Capítulo I

El retumbar de un estallido, los gritos desesperados de una multitud presa del pánico y un cielo rojo iluminado por las llamas. Todo se mezclaba para ser la escena más grotesca que Kai había presenciado. Miraba caras borrosas, su visión fallaba al sentirse desorientada y aterrada. ¿A dónde debía ir? ¿Dónde estaban sus padres? ¿Qué estaba pasando?
La cabeza le daba miles de vueltas. Sus pensamientos se vieron abrumados por el inesperado silbido del aire que avisaba la venía de aviones de caza. ¿Correr? Se uniría a la ola de caos en las calles. ¿Esconderse? Los edificios serían el primer objetivo de los aviones. ¿Pelear? Era un suicidio.

Más explosiones se oían, unas más lejanas que otras. La confusión era agobiante. Buscaba con la mirada a sus padres, a su hermano, o alguna cara conocida que pudiera darle una explicación. Nadie se detenía. La multitud se empujaba y huía cuál hormigas. Kai pusó su atención en una mujer joven que llevaba consigo abrazado contra su pecho un bebé envuelto en sabanas blancas. La mujer lloraba y se aferraba a su hijo con fiereza mientras buscaba hacerse paso entre el tumulto que peleaba por refugiarse en una mina abandonada.

Las detonaciones seguían acompañado del desplome de las edificaciones de Themis. Desde el edificio más majestuoso e imponente, hasta la casa más humilde y descuidada estaban siendo reducidos a cenizas. Todos los sentidos de Kai se sentían abrumados, el miedo le recorría por las venas y el instinto de huir sin mirar atrás le invadía. En otro momento, volvió la vista a la mujer con el bebé, se había incado protegiendo al pequeño mientras la gente seguía pasando desenfrenada junto a ella, quería acercarse a ella, quería poder ayudar a esa mujer que lucia tan vulnerable. Kai tomó las pocas fuerzas que tenía obligando a sus piernas a moverse rápidamente hacia ella. La mujer la miró, asustada y confundida con el rostro hinchado del llanto.

—¿Qué está pasando?—le preguntó a Kai. La pelinegra no pudo formular ni la primera palabra cuando el aire se vió cortado y sobre el cielo volaban rápidamente aviones de guerra. Todos miraban de alguna manera hipnotizados, pero el trance no duró mucho pues un retumbar que provenía desde el suelo, hizo colapsar el centro de Themis se llevó con él las Casas más importantes que constituían el sistema de la ciudad.

Kai miró a la mujer y al pequeño bebé en sus brazos, sintió su corazón ser apretado con fuerza en su pecho. Sabía que no podía hacer mucho, mejor dicho, casi nada, para ayudarlos más de lo que se podía ayudar ella misma. Después observó a su alrededor algún lugar que fuera seguro para cubrirse de los escombros y ceniza que volaban por doquier, pero ya ningún espacio era seguro.

—Por favor, ayúdame—dijo la mujer—. Por favor, quiero que mi bebé viva... Quiero que vea a su padre nuevamente. Él... Él se encuentra allá afuera, tengo que reunirme con él.

—¿Afuera?—Kai frunció el ceño al no comprender a que se refería la mujer.

—Sí, allá en Aphelion.

—Eso no es posible, allá no es más que naturaleza salvaje, nadie sobreviviría.

—Tengo esperanza, tengo esperanza, tengo esperanza—siguió repitiendo la mujer meciéndose a sí misma en un intento por tranquilizarse.

Los aviones seguían sobrevolando Themis como aves de presa examinando a sus presas. Se escuchaban silbidos seguidos de explosiones y los gritos volvían más cargados de dolor y angustia. El humo ya hacía más difícil la visión, así que Kai miraba borrosa aún la silueta de la mujer quien seguía repitiendo la misma oración. Un silbido agudo cayó a unos metros de donde se encontraban ellas y después de las llamas y la masacre, todo se volvió paz.

Kai despertó de golpe. Sintió sus ojos llenos de lágrimas y sus manos temblaban. Todo había sido un sueño. Miró su habitación en la penumbra apenas iluminado por un rayo de luz de luna que entraba por su ventana. Era una madrugada cálida y el viento soplaba suavemente. Se sentó en la cama sintiendo una presión en el pecho y un sentimiento que no podía describir. Todo lo había sentido tan real que hasta pensaba estar muerta de verdad. Pellizcó su brazo tan fuerte que la marca se enrojeció al instante, sí, estaba viva y solo se había tratado de una pesadilla.

Escuchó el sonido de las manecillas del reloj en la pared. Eran las 5:05 a.m., su día practicamente estaba por comenzar en unos cuantos minutos, se recostó de nuevo y permanecío observando el cielo razo de la habitación, incapaz de volver a conciliar el sueño. Temía volver a vivir ese sueño una vez más. Se sentía asustada y confundida como si todo lo que había presenciado lo hubiese vivido en carne propia. Vagamente recordó que día era, y se sintió aún mas inquieta. Era día de su elección. Tenía pocos días de haber cumplido los dieciocho años, edad en la que los jovenes pasaban de la Casa de Estudiantes a la Casa del Labor.

En sus años de vida había practicado diferentes disciplinas, había leído diferentes libros, y estudiado diferentes temas. Se preguntó si los demás chicos y chicas de su generación se habían sentido así, confundidos respecto a su futuro, sin saber que rumbo tomar o solo era ella y su inesperada incertidumbre. Había escuchado platicas en la Casa de Estudiantes, algunos hablaban entusiasmados sobre ser investigadores, herreros, cultivadores, educadores, oficiales del orden, y la lista seguía. Por otro lado estaban los que se mantenían al margen, escuchando en silencio. Todos habían recibido la misma educación rayando casi la perfección en muchas áreas, quizá en el momento de elegir se encontrarían en un dilema.
Kai sabía que no podía adherirse a algo permanentemente hasta el fin de sus días. Sin embargo, no tenía otra opción que elegir sabiamente. Kai se creía muy capaz de hacer cualquier trabajo, desde estar horas sentada en una oficina hasta arar la tierra en campos de cultivos a los límites de Themis, sin embargo, lo último que sus padres esperarían de ella sería conformarse con lo que llamaban "un trabajo poco digno." Tenían expectivas tan altas de Kai que rebasaban a veces incluso su propia comprehension. Esperaban que fuese una gran investigadora del exterior como ellos. Fuera de la Themis todo era desconocido, por lo que ser investigador era elogiado por muchos y objeto de aspiración para otros pero solo unos pocos tenían el privilegio de ser aceptados. Kai tenía ventaja sobre cientos de chicos de su edad, ella provenía de una familia de renombre y bien acomodada en ese ambito. Sus padres eran Karina y Gibran Geithner, investigadores veteranos que pudieron presenciar el levantamiento de la Themis. A una edad temprana como infantes, ellos vieron a esa gran fortaleza forjanse levantando sus muros y cerrando el paso al exterior. Su dedicación los llevó a ser de entre los mejores, y en esa misma Casa de Estudiantes, surgió su romance dió como fruto dos hijos: Kai y Aiden.
Aiden era tres años mayor que Kai, e igual de talentoso e intelectual que sus padres, destacandose en el desarollo de tecnología en Themis. Un puesto también muy bien visto, pues la tecnología se encontraba en su renacimiento después de los tiempos de Ceniza. Tiempos que arrasaron con la vida, la sociedad y los valores, obligando a los que quedaban a readaptarse y formarse desde cero.

Kai lo meditó en silencio y negó. Ser investigadora no era algo que pareciera apasionante viendo la vida que llevaban sus padres. Llegaban a altas horas de la noche a dormir y despertaban al poco tiempo tras las insistentes llamadas del laboratorio. Su habitación estaba la mayor parte del tiempo intacta y la casa siempre estaba vacía a excepción de Kai y ocasionalmente su Aiden.
El laboratorio 03, en el que trabajaban sus padres, era exclusivamente para información sobre el "mundo exterior" o como típicamente era llamado Aphelion. Kai no conocía otra cosa más que la Themis y sus muros, por lo que Aphelion sonaba a un misterio y a un lugar lúgubre de cierta manera. Les habían enseñado en la Casa de Estudiantes que Aphelion era parte del pasado caótico que los había llevado a formar Themis. Lo describian como un lugar peligroso y solitario que había quedado atrás después de rebeliones y las vidas tomadas de cientos de miles. En esas anécdotas siempre destacaba un nombre: Agatha Kane. La lidereza, la cabeza y suprema autoridad de Themis. La mujer que había conducido a una multitud de buscadores de paz al camino de la libertad fuera de las manos de sus opresores. Descrita como una mujer firme y sabía, lideró rebeliones en el tiempo de conflicto y ganó el respeto de todos. Nadie la había visto después del levantamiento de los muros, se especulaba su ubicación, muchos la creían muerta, pero siempre aparecía dando informes a todos en Themis por medio de holograma. Kai la había visto cientos de veces en dichos informes, y examinaba a Agatha. Le parecía alguien tan sofisticada y fría. Su ideología de paz y una sociedad perfecta siempre era su enfoque en cada discurso, sin olvidar recordar el deber de todos para evitar tiempos oscuros de nuevo. Los padres de Kai recordaban esos tiempos, los habían vivido en carne propia y habían formado parte de las revueltas de Agatha. Vieron nacer un nuevo orden.

Siguió meditando, sus opciones se limitaban debido a el número en el que había quedado por su desempeño en la Casa de Estudiantes. Kai había sido una estudiante ejemplar desde el primer día que puso un pie ahí. Se adaptaba rápido a nuevos temas y siempre sabía como resolver cualquier tipo de pregunta o problema. Entendía que estaba en alguno de los puestos más altos del rank entre todos los estudiantes. Los primeros veinticinco tenían el privilegio de elegir puestos en el gobierno, en los grupos de investigación e incluso como parte de los oficiales del orden. Sus opciones eran numerosas y todas bien remuneradas. Los estudiantes al fondo del rank se quedaban con las sobras de puestos mal pagados y desgastantes en fábricas y otras áreas.

Pasos fuera de su habitación la sacaron del estado distraído en el que se encontraba. Supo que era su madre cuando la escuchó llamando a su padre. Al escuchar su voz, Kai sintió la presión volver a su cuerpo, la decisión que tomara sería de por vida y también significaba la aprobación o el reproche de parte de sus padres. Kai se alistó, sabiendo que se le haría tarde si seguía dando tantas vueltas en el mismo pensamiento. Su camisa blanca perfectamente planchada resaltaba su cabello azabache, la falda negra y modesta se acoplaba a su cuerpo y los zapatos del mismo color acentuaban su aparecía modesta y discreta.

—Kai—, habló su madre ya dentro de la habitación, ella no había notado su presencia—. Tu padre y yo te llevaremos a la Casa del Labor.

—Pensé que trabajaban hoy—, respondió Kai extrañada.

—Es un día muy importante, hija. Queremos acompañarte.

Kai asintió, no convencida del todo. No le molestaba la presencia de sus padres, solo le parecía extraño que después de tanta ausencia en otros eventos en su vida quisieran ser participes hasta ese momento. Su madre ya estaba alistada, su mismo atuendo casual complementado con sus joyas minimalistas. Su rostro parecía iluminado, Kai podía notar la emoción en sus ojos. Su padre apareció ajustando el cuello de su camisa y peinando su cabello mirando a ambas con una amplia sonrisa.

—¿Listas?—preguntó.

Ambas asintieron al mismo tiempo y salieron al auto. Algunas personas salían de sus casas al unísono, unos por trabajo, escuela y unos pocos apenas contados con los dedos de las manos al mismo destino que Kai. El sonido del motor anunció el inicio del viaje. Kai se dedicó a mirar las casas, que después fueron remplazados por los grandes edificios principales de Themis, tan altos que parecía acariciar las nubes. Miraba a la gente entrar y salir de ellos, como si fuese un ciclo. Los pocos autos que había se movían en un orden casi perfecto. Todo parecía tan sincronizado. El silencio en el auto era absoluto, a excepción de la radio que intentaba captar una señal de cualquier estación. Hasta que finalmente una voz salió de los altavoces:

"En homenaje a nuestros queridos oficiales del orden, hombres y mujeres valientes que dedican su vida en preservar la armonía y seguridad en Themis, se llevará acabo una ceremonia conmemorativa el próximo domingo quince de octubre a las cuatro de la tarde en la Arena."

—Oficiales del orden...—refunfuñó su madre—, no los veo atendiendo el grave riesgo que representan esas personas de los barrios bajos.

Kai se mordió la lengua, sabía cuánto su madre detestaba a las personas marginadas que vivían a los límites de Themis. En aquellas casas descuidadas y lúgubres se desenvolvía un ambiente completamente diferente, la violencia era cosa de cada día.

—Como si sirvieran de algo—, continuó hablando la mujer—. Hace años ¿qué pasó? Uno de esos oficiales se volvió un traidor y huyó de aquí como una rata.

La curiosidad de Kai despertó. Había escuchado historias de dicho oficial del orden, pero nadie nunca hablaba abiertamente de él, parecía un tipo de delito grave siquiera mencionar su historia. Se limitó a guardar silencio y escuchar el debate entre sus padres. Algo le quedaba claro, ambos no estaban a favor de los oficiales del orden. Cuando menos lo esperó, el auto se detuvo frente a la Casa del Labor. Sus columnas levantaban un antiguo y enorme edificio adornado con estatuas representando la fuerza laboral. Las puertas se abrieron con un leve movimiento y Kai pudo ver todos aquellos rostros familiares de sus compañeros de la Casa de Estudiantes. Algunos solo le ofrecieron una pequeña mirada y otros pocos una sonrisa nerviosa.
Kai divisó a Lavi, un chico delgado, pálido y pelirrojo que parecía estar temeroso la mayor parte del tiempo, o al menos esa era la impresión que daba. Lavi y Kai eran buenos amigos, ignorando completamente los prejuicios que los padres de ella tenían sobre los "marginados" de Themis. Lavi vivía con su madre y su hermana menor en una pequeña y achaparrada casa muy cerca del muro de Themis. A pesar de sus limitaciones económicas, Lavi había sabido destacarse todo ese tiempo siendo un alumno excelente en todos los sentidos.
Lavi y Kai compartieron miradas dándose ánimos el uno al otro, sabiendo que ambos estaban experimentando la misma presión. Un altavoz nombraba a cada uno de los aplicantes y a medida que la sala se iba vaciando las manos de Kai se sentían más sudorosas. Llegó el turno de Lavi, quien a paso vacilante entró al salón principal y las puertas de volvieron a cerrar. No pasaron más de diez minutos cuando la voz anunció fuerte y claro:—Kai Geithner.

Sus padres la observaban mientras se encaminaba al salón y respiró hondo, su mente ya decidida en su elección, y todo lo había pensado al último momento. En el salón, una multitud absurda de hombres y mujeres, todos ancianos, la observaban desde lo alto de sus asientos. De repente, se sintió tan diminuta ante la mirada atenta y crítica de ellos.

—Kai Geithner, dieciocho años, fecha y lugar de nacimiento: ocho de noviembre, en Themis area Norte, padres: Karina y Gibran Geithner, estatura: 1.65 cm, peso 57 kilogramos, historial médico sin incidentes mayores, historial criminal limpio. Posición entre toda su clase, rango 5—terminó de decir uno de los hombres después de hojear sus documentos.

—No esperábamos menos de la hija de genios como los Geithner—halagó una voz. Kai no podía reconocer fácilmente de dónde provenían las voces por la cantidad de personas en el podio.

—Gracias—se limitó a responder la pelinegra.

El que parecía ser el que estaba al mando habló con una voz gruesa y autoritaria:—Sabes tus opiniones, señoría Geithner. Tus padres nos han hablado mucho de cuán entusiasmados están de que formes parte de las fuerzas de investigación, y se han abierto vacantes para que puedas trabajar ahí...

—Con todo respeto,—Kai lo interrumpió en seco—. No quiero ser investigadora.

El hombre arqueó una de sus cejas haciendo notorio que no esperaba tal respuesta, procedió a preguntar:—Entonces, ¿qué es lo que quieres ser?

Kai titubeó, ya no había marcha atrás una vez que esas palabras salieran de su boca. Respiró hondo y con determinación contestó:—Quiero ser oficial del orden.

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