Capítulo 15: Las alucinaciones

Recostada en un madero descansaba mis brazos sobre mi vientre sintiendo el oleaje y el viento frío acariciar mi piel. Deseaba tener una frazada con la que cubrirme, pero en vez de eso solo contaba con mi ropa veraniega sucia y traspirada por las tardes calurosas a pleno sol. Me era difícil medir el transcurso del tiempo, ya poco me interesaba, mi muerte la veía cercana, como algo inevitable. Nos habíamos rendido al ver el sol ponerse, dejamos de lado los remos puesto que era inútil remar sin saber a dónde nos dirigíamos, sin ver un camino.

Poco a poco aceptábamos mi teoría como cierta: la gaviota fue solo una ilusión y, en caso de ser verdadera, solo buscaba su muerte en altamar. Eso era todo, el fin de la historia y de nuestras vidas.

No seas pesimista me había regañado al yo sugerirle dicha idea.

No es pesimismo, es algo de realismo. Estamos sedientos, es probable que la hayamos imaginado.

Eres idiota.

Si bien aquel insulto me dolía un poco, no me lo tomaba tan enserio o al menos eso intentaba. En el momento lo consideré muy cerrado de mente, quise insultarlo de vuelta, luego pensé que tal vez no me vendría mal tener un poco de la esperanza que él poseía. Pero me era difícil tenerla. ¿De dónde sacar optimismo si todo se veía negro y no lo digo porque haya sido de noche?

Mi boca estaba seca, necesitaba agua con urgencia, si no la recibía perdería el control y me lanzaría al mar para tener algo de alivio. Poco a poco sentí deseos de correr, de escapar de esa situación, quería gritar a todo pulmón, sacar lo que tenía dentro de mí guardado y reprimido. Unas pocas lágrimas cayeron por los costados de mis ojos. "Solo empeoro las cosas". Como solía sucederme en mis tiempos de decaimiento, pensé en todo lo que hice mal en mi vida, mis errores y defectos, hundiéndome así más en aquel pozo que parecía no tener fondo. Aunque estoy segura de que llegué al punto más bajo de mi existencia esa noche.

—Oscar... si no puedo salir de aquí ahora, me quiero morir —dije con la voz quebrada lo más fuerte que me fue posible.

—Yo también me quiero morir.

Creé en mi mente los métodos que podríamos usar para nuestro objetivo. Entre ellos estaban el golpearnos mutuamente con el remo  -aunque eso significaba una muerte lenta y dolorosa-, tirarnos simplemente al mar o buscar algún objeto corto punzante para hacernos heridas en las muñecas y morir por falta de sangre. Pero como humana, me aterraba llevar a cabo cualquiera de ellos, no solo porque así iniciaría un viaje a lo desconocido, sino que también por el dolor. Probablemente si hubiese contado con un revólver habría dudado menos, aunque el miedo a la muerte siguiera ahí.

—Ahora.

—¿Ahora qué? —pregunté.

—¿Qué?

—Dijiste ahora.

—Yo no he dicho nada.

"Me estoy volviendo loca". Estaba segura de haber escuchado una voz susurrar la palabra "Ahora", pero si él no la había dicho no había nadie más para que la pronunciara. "Solo es delirio por la sed", pero segundos después volví a escuchar un murmullo, la diferencia fue que en esa oportunidad no entendí qué quería decir. Comencé a asustarme, nunca antes me había sucedido algo parecido, ni siquiera cuando pequeña en la etapa de los amigos imaginarios. Con esfuerzo me senté y agudicé mi oído... no se oyó nada, por largos segundos el único sonido eran las olas.

—Trata de dormir, ya es tarde —me sugirió Oscar.

—Sí... voy a tratar.

Volví a recostarme en el madero con la idea de que solo necesitaba unas horas de descanso, a la mañana siguiente estaría como nueva. No contaba con que entonces sería mi visión la que fallaría y me jugaría una mala pasada. Frente a mí se formó poco a poco un círculo de luces de diferentes colores, como aquellas que uno ve cuando está encandilado. Lentamente tomaron forma, era la de un hombre y a medida que pasaban los segundos se volvía más oscuro y cercano a mí. Cuando lo tuve casi encima no pude evitar pensar que quería ahorcarme, él haría el trabajo por mí. Mis gritos no lograban salir por mi boca, se quedaban atascados en mi garganta seca y mis pulmones no alcanzaban a llenarse de todo el oxígeno que requerían. Sus manos ya estaban alrededor de mi cuello y Oscar no se daba cuenta de lo que sucedía, del asesinato que ocurriría justo a su lado.

—Ahora... es tu... hora —escuché que decía la sombra que antes había sido luz.

—N-no,

—Lía ¿Qué te pasa?

Fue como un abrir y cerrar de ojos. Solo unos instantes atrás la sombra estaba sobre mí, luego había desaparecido y sido reemplazada por Oscar sentado a mi lado con sus manos sobre mis hombros. Sacudí mi cabeza y refregué mis ojos para espantar el sueño que repentinamente me había invadido. ¿Cuánto tiempo había pasado desde su sugerencia? No lo sabía, tampoco estaba segura de si acababa de tener una pesadilla o una ilusión en la realidad.

—Nada... una sombra que... quería matarme.

—Seguro un mal sueño.

Se quedó a mi lado, no sé qué esperaba pero ahí estaba y era lo que importaba. Por alguna razón sentía que si se alejaba solo unos centímetros, sería como si me dejara sola en el otro lado del mundo. Quería a mi mamá, que viniera, encendiera la luz de mi habitación y me dijera que todo lo que había visto se trataba solo de una pesadilla muy realista. En su lugar tenía a ese hombre a quien en un principio odiaba pero que terminé necesitando más de lo que quisiera.

Con pesadez movió su cuerpo hasta quedar sentado en el suelo del bote con su espalda apoyada en el madero donde yo estaba recostada. Apoyó su cabeza a la altura de mi vientre y entonces se quedó quieto, a la espera de que pasara lo que debía pasar. Por mi parte yo ya estaba resignada a que lo que nos deparaba el futuro era la muerte.

No estoy segura de haber dormido esa noche, a ratos sentía que cerraba mis ojos pero luego los abría exaltada por una ola más fuerte que las anteriores. El movimiento ya me cansaba, aunque ya estaba acostumbrada a el luego de casi una semana en el bote. Sin darme cuenta, de mis labios brotó una pequeña canción que me cantaban cuando era pequeña, haciendo más deprimente nuestra imagen. Así llegó el amanecer, sin embargo ninguno de los dos se molestó por sentar o levantar la vista siquiera. Probablemente fue por lo mismo que no notamos cuando el movimiento se detuvo.

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