Capítulo 1.2: Un par especial
-continuación-
—Nee, ya no tienes por qué estar triste, ¡si quieres podemos ser buenos amigos! —te animó.
—Claro, sólo si quieres —agregó el mayor.
—De acuerdo —respondiste con una sonrisa.
—Nee, Lovi, ¿Verdad que es muy tierna? —preguntó el menor.
—¡QUE NO ME DIGAS ASÍ, MALDICIÓN! —le reprochó el ojiverde.
—¡Uwa! ¡Lo siento! —se disculpó escondiéndose detrás de ti para usarte como escudo humano.
—Hmph... y sí, la ragazza es muy tierna —respondió cruzándose de brazos al no poder golpear a su hermano por tenerte como defensa.
No podías creer que pelearan por cualquier cosa, pero aún así, hasta ahora han sobrevivido juntos. Te pareció todavía más tierna la relación de estos hermanos que acababas de conocer. Reíste ante la escena que hicieron.
—Así que no te gusta que se te diga Lovi, ¿eh? ¡LO-VI! —bromeaste.
—¡MALDICIÓN! ¡NO EMPIECES TÚ TAMBIÉN! ¡TONTA! —se sonrojó por tu broma— ¡ARGH! ¡Y TODO ESTO POR TU CULPA, FELICIANO! ¡YA VERÁS CUANDO TE ALCANCE! —se abalanzó sobre el menor, éste, escurridizo, se escapó y comenzó a correr por toda la habitación mientras lo perseguía su hermano.
—¡HYAAAA! ¡LO SIENTO! ¡LO SIENTOOOOOO! —sabía que cuando su hermano lo llamaba "Feliciano" es porque ya estaba realmente enojado.
De un momento a otro comenzaste a reír a carcajadas. Te parecía tan divertido aquello, que no podías parar de reír, ya te estabas quedando sin aire, y te dolía el abdomen por tanta risa. Los hermanos se dieron cuenta de tu felicidad y olvidaron el asunto, al menos juntos habían logrado hacerte reír. Y a los dos les parecías hermosa así.
Te sentaste en la cama recuperando el aliento.
—Vaya, creo que la última vez que reí así fue cuando tenía 16, o 17... —recordaste.
Los hermanos se sentaron uno a cada lado tuyo, el menor a tu derecha, y el mayor a tu izquierda.
—¡Eh! ¿Cuántos años tienes? ¡No pareces de más de 20! —comentó el menor.
—Ah qué bueno, esta larga batalla no me ha puesto tantos años encima entonces —bromeaste—. Tengo 22, ah, y por cierto, me llamo (nombre completo), pueden decirme (tn), me disculpo por no haberme presentado antes.
—(tn) es un hermoso nombre, ¿no crees, fratello? —te halagó el menor.
—Sí, es bonito —respondió.
—Gracias muchachos, ahora deben presentarse ustedes.
—¡Yo soy Feliciano Vargas! Y tengo tu misma edad, ¡vee! —respondió alegremente.
—Lovino Vargas, 25 años —contestó el mayor.
—Ya veo, pues un gusto Feli, y Lovino —les pasaste una mano a cada uno para saludarlos.
—¡Un piacere! —contestaron al unísono.
—Por el acento veo que no son de aquí, como yo; son italianos, ¿verdad?
—Sí —asintieron al mismo tiempo.
—Puedo saber, ¿Cómo llegaron aquí? —preguntaste temiendo haber tocado alguna herida.
—Claro, te puedo contar sin problema —contestó el mayor—. Vivíamos en Italia, en Venecia para ser específicos, nuestros padres murieron en un accidente cuando éramos pequeños, así que quedamos a cargo de nuestro abuelo, él nos crió... Fue un gran hombre... —comentó con la voz apagada, te reprendiste mentalmente por haber hecho la pregunta, después de una pausa, continuó— Cuando empezó todo este infierno, siempre fue nuestro abuelo quien nos protegió. Pasando el tiempo, nuestro país fue uno de los primeros en declarar anarquía total, así que salimos de ahí, en nuestra tierra ya no teníamos esperanzas de sobrevivir. Fuimos de los últimos en tomar un avión de rescate rumbo a Sudamérica, pues decían que por el calor del continente era una de las zonas más seguras. Vivíamos como nómadas, moviéndonos de un lugar a otro, por meses, hasta que escuchamos en la radio que Khelidamitsa era uno de los lugares donde más rápido se estaban pudriendo los infectados por el clima tropical. En aquella época aún no sabíamos que los muertos vivientes comenzaron a mutar. Íbamos a tomar un tren que venía a una ciudad aledaña a la capital, éramos muchos los que teníamos la esperanza de encontrar una vida más tranquila aquí. Pero, pasó algo que no estaba en nuestros planes —tragó saliva, haciendo una larga pausa, al mirar a Feli, éste miraba al suelo, triste—. Una horda de hunters, ahora sé que así se les llama; estaban esperando la aglomeración de personas para atacar. Abuelo fue el primero en darse cuenta que en los campos habían movimientos extraños, y al mirar atentamente se percató que eran infectados, pero no eran igual a todos los que había matado antes, éstos eran diferentes, éstos, estaban esperando sigilosamente el momento perfecto para atacar. Gritó con todas sus fuerzas alertando a todos sobre la horda, por lo que todos corrieron despavoridos a subirse al tren mientras éste ya estaba en movimiento. Nos ordenó que subiéramos, y que no miremos atrás. Sabíamos que esa sería la última vez que lo íbamos a ver. Aquel día murieron muchos padres de familia tratando de evitar que sus familias fueran devoradas por esos monstruos. Nuestro abuelo luchó hasta el final, hasta agotar todas sus fuerzas, lo veíamos desde lejos, cada vez más lejos —unas pequeñas lágrimas amenazaban con caer de sus ojos—, lo último que pudimos ver, antes de que el tren esté lo suficientemente lejos, fue que corrió en dirección contraria al tren para atraer a los hunters, hasta que se abalanzaron sobre él para devorarlo. Se sacrificó por nosotros, por nuestro bienestar —te sentías fatal, pues le entendías, tú también perdiste a tus seres queridos—. Desde ese día nos desenvolvimos solos hasta el día de hoy.
—Vee, fratello siempre cuidó de mí cuando Abuelo ya no estaba —musitó triste el menor—. Muchas veces arriesgó su vida por mí, muchas veces estuvo a punto de morir por protegerme... —ahora quien tenía los ojos llorosos era Feli.
—Sí, seguimos viviendo como nómadas, robando todos los víveres que necesitáramos para vivir, lo que más me costó conseguir siempre fueron las armas, pero gracias al cielo siempre conseguimos, ¿Verdad, Feli? —el mayor se restregó los ojos para evitar llorar, ya sufrieron mucho, y todo eso ya pasó, no tenía nada que lamentar, seguían vivos, después de todo.
—Vee, así es —contestó con una pequeña sonrisa, mientras se limpiaba las lágrimas.
—Nunca pudimos adherirnos a alguna colonia, en ninguna les gustaba tener extranjeros entre ellos, así que estuvimos buscando un lugar donde establecernos solos, aunque seamos una colonia de dos personas, no íbamos a perder la esperanza de tener algún día una vida tranquila, otra vez. Y así fue que llegamos hasta este pueblo, y todo parecía genial, nos olvidamos por completo que podía estar desolado por los mutantes. Fui un idiota al no pensar en eso, puse en riesgo la vida de mi hermano por un descuido mío —Lovino cerró fuertemente uno de sus puños, frunciendo el ceño—. Llegamos ayer, y parecía el paraíso, hasta que nos topamos con esos runners. Maté a todos los que pude, hasta donde me alcanzaron las municiones, y fue ahí que comenzamos a correr por nuestras vidas.
—¡Y llegó (tn) para salvarnos! —comentó el ojimiel muy entusiasmado.
—Es verdad, fuiste nuestra salvación cuando teníamos todas las esperanzas perdidas, la única forma que conocemos para agradecerte es permanecer a tu lado, luchar contigo hombro a hombro para formar juntos nuestra propia colonia... C-claro, si eso quieres, s-si no, lo entenderemos... —terminó nervioso su frase el mayor.
—Claro que quiero, somos los primeros tres de ésta colonia que vamos a formar —dijiste firmemente, y abrazaste a los dos, formando un perfecto círculo.
Ambos te correspondieron el abrazo agradecidos de que los dejaras ser parte de la nueva vida que les estaba por tocar vivir.
—Nee, ¿Y tú, (tn), cómo llegaste hasta aquí? —preguntó Feli.
—Pues, yo estaba en la milicia, pertenecía a Seguridad Nacional, hasta que nos mandaron a la capital a luchar contra los infectados. Allí se creó un refugio para los que estaban sanos, y entre ellos estaba mi familia, por un tiempo todo parecía estar perfecto. Hasta que una noche... —te detuviste al recordar lo que pasó aquel día— Hasta que, una noche, aún no sé cómo, se infiltraron unos infectados, cuando nos dimos cuenta de la situación, la mitad del edificio de cuarenta pisos para arriba ya estaba en caos total, las demás personas salieron corriendo despavoridas, buscando su propia salvación, m-mis padres, f-familiares —titubeaste—, todos estaban en el piso 25, no se salvó ninguno. Esa noche en el edificio sólo quedamos los infectados y yo, acabé con todos, hasta con mis familiares... —tu voz se iba quebrando cada vez más, por lo que los hermanos volvieron abrazarte— Desde aquella noche, he viajado sola por el país, buscando mi propio lugar para establecerme, así fue que hoy llegué aquí, yo tampoco he podido quedarme en alguna colonia, así que decidí formar la mía.
—Sentimos mucho lo que te pasó —dijeron en coro.
—No lo sientan, ustedes no tienen la culpa de aquello, además, todos hemos perdido a alguien ¿no? Esto es así desde el día en que se esparció ese maldito virus. Pero lo que no nos mata, nos hace más fuertes —finalizaste con una gran sonrisa.
Ambos se quedaron asombrados ante tus palabras, y te volvieron a abrazar. Después de unos minutos, te separaste de ellos.
—Bueno, pues, en el baño tienen todo lo que necesitan para asearse, incluso para lavar sus ropas si quieren, con este calor, para el mediodía ya estarán todas secas las prendas, ¿les parece? Pueden revisar en los armarios para sus ropas, debe haber mucha ropa de hombre por ahí, es cuestión de buscar.
—¡SIIIIIIIII! ¡BAAAAÑOOOOOO! —Feli se levantó de golpe de la cama y salió corriendo en busca de ropa de cambio, dejándote sola con Lovino en la habitación.
—Yo también iré un rato a la cocina, tal vez me prepare un té —dijiste.
—Espera, bella —agarró suavemente tu muñeca derecha, atrayéndote delicadamente hacia él, mirándote profundamente.
—¿Qué pasa? —cuestionaste.
—Sólo quiero que sepas, que de verdad te agradezco lo que hiciste hoy por nosotros... —te sonrió.
—Está bien, no fue nada, además, no iba dejar que una maldita horda se apropie de MI pueblo —le sonreíste burlona.
—¡JA! Esa actitud me gusta —sonrió de lado— Pues bueno, también iré a buscar para mi ropa, nos vemos luego —soltó tu muñeca y salió de la habitación.
Después de rebuscarte en la mochila por algo que esté acorde a tu antojo, encontraste una cajita con bolsas de té negro.
—Perfecto, sabía que estaban en algún lado.
Bajaste a la cocina con la caja de té, probaste si la estufa funcionaba, ¡Eureka! Aún tenía gas, de verdad que esa casa era de ensueño. Buscaste un recipiente en el cual calentar el agua, lo enjuagaste, y después de cargar el agua lo pusiste sobre el fuego, en menos de 5 minutos ya estaba listo el té. Lo pusiste en una taza y te recostaste por el mobiliario mientras le dabas sorbos a tu taza, ningún asiento ahí abajo estaba limpio y no tenías ganas de ensuciarte tan pronto.
Pasados unos veinte minutos, comenzaste a recorrer la parte de abajo, ya te estaba dando sueño y parecía que aún no salían del baño. Justo al pensar eso viste que se abría la puerta mientras le dabas un sorbo a tu té, que aún estaba tibio por el calor. Lo que viste te hizo escupir todo el sorbo de té que tenías en la boca. Feliciano salió felizmente de la habitación a colocar sus ropas por el barandal en calzoncillos, EN CALZONCILLOS.
—¡¿Qué cuernos haces desnudo?! —le preguntaste sonrojada hasta más no poder, te tapaste la cara con una mano.
—¡¿Veee?! No estoy desnudo, ¡tengo calzoncillos! Sólo no me puse ropa, ¡sin ella se duerme mejor! —exclamó como si fuera lo más normal del planeta.
—No es cierto... —suspiraste— ¿Entonces quiere decir que siempre duermes con Lovino sin ropa? —preguntaste curiosa.
—¡Vee! Sí, ¿por qué preguntas? —contestó alegre.
—No, por nada —morías de risa por dentro, pobre de Lovino, hasta las manías de su hermano tenía que aguantar. Y hablando del Rey de Roma.
—¡AAAAH! ¡I-I-IDIOTAAAA! ¡¿QUÉ SE SUPONE QUE HACES SIN ROPA FRENTE A UNA RAGAZZA?! —pudiste ver que se puso rojo de la vergüenza— ¡MALDICIÓN! ¡VE A PONERTE ALGO ANTES DE QUE TE GOLPEE! —gritó más fuerte.
—¡WAAH! ¡LO SIENTO! —entró corriendo a la habitación.
—L-lamento lo de mi hermano, es un poco especial, t-tiene su lado, n-no creas que es un pervertido ni nada por el estilo sólo que—
—No te preocupes, está bien —le sonreíste.
Un poco incómodo Lovino también colocó sus ropas por el barandal, y bajó junto a ti. Cuando estaba bien aseado es que pudiste notar mejor sus características. Tez morena, cabello castaño oscuro, con un rulo antigravedad hacia el lado izquierdo de su rostro, a tu parecer le quedaba muy tierno. Ojos verde olivo, con los que sentías que podía traspasarte el alma.
Llevaba puesto una camisilla negra, que le quedaba bastante ajustada, marcando su figura, y un short azul un poco flojo que le llegaba hasta las rodillas.
La camisilla dejaba ver su físico, ni muy robusto, ni muy esbelto, estaba en el medio, pero sí, tenía un cuerpo bien ejercitado, tenía los músculos bien marcados. Claro, después de tanta lucha cualquiera termina así.
—E-es lo más cómodo que encontré para dormir —se excusó notando que lo mirabas.
—No te preocupes, no estaba juzgándote, ni nada por el estilo, simplemente estoy viendo, tus cicatrices —notaste que las tenía en los brazos, pero más en la espalda, de seguro por tanto proteger a su hermano.
—Ah, eso... Me gusta decirles marcas de batalla, pues son eso, después de todo —sonrió orgulloso de ellas.
—Sí, tienes toda la razón —contestaste sonriente— Todos las tenemos —con una mano levantaste un poco tu blusa para mostrarle las cicatrices que tenías por tu espalda.
—Has sido muy valiente... —comentó él.
—Ustedes también, no cualquiera llega hasta donde lo hicieron ustedes —llevaste a dejar la taza de tu té en la cocina, cuando volviste Lovino notó tu mano vendada, se acercó a ti y agarró tu mano delicadamente.
—¿Qué te pasó? ¡¿Te hiciste esa herida hoy?! —se preguntó internamente cómo es que no lo notó antes.
—Ah, esa cortada, no me duele, no te preocupes, me la hice yo misma —contestaste como si fuera lo más normal de la vida.
—¡¿Qué?! ¿Por qué? —preguntó intrigado.
—Los runners necesitaban una carnada para distraerse, empañé trozos de mi camisilla con mi sangre para que se entretuvieran con eso.
—¿Te usaste tú misma como carnada?
—No había de otra, hice lo que tenía que hacer.
Al de ojos verdes le costaba creer lo lejos que podías llegar por tus sueños, y por salvarlos, pues tenías razón, si no hubieras hecho eso no estarían ahora hablando.
—Bueno —bostezaste—, creo que ya es hora de que descansemos, ¿no crees? —le dedicaste una sonrisa.
—Tienes razón, yo también tengo mucho sueño —le contagiaste el bostezo.
En ese momento salió Feli de la habitación con una remera holgada color naranja y unos shorts blancos.
—¡¡Veee, ya me puse ropa!!
—Ahora sí —reíste.
Subieron junto a Feli y entraste a la habitación para acostarte, ambos entraron detrás de tuyo.
—¿Qué se supone que hacen? —les preguntaste extrañada.
—¿Qué? ¡Pues dormir! —contestó el menor de los Vargas.
—¡¿Aquí?! —te exaltaste.
—¡Vee, sí! ¿Tiene algo de malo? —cuestionó el ojimiel.
—¿Qué no piensan dormir otro lado? ¡Somos tres y aquí hay cuatro habitaciones! —contestaste.
—¡Waaah! ¡No! ¡No quiero dormir lejos de (tn)! ¡¿Y si después vienen los muertos vivientes y nos atacan?! ¡¡Waaah!! ¡¡Noo!! ¡Yo me quiero quedar aquí! —chilló Feli.
Ahora que lo mirabas bien podías notar que también tenía un rulo antigravedad como su hermano, pero en el lado derecho. Es unos centímetros más bajo que Lovino, y tiene la piel un poco más clara que el mayor, también su cabello es castaño claro. Te dio un poco de pena querer echarle de la habitación después de lo que dijo.
—¿Y-y tú Lovino, no vas a decir nada? —quisite reclamarle.
—Pues fratello tiene razón —cruzó los brazos— ¡ni de broma iré a dormir solo! N-no es que tenga miedo, pero ¡Nadie sabe! ¡Puede pasar cualquier cosa! Y si pasa algo, es mejor que estemos juntos, a que estemos dispersos por toda la casa.
En eso tenía razón, pero no iba a pasar nada si no los detectaban. Llevaste tu mano a la frente en signo de resignación.
—Aunque puedes tener razón, pueden dormir juntos en la otra habitación...
—¡No queremos! —respondieron en coro.
—¡No me muevo de aquí! —refunfuñó el mayor.
—Argh, está bien, pero si quieren pasarse de listos les irá muy pero muy mal, y Feli, te juro que te cuelgo de la ventana si te quitas la ropa para dormir —contestaste derrotada.
—¡Hyaaa! —dio un respingo— No me sacaré la ropa, ¡lo prometo!
—¡No me mires así, tonta! ¡Yo no haré nada! —contestó el mayor ante tu mirada inquisidora.
—De acuerdo, entonces, acomodémonos... —dijiste incómoda.
Tomaste la mochila y la pusiste en el suelo, al lado de la mesita de luz del lado derecho. Esperaste que se muevan para acomodarse pero ninguno se movía.
—¿Y ahora? —preguntaste poniendo tus brazos en forma de jarra.
—(tn) debe dormir en el medio, para que sea justo —dijo animado Feli.
—Diablos, ustedes sí que me van a sacar de quicio —refunfuñaste después de un largo suspiro—. Está bien, yo voy en el medio, pero ya están advertidos, ¡¿eh?! —te acomodaste en el medio de la gigantesca cama, de sobra iban a entrar allí, así que ya no te quejaste.
Lovino se acomodó a tu izquierda y Feliciano a tu derecha, ambos mirando hacia ti, te sentiste como en un sándwich y jamás en tu maldita vida te sentiste tan incómoda. Los miraste a ambos un poco sonrojada, y ellos simplemente no se daban por aludidos. Decidiste rendirte y dejarlo ahí, te recostaste por completo sobre la almohada tapando tu rostro con un brazo, para no ver nada, así sería menos incómodo.
—Buonanotte, (tn)! —te dijo Feli dulcemente.
—Buenas noches Feli... —sacaste tu brazo para mirarlo, éste te dedicó una tierna sonrisa antes de quedar profundamente dormido.
—Vaya, tu hermano sí que tiene habilidad para dormir —bromeaste mirando hacia Lovino.
—Tch, lo sé, es una especie de don que tiene —rió, luego volvió a mirarte seriamente—. Buonanotte, ragazza... —se acomodó mejor para dormir.
—Buenas noches Lovi...no, que descansen —recordaste que no le gustaba ese apodo, así que preferiste evitarlo.
Te acomodaste también para dormir, y el sueño vino antes de que te dieras cuenta.
Como ya durmieron cuando estaba por amanecer, recién al mediodía comenzaban a tener conciencia de que ya era hora de levantarse. Despertaste despacio, mirando por la ventana, por la posición del Sol estabas segura que eran la una de la tarde, aproximadamente. Mientras tratabas de volver a la vida luego del largo sueño, ya que por primera vez después de mucho tiempo descansaste muy bien, comenzaste a sentir un peso encima de tu cuerpo. Extrañada miraste hacia abajo, y Lovino estaba usando tus pechos como almohadas. Quisiste moverte y sentiste más peso, te esforzaste en levantar la cabeza, y Feli estaba usando tu abdomen como almohada, mientras abrazaba una pierna tuya.
«Qué demonios...» —pensaste.
Lovino estaba rodeando tus costillas con un brazo mientras dormía plácidamente sobre tus cómodos pechos, y Feli abrazaba tu pierna como si de un peluche se tratase.
Bien, definitivamente este par era muy especial. Estabas por mandarlos al demonio cuando te fijaste que dormían tan tranquilos, tenían una expresión angelical mientras descansaban, y tú ahí en el medio parecías la madre de estos dos pequeños.
Dormidos parecían los seres más inocentes de la tierra, como si nunca en la vida hubieran tenido momentos difíciles. Vayas a saber hace cuántos años no descansan así, sintiéndose tan seguros, protegidos, acobijados. Tú misma, después de incontables noches en alerta, por primera vez después de mucho, descansaste bien, sin preocuparte por lo que pueda pasar, porque ya no estabas sola. Ellos de seguro se sienten de la misma manera.
Te sentiste un poco mal por querer cortar sus descansos abruptamente, así que optaste por la amabilidad.
—Lovino, despierta, ya es un poco tarde —le hablaste despacio.
—Mmhmmh... Todavía no Abuelo, más tarde... zzzzz... —se volvió a acomodar sobre su "almohada" sonrojándote por completo debido al movimiento, y te abrazó más fuerte.
Escuchaste bien, dijo "abuelo", de seguro estaba soñando con él. No podías ser tan cruel y despertarlo en ese momento, así que decidiste dejarlos dormir. Acariciaste suavemente la cabeza de Lovino, viendo cómo se formaba una tierna sonrisa en sus labios. Desde que lo conoces jamás viste esa expresión en él. Con tu otro brazo hiciste lo mismo, acariciando la cabeza de Feli, la misma sonrisa tierna se formó en su rostro. Aunque tuvieran el carácter muy distinto, en el fondo eran casi iguales.
Sonriente te volviste a acomodar, hasta quedarte dormida sin darte cuenta. Después de todo, ahora ya no había tanto apuro por exterminar infectados.
Cuando despertaste otra vez, el Sol ya estaba camino a su escondite, calculaste que serían las cuatro de la tarde, miraste en la cama y ya no estaba nadie. Te sentaste bostezando mientras estirabas tu cuerpo. Parecía que hace décadas que no descansabas bien. Te levantaste de la cama luego de un rato, y escuchaste ruidos abajo. Abriste sigilosamente la puerta para ver qué estaba pasando. Feli y Lovino estaban de aquí a allá en la cocina, parecía que estaban cocinando algo.
—Apúrate Feli, ¡la cena debe estar lista antes de que la bella ragazza despierte!
—¡Sí! ¡Sí! —asintió enérgicamente el menor.
Al parecer estaban preparándote una cena sorpresa. Te causó una gran sonrisa aquello. Miraste a los alrededores de la cocina, y todo lo que estaba lleno de polvo ayer, ahora estaba completamente limpio. Supusiste que se despertaron poco después que tú y se esmeraron en limpiar la casa. Saliste sigilosamente de la habitación y recogiste tu ropa que ya estaba seca del barandal. Volviste a la habitación y te cambiaste de ropa, excepto por la camisilla, pues ya no tenías otra. Estabas toda de negro, y de verdad que te quedaba espectacular. Lo comprobaste al mirarte en el espejo del baño.
Revisaste el mueble donde habías dejado tus armas, estaban intactas, ni siquiera se movieron de lugar, no faltaba nada. Si no tocaron tus armas, significa que de verdad podías confiar en ellos.
Pusiste también ahí tu chaleco, pues ahora no lo ibas a usar. Te quedaste con la camisilla, el short, los cinturones y las botas. Volviste a mirar por la puerta, y parecía que ya estaban por servir la cena, así que decidiste bajar.
—Buenos días chicos, mejor dicho, tardes —les saludaste con una sonrisa entrando a la cocina.
Los dos tuvieron un sobresalto y después del susto te saludaron.
—¡Buonasera (tn)! ¿Cómo dormiste? ¡Te veías tan tierna durmiendo que no quisimos molestarte! —te dijo Feli muy animado, como siempre.
El mayor le dio un codazo.
—¡Aprende a ser menos sincero, maldición! —le reprochó.
Tú sólo reíste.
—Buonasera, —dijo el mayor— ¿descansaste bien? —preguntó, aún un poco avergonzado.
—Sí, dormí bien, gracias por preocuparse.
—¡Qué bueno! —exclamó el menor.
—¿Tienes hambre? Hicimos pasta para la cena —comentó entusiasmado el ojiverde.
—¿Pasta? —preguntaste— ¿De dónde sacaron los ingredientes para la pasta?
—Pregúntaselo a Feli, él fue el de la idea —comentó el mayor.
Miraste a Feli esperando una respuesta.
—¡Sólo los encontré por ahí, vee! ¡Me gusta mucho la pastaaa! —canturreó más feliz que de costumbre.
De acuerdo, no sabías de dónde demonios sacó la pasta, ni cómo consiguió los demás ingredientes, aunque supusiste que de las plantaciones, pero ¿y la pasta?, será uno de los misterios más grandes del universo.
—¿Quieres que te sirvamos? —preguntaron al unísono.
—Está bien, la verdad es que tengo mucha hambre, los esperaré en el comedor —les sonreíste mientras caminabas hacia el lugar mencionado.
Feli acomodaba los cubiertos, los manteles, todo, mientras Lovino traía los platos con la pasta. Se sentaron los tres para comer, y una vez acomodados, cada uno comenzó a atacar ferozmente su plato. Te quedaste mirando con cuánta emoción comían, se veían tan felices, que no podías evitar enternecerte con ellos, tanto que sentías que tu corazón se derretiría en cualquier momento. Comenzaste a probar la comida y te asombraste por lo deliciosa que estaba.
—E-está delicioso... —musitaste con un brillo en los ojos que sólo notaron los Vargas.
—¡Qué bueno que te guste, (tn)! ¡Nos esmeramos mucho para preparar la cena! —comentó muy alegre Feli.
—Tendrías que tener un gusto pésimo para que no te guste nuestra comida —mencionó el mayor con tono fanfarrón— ¡Era obvio que iba a gustarte! —terminó la frase con una expresión triunfante, como si hubiera ganado un premio porque le dijiste que estaba deliciosa la comida.
Simplemente reíste ante ésa reacción tan peculiar del mayor.
Y así pasó la tarde, reían sobre cualquier cosa luego de terminar la cena y levantar la mesa. Recordaban anécdotas de sus infancias, lo que provocaba constantemente graciosas discusiones entre los hermanos. Después de mucho tiempo, volvías a sentir esa calidez, esa sensación de compañía, que sólo llenan las personas.
Luego de la charla, cada uno se dio un buen baño, se pusieron las ropas de dormir y volvieron a acostarse para dormir, ésta vez temprano, mañana sería otro día, y necesitarían energías para seguir con la tarea de limpiar el pueblo de infectados.
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Y hasta aquí es el primer capítulo. ¡Espero que les haya gustado! Nos vemos~ :3
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