Sidestory II: La salvación de los Vargas

Luego de bajar de aquel tren, aún estaban muy consternados por lo ocurrido. ¿Qué les quedaba hacer ahora? ¿Qué sería de ellos de ahora en adelante? ¿Cómo sobrevivirían sin el apoyo de su abuelo?

Los hermanos italianos pasaron esa noche en lo que alguna vez fue una gran estación de trenes, no tenían a dónde ir, no tenían idea ni siquiera si seguirían vivos para el amanecer.
Durmieron en los ajados asientos de espera de aquella estación, el mayor instó al menor que durmiera tranquilo, mientras él hacía guardia. El menor, aunque podría hacer turnos con su hermano, no quería contradecirlo, se ponía bastante agresivo cuando no le hacían caso, y en momentos como éstos, en los que ambos estaban frágiles emocionalmente, no quería complicar más las cosas, por lo que asintió sin decir nada, y trató con todas sus fuerzas borrar aquella escena de su cabeza, donde vio por última vez a su abuelo, sacrificándose por ellos.

Aunque le costó un mundo, logró conciliar el sueño.
Nunca pensó que sus vidas cambiarían tan drásticamente por culpa de un virus. Nunca pensó que olvidaría cómo se sentía recorrer los tranquilos canales de Venecia, bajo el cálido sol, relajado, mientras halagaba a alguna que otra chica que veía, y luego de un día vacacional, cenar una deliciosa pasta en su hogar. Antes hacía eso a menudo, ahora había olvidado hasta a qué sabe la deliciosa pasta. ¿Algún día volverá a probarla? ¿Algún día podrían estar tranquilos, sin tener que huir de un lugar a otro?

El mayor de los Vargas no tenía ni una pizca de sueño, aunque no había dormido la noche anterior. Lo sucedido con su abuelo lo hizo reflexionar aquella noche, bastante. Estaba pasando por una crisis existencial y no tenía el apoyo de nadie para poder sentirse consolado. Estaba solo.

¿Por qué decía que estaba solo? Tenía a su hermano, quien siempre fue el orgullo de su abuelo, y he ahí el problema. Lovino siempre fue dejado de lado cuando se trataba del abuelo, sabía que lo quería, a su manera, pero era obvio que amaba más a Feliciano, era su nieto preferido.

Y cómo no, Feliciano siempre fue mejor en todo. Sabía cocinar mejor, tenía más talento que él en todo, hasta en el arte de la seducción, pues incluso las chicas preferían a su hermano, decían que era simplemente adorable, mientras que a él la mayoría lo evitaba, por tener cara de mafioso. Claro, cuando se esforzaba no tenía problema en conseguirse alguna ragazza, pero a simple vista siempre era su hermano el predilecto.
Lo quería, pero estaba harto de ser su sombra. ¿Alguien sabe lo que se siente ser el mayor, y ser la sombra del menor? Es horrible.

Feliciano siempre fue muy amable con él, demostraba que lo quería, pero más parecía que lo hacía por lástima que por verdadero amor, al menos así lo interpretaba el castaño de ojos verdes.

«Si alguien merece vivir, es Feliciano, después de todo es lo que el abuelo hubiera deseado...» —pensaba profundamente, mientras su mirada se perdía en el vacío.

Para algo debe de servir. Si nunca fue bueno en algo, éste era su momento de demostrar lo contrario. Ya no sería el cobarde que se encierra en un rincón a llorar, se pondría los pantalones como se debe y enfrentaría las situaciones que la vida le presenten. Si en algo era bueno, era en ser un completo vándalo, y eso le serviría bastante en estos días.
Tal vez hasta ahora no pudo destacar lo suficiente, pero de ahora en adelante podría ser que las cosas cambien. Nunca pudo poner en práctica sus talentos como delincuente, debido a que hasta hoy día lo habían subestimado. Eso ya no pasaría, ahora él estaba al frente, su hermano menor dependía de él, sabía perfectamente que Feliciano no tenía los nervios suficientes para afrontar todo este maldito asunto de la supervivencia, era demasiado inocente para saber desenvolverse.

Él en cambio, sabía lo que era la maldad del mundo, conocía perfectamente la clase de basura humana que habitaba allí afuera aparte de los infectados, aparte de aquellos que trataban de reconstruir su vida, alguna vez perdida entre tanto caos. Lovino podía hacerle frente a esos imbéciles sin problema, si era necesario, una de sus especialidades era odiar.

Él no era una mala persona, simplemente desarrolló ese carácter en autodefensa ante las diversas situaciones que tuvo que soportar a lo largo de su vida. Por dentro podría llegar a sentirse frágil e indefenso, pero no demostraría eso jamás, no desde que creció y se convirtió en un hombre, pues ahora era eso, un hombre, y como tal, sólo le quedaba tomar en sus manos las riendas del asunto.
Ya no tenía ganas ni ánimos de seguir siendo aquél a quien dejaban de lado, si existía alguna posibilidad de cambiar las cosas, éste era su momento.

Desde aquel día las cosas cambiaron bastante entre los hermanos. Al amanecer partieron rumbo al norte, sin un destino fijo, caminando a la deriva. En el camino encontraron un supermercado abandonado, entraron a saquearlo, para la suerte de ambos, había en aquel lugar armas de caza, los rifles les servirían bastante.

—Ah, peor es nada, podré desenvolverme bien con los rifles, ¿y tú, Feliciano? —preguntó el mayor en tanto recargaba el rifle y guardaba las municiones del mismo en todos los bolsillos que tenía.
—Uhm, estoy más acostumbrado a las pistolas, pero no creo que haya problema... —contestó dudoso el menor.
—No hay problema, yo te enseño a manejarlo —contestó sonriente el ojiverde, algo bastante atípico de él, desde que lo conocía.
—¿Eh? Ah... De acuerdo... —balbuceó el ojimiel.

No estaba acostumbrado a esa amabilidad, sabía que su hermano lo quería, pero normalmente no lo demostraba.

Salieron de aquel lugar con los rifles, y unas mochilas cargadas de víveres necesarios para el día a día, no había agua, pero al menos tenían jugos, sodas, y otras cosas bebibles, después de todo al menos tenían líquido que consumir.
Caminando bajo el sol ardiente, seguían su camino hacia al norte. Aquel clima no les molestaba, estaban acostumbrados al calor, aún más el mayor.
Mientras avanzaban, a lo lejos divisaron una gran horda de infectados, para la suerte de ambos, no eran mutantes.

—Bien Feliciano, éste es el momento en que pondrás en práctica los consejos que te daré, Va bene? el mayor miró a su hermano esperando su aprobación.
Sì... —contestó.
—Primero debes sujetar el rifle firmemente, así —le mostró cómo lo hacía él—, aunque debes buscar la posición que te sea más cómoda, ¿entendido?
—Entiendo... —posicionó el arma de acuerdo a cómo se sentía más cómodo, sosteniéndola con la mano izquierda para apretar el gatillo con la derecha.
—Aún no pongas los dedos en el gatillo —indicó el mayor.
—De acuerdo... —sacó su índice del gatillo, tratando de apuntar el arma hacia los infectados que se acercaban a paso de tortuga.
—¿Estás seguro que lo estás agarrando firmemente?
—contestó un poco nervioso el menor.
—Veremos eso... —sin esperar la reacción del menor, golpeó el cañón del arma con su puño izquierdo, haciendo que el arma cayera al suelo.
—¡¿Y eso por qué fue?! —reclamó nervioso el ojimiel.
—Tu agarre es muy débil, debes ser capaz de sostener el arma aunque se cayera un martillo encima del cañón, sino saldrás volando cada vez que dispares el arma, lo que también afectará gravemente tu puntería —contestó calmado y serio—. Imagina la siguiente situación: un mutante está corriendo tras de mí, a punto de alcanzarme y mi única salvación es tu puntería, si no tienes buen agarre, podrías matarme, bueno, sé que eso no te importa mucho, pero sólo es un escenario, mejor cambiemos de persona, piensa que podría ser una bella ragazza la que estuviera en ese lugar, si no sostienes con fuerza el rifle la puedes matar... —continuó hablando fríamente.
—No digas eso fratello, sabes que te quiero... —musitó un poco dolido el menor.
—¿Decir qué? —preguntó, sin darse cuenta de lo que había dicho antes.
—Lo de que no me importaría si te llegara a pasar algo... Ya fue suficiente con el abuelo, no podría soportar perderte a ti también... —unas pequeñas lágrimas amenazaban con salir de sus ojos.

Por un momento el mayor se sintió culpable por aquello que dijo involuntariamente, más no era momento de cursilerías.

—De acuerdo, dejemos eso de lado y vuelve a agarrar el rifle —respondió un poco nervioso, mientras disparaba a los infectados que ya estaban más cerca.
—Ya lo estoy sosteniendo... —comentó el menor.
—Bien, debes concentrar tu fuerza en los brazos —volvió a golpear el arma con todas sus fuerzas, más apenas logró moverla—. ¡Muy bien Feliciano! ¡Así se sostiene un rifle! —lo felicitó, a lo que el menor sonrió— Ahora debes agarrar esta parte del rifle así —tomó la mano del menor y la colocó correctamente sobre el rifle—. Mantén también firme tu mano, no aprietes el cañón, pero sostenlo de manera que no se mueva, o podrías perder la mano, ¿entendido?
—Entendido...
—Ahora aprieta fuertemente la culata bajo tu hombro izquierdo, para que tu cuerpo entero absorba los impactos de los disparos, o sino no podrás hacer más de dos disparos.
—De acuerdo —hizo lo que su hermano mayor le dijo, apuntando a los muertos vivientes.
—Ahora prueba tu puntería —continuó mientras seguía disparando a los infectados que estaban más cerca.
B-bene... —inhaló y exhaló el aire profundamente para comenzar a disparar.

Primer tiro. Fallido. Segundo tiro, fallido. Tercer tiro, acertado.

—¡Muy bien Feliciano, lo estás haciendo bien! —lo halagó el mayor.
Grazie fratello... —contestó.

Una vez acabaron con todos los infectados, continuaron su camino. Pasaron días recorriendo el país, durmiendo en alguna que otra casa abandonada, siempre el mayor haciendo guardia por cualquier cosa. Era muy bueno peleando, y el menor debía admitir eso.
Poco a poco con el paso de los días la relación entre ellos se fue suavizando, volviéndose más fraternal. El menor apreciaba aún más a su hermano, por enseñarle muchas cosas y velar por él, mientras que el castaño de ojos verdes estaba feliz de al fin ser verdaderamente útil, eso era lo que quería, después de todo. Muchas cosas pasaron, muchos problemas enfrentaron, pero el mayor siempre fue capaz de dar la cara a los inconvenientes, por lo que lograron sobrevivir todo ese tiempo.

Trataron de unirse a todas las colonias que les quedaron de paso en el camino, sin éxito. Por ser extranjeros buscaban aprovecharse de ellos, como si tuvieran que ser esclavos para conseguir comida o un poco de agua para asearse. No, de ninguna manera Lovino iba a conformarse con eso, y tampoco iba a permitir que su hermano lo hiciera.
En la última colonia a la que intentaron unirse, los trataron muy despectivamente, por lo que al mayor se le ocurrió una idea genial para vengarse.

Mientras "dormían", el mayor aprovechó para salir de la tienda donde los habían puesto en vigilancia, estaban "a prueba". A la mierda su maldito periodo de prueba, podía metérselo allá donde no entra el Sol.

Sigilosamente se acercó al único guardia que les pusieron, ya que ambos hermanos fingieron ser unos completos inútiles para pasar más desapercibidos. Ellos podían ser cualquier cosa menos eso, al menos cuando la situación lo requiera.
Le tapó la boca y rodeó su cuello con el brazo izquierdo, presionando fuerte hasta dejar sin aire e inconsciente al hombre. Salieron de allí sigilosamente, con la metralleta y pistolas que tenía el ahora inconsciente y fueron a donde estaban los vehículos. En aquel lugar estaban dos guardias más.
Feliciano fingió haber tenido una pesadilla, y estaba llorando aludiendo que no sabía dónde quedaba su carpa, para llamar la atención de los hombres. Ellos se acercaron al castaño de ojos miel para ayudarlo, de alguna forma el italiano les infundía bastante ternura, suficiente para distraerlos.
Lovino se acercó cautelosamente por detrás, noqueando a ambos hombres al mismo tiempo, al golpearlos en la nuca con la culata de las armas.

Subieron a una de las camionetas, el menor se ubicó en el asiento del copiloto, y el mayor se agachó bajo el volante a sacar unos cables y conectarlos entre sí, hasta encender el motor. Apenas la máquina comenzó a rugir, salieron a flote las maravillosas habilidades que tenía el mayor para conducir, moviendo el vehículo rápidamente para salir del campamento, huyendo antes que alguien pudiera hacer algo para detenerlos.
Perseguirlos sería desperdiciar combustible, y armas, y no estaban en condiciones para eso. El líder del lugar se limitó a maldecir a los italianos con todas las injurias que conocía en su vida.

—JÁ! Eso les pasa por hijos de perra! ¡Espero que en estos momentos se estén muriendo de la rabia! ¡Imbéciles! —el mayor estaba feliz de haber logrado su objetivo de conseguir móvil, más aún por vengarse de aquél hijo de su madre.
—Vee... Eso no estuvo bien, pero al menos ya tenemos vehículo —agregó el ojimiel.
—Tampoco estuvo bien que esos idiotas nos tratasen de esa forma, somos seres humanos, no mascotas, ¡el hecho que no seamos de por aquí no les otorga ninguna autoridad sobre nosotros! ¡Las personas de este país me tienen harto hasta las pelotas! ¡¿Qué se creen?! ¡Son todos unos hijos de puta, de verdad que no los soporto! —el mayor siguió diciendo muchas más injurias que no pueden ser pronunciadas.

El menor decidió admirar el paisaje a través del vidrio del vehículo, su hermano tenía razón, aunque podría dejar de ser tan injurioso de vez en cuando, lo ponía un poco nervioso cada vez que se ponía así. Viajaron por la carretera un día entero, sin descansar, hasta que el vehículo tuvo que detenerse por falta de gasolina, al menos a lo lejos veían un cartel de bienvenida. Estaban cerca de un pueblo, eso era un poco reconfortante.

—¡ARGH! ¡MALDITO PEDAZO DE CHATARRA INSERVIBLE! ¡¿Por qué demonios justo ahora se le acaba el combustible?! ¡Maldición! —maldecía el mayor de los Vargas mientras golpeaba el volante con sus manos.
F-fratello, cálmate... Si se acabó no podemos hacer nada, tal vez en aquel pueblo haya alguna reserva de combustible... —Feliciano intentaba calmar a su hermano de aquella histeria.
—¡Bien! ¡Y si no lo conseguimos, al demonio con esta hojalata! —sentenció enojado.

Bajaron del vehículo con algunos víveres, no les quedaban muchas municiones para las armas. Caminaron unos kilómetros hasta llegar a la entrada de aquel lugar, matando unos que otros infectados que deambulaban por ahí.
Se adentraron a aquel pueblo, caminaron varias cuadras desde la entrada, analizando todo el lugar. No había nada, ni un alma, nada. Estaba completamente desierto.
Se relajaron al ver que podrían pasar la noche allí, e hidratarse bien, pues aquel lugar tenía suficiente agua. ¡Era maravilloso!

Entraron a dormir en una de las casas, y allí descansaron hasta el día siguiente. El día pasó mientras buscaban cosas para comer, pero no había combustible por ningún lado, estaban varados en aquel lugar. ¿Qué harían ellos solos en un lugar desierto? Pues, no les quedaba de otra, rebuscarse para seguir viviendo.
Cayó la noche mientras seguían por las calles, hasta que se dieron cuenta que los estaban persiguiendo unos infectados, era una horda enorme.
El ruido que hicieron en todo el día más el aroma a carne humana que emitían los hermanos los atrajo, hace días no comían y estaban muy hambrientos.

Comenzaron a correr mientras el mayor disparaba de espaldas, por más que hizo caer a muchos, muchos más aún estaban de pie. Las balas se acabaron en un abrir y cerrar de ojos.

—¡Maldición! ¡CORRE POR TU VIDA FELI! —le gritó el mayor, a lo que el menor comenzó a correr más desesperadamente.
—¡KYAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA! —gritó espantado con todas sus fuerzas, en un intento de que alguien, quien sea, los escuchara— ¡ESTÁN VINIENDO MÁS! ¡AUXILIOOOOOOOO! —creyó ver un fantasma, más no le dio importancia en aquel momento, sólo quería refugiarse de los infectados.
—¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH! ¡NO CORRAS TAN RÁPIDO IDIOTA! ¡NO ME DEJES ATRÁS, MALDICIÓN! —el mayor no esperó que Feliciano tuviera tanta velocidad como para dejarlo tan atrás.

También creyó ver algo, pero su vida era más importante en esos momentos.

Lovino buscó exasperado con la vista un lugar que sería seguro, donde pudieran esconderse, al parecer corrieron tan rápido que los perdieron de vista, pero no tardarían en ir tras ellos. ¿Qué hacer? ¿A dónde ir? Estaban completamente perdidos. No, el castaño de ojos verde olivo no podía aceptar eso, algo debía hacer, algo tendría que suceder, algo, lo que sea, que los salve de aquello.

Encontró una casa que parecía bastante segura, entraron allí y se refugiaron en uno de los armarios, tal vez allí dentro los mutantes esos no detecten su olor.
Feliciano estaba asustado, aterrado, no sabía qué hacer. ¿Qué sucedería con ellos ahora? ¿Acaso han llegado tan lejos para, al final morir, devorados por unos monstruos? No quería aceptar eso. Las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos sin que pudiera controlarse, mientras su hermano mayor lo abrazaba y trataba de cubrirlo para que los sollozos del menor no salgan de las paredes del armario, podría ser peligroso.

Lovino por su parte, quería ser optimista, pero la situación no se los permitía. Sabía que, aunque no hubiera querido que las cosas fueran así, éste era el fin de ambos. Se maldijo mil veces por conducirlos a la perdición, pero, después de todo, no tenían muchas opciones. O era esperar que se los coman en la carretera, o entrar a ese lugar maldito a buscar alguna cosa que les sirviera para seguir su camino. Al menos, el última día de sus vidas fue el mejor, pudieron descansar en una cama, luego de meses de dormir en los suelos o asientos, o carpas. Pudieron tomar mucha agua, luego de semanas tratando de aplacar la sed con cualquier cosa que se pareciere al líquido vital que escaseaba en las afueras. Al menos morirían tranquilos, hicieron lo mejor que pudieron, aunque no fue suficiente.
Mientras seguían resignándose al odioso destino que les tocaba, escucharon varios disparos no tan lejos de ellos.

¿Qué demonios era eso? ¿Otra persona estaba allí? ¡No puede ser cierto! ¡Por todos los cielos! ¡No estaban tan perdidos como pensaban! Por un segundo se miraron estupefactos, inundados por una alegría que no podían explicar.

Lovino trató de calmarse, podrían ser uno de esos grupos de buitres que si los encuentran, les darían la sentencia final sin compasión. Pensando en eso se le borró la sonrisa del rostro en un segundo.
Miró muy serio a su hermano menor, haciéndole señas de que se quedara quieto, que no hiciera ni un sólo ruido, y que si era posible, ni respirara fuerte. Necesitaban pasar desapercibidos, sea quien sea que estuviera allá afuera.

A Feliciano se le fue la alegría al instante, al comprender que podría ser peor el remedio que la enfermedad. Volvió a sentirse aterrado, no sabía que hacer, el miedo estaba nublando por completo su razonamiento, si su hermano no estuviera a su lado, enloquecería en cualquier momento.

Los disparos cesaron, minutos después escucharon un grito.

—POR ESTA NOCHE YA PASÓ EL PELIGRO, SEAN QUIENES SEAN, SERÁ MEJOR QUE SALGAN EN ESTE PRECISO INSTANTE, NO ME HAGAN BUSCARLOS CASA POR CASA, NO QUERRÁN VERME ENOJADA —la voz de la chica los estremeció.

Un momento, ¿era una mujer? ¿una ragazza fue quien los sacó del apuro en el que estaban? Vaya, cuando pensó que no podían ser peor las cosas, resulta que ahora estaban en manos de una psicópata que los estaba amenazando, al menos eso fue lo que pensó el mayor.
Mientras trataba de pensar en alguna alternativa, el pánico le ganó a Feliciano, por lo que salió corriendo del armario para salir al encuentro de aquella mujer.

—¡Idiota! ¡¿Qué haces?! —gritó en susurros el mayor, estaba estático.

Su hermano había salido para que lo mataran. Él no podía moverse de su lugar, no sabía qué hacer. Si su hermano no hubiera reaccionado de esa forma, podría haber encontrado una solución al problema. Pues bien, si iban a morir, morirían juntos. Salió del armario dirigiéndose a la entrada de la casa, cuando escuchó más gritos de su hermano menor.

—¡WAAAHHHH! ¡ME RINDO! ¡ME RINDO! ¡POR FAVOR! ¡NO ME MATES! —lo único que se le ocurrió a Feliciano en ese momento, fue lanzarse a los pies de aquella persona, abrazarla, tal vez así le tendría compasión, se apiadaba de él y de su hermano— ¡KYAAAAAAAAAAAAAAAA! —la imagen de aquella mujer sólo lo asustó más.

Era un demonio salido del mismísimo infierno que venía a hacerlos añicos de la manera más cruel que alguien pudiera imaginarse.

No, ya no tenía salvación. Estaba más que muerto. A unos metros de él, el mayor quedó petrificado ante la vista que tenía. Una mujer bañada en sangre, a punto de matar a su hermano, eso no podría soportarlo, más el miedo que le provocaba aquella escena no lo dejaban moverse. No, no iba a permitir eso, aunque fuera una ragazza, la mataría si era necesario, o moriría en el intento. Cuando se dispuso a tomar cartas en el asunto, escuchó hablar a la mujer

—Por favor, cálmate, soy una persona normal, igual que tú. Soy una superviviente, igual que tú. No estoy infectada, pero tuve que bañarme con la sangre de uno de esos runners para acabar con ellos. Si pudiera tal vez te abrazaba, pero estoy demasiado asquerosa para eso, así que está bien que no te acerques tanto. Por el momento ya no hay peligro, esa horda está tendida en el suelo por allá, y no volverán a moverse. No voy a matarte, no soy una salvaje, así que por favor, deja de llorar, que no es mi intención hacerte daño —la voz tan calmada y melodiosa de aquella chica reconfortó su alma de una manera inexplicable.

Hablaba tan amorosamente, que pudo sentir ese cariño en lo más hondo de su corazón.

De alguna manera, Feliciano estaba aliviado, muy aliviado. Aquella muchacha, aunque tuviera una apariencia espantosa en esos momentos, estaba tratando de calmarlo, de reconfortarlo, y le hablaba de una manera muy cariñosa, como hace años no lo ha hecho ni una sola persona.

Lovino por su parte, quedó aún más asombrado. No esperaba para nada que la chica dijera eso, no esperaba que reaccione de esa forma, no esperaba que su voz fuera tan cálida, aunque su apariencia fuera espeluznante. Estaba atónito, y confundido, aunque en el fondo lo alivió bastante saber que ninguno de ellos moriría hoy.

—¿Eh? —el llanto del menor se detuvo— ¿Tú acabaste con los infectados que nos estaban persiguiendo? —aún no podía procesar muy bien lo que acababa de escuchar.
—Es lo que dije —contestó calmada la muchacha.

De vuelta, y con más fuerza, la alegría volvió al menor, esta ragazza los había salvado, y no tenía intenciones de hacerles daño. Estaba feliz, como no lo había estado en años.

—¡WAAAH! ¡GENIAL! ¡Desde ahora eres mi heroína! —exclamó con toda la alegría de su ser.

En un momento dado, los ojos de esa chica se posaron en él. Lo estaba mirando, no sabía cómo reaccionar a eso. Trató de mantenerse calmado, sin demostrar ninguna expresión de miedo, por lo que endureció su rostro, manteniendo el contacto visual con aquella ragazza, pese a que le costara.
A pesar de su esfuerzo, la muchacha notó que estaba asustado, por lo que le habló tranquila.

—Ya dije que no muerdo, puedes acercarte.

Feliciano volteó hacia el mayor haciéndole señas para que se acercara.

—¡Lovino! ¡Lovino! ¡Ven! ¡Esta ragazza nos salvó! —estaba tan feliz, que le había tomado mucha confianza a esa ragazza, aunque no sabía siquiera quién era.

Los había salvado de ser la cena de aquellos infectados, y eso debía agradecerlo.

—Y-ya voy... —fue todo lo que el mayor pudo articular.

Aún no estaba seguro si la chica podía ser de fiar, tal vez resultaba ser alguna sádica que disfrutaba torturar a sus víctimas hasta que el aliento de la vida saliera de ellos, no podía pensar nada bueno de ella con aquella apariencia. Pero, les acababa de salvar la vida, no podía ser tan mala, ¿o sí?

Cuando se acercó a su hermano menor, éste se levantó para darle un fuerte abrazo. Odiaba los abrazos de su hermano, o eso es lo que demostraba, más no se opuso a la acción. Recién en ese momento se dio cuenta que podía haber perdido para siempre a su hermano, por su impulso de salir corriendo de la casa.

—Maldición Feli, no vuelvas a hacer eso en tu vida, pensé que te perdía, idiota. ¡la próxima vez hazme caso! ¡Por algo soy tu hermano mayor, maldición! —refunfuñó bastante molesto.

Esa era su forma de demostrar su preocupación, qué se le podía hacer.

—Lo siento fratello, trataré de no volverlo a hacer —se disculpó el ojimiel abrazando más fuerte a su hermano.

Es verdad que hizo una estupidez, y es normal que su hermano mayor esté enojado con él por eso. No pudo evitar que sus impulsos le ganaran.

El mayor regañó a su hermano al percatarse que la muchacha los miraba con ternura, no le gustaba parecer "tierno" ante nadie, menos frente a una muchacha que ni conocía. Una vez que se despegó de Feliciano, agradeció a la extraña mujer que los haya salvado, y también agradeció que no haya matado a su hermano menor.
Se aliviaron más al oír que ella dijo que no mataría a nadie, no a un ser humano normal, más firmemente les ordenó que ellos hicieran lo que ella les diga, o esto no sería un final feliz.

En coro respondieron que harían lo que ella les dijera, después de todo, no les quedaba de otra. Lovino no estaba aún muy seguro de confiar en ella, pero no tenía remedio, en estos momentos estaban en sus manos, no les quedaba de otra que obedecer a aquella muchacha.
Juntos buscaron un lugar donde quedarse, hasta encontrar una casa bastante amplia, y segura, era la única de la zona a la que no le faltaba puertas ni ventanas.

Entraron a aquella casa, siguiendo de cerca a la muchacha. Entraron en la habitación del fondo, y la chica los encerró allí. A Lovino no le gustó la desconfianza con la que los trataba, pero tarde se dio cuenta que no tenía nada que reclamar, pues él tampoco estaba seguro de su vida en esos momentos, más su boca actuó más rápido que su cerebro, reclamándole a la chica.

Ella simplemente contestó tranquila y racional, sin molestarse, de verdad que no tenía ganas de matarlos, o ya lo hubiera hecho luego de la insensatez del mayor. Se reprendió mentalmente, luego de disculparse, por ser tan imprudente.
Feliciano también se disculpó por él, tratando de suavizar un poco el ambiente, cosa que el mayor, en el fondo, agradeció.

Aunque estuviera llena de sangre, la sonrisa de la chica era muy bonita.
Ellos se recostaron en la cama mientras la muchacha preparaba las cosas para darse un buen baño, lo necesitaba urgentemente.
La mujer les dijo que podían dormir si querían, pues tardaría bastante en el baño. A ambos les pareció una buena idea.

La cama era muy cómoda, tanto que Feliciano se quedó dormido en segundos, todo lo que había sucedido en esa noche lo dejó exhausto. Lovino se recostó, la comodidad de la cama era demasiada para él, no podría estar alerta si se dejaba llevar, y si lo hacía, dormiría una semana entera, no, debía estar en alerta, no podía dejarse vencer por aquella estúpida y sensual cama. Estaba durmiendo, mentalmente esforzándose por no quedar profundamente dormido.

Un leve peso en la esquina de la cama despertó al mayor de golpe, levantádose a mirar de qué se trataba. En toda su vida jamás se hubiera imaginado lo que estaba viendo.

Aquella muchacha que se veía tenebrosa, que parecía una asesina en serie, luego de darse un baño, era una persona completamente diferente. Sus ojos (co) lo miraban con un poco de intriga. Lovino no pudo dejar de hacer contacto visual por unos segundos que le parecieron eternidades.

La ragazza era muy bella, demasiado bella para ser verdad. Su cabello (cc) y (lacio/ondulado/etc) le llegaba hasta un poco por debajo de las orejas, le quedaba espléndido aquel peinado. De verdad no podía creer que la ragazza que los salvó fuera un ángel caído del cielo. En milisegundos más, recorrió con su mirada las facciones de la muchacha, cada parte de su rostro le parecía perfecto. Bajó la mirada a su cuerpo, notando algo que antes no había notado; la chica tenía un cuerpo infartante.

—D-demonios... —se tapó la boca por lo que dijo, eso salió sin que él lo quisiera.

Se sonrojó levemente al notar que la chica lo miraba aún más confundida, desvió la mirada tratando de disimularlo. ¡Y todo porque era muy linda!

—¿Pasa algo? —preguntó la ragazza.
—N-nada, es sólo que te ves, muy diferente, ahora que estás limpia —dijo nervioso tratando de mantener la compostura, se acercó a sentarse cerca de ella, para admirarla mejor.
—Entiendo... —respondió ella riendo.

De verdad que su sonrisa era mucho más preciosa ahora.

Feliciano escuchó personas hablando, por lo que se inquietó y despertó, desperezándose, tratando de adaptarse al ambiente. Durmió tan profundamente que aún no sabía si seguía siendo de noche o si ya había amanecido. Mientras despertaba preguntó si ya había amanecido, poco a poco volvió a ser consciente de sus alrededores, notando al borde de la cama a una chica muy bella, él también pensó que era un ángel que vino desde lo más alto del cielo.

—¡Waaaah! ¡Eres bellissima! ¡Una ragazza molto bella! —exclamó tan animado y no controló las ganas que tuvo de abrazar a aquella hermosa ragazza que los había salvado, abalanzándose sobre ella— ¡¡¡Veeee!!! ¡Ahora sí puedo abrazarte para agradecerte por habernos salvado! ¡Grazie, bella, grazie! —no pensaba soltarla en un buen rato.

Lovino se dio cuenta de la gran expresión de conmoción que invadió a la ragazza. ¿Qué le pasaba? ¿No le gustaban los abrazos? También notó que unas lágrimas comenzaron a rodar por las mejillas de la muchacha. ¿Tan turbada estaba por un abrazo? ¿Acaso...? ¿Acaso hace tanto que no recibe uno? Si llegó aquí sola, era lo más probable.

Feliciano no supo qué hacer, se dio cuenta que la acción que para él era tan normal, para la chica era algo muy desconcertante, no entendía muy bien la razón, así que simplemente esperó allí a que ella reaccionara, a pesar de que le podría parecer incómodo aquello.
Luego de unos minutos, la ragazza reaccionó, Lovino se dio cuenta que se sentía bastante incómoda por lo que había pasado.

—Y-yo lo siento... No que—

El mayor no dudó ni unos milisegundos en reaccionar, de inmediato se levantó de su lugar y se acercó a la ragazza a abrazarla, de la manera más protectora que podía hacerlo. Verla así, tan frágil, tan indefensa, lo conmovió bastante. Ella no era de las que se derrumbaba fácilmente, ¿verdad? Cuando hablaron con ella por primera vez, era tan decidida, parecía indestructible, no podía permitir que esta bella muchacha se quebrara sin que él hiciera algo al respecto.

La abrazó fuerte, queriendo recomponer en aquel acto todas las partes rotas que la chica pudiera tener. Quiso transmitirle todos los cálidos sentimientos que tenía en su interior, quería que ella se sintiera cómoda con ellos, aunque la conociera muy poco, no quería verla triste. Después de todo, era lo menos que podía hacer por ella.

Notó que su chaqueta comenzaba a humedecerse, lo que significaba que la ragazza estaba llorando, él quería estar ahí para consolarla, por lo que comenzó a acariciarle suavemente la cabeza, dándole permiso para que siga llorando, si era eso lo que necesitaba para sentirse mejor.

Era la primera vez que Feliciano veía a su hermano siendo tan cariñoso con un extraño, por más que fuera una muchacha, nunca lo vio tan protector como ahora. De alguna manera, le gustaba saber que su hermano podía demostrar su lado bueno de vez en cuando, eso le haría bien también a él. En el fondo sabía que no era malo.

Lovino no demostraba con besos ni abrazos su amor por el menor, lo demostraba protegiéndolo y luchando por ambos para sobrevivir, eso, para el menor, era más que suficiente.

Más minutos pasaron, hasta que la muchacha se recompuso. Agradeció al mayor que la ayudara.

—Ni lo menciones —contestó él.

No era necesario que la chica agradeciera nada, era lo mínimo que podía hacer en retribución a lo que ella hizo por los hermanos.

Cuando la chica alzó su rostro para mirar al mayor, éste le dedicó la mejor de sus sonrisas, cosa que también era nueva para el menor.
Luego de que la chica se separara de Lovino, el menor se acercó a darle nuevamente un abrazo, él también quería consolarla, era su manera de agradecerle.

Después de un pequeño diálogo entre ellos, bastante gracioso para la muchacha, los tres decidieron que serían, de ahora en adelante, muy buenos amigos.

Mientras seguían hablando (y los hermanos peleando), se presentó, diciendo que se llamaba (tn). El mayor pensó que mejor nombre no podía tener aquella ragazza, le quedaba genial; lo mismo pensó el menor.

Durante más charla, los tres contaron sus historias, y cómo habían llegado a aquel pueblo fantasma. En varios minutos de conversación, sintieron que se hicieron muy amigos, como si se conocieran hace años. Eso le agradaba a ambos, al final, parecía que por fin tenían un lugar donde encajar, lo que aliviaba especialmente al mayor.

Después de más charla, la noche pasó fugaz, a punto de dar paso al amanecer. Todos estaban muy cansados, decidieron que era hora de dormir.

Aunque a Lovino no le importaba ir a dormir a otro lugar, quería pasar más tiempo con (tn), la bella ragazza que los había ayudado, quería conocerla mejor, quería ser, de alguna manera, más cercano a ella. Feliciano pensaba lo mismo, sólo que a él sí le daba miedo dormir lejos de la heroína que los sacó de un gran apuro.

Se acomodaron para dormir a cada lado de ella, y por primera vez luego de años, durmieron plácidamente, sin preocuparse por nada, sin preocuparse por lo que podría pasar después.
Estaban muy felices, y cada uno lo demostraba a su manera.

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Lovino despertó luego de varias horas de sueño, no recordaba que la almohada fuera tan cómoda. Al levantarse se dio cuenta que "esas" no eran almohadas, sino los pechos de (tn). Se sonrojó por unos momentos al pensar en aquello, a él no le molestaba para nada, por el contrario, pero no sabía si a la chica le molestaría aquello.

Dejó de pensar en el momento en que alzó su vista hacia el rostro durmiente de (tn).

«Se ve tan tierna durmiendo, tiene una expresión tan pacífica» —pensó mientras se acercaba hasta quedar a unos centímetros de ella.

No, no iba a hacer alguna estupidez, al menos no por el momento, no quería arruinar las cosas que estaban comenzando a marchar viento en popa. Se levantó cuidadosamente de la cama, con cuidado de no despertarla, y se acercó a su hermano para que se levantara, se le ocurrió una idea genial.
Feliciano despertó, y también con cuidado se levantó para no despertar a la ragazza. Ésta se volvió a acomodar en la cama, suavizándose aún más su rostro.

—Ve, se ve tan celestial durmiendo... —susurró el menor.
—S-sí... —contestó el mayor.

Luego le comentó la idea de cocinarle a (tn), aprovechando que el día estaba bonito y podrían salir afuera a buscar los ingredientes, a Feliciano se le ocurrió hacer pasta, idea que fue aceptada por el mayor. Luego de contemplar a la muchacha durmiendo por unos minutos más, salieron de la habitación para comenzar con la labor de limpieza y cocina.

Estaban bastante contentos por poder quedarse a formar una colonia al lado de (tn), al fin podrían estar en un sólo lugar, sin tener que preocuparse por movilizarse de un lugar a otro, sin tener que pensar qué sería de ellos el día de mañana. Estaban agradecidos con ella, y sabían que a su lado vivirían muchos momentos inolvidables.

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WUUUUUUUUUU!!!!!! Debido a que no dormiría bien por días si no lo hacía, aquí está la parte de los hermanos italianos xD espero que les guste! estoy muerta de cansancio ;-; estudiar ha absorbido la poca vida que me quedaba (?)
en fin, ahora sí ya no hay ningún pendiente, así que nos vemos en dos semanas aproximadamente xD
las quiero! gracias a todas por sus comentarios, de verdad que no esperé que el sidestory tuviera tanto éxito o.o pero.me alegro por ello!!
ya me fui, bye xD

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