Capítulo 2.2: Se unen dos hermanos más
-continuación-
—Eso es porque eres demasiado problemático para acatar las órdenes de gente superior a ti, a cada lugar que vamos quieres ser el líder, ¡es obvio que con esa actitud nos van a echar de cualquier lado! —refunfuñó Matthew, con un leve tono de enojo en su voz, ya estaba cerca del sofá y ni te habías dado cuenta de su presencia anteriormente.
—¡HAHAHA! ¡Eso no es cierto! —rió el de ojos azul cielo.
—¡Claro que es cierto!
—¡Of course not! ¡Sólo he tratado de ayudar! ¡Sólo que nadie tiene en cuenta mis geniales recomendaciones! —refutó ofendido el gringo.
—¡Porque no son geniales! ¡Algunas ideas que tienes son demasiado descabelladas!
—¿Ah? ¡Shut up Matthew! ¡No es cierto! —al parecer se ofendió más.
—C-claro que es cierto... —recalcó Matthew con un poco de miedo en su voz.
—Ahm... Sean o no sean descabelladas las ideas, las colonias de por aquí se caracterizan mucho por ser casi dictatoriales, así que será muy difícil que acepten alguna idea de alguien que acaba de llegar a la colonia, especialmente si son extranjeros, lo sé porque me ha pasado, por eso estoy aquí. He recorrido casi todo el país tratando de unirme a una colonia, pero definitivamente eso no es lo mío, soy muy testaruda para seguir al rebaño como si nada —comentaste divertida.
—¡HAHA! ¿Lo ves Matthew? —dijo mirando al nombrado— ¡No soy el único con problemas para adaptarse! —te extendió su pulgar en señal de aprobación, a lo que reíste.
—Bon, eso es cierto... —reflexionó el de ojos violeta sobre lo que habías dicho.
—Ah, así que eres canadiense ¿verdad? Por eso no podía identificar bien tu nacionalidad, por tu acento, pero veo que tu francés es distinto al europeo, por lo que supongo que eres canadiense... —comentaste tratando de no parecer un extraterrestre por lo que acababas de decir.
—¡Amazing! ¿Cómo sabes eso? —preguntó emocionado Alfred.
—Bueno, estuve unos años en la milicia, me enseñaron a identificar casi 30 idiomas, no los hablo, pero cuando los escucho puedo saber de qué nacionalidad es alguna persona —respondiste bastante orgullosa por tu gran capacidad de destreza en lo que a idiomas se refiere.
—¡Wow! ¡Eso es genial! —contestó.
—Sí, bastante sorprendente —respondió el canadiense.
—Pero, ¿ustedes son hermanos, verdad? ¿Cómo es que tienen distintos acentos? —interrogaste intrigada.
—Well, esa es una larga historia que podemos dejar para más tarde, ahora... ¡TENGO HAMBRE! —dijo Alfred.
—Es verdad, ya deben ser las 5:30 aproximadamente —dijiste llevando una mano a tu mentón calculando la cantidad de minutos que habían pasado desde que viste el reloj por última vez.
—¿Hay algo para comer? ¡I'M REALLY HUNGRYYYYYYYY! —se volvió a quejar el gringo.
—Pues no sé, hasta ahora sólo tenemos la comida no perecedera que tengo yo, con esta lluvia ni siquiera podemos ir al bosque en busca de frutas... —suspiraste.
—Lo que sea, no importa, ¡con tal que sea comida! —te respondió.
—Bueno, iré a ver, pero antes debo preguntarles algo... —los miraste seriamente a ambos desde tu punto cerca del oso y de la chimenea— Después de que pase la lluvia, ¿qué harán?
—Seguiremos nuestro camino —contestó Alfred.
—No tenemos mejor idea... —completó Matthew mientras miraba al suelo, jugando con sus dedos.
—P-pues, aquí yo soy la líder de la colonia, así que si quieren, pueden quedarse con nosotros, más personas no nos vendría mal —dijiste con una pequeña sonrisa en tus labios.
—¿En serio? —preguntaron en coro, los ojos de ambos se iluminaron en un instante.
—¡Claro que es en serio! —respondiste mientras te levantabas del suelo, ya habías recuperado por completo la movilidad de tus piernas.
—¡OH GOD! ¡THAT'S SO GREAT! —exclamó muy alegre Alfred mientras te alzaba del piso al abrazarte, dándote vueltas— ¡HAHAHA! ¡I'M SO HAPPY! ¡YA PODEMOS QUEDARNOS EN UN SOLO LUGAR! —gritaba de emoción mientras te seguía dando vueltas.
—A-alfred, me estoy mareando —fue todo lo que pudiste articular.
El muchacho te bajó en seguida y fue a dar un abrazo a su hermano.
—¿Ves Matthew? ¡Sí fue buena idea venir por aquí! —el canadiense correspondió el abrazo fraternal.
—Es verdad —sonrió muy alegre.
Luego de soltar el abrazo, el dueño de Kumajiro se acercó a darte un cálido abrazo. Después de tu encuentro con los italianos, ya estabas acostumbrada a la calidez humana, así que correspondiste el abrazo sin problema.
—Muchas gracias por permitirnos quedarnos aquí, (tn), ¡eres muy amable! —dijo alegre.
—No es nada, además me caen bien —bromeaste.
El canadiense soltó el abrazo y ahí te percataste que llevaba puesta una remera roja un poco ajustada, con unos shorts azul marino, de verdad que tenía la misma complexión física que su hermano, sólo que era un poco menos robusto que Alfred.
—Esperen aquí iré a ver qué podemos desayunar —dijiste.
—¡Sure! —respondieron al unísono.
«Entonces Matthew es bilingüe» —pensaste.
Subiste a la habitación en busca de tu mochila, los Vargas seguían durmiendo sin problema. En realidad no querías despertarlos, así que sacaste de tu mochila una caja de leche en polvo, y unas cuantas galletas que habías encontrado en el supermercado abandonado la semana pasada.
Bajaste con los alimentos para prepararlos y desayunar los tres.
Alfred parecía un niño pequeño apunto de recibir unas golosinas de regalo, Matthew en cambio sólo sonreía tímidamente, no era tan "expresivo" como su hermano.
Les dijiste que esperaran en el comedor y fueron allá mientras tú te quedaste en la cocina a preparar el desayuno, preparaste cantidad de leche suficiente como para cinco personas, y repartiste las galletas en cinco pequeños bowls que encontraste en uno de los muebles de la cocina. Tapaste con un trapo de cocina la parte que les correspondía a los italianos y serviste el desayuno a los nuevos chicos. Apenas serviste la mesa, Alfred devoró toda la porción de galletas que le correspondía y luego se bebió toda la leche de una vez. Te asombraste al ver la rapidez con que pudo tragarlo todo.
Matthew en cambio desayunaba tranquilamente, sin ningún apuro, tú tenías una velocidad promedio, dentro de lo normal.
Cuando estaban por desayunar todo, volvió a caer un gran rayo, ésta vez muy cerca de ustedes, pudieron sentir la tierra temblar por el gran impacto. Te asustaste bastante por lo que casi saltas de tu silla, pero trataste de controlarte. Matthew también se asustó bastante, y su oso, porque el mencionado corrió hasta encontrar a su dueño y se subió en su regazo, Matthew lo abrazó fuertemente tratando de tranquilizarse, el único que parecía no inmutarse era Alfred.
—¡WAAAAAAH! ¡(TN)!¡(TN)! ¿Dónde estás? ¡Tengo miedo! —escuchaste los pedidos de auxilio del menor de los Vargas, que bajaba las escaleras apresuradamente en tu búsqueda.
—¡Estoy en el comedor Feli, no te desesperes! —te paraste para ir en su búsqueda, más él llegó más rápido de lo que esperabas y se abalanzó sobre ti para abrazarte, enterrando su cara en tu cuello, sin siquiera percatarse de que habían nuevos integrantes en la casa.
—Tranquilo Feli, estamos bien, con todos los árboles con los que estamos rodeados es prácticamente imposible que nos caiga un rayo encima, no debes asustarte —trataste de calmar al menor, aunque a ti también te ponía nerviosa el clima.
Unos segundos después el mayor de los Vargas apareció en el comedor.
—N-no es que tenga miedo, pero este clima me pone nervioso, maldición —dijo sin darse cuenta que no estaban sólo los tres, hasta que se acercó a ti— ¡¿EH?! ¡¿QUIÉNES SON ESTOS IDIOTAS Y QUÉ HACEN AQUÍ?! —exclamó asustado Lovino.
—¿Eh? —Feli levantó la vista hacia ti, luego recorrió el lugar con la mirada encontrándose con los nuevos integrantes de la colonia— ¡WAH! ¡Gente nueva! —se acercó a ellos y los abrazó haciéndoles miles de preguntas.
—¡HAHAHAHAHA! ¡Los italianos son muy graciosos! —rió Alfred
—¡¿Qué dices, maldición?! —le replicó Lovino.
—E-eh, Lovino, deberías ser un poco más amable —le dijiste con una sonrisa amable, a lo que el susodicho sólo frunció el seño y se cruzó de brazos sin decir nada— Y tú, Feli, ¡Deja de bombardearlos con tantas preguntas! ¡Hasta a mí me desesperas! —dijiste un poco molesta pero divertida, a lo que Feli decidió dejar de hacer tantas preguntas.
Matthew sólo reía nerviosamente, y Alfred estaba siendo escandaloso, típico de él, al parecer.
Carraspeaste para que te prestaran atención y dejaran de armar tanto barullo. Los cuatro muchachos te miraron atentamente.
—Bien, ustedes dos —dijiste señalando a los Vargas—, si quieren desayunar, la parte que les corresponde a ustedes ya está lista, sólo deben sentarse a comer, si quieren les traigo el desayuno.
—Va bene —respondieron ambos, uno no tan feliz, y el otro muy animado.
—Ok, siéntense por favor donde mejor les parezca, ya vengo —sentenciaste.
El castaño de ojos miel se sentó al lado de Matthew, y su hermano mayor a su lado, por alguna razón no querían estar cerca de Alfred, les daba un poco de miedo. Volviste con el desayuno para ambos y se dispusieron a comer una vez servido el alimento. Tú y Matthew trataron de terminarse lo que les quedaba, aunque el susto les revolvió un poco el estómago, pero debían alimentarse bien para tener energías.
Después de que terminaste, te siguió Matthew y luego los Vargas, que comieron todo casi a la misma velocidad que Alfred.
Una vez que todos estaban bien desayunados, te ayudaron a limpiar la mesa y lavar los cubiertos, les pediste que te siguieran a la sala. Los italianos te hacían caso sin decir una sola palabra, sabían que no te gustaba demasiado los pleitos, por lo que decidieron mantener la compostura y no generar una pelea con los nuevos integrantes de la casa.
En la sala había unas cuantas sillas más aparte del sofá, te sentaste en una de ellas y les pediste amablemente a todos que se sentaran, y así lo hicieron. Aunque les pudiera parecer incómodo seguir las órdenes de una chica, que por cierto era menor que ellos, no tenían problema en hacerlo, pues sabían que eras muy prudente, además, los norteamericanos te debían un favor y los italianos te debían la vida.
—De acuerdo, ahora que ya estamos más calmados, les presento a los nuevos integrantes de esta colonia, Alfred F. Jones —señalaste al mencionado— y Matthew Williams, —lo señalaste— ambos son hermanos, igual que ustedes, les pido que por favor traten de llevarse bien, no quiero peleas aquí —dijiste como si fueras la madre de cuatro pequeños.
—Bene, como sea, yo soy Lovino Vargas —dijo intentando ser amable, pero con una cara de pocos amigos.
—¡Ve~! Me llamo Feliciano Vargas, ¡pueden decirme Feli! —dijo el menor muy animado.
La verdad es que estaba muy contento por conocer más personas, le gustaba la calidez del ambiente familiar que tenía la casa.
-—Un gusto Lovino, Feli —dijo Matthew tímidamente, tratando de esconderse tras su oso polar.
—¡HAHAHA! ¡Es bueno conocer nuevas personas! Aunque Lovino no me cae muy bien, es bastante grosero —dijo aquello con la mayor normalidad del mundo, su sinceridad puede ser un poco espeluznante.
—¡Argh! ¡Tú tampoco me caes bien, maldito gringo! —se defendió Lovino, bastante ofendido por el comentario del norteamericano.
—¡HAHAHA! Tal vez debamos arreglar esto al estilo antigüo —dijo un poco molesto por el comentario "racista" del italiano, levantándose de su asiento, ya sabías a dónde iba a parar esto si se lo permitías.
Las caras de Matthew y de Feli se ensombrecieron un poco, tenían miedo por lo que estaba por pasar, en cambio Lovino se levantó de su asiento aceptando la oferta de Alfred.
De inmediato te interpusiste entre ellos con una cara no muy feliz.
—Dije que no quiero peleas aquí, no se los voy a permitir, ni a ustedes, ni a nadie. Si vamos a vivir todos bajo el mismo techo, lo mínimo que espero de ustedes es que se traten con respeto, ¡no les estoy pidiendo que se comporten como pareja! ¿Tanto cuesta ser civilizados? —pusiste tus brazos en forma de jarra mirándolos a ambos bastante molesta.
—Aw, ¡pero él empezó! —dijo Alfred señalando infantilmente a Lovino.
—Lo sé... Lovino, le debes una disculpa a Alfred —dijiste volteando a ver al castaño de ojos verdes.
—¡Ni hablar! —respondió nervioso el castaño
—Por favor, no estuvo bien lo que dijiste, y lo sabes... —insististe.
De verdad no querías que haya un ambiente tenso en la casa, después de todo, tendrían que aprender a convivir juntos, esto debía ser como una fraternidad, para no llamarle familia, o sino las cosas no resultarían.
Si fuera su hermano el que le pidiera que se disculpe, no lo haría ni de broma. Pero no era su hermano, eras tú, y te lo debía. Sabía que sólo querías que se lleven relativamente bien, por lo menos sin discordias. Su boca siempre lo ha metido en problemas, ésta vez lo volvió a hacer, así que por ti tendría que dejar de lado su orgullo y tratar de hacer las paces con el norteamericano.
—Va bene, es verdad, l-lamento lo que dije... —se disculpó.
—It's ok, acepto tu disculpa, pero espero que no lo vuelvas a repetir —respondió Alfred bastante serio.
—Mientras no se estrechen las manos, como mínimo, no me moveré de aquí —dijiste intentando ser seria, pero con una gran sonrisa en tu rostro.
A Alfred no le gustaba que lo traten despectivamente, ante esas actitudes podía perder fácilmente la paciencia, por ello era difícil que conviva en un lugar donde no le caía bien a la gente. Y a pesar de que lo conoces poco, lo aceptaste a él y a su hermano sin ningún problema, les ofreciste un hogar, un ambiente amigable donde podían quedarse a vivir por el resto de sus vidas, sin siquiera conocerlos mucho. Eso te lo agradecía de corazón, por lo que haría su mejor esfuerzo para agradarte y hacerte feliz, después de todo, es lo mínimo que podía hacer por la chica que les estaba ofreciendo una nueva vida estable, no más una vida de nómadas. Al verte preocupada por que se lleven bien, se le olvidó en seguida el hecho de que Lovino le caía mal, después de todo, si tú lo aceptabas, él tenía que aceptarlo, para que el italiano se llevara bien contigo no debía ser una mala persona, pues según Alfred, tú eras muy tierna y dulce, con un gran corazón, por lo que pensó que tal vez al italiano hay que encontrarle el lado para comprenderlo.
Lovino también entendió que si quería agradecerte y agradarte, debía tratar de llevarse bien con las personas que acababas de rescatar, después de todo sabía que ése era tu sueño, formar una nueva colonia con aquellos que fueron rechazados de otros lugares, con aquellos que no serían fácilmente aceptados en una colonia normal, con aquellos que aún no han encontrado su lugar, y que tú les estabas ofreciendo uno.
—Sure, por mí no hay problema —Alfred le extendió la mano al castaño de ojos verdes.
—Bene, yo tampoco tengo problema... —Lovino aceptó la mano de Alfred y ambos la estrecharon unos segundos, hasta que entraron en confianza, y decidieron por ti hacer el esfuerzo de llevarse bien, aunque se caigan mal.
—¡Así me gusta! —exclamaste contenta, con una sonrisa de oreja a oreja— Ya saben, no les pido que se amen, sólo respeto —volviste a hacer énfasis en eso.
—No problem! —dijo animado el rubio de ojos azules.
—Está bien —contestó el mayor de los Vargas un poco más calmado.
Instintivamente le diste un largo abrazo a Lovino, quien tardó en corresponderlo por la sorpresa. Luego te separaste de él para abrazar a Alfred, quien correspondió sin problemas aquella acción. Desde que redescubriste lo hermoso que era abrazar, comenzaste a hacerlo inconscientemente.
Los invitaste a que volvieran a tomar asiento para seguir conversando. Le contaste tu historia a los norteamericanos, y cómo habías llegado allí, ahora ya no dolía contar aquello, pues ya tenías el consuelo de que no estabas sola, cuatro muchachos estaban allí si los necesitabas, especialmente los italianos con los que tienes más confianza por el momento.
Los Vargas también contaron su experiencia, y cómo tú los habías salvado de ser devorados por los runners.
En ese ambiente, ambos norteamericanos se sentían más en confianza, cada uno de ustedes tres les abrieron su corazón, por lo que podían sentirse cómodos en ese lugar, y comenzar a relacionarse mejor.
—¿Y ustedes? ¿Cómo llegaron aquí? —preguntaste.
—Dejaré que mi hermano cuente, está acostumbrado a eso —dijo Matthew escondiendo su rostro tras Kumajiro.
—Well, somos hermanos pero crecimos en diferentes países, yo crecí en Estados Unidos, y Matthew creció en Canadá, por eso tenemos diferentes acentos. Nos llevamos un año, yo tengo 26 y él 25 —señaló a su hermano—. Nuestros padres estaban viviendo en Estados Unidos cuando yo nací, luego de que nació Matthew, se separaron, y como mi madre tenía sus parientes en Canadá, se lo llevó allá a vivir, mientras que yo me quedé en Estados Unidos con mi padre. Y así crecimos los dos en distintos países, nos veíamos en cada época de verano, pues eran vacaciones. A veces él venía a visitarme, otras veces iba yo a visitarlo, pero nuestros padres nunca más quisieron volver a verse, por lo que no tuvimos nunca la oportunidad de pasar tiempo con ellos juntos, sino por épocas, you know... —contaba bastante tranquilo, pero serio.
—Sí, entiendo... —comentaste.
—Y así fuimos creciendo —continuó— y estábamos relativamente bien, hasta el día en que la noticia de que un virus estaba reviviendo a los muertos se esparció por todo el país, como pólvora. Mi padre entró en pánico, ya se imaginaba que era terrible, pues era funcionario del Estado, específicamente en el ministerio de control de plagas y epidemias. Normalmente el país de origen de la epidemia es el más afectado, así que ya se estaba haciendo una idea de lo terrible que podía llegar a ser el esparcimiento de ese virus, totalmente desconocido para la ciencia actual de aquellos años. A Canadá tampoco le iría muy bien, por estar "encerrado" arriba de Estados Unidos, la única solución sería evacuar a los habitantes hacia los países debajo de Estados Unidos, pero no habrían suficientes aviones ni barcos para transportar a todo un país a otro lugar, el gobierno canadiense sabía a lo que se enfrentaba, y aunque hicieron todo lo posible para evacuar la mayor cantidad de gente, no fue suficiente, el virus se extendió de manera precipitada, como nunca nadie lo hubiera imaginado. Por ello, apenas mi padre se enteró que el virus comenzaba a esparcirse, llamó a nuestra madre para que vinieran a Estados Unidos, y de allí ir a México. Ella mandó a Matthew, pero no quería abandonar el país, su nuevo esposo era uno de los miembros del parlamento —hizo una pequeña pausa—, así que cuando Matthew llegó al aeropuerto, mi padre y yo fuimos a recibirlo, y los tres tomamos en ese mismo momento un vuelo a México, al Distrito Federal. Fue cuestión de meses para que se declare la anarquía total en Estados Unidos, luego le siguió Canadá, y más de la mitad de México ya se estaba infectando, así que seguimos viajando de un país a otro, hasta que un día también nosotros escuchamos por el radio que el clima caluroso ayuda a que los infectados se pudran más rápido, por lo que decidimos venir a Khelidamitsa, pues teníamos entendido que era el país más caluroso de América, y es verdad, ¡por aquí hace mucho calor! —por un momento cambió su semblante serio por uno infantil al quejarse del calor— Cuando llegamos ya no quedaba nada de la antigua civilización que conocíamos, sólo colonias en algunos que otros puntos del país, o eso fue lo que escuchamos. Una noche que estábamos descansando del largo viaje, fuimos rodeados por una horda de listeners, sabíamos que los infectados ya habían comenzado a mutar, y por su aspecto los identificamos, fui el primero en despertar, tratando de hacer el menor ruido posible, desperté a Matthew indicándole con señas que estábamos siendo rodeados por los listeners, hice lo mismo con mi padre, pero el pánico fue más fuerte que él y no pudo contenerse, se levantó y salió corriendo horrorizado, con suficiente ruido para que en un abrir y cerrar de ojos lo alcanzaran y lo devoraran, nos quedamos en completo silencio, paralizados de miedo, hasta que la horda se fue alejando —pudiste notar que Matthew escondía aun más su rostro tras su oso, mientras que el semblante de Alfred se tornó aún más serio—. Después de ese día nos estuvimos trasladando por todo el país por nuestra propia cuenta, hasta llegar aquí. A unos 20 kilómetros antes de llegar aquí encontramos una estación de servicio abandonada, por lo que llenamos el tanque de nuestro Jeep, además llenamos cuatro galones de 25 litros, para tener de reserva, por lo que por el momento tenemos combustible suficiente para dar un tour por el país, ¡haha! —comentó animado, no quería recordar sucesos del pasado que no hacían ningún bien.
—¡¿Qué?! ¡¿Es en serio?! ¿Cuánta capacidad tiene el tanque de tu Jeep? —preguntaste atónita.
—¡77.7 litros! —exclamó con una gran sonrisa.
—¡POR TODOS LOS CIELOS! ¡ESO ES GENIAL! —exclamaste más que emocionada.
—¡I KNOW! ¡HAHAHAHA! Es un jeep Commander SUV, se lo robamos a unos vándalos ¡HAHAHA! —respondió orgulloso de lo que había conseguido.
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