Capítulo 4.4: Elena y los demás

-continuación-

Después de tanto tiempo, Elena volvió a recuperar la alegría que la caracterizaba. Antes de la infección, todo lo que tenía era la milicia. Al perder eso también, fue difícil para ella soportarlo, fue difícil saber que perdió a todos aquellos a quienes consideraba sus hermanos, sus amigos, su familia.

Sabía que no lo superaría nunca, pero se juró a sí misma, matar a todos los portadores de aquel virus que tantos estragos han causado a tantas personas. Por la memoria de aquellos a quienes quería, los mataría a todos, no dejaría ni uno en pie.

Y ahora, ver a (tn), ver que estaba bien, que no estaba sola, saber que pudo lograrlo, superando todos los obstáculos que se le presentaron, realmente le confortaba mucho, estaba realmente feliz por ella.

Elena dejó de mirarte, fijándose en tus acompañantes.

—¡Hey! ¡Todos están muy guapos! —rio acercándose a ellos.

Gilbert y Alfred sonrieron orgullosos, eso ya lo sabían, no era novedad para ellos. Ludwig apartó la mirada un poco avergonzado, Vash, frunciendo el ceño, volteó hacia otro lado, sin mostrar otra expresión en su rostro. Lovino, por su parte, frunció su ceño, sonrojado, desviando la mirada.

Te pusiste un poco nerviosa. Conocías a Elena, y sabías que, podía llegar a pasarse de la raya.

—Ah —volteaste hacia ellos— ella es-
—¡Soy Elena Lane! —alzó la voz animada la castaña— Junto con (tn) formábamos parte del cuerpo militar de élite de Khelidamitsa, ¡éramos los mejores! —su sonrisa se amplió más— ¡Es un placer conocerlos, caballeros! —luego de presentarse volvió la mirada hacia ti.
—¡Ksesese! Es un-
—¿Y ellos quiénes son, (tn)? ¿Tus guardaespaldas personales? —rio mientras te daba un codazo amigable.

Te avergonzaste bastante porque la castaña ignoró épicamente a Gilbert.

—No, Elena, no son mis guardaespaldas, son... —dudaste unos segundos en responder. ¿Quiénes eran ellos?— mis amigos... —contestaste sin mirar a los chicos a los ojos.

Sí, es verdad, son tus amigos, por más poco que sea el tiempo que se conocen, todos están en aquel lugar con el mismo objetivo.

—¡Vaya! ¡Sí que has hecho muchos amigos! ¡Eso me alegra! Y más que sean-
—Lane, cuida esa boca —la regañaste sabiendo que diría alguna estupidez.
—¡Ay! ¡No te enojes, (ta)! —volvió a reír— De acuerdo, ¡primero tú me presentas a tus chicos y luego yo a los míos!
—No soy nada tuyo, дурань (idiota) —replicó cortante el rubio de ojos azules.

Volteaste hacia él, realmente parecía intimidante, pero a ti no te daba miedo, estabas preparada para enfrentarte a personas con ese aspecto. Lo miraste directamente a los ojos, intentando analizarlo. Él correspondió el desafío de miradas, intentando asustarte, aunque no lo conseguiría.
Después de unos segundos, pudiste sacar tus propias conclusiones, aquella apariencia intimidante es sólo una fachada, no representa un peligro real.

—¡(tn)! ¡Te estoy hablando! —la morena golpeó levemente tu hombro para que le prestaras atención.
—¿Eh? Ah, las presentaciones, claro —de nuevo volteaste hacia los chicos, señalando a los hermanos germanos— Ellos son Gilbert y Ludwig Beilschmidt los-
—¡¿QUÉ?! ¡No es cierto! ¡¿Ellos son los hermanos del orden y la destrucción?! ¡NO PUEDO CREERLO! ¡Yo los admiro! ¡Es una gran emoción conocerlos! —se acercó a ellos y le extendió la mano primero a Ludwig.

Podías notar que le brillaban los ojos de la emoción. En el fondo la comprendías perfectamente.

—Un gusto conocerte, Elena —respondió seriamente el menor de los hermanos correspondiendo el saludo.

Luego saludó al albino.

—¡Ksesese! ¡Eres afortunada por tener la oportunidad de conocer a mi grandiosa persona! —también correspondió el saludo, sonriendo ampliamente con las mejillas levemente ruborizadas.

Después de saludarlos Elena los miró tan fijamente de arriba a abajo, que ambos se incomodaron bastante. Pasaron unos segundos que parecieron eternos, hasta que volteó a ti para hablarte.

—Los rumores son ciertos, ¿no? ¡Son mucho más sexys en persona de lo que parecen en las fotos! —el comentario de la castaña logró sonrojar de nuevo a los hermanos.
—¡HAHAHAHA! ¡Esta chica sí que es directa!
—Ya para Elena —dijiste tapándote la cara de la vergüenza.
—¡Y eso no es todo! —volteó hacia el albino, mirando fijamente sus pantalones— También es cierto que el mayor de los hermanos está muy bien dotado, ¡sólo mira ese paquete! —sonriente se acercó a ti apuntando hacia los pantalones del albino.
—¡Hey! ¡También tengo sentimientos! —reclamó el albino sonrojado hasta las orejas, tapando con las manos su entrepierna.
—¿Eh? ¿No estás acostumbrado a los halagos? —la castaña rio de manera sonora.
—Tierra, trágame... —murmuraste para ti misma— ¡¿De qué manera puede considerarse eso un halago?! —cuestionaste nerviosa sin sacar tus manos de la cara.

Ella nunca cambia, era así desde que la conociste.

—¡No es para tanto! —volvió a reír. Le parecía muy divertidas las reacciones de todos.

—¿Se habrá golpeado la cabeza cuando era pequeña o qué? —susurró nervioso el italiano.
I don't know, ¡pero es divertida! ¡HAHAHA! —respondió siendo nada discreto el estadounidense.
—Ugh, ¡idiota! —contrarrestó el castaño.
—Si tengo que soportar a una pervertida más en la mansión, ¡me voy! —habló molesto, en susurros el suizo.
—No eres el único, a mí también me pone nervioso esa ragazza... Da miedo... —el semblante de Lovino se ensombreció un poco.
Anscheinend, (por lo visto) me rodearán las personas problemáticas el resto de mi vida —suspiró pesadamente el rubio de ojos celestes.

Gilbert seguía consternado por los comentarios de la morena hacia su persona. No estaba acostumbrado a que lo "halagaran" de esa manera. Era extraño, muy extraño.

—¿Y el resto de la banda? —habló Elena luego de limpiarse las lagrimitas de risa de los ojos.

La observaste seriamente, sin poder disimular el sonrojo en tus mejillas debido a lo avergonzada que estabas, aunque en el fondo, tenías muchas ganas de reír por la reacción de los chicos. No, no era correcto. Suspiraste profundamente antes de hablar.

—Vash Zwingli, vino con Ludwig y Gilbert, es de Suiza —contestaste señalando amablemente al chico de boina blanca.
—¡Oh, ya veo! ¡Un gusto, Vash! —se acercó a él para saludarlo, saludo que fue correspondido no muy amablemente de parte del chico— Ah~ Eres del tipo reservado, ¿verdad? —sonrió la morena al notar la incomodidad del rubio. Él simplemente desvió la mirada sin contestar nada.
—A su lado, Alfred F. Jones, de Estados Unidos —mencionaste mientras Elena se acercaba al chico de lentes para saludarlo.
—¡Un gusto Alfred! —sonriente le pasó la mano.
¡It's a pleasure, girl! —contestó muy animado.
—¡Jaja! ¡Este chico me agrada! ¡Además también es muy guapo! —volvió a reír, Alfred se sonrojó levemente.
—Y por último, Lovino Vargas, es italiano —suspiraste al terminar la frase.

Elena solía tener cada ocurrencia, y cuando la contradecían se ponía bastante testaruda.

—¡Hola Lovino! ¡Eres el más tierno de todos! —se acercó a abrazarlo a pesar de la resistencia que puso el castaño.
—S-suéltame, maldición —respondió bastante sonrojado tratando de apartarla, ella en verdad lo incomodaba, y mucho.
—Aw~ todo un tsundere, ¡pero qué bonito~! —canturreó la castaña sin dejar de abrazarlo.
—Que me dejes, ¡dannazione! —eran inútiles sus intentos por sacársela de encima.
—Tu acento es muy bonito~
E tu sei stupida (y tú eres una estúpida) —refunfuñó el italiano.
—¡Oye! ¡Eso no es nada amable! ¿Sabes?
—Elena, ya déjalo, ¡por Júpiter! —la regañaste tratando de que dejara de molestar al castaño.
—De acuerdo, ¡ya lo dejo! —soltó al chico y volvió junto a ti, pasando un brazo sobre tus hombros, te llevó junto a los chicos que la acompañaban— Bien, ¡es mi turno! —se acercó al castaño de ojos verdes, quien estaba muy sonriente— Él es Daniel Héderváry, ¡es húngaro! —la sonrisa de Elena creció— ¡Es un chico muy agradable!

Te acercaste y le pasaste la mano al muchacho. —Mucho gusto, Daniel, soy (tn)(ta) —saludaste con una sonrisa.

Él tomó ambas manos tuyas, sosteniéndolas firmemente, sin dejar de sonreír de manera muy agradable.

¡Öröm! (¡Es un placer!) Elena solía hablarnos de ti de vez en cuando, comparto su alegría de saber que estás bien, ¡me alegra conocerte! —su sonrisa creció, denotando felicidad. Es un chico muy risueño.
—Ah, ¿de verdad? —volteaste hacia Elena, quien no dejaba de sonreír.
—¡Claro! —respondió ella.

Tu sonrisa creció, te volviste a ruborizar levemente. En todo este tiempo, ella estuvo pensando en ustedes, aunque se hizo a la idea de que ya estaban muertos. Eso es muy lindo de su parte.

Volviste tu mirada hacia el chico que sostenía tus manos para observarlo mejor. Tenía el cabello largo por debajo de los hombros, recogido en una cola detrás de su oreja derecha, cayendo hacia el frente. La goma con la que tenía atada su cabello tenía una flor rosa de plástico. A pesar de aquello, le quedaba muy bien, no podías negarlo. Su uniforme estilo militar era verde musgo y botas negras.

Tu mirada se posó en el chico de piel pálida. Llevaba puesto un abrigo de piel beige, con bordes negros de lana en el cuello y en las mangas. Abajo tenía pantalón y botas negras. Pudiste notar que también tenía un mechón en el centro de sus cabellos que desafiaba la gravedad, al igual que el de Alfred o Roderich. Sus cabellos le llegaban hasta un poco debajo de las orejas, bastante liso.

Rendben, (bueno,) él fue mi compañero de habitación por unos años —habló el castaño observando al rubio—, se llama Nikolai Arlovskaya, viene de Bielorrusia, ambos tenemos 27 años, y —se detuvo un momento, buscando las palabras correctas—, aunque parezca muy intimidante, es buena persona —rio un poco incómodo.
—Ah —Elena suspira de manera melodramática—, ¡es muy desagradable y grosero! ¡Sólo míralo, tiene cara de psicópata!

Nikolai la miró de manera fulminante sin decir una sola palabra.

—¡Pero en el fondo es muy buena persona! —rio Elena luego de la reacción del bielorruso.

Éste frunció el ceño desviando la mirada, pudiste notar sus mejillas levemente pintadas de un rosa.

—Si sigues hablando voy a meterte estos cuchillos en el trasero —contestó como si fuera lo más normal del mundo, causando gran incomodidad en la mayoría de los presentes.

La risa de Elena aumentó de decibeles. Supusiste que lo conocía hace un tiempo, por eso no le inmutaba ni un poco lo que decía.
Soltaste delicadamente las manos del húngaro, extendiéndole una mano al rubio.

—Mucho gusto, Nikolai, al igual que Elena y Daniel, eres bienvenido a este lugar —con una expresión un poco seria lo mirabas fijamente a los ojos esperando su reacción.
—¿Acaso el pueblo tiene tu nombre? —contestó con mucho sarcasmo, sin hacer caso a tu mano extendida.

Suspirando, bajaste tu mano, sin romper el contacto visual.

—No tiene mi nombre, pero yo lo manejo. Como podrás ver, estamos formando una nueva colonia en este lugar, y yo estoy a cargo —hablaste firmemente, sonriendo de manera leve—. Y si eres amigo de Elena, eres mi amigo, y eres bienvenido.
добра (Bien) —respondió aparentando que no le daba importancia al asunto.

Elena se acercó a abrazarte muy emocionada.

—¡No esperaba menos de ti, (tn)! ¡Sabía que lograrías muchas cosas por tu cuenta!
—Gracias... —esbozaste de nuevo una sonrisa.
—Así que todos ellos están bajo tu mando, ¿verdad? ¡Eso es tan genial!
—Prefiero llamarlo trabajo en equipo —reíste debido al comentario de la castaña.
—O sea que, ¿ya están establecidos aquí? —curiosa dejó de abrazarte para conversar mejor.
—Sí, tenemos un lugar bastante seguro para quedarnos.
—¡Eso es maravilloso! —exclamó contenta.
—Y por supuesto, son bienvenidos —le volviste a sonreír a cada uno de los chicos, incluyendo a Nikolai, que por alguna razón, sólo miraba el suelo, cubriendo todo lo que podía su rostro con el cuello de su abrigo de piel.

Los demás chicos, especialmente Gilbert y Lovino, no estaban muy cómodos con la presencia de Nikolai, y tampoco con la de Elena, debido a sus personalidades, pero no podían refutar la decisión que ya tomaste, después de todo, no necesitabas autorización de nadie para algo así. Confiaban en tu decisión. Especialmente los militares, te entendían a la perfección, pues, reencontrarse con un compañero de batalla no es algo que sucede todos los días.

—¡Esa es una maravillosa propuesta! —contestó alegre el húngaro— ¡Yo la acepto con gusto! Hemos estado recorriendo estas tierras por mucho tiempo, sin tener un lugar fijo donde quedarnos —su expresión mostraba un poco de frustración.
—Ya sabes cómo son las colonias con los extranjeros —la expresión de Elena se volvió seria.
—Y los saqueadores son peores —completó el rubio, volviendo a tener inexpresividad en sus facciones.
—Lo sé —suspiraste bajando un poco la mirada.
—Así fue que los encontré, cuando estaban rodeados por una pandilla de saqueadores —la morena miró al cielo recordando aquel día.
—Ya no teníamos municiones, y ellos eran más de 10 —el castaño de ojos verdes también bajó la mirada—. Sólo nos quedaban como armas los cuchillos de Nikolai...
—Habría acabado con ellos de todos modos —espetó el rubio.
—Sí, pero Elena llegó en el momento justo para facilitarnos ese trabajo —sonrió de nuevo el húngaro—. Desde ese día nos movemos juntos.
—De ese día hace ya más de tres meses, ¿verdad? —observó sonriente a los chicos.
Igen (sí) —respondió el castaño.

—Creo que no es tan malo que se queden, después de todo —murmuró Lovino, sintiéndose un poco culpable.
¡Right! ¡Cuantas más personas, mejor! ¡Más vidas que proteger! ¡HAHAHA! —a Alfred no le molestaba para nada los nuevos integrantes.
—Todos tienen una historia —comentó pensativo el alemán.
Es stimmt —respondió más relajado su hermano mayor, esbozando la sonrisa que lo caracteriza.
Ja, no somos nadie para juzgar a los demás por las apariencias —el suizo reafirmó el agarre de su rifle suspirando.

Todos llegaron allí de alguna u otra forma, y todos pasaron por muchas situaciones difíciles, estaba claro que, los nuevos también.

—Bien, es hora de seguir con nuestro trabajo, ¿vienen con nosotros? —preguntaste sonriente.
—¡Por supuesto! —contestó la morena sin dejar de sonreír— ¡Tú sólo dinos qué quieres que hagamos! —recogió su metralleta del suelo.

Daniel volvió a tomar el rifle que tenía colgado por su hombro en sus manos. Nikolai seguía sosteniendo los cuchillos en sus manos.

—Pues, estamos limpiando este pueblo de infectados, aún nos falta mucho por recorrer, hasta ahora sólo hemos encontrado mutantes —tu expresión volvió a enseriarse.
—Con razón aún no estaba habitado este lugar —la castaña observó por unos instantes sus alrededores—, ¿y qué parte les falta? Porque llegamos desde el sureste y hasta ahora no hemos encontrado nada, a pesar de los disparos que escuchamos.
—Esa área ya está limpia, nos falta la parte sur del pueblo —señalaste hacia detrás de ti.
—¡Pues bien! ¿Qué esperamos? —Daniel, bastante animado, comenzó a caminar hacia los demás chicos.

Nikolai lo siguió sin decir una sola palabra. Volteaste hacia tu grupo, recordando que no tenías tu arco, Ludwig lo estaba sosteniendo en sus manos aparte de su arma. Fuiste hasta él y tomaste tu arco.

—Gracias —sonreíste, tomando la delantera hacia el sur.
Bitte (de nada) —respondió sin dejar su seriedad.

Pasaron unos minutos y volvieron a pasar la entrada a la mansión. A partir de allí era terreno desconocido, así que debían tener cuidado.

—A partir de aquí nos dividiremos para ganar tiempo, cuanto más terreno cubramos en menor tiempo, mejor, si tiene algún problema, avisen su posición a través de los intercomunicadores, así iremos a ese lugar, ¿de acuerdo? —los observaste a todos atentamente.
Bene.
¡All Right!
¡Ja!
—Lovino irás con Gilbert, los demás pueden recorrer solos, para mayor seguridad. Elena, Daniel y Nikolai vendrán conmigo, debido a que no tienen intercomunicadores por si ocurre algo —comenzaste a caminar hacia el lado derecho de aquel gran pueblo con los chicos siguiéndote, los demás también se esparcieron por el lugar.

Pasaron unas cuantas cuadras, sin señales de algún infectado.

—Ah, casi lo olvido, las armas son mejores que los cuchillos —pusiste tu arco por tu espalda y le extendiste tus dos pistolas al bielorruso.

Por un momento te observó incrédulo. Él podría dispararte con esas armas ¿y tú se las estabas entregando? ¿Estás mal de la cabeza?
Haciendo caso omiso a sus pensamientos, tomó las armas, sin dejar de verse serio.

Дзякуй (gracias) —murmuró de manera apenas audible, sin mirarte a la cara.

Volviste a tomar tu arco en tus manos, continuando con la investigación, yendo tú al frente. Claro que Elena tenía razón, no era tan mala persona aunque pareciera lo contrario.

Siguieron avanzando, hasta que escucharon unos gruñidos no muy lejos de ustedes.

—Ah, con que tendremos diversión —Elena sonrió ampliamente poniéndose más alerta.
—¿Cuál es el estado de ustedes? —preguntaste a través del intercomunicador a los demás.
¡Nothing! ¡Me estoy aburriendo! —contestó Alfred con un tono infantil.
—¡Ksesese! ¡Todo limpio hasta ahora!
—Lo mismo —respondió Vash con la seriedad que lo caracterizaba.
—Todo limpio —suspiró el alemán.
—Me alegro por ustedes, al parecer hacia el este, unas cuantas cuadras, tenemos algo, aún no los hemos visto, pero supongo que también son runners —los gruñidos se estaban acercando cada vez más.
—¡El hero va en camino!
—También vamos para allá, ¡maldición!
Ja...
—Aún no vengan todos, mientras no pidamos ayuda sigan recorriendo sus respectivas áreas —ordenaste firmemente, a lo cual asintieron.
Zustimmen (de acuerdo), estaremos atentos —contestó el alemán.

Avanzaron un poco más, hasta que se hicieron visibles los infectados, venían directo hacia ustedes. Eran muy grandes comparados con los demás.

—Agh, demonios, son heavys —maldijo Elena frunciendo el ceño.
—Son muchos, alrededor de 30 —agregó preocupado el húngaro.
—Maldición —presionaste el intercomunicador para hablar—. Son heavys, una horda de alrededor de 30, necesitaremos refuerzos —apretaste la mandíbula, preparando una flecha explosiva en tu arco.
—¡Kse! ¡Vamos para allá!
—¡THE HERO IS ON HIS WAY!
—¡Cállate, maldición!
—En camino.
—Igual —la voz de Vash fue la última que escuchaste.

Se prepararon para atacar, cada vez estaban más cerca.

—Recuerden, directo a la cabeza, sus cráneos son más reforzados que el de los demás infectados, así que un solo disparo no funcionará para romperlo, cuiden sus punterías —advertiste a los chicos, disparando una flecha explosiva directo a la cabeza de uno de ellos, haciéndolo caer.
Egyetértek! (¡de acuerdo!) —respondió Daniel comenzando a disparar.
—Más de dos disparos a la cabeza, ¡entendido! —también comenzó a disparar.

Comenzaron a retroceder debido a que se acercaban más rápido de lo que los exterminaban. Debido a la fuerza de los heavys, era difícil matarlos en seguida.

Todos tenían una excelente puntería, por ello estaba funcionando el trabajo en equipo. Tú sólo tenías diez flechas explosivas, y estabas por usarlas todas.
Unos minutos más, y se acabaron. Probaste una electrizante, era efectiva, así que comenzaste a disparar con esas.

—¡Maldita sea! ¡Parece que no morirán nunca! —Elena estaba perdiendo su temperamento mientras seguían retrocediendo y disparando.
—Cálmate Elena, no pierdas los estribos —hablaste lo más calmada que pudiste, a pesar de que a ti también te estaba poniendo nerviosa la situación, sin perder de vista tus objetivos.
—Eso intento, (ta), eso intento —respondió un poco más calmada.

En poco tiempo, los chicos ya estaban cerca. La distancia entre ustedes y los infectados se estaba volviendo peligrosa. Uno de ellos se acercó a mayor velocidad que los demás, dispuesto a golpear a Nikolai. No pensaste, simplemente actuaste de acuerdo a tus instintos de soldado.

Corriste hacia él. El bielorruso se percató del ataque, pero antes de poder reaccionar, lo empujaste al suelo, recibiendo el golpe del infectado.

El rubio quedó bastante anonadado por unos segundos. ¿Qué? ¿Por qué? ¿Por qué te pusiste en el camino del infectado? ¿Por qué lo protegiste? Ni siquiera lo conoces. No te dio motivos para que lo hicieras, por el contrario, te dio motivos para que lo detestaras. Entonces, ¿por qué arriesgabas tu propia vida por la de él?

—¡(TN)! —escuchaste el grito desesperado de Elena.

Volvió en sí al escuchar aquel grito. De inmediato se levantó, saltando gracias a su agilidad, le enterró a aquel infectado sus dos cuchillos en la cabeza, consiguiendo que cayera. Él cayó al suelo elegantemente, tal como lo haría un gato, recogiendo rápidamente las pistolas para seguir disparando a la horda. Si actuaste de esa manera para protegerlo, no perdería su tiempo en estupideces, sólo en actuar, y acabar con aquellos monstruos.

El golpe fue directo en el estómago, te viste a ti misma volar por los aires debido a la fuerza del golpe. En pocos segundos impactaste sobre el techo de una de las casas, golpeándote bastante, con rasguños por todos lados.

—¡ESTOY BIEN! ¡ACABEN CON LA HORDA! —gritaste desde el techo de la casa.

Los demás chicos quedaron estupefactos por segundos debido a lo que presenciaron sus ojos, pero al escuchar tu grito, volvieron a atacar, tratando de reducir lo más pronto posible a los heavys.

Estabas completamente adolorida, respirando con dificultad, tenías cortadas un poco profundas en varias partes de los brazos y piernas. Trataste de reincorporarte, has pasado por peores situaciones, eso no era casi nada.
Te moviste un poco haciendo que el techo bajo tuyo cediera, cayendo dentro de la casa. Para tu mala suerte, caíste sobre una mesa de vidrio, destrozándola con el impacto y logrando que se te incrusten varios pedazos en tus muslos y parte de tus brazos.
Un quejido de dolor salió de tus labios, todas tus heridas estaban ardiendo, pero podías soportarlo. Rápidamente te levantaste, no perdiste tu arco a pesar de toda la odisea. Tumbaste la puerta de la entrada de la casa con una patada, aún habían unos cuantos infectados de pie intentando devorarlos.

Todos se detuvieron un momento al verte en aquel estado, menos Ludwig y Vash, quienes estaban tratando de concentrarse en los objetivos.

—¡Las lamentaciones para después, aún nos queda trabajo! —exclamaste con fuerza mientras disparabas las flechas electrizantes directo a la cabeza de los infectados, produciéndoles un colapso cerebral, y la muerte instantánea.

Gracias al trabajo en equipo, en poco tiempo más acabaron con todos los heavys. De inmediato Elena corrió hacia ti, bastante preocupada.

—¡¿(tn)?! ¡¿Estás bien?! —te observaba de arriba a abajo analizando todas tus heridas.
—Estoy bien Elena, no es para tanto —respondiste con una sonrisa nerviosa. Te dolía todo el cuerpo, pero aún podías mantenerte en pie y valerte por ti sola.
—¡¿Que no es para tanto?! ¡Mira cómo estás! ¡Tienes heridas por todo el cuerpo! —se estaba alterando cada vez más, lo podías notar en su mirada.
—Lane, no hagas tanto drama. ¿Ya olvidaste el lema de nuestra unidad? —la miraste seria a los ojos.

Ella suspiró, aliviando bastante sus facciones. —Por supuesto que no... «Un soldado sigue siendo soldado hasta el día de su muerte» —repitió rememorando los entrenamientos.
—Así es —agregaste esbozando una sonrisa— Creo que, por hoy suspenderemos la búsqueda —volteaste a ver a los chicos.
—¿De verdad estás bien, girl? —Alfred se acercó con la mirada preocupada.
—Oye, no me hagas repetirlo —lo regañaste de manera infantil.
—Cuando lleguemos a la mansión será mejor que trates esas heridas —mencionó preocupado el italiano.

Volviste a suspirar. No es la primera vez que te sucede algo así, sabías perfectamente cómo desenvolverte en esos casos.

—Lo haré —lo miraste a los ojos con una sonrisa serena, logrando calmarlo bastante.
—¡Ksesese! ¡Eres asombrosa, shön! ¡No cualquiera se gana mis respetos! —volvió a reír animado el prusiano.
—Sí, sí, ya vámonos a la mansión —comenzaste a caminar en dirección al oeste para volver a la colina.
—No tienes remedio, (ta), siempre fuiste de gran ímpetu —rio Elena mirándote enternecida.
—Al llegar a la mansión soltaré los drones de limpieza —comentó Vash mientras caminaba hacia la mansión.
—Esa es una gran idea —contestaste con los mismos ánimos de siempre.
—Si necesitas algo, sabes que cuentas con nosotros —agregó el alemán observándote con el semblante en calma.
—Lo sé, y gracias —lo miraste un momento, retomando luego la vista hacia tu camino.

—Es una gran chica, ¿no crees? Ahora entiendo perfectamente porqué es la líder —sonriente el húngaro dirigió su mirada al rubio de tez pálida.
—Es una idiota —contestó con el ceño bastante fruncido.

Daniel lo observó unos segundos, conocía hace mucho tiempo al bielorruso, y comprendía su comportamiento, por lo que, al escuchar aquello, simplemente rio.

—Sí, sí, lo que digas Nik —comenzó a caminar siguiendo a los demás—. Vamos, ¡conoceremos nuestro nuevo hogar! ¿No estás feliz? —al observar a su amigo, no recibió respuesta, Nikolai simplemente desvió la mirada mientras caminaba— ¡Por mi parte estoy muy emocionado! —volvió a reír el húngaro.
—Ya cállate —espetó el de ojos azul cobalto.
—Bien, bien, ya no digo nada —continuó caminando, el recorrido siguió en silencio.

El camino siguió en silencio por momentos, en otros hacían bromas, o hablaban de cualquier cosa. Era bueno saber que comprendían cuando no querías mucha atención innecesaria sobre ti.

—Oye, Daniel, ¿por qué usas el cabello como una chica? —el prusiano no soportó su carácter y tuvo que hacer la pregunta para luego soltar varias carcajadas sonoras.
—Eso no te incumbe —contestó con un tic en el ojo debido a la broma del mayor—, además, resalta mi hombría —respondió orgulloso de su peinado y su cabello.

Aquella respuesta sólo provocó que Gilbert comenzara a llorar de risa.

Bruder, compórtate —le rogó su hermano menor mientras seguían caminando.
—Su hombría... ¡KSESESESESE! —siguió burlándose del húngaro haciendo caso omiso a su hermano.
—Este idiota... —refunfuñó el suizo ya con ganas de golpearlo.

Tú no interviniste porque toda la escena te parecía muy divertida, además, suponías que si Gilbert no los aceptara ya como parte de la colonia no estaría actuando de esa manera.

—¡De seguro Elena tuvo que cuidar de ti todo el tiempo! Es que, disculpa, mann (hombre), ¡pero no pareces tener mucha fuerza!

El húngaro estaba a punto de perder la paciencia y golpearlo con la culata de su rifle, pero no quería que pensaran mal de él. Una leve sonrisa se formó en los labios del bielorruso, para él era divertido saber que en algún momento Daniel le patearía el trasero al prusiano.

—Oh, créeme que yo no tuve que cuidar de él, ¡para nada! ¡Ese chico es mucho más fuerte de lo que parece! ¡Fuerza pura! —contestó Elena defendiendo muy animada al castaño— Deberías tener cuidado, yo que tú no lo haría enojar —una maliciosa sonrisa se formó en sus labios al ver el susto en el rostro del albino.
—¡KSESESESE! ¡Es sólo una broma! —alegó nervioso tratando de restarle completa importancia al asunto, ganándose carcajadas de parte de Elena— ¡Oye! ¿Qué es tan gracioso? —frunció el ceño levemente.
—¡Le tienes miedo a Daniel! ¡Tú, el gran comandante alemán, le tiene miedo a un civil común y corriente! —la castaña se limpiaba las lágrimas de risa.
—¡Claro que no! ¡Mi asombrosa persona no le teme a nadie! —rio nervioso tratando de disimularlo.
—¡Cuidado! ¡Va a golpearte! —gritó la morena tratando de parecer seria.

El albino de inmediato se escondió detrás de su hermano, usándolo como escudo. Ludwig suspiró avergonzado, Vash ladeó la cabeza llevándose una mano a la frente, mientras que Alfred, Lovino y Daniel hacían sus mejores esfuerzos para no estallar en risas. Elena no, Elena estaba matándose de la risa a sus anchas.

—¡No es gracioso! —reclamó el prusiano tratando de recuperar la compostura.

Y así, sin darse cuenta llegaron a la mansión, Roderich les abrió la cerca, ahora se encontraban frente al gran portón negro.

—¡WOW! ¡ES ENORME! —Elena comenzó a saltar de alegría al ver el gran edificio.
—¡Vaya! ¡Me encanta! —el húngaro sonrió cálidamente mientras su mirada se perdía en la vista que tenía en frente.
—Roderich, ya estamos en el portón —comunicó Ludwig a través del intercomunicador.
—De acuerdo —contestó y en un momento, se abrió el portón.

Los primeros en entrar fueron Elena y Daniel, estaban muy emocionados por recorrer el nuevo lugar.

—¡El hero les hará el tour por la mansión! ¡HAHAHA! —exclamó el estadounidense emocionado, adelantándose a sus "turistas". Ellos aceptaron gustosos.

Habían pasado unas horas desde que salieron de la mansión, por lo que ya era cerca del mediodía. La puerta se abrió dejando ver a Roderich y a Matthew, quienes se horrorizaron de tu aspecto. Estabas por llegar a la casa.

—No es para tanto, ¡estoy bien! —exclamaste con una sonrisa.

Kumajiro se acercó corriendo a ti, pasándote una pata.

—¿De verdad estás bien? —preguntó el oso polar alzando la vista hacia ti.
—¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH! ¡HIJO DE PUTA! ¡UN OSO QUE HABLA! —gritó Elena con todas sus fuerzas, como la mujer que era, siendo muy femenina, cosa que en ella era extremadamente raro.
—Sí, estoy bien Kumajiro, gracias por preocuparte —contestaste sonriente, tratando de no tocarlo para que su hermoso pelaje blanco no se ensucie.
—¡Ksesesese! ¡Ni a mí no me sorprendió tanto saber que el oso habla! Un momento, ¡¿habla?! ¡¿Qué clase de brujería es esa?! —se preguntó exaltado el prusiano observando nervioso al pequeño e inocente oso polar.
Bruder, ya te lo había dicho —suspiró nuevamente el menor bastante avergonzado.
—Yo lo recuerdo —agregó Vash suspirando molesto.
—Hasta yo lo recuerdo —intervino el austriaco observando a Gilbert con vergüenza ajena.
—Vaya, esa sí es una novedad para mí —comentó nervioso el húngaro.

El bielorruso ni se inmutó siquiera.

—¡Al menos yo no soy un inútil! ¡KSESESESE! —se burló del castaño de lentes.
—Pero sí eres un grandísimo tonto —se cruzó de brazos suspirando.
—Totalmente de acuerdo —completó Vash.
—¡Hey! —reclamó el prusiano.
—Ya cállense, ¡maldita sea! —refunfuñó molesto el italiano, siendo el primero en entrar a la casa.

Rayos, cuanta más gente se une, más ruidosos son. Pero esa era bueno.
Caminaste hasta la entrada, Roderich y Matthew se hicieron a un lado para dejarte pasar. Kumajiro pronto volvió a los brazos de su dueño.

—¿Dónde está Feli? —preguntaste amablemente a los que estaban en la casa.
—Está en la cocina —contestó suavemente el canadiense.
—¡Rayos! ¡Es la cosa más tierna que he visto en mi vida! —Elena se lanzó sobre el canadiense para apapacharlo hasta sofocarlo— ¡Es tan tierno~!

Te diste un facepalm.

—Ella es Elena Lane, fuimos compañeras en la milicia desde que ingresé, hemos peleado juntas incontables veces, hoy nos volvimos a encontrar luego de un año sin saber nada una de la otra —comentaste nostálgica al austriaco.
—E-es un gusto, señorita Elena —Matthew estaba bastante incómodo debido a las acciones de la morena.
—¡Ow~! ¡El gusto es mío! —al fin se separó del pobre chico, dejándolo respirar libremente— ¿Y tú cómo te llamas? —la castaña estaba realmente enternecida con el rubio de ojos violeta.
—M-Matthew Williams —contestó tímidamente.
—¡Y es mi hermano! ¡HAHA~! —de quién sabe dónde apareció Alfred al lado del canadiense, pasando un brazo sobre los hombros de éste.
—¡¿Qué?! ¡¿Él es tu hermano?! —cuestionó estupefacta la de ojos miel— ¡Imposible! ¡No se parecen en nada! ¡Además él es demasiado tierno y violable para ser tu hermano! —para ella no tenía ningún sentido.

Todos en la entrada quedaron en blanco debido al comentario de la morena. Por alguna extraña razón, Matthew comenzaba a temer por su integridad física.

—¡¿Eh?! ¡¿Qué insinúas?! —cuestionó infantil el estadounidense.
—¡Que tu eres demasiado idiota y él demasiado adorable!
¡¿WHAT?!
—Sí somos hermanos, sólo que, crecimos en diferentes países, A-Alfred es mi hermano mayor... —rio nervioso el menor de los norteamericanos.
—¡Oh! ¡Con razón no te pareces en nada a tu hermano! ¡Me alegro! —contestó Elena muy contenta.
—¡Hey! ¡¿Qué tiene de malo que se parezca a mí?! ¡I'm a hero! ¡HAHAHA! —Alfred no parecía molestarse por absolutamente nada de lo que dijera Elena.
—Justamente eso, sería difícil soportar a dos personas como ustedes, creo que ya con Gilbert y tú es suficiente —Elena suspiró profundamente.

Tal vez los conocía poco tiempo, pero al igual que su amiga, era muy buena analizando a las personas, era su trabajo, así que no le costó mucho deducir cómo eran los chicos.

—¡Oye! ¡Yo soy asombroso! ¡KSESESESE! —contestó el albino.
—Tu ego es el que es asombrosamente grande —replicó la morena.
Was?! ¡No es cierto!
—Sí, ¡lo que digas! ¡Y yo soy Marilyn Monroe!
—¡HAHAHAHA!
—Mejor me voy a soltar los drones de limpieza, es mucho más productivo —el suizo ya harto de los demás se perdió de vista caminando hacia el sótano.

Suspiraste profundamente. Tenías que tratar tus heridas y no tenías mucho tiempo para eso, aunque te parecía realmente divertido.

—(tn), creo que ya deberías ir a tratar tus heridas —comentó el húngaro acercándose a ti, con un poco de preocupación en su rostro.
—¡Ah! —volteaste hacia Roderich, quien observaba la discusión entre Gilbert, Alfred y Elena bastante incrédulo— Roderich, él es Daniel Héderváry, vino junto a Elena, y junto a aquel chico —discretamente hiciste que volteara hacia Nikolai, quien se encontraba bastante alejado del grupo—, se llama Nikolai, y, es un tanto difícil de tratar, pero no es mala persona —sonreíste al terminar de presentarlos.
—Es un placer, Daniel, yo soy Roderich Edelstein —le extendió la mano amablemente, la cual el húngaro aceptó.
—¡Un placer, Roderich! —sonrió ampliamente.

De alguna manera Matthew fue capaz de escapar de la discusión entre esos tres y volvió junto a ustedes. Ludwig seguía observando apenado aquella escena. Lovino ya se había ido junto a su hermano a la cocina.

—Bien, aprovechando que aquí está Matthew, también te lo presento —sonriente observaste al canadiense y luego al húngaro. Éste le extendió la mano a Matthew.
—Daniel Héderváry, ¡mucho gusto! —el de ojos violeta aceptó tímidamente la mano del húngaro.
—Matthew Williams, mucho gusto.
—Bien, hechas todas las presentaciones, me retiro, tengo algunas heridas que tratar. Ludwig —te dirigiste al nombrado.
—Ja? —volteó hacia ti dejando de prestar atención a aquellos tres.
—Te quedas a cargo, enséñales a Elena y los demás todo lo que necesitan saber, ¿de acuerdo? —volviste a esbozar una sonrisa.
Ja, no te preocupes por eso.

Subiste las escaleras, luego de abrir la puerta de tu habitación, entraste a ella, cerrando la puerta tras de ti, camino al baño. Dejaste todas tus armas sobre el mueble y te encerraste en el baño. Allí tenías todos los elementos necesarios para tratar tus heridas.
Antes de eso, decidiste darte un buen baño, higienizando de paso tus heridas.
Al salir de la ducha, comenzaste a tratar tus heridas, quitando todos los restos de vidrios que quedaron incrustados, vendando todas las partes que fueran necesarias. Solamente tu rostro y tu torso no fueron tan afectados por los rasguños, tus brazos y piernas casi estaban cubiertos totalmente por el vendaje.

Ludwig llamó la atención de Gilbert Elena y Alfred, porque estaban siendo muy ruidosos. Les dio todas las instrucciones necesarias a los nuevos integrantes, luego de eso, recorrieron la mansión entera, mostrándoles todos los lugares de la misma.
Al final del recorrido los llevó hacia los pabellones de las habitaciones para que escogieran una para cada uno.
Los tres se dieron un buen baño después de mucho tiempo, se cambiaron sus ropas, dejando sus ropas sucias en las lavadoras, tal como Ludwig se los había indicado.

Elena se colocó una polera blanca con unos jeans negros y sus botas militares. Total por hoy tendrían el día libre.
Daniel se vistió de manera similar a Elena.
Nikolai se puso una polera negra mangas largas y también unos jeans negros, y sus botas negras. Aunque con ese aspecto daba más miedo, ese color le sentaba muy bien.
En poco tiempo sus ropas ya estaban completamente limpias y secas, por la que las guardaron, aunque el bielorruso optó por ponerse de nuevo su abrigo.

Los chicos se esparcieron por toda la mansión recreándose con lo que más les gustaba. Sólo un rubio estaba sigilosamente intentando infiltrarse a una habitación ajena.
Ya faltaba poco para la hora del almuerzo.

Después de casi una hora, saliste del baño, con todas tus heridas tratadas. Te vestiste, colocándote una de las tantas camisillas y shorts que tenías. Limpiaste todas tus armas y cinturones, dejándolos en su lugar.
Te sentaste un rato en la cama para descansar, tanto ajetreo había consumido bastante tus energías. En eso escuchas que la puerta se abre, el bielorruso entró a tu habitación sin pedirle permiso a nadie.

—Si vienes a ver qué tal me encuentro, ya dije que estoy bien, no hay nada de qué preocuparse —levantaste tu mirada para encontrarte con la suya.

En silencio te observó unos segundos con inexpresividad y mucha frialdad.

—Eres una idiota, una gran idiota —fue todo lo que dijo antes de cerrar la puerta tras de sí y abandonar la habitación.

Suspiraste profundamente. Realmente sería difícil de tratar. Saliste de tu habitación, llevando tus ropas sucias a la lavadora. Y luego volviste junto a los chicos a la sala de entretenimientos. En eso llega Feli junto a ustedes.

—¡Ve~! ¡Es bueno ver que estás bien, bella! —se acercó a abrazarte delicadamente, acción que correspondiste.
—Ya lo he dicho muchas veces —reíste.

Mientras estabas en tu habitación Feliciano ya se había presentado a los nuevos integrantes, hablando amenamente con Elena y Daniel. Nikolai lo aterraba hasta los huesos, no podía negarlo.

—¡Ahora que estamos todos, pasen al comedor, per favore! ¡Ve~! ¡He cocinado una deliciosa pasta~! —cuando llegaron al comedor la mesa ya estaba completamente servida. Gracias a que el castaño de ojos miel preparó un poco más de lo necesario, pudo alcanzarles a todos.

La mesa era un gran barullo mientras degustaban la deliciosa comida. Excepto por Ludwig, Vash, Matthew y Nikolai, quienes comían en silencio. Entre todos ellos los más ruidosos eran Alfred, Gilbert y Elena.

Al terminar de almorzar, recogiste tus ropas de la lavadora, llevándolas a tu habitación para guardarlas. Una vez más, todos los chicos se esparcieron por la casa, tenían la tarde libre y debían disfrutarla.
Tú fuiste al patio trasero, sentándote en uno de los sillones de afuera para admirar el gran paisaje desde allí. Aquello te relajaba, y mucho. No estuviste sola mucho tiempo.

—¿Qué sucede, Nikolai? Te sentí apenas llegaste —comentaste sin siquiera voltear. No por nada eras la mejor espía de la milicia.

El rubio se sorprendió un poco debido a eso, pero no hizo caso, simplemente se quedó parado donde estaba.

—Si estás buscando aliviar tu conciencia de alguna manera, no tienes que hacerlo. No hice eso porque fueras Nikolai, lo hice porque eres un civil, como cualquier otro, y para proteger a los civiles es que fui entrenada. Ese es un deber que para mí no acabó con la caída del gobierno y la anarquía total, es un deber que lo cumpliré hasta mi muerte —hablaste tranquilamente sin dejar de admirar el paisaje.

Escuchaste un leve suspiro sarcástico de parte del bielorruso.

Дзякуй... (gracias...) —murmuró apenas, comenzando a caminar hacia el interior de la mansión.
Не было нічога (No fue nada) —contestaste tranquila. Cuando habías dicho que más o menos manejabas muchos idiomas, no era broma.

Nikolai volteó hacia ti sorprendido, cosa de la que no te percataste por estar de espaldas. Volvió a suspirar, retomando su camino hacia su habitación, donde se encerró el resto del día. Prefería estar solo que convivir con los demás, eran muy ruidosos.

Te quedaste allí un rato más, luego te levantaste para volver a tu habitación. Les avisaste a los demás que necesitabas descansar, así que te dejaron hacerlo. Entraste a tu habitación y llaveaste la puerta. Apenas te recostaste en la cómoda cama, te quedaste dormida. Después de todo, estabas muy cansada.

Cada día que pasaba, era una verdadera aventura con todos ellos.

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y hasta aquí el capítulo 4 ;o; *hecha bolita en una esquina* por qué Nikolai es tan difícil *llorando*
esta parte se la dedico a la persona que me ha ayudado a "interpretar" mejor a Nikolai, gracias de verdad ;u;
En fin, espero que les haya gustado, y, nos vemos xD
Saludos~

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