Capítulo 5.
Sentada sobre unas escaleras frente a la entrada de la mansión que tenía como hogar se encontraba una pequeña Saya, vestía una blusa blanca con zapatos rosados, sus características coletas y unos lentes rojos.
Jugueteaba con sus pequeños pies mientras de vez en cuando lanzaba miradas ocasionales hacia el portón que daba ingreso al patio frontal de su residencia.
-"¿Todavía no viene?" -se preguntó con una expresión decaída.
No tenía muchos amigos, pocas veces salía de su hogar si no era para ir a la escuela y no es que se llevará bien con sus compañeros, todos eran engreídos y malos, ella era lista, sabía que muchos de ellos fingían en frente suyo.
Sonrisas falsas que escondían interés y malas intenciones, ella no tenía ganas de permanecer cerca de personas así.
Pero hace un tiempo conoció a un niño, uno de su edad en una tienda cerca de su casa. De hecho fue insistente al querer ingresar a aquella panadería pues lo que mostraban en los exhibidores y sus padres no tuvieron más opción que ceder tras quedar al borde de la lágrima.
Era un truco muy útil.
Grande fue su sorpresa cuando lo vio por primera vez, un niño pequeño de 6 años, casi enano de cabellos en forma de palmera, completamente manchado de lo que parecía ser harina.
Cargaba con sumo cuidado una bandeja con algunas media lunas y bollos, sus manos con dos guantes para el calor.
Analizó con cuidado al chico, no parecía molestarle trabajar pues luego de que dejó la bandeja donde el señor que atendía y que poco después supo que era su abuelo le indicó, este agarró una escoba y comenzó a limpiar.
Al parecer estaba ayudando a su abuela en la cocina y a su abuelo en la tienda.
"¡Buenos días! ¡sean bienvenidos!"
El casi anciano hombre dio la bienvenida con una jovial sonrisa que transmitía una gran honestidad, cosa que hasta sus padres se percataron acercándose para hablar con él.
Sus ojos dorados seguían mirando al chico quien al notar esto la miró igualmente. Por primera vez sus miradas se cruzaron y lo primero que él hizo fue esbozar una gran sonrisa agitando sus manos.
"¡Hola Soy Goku!"
Le saludó energético, todavía recordaba lo caliente que sintió sus mejillas luego de eso y lo mucho que sus padres la molestaron ese día.
Ahora estaba esperando a ese chico que ya se había atravesado, jugueteó con sus pies un buen rato hasta que el pitido del timbre le exaltó.
Sonrió entonces y de un salto se puso de pie comenzando a correr hacia la entrada y ahí estaba, su único amigo.
Se rascaba la nuca con su gran sonrisa, Son Goku acompañado de su bicicleta y con el pedido que realizó hace casi una hora.
-Lamento la demora Saya-chan, es que el horno de la abuelita no quería prender y dijo que te quería dar algo recién hecho -le dijo Goku de 8 años con nervios.
-Si es por la abuelita todo se perdona -asintió la pequeña de cabellos rosados cruzando su brazo.
-¿Y bien? ¿me abres el portón? -preguntó el niño con tranquilidad- ¿O hoy no podremos jugar? -preguntó algo con cierta decepción el azabache.
-¡E...eh! ¡claro que sí! -la pequeña habló abriendo rápidamente el portón tras ingresar unos numeros en una tableta incrustada en el lugar.
Goku entró con su bicicleta y le entregó su pedido a su amiga.
-¡Dos tortas de miel y 1 alfajor casero! -exclamó sonriente el pequeño.
-Espero que no se hayan enfriado por culpa tuya, Goku -le advirtió mirando de mala manera al niño que se exaltó levemente negando con su cabeza- Más te vale -habló comenzando a caminar seguido de Goku.
Desde hacía un buen tiempo Goku solía venir a jugar con la hija de la familia Takagi a pedido de los propios padres de esta debido a su carencia de amigos dentro de su escuela.
Habían notado que su hija solía pedir ir a comprar postres de forma regular en la tienda Son desde ese día y siempre sonreía cuando veia al nieto de la familia, que curiosamente tenía su edad.
Ella negó rotundamente que aquello fuera realidad e incluso dijo que ya no iría a esa tienda, pero rápidamente notaron como su pequeña hija parecía cada vez más triste hasta cierto día donde le dieron la sorpresa de su vida.
"¿Y por qué ya no vas a la tienda, Saya-chan?"
Fue la pregunta que hizo el Son curioso y algo triste apareciendo repentinamente en la puerta de su habitación, esa tarde jugó como nunca lo había hecho y desde entonces se hizo costumbre ver al azabache en la mansión Takagi.
Además los padres de Saya querían demasiado al niño por su nobleza, ayudaba a sus abuelos incluso siendo tan joven, esas eran cosas que alguien como Takagi Soichiro valoraba mucho.
-Tengo algo que mostrarte, mis papis trajeron dos perros enormes Goku -habló la niña emocionada y ansiosa.
-¿En serio? ¡eso suena genial! -exclamó el niño emocionado.
-Sí, pero están hacia el fondo de la casa y papá me prohibió que me acerque tanto -habló la niña a lo que Goku le miró.
-¿Entonces no es peligroso? A mí le basta con pasar el tiempo contigo -dijo inocentemente el niño logrando ruborizar a Saya.
-¡¿Q...qué cosas dices?! Se...seguro solo tienes miedo -ella afirmó burlándose de su amigo- Seguro cuando te dije que eran enormes te asustaste -afirmó acomodando sus gafas de forma engreida.
-No es eso, pero si Soichiro-san dice que no debe ser por algo -habló el pequeño para nada molesto por las burlas de su amiga.
-¡No seas miedoso! -le dijo ella ya algo molesta.
-Está bien Saya-chan, si tú quieres está bien -le dijo no tan seguro pero sonriéndole a su amiga.
Pero ninguno se esperaba lo que pasaría, menos Saya que ahora estaba tirada en el suelo y mirando con horror a su amigo parado en frente suyo haciendo uso de toda la fuerza que tenía.
-N...no te preocupes Saya-chan, t....todo estará bien - le dijo denotando sobre esfuerzo en sus palabras.
Sangre caía al suelo a chorros, gruñidos salvajes resonaban como si de una bestia se tratara.
Y no era erróneo pensar que ese era el caso, el gran rottweiler adulto parecía un monstruo y el origen de muchos traumas para la niña de coletas desde ese día.
El mismo intentó ladrar nuevamente, aunque le fue difícil al no querer soltar a su presa, a Goku, más específicamente su brazo derecho.
Su gran mandíbula apretaba con fuerzas el brazo del niño que sorpresivamente con su otro brazo agarraba el collar rojo del animal evitando que se alejara de él, ya que sino fuera así probablemente iría por su preciada amiga.
El animal se agitó causando que la herida sangrante de Goku sea más grande aún y que este grite de dolor.
-¡Go...Goku! -le gritó la niña a duras penas con sus ojos desbordantes de lágrimas.
El niño cayó de espaldas en el suelo y ahí Saya lo vio, si amigo también estaba llorando, seguro por el tremendo dolor que le causaba estar así, aún así él la miró intentando sonreír.
-Tra....tranquila, yo... yo siempre te protegeré -le afirmó seguro de sus palabras.
"¡Raugh, raugh, raugh!"
El perro ladró intentando alcanzar el rostro de Goku, pero al ya estar liberado logró darle un codazo en el hocico.
Saya notó una gran piedra al lado que podía usar como arma, pero no pudo moverse, no pudo hacer nada. Sus piernas temblaban y más cuando veía al perro que simplemente era una bestia horrorsa frente a sus ojos.
Quería ayudar a su amigo, quería salvarlo como él mismo lo estaba haciendo, pero no lo hizo.
No tuvo el valor.
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Shizuka colocaba un trapo remojado con agua helada sobre la frente de Goku, todo para que la fiebre pasara.
Al rededor estaban todos los jovenes que sobrevivieron al horror dentro de la academia.
-Vayan a descansar, yo me quedaré a cuidar a Goku-kun -habló la rubia mirando a los jovenes con una pequeña sonrisa- Su fiebre está bajando.
Actualmente estaban dentro de una residencia perteneciente a la amiga de la enfermera rubia, quien era encargada de cuidarlo y por suerte había traído la llave del lugar.
Aquella casa contaba con dos pisos, además de estar muy bien amueblados, contaba con todas las comodidades necesarias y más. Internamente algunos se preguntaron en qué tendría que trabajar la persona que vive allí para tener esta calidad de vida.
-Yo me quedaré -habló seria Saya, su tono de voz no dio paso a peros.
Saeko miró con pesar al azabache que tumbado se encontraba en una cama. Su expresión era tranquila y eso al menos la alivió un poco.
Entendía que por el momento era su responsabilidad hacerse cargo del grupo.
-Takagi-san y Marikawa-sensei se quedaran a cuidar a Goku-kun, el resto vaya a asearse y descansar, no es bueno abarrotar el lugar -comenzó a hablar la mujer caminando hacia la puerta bajo la mirada de los demás chicos- Él tiene que descansar -afirmó saliendo de allí, tenía mucho que pensar.
En su corazón la semilla de la culpa se había sembrado, el pelipuntas estaba en ese estado por culpa suya. Por haberla protegido.
Apretó el mango de su arma, fue descuidada y eso ya no volvería a pasar.
-Va...vayamos a cocinar, tengo algo de hambre y Son-kun podría tener hambre al despertar -habló Rei tratando de subir los ánimos.
-S...sí, recuerdo que Son-kun suele comer mucho -mencionó Yuki asintiendo y acompañando a la otra castaña.
Hirano y Komuro decidieron recorrer el lugar mientras la comida se preparaba.
Takagi miraba la gran cicatriz en el antebrazo derecho de Goku, que ahora estaba descubierto pues solo tenía su camiseta blanca.
En sus pensamientos ella vagaba recordando cada momento con su amigo, lo conocía desde que tenía memoría. Fue una luz en su infancia.
Le salvó más de una vez, se arriesgó por ella hasta el punto de lastimarse, de derramar su sangre.
Recodaba perfectamente que tras el incidente y que su padre apareciera para espantar al perro, Goku no le reclamó, solo le sonrió con su rostro empapado de lágrimas, intentando no verse adolorido, probablemente para que no sienta culpa.
No se disculpó, incluso cuando fue su culpa, por su infantil deseo. Era una niña, pero eso no la excusaba, sabía de las consecuencias que podría tener.
Porque ella es lista y siempre se jactó de eso.
Miró fijamente a su amigo cuando sus abuelos llegaron preocupados por su único y pequeño nieto, y allí desbordó. Lloró y los abrazó, demostró el miedo que intentó ocultar en su frente.
Su vista en el dormido Goku comenzó a verse borrosa por las lagrimas que intentó inútilmente de secarse.
-Él estará bien -dijo la enfermera con tono suave mirando a la pelirrosada que abrió sus ojos- Te preocupas por Goku-kun, ¿verdad? -preguntó.
-Sí, él es... -mordió su labio con importancia- Muy importante para mí -dijo y sorpresivamente la rubia la abrazó.
-Todo estará bien, verás que enseguida despierta -habló hundiendo a la oji dorado en su abundante escote.
Ella se quedó quieta, tiesa pero aquel acto fue suficiente para que sus emociones desborden.
Correspondió el abrazo con fuerzas mientras sus lagrimas mojaban la ropa de Marikawa.
Chilló como nunca lo había hecho y agradecía que la puerta estuviera certada ignorando que una persona estaba recostada y oyendo la conversación.
"No te permitiré morir, ¿lo entiendes? Morir no es una opción que yo te doy. Si llegas a perecer... no te lo perdonaré por mi amigo, por Kazuichi"
-"Si quieres mantener tus palabras, despierta pronto Goku-kun" -pensó con un pequeño rubor en sus mejillas teniendo clavadas todas las palabras que el joven le dijo.
La rubia sabía que la joven Takagi tenía que desahogarse y por ello la estaba ayudando, notaba su orgullo, nunca daría el primer paso, a no ser que se tratara del mismo joven que estaba postrado, o eso creía ella.
--Fin del capítulo--
Espero que hayan disfrutado del capítulo, lamento la tardanza. Probablemente no es lo que se esperaban, pero es necesario para el desarrollo, ya en el siguiente capítulo volveremos con la muerte, sangre, destrucción y fan service xD.
¿Y qué les pareció el capítulo? Dejen sus comentarios, fue corto, pero emocional e importante para el futuro.
Para el próximo capítulo 140 votos.
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