Capítulo 3.6: Un nuevo hogar, un nuevo comienzo

-continuación-

—¡¿Qué-
—SHHT —lo callaste mostrando tu dedo índice derecho sobre tus labios—. Usted ya ha dicho todo lo que le molestaba, ahora, Señor Aristocracia, es mi turno de hablar, respondiendo a sus preguntas, así que por favor, guarde silencio —hablaste muy educadamente en tono de burla, por lo que escuchaste muchas risas intentando contenerse a tus espaldas. Volteaste para ver que todos los chicos estaban escondidos tras la puerta observando la escena—. No es muy cortés que estén espiando conversaciones privadas, niños —seguías con el tono de burla—. Así que por favor, tomen asiento y escuchen claramante lo que diré ahora —ellos hicieron caso, aún tratando de contener la risa, y se sentaron en las sillas.

El único que no reía, ni nada, era el alemán. Tan serio como siempre.

Roderich te miraba sorprendido y molesto, sobándose la frente por el dolor que estaba sintiendo. No podía creer que lo habías golpeado, no podía creer que estabas actuando como si fueras su madre. No podía creer que reaccionaras "educadamente", aunque te estuvieras burlando.

—En primer lugar —volviste a hablar normalmente—, ese golpe fue por haber hecho tú lo mismo con Matthew y Feliciano. ¡Ellos te estaban cuidando! Deberías ser más agradecido, Señor Elegancia, y no tratar mal a quienes estuvieron pendientes de ti toda una mañana, preocupados, porque te desmayaste a causa del calor. ¡Eso no es nada educado de tu parte! —hiciste una pequeña pausa ordenando tus ideas, ahora el castaño te miraba con un leve sentimiento de culpa por su acción— En segundo lugar, no eres mi rehén, eres el amigo de Ludwig, Gilbert y Vash, y por ello te traje aquí para que te cuiden cuando te descompensaste. Todos nosotros hemos comido lo que encontramos a nuestro alrededor: frutas, enlatados, y mucha agua. Nadie aquí aún ha comido un gourmet, EN AÑOS, nadie ha comido algo por el estilo, así que no tiene sentido que reclames porque no te cocinan nada. Tercero, no lo hicieron porque YO tengo las llaves de la habitación donde estamos guardando los alimentos, ¿y eso por qué? Sencillo, por supervivencia, para proteger nuestras fuentes de energía de algunos idiotas que podrían aparecer por aquí. Supongo que de eso estás consciente —en estos momentos se veía más culpable que antes—. Nadie en este lugar está viviendo en condiciones muy decentes que digamos, estamos haciendo lo que mejor podemos. Cuarto, no te dejaron entrar a la cocina porque tienes fama de hacer explotar casas por ello, no podemos arriesgarnos, ¡volarías el pueblo entero!
—¡Tampoco exageres! —se defendió el austriaco.
—¡Silencio! ¡Yo sé perfectamente por qué digo lo que digo! Y no tengo por qué darte explicaciones en estos momentos, aún no he terminado de hablar —interrumpiste su queja para seguir con tu discurso, más largo que de políticos en campaña—. En quinto lugar, tardamos mucho porque estábamos buscando un lugar mejor donde todos, incluyéndote, podamos estar más seguros. ¡Este pueblo es más grande de lo que parece, apenas hemos recorrido un tercio! No tenemos superpoderes para sobrevolar la zona y acabar la inspección en horas. ¡Es obvio que íbamos a tardar! Además, ahora que lo pienso, tampoco era tan importante el asunto, para que requieras mi presencia con urgencia —suspiraste profundamente cruzando los brazos, estabas menos molesta, decir todo lo que pensabas en ese momento estaba calmándote, además Kumajiro vino a acostarse a tus pies, dándote mucho consuelo desde allí, definitivamente los animales son adorables—. Y por último, tus modales apestan —diciendo eso te ganaste una expresión de gran asombro por parte del castaño—. Te di casa, comida, comodidad, te dejé reposar, dejé a Feli y a Matt para que estuvieran al pendiente de ti, y como agradecimiento, al primer momento que trato contigo, sólo escucho reclamos, ¡encima golpeaste a los que te estaban cuidando! Deberías controlar ese malhumor, ¡no es para nada elegante! —al fin terminaste tu discurso.
—Yo... —el castaño estaba por hablar.
—No es necesario que digas nada, sólo responde lo siguiente, ¿entendiste todo lo que acabo de decir?
Ja... contestó un poco apenado.
—De acuerdo, si entiendes, todo está aclarado —te tranquilizaste, y el austriaco se levantó de su asiento.
—Me disculpo por mi actitud, es verdad que he actuado mal, debí agradecer que me hayan atendido. De verdad lo siento —dirigió su mirada a Matt y Feli.
—No hay problema... —contestó el canadiense.
—¡Ve! ¡Yo nunca estuve enojado! —contestó alegre el italiano.
—Yo sí, pero si se disculpa me parece bien —agregó Lovino.
Yeah, con la disculpa es suficiente —sonrió Alfred.
—Muy bien, ya tomarás el café que tanto te hace falta cuando estemos en la mansión —le dijiste a Roderich mirándolo a los ojos, mientras te acercabas a darle unas palmadas en el hombro derecho.
What?! —Alfred se levantó de su lugar por la sorpresa, los otros tres te miraban atónitos.
—Así es, tal como lo escucharon, hemos encontrado un nuevo hogar, es una gran mansión en las colinas, y ¡no van a creerlo! ¡Está equipada con la última tecnología, de punta a punta! ¡Podemos vivir allí con todos los recursos necesarios para treinta años! —estabas súper emocionada por darles la gran noticia a los chicos.
—¡Eso es fantástico! —por primera vez en tu vida viste que a Lovino se le iluminaron los ojos, mientras te miraba, asombrado, con una gran sonrisa.
—¡Ve! ¡Es genial! —festejó Feli.
¡YEAH! ¡THAT'S INCREDIBLE! ¡HAHAHAHAHA! rió Alfred.
—Sí, ¡es genial! —Matthew es tan suave, que apenas escuchaste lo que dijo entre tanto ruido que estaban haciendo los demás.
—Sí, es lo mejor que pudo pasarnos hoy, así que tenemos una misión por completar, llevar el arsenal, los alimentos, y todo lo demás, si quieren, a la mansión BlackRose —sonreíste triunfante.
—Woah, ¡hasta tiene nombre! —exclamó el estadounidense.
—Yep, uno muy bonito, por cierto, aunque la mansión de negra no tiene nada, sólo los depósitos... —comentaste distrayéndote de lo más importante.
—¿Arsenal? —preguntaron atónitos, en coro, los nuevos chicos.
—Ah, sí, tenemos un gran arsenal, había una armería ilegal en este lugar —comentaste con la mayor normalidad del mundo.
—Interesante... —agregó el alemán.

En realidad no le sorprendía tanto.

—Vamos Kumajiro, ¡iremos a nuestro nuevo hogar! —alzaste al oso en tus brazos, por un momento, luego se lo entregaste a tu dueño.
—Así que te llamas Kumajiro, ¿eh? —le susurró el canadiense a su oso.
—¿Quién eres? —preguntó éste.
—Soy Matthew, tu dueño... —respondió de nuevo un poco frustrado.

A lo mejor ahora ya recordaba su nombre.

Salieron del comedor, fuiste a la habitación al lado de la sala para abrir las puertas y poder llevar todas las cosas al nuevo lugar.

—¡Vamos chicos! ¡A movernos! Que tenemos mucho trabajo.
—¡Sí! —respondieron ellos, cada uno en su idioma.

El austriaco se quedó sentado en el sofá.

Le diste a Alfred la llave del jeep, tú conducirías la camioneta de los militares, era una Ford Raptor negra, bastante grande, por cierto. Entre Alfred y Ludwig, siendo los más fuertes, recargaron de gasolina la camioneta, para que no tengan inconvenientes más adelante. Luego volvieron a guardar el galón y la manguera en la parte trasera del jeep.

Comenzaron a subir en el jeep, todas las ropas, alimentos elementos de higiene; incluyendo tus toallas higiénicas, por suerte ya nadie hizo pregunta alguna sobre el tema. Llenaron todo lo posible la camioneta, apenas dejando espacio para el conductor, que sería Alfred. Con eso, sólo quedaban las armas para llevar.
Comenzaron a cargar en la carrocería todo lo que podían, hasta que se llenó.

—Antes de irnos, cada uno tome un intercomunicador —sacaste los aparatos de tu bolsillo, dejándolos en la palma de tu mano para que lo agarren.
—¿Había esto en la mansión? ¡It's great! ¡Parecemos los vengadores! ¡HAHAHAHA! —Alfred tan ruidoso como siempre.
—Esa película es viejísima —reíste.

Todos activaron los intercomunicadores y cada uno lo puso en su respectivo oído.

—Así estaremos en contacto, si llega a pasar algo, no duden en pedir ayuda, es bueno estar prevenidos, hasta que nos hayamos mudado por completo —comentaste seria—. Feli, Roderich, Matt y Ludwig van conmigo en la camioneta, y Lovino, tú te quedas a custodiar lo que falta llevar, ¿de acuerdo? —preguntaste con una sonrisa.
—contestó.
—Bien, suban a la camioneta, que nos vamos —todos subieron al vehículo.

De copiloto iba Ludwig, los demás en el asiento trasero. Comenzaste a mover el vehículo, y Alfred te siguió después.
En móvil llegaron en dos minutos hasta la entrada de la mansión, Vash se había encargado, no sabes cómo, de automatizar la cerca electrificada, por lo que estaba cerrada cuando llegaron frente a ella.

—Por todos lo cielos Vash, de verdad eres un genio —hablaste a través del intercomunicador.
—Ah, no fue nada, en el depósito de drones hay suficientes herramientas para reparar todo lo que pueda descomponerse en este lugar, además le di un buen uso a aquellos drones y demás cosas que ya no servían —comentó tranquilo.
—¡Ksesese! ¡Te dije que este chico es un genio! —exclamó el prusiano.
—¡Ya déjennos pasar! —se quejó el austriaco.
—Argh, Roderich, recuerda lo de controlar tu mal humor, ¡sólo aguanta unos minutos! —lo regañaste.
—¡Ve! —exclamó Feliciano, por querer decir algo a través de la frecuencia.
—¡HAHAHA! ¡Seguimos esperando! —rió el estadounidense.
—¡Ya dejen de ser tan ruidosos! —refunfuñó Lovino.
—¡HAHAHA!
—Ya quiero ver cómo sera la mansión... —habló el canadiense.
—¡Ya hagan silencio! —exclamó serio el alemán, un silencio sepulcral se apoderó de la frecuencia.
—Wow, ¡eres asombroso, Vash! —exclamaste rompiendo el hielo— Por cierto, estamos frente a la cerca, vinimos con los vehículos, ¿puedes abrirnos? —preguntaste. Al instante se abrió la cerca— ¡Gracias! —dijiste feliz.

Pasaron primero ustedes el portón negro, los recibieron los escáners de los rayos lásers, luego entró Alfred con el jeep, y lo mismo.
Estacionaron los vehículos lo más cerca que pudieron de la entrada, sin pasar encima de los robots.
Bajaron todos del vehículo, entrando a la mansión. Con excepción de Ludwig y tú, los demás quedaron muy asombrados al entrar.

Unos minutos después de que ya volvieron a salir del asombro, Roderich, Matthew y Feliciano se quedaron en la primera sala de entretenimiento, mientras que tú, Ludwig, Gilbert, Alfred y Vash, comenzaron a bajar todas las cosas, y llevarlas a los depósitos donde correspondían.

Tardaron más de una hora acomodando todo en su lugar, estaban muy cansados, pero estaba valiendo la pena, sólo faltaba un viaje más de armamentos para terminar por hoy con la misión.
Aunque estuvieran semi muertos de cansancio, los hermanos militares, Alfred y tú, subieron de nuevo a los vehículos, para emprender el segundo viaje.

Pronto llegaron a la casa, con Lovino esperando en la entrada. Entre los cinco, tardaron cerca de media hora más en acomodar todo lo que faltaba en ambos vehículos. Subiste a tu habitación a recoger las pocas cosas que allí quedaban, tu escopeta, tus ropas y tu mochila. Después de alzar esas últimas cosas a la camioneta, ya no quedaba nada, la casa estaba completamente vacía.

Estabas por irte cuando recordaste las cervezas en el refrigerador. Sería bueno una botella para relajarte luego de este día tan ajetreado.
Alfred viajó sólo, ya conocía el camino, mientras que los demás subieron contigo a la Ford.

—¡Ksesese! ¡Cómo extrañaba la cerveza! ¡Voy a tomarme la caja entera cuando lleguemos y terminemos de acomodar las cosas! —exclamó el prusiano, se veía muy feliz.
—Eres un alcohólico —le respondió el suizo a través de la frecuencia.
—Kse, Vash, ¡claro que no! ¡Soy un bebedor profesional! ¡Ksesese! —rió de nuevo.
—Después de todo es alemán —bromeaste.
—Si siguen hablando de cerveza me voy a sacar el intercomunicador —se quejó el austriaco.
—¡Recuerda tus modales! —le regañó tranquilamente el rubio de ojos celestes.
—Ugh, lo siento, ya quiero tomar café —se quejó el castaño.
—Si tomas café a estas horas no dormirás en toda la noche, ¡HAHAHA! —intervino Alfred.
—¿Pueden callarse de una vez? —Lovino estaba molesto, algo que ya no te incomodaba, era su forma de ser.
—Bueno, ya concéntrense —comentaste.

Avanzaron hasta llegar a la tienda abandonada, recordando que allí había cerveza y demás licores de sobra.

—Gil, aquí hay suficientes cervezas para todos, trae todo lo que puedas —estacionaste el vehículo frente a la tienda, mirando a sus ojos rubí.
Unmittelbar, Feldherr! (¡De inmediato, comandante!) —bromeó bajando del vehículo.

Reíste por su comentario, manejabas ciertas palabras de varios idiomas, así que no te dificultaba demasiado entenderlo.

En un minuto volvió con dos cajas de cervezas bajo cada brazo. Hizo dos viajes más hasta completar seis cajas, con eso pensaba que sería suficiente para esa noche. Cuando subió al vehículo, fueron hasta la mansión. Alfred ya los estaba esperando fuera del jeep.

Comenzaron a bajar todo el armamento que sobraba, ésta vez acomodaron todo en poco más de media hora. Subiste las escaleras para dejar tu mochilas y demás cosas en la habitación matrimonial, ya reclamaste ese cuarto como tuyo.

Te sacaste del cuello la cadenilla, y guardaste las llaves de la antigua casa en uno de los vacíos cajones de la mesita de luz del lado derecho. Te acercaste al enorme mueble que estaba frente a la cama, y en él comenzaste a guardar todas tus armas de manera ordenada, te sacaste el chaleco, los cinturones, y los acomodaste en uno de los cajones.

Volviste a bajar por la aljaba y el arco que se habían quedado en la entrada, donde Lovino los dejó. También subiste aquellas armas a tu habitación, dejaste el arco sobre el mueble y la aljaba a un lado de éste.
Después de sacarte todas las armas de encima, estabas mucho más liviana.

Lo único que querías ahora era acostarte a dormir. Miraste la luna a través del gran ventanal de la habitación, eran cerca de la una de la mañana. Recién en ese momento observaste detenidamente el lugar, tus ojos se encontraron con un reloj incrustado en la pared, un metro sobre aquel gran mueble, que mostraba la hora: 01:03 AM. Acertaste al calcular la hora, aunque te reclamaste el haber hecho el esfuerzo innecesario teniendo un reloj frente tuyo.

Bajaste de nuevo la escalera cerca de tu habitación, los chicos se reunieron en la sala de entretenimiento cerca del hall, te estaban esperando. Te acercaste hasta ellos para dar las últimas indicaciones del día, o mejor dicho, las primeras.

—De acuerdo, la contraseña de las puertas es ddmm2028, que es la fecha de mi nacimiento, así que recuérdenlo para cuando quieran bajar al sótano a buscar algo, ¿ok? —preguntaste, con un poco de mal humor, el cansancio ya estaba haciendo bastante efecto en tu cuerpo.
—Entendido —respondieron ellos, cada uno en su idioma.

Se dieron cuenta que estabas muy cansada.

—Bueno, entonces ahora pueden hacer lo que quieran, estamos en un lugar seguro. Escojan la habitación que más les guste, dense un buen baño, si quieren coman algo, duerman, jueguen, tomen, lo que sea, tienen derecho a divertirse —sonreíste—. Eso sí, que por favor alguien se apiade de Roderich y le prepare un buen café, tres litros si es posible, y no lo dejen entrar a la cocina —bromeaste con una sonrisa, a lo que la mayoría rió.

Después de las indicaciones, subiste a tu habitación y la cerraste con llave, para que no haya alguna interrupción a tu descanso. Sin siquiera bañarte, te enterraste entre las sábanas de aquella cama tan cómoda y suave, y en segundos te quedaste profundamente dormida.

—Bien, que cada uno busque la habitación que más le guste —ordenó Ludwig—. Luego de eso, como dijo (tn), ya pueden hacer lo que quieran —suspiró del cansancio.
—¡Yo voy a tomarme muchas cervezas! ¡Ksesese! —exclamó emocionado el prusiano.
¡All right, let's go! —Alfred hizo señas a su hermano para que subieran las escaleras y comenzar a buscar una habitación para cada uno.
—Yo iré a la cocina a preparar el café para Roderich, antes que esté peor —comentó Vash antes de desaparecer tras la puerta.
—¡Al fin! —exclamó el austriaco, molesto.
Gut, vamos a ver nuestros lugares —habló el alemán a su hermano mayor y al castaño de lentes.

Los italianos subieron antes que ellos por las escaleras, y luego cada uno buscó el lugar que le gustaba más.
Vash, después de preparar el café y dejarlo en un lugar visible para que Roderich se sirva cuando quisiera, subió también a buscar un lugar.
El pabellón izquierdo era el más "masculino", por el color de las paredes, por lo que todos buscaron una habitación en ese lado. El pabellón derecho era más neutral, simplemente los colores pasteles hacían presencia en algunas que otras habitaciones, pero podían ser usadas por cualquiera.
El cuarteto recién llegado se daría un buen baño por primera vez, después de semanas de falta de recursos para una ducha decente.
En los armarios de todos había suficiente ropa de hombre para que pudieran cambiarse.

Luego de media hora, ya estaban todos limpios y bien perfumados.
Ludwig les pidió a todos cuando volvieron a encontrarse en el hall, que pusieran sus ropas sucias en las lavadoras, que estaban en una pequeña habitación en el patio trasero, pegada a la mansión. Así lo hicieron, y mientras esperaban que salgan del lavarropas para ponerlas en la secadora, cada uno se dispersó por la mansión. Con la tecnología tan avanzada, las secadoras hacían hasta el trabajo de planchado, una vez reconocían el tipo de tela en su interior.

Roderich se puso un traje muy elegante que había encontrado en una de las habitaciones antes de establecerse en la suya, fue a la cocina a traer el café, luego se encerró en la biblioteca a leer mientras disfrutaba de su taza de café, tan ansiado por semanas.

Los demás estaban vestidos con ropas de dormir, mucho más cómodas. Gilbert apenas tenía el short puesto, así se sentía más cómodo.
Alfred y Matthew se pusieron a jugar un videojuego. En el sofá cerca de ellos los hermanos militares, acompañados de Vash, comenzaron a tomar cervezas. Los italianos fueron a jugar billar.
Todos estaban tranquilos, calmados, y felices, al fin tenían un buen lugar donde vivir muchos años. Y la mayoría pensaba, que lo mejor era tu compañía.
Aunque estaban muy cansados, aún tenían energías para hacer las cosas que les gustaban tanto, cosas que no podían hacer hace años. Cosas que ahora, tenían la oportunidad de volver a hacerlas.

Pasado un buen rato, luego de sacar las ropas del lavarropas, ponerlas en la secadora, y sacarlas completamente secas, cada uno guardó sus prendas.

Los italianos decidieron ir a dormir, al igual que Vash y los norteamericanos. Los hermanos militares se quedaron un rato más tomando cervezas, luego también decidieron ir a descansar.
A la mayoría les venció el sueño, excepto a un austriaco que seguía leyendo en la biblioteca tomando café.

Los recién llegados pensaron que convivir con otras personas era agradable, se dieron cuenta que era lo que estaban necesitando luego de tanto tiempo. Dos de ellos hoy recibieron una gran lección de parte de la chica que estaba a cargo.

Uno se dio cuenta que ser un erizo no le estaba sirviendo mucho, y otro entendió que debía ser un poco más amable con quienes le rodean, claro que sólo pensaba que la falta de café era el culpable.

Los que convivían con la chica más tiempo, también estaban muy contentos, ya tenían un nuevo hogar, uno seguro, uno permanente.
A pesar de todos los sucesos del día, todos pensaron que éste fue un gran día, y luego del amanecer, les esperaba uno aún mejor, una nueva vida por delante.

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Hasta aquí el capítulo! Espero que les haya gustado, estoy muerta de cansancio así que no tengo mucho que decir xD

N/A: en el prólogo había puesto que un día de abril avisaron sobre la infección, pero ya lo corregí, debido a las cartas que se encontraron. Bueno, eso eso todo.

Saludos~! :3

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