Capítulo 3.1: Un cuarteto

Hello! Lo prometido es deuda, así que aquí está el cap siii~! *tira confeti*
Bueno, otra cosa que quería aclarar, es que los personajes están conociéndose recién, aún no hay suficiente confianza. Por eso Romano aún no ha intentado seducir a la reader, pues la conoce recién, es amable a su manera con ella, pero siempre es un grosero con los hombres xD
No es que lo esté haciendo OOC, sino que lo estoy adecuando a la situación del fic. Espero que puedan entender eso, más adelante, como mencioné antes, sí ya serán diferentes las cosas.
(a mí no me engañan, yo sé que quieren violarlos a todos, pero será a su debido tiempo e.e)

Bueno, dicho eso las dejo leer tranquilas c:

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El canto de los pajarillos que anunciaban un nuevo día llegó hasta tus oídos haciendo que abras los ojos. Despertaste pesarosamente, poco a poco percatándote de tu entorno. Todo a tu alrededor parecía normal, hasta que sentiste que "el asiento" emanaba calor propio, y no era tan duro como lo recordabas. Miraste sobre lo que estabas acostada para darte cuenta que era el torso de Alfred.

Levantaste un poco la cabeza para recorrer con tu mirada el asiento del jeep y entender qué estaba pasando. Alfred dormía como un tronco, o eso parecía, y era prácticamente tu colchón, no, LITERALMENTE era tu colchón, estabas durmiendo encima de él, usando sus pectorales como almohadas.

«Hmph... Después de todo tiene sentido...» —pensaste recordando que a ciertos italianos les gustaba usarte como almohada, al fin y al cabo, la verdad es que era más cómodo una almohada humana.

¡Pero ese no era el punto! Sacudiste tu cabeza tratando de concentrarte. ¿Cómo mierda habían llegado a tal posición? Bueno, tampoco eran tan amplios los asientos traseros como para que pudieran dormir a sus anchas, ¡de nuevo, ese no es el punto!

Te levantaste inmediatamente tratando de calmar el gran sonrojo que apareció en tu rostro ante la situación. Una vez que ya asimilaste mejor lo sucedido, observaste el paisaje a través del vidrio de la ventana, por la posición del Sol estabas segura que apenas eran las seis de la mañana.
Estabas por darle una patada al rubio para que se despertara, pero dormía tan tranquilamente que no tuviste el valor para hacerlo. Suspiraste resignada, después de todo debías agradecerle que descansaste bien por ser tu colchón, aunque eso podría ser incómodo, mejor que no se entere.

—Hey Alfred, despierta, ya amaneció —sacudiste un poco su pierna derecha para despertarlo.
—Hmnh... ¿Ya amaneció? —abrió los ojos en seguida al sentir la sacudida, se sentó y estiró los brazos, acompañado de un gran bostezo, para desperezarse.

Frotó sus ojos tratando de esclarecer su vista, se acomodó el cabello todo revuelto y buscó sus lentes en el suelo del vehículo, hasta encontrarlos, los limpió con su camisilla y se los puso.

Good morning, (tn), ¿cómo dormiste? —te saludó amablemente con una sonrisa.
—B-bien, ¿y tú? —contestaste tratando de mantener la compostura.
—¡Ah! ¡Dormí genial! Gracias por la bienvenida, ¡es genial volver a dormir con una chica después de tanto tiempo! ¡HAHA! —bromeó.

Tu respuesta fue un codazo contundente directo a su abdomen.

—O-ouch... E-eso dolió, e-era broma... —se quejó tratando de componerse por el dolor de tu ataque.
—¡Ay, lo siento! El codazo también fue de broma —le dijiste mirándolo mal.
—HAHAHA, ¡no lo tomes tan en serio! —volvió a recuperar la compostura en segundos.
—De acuerdo, te perdono —bromeaste, a lo que te dedicó una sonrisa.
—El día está precioso, aunque aún haya bastante barro por la lluvia de ayer... —comentaste mientras volvías tu vista a la ventanilla del vehículo.
—Es verdad —agregó con una serena sonrisa en su rostro.
—Bien, será mejor que bajemos a desayunar, hoy tenemos mucho que hacer —abriste la puerta del jeep de tu lado para bajar del vehículo.
All right! el estadounidense hizo lo mismo.

Te estiraste un poco para recuperar por completo la movilidad, después de todo dormir en un jeep no es lo mejor, aunque hayas tenido un buen colchón. Alfred esperaba en la puerta. Te acercaste a mirar por la ventana, al parecer los muchachos seguían durmiendo allí dentro.

—¡Hey, despierten! —dijiste alzando bastante la voz como para que te escucharan desde dentro.

De inmediato escuchaste una puerta abrirse, Lovino salió de la habitación, bajando por las escaleras. Destrancó la puerta para abrirla, encontrándose con ustedes dos afuera. Su cara de enfado volvió a hacer aparición.

—¡¿Y tú qué demonios haces afuera?! ¡¿No que harías guardia desde dentro?! —luego de reclamar al estadounidense te miró con el ceño fruncido, como reclamándote algo.
—¿Qué? Yo no tengo nada que ver —dijiste alzando los brazos.
—Haha, me pareció mejor idea ser su apoyo en el jeep, si hubiera llegado a pasar algo reaccionaría más rápido —contestó Alfred como si nada.

Lovino seguía ¿enojado? ¿Acaso estaba celoso?

—Ehm, ¿cómo están los otros? ¿Descansaste bien? Tienes unas pequeñas ojeras —preguntaste al italiano dirigiendo tu atención a él.
—A-ah... Están bien, Matthew ya se levantó, Feli sigue durmiendo. Y no dormí muy bien, estaba haciendo guardia... —contestó desviando la mirada, parecía sorprendido por tu comentario.
—¿Y qué haremos hoy? —preguntó alegre el norteamericano.
—Debemos revisar la mayor parte del pueblo que podamos, si había un arsenal ilegal por aquí, podemos tener esperanza de que algún refugio mejor que esta casa encontraremos —contestaste animada—. Por el momento, aprovechando el día despejado, iremos a buscar frutas o lo que sea comestible en el bosque —añadiste.
—¡OK! —respondió Alfred.

Lovino se mantuvo callado en la puerta.

—Bien, voy con Lovino, tú quédate aquí, me harás un gran favor si cuidas la casa mientras tanto —dirigiste tu mirada al de ojos azul cielo.

Alfred, al darse cuenta que estabas contando con él, apoyándote en él, y que te sería de gran ayuda si hacía lo que le pedías, aceptó gustoso hacerte el favor.

¡Sure! Iré a cambiarme mientras tanto —contestó con su amplia sonrisa.

Era agradable verlo sonreír.

—Vamos —le indicaste al italiano con señas para que te acompañara. Él te siguió sin decir nada.

Llegar al bosque era tarea fácil, pues estaban rodeados por él. Caminaron unos metros hasta adentrarse en el follaje. Luego de unos metros más, llenos de árboles, encontraron un gran claro, donde había muchos arbustos y plantas frutales. De vez en cuando mientras caminaban mirabas a tu acompañante, en su rostro podías notar perfectamente que algo le molestaba, aunque no tenías muy claro qué. Nunca fuiste de las que se quedaban calladas ante esas cosas, así que decidiste averiguar qué estaba sucediendo.

—Lovino —llamaste la atención del chico—, ¿hay algo que te moleste? Te noto un poco distante desde ayer, desde que llegaron Alfred y Matthew parece que andas enojado. ¿Te incomoda la presencia de los norteamericanos? ¿O es otra cosa? Me doy cuenta que quien más te molesta es Alfred... Recuerda que somos amigos, desde el día en que nos encontramos, así que si hay algo que no te gusta, sólo debes decírmelo, no me voy a molestar, sea lo que sea, ¿de acuerdo? —le dedicaste una tierna sonrisa.

Lovino estaba bastante asombrado, no pudo reaccionar en seguida, pensó que no ibas a notar sus sentimientos. Después de todo, nunca antes alguien lo había hecho, ¿por qué tú serías la excepción? Eso fue lo que pensó, estaba comenzando a sentir, una vez más, que quedaba a un lado de las cosas, y eso lo molestaba bastante. Por eso el gringo lo hacía enojar aún más, pues era obvio que estaba buscando acaparar toda la atención, y no podía competir contra él.

—¿Lovino? —tu voz lo sacó de sus pensamientos.
—Eh? A-ah, no, no es nada, e-es sólo que... —quedó dudando unos segundos.

¿Qué iba a decir exactamente? ¿Que se sentía menos que Alfred y que eso lo molestaba? De ninguna manera diría eso.

—¿Qué? ¿Acaso crees que porque llegaron ellos voy a dejarte de lado? Si eso es lo que está pasando por tu cerebro en estos momentos, mejor dile a tu cabeza que se saque esas ideas, eso no va a pasar, tú eres importante para mí, como lo son ellos, no podría hacerte eso. Por eso no quiero que te sientas de esa manera, aunque nos conozcamos hace unos días, te aprecio tal cual eres —lo mirabas fijamente a los ojos, notando aún más la sorpresa en su rostro, en el cual aparecía un fuerte sonrojo, le volviste a dedicar una tierna sonrisa.
—¿C-cómo? —preguntó confundido.
—¿Eso quiere decir que acerté? —tu sonrisa creció— No te sorprendas tanto, recuerda que fui la mejor espía de la milicia, analizar a las personas, sus reacciones, y encontrar las causas de ello es una de mis mejores habilidades —hablabas calmada, por dentro estabas muy contenta de haber acertado.

Es fácil saber que el italiano no se abriría tan sencillamente, pero si le "leías la mente" tal vez fuese distinto.

—E-es sólo que... P-pues como Alfred es... Ya sabes... Y-yo pensé que... —en segundos su cara estaba completamente roja— ¡AL DEMONIO! ¡NO PUEDO CON ESTO! ¡SÍ, ERA ESO! ¡FIN! —notaste que los nervios de la situación le ganaron.

Trataste de contener la risa que te causó su reacción, es una manera bastante peculiar de admitir lo que le estaba molestando.

—No tienes motivos para sentirte de esa manera, ¿de acuerdo? Sé que puede ser difícil para ti, así que hagamos algo —posó toda su atención en ti, suavizando más su expresión—. Cuando te sientas inferior a alguien, o sientas que te dejo de lado, aunque no sea así —hiciste énfasis en la última frase sin dejar de mirarlo—, sólo dime: tomate. Entonces en ese momento te recordaré, una vez más, que eres especial, y que eres mi amigo, no importa cuanta gente más llegue a haber, ¿te parece? —lo miraste esperando su respuesta.

El castaño de ojos verdes estaba realmente sorprendido. No podía creer lo que estabas diciendo. ¿Cada vez que sentía alguna inquietud podía acudir a ti? ¿Era eso lo que quisiste decir?

—¿Lo dices en serio? —te preguntó asombrado, el rubor bajó de tono, pero seguía presente.
—¡Claro! —contestaste animada.

Lovino se acercó a ti y te dio un fuerte abrazo, el cual correspondiste.

Bene, tendré en cuenta tu propuesta para la próxima —comentó mientras te abrazaba.
—Me alegra mucho escuchar eso —respondiste.

Él murmuró algo que no pudiste entender, pero no le diste importancia. Ahora lo importante era que aclaraste con él el asunto que lo incomodaba.

«Si sigues siendo tan linda, uno de estos días voy a besarte.»

Luego de un buen rato rompieron el abrazo y comenzaron a buscar frutas comestibles. Recorriendo los arbustos recogieron frutillas, cerezas, moras, piñas. Suficientes para un buen desayuno.

—Ah, debí haber traído algo en qué juntar las frutas, no podemos llevarlas sólo en nuestras manos —te quejaste por olvidar aquel detalle.
—No te preocupes, iré a traer algo —contestó el italiano con una sonrisa.
—De acuerdo.

Volvió por el mismo camino por el cual entraron al bosque, y después de unos minutos regresó con una canasta para las frutas. En ella pusieron una buena cantidad de las frutas mencionadas antes, y regresaron a la casa.
Entraron y los tres chicos estaban esperando sentados en el sofá.

—¡Aquí trajimos para el desayuno! —dijiste animada mientras ibas a la cocina a lavar los alimentos.

Los chicos festejaron levantándose de sus asientos, dirigiéndose al comedor. Los uniformes de los norteamericanos ya se habían secado, por lo que los llevaban puestos, al igual que los demás muchachos.
Fuiste al comedor con las frutas y cada uno escogió la que más le gustaba para comer. Pasaron unos diez minutos más, y ya todos estaban satisfechos. Guardaron las pocas frutas que quedaron en el refrigerador.

—Ahora que ya estamos con el estómago lleno, aprovechemos la energía para salir a inspeccionar el pueblo —propuso el estadounidense con su gran sonrisa.

Antes de que pudieras decir algo, escuchaste disparos a lo lejos.

—¡¿Y eso?! —se preguntaron los cinco al unísono.

Inmediatamente salieron de la casa y corrieron las tres cuadras necesarias para llegar a la entrada del pueblo. Muchos kilómetros antes, donde aún no empezaba el bosque, sólo campos de pasto a ambos lados de la carretera, divisaron un vehículo que se acercaba con bastante velocidad.

-en ese mismo momento, a kilómetros del pueblo-

—¡KSE, WEST! ¡Mantén tu puntería! —insistió el hombre.
—Eso intento, no es fácil apuntarle a estos hunters, son muy hábiles —seguía disparando lo mejor que podía a la horda que se estaba acercando peligrosamente al vehículo.
—¡Pisa más el acelerador! —volvió a quejarse aquel hombre mientras apuntaba la bazooka a los hunters.
—¡¿Qué crees que estoy haciendo?! ¡Hago mi mejor esfuerzo, idiota! —contestó alterado el conductor del vehículo.
—¡¿Podrías disparar de una buena vez?! —una cuarta voz, quien era el copiloto, insistió al que sostenía la bazooka.
—Aún no, deben juntarse más —mantenía expectante su puntería.
—¡Pero ya estamos por alcanzar ese pueblo! —se volvió a quejar nervioso el copiloto del conductor.
—¡Ya déjalo que se concentre, no lo alteres más! —el conductor regañó al copiloto.
—¿Ahora? —preguntó el hombre que seguía disparando a los hunters con su metralleta.
—Un poco más... —respondió. Unos segundos más pasaron— ¡AHORA! ¡KSESE! —disparó el proyectil que acabó con la horda en una gran explosión.

Afortunadamente el cráter que quedó fue al lado de la carretera.

-volviendo al pueblo-

—¡KABOOOM! —todo lo que vieron fue una gran explosión y el humo elevarse al cielo, se les había perdido de vista la camioneta.
—¡¿Qué mierda acaba de pasar?! —te preguntaste nerviosa.
—Será mejor que vayamos a la casa y nos armemos, así como estamos no le podemos hacer frente a nadie —dijo Alfred bastante serio.
—Tienes razón —contestaste.

Corriendo volvieron a la casa, abriste el sótano y bajaron para tomar las mejores armas. Tú agarraste el arco y colocaste por tu espalda la aljaba con todos los tipos de flechas que habías preparado la noche anterior.
Lovino tomó un rifle automático calibre 22, Alfred una escopeta automática striker, Feli unas pistolas, al igual que Matthew.
Salieron del sótano con las armas y municiones correspondientes, y lo llaveaste para salir de la casa.

Volvieron a la entrada del pueblo y decidieron esconderse en una de las casas abandonadas para saber quiénes eran los que acababan de llegar.
Pasaron los minutos y escucharon el ruido del vehículo quedándose en la entrada.

—¡KSESESE! ¡Eso fue awesome! ¡Soy tan genial! —escuchaste una voz.
—Fue muy arriesgado, pero al menos estamos vivos —contestó una segunda voz, bastante seria.
—¡Ah, qué dices West! ¡Si el asombroso yo lo tenía todo bajo control! —dijo la misma voz del principio.
—¡Casi muero de los nervios! ¡Tonto! —una tercera voz enfadada apareció.
—¿Alguien puede recordarle al señorito de quién fue la culpa que los hunters nos estuvieran persiguiendo? —contestó la primera voz, un poco molesto.

Por un momento hubo un silencio, luego escuchaste unos suspiros.

—Fue la mejor táctica que teníamos para salir de eso —dijo seriamente una cuarta voz.
—¡Este chico sí que es bueno conduciendo! ¡Gracias a eso tuvimos éxito! —exclamó la primera voz.
—Es verdad —contestó la segunda voz.

Al parecer no tenían prisa por saquear el lugar ni nada por el estilo, así que sigilosamente te acercaste a una de las ventanas para visualizar a los hombres.

Un rubio de ojos celestes, con el cabello peinado hacia atrás de manera perfecta, demasiado fornido, el más alto entre todos. Portaba una metralleta en las manos. Su uniforme militar era verde musgo, parecido al de Alfred. Destacaba en su cuello la "Cruz de Hierro".

Quien le seguía en estatura, dos centímetros menos, aproximadamente, era un hombre de cabello plateado, un poco revuelto, con flequillos iguales a ambos lados de su rostro y ojos color rubí. Las facciones de su rostro le daban una apariencia de pandillero, que aumentaba con la sonrisa que le acompañaba. Se notaba que tenía un físico bastante marcado, muy trabajado, aunque no era tan robusto como el más alto. A un costado sostenía la bazooka. Su uniforme militar era azul prusia, y al igual que el más alto, por su cuello colgaba la Cruz de Hierro.

Al lado de él se encontraba otro chico de cabello castaño oscuro, con un mechón antigravedad, parecido al de Alfred, sólo que más elegante. También usaba lentes y sus ojos son violeta oscuro. En su rostro, bajo su labio en la parte derecha, posee un lunar, que lo hace ver más atractivo, por cierto. El hombre lucía demasiado elegante para ser verdad. Sus ropas moradas parecían sacadas de la época de la aristocracia.

A su lado se encontraba un chico con cabellos rubios bastantes agitados (revueltos), de largor hasta la barbilla, y ojos color verde menta, en la cabeza tenía una boina blanca. Su expresión era la más seria entre todos, le daba una apariencia de ser un poco huraño. Es el más bajo de estatura entre los cuatro. Tenía un rifle en sus manos. Su uniforme militar verde tenía una cruz blanca en ambos brazos.

—Ah, espero que podamos encontrar cosas interesantes aquí, si hay revistas porno, ¡MEJOR! —exclamó el albino de ojos rojos.
—Pervertido, si no fuera porque eres un excelente francotirador ya te hubiera matado —respondió enojado el de ojos verde menta.
—No sé cómo es que lo soportamos aún —comentó cruzándose de brazos el castaño de ojos morados.
—¡¿Ah?! ¡Si el único aquí que no hace nada productivo eres tú! —se quejó el albino— ¡No sé por qué seguimos cuidando de ti! ¡No podemos dejar que vayas ni a la esquina porque te pierdes! ¡Tu sentido de la orientación apesta!
—No tengo la culpa de eso —se defendió molesto el castaño.
—¡Pero si tienes la culpa de incendiar las casas cuando se te ocurre cocinar! —bufó el de ojos rojos— ¡Si no fuera porque cocinas bien, aunque hagas explotar la cocina, ya te hubiera abandonado en la carretera! Además eres lo más cercano a una mujer que tenemos, no me puedo quejar... —comentó con decepción.

Ese comentario hizo que te taparas la boca para no soltar carcajadas.

—Ugh, ¡maldito pervertido! —gritó el de menor estatura— No sé cómo sigo con ustedes, me iría mejor solo —espetó.
—¿Ah? Pero si te llevas muy bien con Lud —agregó el castaño.

El rubio no dijo nada, simplemente desvió la mirada.

—Creo que ya deberíamos comenzar a buscar víveres —habló el más alto.
—Estoy de acuerdo, espero que en una de estas casas haya una buena colección de Playboy, tanto tiempo sin ver mujeres está haciendo que ya vea al señorito como mujer, ¡eso es muy triste! —se quejó el albino.
—¡Deja de decir vulgaridades! —refutó el castaño, molesto por el comentario del albino.
—Lo repito, sino fuera un buen francotirador ya estaría muerto ¡No soporto a los pervertidos! —se quejó el de menor estatura.

Qué equipo tan peculiar. En fin, era hora de hacer aparición.

—Chicos, vamos —le indicaste con la mano al par de hermanos para salir del escondite.

Salieron de la casa impidiéndoles el paso al cuarteto. Los chicos detuvieron la caminata cuando los vieron.

MEIN GOTT! Was für ein schöne mädchen! (¡Qué hermosa chica!) —exclamó el albino mientras te miraba con emoción y asombro.

Al parecer no ha visto un espécimen femenino en mucho tiempo. Los demás chicos los miraron seriamente, estando alerta a cualquier movimiento brusco.

—Buenos días, este es MI pueblo, ¿qué quieren y qué hacen aquí? —dijiste mientras los apuntabas con el arco.

Los cinco formaban un equipo espléndido. Desde la derecha, Matthew, Alfred, tú, Lovino y Feliciano. Todos con sus uniformes, apuntando con sus armas a los desconocidos. Más geniales que los vengadores.

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