Sidestory V: East & West
-un año atrás-
«Alerta a todas las unidades, la capital está bajo ataque en estos momentos, se requiere asistencia de todos los soldados disponibles, la situación es más grave que en los otros puntos del país, repito, necesitamos refuerzos de inmediato.»
—Gut, ya oyeron, ¡Quiero a todas las unidades disponibles en camino a Berlín en este mismo instante! —el albino ordenó firmemente al escuchar la alerta a través de la frecuencia, dirigiendo su mirada a todos los soldados presentes dentro del cuartel— West —volteó hacia su hermano—, ve con ellos, yo aún debo dirigir a los soldados aquí, luego los alcanzaremos.
—Ja —contestó seriamente el menor, partiendo de inmediato en uno de los vehículos.
El albino siguió dando órdenes recorriendo todo el cuartel, asegurándose que todos estuvieran cumpliendo sus funciones al pie de la letra.
Alemania fue uno de los países con poca suerte en este desastre, desde un principio las mutaciones fueron invadiendo sus fronteras y se propagaron por todo el país como pólvora. Una de las primeras víctimas de toda esta catástrofe fue el padre de los hermanos. No tuvieron tiempo de llorar su pérdida, estaban muy ocupados cumpliendo con sus labores de comandantes, después de todo, la seguridad de su país, y muchas vidas inocentes, estaban en sus manos. No había tiempo para llorar a los muertos, ellos ya estaban en un mejor lugar lejos de este infierno.
Desde hace medio año, la vida de los hermanos era una locura total. Todos los días eran los primeros en estar de pie, y los últimos en ir a dormir, luego de asegurarse que por hoy, ya todo está bajo control. Apenas descansaban unas horas, y durante esas horas, si surgía algún ataque inesperado, eran los primeros en sentirlo, alertando a todas sus unidades.
Todos los soldados los admiraban por sus esfuerzos, sacrificios, y fuerzas de voluntad inquebrantables. Incluso cuando el menor parecía desanimarse ante tanta dificultad, el mayor no se notaba de esa forma, siempre se mostraba positivo ante cualquier problema, fuere de la magnitud que fuere, eso no importaba. Era él quien alentaba a su hermano menor a no dejarse vencer.
Muchos se preocupaban por la salud de ambos, había días en que no comían absolutamente nada por estar de un lugar a otro dirigiendo a los demás. Ésa era la prioridad de los comandantes, encargarse de sus soldados, para ellos todo lo demás era irrelevante.
Si el país aguantó tanto tiempo, es por la gran organización del mismo. De inmediato se armaron los refugios, y sin perder tiempo los habitantes fueron reubicados en dichos edificios.
Pero a pesar de todo el esfuerzo que hicieron para mantener todo en orden y a todos los habitantes vivos, los infectados crecían cada día más en número, y poco a poco, con el paso del tiempo, fueron cayendo los refugios, quedando unos pocos dispersados por todo el país. Gilbert lo sabía, Ludwig también, a este paso, se declararía anarquía en cualquier momento.
«Gilbert, necesitamos más refuerzos de inmediato, estamos en problemas, los mutantes son demasiados, son del tipo conocido como heavys, nos encontramos en dificultad para reducir el número de estos infectados. Cambio y fuera.»
El prusiano ya estaba a bordo de una de las camionetas del ejército cuando recibió ese mensaje a través del radio, sin perder más tiempo, partieron hacia la capital, que quedaba a unos minutos del cuartel donde se encontraban.
Al llegar al lugar, la escena no lo sorprendió, estaba acostumbrado a lidiar con aquel desastre hace mucho tiempo atrás. Gente horrorizada corriendo por sus vidas, cadáveres tendidos en el suelo, mutantes devorando personas... era algo que veía todos los días.
—Gilbert, ¡vamos al frente ahora! —cuando el menor escuchó la llegada de su hermano, de inmediato volteó hacia él para darle la orden.
—Ksesese, como digas West —tomó su rifle automático y corrió hasta la posición de su hermano.
Fue una batalla bastante reñida debido al tipo de mutantes con los que se enfrentaban, pero después de unas horas, con bastantes bajas de soldados, lograron exterminar a la horda.
El mayor estaba más pálido de lo normal debido al esfuerzo.
—Bruder, ¿estás bien? —Ludwig se acercó al prusiano posando una mano en su hombro derecho, éste volteó a verlo con su sonrisa característica.
—Ja! ¡Claro que estoy bien! ¡Acabamos con todos esos monstruos! ¡Somos asombrosos! ¡KSESESESE! —le dio varias palmadas en la espalda a su hermano menor, debía disimular su malestar, no había tiempo para preocuparse por eso ahora.
—Zustimmen (de acuerdo), si tú lo dices, te creo —soltó un suspiro de alivio, volviendo la mirada hacia los soldados que quedaban.
Con cada batalla, cada vez eran menos. Volvió a suspirar, pero esta vez de preocupación. En algún momento, los infectados acabarían con todos ellos, y no quedaría nadie de la milicia que pudiera proteger a las personas.
—No te aflijas, West —habló calmado el mayor, al percatarse de la preocupación de su hermano—, es algo inevitable —también suspiró—. Después de todo, esta es la vida que cada uno de nosotros hemos escogido —concluyó su frase firmemente, mirando también hacia los soldados, quienes estaban esperando las órdenes de sus comandantes.
Ludwig de nuevo volteó hacia el albino, un poco sorprendido por sus palabras, pero tenía razón. Este es el destino que escogieron, es la misión que decidieron cumplir: proteger a la nación y a sus habitantes.
—Bien caballeros, han hecho un buen trabajo hoy, ¡merecen un descanso y un par de cervezas! ¡Ksesese!
El comandante Gilbert siempre levantaba el ánimo a sus soldados, era su carácter. A veces podía decir muchas estupideces, pero cuando era necesario, tomaba las cosas muy en serio.
—Volvamos al cuartel, por el momento no hay ninguna emergencia —reafirmó el menor de los hermanos.
—Ja, Sir! —respondieron en coro, muy animados, los soldados.
Volvieron al cuartel. Ese día fue el más tranquilo de todos hasta ahora, ningún otro refugio reportó ninguna llamada de auxilio. Todo estaba bien. Y el aeropuerto seguía funcionando correctamente para todas las personas que decidían abandonar esas tierras en busca de una vida más segura en otro lugar.
Estaban tomando un pequeño descanso de las arduas actividades dentro del cuartel cuando escucharon un mensaje en la frecuencia.
«Alertamos a todos los ciudadanos de Alemania y Prusia que los aeropuertos ya no son seguros, dos aviones que venían de Brasil han traído infectados entre los pasajeros, durante el vuelo se esparció el virus, aún no tenemos claro cómo llegó el piloto sin haberse enterado, pero en estos momentos el aeropuerto está en caos. Desde este momento todos los vuelos quedan cancelados.»
«Solicitamos todos los refuerzos en el aeropuerto para controlar la infección de inmediato»
La alarma de alerta roja resonó en todo el cuartel. Todos comenzaron a moverse lo más rápido que podían.
—¡Ya oyeron! ¡Al aeropuerto, ahora! ¡Todos! —Ludwig ordenó rudamente, subiéndose luego a uno de los camiones de la milicia.
En unos minutos llegaron al aeropuerto, no había civiles sobrevivientes, sólo los soldados que estaban vigilando el aeropuerto. Esta vez, también hubo muchas bajas, pero lograron matar a todos los infectados. Después de horas, volvieron al cuartel, pero no con los ánimos de siempre, todos estaban más preocupados que antes con esa situación.
Ya no había forma de salir del país, los aeropuertos fueron clausurados, eso era una trampa mortal.
Los días pasaron, los infectados aumentaban, mientras que los civiles y militares iban disminuyendo drásticamente. Estaban almorzando en el cuartel cuando volvieron a escuchar una alerta nacional.
«Los gobiernos de Alemania y Prusia han caído, se declara anarquía total»
—Was? Das kann nicht sein... (¿Qué? Eso no puede ser...) —el alemán de inmediato se levantó de su asiento, dirigiéndose a la sala de control.
—¡Lud! —su hermano mayor intentó detenerlo, pero no lo logró, sabía que necesitaba procesar la información.
Ludwig se encerró en su oficina, dentro de la sala de control, sentándose en su escritorio, cubierto de papeles. Estaba desordenado. Andaba muy ocupado afuera que no le quedaba tiempo de ordenar sus cosas, es más, hacía semanas que no entraba a aquella oficina.
¿Qué harían ahora? ¿Qué sucedería de ahora en adelante? ¡No podían dejar a las personas a su suerte! Más, tampoco podían ya hacer mucho por ellas. Eso no importa, se quedaría allí hasta que la muerte lo decidiera.
Cuando estaba por levantarse para salir de allí, su hermano entró por la puerta, cerrándola tras de sí.
—¿Sucedió algo, Gilbert? —preguntó preocupado, pensando que se trataba de alguna otra emergencia.
—Nada que no fuera de esperarse, muchos soldados están desertando, ya no tienen nada que hacer aquí, se están marchando... —observó serio a su hermano menor.
—¡¿Qué?! ¡Eso es imperdonable! —golpeó la mesa con ambos puños, no podía creer que se rendirían tan rápido.
—Ludwig, estamos en una situación de anarquía total, ya no podemos hacer nada —aunque a Gilbert tampoco le gustaba mucho la situación, no podían remediarlo; era inevitable.
—¡¿Y todos los civiles que aún están en peligro?! ¡¿Qué pasará con ellos?! —estaba más alterado que antes, levantó la mirada para encontrarse con la del albino, una mirada fría y seria, algo completamente atípico en el mayor.
—Lo que le suceda a los civiles de ahora en adelante ya no es nuestro problema —respondió cortante.
—¡¿Cómo puedes decir eso?! ¡¿Cómo que ya no es nuestro problema?! ¡Somos militares, Verdammt!
—¡LO QUE SOMOS YA NO INTERESA! ¡AHORA SOMOS COMO CUALQUIER PERSONA ALLÁ AFUERA! ¡ENTIÉNDELO!
El alemán se quedó en shock por un momento debido a la reacción del mayor, jamás solía ponerse así, no con él. El albino suspiró al darse cuenta que pudo hacer reaccionar a su hermano.
—¿Sabes lo que sucede cuando se declara anarquía, verdad? —el albino seguía mirando directo a los ojos celestes del menor.
—Ja...
—No tardarán en aparecer por aquí personas furiosas tratando de saquear todo el armamento que sobre, la vida de todos los que estamos aquí está en peligro.
—Ja... —recién allí entendió que ahora ya no eran los héroes, sino que muchos los verían como enemigos, y no dudarían en sacarlos del camino si se los consideraba una molestia; y ya no había regla o ley que los amparara.
—Según nuestro contacto en Austria, allí aún están funcionales los aeropuertos, debemos partir para allá cuanto antes.
Ludwig dudó unos momentos en contestar. ¿Realmente se iría sin más, como un cobarde huyendo de la situación? No, no haría eso.
—Gilbert, no me iré de aquí, me quedaré para ayudar a quien sea que lo necesite —sin dejar su seriedad de lado, ya había tomado su decisión.
Gilbert estaba sorprendido, creyó ya haber hecho entender a su hermano que no había caso que siguieran allí.
—No puedes estar hablando en serio, Lud.
—Nunca he dicho algo más en serio en toda mi vida. No puedo simplemente abandonar a estas personas a su suerte mientras yo busco un mejor porvenir para mí. No fui entrenado para eso...
El albino perdió la paciencia.
—¡ME IMPORTA UNA PUTA MIERDA PARA LO QUE FUISTE ENTRENADO! ¡TÚ NO SÓLO ERES UN SOLDADO, LUDWIG, TAMBIÉN ERES MI HERMANO! ¡CON UN DEMONIO! —no permitiría más que su hermano menor antepusiera su deber antes que su propia vida, no más, no en esta situación; ya no.
—Gilbert... —nuevamente estaba perplejo por la reacción de su hermano.
—Ya perdimos a unser vater, (nuestro padre) ¡no pienso perderte también a ti, demonios! ¡Nos iremos a Austria y es una maldita orden! ¡Recuerda que a pesar de ser también comandante, yo soy superior a ti por la antigüedad! ¡Así que no me desobedezcas soldado! ¡Kse!
—Lo que dices no tiene sentido, tenemos la misma autoridad...
—¡Claro que no! ¡Soy tu hermano mayor! ¡El deber de los hermanos menores es hacer caso a sus hermanos mayores! ¡O sino se considera desacato a la autoridad! ¡Irás a la cárcel!
—Gilbert... Ya no hay cárceles a estas alturas...
—¡KSE WEST! ¡Que me hagas caso y punto!
Ludwig suspiró dejando ver una leve sonrisa en su rostro. Las cosas que su hermano estaba diciendo no tenían sentido alguno, pero sabía que sólo estaba tratando de convencerlo para ir a Austria. Gilbert tenía razón, ya no tenían nada que hacer allí, sus deberes como militares ya habían acabado. Era momento de preocuparse por ellos mismos.
—¿A qué hora partimos, Gilbert? —volvió a mirar a su hermano mayor, la cara de éste cambió de preocupación a alivio en un segundo.
—¡KSESESESE! ¡Ahora mismo, soldado! —abrió la puerta de la oficina dándole paso a su hermano menor.
—Hey, no soy un soldado, soy comandante.
—¡Nada de eso! ¡Ya se declaró la anarquía! ¡Por tanto ahora yo soy el asombroso General Gilbert Beilschmidt! ¡KSESESESE! ¡Y tú eres mi cabo! ¡Así que debes seguir mis órdenes, cabo! —juntos iban caminando hacia la salida del cuartel.
—¿Qué no era soldado, me acabas de rebajar?
—¡KSESESE! ¡Ja! Y de ahora en adelante, sólo tienes derecho a decirme: «Asombroso hermano mayor» ¡KSESESE!
—...
Subieron a uno de los helicópteros que quedaban, necesitaban llegar al aeropuerto de Austria cuanto antes, y por aire era lo más rápido. Prácticamente eran los últimos en abandonar el cuartel. Tomaron suficientes armas para defenderse por el camino, y partieron rumbo al aeropuerto de Austria. Irían a Khelidamitsa, un país ubicado en el medio de Sudamérica, conocido por su clima caluroso. Según las informaciones que había recaudado antes de salir, el calor afecta gravemente a los infectados, por tanto, era el lugar perfecto.
Después de dos días de viaje ininterrumpido, turnándose entre ellos para conducir el helicóptero, llegaron a destino. Entraron al aeropuerto, comprando los pasajes a Khelidamitsa, y decidieron ir a sentarse a esperar la hora de su vuelo. Mientras Gilbert recorría con la vista el lugar, se encontró con unas figuras conocidas. Codeó a su hermano, mostrándole quiénes estaban allí. Fueron junto a los hombres para saludarlos.
—¡Ksesese! ¡Hallo Vash! ¡No esperaba verte por aquí! —el prusiano le extendió la mano al suizo para saludarlo, quien la aceptó amablemente.
—Hallo Gilbert, Hallo Ludwig, veo que en Alemania tampoco están muy bien las cosas —dirigió su mirada a ambos y también saludó al alemán.
—Ja, al parecer estamos en las mismas —contestó Ludwig.
Vash, Ludwig y Gilbert se conocían debido a la milicia y a las relaciones entre sus países. Por ello siempre estaban en contacto cuando la milicia funcionaba normalmente, antes de la infección. Cuando ésta comenzó, perdieron el contacto por completo, cada quien estaba muy ocupado con los asuntos de sus propios países.
—¡KSESESE! ¡Y veo que el señorito sigue vivo! ¡Eso sí que es sorprendente! —era la forma de demostrar su alegría de ver al austriaco.
—Eres un tonto Gilbert, no has cambiado nada —contestó el aristócrata.
—¡Hey!
Y así comenzaron a discutir como siempre lo hacían cuando eran pequeños. Sí, Roderich también fue a vivir un tiempo en Berlín, luego de haber conocido ya a Vash, y fue en Berlín que conoció a los hermanos Beilschmidt. Todo el tiempo que vivió allá se llevó muy bien con el alemán, mientras que su relación con el prusiano, era complicada.
Pasó una hora mientras los cuatro hablaban sobre cosas de la vida. Hasta que anunciaron que era hora de abordar el avión con destino a Khelidamitsa. Resultó que, los cuatro tenían el mismo destino. Es decir, que juntos, comenzarían una nueva aventura.
Abordaron el avión, y emprendieron el viaje, rumbo hacia una nueva región, rumbo hacia una nueva vida.
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bueno, sólo quería decir que, ¡SÍ! ¡YA ENCONTRÉ NOMBRE PARA MI PAÍS FICTICIO! ¡SOY FUCKING FELIZ! y... ehm... sólo eso, los capítulos anteriores (que por suerte no son muchos xD) ya están en edición, pronto cambiaré todos los "tp" por «Khelidamitsa» yeeey! hoy no, porque ya estoy muerta de cansancio xD y lamento todas las confusiones que han tenido debido a que soy un fiasco para encontrar nombres a tiempo xD
saludos~
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