II

CAPÍTULO II.

❛❛Pesada es la cabeza que lleva la corona❞

Sabía que ese trono traía problemas, pero por Bor que también quería sentarse ya ahí. El viaje a Vanaheim fue un total fracaso, tanto por el actuar de la Reina como la de Némesis. Claro estaba que echarle en cara lo que Asgard hizo durante la guerra no fue exactamente algo bueno. Pero como también espetaban cosas mientras la rubia atacaba lo más diplomáticamente que pudo, no evitó sentirse curiosa y totalmente confusa al final. Cuando la Reina de Vanaheim con el odio del mundo le dijo:

— Que podría esperar de ti, asgardiana, si eres su hermana.

Fue el momento en que la hija de Odín ya no supo con que argumentar, ya que no sabía a que se refería, quedó en silencio viendo con desgracia como la Reina sonreía victoriosa. Aunque le hubiera molestado mucho y tenido las intenciones de borrar esa sonrisa con palabras venenosas, no pudo, ni siquiera presto la debida atención luego de eso. Estaba demás confundida y revolvía su cerebro buscando alguna respuesta, ¿hermana de quién? Sus hermanos eran muy pequeños para ser comparados de esa forma peculiar.

Odín había interferido luego de eso, la serpiente de la Reina le daba todo el respeto que poseía al Padre de Todo, Némesis había entrecerrado sus ojos mientras se mantenía a un costado de los mayores. Solo escuchaba cierta parte de lo que decían y se perdió del momento en que su padre se había alejado junto a la odiosa mujer para una conversación más privada. No le importó, de hecho. Su mente seguía pensando en una respuesta coherente por lo dicho por la vanir, más no halló ninguna.

Al llegar en Asgard tiempo después, se dio cuenta como Odín rehuía de ella, solo le hablaba en frases cortas y secas. Como la mayoría de las veces, el Rey no era de expresar mucho, a veces se preguntaba como su madre, un amor de persona, pudo terminar con él. Pero aunque no quería tener sospechas, no podía evitar darle vueltas innumerables veces. Hermana, hermana, hermana, ¿hermana de Thor? ¿De Loki? ¡Son unos niños! Se les había encerrado en sus aposentos cuando sucedió la guerra, apenas jugaban con espadas de madera, ¿de qué serían capaces sus niños si ni siquiera se les permitía salir del Palacio?

Entró a los aposentos de Loki viendo como Thor estaba invadiendo la cama de su hermano, sentado en medio de esta y sobre él tenía una cobija roja —que había traído de su cuarto— sobre su cabeza cubriendolo. La rubia no pudo ocultar su sonrisa, al pequeño solo se le veía su rostro. El menor de todos estaba parado al borde de la cama mirando el libro que ella le había regalado en la mañana abierto, mientras que él movía sus dedos intentando crear una ilusión. El rubio le daba ánimos mientras que el pelinegro volvía releer una oración. Némesis se quedó mirando cerca de la puerta para no desconcentrarlo, sonreía, sus hermanos eran la razón de su felicidad diaria.

Finalmente Loki pudo cambiar su apariencia transformándose en Thor, el aludido se sorprendió y emocionó, saltó sobre la cama bajando la cobija hasta sus hombros.

— ¡Eso fue genial! —exclamó el rubio eufórico, Loki en forma de Thor sonrió moviendo las cejas—. ¡Hazlo de nuevo!

— Ahora si me voy a entremeter —habló Némesis moviéndose hacia ellos, ambos la miraron, Thor le señaló a su "doble" con una gran sonrisa—. Nuestro hermano es genial, ¿no lo crees? —él asintió estando totalmente de acuerdo, Loki volvió a su forma original sonriendo levemente, un poco cohibido—. Aprendes rápido, serás un buen hechicero, mejor que todos.

— ¿Lo crees en verdad, hermana?

— Pero claro —se sentó en el borde de la cama—. Ambos se convertirán en grandiosos hombres algún día y yo voy a estar muy orgullosa de ustedes.

— ¿Nos darán nuestros títulos como a ti te lo dieron? —preguntó el rubio con sus ojos brillando.

— Así es, cuando demuestren su potencial, no se apuren, todo va a llegar, ahora solo disfruten su infancia que luego llegarán las responsabilidades de la realeza —desarregló su cabello, ya era una costumbre, él hizo un mohín alejando las manos de su hermana—. Pero por ahora su responsabilidad sería dormir, príncipes —ambos se quejaron.

— Solo cinco minutos más, por favor —el rubio hizo un puchero apretando más la cobija. Némesis rió levemente antes de negar.

— Mañana pueden continuar, ya es tarde —se levantó haciendo un ademán al rubio—. Vamos Thor, deja a Loki descansar —él volvió a hacer un puchero antes de arrastrarse hasta la orilla y pararse volviendo a poner la cobija sobre su cabeza, se veía demasiado adorable. Loki cerró el libro despues de marcar la página y ponerla en la mesa que estaba a lado de su cama—. Anda, ya voy, arroparé primero al lindo hechicero.

— ¡Buenas noches, Loki! —exclamó él mientras corría hasta la puerta, el pequeño eufórico con una manta roja salió de los aposentos del menor.

Némesis rodeó la cama hasta llegar del lado del pelinegro quien ya se había acostado, agarró su cobija verde oscuro y lo tapo correctamente, se acercó a darle un beso en la frente como todas las noches. Ella simplemente no podía ir a dormir sin darle el beso de buenas noches a sus niños.

— Hermana —la llamó Loki cuando esta se iba a levantar, la rubia hizo un sonido con la garganta para que continuara—. ¿Crees que me puedas enseñar más trucos?

— Todos los que quieras —sonrió dándole un toque a su nariz—. Buenas noches, mi niño.

— Descansa tu también, Ném.

• • •

Se encontraba acostada sobre su cama con el pelo suelto, se había quitado las trenzas que adornaban su cabeza para dormir, pero no era capaz de pegar el ojo por más cansada que esté. Miraba el techo dorado de sus aposentos moviendo frenéticamente el pie, cerró los ojos intentando tranquilizar su agitada mente pero falló cuando sus pensamientos gritaron más alto.

Se sentó en la orilla tocando el frío suelo con sus pies dándole escalofríos, se quedó un momento en la misma posición hasta que con un suspiro se levantó. Buscó unos zapatos cómodos para ponérselos, ya que no pensaba ir a vagar descalza, y salió hacia los pasillos. Estos estaban muy bien iluminados por lo que fácilmente pudo llegar a la biblioteca. Si su mente estaba muy despierta al menos le debía dar algo más que pensar, no lo que la Reina había dicho.

Recorrió los pasillos hasta llegar a la estantería donde había dejado el libro que no pudo leer todo, pero cuando sus manos iban a abrir la tapa algo más captó su atención. Al final del último pasillo, donde se encontraba, vio un destello verde. Ladeó la cabeza dejando el libro encima de los demás y con pasos lentos se acercó hasta la pared, frente a el había una mesita con un adorno de flores encima y a su lado un pequeño sofa para sentarse a leer. Acercó su mano y sintió una energía extraña recorrer la pared, cerró sus ojos por un instante captando el hechizo que contenía.

— Bloqueo, ¿qué ocultas? —murmuró con el entrecejo arrugado.

Se apartó para sacar la mesita con cuidado de no hacer ruido para tener mejor acceso a la pared, una vez enfrente puso ambas manos sobre esta. Cerró los ojos mientras movía sus dedos intentando deshacer el hechizo, se preguntó como no se había dado cuenta con anterioridad pero respondió su propia pregunta cuando sintió como el hechizo que le pusieron era muy fuerte. Estaba demasiado bien protegido. Pero al final pudo sacarlo, ya que se estaba debilitando con el paso de los años.

Alejó sus manos con rapidez cuando se escuchó un crujido y de la pared comenzó a formarse una puerta, Némesis vio esto asombrada sin moverse de su lugar hasta que la puerta se formó finalmente. Miró la manija con duda hasta que la curiosidad ganó, guió su mano derecha hasta ella para abrirla y cuando lo hizo una brisa fría, seca y algo escalofriante salió de el. Parecía, literalmente, como si hubieras abierto la boca de un animal que hace tiempo no lo hacía.

No había luz adentro y solo pudo ver —gracias a las velas de la biblioteca— unos cuantos escalones que llevaban a una negruna total. Némesis tragó saliva antes de agarrar un pequeño candelabro de tres puntas que colgaba de la pared adyacente y adentrarse sin pensarlo dos veces. La oscuridad del lugar era mucho más grande que las pocas tres velas que llevaba, pero pudo atender los escalones para no caerse. Era un pasillo algo estrecho y pudo ver que alguna vez estuvo iluminado por los candelabros oxidados que colgaban de la pared.

No sabía a donde se estaba metiendo pero tampoco quería regresar sin saber que habría ahí abajo.

La escalera llegó a su fin luego de muchas vueltas, terminando en una puerta de madera que seguía un poco intacta. No pudo reconocer el idioma que estaba tallado perfectamente sobre la madera, alzó la vista viendo como no estaba cerrado ni con hechizo ni con llave, por lo que con facilidad dio vuelta la manija abriendola.

No sabía que parte era peor, el pasillo estrecho o esto, estaba mucho más oscuro si eso era posible. Caminó con desconfianza sin poder ver nada, bajó el candelabro al suelo y con un hechizo simple esparció la luz a las velas que seguían en el lugar, iluminando una parte. Se trataba de una biblioteca pequeña o algo así, más bien parecía un lugar donde vinieron a tirar los libros y papiros ya no deseados en la Gran Biblioteca de Asgard. Frunció el ceño preguntándose porqué harían algo así.

Se acercó a una mesa con una capa de polvo sobre el, sopló un poco y lo quitó con su mano para ver que contenía un gran papiro grueso. Pudo notar que era un mapa, reconoció los nueve reinos en el pero la diferencia del mapa que ella ya conocía, era que en esta había más reinos con una gran X sobre ellos. La princesa se encontraba más confundida que de hace media hora, volteó a los estantes y acercó una vela para leer el título de los libros. Todos relataban batallas sangrientas para obtener oro, robando y asesinando a otros mundos.

Frunció el ceño —como la novena vez en el día— agarrando uno de esos libros. Pero al abrir la tapa pudo ver que no era un libro cualquiera, era un diario y según lo que pudo ver había pertenecido a una mujer llamada Rist, una Valquiria. Formó un "o" con sus labios dejando de mirar el cuaderno. Las Valquirias, todas ellas, habían muertos trágicamente hace años, la rubia aún no había nacido para cuando ellas murieron. Las conocía solamente por libros y relatos que Frigga le contaba de niña, las admiraba hasta la fecha.

Pero eso no quitaba el hecho de que tenía en manos el diario de la tercera Valquiria más importante. Rist, sí, sabía quien era. Su madre había hablado muy bien de la guerrera con el cabello color fuego que era cercana a la realeza. Entonces, ¿cómo llegó esto aquí?

Siguió hojeando sin atención, estaba buscando algunas palabras claves o llegar al final para saber porqué el diario terminó enterrada en la oscuridad bajo el Palacio, hasta que se detuvo abruptamente en una página y vaya que llamó su atención, ya que posiblemente en pánico entró. La letra de Rist era muy bonita, pero esa caligrafía pasó al menor de sus preocupaciones cuando leyó la oración.

❛❛Y caí ante sus lindos ojos azules, caí ante ella, ante Hela, la próxima Reina de Asgard❞


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