Capítulo 23: Vinculación.

Sun Wukong siempre fue amado, incluso cuando eran pequeños. Quizás Liu Er podía ser "la luna", pero muchos lo trataban como cualquier otro.

En aquel tiempo, Wukong estaba siendo rodeado por varios monos del pueblo, quienes le saludaban con emoción al encontrarlo en el pueblo.

Mientras Wukong sonreía tan emocionado, brillante, Macaque estaba a un lado, observando. Había salido con su sol, pero el siempre destacaba, así que fue rápidamente rodeado por todos.

Claro, porque todos aman al sol.

En silencio, Macaque se alejó, yéndose a otro lado con tristeza, de verdad quería pasar tiempo con Wukong, pero sabía que no tenía el derecho de pedirle atención.

Porque solo era la luna, silencioso y sabio. Su lugar era en una biblioteca, junto a varios artefactos, con la intención de en el futuro ser el consejero del rey, su caballero, todo lo que él quiere o necesite.

Pero por ahora, siempre sería su sombra.

Estaba acostumbrado a eso, a la soledad, a la oscuridad, su hogar.

—¡Mango! — Llamó Wukong, separándose de todos los demás y alcanzando a Macaque, sonriéndole, tomándolo de la mano.

Macaque se detuvo ante el agarre y sus ojos se encontraron con los de su amigo sol.

Siempre tan brillante.

Aun cuando tenía todo, Wukong siempre insistía en estar con él.

—¿Por qué te fuiste? Ni siquiera fuimos a nuestro árbol favorito. —Dijo Wukong.

—Yo solo... No quería molestarte. —

—¡Nunca me vas a molestar! Ellos sí, ¡Vamos, vamos! —

Wukong comenzó a correr, sin soltar la mano de Macaque. Liu Er solo sonrió levemente, sintiendo calidez en su corazón.

Porque Wukong nunca soltaba su mano ni lo dejaba atrás.

Y siempre lograba iluminar su oscuridad.

Él era su amado sol.

Macaque disfrutaba levantarse antes que Wukong, porque cuando sucedía eso, podía seguir acostado a un lado de su pareja, viéndolo dormir.

El rostro del rey mono se veía tan calmado, ya no había rastros de aquella angustia y dolor que había soportado, tampoco tenía ojeras.

Macaque acarició el pelaje de la cabeza de Wukong, con suavidad y cariño. Amaba aquel pelaje dorado, amaba a su rayo de luz, su amado sol.

Habían pasado tantas cosas juntos, siempre se tenían el uno al otro, todo estaba bien hasta que Tripitaka lo vio como una amenaza y los arruinó.

...

Pero él ya no estaba.

Perdieron cosas, personas, pero también pudieron sanarse mutuamente, también tenían una nueva familia. Fueron unas divertidas semanas la que había pasado, porque MK y sus amigos vinieron a visitarlos bastante seguido, algunas veces a pasar el rato, otras a entrenar con Wukong mientras otros aprendían a tejer con Macaque.

Porque sí, Macaque sabía tejer, era muy hábil en esas cosas, le gustaba hacer peluches, también sus títeres, todo para su teatro, porque siempre le gustaron ese tipo de cosas.

Oh, y Wukong siempre fue su principal público y el más importante.

Y no importaba que Wukong fuese el único viéndolo y aplaudiendo, porque una sonrisa de su rey, era la sonrisa del sol, tan brillante y perfecta, llenando de luz su tristeza.

Macaque nunca necesitó nada más que eso.

Finalmente, tras aquella semana con los niños, ahora estaban juntos, en el silencio de aquella tarde, porque ambos se quedaron dormidos un poco más.

Había un silencio, pero no era un mal silencio, porque al menos Macaque disfrutaba de oír los latidos del corazón de su pareja.

—Buenos días, mi rey. —Dijo suavemente Macaque al ver los ojos de su pareja abrirse lentamente.

Esos preciosos ojos dorados.

—Buenos días, mi amada luna. —Respondió Wukong sonriendo, abrazó a Macaque para acercarlo más, repartiendo besos en su cuello hasta llegar a su mejilla.

Liu Er soltó una pequeña risa mientras trataba de apartar al otro. De verdad que lo amaba tanto, pero estaba siendo tan cariñoso.

—Vamos, tengo hambre. —Dijo Macaque.

—Bien, entonces voy a cumplir la petición de mi hermosa pareja. —Respondió Wukong, repartiendo besos en las 6 orejas de su luna, luego lo soltó y se levantó para irse a la cocina.

Macaque se cubrió con las sábanas, una sonrisa estaba en su rostro, además de un notable sonrojo. Realmente que amaba tanto a Wukong, era tan especial, le hacía sentir mucho mejor, siempre fue así.

Que suerte que Wukong no podía oír tan bien como Macaque, porque seguramente hubiese escuchado los latidos nerviosos del avergonzado corazón del macaco de seis orejas.

Desde que Wukong tenía memoria, siempre recordaba ver a Liu Er cerca, él siempre estaba allí, y siempre se veía tan hermoso y perfecto.

Un pelaje blanco como la luna, pero que también podía ser oscuro como la noche, acompañado de 6 hermosas orejas de colores, eran como bellos pétalos de una flor especial, y sus ojos dorados, en aquellos los cuales te podías perder de lo brillantes que eran.

Ser adorado desde pequeño era molesto para Wukong, pero a la vez lo disfrutaba. Lo único con lo que no estaba de acuerdo era cuando ni siquiera notaban a su luna.

¿Por qué nadie lo elogiaba? ¿Por qué nadie le comenzaba a alabar o llenarle de regalos? El único día donde tenía algo de relevancia era cuando festejaban su nacimiento, pero mientras Wukong estaba en un trono recibiendo regalos, Macaque estaba de pie a su lado.

Una vez le preguntó a un general sobre aquello, su respuesta fue simple.

"La luna debe estar siempre a un lado del sol, es su sombra, no puede resaltar, pero siempre estará allí para lo que sea."

Pero no fue una respuesta que a Wukong le gustaba, él quería que Macaque esté sentado a su lado en el trono, no de pie, seguro se iba a cansar y según lo que le enseñaron, no podía hacer eso porque podría ser poco educado.

Lo que más le molestaba al rey mono, es que Macaque tampoco se quejaba, solo cumplía lo que le ordenaban, nunca dudaba y siempre estaba dispuesto a servirle a Wukong.

...

Incluso cuando todos murieron, Macaque finalmente tuvo un puesto oficial: El guerrero del rey.

Liu Er siempre fue disciplinado, un gran estratega, quizás porque aprendió cada cosa que podía de los generales, porque el debía saberlo todo, debía darlo todo por Wukong.

Aquel día, el joven rey mono estaba en su trono, realmente aburrido. Aunque aquel trono estaba tan desgastado y destruido como todo su palacio, nunca pudieron arreglarlo luego del accidente, así que lo dejaron así y simplemente usaban el salón principal, el del trono.

Pero las puertas se abrieron.

—¡Liu Er! —

Todo el pelaje del rey mono se erizó y el mismo se levantó de su trono para ir corriendo hacia su querido amigo.

Macaque había llegado, y estaba dejando manchas de sangre en el suelo además de una flecha clavada en su hombro ensangrentado.

—No, por favor, no quiero que te ensucies...—Dijo Macaque, dando un paso atrás.

—¿Ensuciarme? ¡Eso no importa! — Wukong lo agarró de la mano y lo llevó hacia otro salón, uno que usaban de almacén, había cajas y unos cuantos muebles viejos.

Wukong dejó a Macaque sentado en una vieja silla y comenzó a buscar entre las cajas algo para curarlo.

—Yo puedo curarme, no te preocupes. —Dijo Macaque. —No deberías atender mis heridas, mi rey. —

—¡Basta de eso! —Respondió Wukong, sacando un vendaje y un balde vacío, también un pañuelo, todo menos el balde lo dejó a un lado. —No vuelvas a decir eso. —

—¿Dije algo malo? Lo siento...—

—¡No! No es... Ugh... Liu Er, escúchame. — Wukong le agarró el rostro con las manos, obligando al otro a mirarle. —Deja de ser tan formal, me conoces mucho antes de ser rey, eres alguien cercano e importante para mí. —

—Aun así, yo... No debería ser tan casual. Eres el rey. —

—No, soy Sun Wukong, y tú eres Liu Er Mihou. Olvida todo eso, estuviste a mi lado todo el tiempo, eres importante, lo eres todo para mí. No necesito formalidades, solo quiero a Liu Er, mi querido Liu Er, no un guerrero. —

Era tan difícil para Macaque no ilusionarse con tan preciosas palabras, porque el mono albino nunca recibió tanta atención, nunca le importó destacar, siempre supo que debía ser la sombra de Wukong, Macaque nunca necesitó nada, porque su querido sol le daba todo, una simple sonrisa y caricia de su parte lo era todo.

El rostro de Liu Er se puso rojo, y finalmente tuvo que aceptar la ayuda de Wukong. El rey fue a llenar el balde con agua y se encargó de sacar la flecha, limpiar y vendar la herida.

—Gracias. —Dijo en voz baja Macaque.

—Haría lo que sea por ti, Mango. —

¿Estaba mal para Macaque sentirse tan bien y feliz por esas palabras? Seguramente no, simplemente sus sentimientos fluían cuando estaba con Wukong.

El rey mono se sintió molesto, no por Macaque, sino porque esa no era la primera vez que Liu Er estaba lastimado, era su guerrero y se encargaba de cuidar los alrededores, encargándose de visitantes no deseados o consiguiendo alguna cosa que necesiten.

Liu Er siempre se curaba solo, a escondidas, porque no deseaba molestar, porque no quería ser una carga, pero Wukong nunca volvió a permitirle eso.

De hecho, en algún punto Wukong había dicho que Macaque debía quedarse mientras él salía a hacer ciertos trabajos, allí fue cuando comenzó a salir, allí comenzaron los problemas.

Y más adelante, comenzó a ir con Tripitaka.

Wukong y Macaque habían terminado de comer, ahora estaban acurrucados en el sofá, simplemente dándose afecto.

—Peach. —Llamó Macaque.

—¿Si, Mango? —Preguntó Wukong sonriendo.

Macaque estaba en los brazos de Wukong, con su cabeza pegada al pecho del mono dorado, escuchando sus latidos, asegurándose de que estaba allí. Además de evitando la mirada del otro, no estaba tan seguro de lo que iba a decir, o, mejor dicho, como iba a reaccionar.

—Han sido unas buenas semanas. — Dijo Macaque, probablemente fueron unas 4, unas semanas llenas de tanta emoción y cariño que fue imposible sentirse mal.

Quizás porque se habían dado cuenta que no todo había sido malo.

—Si, lo han sido. —Wukong también había disfrutado eso, de repente tuvo que encargarse de varios niños.

—Fue algo nostálgico. —Agregó Macaque, con cierta melancolía. —Como en el pasado. —

—Lo fue. —Respondió Wukong, besando la cabeza de su pareja. —¿Hay algo que te moleste, Mac? —

—No, de hecho... Estoy algo agradecido también de tener tiempo contigo. —

—Yo también lo estoy. Estoy tan feliz de poder tenerte en mis brazos. —

Wukong también quería decir algo, lo había estado pensado, lo veía en los ojos de su pareja cuando miraba a los pequeños, lo sabía porque Macaque a veces se llevaba las manos al vientre, quizás por la costumbre.

—Moonlight. —Dijo Wukong.

—¿Sí? —

—¿Te gustaría intentarlo otra vez? —

No hubo necesidad de explicar a qué se refería el rey mono, porque ambos habían estado pensando lo mismo, tan buena era su conexión que las palabras a veces estaban de más.

—Me gustaría. —Respondió Macaque.

Wukong agarró con sus manos el rostro de Macaque, con cuidado, con cariño, ahora podía ver sus ojos, sus hermosos ojos.

—Quiero que sea especial, sin un celo de por medio. Algo de los dos, algo que deseemos. — Dijo Wukong.

Macaque sonrió, apegando su rostro a una de las manos que lo sostenían, cual gato buscando afecto.

—Me encantaría, mi sol. —

Wukong sonrió y se acercó para unir sus labios a los de su pareja, un dulce beso que ambos disfrutaron.

Un inocente beso que comenzó a tomar más calor, ambos necesitando más.

Y tendrían más.

—Quiero verte. —Esa fue la petición de Wukong, quien se encontraba sobre su pareja, ambos sin ropa.

Macaque se encontraba bajo el, en su rostro había un leve sonrojo y finalmente decidió hacerle caso a lo que Wukong pedía.

Su glamour se desvaneció, dejando a la vista todo, sus seis orejas, la cicatriz en su rostro y todas las demás en su cuerpo, además de su pelaje oscuro con partes blancas.

Wukong sonrió, recorriendo con su mirada a su amado, grabando en su memoria aquella preciosa imagen.

Su amado mono de pelaje blanco como la luna, y oscuro como la noche.

—Seguro no me veo tan bien así. —Dijo Macaque, desviando la mirada. Las cicatrices no eran nada lindas.

—No. —Respondió Wukong, acercándose para repartir besos en el rostro de su pareja. —Te ves tan malditamente bien, Macaque. —

Lo amaba, amaba cada cosa de Macaque, su personalidad, su suavidad, su voz, sus orejas, incluso las cicatrices, nada de eso le parecía al rey mono poco atractivo, porque todo eso hacía a Macaque ser él.

Liu Er sintió tanta vergüenza, su rostro se pintó de rojo y permitió todos los toques de su pareja. Ahora era tan difícil a comparación de cuando estaba influenciado por su celo, porque en aquel momento se dejaba llevar, ahora mismo se sentía tan sensible y consciente.

Su cuello pronto fue atacado por el rey mono, quien lamía su anterior marca de dientes y tenía planeado volver a hacerlo, marcarlo.

Porque era su preciada luna.

—Wukong...—Macaque llamó su nombre, sintiéndose tan perdido en la cercanía de su pareja.

—Te amo, mi Liu Er. —

Macaque sintió los dientes de Wukong clavándose en su cuello, sentía perfectamente también su olor, el delicioso aroma a duraznos. Cuando Wukong dejó de morderlo, volvió a lamerlo, limpiando la sangre que había salido por la mordida.

Las manos del rey mono no se habían quedado quietas, una estaba tocando el cuerpo de Macaque, mientras el otro estaba cerca de su intimidad, introduciendo un dedo, luego dos, si bien había sido un tiempo desde la última vez que se habían unido, Wukong sería considerado.

Aunque se hizo tan difícil cuando parecía que la temperatura había aumentado y Macaque soltaba jadeos, a veces diciendo el nombre de Wukong, llamándole por apodos, apodos que realmente lograban hacer al rey mono querer simplemente lanzarse a reclamar a Macaque.

Pero no era una bestia, no, se iba a concentrar en aquel olor a mangos, en el suave pelaje de su pareja, en lo delicado e importante que era como para no tratarlo con cuidado.

—Por favor, por favor, te necesito...—Suplicaba Macaque entre jadeos al oído de Wukong. Rodeaba en un abrazo el cuello del rey mono, sintiendo aún los dedos del otro en su interior, moviéndose a buen ritmo.

—Eso haré, Liu Er, ten paciencia. —Respondió Wukong con dulzura, tal parece que la situación había hecho que Macaque entrara en celo, pero seguía siendo él esta vez.

El rey mono sacó sus dedos del interior de su pareja, no tuvo que esperar nada más y finalmente entró en Macaque, quien soltó un gemido al sentirse ser llenado finalmente con algo mejor que solo los dedos del otro.

El ritmo fue constante, aunque Macaque en algún punto logró acostar al rey mono y ser quien llevaba el ritmo, manteniendo el control, sintiéndose tan bien en aquel momento.

Finalmente, sin arrepentimientos.

Su cuerpo era acariciado por su pareja, también Wukong dejaba besos en su cuerpo, cada una de sus cicatrices, se sentía realmente atendido y amado.

Satisfecho de estar en los brazos de su rey.

...

De hecho, aquella vez no fue solo una ronda, seguramente porque ambos terminaron tan perdidos en su pasión, deseando cada vez más del otro.

Cuando finalmente ambos estuvieron cansados, Wukong llevó en sus brazos a su pareja, se iban a limpiar en las aguas termales, y finalmente tras ayudarse mutuamente a quedar limpios, fueron a dormir, acurrucados, juntos.

Finalmente, una vinculación que ambos aceptaron.

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