Sidestory III: El señorito

ehm, sí, olvidé agregar la música xD pero bueno, ya la puse, la música del video de youtube es la que deben escuchar a partir de donde dice "aquí comienza la música" 
así tendrá más feeling el cap *^*
Bueno, eso es todo, un saludo c:

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-ocho años atrás-

Roderich siempre fue un chico tranquilo. Sus talentos en la música deben ser reconocidos por cualquiera que lo escuchara tocar el piano, o el violín. Pero entre los dos instrumentos, el que más le gustaba era el piano.
Sus padres estaban orgullosos de él. Terminó el colegio con excelentes calificaciones, destacando entre todos los estudiantes de su curso. Aunque no tenía muchos amigos, eso no le importaba, prefería pasar el tiempo en su casa, con el piano, o con sus padres. Así era feliz, le gustaba esa vida.

Al terminar el colegio, decidió obtener una maestría para ser profesor de piano. Después de varios meses de especialización, le dieron la acreditación necesaria para enseñar piano. Consiguió un buen empleo como profesor en una academia de música de excelencia.

¿Qué más podía pedir? Su vida estaba completa.

-cinco años atrás-

Después de tres años enseñando a tocar el piano, se convirtió en un profesor de música bastante destacado de su país.

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Hoy tenían planeada realizar una cena familiar en un hermoso y elegante restaurante de la ciudad, llamado Steirereck, para celebrar la exitosa carrera como profesor de Roderich. Él estaba terminando de controlar las partituras con las que enseñaría al día siguiente, sus padres irían por su cuenta, y se encontrarían allí.

Minutos antes de salir camino al restaurante, recibió una llamada.

—¿Señor Roderich Edelstein? —habló un hombre con tono serio desde el otro lado del teléfono.
—Sí soy yo, ¿quién habla? —preguntó educadamente.
—Estoy llamando desde el departamento de la policía de tránsito. Hubo un accidente cerca del restaurante Steirereck, entre las pertenencias de los accidentados encontramos sus credenciales, pero necesitamos que venga a realizar el reconocimiento de los cuerpos.
—¿Dijo... cuerpos?

En ese momento estaba helado ante la repentina noticia. ¿Qué pasó? ¿Acaso sus padres estaban muertos? No, debía ser un mal sueño, ¿no? Sintió que su respiración y sus latidos se detuvieron. No podía ser cierto, ¿o sí? Ni siquiera pudo despedirse de ellos...

—Lamento mucho informarle señor, y aún más por este medio, pero, desafortunadamente todas fueron víctimas fatales —la voz del hombre sonaba un poco apagada.
—Voy para allá, deme la dirección exacta.

Luego de anotar la dirección, colgó el teléfono, llamó un taxi y pidió que lo llevaran hasta el lugar del accidente. No iba a aceptarlo, no podía ser verdad, no, tal vez se equivocaron, pasa seguido, ¿verdad?

Bajó del taxi, y la escena simplemente era horrible. Un camión había arrastrado por delante varios metros a un automóvil, dejándolo hecho trizas.
Apenas sosteniéndose en pie, lentamente, caminó hasta el llegar junto a los paramédicos, quienes estaban recogiendo los cuerpos.

—Señor Edelstein, ¿es usted? —preguntó un oficial, acercándose a él al notar su presencia.
—Sí —contestó cortante, apenas podía hablar, aún estaba conmocionado por la noticia.
—Señor, debo pedirle que se prepare mentalmente, porque los cuerpos, están bastante desfigurados debido al accidente —soltó un gran suspiro antes de continuar—, lamentablemente, es el protocolo.
—Lo entiendo.

Se acercó a las carpas negras tendidas en el asfalto entre pedazos de automóvil y vidrios rotos, y bastante sangre alrededor. Creía que podría soportarlo, trató de imaginarse la peor de las situaciones en las que podrían estar sus padres, así que, podía con esto.

El paramédico destapó con cuidado el primer cuerpo. Al verlo estaba horrorizado, era su madre, o mejor dicho, lo que quedaba de ella. Tenía el rostro bastante desfigurado, pero pudo reconocerla por lo que quedaban de sus facciones.

Fue espantoso, estaba paralizado y no podía reaccionar.

—Señor, ¿ella es Geraldine Edelstein? —el oficial se dio cuenta del estado de shock en el que se encontraba.

Abrió su boca para hablar, pero ninguna palabra salió de ella. Asintió con la cabeza, y el paramédico volvió a tapar el cadáver.

—El conductor del camión estaba mensajeando mientras conducía, no se dio cuenta que el semáforo se puso en rojo, y llevó por delante el vehículo de sus padres. Su madre salió despedida del vehículo por la puerta del copiloto debido al impacto, y terminó aquí, a varios metros del vehículo.

Roderich estaba haciendo su mejor esfuerzo para asimilar la situación. No demostraba emoción alguna, aunque por dentro se estaba derrumbando lentamente.

—El hombre que conducía quedó atrapado dentro del vehículo, los bomberos nos han ayudado a remover la puerta del conductor para sacarlo del automóvil —el oficial le señaló el cuerpo que estaba al lado del de su madre—. ¿Puede reconocerlo? Si aún no está en condiciones, podemos llamarlo otro día a la morgue.

—Puedo —articuló con dificultad.

Si tenía que verlos, que sea todo de una vez, no quería jamás pisar una morgue. El paramédico destapó el cadáver del hombre, estaba completamente ensangrentado, pero pudo reconocerlo, era su padre.

—¿Es el señor Franz Edelstein? —insistió el oficial.

De nuevo, sólo asintió.

—Sé que es dura la pérdida de sus padres, lo lamento mucho, y, le agradecemos su colaboración —en realidad no sabía qué más decirle al castaño.

Tomó otro taxi y regresó a su casa. No habló con nadie, y los pocos amigos que tenían se enteraron recién al día siguiente en las noticias.

-aquí comienza la música-

Apenas llegó a su casa, se encerró en su estudio, donde estaba su piano, y comenzó a tocarlo. Una melodía triste, melancólica, pero hermosa a la vez.

Los días pasaban, y él, seguía encerrado allí, tocando el piano todo el tiempo. Algunos días apenas salía para comer algo, o para darse un baño.

El golpe fue muy fuerte, y la única forma que conocía de desahogarse, era ejecutando el piano.

Algunos amigos iban a visitarlo, por un tiempo, pero debido a su hostilidad con los demás, terminó por quedarse solo.

—No ha dejado de tocar esa melodía deprimente desde el día en que fallecieron sus padres —comentaba una alumna del profesor, quien a pesar de la insistencia de sus conocidos en dejar al profesor solo con su agonía, seguía visitándolo de tanto en tanto.

Roderich dejó de asistir a la academia sin darle explicaciones a nadie, por lo que perdió su trabajo. A sus padres no les faltaba dinero, así que podía vivir así por un tiempo más.

—Sí, muchos dicen que ya perdió la cordura, anda encerrado hace ya tres meses —contestó la amiga de la alumna.
—Lo sé, comienzo a preocuparme por su salud mental...

Así es, pasaron ya tres meses, y el austriaco aún no podía superar la muerte trágica de sus padres. Todos los días, al menos cinco veces, tocaba la misma melodía.

«El tiempo olvida» —se repetía mentalmente todos los días.

Dicen que el tiempo sana las heridas, así que, sólo le tocaba esperar hasta poder superar esto.

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Tres meses más pasaron, y al fin decidió salir de su encierro. De a poco comenzó a retomar su vida, después de todo, tardó medio año en retomarla.
Empezó volviendo a pedir un trabajo en la academia, quienes de inmediato le devolvieron su antiguo puesto, pues, en realidad no había reemplazo para alguien tan bueno como él.

Con el paso de los meses, su vida volvió a ser la misma que antes del accidente. Pero él, nunca más volvió a ser el mismo. Si antes era bastante reservado, ahora era peor, ya no tenía amigos, y prefería seguir así.

«El tiempo olvida, las personas lo olvidan, pero yo no.» —es lo que pensaba cada día al despertar.

-dos años atrás-

Con el tiempo, había superado por completo lo de sus padres. Ya no le dolía recordarlos, ahora los recordaba con una paz en el corazón.

Después del accidente, realmente no le sorprendió la noticia de la infección que comenzó a brotar en los Estados Unidos. Se mudó tan pronto como pudo a un refugio, donde a pesar de las altas y bajas de seres humanos, estaban relativamente bien. A medida que los meses pasaban, la infección se esparcía de una manera increíble por todos los países. En varios países europeos ya se había declarado la anarquía total, y Roderich sabía perfectamente que no faltaba mucho para que lo mismo suceda con su país. Si quería seguir viviendo, tendría que salir de allí cuanto antes, y aprovechar que en Austria aún estaban funcionales los aeropuertos.

Un camión militar se encargó de transportar a las personas del refugio que querían dejar el país hasta al aeropuerto, desde allí, cada quien se hacía cargo de su propia vida.

Roderich estaba sentado, tranquilamente, esperando el vuelo, mientras veía cómo las personas se exasperaban y alarmaban, queriendo dejar el país lo antes posible. Suspiró profundamente bajando la mirada, tanto desorden le estaba dando dolor de cabeza.

Hallo Roderich, schon eine weile (Hola Roderich, ha pasado bastante tiempo) —escuchó una voz conocida a su lado, volteó a ver de quién se trataba.
Hallo Vash, es stimmt (Hola Vash, tienes razón)—contestó educadamente al saber que se trataba del suizo, su amigo de la infancia.

Cuando Roderich era pequeño, fueron con sus padres de viaje a Berna, allí fue cuando conoció a Vash y a su hermana Lili. Como se quedaron todas las vacaciones de verano, durante tres meses se hicieron grandes amigos.
Cuando el austriaco volvió a su país, seguían en contacto a través de internet, hasta que con el paso del tiempo la conexión se perdió, hasta hoy.

—Veo que a pesar de todo sigues vivo —sonrió el suizo, sentándose al lado del castaño, esperando el vuelo.
—Sí, he tenido suerte, quizás —contestó el austriaco con tranquilidad—. Y, ¿está Lili por aquí? Hace tanto tiempo que no la veo, ni a ti.
—Ella... —el semblante del rubio se ensombreció bastante— Ella no lo logró —contestó tratando de no quebrar su compostura.
—Lo siento Vash, de verdad lamento mucho escuchar eso —el austriaco le dio sus condolencias a su viejo amigo.
—No te preocupes Roderich, tuvo que pasar y punto —respondió firmemente tratando de ocultar sus verdaderos sentimientos—. ¿Y tus padres? —preguntó tratando de desviar el tema de su hermana.
—Murieron hace tres años en un accidente automovilístico —contestó con la mayor normalidad posible en su persona.
—Lamento eso, Roderich —el suizo colocó su mano en el hombro derecho del austriaco en señal de apoyo.
—No hay problema Vash, como dijiste, tuvo que pasar y punto —soltó un pequeño suspiro de alivio.
—Tienes razón —agregó el rubio—. ¿Y a dónde piensas ir?
—Al continente americano, donde sea, no importa, si donde hace calor estamos seguros, pues a ese lugar, por ello compré un boleto a Khelidamitsa —firmemente le dio su respuesta al suizo.
—Sí, al parecer allá vamos todos.

Se quedaron en silencio un momento. Era la primera conversación que tenían después de años de no verse. Pero debido a las circunstancias en las que estaban viviendo, sería bueno retomar la relación que quedó pausada tantos años.

Después de todo, los que están en el aeropuerto tienen un objetivo en común: sobrevivir. Y con todo el caos que hay allá afuera, se sabe bien que solos no se puede llegar a ningún lado. En momentos como éstos, hay que unir fuerzas para salir adelante.

—Si no te opones, de ahora en adelante podemos volver a aliarnos, al fin y al cabo no podemos desenvolvernos solos en tierras extranjeras —el suizo se cruzó de brazos recostándose por completo en el asiento donde estaban esperando, sin mirar a la cara a su amigo.
—Tienes razón, sería bueno volver a ser amigos —el austriaco estaba contento por la propuesta del rubio.
—Además que si alguien no te cuida de seguro te mueres en menos de mediodía —agregó serio Vash.
—No es necesaria tanta franqueza —se ofendió un poco, pero en el fondo sabía bien que el suizo tenía razón.

Vash volteó a ver al castaño, quien le dedicó una sonrisa tranquila. Desde ahora serían amigos, otra vez. El suizo le extendió la mano, y él la aceptó cordialmente, estrechándola, como los buenos compañeros que serían de ahora en adelante.

Como buenos colegas, tratarían de salir adelante, en tierras desconocidas para ellos, en busca de una mejor vida, de un nuevo rumbo, el algún lugar del continente americano.

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