Cuando ambos monos terminaron de comer, Wukong llevó a Macaque otra vez a la habitación, seguía siendo igual de grande pero realmente le agregó varias cosas.
Ahora tenía un baño propio, la cama fue movida a otro lado para no estar en todo el medio, se podría decir que aquel gran sitio ahora tiene varias habitaciones, aunque decir "varias" es mucho. Simplemente ahora tenía un cuarto, baño y hasta cocina, pero no había más que un refrigerador y estanterías o cajones, todos llenos de alimentos.
—Puedes quedarte aquí, o puedes quedarte conmigo. —Dijo Wukong al ver a Macaque observar todo.
El mono de seis orejas estaba dispuesto a decirle algún insulto además de negarse a estar con el, pero fue entonces que una idea pasó por su cabeza: No era malo estar con Wukong, significaba más posibilidades de huir.
—...Me quedaré contigo. —
Wukong no se creía lo que escuchaba, ¿Sería verdad? No es que el rey mono sea idiota, sabía que era peligroso que Macaque estuviese fuera, pero ya tenía un par de planes por si trataba de huir.
—¿Enserio? — Preguntó Wukong, solo para estar seguro.
—Seguro es mejor que estar encerrado. —
Wukong estuvo satisfecho con esa respuesta y volvieron hacia su casa, un sitio que tenía suficiente para ofrecer. Esta vez Macaque observó bien el lugar.
Sí... Se sentía tan solitario sin los pequeños monos.
Macaque tomó asiento sobre una roca mientras miraba al cielo, no tenía ganas de estar dentro de la casa, quería aire. Wukong estaba a su lado, recién llegado con un cuenco lleno de mangos para que su pareja pudiese disfrutar como bocadillo.
—¿Quién los mató? —
Aquella pregunta tomó desprevenido al rey mono. No tardó en entender a qué se refería, claro, eran los pequeños, por un segundo había deseado que esos pequeños solo estuviesen en algún lugar.
—Fueron... Una banda de demonios. Buscaban pelea y no me encontraron. Pensaron que, quizás, yo sería uno de ellos. —
Si, Wukong lo descubrió. Fue aquel mismo día que enterró a los pequeños monos. Había terminado eso y luego salió para matar a cualquier demonio que estuviese cerca de su hogar, también escondidos en ciudades cercanas, solo dejó vivos a cualquiera que no presente un peligro (Claro que los dejó bien advertidos).
—¿O sea que fue tu culpa? —
—Puedes culparme si eso te hace sentir mejor. —
Macaque miró al suelo, se sentía frustrado y dolido. Los monos nunca hicieron nada mal, y fueron de los pocos que nunca le trataron diferente, siempre estaban llenos de amor para darle al mono de seis orejas.
Los extrañaba.
—¿Qué pasó con los que lo hicieron? —
—Los maté. —
Sí, eso explicaría la sangre encima de Wukong cuando fue a buscarlo en el desierto. El rey mono estaba loco y Macaque lo sabía, solo estaba confirmando sus dudas.
Wukong no estaba siendo el mismo.
El mono de pelaje oscuro pensaba en eso, hubiese deseado tanto que las cosas cambiaran, y molestaba demasiado a Wukong porque se había "debilitado" y vuelto "patético", hablando de jubilarse, adquiriendo a un sucesor.
Pero ahora realmente quería a ese Wukong a quien podía molestar y burlarse. Y...
El mismo Wukong que hablo para arreglar las cosas y mantener una tregua. Llevar las cosas bien juntos.
Quizás, hubiesen hablado más y estuviesen juntos, no le hubiese molestado hacer esto si hubiesen sido pareja, pero ahora solo mantenían una relación extraña.
—Te odio. —
Fueron las únicas palabras que soltó Macaque para abrazar sus piernas y esconder su rostro. Antes ese "te odio" era de molestia, el de ahora solo era tristeza.
Se sentía desdichado.
—Lo siento. —
Wukong decidió darle su espacio, claro que lo vigilaría, pero seguro que Macaque no quería verlo ahora mismo. Dejó el cuenco con mangos al lado de su antigua pareja y fue hacia la casa.
El rey mono no sabía por qué no estaba satisfecho. Antes si lo estaba, la idea que tenía le gustaba, pero ver a Macaque así no le traía ninguna buena sensación.
Solo le hacía sentir un sentimiento realmente crudo, era su culpa. Aun así, Wukong seguía sin entender. Era realmente estúpido porque Macaque decía lo que le molestaba y ni así las cosas sonaban fáciles, esto era algo que Tripitaka nunca le enseñó.
...
¿Pero y si no era algo que le había enseñado?
¿De dónde encontraría la respuesta?
...
Oh, sí, sabía dónde.
Seguro que si buscaba en los recuerdos de cuando eran pareja y comparaba la situación, pueda saber cuál es el problema.
Pero Tripitaka le había dicho que no debía buscar en el pasado, eso se quedaba atrás, especialmente cuando se trataba del macaco de seis orejas.
...
No, espera...
¿Por qué Tripitaka justo había dicho eso?
...
Wukong no lo sabía y comenzó a sentirse inseguro, las cosas dejaron de ser tan claras y su cabeza comenzó a doler, nuevamente emociones que le causaban dolor.
Si, lo mejor era dejar el pasado atrás.
—¿A dónde vas? — Preguntó Tripitaka al ver a su discípulo recogiendo unos mangos y guardándolos en una bolsa antes de irse.
—Le prometí a Mac que iría a verlo tan pronto como acabara hoy. — Dijo un sonriente Wukong. —Para eso son los mangos, a él le encantan. —
Tripitaka admiraba a Wukong, porque era joven y tenía potencial, tampoco dudaba de ninguna lección, era el perfecto aprendiz. Sin embargo, sí notaba que algo lo estaba reteniendo, había algo más en su cabeza.
Siempre que terminaban las practicas iba pronto y pocas veces se quedaba con ellos. Tripitaka no tendría problemas de no ser porque se trata de un demonio como el macaco de seis orejas. Wukong tenía potencial divino, el otro mono de pelaje oscuro no, solo maldeciría su vida.
Por eso debía intervenir, por el bien de su alumno, para que alcance su máximo potencial.
—No he dicho que acabamos hoy. —Dijo Tripitaka.
—Pero... Ya terminamos, ¿No? — Preguntó Wukong.
—Lo hicimos, ¿Pero de verdad quieres dejarnos tan pronto, Wukong? Tus hermanos te esperan, quédate unos días, pasaremos el año nuevo juntos. —
—Pero...—
Wukong no sabía cómo negarse ante algo de su maestro. No quería dejar a Macaque solo en un año nuevo, se supone que siempre lo disfrutaban juntos.
—¿Hay algún problema? Entenderemos si... Tienes algo más importante que hacer. —
—¡No! Yo... Sí, me quedaré con ustedes. —
—Bien, entonces vamos. —
Wukong miró tristemente al mango que tenía en la mano. No quería dejar solo a Macaque, pero no tenía opción. El mono dorado soltó el mango y siguió a su maestro.
Ese fue el primer año nuevo que Macaque vio solo. El mono de pelaje oscuro esperó fielmente a su pareja, pero Wukong nunca llegó.
...
Fue el año nuevo más solitario y menos lindo para Macaque.
Y no fue la última vez que tuvo que pasar el año nuevo solo, porque se repitió.
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