Volumen 5 - Prólogo


Cruzando el Estrecho de Gibraltar raudo como el viento, el Ocean Tornado se dirigía a su destino. Las batallas de los chicos iban a parar por un buen tiempo: comenzaba el instituto nuevamente la tercera semana de septiembre, regresaban a la prisión. Y Chocola y Nana comenzaban el tercer año de la escuela primaria. Las niñas no paraban quietas un solo momento, repletas de energía. Estuviera el velero parado o en movimiento, a ellas les daba prácticamente igual. Cualquier oportunidad era buena para jugar: entre ellas, con sus padres, los amigos de estos, a la consola o con la espíritu Kon.

En la cubierta, Jose estaba mirando al infinito horizonte con Shiro descansando sobre su regazo. Ese era su lugar especial, y solo le pertenecía a ella. Solo ella podía sentarse en el regazo de su senpai, aparte de su propia hija Choco, claro estaba. Debido a que la gatita nipona no se llevaba demasiado bien con el mundo de los navíos y la mar en la misma medida que la pequeña Goldie con los coches y autobuses en trayectos largos. Se encontraba tan mal que ni el básico truco del chicle de menta o los medicamentos surtían efecto; tan solo ansiaba pisar tierra cuanto antes. Por ello, permanecer junto a su senpai Jose quizá era el mejor remedio por el momento.

—Guuu... No me encuentro nada bien... Para nada bien... Siento que voy a vomitar...

—¿Otra vez? —preguntó el joven mientras jugaba con su flequillo—. Hace nada vomitaste el segundo desayuno. No debe quedarte nada en el estómago, ni los ácidos.

—Uuuh... Bonnie sensei, ¿cuándo vamos a llegar?

—¡En una hora o así llegamos! Aguanta, que tú puedes, Shiro chan —la animó la vampiresa.

—Sí, y comeremos en el Ramen Fuji para que te sientas como en casa. Te has portado muy bien y has aguantado todo el viaje como una campeona.

—No soy una niña chica, Jose senpai... Y tampoco me siento nostálgica... ¡Uuuugh!

—¡Eeepa! Una arcada. ¿Estás bien?

Shizuru soltó un ruidoso eructo y tosió saliva, no podía devolver nada más, porque no quedaba nada en su estómago que pudiera echar.

—Aaah... No pienso montar en barco nunca más...

—La pobre... —La hawaiana Marina sintió lástima por ella—. Qué mal viaje ha tenido.

—Me recuerda a la excursión de sexto —habló Aitor.

—Sí —afirmó Rosie Redd—, es la misma escena, solo que alargada durante días, en lugar de durar alrededor de una hora y poco. Pero aquel día pilló la mar en el estrecho de Gibraltar muy revuelta y con fuertes vientos. Una primera experiencia de barco muy jodida, ew.

—Yo no me quiero ni acordar de ese viaje al centro de la Península en autobús, cerca de 7 horas ahí metida. Menos mal que las carreteras eran todo rectas y aburridas, por lo que me dormía.

—Pero si aun así tú vomitaste, Goldie —dijo Selene.

—¡Que no me lo recuerdes te digo, jo!

—Ummm... Yo es que tampoco sea demasiado buena con los autobuses, ¿eh? —Kate se acercó a su amiga para ofrecerle un vaso de agua fría, vaso que esta aceptó sin decir nada y agarrando con una sola mano mientras usaba los muslos de su amante como almohada humana—. Pero si hay algo con lo que distraerme, entonces se pasa el tiempo volando.

«No me digas...».

—Rosie, una pregunta —la llamó la hermosa escocesa Emma—. ¿De verdad Regina llegará antes que nosotros a España?

A eso, Kon se materializó a su lado, dejando un llamativo rastro de partículas azules por doquier como polvo de hadas.

—Ese imbécil es capaz de dar una vuelta alrededor del mundo en 16 horas. ¡Pero yo soy aún más rápida que él!

—Me está preguntando a mí, Konnie —gruñó la gata de cabello negro.

—¿Qué es él, un Dragonite de Pokémon?

—Ohh, ahora que lo mencionas... es verdad. Ese Pokémon puede dar la vuelta al mundo en 16 horas, tal como se menciona en su entrada de la Pokédex en las ediciones Rubí, Zafiro y Esmeralda.

—No... si al final Fafnir va a tener razón y todo: eres una viciada.

—¡Me gusta hacer hardcore nuzlockes con monotypes, ¿vale?!

—Eeeh... No tengo ni puta idea de qué es lo que me acabas de decir. ¿Qué términos son esos? Solo he captado lo de monotype, que son equipos de un único tipo en concreto. ¿Qué rayos es un hardcore nuzlocke?

—Konnie, ¿qué tal si te grabas haciendo esos desafíos y los subes a YouTube? Eres tan bonita que podrías hacerte youtuber sin problemas, y atraerás a mucha gente si usas tu forma real.

—¿En serio, Marina? ¿Tú crees?

—Sip, yo opino que es una muy buena idea —comentó Phoebe.

«Mmm... Shiro se queda a vivir con nosotros, ¿eh? Pero... ¿qué hacemos?».

—Cariño, ¿qué te pasa? Estás muy callado.

—Ah, eh... Sí, veréis... ¿Podéis escucharme un momento, chicas? La cosa es que no sé qué hacer. Sabéis que la casa tiene cuatro habitaciones, cinco si contamos la de Chocola. Y en la casa vivimos actualmente mi hermana y yo, Marina y Kate. Y Shiro se viene ahora con nosotros... y como que quedarse en el barco a vivir con Emma y Bonnie no es una opción. Alguien tiene que mudarse.

—Entiendo... En ese caso, ¡yo me ofrezco! —anunció la sirvienta—. Shiro, te cambio mi habitación.

—¿Estás segura, Kate?

—¿Ummm...? ¿Lo dices en serio, Kate san? —preguntó ella levantando levemente la cabeza, aturdida—. ¿Que no le haría más ilusión a Marina senpai?

—Marina y yo ya hemos estado hablando de esto; me quedo en el barco. ¡Simplemente me encanta! Es nuevo, moderno y refrescante. No es que no me guste la casa, claro que no, pero preferiría vivir en un barco. Es muy chuli.

—Yo es que quiero quedarme contigo en la casa, darling. Mi padre ya tiene un velero, no es nada nuevo para mí. Además, alguien tendrá que cocinar y limpiar el velero por estas dos, que no vivan solo de chino y demás comida basura a domicilio. ¿Eh? ¿Eh?

—¡Eh, que os estoy oyendo! —refunfuñó Bonninel.

— Y yo estoy aquí al lado, por si os habéis olvidado, ¿eh? —protestó la escocesa.

—Bueno... ¡Caso resuelto!

Jose extendió la mano, partículas de luz doradas se arremolinaron y un puñado de galletas de arroz aparecieron en su palma.

—¿Quieres comer algo, Shiro chan?

—¿Mmm? ¿Galletitas?

—Son de arroz.

Marina levantó la ceja en señal de que algo no estaba bien con eso. No había envoltorio de plástico, y partículas mágicas convergieron en un mismo punto para hacerlas aparecer. No era el típico teletransporte que él usaba (y abusaba) para mover las cosas del punto A al punto B.

Darling, ¿dónde compraste esos crakers?

—No las he comprado, las he hecho.

—¿Cuándo? No has entrado en la cocina desde que terminamos de desayunar; ni quitaste la mesa.

—Perdón, me he expresado mal. Las he creado. Ahora mismo. Mirad.

Repitiendo el proceso, las partículas de luz se convirtieron en alimento. Era maravillosamente increíble.

—¡Impresionante! —gritaron todos.

—¡Qué chulada, Joselito! —Emma se había acercado demasiado, invadiendo su espacio personal.

—Las gracias a Patricia, ella fue quien me enseñó el hechizo. Es bastante sofisticado. Yo solo lo modifiqué. Ella lo usaba para crear tortitas de trigo, pero esas son muy insípidas.

—¿Qué más puedes crear? ¿Una hamburguesa? —quiso saber Aitor.

—Mmm... Solo cosas vegetales, nada animal. Aún falta afinarlo un poco. Sería realmente útil si pudiera crear empanadas gallegas con tan solo chasquear los dedos.

—Me da igual, con una burguer de seitán con toda la parafernalia y condimentos puedes, ¿no? Y que sea caliente, por favor.

—¿Te refieres a algo como esto?

Con un chasquido, la creó. Entre dos panes calientes de semillas se sésamo, una hamburguesa vegetal a base de gluten de trigo, lechuga, tomate, pepinillos y mostaza. Un palillo con una aceituna atravesada hacía de eje para que no se desmontara. Toda una delicia, aunque mejor si tuviera un filete de 200 gramos de ternera en lugar de proteína vegetal.

—¡Eres un dios, cabronazo! ¡Te quiero! —Rápidamente le hincó el diente—. ¡Buenísima! La magia es fascinante.

«Manda a la mierda cualquier ley de la física. Por supuesto que lo es».

—Entonces, ¿las donas que te sacabas de la nada y los vasitos de té? —inquirió Phoebe.

—Ah, esos. Sí, es lo mismo.

—Quiero mac and cheese —pidió la sirvienta.

—No puedo crear cosas de origen animal aún, te lo acabo de decir.

—¡Pues tofu con curry, entonces!

—¡Hay curry de anoche y tofu en la nevera! —le reprochó—. Y vamos a comer ramen o lo que queráis pedir cuando lleguemos, ¿tanta hambre tienes?

—Me pica la ceja, otra vez... —profetizó Phoebe.

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