Extra: ¡Vamos a los baños termales!

Parte 1

Por fin los habían soltado.

Si bien en parte fue porque las chicas lograron convencer a Mei-san con algo de ayuda de Shiro, fue el empujón de Oliver lo que les permitió abandonar su castigo de fregar platos. En el callejón, Mei-san les dio dos palmadas en la espalda a cada uno por su gran trabajo y colaboración y les dijo que se lo pasaran bien.

—¡Libertaaad! —exclamó Jose estirándose.

—Ay, lo mismo digo. ¡Libertaaad! —gritó a los cielos Carola imitándolo—. Y, entonces ¿os vais a las termas?

—Sí, así es. ¿Te vienes con nosotros?

—¡Por supuesto! Y ni se te ocurra espiar.

—¿Para qué iba a espiarte? Si no me gustas.

—¡Gulp! ¡Oyeee! Aunque no tenga sentimientos por ti, duele ser rechazada así, ¿sabes? Ten un poco más de tacto, que soy una chica.

—Esto... ¿Puedo preguntarte cómo habéis hecho para retirar el montón de chatarra que cayó en mitad de la carretera? —señaló con el dedo—. Selene lo hizo mierda con su Railgun. Volaron piezas y combustible por todos lados.

—Oh, eso es cosa de la División de Limpieza. Son buenos, ¿eh? Son quienes también fregaron vuestro desastre en Estepona cuando enfrentaste a Gai.

—¿Al punto de remodelar las calles que el Ayuntamiento pensaba hacer, en tiempo récord? ¡Su puta madre!

—Lo sé, es alucinante.

—Oh, ahí vienen. Jo, quería irme a comprar cosas yo también. Alguna sudadera chula.

La extrovertida amiga de Shiori corría en dirección a ellos dos. Simeon, Claudia y Aogami estaban algo disgustados, por no decir nerviosos. El tener poderes provocaba dos reacciones mayoritarias en la gente: volverlos un espectáculo andante o rechazarlos al ser un peligro para los demás. Aquellas dos chicas completamente normales se habían tirado las últimas dos horas presionándolos para que les explicasen qué fue eso que vieron. Lo gracioso era que ellas dos se peleaban por ver quién tenía la razón: Sayaka decía que eran superpoderes, mientras que Riko defendía que se trataba de magia. Sin saberlo, ellas mismas habían dado con la tecla.

—¡Qué pasa, Jose, Carola! ¡Enseñadme vuestros poderes, anda! ¡Sois los superhéroes de Shibuya!

—No vamos a hacer eso —se negó inmediatamente la soldado—. No son para jugar.

—Sí, no son ninguna broma. Habéis visto cómo quedó parte de la ciudad, ¿o no?

—Pero también podéis hacerlo en chiquito, ¿no? ¿Qué importa? Solo un poquito, porfi.

—Yo también quiero, quiero asegurarme que lo que vi no fue ninguna alucinación. Estoy muy segura que os vi usar magia, como en un anime.

Era complicado. ¿Debían decirles la verdad o no? Ya se lo contaron a sus amigos y algunos compañeros de clase, pero fue por necesidad (y porque fueron descubiertos). En este caso, decírselo a ellas no traería nada positivo. ¿O quizás sí? Ya los habían visto en acción, debido a que estaban con ellos fue que no se vieron afectadas por las ondas de anonimato de las máquinas de G.U.N. que vuelve a la gente «indiferente» hacia lo que sea que ocurra en la calle.

—Sayaka-chan —la interrumpió Shiori—. Ya te han dicho que no, déjalos. Se supone que la gente normal no debe saber de esto.

—¡¿Entonces por qué tú sí puedes?! ¡Y estoy segura que esos collares con cascabel que lleváis ocultan algo! ¡Algo mágico!

—Sí —añadió Riko—, esos accesorios no son en absoluto fáciles de conseguir. ¿Y son de plata de verdad? —dijo la chica de brillantes lentes colocándose bien la montura—. La plata es muy usada en invocaciones de demonios.

—¿Qué hacemos? —preguntó Rosie a los demás.

—Mmm...

—Yo sugiero que salgamos del callejón —dijo Marina—. Somos muchos, y vamos a levantar sospechas.

—Sí.

—Está bien.

—Cojonudo.

I'm OK with that.

Yes.

No tardaron mucho tiempo en desplazarse hasta un parque. Entre los Comandantes y las chicas ocupando los bancos y ellos en el suelo o los trastos del parque, casi formaban un círculo. Chocola andaba jugando con Nana en el tobogán de atrás.

—¿Y bien? ¿Quién quiere ser el primero? —habló Bonnibel Rose—. Porque yo, no.

—¿Lo hacemos todos a la vez? —propuso Jose.

—Ay... Venga, va.

—Qué remedio, ¿no? —suspiró Selene.

—Yo también me apunto —dijo Claudia levantándose del banco.

—Cuando yo diga, a la de tres —dijo Goldie—. Una, dos, ¡tres!

Al unísono, Goldie, Selene, Phoebe, Joseph, Rosie, Shiori, Shiro y Claudia mostraron su verdadera forma.

Un segundo par de orejas con pelo estilo espumillón brotó sobre sus cabezas, así como una cola.

Las pupilas de los ojos del grupo Lemon se volvieron más como las de un gato. Realmente destacaban las orejas de conejo de Claudia Kaiser, y la voluminosa y esponjosa cola de zorro de Selene Jazmín.

—¡¡¡Oooooooh!!! ¡¡¡Nekomataaa!!!

Kawaiiii!!!

Nada más verlos, se les echaron encima. Sayaka agarró a Jose y Riko a Goldie, y comenzaron a acariciarlos.

—¡Son de verdad! ¡Que son de verdad, tía! ¡Qué mulliditas!

—¡M-mis orejas! M-my cat ears, don't fluff them like that! N-nooo! Aahuaaa~... Hyan~! Ahhh...

—Qué bonito es, qué lindo. ¡Son tan suaves! ¿Uh? ¿Qué es esto tan duro...? —La garl miró hacia su entrepierna y sonrió—. Ho-ho~, así que te gusta en las orejas, ¿eh~?

—¡Shhh!

—¡Au!

Viendo a dónde se dirigía esa mano, Rosie le arreó un guantazo.

—... —La miró directa a los ojos, y descaradamente lo intento de nuevo—. ¡Au!

—¿Quieres el siguiente en la cara?

—Vale, vale, ya capto, ya paro. Te lo devuelvo, es tuyo —gruñó soltándolo de su agarre—. ¡Shiro, ven pa' acá!

—No gracias, no me gusta.

Thank you, honey! Creo... que he estado a nada de correrme...

Laisse-moi! Laisse-moi partir, je te dis!

—¡Es una muñequita! ¡Qué bonita es!

—¡Riko-san, por favor, suéltala! No le gusta que la cojan ni le toquen las orejas sin su permiso...

—¿Pero qué dices Aitor? Con lo mona que es. ¡Tienes una novia preciosa, Ai-Ai!

¡Crunch!

Le clavó los colmillos en el antebrazo, un buen mordisco teniendo en cuenta esos dientes de sierra.

La cara de la chica gafas palideció, al igual la de los demás al escuchar aquel crujido, el mismo que hace un hueso al romperse.

Itaaaiiiiii!

Goldie cayó de culo al suelo, haciéndose algo de daño. Pero se levantó de inmediato.

—¡Te dije que me soltaras, gafotas indecente lectora de códigos nucleicos!

—¡Aaaaaah! ¡Duele, duele! ¡Dueleeee! —vociferaba agitando la mano mientras lloraba—. ¡Esto realmente duele! ¡¿Por qué escuece tanto?! ¡Aaah! ¡Aaaaah!

Simeon se llevó la mano a la frente, Aogami agachó la cabeza como diciendo «Yo no los conozco» y Shisui, en su cintura, no dijo nada. Menudo espectáculo.

Oh my... ¡Voy a una farmacia a por desinfectante, tiritas y algodón! —gritó Shiori—. ¡En nada vuelvo!

—¡Espera, Marina, yo tengo en el bolso! —gritó Jose.

Parte 2

—Aaaau... Aaau... —gemía de dolor.

—Ya está, no tienes nada roto —dijo el muchacho retirando el algodón embadurnado en el líquido amarillo—. ¿Te encuentras mejor?

—Cómo duele... Esos dientes son un peligro tremendo.

—¡Grr! Te dije que me soltaras, ahí tienes.

—Ya, ya, calmémonos.

Habiendo terminado de curar la herida, Jose puso su mano sobre ella y comenzó a irradiar un brillo azul pálido. La herida comenzó a sanar a cámara rápida, cerrándose y regenerándose por completo.

—Ya está, como nuevo. ¿Puedes moverlo?

—Sí —respondió, meneando el brazo—. Increíble. ¿Esto es magia?

—Sí, soy un mago.

Mirándolos, podía entender fácilmente que no eran iguales, no eran normales.

—Entonces, Shiori-chan, tu color de pelo...

—Así es, Sayaka-chan, soy un gato tricolor. No es tinte como te estuve diciendo todo este tiempo. Perdón por mentirte.

—Disculpas aceptadas. ¡Sois todos tan lindos! Quiero abrazaros por más tiempo, pero no quiero ser mordida, ¡ja, ja, ja!

Sin decir nada, Shiro se sentó en su regazo.

—¿Oh? ¿Quieres mimitos?

Hai. Solo la cabeza y un poco las orejas, si me tocas la cola te morderé.

—Está bien. Yosh, yosh. Buena chica.

—¡Prrrrr!

—Realmente sois gatos, ¿eh? Y... es curioso, tenéis cuatro oídos. ¿Es por eso que os dejáis el pelo tan largo?

Esos ojos que brillaban peligrosamente, fijándose en un único objetivo: la increíble cola de Selene.

—¡Kitsune! ¡Ven aquí, Selene!

—¡Y una polla como una olla! ¡Ni se os ocurra tocar mi cola!

Sigilosamente, Riko, quien no había aprendido, la atacó. Comenzó a manosearla, disfrutando de su suavidad. Era algo adictivo, sus manos se hundían en el denso pelaje. ¡Era tan suave y cálida! Sus mejillas se tornaban de un color cerezo, sus orejas de zorro temblaban, y lágrimas asomaban en las orillas de sus ojos. Quedaba en claro que estaba completamente inmovilizada al haberle agarrado la cola, su punto débil. Al ser una zona especial, claramente a los gatos les ocurriría lo mismo y no les era nada agradable el que se la jalasen. Pero tal parece que en Selene tenía un efecto erógeno.

—Trae, trae, no se hace así —le dijo Jose, con aires de sabelotodo—. Así es como se acaricia una fluffy tail.

—¡Hiiii!

El movimiento de dedos era sublime, de todo un maestro. Se notaba que incontables veces había acicalado la cola de su (más que) amiga de la infancia. Selene no era capaz de ahogar los gemidos y fueron cuestión de unos pocos minutos que la hizo alcanzar el orgasmo, arrodillándose esta en el suelo, jadeando. No podía más.

—Así se hace. Aprende.

—Nnnngh... Cuando lleguemos... al barco... te voy... ¡a matar!

—¿A follar? —bromeó, picándola.

—¡Te voy a matar, jooo!

—Venga, no te enojes conmigo. Te encanta cómo te acaricio tu cola. Además, ¿no querías dormir conmigo hoy?

—¡Pues al final va a ser que no, te jodes!

—Oh... Qué pena.

La existencia de la magia, superhumanos que nacieron con poderes y bestiales. Parecía un cuento de hadas, pero era muy real. Costaba mucho asimilar que su amiga Shiori fuera una chica gato de esas que veían en los animes. Pero ahí estaba.

—No me extraña que Shiori-chan sea tan buena en Educación Física, si es una kaijin.

—Y, ¿qué poderes tenéis? —preguntó Riko.

—Pues... —Rosie no sabía qué decirles, sería quizá demasiado duro decirles «somos mejores que vosotros en todo»—. Tenemos mucha fuerza, somos muy rápidos, y tenemos sentidos muy agudos.

—Mmm... Me lo imagino, Shiori tiene muy buen oído y olfato, detectó que había un fuego en la sala de profesores desde una segunda planta. Alguien se dejó su comida más tiempo de lo debido en el microondas y salió ardiendo.

—No fue la gran cosa, de verdad. Solo olí a quemado y ya está.

—Pues sí, tenemos muy buen olfato y vemos bastante bien en la oscuridad. ¿Sí, Riko? ¿Por qué levantas la mano?

—¿Cómo de fuertes y rápidos sois?

—Tenemos una fuerza bestial y una velocidad sobrenatural. Podemos movernos más rápido que el sonido y aplastar un tanque blindado con las manos desnudas y levantarlo.

Las dos chicas humanas se miraron a los ojos, consternadas. Sabían de antemano qué era lo que ellas dos iban a decir: «¡Qué miedo!».

—¡¡Eso es genial!!

—¡¡Qué malote!!

—¿Ah?

—¿Qué más cosas chulas podéis hacer?

—Yo con mi magia, pues bastantes cosas chulis —dijo Jose—. Me manejo muy bien con magia de fuego, agua y viento, pero lo mío es pelear táctico. O a lo muy bestia, según el enemigo que enfrente.

—Yo controlo el agua —explicó Marina inflando su pecho con orgullo.

—Yo domino la electricidad y el magnetismo —siguió Selene, dándole un chispazo a Jose.

—Ay, eso duele.

—Yo puedo controlar mi sangre —presentó Aitor su habilidad, creando una espada roja.

—¡Alucinante! —exclamó la chica de las gafas.

—Y asqueroso —rio Sayaka—. ¿No te da anemia?

—Yo puedo manejar cualquier clase de tecnología, una tecnópata —se presentó Emma.

—Telequinesis. —Simeon no quiso profundizar demasiado.

—Proyección astral. Bonita, ¿verdad? —les dijo Claudia.

—Ay... —Aogami no tenía ganas de seguir con el tema, le cansaba—. Provocar temblores. Puedo causar terremotos y ondas de choque.

—Y yo tengo el poder de bajar bruscamente la temperatura —suspiró Carola—. ¿Nos vamos para las termas o no? Estoy toda empapada y apesto a sudor.

—Pues no me hueles mal, Carola.

—¿Eres un pervertido?

—No, solo te estoy diciendo que no hueles mal. Tienes un sudor agradable.

—Eres un pervertido —zanjó ella.

—Es un pervertido —sentenciaron las dos estudiantes de preparatoria.

—No, no, no, Jose puede ser bastante pervertido —acudió Selene en su defensa—, pero cada persona tiene un olor corporal único, y nosotros podemos notar ese olor, aparte del sudor. Nos da información como el estado de salud o qué comió recientemente. Incluso si esa persona está ovulando o se ha quedado embarazada.

—¡Oh! ¿Feromonas? ¿Las detectáis?

—Eso es, Riko-chan.

—Joder, realmente como un gato.

—Prrrr —ronroneó Shiro.

—Y, ¿qué hay de los cascabeles?

Chocola y Nana corrieron hacia sus padres. Estaban aburridas ya de jugar y verlos charlar.

—¡Papá, ¿cuándo nos vamos a las termas?!

—Estoy cansada, papá, mamá. ¡Ru!

Simeon cogió a su hija en brazos y Jose acarició la cabeza de su hija. Con un toque, desactivó el hechizo del cascabel y las dos pudieron verla tal y como es.

—Veréis, los semihumanos cuando son pequeños no controlan bien el cambiar de forma —les explicó amablemente Phoebe—, y estar en forma humana todo el tiempo es agotador, hasta que te acostumbras. Con el cascabel puedes manipular la percepción de los demás, ocultando tu verdadera apariencia y así hacer vida normal. Lo malo es que no funciona con algunas personas y los magos. El hechizo está en la campana, que sean de plata u oro no tienen nada que ver, es solo estético.

—Magia, magia de verdad —exclamó Riko asombrada.

—¿Puedo aprender yo a hacer magia?

—Hay que estudiar mucho, Sayaka-chan. ¿De verdad quieres? —le dijo su mejor amiga.

—Pasando... Qué asco me da estudiar. ¿No hay que manejar una energía mística o algo así?

—Claro, eso y entrenar muy duro todos los días. O cada dos o tres días, para dejar descansar al cuerpo —desarrolló Bonnibel—. Correr 10 kilómetros todos los días, 100 flexiones, 100 abdominales y 100 dominadas. ¡Y 6 horas de estudio diario!

—¡Qué pereza...! —Sayaka se dejó caer de solo pensar en todo el esfuerzo que habría que hacer—. ¡Oh! Una cosa, podéis cambiar de forma, ¿no? ¿Podéis transformaros en un tigre?

Él sabía que iba dirigido a él, perfectamente podía oler sus intenciones, así como esa colonia para mujeres muy popular entre chicas por su olor dulce y sensual.

—Tú lo que quieres es verme desnudo y montarme, ¿no? ¿O prefieres que te monte yo? —espetó realizando una mirada felina muy picante.

Rosie le metió una colleja por decir eso.

Parte 3

De camino a las famosas termas que les recomendaron las gemelas, la casa de baños Sakura, se vieron con ellas en el punto de encuentro que acordaron. Lástima que Ichigo, alias «fresita» no pudo ir con ellas. Resulta que su novia Asuka descubrió la verdadera apariencia de la hermana del hombre lobo, y por ende la suya también, y habían quedado para ir a dar un paseo después de las clases. El tema de conversación inmediatamente cambió al porqué le decían «fresita» y salió el tema del olor corporal y que casa uno de ellos olía como un ambientador frutal: los Lemon a limón, Rosie a lavanda, Claudia a uva, Chocola a chocolate, etc.

—Ya ves, no viene el muy perro con tal de estar con la novia. Podríamos haber venido todos juntos.

—Cierto, cierto. Pero le da vergüenza.

Y fue precisamente en ese momento cuando la Paladín de Masters, Carola, se percató de algo un tanto extraño.

—Para el carro un momento —dijo la rubia parándose en seco—. Qué bien habláis todos español, ¿no? ¿Hasta vosotras dos, Sayaka-san y Riko-san, habláis español?

—¿Aah? ¿Qué dices? Si yo estoy hablando en japonés, y tú también.

—¿Perdona? Si yo de japonés sé lo mismo que de chino: nada. Si acaso algunas palabras sueltas por ver anime y leer manga.

—¿Qué? No —atajó Simeon—. Estáis hablando todos en inglés. ¿Cierto?

—Yo os escucho a todos hablar en japonés... —dijo Aogami tímidamente—. ¿Pero incluso Chocola...? Esto es muy raro.

—¡¿A qué sí, Aogami?! ¡No estoy loca, ¿veis?! Os entiendo a todos hablando en español.

—¡Pero qué dices! Si te estoy escuchando hablar en japonés ahora mismo, tía.

Los magos dieron un largo suspiro y Rosie se llevó la mano a la frente. ¿A estas alturas se dieron cuenta de lo que sucedía?

—Realmente sois lentos, ¿eh? —espetó la gata de cabello negro—. Mira que llevamos tiempo usando este el hechizo de traducción instantánea de Bonnie.

Al parecer, eso los dejó más confusos de lo que ya estaban. La vampiresa trataba de contener la risa. En cierta forma le recordaba a una travesura muy parecida a aquella de la torre de Babel.

—¿Cómo?

—Ay... —suspiró—. El único que sabe japonés del grupo es Jose, y aun así es solo hablado, y el inglés no es que se os dé de fábula que digamos. Lo que hace este hechizo es que la persona que escucha entienda lo que la otra persona dice en su idioma natal, o aquel que mejor se le dé. Usa el sistema de entrada que usamos naturalmente para hablar idiomas. ¿Pilláis ahora?

—¡Ooooooh!

—¡Nada de «oooh»! ¿Cómo coño no os habéis dado cuenta hasta ahora?

—Vale, a ver si lo he entendido —interrumpió Claudia—. Las chicas están hablando en japonés, pero Carola entiende todo lo que dicen como si ellas hablaran en español, y ellas perciben que Carola habla en japonés, cuando en realidad ella está hablando normalmente en español. ¿No? ¿Es eso?

—Bingo. Alguien que lo comprende. Sigamos andando, anda, anda...

—Me ha recordado al meme este del americano que se golpeó la cabeza y comenzó a hablar en español cuando jamás dio el idioma —comentó Emma—, adrede, Jose, Goldie, ¿vosotros dos en qué idioma entendéis lo que dicen?

Los dos primos se miraron por unos segundos, pensando qué responder.

—Depende; unas veces los escucho en español y otras en inglés.

—Yo igual, aunque mayormente más en español que en francés.

—Claudia, ¿tú no lo escuchas en alemán?

—Haha, no, no, si bien lo hablo, el inglés es mi lengua materna.

—Pero no hablas mal el español, chica.

—Eso es gracias a las misiones, realizamos muchas de ellas en España, y que en las academias de G.U.N. se da inglés y español, después de todos son los idiomas más importantes. Si eres capaz de hablar otros, bien por ti.

Parte 4

—Ah...

—Eh...

Nada más llegar finalmente a la famosa casa de baños Sakura Onsen, el charlatán grupo se detuvo en seco al pararse Rosie y Jose tan de golpe. Había una chica de su misma edad frente ellos. Por sus facciones parecía ser europea. Larga melena de color azul cobalto, ojos de color rojo y vestía un top rosa y bermudas vaqueras rasgadas.

—¿Q-qué pasa? ¿Por qué os paráis de golpe? —preguntó Phoebe.

—¡R-Regina! ¿Qué haces tú aquí?

—¡E-esa debería ser mi línea, Joseph Lemon! ¿Qué hacéis vosotros dos aquí?

—Hemos venido a relajarnos, claro —intervino Rosie—. ¿Qué asuntos tienes tú aquí en Japón?

—¡Vi-vine por el escándalo del demonio de nivel medio-alto, por supuesto! Pero para cuando llegué ya había sido derrotado. ¿Habéis sido vosotros?

—Oe, oe, ¿qué les pasa a estos tres? Están más rojos que un alto horno —dijo Aitor.

—~~~.

—~~~.

—~~~.

«¿Qué demonios pasa con este ambiente? Se puede cortar la tensión con un cuchillo perfectamente», pensó Marina Hala.

—Papá, ¿la conoces? ¿Es una amiga tuya?

—S-sí... algo así, cariño.

—¡S-sí, es una amiga de mamá y papá! —continuó Rosie Redd con la muy obvia mentira.

—¡D-de eso nada, no nos conocemos!

«Está claro que sí que se conocen... Aquí ha pasado algo, fijo», pensaron todos.

Justo a su lado, un joven de cabello oscuro y brillantes ojos rojos se materializó, portando una túnica negra.

—Maestra, ¿quiere que me deshaga de ellos? Especialmente del gato a quien tanto odia.

—¡QUE NO ME LLAMES GATO, PUTO!

—¡¿De dónde ha salido este pavo?! ¡Da miedo y está buenorro! —chilló Sayaka.

—¡Qué increíble poder mágico, joder! —exclamaron las gemelas Makishima, retrocediendo al sentir su imponente aura.

«Así que un dragón, ¿eh?», sonrió Bonnibel Rose hacia sus adentros. «Interesante, ¿quién es esta chica?».

—¡No tan rápido, Fafnir!

Inmediatamente, Kon adoptó una forma física. Shisui hizo lo propio, preparada para combatir al enemigo.

—Si buscas bronca, la tendrás. ¡¿Eh?!

—¡Una kitsune de verdad! —vociferó Riko.

—¡Esa espada se ha transformado en una tía! —gritó Sayaka.

—Tks. Tú de nuevo... ¿Que no estabas fuera de servicio?

—¿Qué ocurre, Fafnir? ¿Qué ha pasado con esa arrogancia de hace tan solo unos momentos? —intentaba provocarlo la chica zorro de cola nevada—. Oh, claro, sabes que no puedes vencerme solo con mirarme. Lógico, es normal que no te guste, eres de sangre caliente, y el orgullo de los dragones está por encima de todo.

—¿Creen que le tendría miedo a una vieja espada oxidada que cobró vida y a una zorra de nieve?

—Oh-ho-ho, ahora sí te la has ganado, esta noche cenamos lagarto. Amo Aogami, no se entrometa, esto es personal.

—Deberías —replicó Kon claramente muy enojada, la temperatura comenzaba a descender bruscamente, por debajo de los cero grados—. La última vez que peleamos no terminaste muy bien parado que digamos, ¿o ya no te acuerdas?

—Tú tampoco es que salieras del todo ilesa, ¿o me equivoco?

—Ja, ja. Es gracioso, ¿pero no eres un poco pequeño para tu especie? Y eso que te haces llamar el «Rey de los dragones». Apuesto a que también lo tienes chiquito.

—¿Y tu forma verdadera no es un poco grande para un zorro demonio? —espetó cruzándose de brazos—. Tchs, ¡hahaha!

—¿Me acabas de llamar gorda, lagarto de mierda?

—Así es, tragadora de magdalenas. ¡Adicta a las videoconsolas!

—¡Cierra la puta boca, comedor de piedras y gusano de biblioteca! ¡Al menos yo no como carbón y leña!

—¡Oigan, ustedes dos, hagan las paces y cojan de una vez! —gritó Sayaka desvergonzadamente.

—¡S-Sayaka-chan! ¿Qué haces? ¿Te has vuelto loca? —la regañó la gata tricolor.

Por algún motivo, aquello pareció surtir mucho efecto, ruborizándose ambos y apartando la mirada al suelo al igual que sus dueños.

—¿«M-mamá y papá»? ¿Es vuestra hija? ¿Cuándo fue que la preñaste?

—¡No seas idiota! ¡Es fácil ver que nos parecemos lo que una castaña a un huevo!

—Jose-senpai, Rosie-senpai, ¿quién es esta persona? —les cuestionó Shiro.

—Sí, darling, ¿esta quién es? ¿Y por qué os lleváis tan mal? ¿Ocurrió algo?

—¡N-NADA! —negaron los tres a la vez—. ¡NO SUCEDIÓ NADA!

Sospechoso, muy sospechoso esa manera tan rotunda de negarlo. Quizá presionando un poco más...

—Oh, ya entiendo. ¿Ocurrió algo sexy? ¿Con resultados sexuales? —bromeaba Goldie.

—...

—...

—...

Uno se rascaba el brazo como si tuviera sarna, una no paraba quieta con el pelo y la otra no dejaba quieto el piececito, taconeando.

—¡Oye, no me estéis jodiendo! ¿Es en serio?

—¡E-eso no importa! ¡Termas, entremos a las termas! Vamos, Regina, ¡hahaha!

—¡Sí, vamos todos dentro! ¡Venga, que se hace tarde! —los animó Rosie

Los tres demonios se quedaron fuera, en silencio.

—¿A qué vino eso...? —habló el dragón.

—Ni idea —dijo Kon—. Veo que tú tampoco sabes nada.

—A saber, pero parece que no quieren hablar del tema. ¿Qué cosa tan desvergonzada hicieron como para no poder ni mirarse a la cara?

Abandonando la postura de combate, dejaron caer los brazos y suspiraron.

—En cuanto a ustedes, ¿qué tal si toman su consejo, se relajan e intiman un poco?

—¡Tú cállate! —le gritaron.

Parte 5

Habiéndose dividido en dos, los chicos se dirigieron al vestuario, igual las chicas. Shisui y Kon fueron las primeras en desvestirse, la primera desabrochándose el kimono y la segunda la yukata, doblando sus ropas y guardándolas en la cesta con cuidado. El rebote de los grandes pechos de la katana las intimidó.

—Qué grandes —murmuró Regina.

—Guau, ¿no llevabais nada debajo? Os va el exhibicionismo, ¿no?

—Qué piel tan bonita tienes, Konnie.

—Vas a hacer que me sonroje, Riko-chan. Deja de tocarme, por favor.

—¿De verdad este cuerpo está hecho de magia? Es tan real...

¡Plaf! La golpeó en toda la cara con su voluminosa cola.

—Mi cola no se toca. ¿Queda claro?

Siguiendo su ejemplo, hicieron lo mismo.

—¡Hah~! ¡Libre de sujetador! —gimió la hawaiana.

Toda la atención se dirigió hacia cierta pelirroja escocesa en cuanto esta se quitó la camiseta.

—Menudas ubres, deberías apellidarte «Cow» en lugar de «Fox» —escupió Yuki.

—No, no, deberías llamarte «Megan» —continuó Kaori—. Eres «porntástica».

—¿Queréis dejarme ya en paz? —rechistó Emma—. Tened en mente que os saco 5 años. Tenéis 16 apenas recién cumplidos, estáis creciendo.

—Pero al menos tu sostén sostiene tetas... —comentó Shiro sintiéndose muy inferior, palpando su modesto busto y comparándolo con el de Marina.

—Sí, eso desde luego. —Goldie estuvo de acuerdo—. Y por aquí hay otra a la que todos los nutrientes se le van a los pechos, ¿no, Phoebe?

—¿Y qué quieres que le haga?

—¡Te han vuelto a crecer! Aunque es normal, te hartas a cerveza y papas fritas.

—¡Goldie!

—¡Oh, claro! —exclamó Kate—. Tengo una idea, hagamos una «Alianza de Doncellas Planas». Shiro, Goldie, demostrémosles que nosotras también lo valemos. Shiori, tú también. Rosie, Selene, Kon, estáis invitadas a la asociación, y...

—Lo siento, no me interesa —declinó Shiori.

—¡No estoy tan plana, idiota! ¿Quieres un puñetazo? —replicó Rosie.

—Eso mismo, ¿quieres un chispazo?

—A Shiro tampoco, sabe que cuando crezca serán grandes. Estoy bien por el momento. Um.

—¡Venga, no podéis traicionarme así! —se quejaba pataleando como una niña chica—. ¡Bonnie!

—Pasando —contestó—, Emma tiene razón.

—¡Pero si tú te vuelves mayor, hija de puta! —la enfrentó Goldie—. ¡Serás hipócrita!

—¡Me vuelvo mayor para trabajar, nadie en la Facultad, ni mis alumnos ni compañeros me tomarían en serio si fuera como una niñita, imbécil!

—¡Kon! Al menos tú deberías estar enojada, ¿no? Los espíritus no envejecéis, te verás así para siempre. ¿No tienes reclamaciones que hacerle a mi primo?

—¿Por qué debería estar enojada? Me gusta como soy. Además, tenerlos tan grandes es un dolor de espalda, metafórica y literalmente. ¿No, Emma, Shisui?

—Sí, a veces los hombros se cargan y es un asco, por no decir la cantidad de miradas innecesarias que atraen.

—¡Mamá, voy a dejarle la ropa a papá! —le dijo la gatita castaña a la gata de brillantes ojos verdes y pelo negro como el carbón.

—Venga, va. Te esperamos antes de entrar al agua.

Parte 6

—¡Tío, no sabes el tiempo que llevaba queriendo hacer esto! ¡Se está tan bien! Agua calentita, al aire libre... Lástima que no sea de noche, me gustaría ver las estrellas.

—Sí, esto es la gloria —concordó Simeon—. Oye, ¿sabes de alguno de estos por allí?

—¿Eh? Supongo que paradores o ciertos hoteles que tengan baños termales naturales como este. No tengo mucha idea, la verdad.

—¿Nunca habéis ido a un onsen? —preguntó Aogami.

—Qué va, lo más parecido fue el spa de un hotel cinco estrellas por un aniversario de mis padres —le dijo Aitor.

A eso, Fafnir entró al agua y los tres se le quedaron mirando.

—¿Qué?

—Estás mamado, mira esa tableta —exclamó el chaval albino.

—Y tú estás liso como una tabla, Jose. Estás bien.

—¡Ya sé que estoy bien, Aogami! Pero quiero tener ese six pack. Y tú también estás bastante fuerte, ¿eh?

—¿Qué te crees? ¿Que no entreno?

—Debería entrenar yo... me estoy poniendo algo fofo —habló Simeon pellizcándose la barriga—. ¿Creéis que dependo demasiado de mis poderes psíquicos?

—¡Sí! —respondieron todos a la vez.

—Oye, con que uno me lo dijera bastaba, ¿eh? Tampoco hacía falta decirlo con ese tono.

—¿Quieres entrenar conmigo, Simeon? —le ofreció el novio de Goldie—. Cloe es entrenadora personal, te va a meter mucha caña.

—Por cierto, Fafnir, ¿qué te pasa con Konnie?

—¿A mí? Nada. Simplemente no nos llevamos bien, eso es todo. ¿Qué te pasó con Regina?

—Eso me interesa. Cuenta, cuenta.

—Sí —asintió Simeon—, nunca te he visto de esa manera.

—Qué os gustan los chismecillos, ¿eh? No voy a decir nada del tema, lo prometimos.

—Venga, Jose, somos colegas del alma. ¿Qué sucedió?

—¡Ja, ja, ja, ja!

Las risas de las chicas se oían del otro lado de la valla. Por un momento se olvidaron que en realidad ambos baños se encontraban muy próximos, y que tan solo aquel muro de tablones de madera impedía que se volvieran uno.

—Parece que se lo están pasando bien.

—Aquí hay demasiado silencio, solo estamos nosotros...

—Yo quisiera que Chocola estuviera aquí, pero con Rosie ella estará bien.

—Sí, yo también quisiera que Nana se hubiera venido para acá. Oye, Jose, ¿puedes...?

—¿Puedes...?

—¿Puedes pedirla a tu hermana que me haga unos vestidos?

—¿Um? Pídeselo tú.

—No puedo, por eso te lo estoy pidiendo.

—¿Qué es?

—Me gustaría encargar un vestido de enfermera sexy como el que tiene Rosie. Pero en blanco, no el rosa. Y también uno de policía sexy y el de sirvienta cachonda.

—¡Oh! Así que te gustó, ¿eh? ¿Sirvienta normal o escote revelador?

—Revelador —dijo hundiéndose en el agua, haciendo burbujitas.

—¡Hahaha! Qué pillo eres, Simeon —rio Aitor García.

—Joseph, quiero hacer un encargo —expresó Fafnir.

—¿El qué?

—Quiero comprarle un vestido a la señorita Regina. ¿Qué me recomiendas?

—Mmm... Tenemos vestidos de verano, ahora llega la temporada de otoño, y si quieres algo sexy, también tenemos. ¿Quieres lencería picante? Sé alguna que podría encantarle.

—No es eso, idiota. ¿Quieres que te mate? Como le pongas un solo dedo encima, verás.

—Entonces ya estoy muerto —dijo acomodándose, apoyando la espalda contra la roca y levantando las piernas, cruzándolas a la par que usaba los brazos como almohada—. No solo le puse mis dedos encima, sino también le metí la po...

Se fue de la lengua. De inmediato se cubrió la boca con ambas manos para callarse, bajó la guardia demasiado.

Un aura asesina, densa y oscura. Fafnir estaba realmente enojado.

Los ojos de Jose brillaron fuertemente oponiéndose al rey de los dragones y este cayó desmayado en el agua, hundiéndose hasta el fondo.

—¿Qué hiciste? —exclamó Kusanagi.

—Solo lo he noqueado. Tranquilos, estará bien —los intentó calmar Aitor.

—Aprendí a hacer esto hace poco, así que realmente no controlo la fuerza que ejerzo. Puede que me haya pasado.

—Entonces no «está bien», cabrón —rechistó el espadachín.

—¿No se ahogará? —preguntó el Emperador, preocupado.

—Es un espíritu, no necesita respirar. Déjalo ahí tirado, no molesta.

—A mí sí, parece un cadáver.

Sacándolo fuera del agua, retomaron el tema principal.

—Entonces, ¿te la follaste?

—Como he dicho, no voy a decir nada.

—Realmente eres de lo peor —lo insultó Aogami.

—Habla el que sale con las gemelas Makishima a la vez. Aunque, no te miento, yo también lo haría. Dos novias por el precio de una, wow.

—Tío... tienes un puto harén a tu disposición. ¿Con quiénes lo has hecho ya? Aparte de tu esposa Rosie y tus amantes Shiro y Shiori. ¿Aún con Selene y Marina no?

—Simeon, no te olvides de añadir a Regina a la cuenta. Lo ha dicho él mismo.

—¿Tengo que electrocutaros para que olvidéis ese dato? Estamos sumergidos en agua cargada de minerales, así que va a doler, la conductividad del relámpago será muy alta, y ninguna barrera de ningún tipo os salvará de esta. Nada ocurrió entre nosotros aquella noche de fiesta, ¿queda claro?

Los Comandantes y Aitor tragaron saliva. El familiar se puso en pie, medio aturdido.

—E-está bien, pero deja de emitir destellos eléctricos. Con tanta agua alrededor eso da miedo, Jose. No es para hacer bromas.

—Gracias. Volviendo al tema, Blau, ¿no necesitas comprar ropa para Shisui? Solo lleva ese kimono hecho de magia. Y nada de ropa interior debajo.

—Tienes razón, debería comprarle ropa bonita. ¿Pero qué podría gustarle?

—Pregúntale y dale una sorpresa —le sugirió su superior—. ¿Qué tal si vamos todos en una cita múltiple de compras?

—Venga. Adrede, ¿tenéis ya un contrato formal ella y tú? Lo digo por cómo se materializó.

Se puso todo colorado y apartó la mirada. Aitor dio en la llaga.

—¡Oooh, felicidades! Blau-chan, te has graduado. ¿Qué? Cuenta, ¿cómo es?

—Escupe, Aogami. Es bellísima, ¿qué tan buena es en la cama?

—La verdad... era nuestra primera vez. No fue nada mal, un poco torpes... Muchos nervios, muchos besos...

—Bueno, eso es normal. Tanto tú como ella eráis vírgenes.

—¿Tocaste sus pechos? ¿Qué se siente? Son más grandes que los de Claudia.

—¿Son blanditos, Blau?

—Son muy elásticos y suaves, como mochi. Y es muy sensible, es fácil hacerla gemir, eso me sorprendió.

—¡Anda!

—Mira, así «coges» experiencia para cuando te llegue el momento con Yuki o Kaori, ¿o prefieres un trío con las dos? Sabes que son fáciles de convencer esas dos kouhais.

—Has llegado lejos, Aogami. Bien hecho, tío. Estoy muy orgulloso de ti.

—Cerrad el pico, los dos... Simeon, ¿estás llorando de verdad?

—Son lágrimas de cocodrilo, idiota, pero claro que estoy orgulloso de que por fin hayas dejado de ser un virgo otaku que apenas sale de casa.

Parte 7

—¡Flotan! ¡Realmente flotan en el agua! Son melones.

—¡¿Queréis dejarme en paz, hermanas chismosas?!

—Regina, ¿tú ves sin las lentillas? —preguntó Carola.

—No de lejos, pero no pasará nada si no las llevo.

—Chocola, Nana, dejad de nadar, estamos en un baño, no en una piscina.

—No pasa nada, Rosie, déjalas que se diviertan —le dijo Claudia—. Son niñas.

—La verdad, son bastante grandes —comentó Kon.

—Sí. Es por eso que prefiero llevar kimono o yukata.

—¿Sabes qué copa es?

De un solo vistazo, Phoebe lo dijo.

—86 centímetros, copa E. ¿Quieres que te diseñe un sujetador personalizado, Shisui?

—¡La madre que la parió!

Ella sonrió e hizo que su ojo izquierdo brillara de una manera siniestra.

—También puedo medir los paquetes, ¿sabéis? ¿Algún dato que queráis saber de Ai-Ai, mi hermano, Blau-chan o Fafnir? Con este ojo mágico no hay secretos. Sea longitud, anchura o diámetro, estando flácido o erecto. Phoebe lo ve todo.

—Siempre lo digo, el Ojo Espiritual es una habilidad aterradora.

Bonnibel se arrepentía profundamente de haberles enseñado a desbloquear y dominar ese poder. ¿Puntería perfecta? Los cojones. Claramente ellos iban a hacer uso de la habilidad para lo que se les diera la gana, fuera bueno o no. En ese aspecto los bestiales eran muy hedonistas; ¿pero quién no lo haría? Esperanza de vida de siglos, cualquiera haría lo que quisiera tranquilamente.

—Carola, una pregunta. Tú estás en la misma unidad que William, ¿no?

—Eh, sí.

—¿Conoces por casualidad a una rubia tetona con la que él suele hablar mucho?

—¿Rubia tetona, dices...? Ah, ¿te refieres a Susan? ¿Verdad que está buena? Tiene a todos loquitos, incluso atraía la mirada de Aogami como un imán.

—¿Susan se llama?

—Sí. Realmente pasa mucho tiempo con ella, los soldados están verdes de envidia. ¿También estás celosa tú?

«¿Tú qué crees?» decía su mirada.

—Tranquilízate, es una prima suya.

—¡¿Una prima suya?!

—¡Ja, ja, ja! Si hubieras visto la cara que has puesto. Chica, si tienes alguna inseguridad o cualquier cosa, habla con William, que sois pareja. Mira, será un cabeza de chorlito y tendrá la cabeza llena de aire caliente, pero él no es para nada infiel, de eso nada. Te lo aseguro con una certeza absoluta. William te ama. Ha llorado por ti y todo porque no le devolvías las llamadas ni respondías a sus mensajes.

—O-oh... Ahora me siento como una idiota.

—Los dos lo sois. No me extraña que os queráis mucho. Invitadme a la boda, ¿eh? Que os he arreglao el matrimonio, tortolitos. Quiero ser la madrina del bebé, ¿queda claro?

—Um... Um...

—¿Qué te pasa, Shiro-chan? —dijo Marina—. Las estás mirando mucho. ¿No sabes nadar?

—No... No sé nadar.

—¿Quieres que te enseñe, Shiro? Es muy fácil, solo tienes que moverte como un perrito —dijo Chocola.

—¡Sí! Y mueve los pies como si fueras en bicicleta. Así no te hundes.

—Parece complicado... Y vergonzoso que alguien menor que yo me enseñe a nadar...

—Shiro, eh, ¿quieres que te enseñe yo? ¿O prefieres que Jose te dé clases? Los dos somos socorristas titulados. Chocola sabe nadar gracias a su papi Jose.

¡Ja! Eso es, voy a que Jose-senpai me enseñe.

Diciendo eso, salió corriendo del agua sin toalla al baño de los chicos.

—¡Oye, espera!

—¿Nadie va a detenerla?

—Déjala, solo estamos nosotros. Este sitio queda lejos de la ciudad y el verano acabó, todo el mundo regresa a la rutina.

Enseguida se oyeron gritos.

—¡Bomba va!

—¡¿Pero qué?!

—¡Huaaaah! ¡Shiro, ¿qué haces desnuda?! —chilló Simeon.

—¡¡Ahaaaah!!

—¡Hahahahahaha! ¿Qué te pasa, Aogami? ¿Te da vergüenza? Espera, ¿de verdad estás sangrando por la nariz?

—¡Senpai, ¿me enseñas a nadar?

—Claro, pero aquí no. Venga, siéntate en mi regazo. ¿Quieres mi toalla?

¡Ja!

Todas se quedaron en silencio escuchando esa corta conversación. Podían imaginarse la escena: sentada en el regazo de su senpai, siendo acariciada suavemente.

—Se la va a meter entera —bromeó Carola.

—Esa chica no parece tener mucho sentido común por lo que veo. Anda que meterse desnuda en el la zona de los hombres así.

—Bueno... Shiro-chan al parecer tiene Asperger —le explicó Marina—, y hay cosas que no entiende del todo bien.

—A-ah, perdón. No sabía.

—De todos modos no es que los bestiales tengan la misma forma de ver el mundo que nosotros —explicó muy por encima Bonnibel—. Goldie solía hacer lo mismo hasta que aprendió el concepto de vergüenza.

—¿Esta Goldie dices? —preguntaron.

—¡Claro que no! —saltó la gata aviñonesa.

—Ja, ja, se refiere a nuestra madre, chicas —dijo Phoebe.

—Carola —la llamó Rosie—, ¿tienes novio?

—Ahora mismo no estoy interesada en los chicos, pero sí que me gustaría echarme uno.

—¿Cuál es tu tipo? —la interrogó Marina.

—Que sea amable, que me haga reír, que me lo pase bien estando a su lado y pueda contarle todos mis problemas; que podamos confiar el uno en el otro. Que comencemos como amigos y luego vayamos a más, algo así.

—Oh, una romántica. Esto es raro hoy en día. Estamos ante una especie en peligro de extinción, amenazada por la presencia de zorras calientes, feminismo y la destrucción de la familia.

—¡Cállate, rubia de bote!

—Bueno, no hace falta ponerse así. Solo quería alegrar el ambiente, jooo.

—Entonces, tú y yo tenemos a la misma clase de chico en mente, ¿eh? —Rosie sonrió—. Escogí a Jose precisamente por eso. Siempre se preocupa más por los demás que por él mismo. Pensé que sería muy buen padre en el futuro.

—Sí... —Selene abrazó su propia cola y la escurrió como un trapo—. Pese a lo mucho que nos peleábamos, solo estaba de broma. Siempre ha sido muy tímido, y lo sigue siendo. Esa fachada de chico picante solo es para encubrir su debilidad. No quiere que le vuelvan a herir otra vez.

—Um, entonces que fuera el único macho de tu especie que conoces no tuvo nada que ver —apuntó Riko.

—Cierto. Pero lo que vosotras no sabéis es de su «otra cara».

—¿«Otra cara»?

—Sí.

Esa sonrisa felina estaba de nuevo dibujada en su cara, como si se sintiera superior. Se podría decir que era el equivalente de la estúpida y asquerosa sonrisa diabólica de su novio.

—Jose es muy inseguro de sí mismo; autoestima no le falta, pero duda mucho de sus habilidades. Pero cuando esa inseguridad se esfuma, fruto de un motivo por el cual olvidarse de todo e ir a tope, cambia radicalmente. No hablo de su «modo villano» de cuando se le cruza el cable o explota la ira acumulada. Hablo de cuando su confianza está al tope, en «modo sexo». Eso haría caer a cualquier chica rendida a sus pies.

Daba la ilusión de que Regina era una olla exprés, con vapor saliendo de sus oídos. Ella recordó aquella noche de fiesta en el puerto, en la que conoció ese lado suyo. Usando un DNI falso entró y bebió demasiado, emborrachándose. Con la tontería acabaron en su casa y el miz albino la empujó contra la cama, echándose encima y arrancándole la ropa. Ella en lugar de rechazarlo y empujarlo, lo besó. Nunca antes se había sentido así, tan caliente, tan bien. Lo hizo tanto con él como con Rosie. No sabía decir si el que sus padres estuvieran de viaje esa noche fue un golpe de buena o mala suerte. Aquel día se estrenó, y lo que tanto la molestaba es que no fuera con su tipo de chico ideal, sino con él. Un conocido al cual había visto un par de veces y era su rival como mago.

—¿Verdad, Regina?

—Cállate...

—Oh, así que sí lo acabaron haciendo.

—Toc, toc. ¡Buenas tardes! Traigo a una chica de vuelta que se ha escapado. Dice que quiere aprender a nadar conmigo en la piscina municipal.

—¡Papá! ¡Ru!

—¡Se le ve la pilila! —señaló Nana.

Él había entrado sin cubrirse lo más mínimo en el baño de la chicas, dado de la mano de Shiro. Por vergüenza, la mayoría sumergió el cuerpo (aunque no serviría de mucho), el resto se cubrió.

—¡Maestro, si vas a entrar, ponte una toalla!

—¡Wow! —exclamó Sayaka.

—¡P-pero tápate, Jose! —le recriminó Claudia.

—¡Pero si estás mirando por el hueco de entre los dedos, serás puta! —le gritó Goldie.

—Antes de que me tiréis cualquier cosa, muchas gracias por el festín —agradeció con una reverencia—. I'm out!

Y se teletransportó al otro lado de la valla.

—¡Espera, voy contigo! Tengo que hablar de algo importante —vociferó Carola.

Cogiendo la toalla y presionándola contra su cuerpo, brincó y saltó a la zona contigua, dejando impresionadas a todas.

—¡Kyaaaa! ¡Otra chica!

—¡No grites, maricón! ¡Y disfruta de las vistas!

—¡Joseeeeee, devuélveme mi toalla! ¡Simeon, no mires o te mato!

—¿Cómo quieres que no mire? ¡Estás delante mía!

—¡Cierra los ojos entonces, capullo!

Todas acordaron en «mejor ignorar eso».

—¿Habéis visto? Pedazo salto... —Sayaka estaba flipando.

—No ha usado sus poderes, ha sido fuerza física pura y dura —comentó Marina.

—Una humana normal ni de coña es capaz de hacer eso. Los Paladines de G.U.N. son unos monstruos —dijo Emma.

—Los Paladines de Masters son los superhumanos más poderosos de toda la organización. Solo la Mesa de Directores pueden desplegarlos, es por eso que mayormente no hacen nada, salvo cuando son enviados a misiones secretas, de máximo riesgo o en catástrofes —les narró Claudia Kaiser—. Y ella está en prácticas, al igual que nosotros en su momento. O sea, no le pagan; al menos cobra por misiones.

—Su puta madre, espero no tener que pelear contra ella.

Selene realmente pensó eso en voz alta. Sin usar transformaciones o modos de poder, ella fue capaz de intercambiar puños de igual a igual con Jose y Rosie. ¿Qué tan poderosa se volvería si aprendiera a usar senjutsu? Mejor ni pensarlo. Se saldría de la gráfica.

De hecho, los Comandantes y Masters se llevaban poca diferencia de poder. No todos los miembros del equipo eran igual de poderosos, en absoluto, pero sí que no había demasiada diferencia. Actualmente habían superado a Claudia, Aogami y Kyle, obviamente también a Gai. Con su nuevo modo. ¿Pero en un combate a muerte cómo desempeñarían? Eso era algo para lo que ellos, conocidos como «Ejecutores», fueron entrenados; los Supernovas no, de ahí solo Goldie, Jose y Marina tenían la sangre fría para asesinar, y quizás Shizuru, alias Shiro.

—Eres un hijo de puta.

—¿Por qué te tapas? Si eres bien bonita. ¿Verdad, Aogami?

—No vuelvas a hacer eso. ¿Quieres que me desangre?

—Oye, Blau —le llamó la atención su antigua compañera de equipo—, ¿también te desangraste cuando follaste con Shisui?

—¡¿Escuchaste todo?!

—Por supuesto, soy una genio. Mis oídos son tan fiables como una grabadora, y mi memoria es como una cámara fotográfica de ultracalidad.

—Oh, interesante. Serías una muy buena detective legendaria, ¿no, Carlota? Solo no me cortes con una guadaña que arranca los milagros y no tengas una obsesión con los palillos chinos.

—¿Cómo sabes mi nombre real?

—Digamos que no os esforzáis mucho en retorcerlo. Por tu forma de hablar, ¿eres de Córdoba, Carlota?

—Dime Carola, estoy de servicio y tiene que ver con mi poder de bajar la temperatura. Y sí, lo soy. ¿Conoces a Mati?

—¿La que se le mató el marido en un accidente de tráfico? Sí.

—Soy su sobrina.

—Anda, coño. Ya decía yo que me sonabas de algo. Entonces nos hemos visto ya más de una vez por la ciudad.

—¿Acaso hay alguna chica que no conozcas tú? —rechistó Aogami.

—Ao-chan celoso, hehe. Pero sí, este siempre ha estado rodeado de mujeres desde que nació. Está destinado a ser un rey del harem. Josele, ¿puedo preguntarte algo?

—¿Qué quieres? No me gusta esa sonrisita.

«Ahora es cuando ella le pide que salga con él, verás», pensó Simeon Evans.

—¿Cómo funciona el Ojo Mágico? Derrotaste a Aogami fusionado con esa técnica. ¿Tiene límites en cuanto a lo que puedas copiar?

—Bueno, no es fácil desbloquearla. Tienes que concentrar tu energía espiritual en los ojos; mejor concentrar todo en uno para mayor precisión. Es más sencillo así. Puedes hacerlo brillar en varios colores también.

—Vale, vale, ¿pero cómo furula la cosa? ¿Qué te permite hacer?

—Puedo ver las auras, le asigna un color a cada persona y con ello puedo ver cómo el adversario canaliza la magia. De esta forma, puedo ver de qué tipo elemental será la técnica, potencia y alcance. Así puedo copiar técnicas y hechizos, siempre y cuando comprenda en qué se basan la magia o poderes del oponente. Incluso patrones y estilos de lucha. El poder adelantarte a lo que hará tu oponente provoca la ilusión de que puedo leer la mente o incluso ver el futuro, lo cual es falso.

—¡Es un puto Sharingan!

—Te equivocas, esto no me permite crear ilusiones, ni evoluciona, ni me deja ciego; tampoco tengo visión microscópica, permite calcinar personas con la mirada, alterar la gravedad, abrir portales o encoger cosas. Y si no practico los estilos de lucha que copio, no puedo volver a usarlos. De hecho, si no sé a qué me enfrento, no puedo hacer nada.

—Jooo, entonces sí que es un Sharingan, pero uno de descuento. Un Sharingan que no puede hipnotizar ni crear ilusiones no es Sharingan que se valga, es una mera imitación.

—¡¿Para qué lo quieres más roto de lo que ya está, chica?! ¡Copia técnicas y estilos de lucha, joder!

—¡Sí! —gritó Aogami—. ¡El tío puede ver a través de los ojos del enemigo para ver el ataque que viene desde su perspectiva y así evitarlos!

—¡Eso, eso! Y que el cabrón puede teletransportarse sin necesidad de nada.

—¿Cómo que nada? Necesito un punto de referencia, Aitor, y lo sabes. Si no hay nadie a quien agarrarme no puedo saltar en el espacio. Ah, una cosa más, que se me olvida: puedo mejorar las técnicas que copio o combinarlas. ¿A que mola?

—¡Me retracto, está putamente rotísimo! Enséñame.

«El Sharingan puede hacer eso, ¿sabes?».

—Lo haré, pero quiero que me pagues.

—¿Cuánto pides? ¿6 euros la hora?

—Me pagarás con tu cuerpo.

Se sonrojó muy fuertemente, solo para decir «era broma» y estallar con una carcajada. Había incluso dejado mudos a sus amigos.

—¿En serio os la habéis creído? Aunque sonó terriblemente convincente.

—U-un poco nos la hemos comido, sí.

—Desde luego.

Luego de eso, silencio. Fafnir aún estaba cabreado por lo sucedido. Aquel sucio chico gato manchó a su ama. Aitor trataba de convencerlo de que esas cosas pasan, en especial cuando se está alcoholizado y de por qué los menores no deberían beber.

—Aitor, ¿puedo preguntarte una cosa, si no te importa?

—Hoy estás muy preguntona tú. ¿Es sobre los «poderes» de los bestiales para saber lo que otros piensan? Porque no, no leen la mente, escuchan el corazón de las personas: sus pulsaciones.

—No es acerca de eso. Me refiero... ¿Cómo es el sexo con Goldie?

—¿Ah?

—¿Eh?

—¡...!

—¡...!

—Quiero decir... Ya sabes, ella y tú... Es pequeña... La tienes grande...

Aitor se cubrió mejor con la toalla, algo avergonzado. Totalmente lo contrario a su mejor amigo, quien para qué iba a taparse, si le daba igual.

—Ah, por eso no te preocupes. Además, Goldie es bastante flexible, y muy ligera. Aunque aún más debe serlo Rosie. Ella hacía gimnasia rítmica hace tiempo. Imagina las posibilidades.

—Sí, mi Rosie llegó a participar en campeonatos a nivel nacional, y en judo también. A veces puede ser muy intensa en la cama.

—Les encaaanta el sexo. Goldie es capaz de hacerme seguir por varias rondas hasta dejarme seco. Al principio no podía mantenerme a la altura, parecía casi insaciable. Daba miedo.

Algo se cocía en la mente de Aogami. No solamente era ya el calor, sino que también se había excitado. Phoebe con aquel vestido mágico tan revelador, su amabilidad, la agilidad y sensualidad de las chicas gato, esa hambre de sexo cuando están en celo.

—Y les encanta que les frotes el pelito ese blanco que tienen en las orejas, son tan sensibles. Si quieres, puedes probarlo con Jose aquí mismo.

—¡Oye, no! Ni se te ocurra. Si haces que se me ponga tiesa, me la vas a tener que chupar, ¿eh? Te harás responsable por ponerme caliente.

—¡Ja, ja, ja! No. A lo mucho te haré una paja, pero ni de coña te la como. A menos que te sepa a polo de limón. Una pregunta para los dos: ¿las mamadas no son deporte de riesgo? Porque con esos dientes... qué miedo.

—¡Ja, ja! Sí, eso es verdad. Pero ese factor peligro es lo que las hace mucho más placenteras —admitió Aitor sin pelos en la lengua—. Dan muchas más ganas de disparar.

—¿Eh? ¡Eh, Blau! ¡¿En qué demonios estás pensando que estás tan contento?! ¡Como sea en Rosie, te mato!

—¡No, no, no, no, no no! No es Rosie. No es Rosie.

—Aah, me creía. Es mi hermana. ¿A que sí?

—¡¿Cómo lo has sabido?!

—No sé; la miras mucho, apartas la mirada, te sonrojas... ¿Te gusta Phoebe?

—Un poco... la verdad. Es muy bonita. Solo no me mates, por favor.

—Estaba bromeando, idiota. Y por supuesto que sé que mi hermana es bonita. ¿Tienes idea de cuántos chicos quieren salir con ella? Me pregunto si encontrará novio pronto, uno que no sea un terrorista.

—Joder, macho, menuda puñalada le acabas de meter.

—¡Carlota, me cago en la puta! No quiero a un Sasuke en la familia. Intentó matarnos, coño.

—¡Real! —dijo Aitor.

—Con una fusión imperfecta es normal perder la cabeza —puntualizó el dragón.

—Además, estoy seguro que lo que pasa es que se te ha metido por ojo al verla casi desnuda usando la «armadura» de Suzaku.

—...

—¿Y Kyle? —quiso saber la Paladín en prácticas.

—No quiso venir; está enfadado por lo que le dijeron Shisui y Jose.

—¡Buenas tardes! Oh, ¿qué hace una chica tan linda aquí?

—Buenas tardes, señor —respondieron ellos.

Parte 8

—Ay... No me puedo creer esto. ¿Un ladrón de ropa interior? ¿En serio?

Habían sido citados por las mujeres en el hall de la casa de baños. Había un ladrón. Ver el ameno baño interrumpido por la escandalera de la dueña del dragón servidor ya era bastante, ¿pero ahora esto? Él quería seguir charlando y disfrutando de las vistas, del ambiente, no estar en el hall con una toalla atada a su cintura. A diferencia de ellos, las chicas se había vestido.

—Me recuerda esto a las escenas clichés de los detectives en las series gringas.

—¡De aquí no sale nadie hasta que aparezcan mi sujetador y mis bragas! ¿Queda claro? —anunció Regina—. Más vale que el culpable salga pronto o la cosa se pondrá fea.

Jose regresó de hablar con la encargada del lugar.

—Esa anciana está legalmente ciega, tampoco se entera de nada de lo que le digo. Ya hemos llamado Rosie y yo a la policía.

—Bien hecho, Joseph. Ahora, ¿cuál de ustedes, hombres de pacotilla, ha sido el chorizo? ¡¿Eh?! Solo un cobarde pervertido de mierda ha podido hacer esto. ¿Cuál de vosotros ha sido? ¡¿Eh?!

—Quiero que me trague la Tierra y desaparecer —gemía Fafnir, ante el ridículo que estaba haciendo su dueña.

Darling, ¿no puedes usar tu olfato para dar con la ropa interior robada? Shiori-chan y Selene están en celo, aprovecha.

—Ojalá, pero hay esencia del jabón y champú en el aire, vapor de agua y esas cosas. Imposible.

—¡Mecachis!

—Regina, cálmate —le dijo Carola—. Ninguno de los chicos ha sido salido de su zona, te lo digo yo en calidad de testigo, que he estado ahí en todo momento.

—¡¿Por qué no te volviste con nosotras si entraron más hombres?!

—Estaba cubierta por una toalla y charlando con ellos detrás de una roca, nadie salvo un anciano me había visto, o al menos hasta que chillaste.

—Mmm... ¿Qué podemos hacer? Quiero de vuelta mi ropa.

—¡Sugiero inspeccionar las pertenencias de todos: bolsos, maletas, mochilas y demás! —propuso Kate.

—¡Buenísima idea, sí señor! Es raro, pero no podemos descartar que una mujer se robara la lencería. Fafnir, adelante.

—¿Por qué una mujer iba a hacer eso, tía...? —rechistó Aogami agotado.

—¡¿Qué os creéis?! ¿No habéis escuchado nunca de los derechos de la propiedad? No podéis hacer eso. Llamad a la policía, que me quiero ir ya.

—¡¿Estás de coña?! Mientras esperamos a que venga la policía tan relajados, el culpable podría hacerle cosas terribles al botín. ¿Quieres eso?

—E-eh... N-no, claro que no. ¡Pero me quiero ir a casa!

—Lo bueno de ir en comando es que a mí no me han robado, ¡ja, ja, ja! ¿Verdad, Kon, Shisui?

A eso, Shiro comenzó a jalar disimuladamente de la toalla de Jose.

—¿Qué quieres, Shiro-chan?

—Ese chico y esa chica tienen auras muy raras, están muy nerviosos.

—Pero no tenemos pruebas, no hemos visto a nadie abandonar el agua.

—Jose, ¿sugieres que una de las chicas es cómplice del robo? —preguntó Shisui.

—Ahora que caigo, ¿no fue ese muchacho el último que entró? —pensó el dragón cruzándose de brazos.

—Sí —dijo Simeon—, fue el último en entrar.

Shiro caminó hacia aquel chico delgado como un fideo y lo confrontó directamente, sin pelos en la lengua.

—Mis braguitas y sujetador, o te rompo los huesos.

—No sé de qué me hablas.

—Estás temblando de miedo. Tu ki se ha tambaleado, has mentido a Shiro. Es él, chicas. Y esa es su cómplice. Cogedlos.

—¡¡¡...!!!

—¡Ah, no! ¡No huiréis!

Inmediatamente con una fuerza explosiva más allá de toda capacidad humana, la chica Paladín se convirtió en una brisa y el vestido ondeó al viento como una bandera, fácilmente volando por encima de la cabeza de Jose (este en el momento que la vio, honestamente se agachó por temor a ser golpeado). Igual que una bestia, la bailarina de guerra Carlota de una patada con mortal incluido en la barbilla noqueó a la universitaria de vestido rojo. Congelando con una mirada asesina al universitario en el sitio, ella brincó y realizó una llave con ambas piernas, rodeando su cuello y quedando la cabeza del chico bajo su falda. Usando la fuerza de su abdomen, la ayuda de la gravedad y el peso del oponente, realizó un fortísimo giro, terminando la cabeza del joven estrellándose contra el suelo y perdiendo el conocimiento.

Toda la escena sucedió en un lapso de cinco segundos.

—¡La puta madre! Si no está muerto, poco le falta —exclamó Aitor.

—Tchs, voy a curarlo, no vayan a acusarnos de intento de asesinato —dijo Rosie.

—Yo revisaré sus pertenencias, a ver si en la bolsa de deporte esa tan grande hay algo o en su bolso —anunció Selene.

—Al menos el chico puede morir contento tras haber visto el paraíso. Buenas vistas antes de perder el sentido —rio Emma.

—¿Seguro que recordará algo? Un testarazo así borra la memoria a cualquiera. —Riko temblaba del miedo, qué fuerte era.

—Quizás lo ha hecho por eso mismo.

—Si mal no recuerdo, esa técnica es de krav magá. Me la enseñó papá —dijo Marina.

Geez, siempre se me olvida que recibiste entrenamiento militar de parte de tu padre, de ahí tu puta puntería con el rifle.

—Pero tú tienes mejor puntería que yo, Phoebe.

—¡Pero yo hago trampas, lo tuyo es talento y práctica!

—No es que haya mucha diferencia entre usar un rife de francotirador y el arco.

—Eso es lo que tú te crees.

—¡Toma!

—¡Toma, toma!

—¡Por malos!

—¡Aaaaah! ¡Chocola, no hagas eso!

—¡Nananaaaaa! ¡Noooo!

Claudia Kaiser y Jose Lemon gritaron al ver a sus hijas pegándoles patadas en las costillas a esos dos como si fueran un perro muerto.

Al revisar la bolsa de deporte, o mejor dicho, vaciarla de golpe en el suelo, encontraron montones de sujetadores, bragas, tangas, etc. Pero ninguno de ellos eran suyos.

—Tchs, no son. ¿Las ha robado de otras termas? Tiene que ser una broma de mal gusto.

—Qué absurdo —gimió frustrada Shisui—. Entonces, el botín tiene que estar oculto en algún sitio, cerca de aquí. Planearían llevárselo al terminar de bañarse.

No quedaba de otra que buscar por cualquier sitio. Al más mínimo olor afrutado, ahí estaría enterrado el cofre del tesoro. Usando sus dotes de detective, Jose sabía dónde buscar: ¡el vestuario de mujeres!

La deducción era simple: nada mejor que esconder lo que se busca a primera vista, eso es, en su sitio. Acompañado por Claudia, dieron aquello que tanto buscaban. Oculto bajo una muy sospechosa cesta de mimbre caída en el suelo, boca abajo, al destaparla descubrieron una bolsa de plástico con su ropa interior adentro y la de las demás mujeres.

Caso cerrado.

O eso habrían pensado de no ser porque hubo cierta ropa interior que no apareció: las braguitas de Carola.

Por más puñetazos que esta le diera al pavo, este repetía lo mismo como loro pirata o disco rayado: «¡No sé dónde está, yo no la he cogido! ¡No he cogido ningunas bragas rosas con lunares blancos!».

—La policía llegó y se los llevó arrestados. Al parecer ya habían sido denunciados previamente, y no era la primera vez que el chico hacía algo así. Eran unos novios la mar de raros. Mejor ni preguntar qué era lo que harían con toda esa ropa interior por las noches.

Parte 9

—¡Qué buenos están estos fideos, joder! Nada como comer en un puesto de ramen callejero. ¿No se siente como en una cita, Carola?

—Comes demasiado, no entiendo cómo no engordas. ¿Nos unimos luego a los demás?

—Porque lo quemo todo. Adrede, siento lo de tus bragas, no aparecieron por más que buscamos. ¿Qué se siente el ser una pervertida oficial como yo o Goldie?

—¡Cállate! No soy una pervertida.

—¿Ah, no? ¿Quién fue entonces la que se metió desnuda con cuatro chicos en celo en el baño? ¿Fue mi imaginación la que creó el espejismo de una chica tan bonita?

—Vas a hacer que se me quite el hambre, y mira que quiero comerme como cinco de estos cuencos de fideos.

—Mi madre te gana. Tiene un récord increíble de comer cuencos de ramen. Deberías venir conmigo un día de estos a Ramen Fuji y pedirte el desafío. ¿Podrás con ello?

—Si yo ya he ido. Y no, no he tomado nunca el reto de la «Carrera de los 100 cuencos». ¿Cuál es la puntuación más alta?

—La tiene mi madre: 67 cuencos. Nadie ha podido superarla nunca, ni siquiera nosotros.

—Joder. Creo que me quedo muy atrás, y eso que los superhumanos debemos ingerir más calorías que un varón adulto. ¿Vosotros?

—Mmm... Unas 3.600 calorías, diría yo.

—¡Coño! No me extraña que te comas hasta las sillas del bufé.

El resto del final del día fue la tarde más normal que cualquier grupo de estudiantes podría hacer: pasear por parques, cantar en un karaoke con amigos y picar dulces, y finalmente la despedida antes de subirse al barco.

Fue ahí cuando Jose notó algo con una textura similar a un pañuelo de tela en su bolsillo izquierdo, aunque estaba húmedo y ligeramente caliente. Era raro: él usaba pañuelos de papel desechable, no tenía esa clase de pañuelos, y los pañuelos siempre iban en el bolsilllo derecho con las llaves, no junto al móvil, así que, extrañado, extrajo el misterioso objeto. El «pañuelo».

—¿Pero qué demonios?

Ahí estaban. Rosa y con lunares blancos.

Las bragas perdidas de Carlota.

¿Cómo demonios habían llegado esas ahí, hasta su pantalón?

—A-aaah... Y, ahora, ¿cómo devuelvo esto yo ahora? Sin que piense nada raro de mí, claro...

Antes de que fuera visto por su prometida o cualquiera de las chicas, lo introdujo nuevamente en el bolsillo izquierdo de donde lo sacó. Quizá lo mejor que podía hacer era callarse el secreto y no decirle a nadie.

—Creo que voy a tener que tomar ese café con Carlota.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top