las voces de sus hermanos.
— ¡Cállate, Thor! Nos van a descubrir —exclamó Loki en un susurro.
— No lo harán, estás conmigo —susurró esta vez un orgulloso Thor.
— Exactamente por eso, cabeza hueca —señaló obvio, luego de eso se escuchó un pequeño golpe y una queja. Némesis se llevó la mano a su cara negando por lo irresponsables que eran, deberían estar durmiendo ya, pero están aquí espiando y muy mal otra vez.
— Ya los oí, niños, Thor no golpees a tu hermano —habló la rubia mirando el techo, no le hacía falta verlos.
— ¡Él empezó!
— ¡Shhhhh! ¡Y eso no es cierto!
— Ay, Padres de Todo denme fuerza —pidió la rubia moviendo los brazos hacia arriba—. Ya vengan acá —los menores salieron de una de las esquinas y lentamente se acercaron a su hermana—. ¿Qué están haciendo aquí? Deberían estar en su cama, ya es muy tarde.
— Es que no te fuiste a despedirte, Ném, no podemos dormir sin tus abrazos o besos de buenas noches —explicó Thor mirándola desde abajo con ojos de cachorro. La princesa suspiró y se puso de cuclillas frente a ellos.
— Lo siento, es que ocurrió algo y no pude ir.
— ¿Por lo de padre, verdad? —preguntó Loki—. Lo oí decir a un guardia, ¿le ocurre algo malo?
— No, cariño... padre está bien, solo está cansado, necesita descansar algunos días —murmuró ella mientras acarició levemente las mejillas de sus hermanos. No quería decirles que no tenía la menor idea de que fue lo que le pasó y que posiblemente ella tenga la culpa—. Vuelvan a sus aposentos, madre los regañaría si los ven por aquí a esta hora.
— ¿No nos podemos quedar con padre, por favor? —alargó el pequeño rubio moviendo el brazo de su hermana en forma de súplica.
— Quisiera pero saben que no pueden, madre lo está cuidando bien —ellos pusieron caras tristes—. Ni siquiera se atrevan a usar esas caras, no funcionará esta vez, ahora largo.
Ellos rieron antes de irse, no sin darle un abrazo a la rubia antes, haciéndola sonreír. Se paró viéndolos alejarse y se concentró en ellos hasta que una de las puertas se abrió, giró su cuerpo hacia ese lado con rapidez para ver como Eir salía.
— Su padre está bien, pero, hay un ligero problema —la princesa alzó una ceja para que continuara—. Cayó en su sueño.
Oh, perfecto, maravilloso, genial. Buena forma de huir de sus problemas ósea ella con sus preguntas y acusaciones.
— Que conveniente —una sonrisa irónica tiró de sus labios—. ¿Puedo pasar? —la mujer asintió amable—. Gracias, Eir.
Eir se retiró cuando vio a la princesa caminar hasta la puerta, Némesis entró cerrandola tras ella viendo como Odín estaba acostado en medio de una gran cama bajo un domo de luz dorada, Figga estaba sentada en una butaca a lado agarrando su mano. La princesa caminó con extrema lentitud hasta quedar frente a la cama, no tenía intenciones de quedarse así que no se iba a sentar.
— Sabíamos que esto algún día iba a pasar, por suerte estabamos preparados —murmuró la reina mirando a su esposo.
— ¿Cuanto tiempo estará así? —preguntó volviendo a cruzarse de brazos.
— Tres semanas, más o menos, no te puedo asegurar exactamente solo sé que será menos de un mes —la rubia se limitó a hacer un sonido con su garganta, su madre suspiró y con una mueca la miró—. Ya lo sabes, ¿verdad?
— ¿Era tu hija? —preguntó sin rodeos, no quería darle muchas vueltas al asunto. La reina negó.
— No, tú fuiste mi primera hija, cielo... nunca supe quién era su madre.
— ¿Porqué nos mintieron? ¿Porque a él le avergonzaba lo que hizo? Porque no creo que haya sido por el pueblo si ya sabemos lo que le hizo a su propia hija.
— Némesis, todo lo que tu padre hace tiene sus razones —habló con tono razonable, la aludida rodó los ojos y abrió la boca para decir algo—. Y no, no lo estoy defendiendo, sé muy bien lo que hizo.
— A mi no me importa eso, es la mentira, los secretos y los que nos hacen creer a todos los asgardianos. Ya sé que para construir un gran reino es necesario mancharse las manos, lo sé. Pero luego no me vengas a decir que quieres paz o que siempre fuiste benevolente con tu pueblo y los demás mundos después de matar y extinguir otros reinos. Es muy hipócrita.
— No queriamos decirte porque sabíamos que estarías decepcionada de nosotros.
— Y les está funcionando de maravilla.
Frigga suspiró bajando la cabeza hasta sus manos entrelazadas con Odín, se fundieron en un silencio incómodo hasta que Némesis decidió irse. Realmente quería descansar, fueron muchas cosas malas en pocas horas y no estaba de humor para hablar con su madre ni mirar a su padre. Quién diría, su vida se arruinó en menos dos días, nunca iba a poder ver a sus padres de la misma forma de nuevo.
Volteó para salir de ahí y pudo dar dos pasos antes de que ambas puertas se abrieran, unos cuatros soldados se hallaban afuera, dos entraron más solamente uno se acercó a ella. Sabía quien era, el Capitán Sigurd de los Einherjar, pero lo que le llamó la atención fue que traía en manos el centro Gungnir de su padre. Sigurd se llevó la mano derecha hecha puño a su corazón antes de arrodillarse ante ella, alzó la mirada y le extendió el cetro. Némesis abrió los ojos sabiendo lo que estaba pasando, volteó su cabeza para ver a su madre.
— Asgard necesita a un líder mientras tu padre no está disponible.
— Pero estás tú también, todavía no estoy preparada.
— Lo estás, desde hace mucho lo estuviste, además es tuyo por derecho.
— Sabes que no —susurró antes de volver a girar hacia el Capitán, suspiró viendo el cetro.
Frigga se quedó en silencio un segundo ya que había oído lo que dijo. Némesis extendió sus manos para agarrar el cetro, cuando finalmente estuvo en sus manos cerró sus ojos acariciando el mango hasta que los volvió a abrir con una expresión seria y escalofriante para quién sepa que esa mirada no traería nada bueno.
— Pues ahora es tuyo, Mi Reina.
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